El 17 de septiembre de 1985 miles de porteños observaron un objeto blanco, oblongo y radiante a plena luz del día. El desconcierto alcanzó a medios periodísticos, que enseguida le endosaron la etiqueta ovni, y a la Fuerza Aérea, que desvió a por lo menos un avión Mirage para tratar de interceptar el objeto. En el Reino de Ufolandia el clima era de fiesta: aquello no era otra cosa que un “no identificado”, rótulo que, entre la mitad más uno de los ufólogos, representa un auténtico vehículo extraterrestre dirigido. Como de costumbre, cuando llegó la respuesta había pocos interesados en escucharla. Acercarse a la verdad –y mucho menos, alcanzarla– nunca fue condición suficiente para vender periódicos, lo que hoy se llama “cazar clics”. Aun así, no te escapes: la historia de la identificación de aquel ovni ofrece sabrosos condimentos; abarca desde el nacimiento de religiones platillistas, la aventura de los pilotos que participaron de la “persecución”, la génesis de una hermosa herramienta de comunicación científica llamada Proyecto Stratocat y la lapidaria respuesta del Centro Nacional de los Estudios Espaciales en Francia.
Había que estar a bordo de un Lear Jet a 40 mil pies de altura, como los cronistas de “Nuevediario”, o en la Torre de Control del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, para sentir la adrenalina en la barrida del radar cada vez que detectaba el objeto volador no identificado que desafiaba la comprensión de los observadores y la ignorancia silenciosa de las autoridades. Había que estar ese día, a esa hora, para comprender esa sensación, entre la perplejidad y el desamparo, en suma, para comprender eso que era sentirse en bolas ante lo desconocido.
ACTUALIZACIÓN. El 30.09.20 hablamos del caso con Cali Fidalgo en Historias Extrañas. Presentamos el testimonio del piloto del Mirage que persiguió el «ovni» y expusimos la conexión con la leyenda de Friendship.
La mañana del 17 de septiembre de 1985 cientos de miles de argentinos (y unos cuantos miles de uruguayos) estuvieron por contraer tortícolis. Las muchedumbres clavaron los ojos en el cielo a unos 40º del horizonte. Lo más ilusionados permanecieron horas, demasiadas horas, esperando una revelación –que pasara algo, cualquier cosa que pudiera parecer extraterrestre, digamos–, ya que el objeto, nadie sabía si iluminado o luminoso, apareció con el amanecer, a las 6 AM y desapareció alrededor de las 15 horas del mismo día. Era un punto brillante parecido a Venus que, mirado desde telescopios o prismáticos, adquiría cierta complejidad. Extraño incluso para ser un plato volador, tenía la forma de una lenteja blanca con un apéndice inferior y una radiante columna superior. Durante semanas nadie embocó una explicación sobre lo que cientos de miles de testigos habían visto con sus ojos, ya desclavados del cielo y llenos de preguntas. Meses después instituciones oficiales –y hasta algunos ufólogos, siempre hay excepciones– confirmaron que un globo Montgolfier Infrarrojo (MIR) lanzado el 26 de julio por el Centre National d’Etudes Spatiales (CNES) de Francia desde Pretoria, Sudáfrica, se había perdido con rumbo al Cono Sur. Y que, evidentemente, aquello que se había visto era este artefacto. Luego aparecieron las pruebas, pero hasta ese momento la confusión alentó teorías conspirativas del estilo “¿Cómo pueden ignorar las instituciones oficiales la violación del espacio aéreo, eh?”. Lo digo porque, por aquellos días, eso pensaba mucha gente (y en ésta me incluyo, como consta en un recuadrito que firmé en UFO Press Nº23). Todavía ignorábamos que la altura a la que se hallaba eximía al globo de reclamos por juridicción; era, en suma, como si protestásemos por el paso de un satélite.
Entre el 13 y 18 de agosto del mismo año –justo un mes antes–, otro objeto se había divisado desde varias provincias del país (entre ellas Santiago del Estero, San Luis y Chaco) y en Chile, donde provocó idéntico estupor. Y consecuencias curiosas para la subcultura ovni, ya que el evento fue relacionado con la génesis de un mito ufológico chileno, Friendship; con los orígenes de una movida platillista que tuvo su auge (y ocaso) en los años noventa, el Grupo Alfa de Francisco Checchi, y hasta fue musa de una obra muy popular, “Ami, el niño de las estrellas”, cuyo autor, Enrique Barrios, declaró que el libro le fue revelado el 17 de agosto como “producto de un contacto real con un ser de una dimensión de existencia más elevada” el cual “elevó su frecuencia vibratoria para ponerlo en contacto con ciertas realidades, seres o mundos superiores”.
