El viernes 4 de abril inició la 2da. Convención Argentina de Ciencia Ficción y Fantástico en la Biblioteca Popular Ansible, en el Café Artigas del barrio porteño de La Paternal: iban a ser tres días de charlas, debates y stands de literatura sobre el género.
La noche del sábado 5 fue única: reunió figuras olvidadas y honró a las y los artistas que sembraron imaginación en papel, pantalla y memoria colectiva.
Autores, dibujantes, traductores, editores y personajes legendarios de la cultura popular fueron recordados en una jornada de pura emoción y morriña que celebró a figuras que llevan décadas de entrega a la ciencia ficción y la fantasía nacional.
Por Rigoberto Gris / Corresponsal en la Biblioteca Popular Ansible
La 2da. Convención Argentina de Ciencia Ficción y Fantástico “Encuentro Cercano 2025” arrancó con muy buen pie el viernes 4 de abril, gracias a una grilla variada que combinó charlas, debates y conferencias. Y el sábado 5, en la Biblioteca Popular Ansible, en el Café Artigas, la actividad giró alrededor de la feria de editoriales fantásticas, que ofreció un amplio menú de publicaciones nacionales, tanto para los fanáticos como para los peatones curiosos, mientras adentro seguía en marcha la programación prevista.
Fue al caer la tarde del sábado cuando se vivió, quizás, el momento más convocante. Una enorme cantidad de público colmó la amplia sala del hermoso anfiteatro administrado por la Cooperativa Artigas.
Mientras en la calle empezaba a levantarse una brisa fresca, comenzaban a llegar invitados, curiosos y entusiastas para asistir a la propuesta estelar del evento: la Velada Homenaje “A la Labor de Toda Una Vida” para quienes llevan más de cuatro décadas trabajando en la Ciencia Ficción y la Fantasía en Argentina. Es un reconocimiento a figuras que han sostenido con pasión y constancia este universo, ya sea desde lugares muy visibles o desde la trinchera silenciosa.
La concurrencia fue tan numerosa —según los organizadores, tan inesperadamente numerosa— que se debieron sumar más filas de asientos para poder dar cabida a todos.
A las 20:10, la sala desbordaba de murmullos y expectativas flotando en el aire. Y a las 20:15 en punto comenzó la presentación del evento. Para sorpresa de todos, cuando el bibliotecario catalán Carles Ros Más, impulsor de la saga en 2024, tomó el micrófono para abrir la noche, desde el fondo del escenario apareció una imponente versión argentina de Robocop. El soterrado carisma del actor Gaby Delmónico marcó el tono inicial: sonrisas, asombro y una cálida disposición a disfrutar lo que venía.
A Carles se le sumó Christian Vallini Lawson como co-presentador. Él y Wanda Elfenbaum conspiraron para rendir tributo a los grandes referentes del fantástico argentino, apostando por un homenaje sincero, a contracorriente de cualquier moda o tendencia. Christian y Wanda fueron coautores, con Darío Lavia, de Más Allá. La generación que leyó el futuro (Más allá de Cineficción, 2023), joya bibliográfica indispensable para todo amante del género.
Presentada oficialmente la ceremonia, fue proyectada en una pantalla gigante una serie de paneles con fotos actuales y de antaño de cada persona homenajeada, acompañada por un resumen de sus trayectorias, muchas de ellas reconocidas en todo el mundo.
Escritores, dibujantes, guionistas, científicos, actores, investigadores, libreros, editores… ¡y hasta un médico! Vida y obra de las figuras seleccionadas para recibir este reconocimiento fueron llenando la pantalla de emoción, mientras el público seguía hipnotizado la proyección. De fondo, sonaba una melodía suave y pegajosa de los años ’40, de la big-band de Tommy Dorsey, al cabo de lo cual se entregó una preciosa estatuilla con forma de victoria alada con el nombre de cada una de las personas homenajeadas.