Para contar esta historia hay un marco general, la primavera democrática donde había resultado electo presidente Raúl Alfonsín, y otro particular: hablar de platos voladores era hablar de V, Invasión Extraterrestre, la serie de los lagartijas nazis galácticas que transmitía Canal 13 y, en su mejor momento, midió casi 50 puntos de rating. En lo que hace al avistamiento en sí, existen detalladas fuentes de información para saber qué sucedió y qué se dijo desde entonces. Una referencia básica: el artículo publicado en Mayo de 1986 por el Lic. Horacio S. Ghielmetti, titulado “El uso de globos estratosféricos en la investigación científica. Donde también se cuenta cómo un ovni histórico es identificado”, incluido en Astrofísica, el segundo número de la revista del Centro de Estudiantes de Astrofísica de la UBA, que en su día fui a buscar a la sede del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE), porque antes de Internet llegabas a Ciudad Universitaria en el 160.
Ghielmetti, pionero en la Argentina en el uso de globos para el estudio de rayos cósmicos, radiaciones X y gamma, hizo enviar una gacetilla donde informaba que habían identificado al misterioso objeto como un globo estratosférico MIR lanzado desde Pretoria por el CNES. Los medios ignoraron olímpicamente el comunicado pese a que, en esta ocasión, el informe había sido elaborado por especialistas idóneos. Pero claro, la confirmación llegó cuando el tema ya había perdido interés. Ghielmetti era el director del IAFE y siguió siéndolo hasta su fallecimiento, en 1995. Su artículo todavía se puede consultar en el Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA). Allí podemos ver el telefax donde el A. Soubrier, Jefe del Departamento de Desarrollos Estratosféricos del CNES, le contestaba desde Toulouse:
“Sí, he recibido su carta del 11 de diciembre. Eso es definitivamente nuestro MIR. Gracias por la fotografía y la información”.
Otra fuente preciosa dónde abrevar es la nota de Daniel Riera “Extraterrestres sobre Buenos Aires”, publicada primero en la revista El Porteño, luego en Gatopardo en 2001 y finalmente, revisada y ampliada, en su libro Nuestro Vietnam y otras crónicas (Aguilar, 2010), donde podemos acompañar al cronista en su investigación a través del contradictorio y surtido ramo de interpretaciones que generó el acontecimiento. Entrevistó a (casi) todos los implicados. Del total se destacó la palabra oficial del meteorólogo Valentín Komar, famoso portavoz del Servicio Meteorológico Nacional, para quien aquel objeto fue «un globo sonda procedente de la isla Ascensión». Y la verdad es que no daba; nunca da mandar fruta desde una institución oficial, entre otras cosas porque la autoridad se queda sin el derecho a rezongar por las teorías conspirativas de … los otros.
Por último, invitamos visitar online a la mayor investigación –y, entiendo yo, la definitiva– realizada sobre el caso. Se la encuentra en el Stratocat, hoy un enorme portal dedicado a revisar “historia y presente del uso en el campo científico, militar y aeroespacial” de los globos estratosféricos, pero cuyos orígenes están ligados con el fervor que su autor, Luis E. Pacheco, acometió la causa de exponer con mucha sutileza los desaforadas afirmaciones (desde macanas improvisadas por ignorantes ungidos en “expertos” hasta las más variadas sentencias pseudocientíficas) producidas a partir de la incursión del MIR en nuestros cielos, como la portada el Nº 149 de la revista Cuarta Dimensión dirigida por Fabio Zerpa, donde aseguró que estábamos ante un Vehículo Extraterrestre Dirigido (VED), o las recurrentes entrevistas donde el ufólogo platense Luis Burgos calificó a la imagen obtenida desde el Observatorio de la Plata como “la mejor foto OVNI del mundo”.
El minisitio disponible dentro de Stratocat representó para Pacheco seis años de trabajo duro: consta de 18 capítulos y cualquiera puede acceder a su estudio en forma absolutamente gratuita.
Hay otras figuras emblemáticas en esta historia. Quizá la más destacada dentro del ambiente ufológico es la del astrónomo aficionado Carlos Alberto Demaría, fundador, allá por 1974, del legendario CAIFE (Centro Argentino Investigador de Fenómenos Extraterrestres, que hoy publica el blog Cataovni). Demaría vio el globo ese día y tomó la temprana (e infrecuente entre la inmensa mayoría de los ufólogos) decisión de consultar a una entidad competente. Así, en noviembre de 1985, escribió al CNES de Francia. Cinco meses después recibió la respuesta de Daniel Sacotte, director de asuntos internacionales e industriales del organismo galo, quien le contestó por carta que “consideraba posible” que aquello fuera “un globo de lanzado desde Pretoria”. También es digno de mención el esfuerzo de Leopoldo Fausto Montello, quien envió una carta donde denunciaba al grupo de Fabio Zerpa por tratar de ocultar la real explicación del asunto para no renunciar a los beneficios del misterio. Y no fue precisamente Cuarta Dimensión, sino Stratocat, el medio que divulgó la incendiaria carta.