El evento promete convertirse en un clásico de la Biblioteca Popular Ansible, que desde 2024 distingue así a estos verdaderos artesanos de la imaginación.
Uno por uno, fueron pasando al frente para recibir su galardón, después de tantos —pero tantos— años de trabajo incansable, sumando sus creaciones al mundo del fantástico nacional.
La ceremonia tuvo de todo: chistes, risas, lágrimas y reflexiones. Como la que dejó la escritora Luisa Axpe: “Antes teníamos libros y revistas reales, auténticos, que se podían abrir y tocar”. Aplausos, claro. También se llevó el reconocimiento de los asistentes Raquel M. Barthe, una autora sólida de literatura infantil, donde la ciencia ficción y la fantasía siempre se hacen un lugar. Su simpatía y ese estilo tan de profe conquistaron el escenario. Contó que muchos de sus exalumnos la recuerdan como esa docente de Educación Física que, cuando llovía, les leía y les hacía leer, contagiándoles el gusto por los libros. Llegó con su esposo —más de cincuenta años juntos— y se fueron del brazo, felices, saludando a todos con el premio en la mano.
Otra mujer talentosa —también docente— fue Norma Dangla. Ella viene haciendo una labor silenciosa, constante y sobre todo amorosa por la ciencia ficción. Desde 1980, publica artículos y ensayos. Además, es una traductora de primera agua en este género. Con una sonrisa contagiosa, se ganó el corazón de todos contando cómo empezó su historia con la CF desde chica… y cómo esa pasión nunca la abandonó.
Algo parecido contó Raúl Alzogaray, cuando se despachó: “La primera vez que leí CF fue de joven, cuando Ballard y Dick me sorprendían cada mes con un libro nuevo. ¿Y la última? El mes pasado, cuando terminé Neuromante, de William Gibson, que me voló la cabeza”.
Indagando un poco, supimos que todo marchó sobre ruedas gracias a Mallory Greg-Kuhn en los controles, la proyección y la música. En un momento se escuchó una grabación del actor Jorge Paccini —también homenajeado—, que faltó por una inoportuna gripe. Su mensaje grabado fue una sorpresa que tocó a todos: recordó con humor y cariño que, para el fándom argentino, él siempre será el entrañable Profesor Gabinete (¡sí, el que venía del año 2067!), el personaje televisivo que hizo reír a generaciones junto a Carozo y Narizota.
También fueron homenajeados grandes artistas gráficos, de esos que pasaron miles de horas frente al tablero. Ramón Ángel Gil, Gaspar González y Juan Carlos Della Bianca, todos del mítico Estudio Géminis, dejaron su huella en revistas legendarias de Editorial Columba entre fines de los ’60 y los ’80. Gaspar recordó con emoción cuando ilustró “Paraíso” de Héctor G. Oesterheld junto a Silvestre Frank Szilagyi, homenajeado en 2024.
Ana María Lameiro, que trabajó como Secretaria de Producción en la misma editorial, fue otra premiada. Por su escritorio, explicó, pasaron miles de guiones, resúmenes, historias y dibujos. Obras icónicas como Mark, Argón el Justiciero o Nippur de Lagash pasaban por su vista antes de salir a imprenta. Por eso, mirando con picardía a los dibujantes —y también a Alfredo Falugi, Alberto Saichann y el internacional Carlos Villagrán (creador de Argón)—, deslizó con simpatía: “A estos muchachos los conozco desde hace algunos años, eh”. Gracias a ella, muchos de esos trabajos llegaron a un público. “Yo no sé si merezco el premio —agregó. Lo único que hice fue perseguir autores e ilustradores!”. Si uno mira su carrera con la lupa del tiempo, se da cuenta de que lo que hizo Ana María entre 1974 y 1996 fue colosal.