“Nuevediario” alquiló un avión Lear Jet a la empresa Aeromaster para filmar desde el aire el objeto. El cronista fue Ricardo Rivas y los camarógrafos Carlos Martinez y Raul Baisetto.
El momento “scramble” de la saga fue la decisión que tomó la Fuerza Aérea Argentina cuando envió un Mirage IIIEA para interceptar, al menos visualmente, al presunto ovni. Por entonces nadie obtuvo declaraciones de los pilotos, más allá de alguna fanfarronada de Zerpa, quien le aseguró a Daniel Riera haber hablado con uno de ellos (y si fue así nunca publicó su nombre ni sus declaraciones). Varios medios citaron a los ex combatientes de Malvinas capitanes Héctor “Pipi” Sánchez y Carlos “Trucha” Varela. Sánchez, con quien me comuniqué hace poco, negó haber participado en esa interceptación. Pero él me confirmó que el tucumano Varela fue uno de los dos pilotos involucrados en el vuelo, motivo por el cual recibió el apodo de «Dónovan» (por el audaz camarógrafo rebelde, y piloto de naves alienígenas, que protagonizaba V, Invasión Extraterrestre). Varela nunca contestó mis mensajes -hasta 2016, ver POSTCRIPTUM II (*).
Walter Marcelo Betancor, encargado en la Biblioteca Nacional de Aeronáutica, recuerda el episodio con cierta cantidad de detalles, incluyendo los trajes para grandes alturas usados por la tripulación de los Mirages aquel día.
Por otro lado, supe que dos pilotos ascendieron hasta 70.000 pies sin poder acercarse. Y que Varela, al regresar, tuvo problemas con sus superiores. Aparentemente, el “Trucha” Varela tuvo muchas ganas de disparar al objeto. Desde tierra le ordenaron que no lo hiciera y esta disparidad de criterios concluyó en un pedido de baja por parte de Varela de la fuerza.
Otra sabrosa guarnición: en febrero de 2015, el periodista aeronáutico Andrés Rangugni, parte del equipo de Dintel Grupo de Investigación de Defensa, me envió una serie de fotos muy curiosas para mí (y probablemente para otros frikis como yo). Durante algún tiempo, un avión de la Fuerza Aérea IA-63 Pampa Serie II E-803 llevó un plato volador dibujado en la cola. Este detalle dio pávulo a muchas conjeturas. Rangugni tomó estas fotos en mayo de 2013 a propósito de los 25 años del Sistema de Armas IA-63 Pampa. “El marking en la cola estaba desde 2013, y fue bastante comentado cuando en Marzo destacaron cinco Pampa en la I Brigada Aérea en Palomar por los festejos del centenario de la aviación uruguaya”, me explicó Rangugni. Al parecer, estamparon el ovni en conmemoración del avistamiento e interceptación del 17 de septiembre de 1985 desde la VIII Brigada Aérea «Mariano Moreno» (actual VII Brigada), en José C. Paz, sitio desde donde partió el Mirage pilotado por Varela cuando voló hacia el objeto.
No deja de llamar la atención el hecho de rendir homenaje a un evento que otros podrían considerar trivial, máxime porque, como se determinó después, el “ovni” había resultado ser un objeto perfectamente identificable.
Rangugni aclara que la interpretación de los tres markings no es unánime. “No queda del todo claro el significado, pero las versiones más confiables dicen que el dibujo del Pampa se debe a un derribo en un ejercicio, al igual que el del Mirage, conocido como Ejercicio Icaro Fenix 2012”, continúa.
Ya sabemos que el “Trucha” fue uno de los perseguidores del MIR. Ahora, ¿quién fue su copiloto?
En una reciente Monografía dedicada al IA-63 Pampa escrita por Juan Carlos Cicalesi y editada Por Jorge Nuñez Padín, sigue Rangugni, figura una foto en hangares del avión con el misterioso calco, tomada por el historiador mendocino Atilio Baldini. En el epígrafe se lee: “Pampa E-803 con las marcas especiales aplicadas en el timón. Homenaje al Comodoro Edgardo Italo Busetti, jefe de la IV Brigada quien el 17.09.85 a bordo de una Mirage IIIEA intentó una persecución de un OVNI sobre Tandil. IV Brigada Aérea, 5 de Septiembre de 2012″.
Busetti hoy es Brigadier y Comandante de la Fuerza de Tareas Conjuntas de Control Aeroespacial Fortin II. Pero Rangugni, minucioso conocedor de la aeronáutica argentina, duda que se trate de la persona indicada. “No me cierra porque, por entonces, los Mirage IIIEA/IIIDA estaban basados en la VIII y no en la VI Brigada, ya que en Tandil sólo operaban los IAI Dagger. Recién en 1988 la familia Mirage terminó concentrada en el Aeródromo de Tandil”.
Otros militares que aparecieron en este contexto fueron el Mayor Pablo Carballo, el Vicecomodoro Pereyra y el Mayor Licciardello, citados por el ufólogo Leopoldo Fausto Montello, autor de la valiente carta publicada en Stratocat donde, antes de cuestionar al grupo de Zerpa, demuestra haberse informado sobre los pormenores del asunto.
El dibujo del timón del Pampa E-803 tiene su miga. Para 2014 los calcos habían sido removidos: Rangugni no vio rastros del souvenir cuando estuvo en la IV Brigada para el Vuelo Solo 2014 de Pampa ni para el Egreso del Curso de Estandarización de Procedimientos para Aviadores de Combate (CEPAC) el 23 de noviembre del mismo año.
A modo de cierre de esta evocación, nada mejor que preguntar al mismísimo autor del Stratocat cuál fue el momento más placentero de su investigación. Pacheco me contesta que le sucedió cuando coronó sus desvelos: fue el día en que tropezó con una imagen del mismo MIR observado desde la Argentina… fotografiado en la costa este australiana, más precisamente en Tamworth, Nueva Gales del Sur. Tomó la imagen el astrónomo Gordon Garradd, autor también de las flechas que señalan las tres góndolas de material científico e instrumental de comunicaciones distribuidas a lo largo del tren de vuelo y unidas por un cable de acero al cuerpo del globo.
»…Este »OVNI», en realidad un globo de gran altitud con varios instrumentos por debajo (flechas), fue informado a una estación de radio por un camionero que se encontraba muy preocupado por su seguridad al afirmar que ‘eso’ lo seguía.»
La foto había sido obtenida una mañana de julio de 1985.
Probablemente en Australia había comenzado la “vocación ufológica” del “globo solar” francés. En la Argentina fuimos testigos del final del recorrido.
En esta emisión del programa «Mundo Espacial» de Patricio Varela, emitido el 22/08/88, varios ufólogos evocan el avistamiento del globo en Chile.
POSTCRIPTUM I: Una precuela que tuvo lugar en agosto de 1985 del proyecto de globos estratosféricos MIR está en el origen de la increíble saga chilena, conocida como «Friendship». Un artículo del periodista catalán Josep Guijarro fechado en agosto de 2016 dio lugar a una respuesta del principal experto en el caso, Luis Eduardo Pacheco del Proyecto Stratocat. La réplica fue publicada en este blog bajo el título Viudo de Friendship insiste con el «ovni» de 1985.
(*) POSTCRIPTUM II. El 23/4/2016 pude entrevistar al Capitán (RE) Carlos «Trucha» Varela, quien tuvo una destacada participación en la Guerra de Malvinas. En aquella charla, el piloto me confirmó que despegó por órdenes directas del Ministerio de Defensa en un Mirage III. También ratificó que la Fuerza Aérea no envió un segundo avión. «Cuando alcancé los 70.000 pies me di cuenta que «el objeto seguía a la misma distancia, estaba lejísimo», motivo por el cual descartó que fuera un globo y decidió volver a Tierra. «El radar de Ezeiza me empezó a preguntar qué veía yo, a lo que contesté que lo que yo veía es lo más parecido a un forro, le digo: la marca no sé si será Velo Rosado. ¿Por qué? Porque tenía una forma alargada y lo hice de gusto para que no quede que yo había visto un ovni. ¿Por qué? Porque si realmente hubiera estado convencido que es un ovni, hubiera tenido la posibilidad de interceptarlo, hubiera tenido la posibilidad de seguirlo, yo hubiera dicho lo que era la realidad. Pero decir que era un ovni hubiese sido tener amontonados a todos los periodistas de Buenos Aires en la puerta de mi departamento todos los días poniéndome el micrófono en la boca para decir esto que estoy contando». Carlos falleció apenas cinco meses después de nuestra conversación. Es considerado uno de los “Héroes Tucumanos en Malvinas” y un monumento en su memoria se encuentra en Yerba Buena, provincia de Tucumán. Un fragmento de ese audio es parte de la edición 12 de Historias Extrañas.
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