También hubo premios para dos grandes caricaturistas, maestros del dibujo infantil. Sin exagerar, sus trazos tienen una plasticidad, una soltura y un encanto únicos. Aunque les llevan unos años de diferencia (uno ya pasó los 90 y el otro tiene 78), los dos están impecables y activos. Comparten un recorrido parecido, con muchísimos trabajos para editoriales.
Oscar H. Viglino, un histórico de Editorial Cielosur, hizo reír a todos con sus comentarios sobre las jubilaciones flacas, y Anselmo Borello dijo que solo podía agradecer, agradecer y agradecer, especialmente a quienes todavía compran revistas que les permiten seguir dibujando y contando historias. Él creó a Venusito, un extraterrestre verde y simpatiquísimo. Carlos Paura, por su parte, no solo creó series como Arión y Vulcanito, sino que es el único dibujante vivo que trabajó con el Astroboy argentino para la revista del mismo nombre en los ’70. Cuando Borello levantó su premio, se despidió entre aplausos con una frase que se llevó la ovación de la noche: “¡Y todavía sigo dibujando!”. Acaba de cumplir 91 años.
También hubo premiados que compartieron épocas doradas y publicaciones en común. Es el caso de Luisa Axpe, Eduardo Abel Giménez y Alzogaray, tres nombres fuertes que publicaron seguido en las revistas de Marcial Souto —El Péndulo (en todas sus oscilaciones) y Minotauro segunda época. Entre los dibujantes, tanto Sanyú (Héctor Sanguiliano) como Alberto Saichann también dejaron su marca en las mismas publicaciones y recibieron en mano sus estatuillas. Dos talentos innegables.
Las sorpresas de la noche vinieron de dos figuras que, literalmente, se habían borrado del mapa. Sí, desaparecidos del radar desde hacía décadas. La primera fue Vivian May Brown, que en 1978 publicó un libro de cuentos breves que la rompió: 20 Cuentos Azules (Plus Ultra). Fue tan bueno ese libro que ganó premios en el exterior. En su momento, parecía que iba a ser la gran voz de la CF de los ’70, pero entre líos editoriales y otros vaivenes, se esfumó sin dejar rastro. Nadie sabía nada de ella. Pero el equipo organizador se lanzó a una búsqueda sin respiro y dio con ella. Así, Vivian —feliz y emocionada— recibió su premio no sin ovación, tanto de su familia como de un público fascinado con su historia.
Algo parecido pasó con Viglino, que tuvo roles clave en revistas míticas como la Cuarta Dimensión que dirigía Fabio Zerpa y Umbral Tiempo Futuro (esta última, junto a Susana Itzcovich, premiada en la convención anterior). Además de ser editor y administrador, Oscar contó que también escribe y dibuja. De hecho, en los años ’50 escribió guiones para personajes como Patoruzito e Isidoro, cuando trabajaba para la editorial de Dante Quinterno. Este prócer del género se llevó un aplauso atronador.
Juan Jorge Cerutti, contador de profesión, fue factótum de la revista Aeroespacio en los ’60. ¡Menudo coloso! Desde ahí, se encargó de editar un montón de artículos sobre ciencia ficción, astronomía y astronáutica. Publicó libros sobre el tema y representó al país en foros internacionales. El sábado lo vimos con lágrimas en los ojos mientras recibía su reconocimiento.
Encontrar a estas glorias que habían quedado en la nebulosa del tiempo no fue fácil. Lo del trío organizador fue, definitivamente, detectivesco.
También hubo espacio para premiar a quienes no escriben ni dibujan, pero que son parte vital de esta comunidad. Luis del Popolo, por ejemplo, es un investigador minucioso que está metido en el ambiente desde chico: arrancó coleccionando revistas, luego empezó a armar las suyas, y más tarde se dedicó de lleno a la investigación. Su libro El navegante de la imaginación es una obra gigante dedicada a Héctor Torino, otro maestro de la CF y la caricatura.
El caso de Jorge Gómez —que no llegó a la cita— es distinto pero igual de valioso. Gran lector y librero, está al frente de Edipo Libros, la histórica librería de Corrientes fundada en 1978 por su padre. Edipo fue (y sigue siendo) un faro para los lectores de CF y fantasía, apoyando a decenas de editoriales y ofreciendo libros nuevos y usados, a precios accesibles, para que nadie se quede sin leer. Por Edipo ya pasaron padres, hijos… y ahora nietos.
Dos homenajeados no pudieron estar presentes pero se ganaron su lugar en el podio por caminos inhabituales.
Uno de ellos es el del Dr. Luis Chiozza, con sus bien llevados 92 años, es un médico de renombre, con más de seis décadas de trayectoria y un montón de libros influyentes sobre medicina. Pocos sabían que también tiene su lado fanático de la ciencia ficción. De hecho, cada vez que puede, en sus textos mete alguna referencia al género. Allá por los años ’40, cuando era jovencito, firmaba como “Dr. Futuro” en Sucesos Técnicos, una revista de divulgación con mucha onda sci-fi, incluso en sus tapas. El premio que lleva su nombre, A la Labor de Toda una Vida, fue recibido con aplausos por todo el público.
El otro caso es el de Juan Manuel Figueroa. Y va por otro carril. Ex luchador y entrenador, su mundo siempre fue el del cuerpo, la acción y la fuerza. Pero, además, es el hombre detrás de personajes legendarios de Titanes en el Ring como El Androide, La Momia o Robox. Tan populares fueron que llegaron a las pelis, las figuritas y los muñequitos de colección. Recibir un premio en su nombre fue un merecido homenaje a alguien que, desde el espectáculo, también dejó su marca en la imaginación colectiva.
Una perlita aparte fue la “hinchada” espontánea que se armó entre el público. ¿Quiénes eran? Nada menos que ex homenajeados del año pasado, como José Massaroli, Stella Maris Fusé, Frank Szilagyi y varios más. Estaban ahí, dándolo todo: aplaudiendo, sacando fotos, alentando como si fueran familiares. Uno de los asistentes, un fan y lector de toda la vida, dijo entre risas: “¿Cómo hicieron estos pibes para reunir de nuevo a Viglino, Itzcovich, Fusé y Gaspar González, todos de Umbral Tiempo Futuro, 48 años después? ¡Es un laburo monumental!”. Y se fue feliz, o como él mismo me lo resumió: “Re contra feliz”.
Otro comentó: “Yo me acuerdo de los dibujos de Saichann en las revistas Columba de los ’70. Era el mejor, sin dudas. Hoy lo vi con su esposa, emocionado… y su emoción me emocionó a mí”. Recoger esas sensaciones fue uno de los placeres que este cronista pudo darse en vida. En muchos casos no hizo falta preguntar: los gritos, los aplausos, las caras de los chicos, lo dijeron todo. Más cuando apareció el Robocop argentino a interactuar con ellos. Perdón, quiero decir… el oficial Alex Murphy.
En suma, la Ciencia Ficción y la Fantasía llenó de magia el Teatro Artigas y la Biblioteca Ansible. El primero en bajar a recibir su premio fue Alfredo Falugi, ilustrador internacional, que bromeó: “Siempre me encantó la CF, trataba de dibujarla siempre que podía, pero al principio ¡justo esos trabajos me los rebotaban!”. Pero insistió, no bajó los brazos, y hoy es uno más en esta constelación de artistas increíbles.
La noche del 5 de abril de 2025 quedará en la memoria de todos los que estuvimos presentes y, ahora, de mis lectores. Fue mucho más que una entrega de premios. Fue una excusa para conectar generaciones, emocionar, homenajear y soñar más allá del presente. Una jornada inolvidable que deja una estela de afecto, memoria y creatividad, que ojalá sirva para tejer nuevos proyectos y amistades entre todos estos artistas.
Si alguien tiene una copa cerca, que la levante.
¡A brindar por nuevos encuentros!