A 65 años de Arnold, los platillos ya no vuelan como solian

Desde su nacimiento el 24 de junio de 1947, en Estados Unidos, cuando fueron descritos por un piloto civil, causaron sensación, pero hoy languidecen por falta de algo nuevo que ofrecer. Tres expertos analizan un fenómeno que pierde brillo. Este artículo se publica gracias a la amable autorización de su autor, Diego Zúñiga, periodista de Las Últimas Noticias y por años coeditor de La nave de los locos.

La tarde del 24 de junio de 1947, el piloto civil Kenneth Arnold sobrevolaba el monte Rainier, en el estado de Washington, Estados Unidos. Un avión estaba extraviado y, si alguien lo encontraba, ganaría una recompensa. Arnold iba relajado en su cabina, a bordo de un CallAir A.2, cuando de repente observó nueve objetos volando a gran velocidad. Eran cerca de las 15 horas.

Aguzó la vista y al ojo calculó que esas cosas iban a unos dos mil kilómetros por hora, una locura para esa época. Creyendo que podría tratarse de artilugios extranjeros o algo peligroso para su nación, partió a la oficina del FBI en Pendleton, Oregon. Al llegar ahí, se encontró con que el lugar estaba cerrado, así que Arnold partió al diario local a contar su experiencia. En el “East Oregonian” lo recibió el periodista Bill Bequette poco antes de que la edición cerrara, por lo que armó a la rápida una nota que apareció en la parte inferior de la portada del diario.

Sobre la marcha, el mismo Bequette escribió otra nota para la agencia AP, donde explicaba que Arnold “dijo haber visto a las 15 horas de ayer nueve aeronaves con forma de platillo”. El problema era que la descripción original del piloto hablaba de cosas con forma de búmeran que volaban como “platillos saltando sobre el agua”. Ese pequeño error periodístico marcó para siempre el futuro de uno de los “enigmas” que signaron el siglo XX.

En esos años post Segunda Guerra Mundial, las especulaciones achacaban el origen de los extraños ingenios (que ya en julio fueron denunciados sobre territorio chileno) a viejos enemigos militares. El antropólogo español Ignacio Cabria, que durante años investigó la repercusión social del tema OVNI, es claro al respecto: “Fíjate de qué manera los platillos volantes nacieron pegados al momento histórico. Al principio se decía que eran armas secretas de los rusos. Ya más tarde se impusieron argumentos más fantásticos”.

La relación plato volador-extraterrestres llegó recién en los cincuenta. El mito empezó a tomar forma con sus propios íconos, con avistamientos que se tornaron clásicos y casi míticos. A medida que pasó el tiempo se hizo necesario que alguien los tripulara y empezaron a aparecer los seres del espacio. Luego se conversó con ellos y en los noventa esos extraterrestres terminaron metiéndose al dormitorio de los humanos, secuestrándolos y hasta dándoles hijos híbridos.

“Los ovnis y los extraterrestres son el producto de una época de creencia en el progreso, de avance científico y tecnológico, de exploración y conquista del mundo y del espacio, de conocimiento de otros pueblos y culturas. Todo eso está en el arquetipo del platillo volante y del marciano”, apunta Cabria, autor del libro “Entre ufólogos, creyentes y contactados”. “Los platos volantes son al siglo XX lo que en la Edad Media fueron el diablo o las brujas”, ejemplifica.

TUERCAS Y TORNILLOS

El apogeo de los discos voladores, asépticamente llamados posteriormente “objetos voladores no identificados” para darles un aura más científica, fue en los sesenta y setenta, cuando se describieron los casos más recordados: encuentros sexuales con extraterrestres, fotografías de hermosas naves de tuercas y tornillos, diálogos con los visitantes (siempre en el idioma del testigo) que versaban sobre ecología y desprecio por la guerra y las bombas atómicas.

Al amparo de todo eso surgieron los “ufólogos”, extraños seres sin estudios definidos que se dedicaban a coleccionar casos, compararlos, publicitarlos y debatirlos. Hoy poco y nada queda de eso. El ingeniero químico mexicano Luis Ruiz Noguez, autor de la saga de diez tomos “Extraterrestres ante las cámaras”, dice que “los ufólogos veterano recuerdan con nostalgia la época dorada de los ovnis, cuando las naves extraterrestres tenían forma de platos voladores y no de rods, orbs y esas cosas”.

Ruiz Noguez habla con ironía. Él no cree en los marcianos y más ve el fenómeno desde la tribuna, analizándolo desde un prisma científico. Su lectura actual es que los platos volantes u ovnis, los de antes, ya no son llamativos. Aburrieron, en buen cristiano. “Creo que la ufología está en una etapa de letargo, a la espera de alguien que saque algo nuevo. La gente ya se aburrió de platos voladores, de naves estrelladas, de extraterrestres, de contactados, de hombres de negro, de abducidos, etcétera. Se les acabó la cuerda. Si no aparece algo nuevo ya, la ufología estará destinada a quedar como otra religión demodé, como el espiritismo”, sentencia con rudeza.

En la misma línea se encuentra el sociólogo francés Pierre Lagrange, para quien “los ovnis siempre vienen y van, aunque habían sabido mantener el interés cuando el tema perdía su gracia. Sin embargo, con Internet la ufología cambió muchísimo. Antes había gente seria que se reunía a analizar casos. Hoy en Internet circulan historias extrañas en páginas web realmente delirantes. La ufología ‘real’, digamos, ha desaparecido. Las revistas sobre el tema también, cierran una detrás de otra”, pondera. Es como una crisis, la peor desde que nacieron los discos voladores.

LA ETERNA CONSPIRACIÓN

Uno de los tópicos más recurrentes de la creencia en los ovnis es la idea de que los gobiernos del mundo ocultan información sobre el tema. Sobre esa base se sustentan tesis conspirativas que en Chile han tenido cierta repercusión gracias a personajes como Juan Andrés Salfate.

Lagrange piensa que las personas relacionadas con el tema desde una perspectiva sociocultural puede aproximarse desde dos frentes: “Uno, cómo la ciencia acepta o rechaza un fenómeno nuevo, una anomalía. Y dos, cómo entre las personas se extiende la idea de que el poder político nos esconde cierta parte de la realidad. Esta última idea está cada vez más extendida”.

Se supone que las religiones y los gobiernos, como si todo fuera una enorme masa, e ponen de acuerdo para mezquinarnos la realidad y adormecernos con pan y circo. Estas ideas son presentadas por sujetos cuasi iluminados, que saben algo que lo demás desconocemos.

¿Y AHORA QUÉ?

En ese escenario apocalíptico, donde los ovnis han desaparecido de los diarios y los ufólogos viven una extensa temporada de cesantía a la espera del nuevo santo grial extraterrestre, sólo queda el periodismo deschavetado y el refrito como herramienta de sobrevivencia. Algunos se divierten “con videos”, como dice burlescamente Ruiz Noguez, o compartiendo por Internet historias de amoríos con seres con forma de reptil. Pero en términos globales, la actividad está agónica.

“La ufología está corriendo la misma suerte que la caza de brujas a la llegada de la Ilustración o que el espiritismo y la creencia en las hadas al entrar el siglo XX. Eran creencias que se quedaron obsoletas con la evolución intelectual y el conocimiento científicos. El extraterrestre ha perdido el aura de misterio, de terror cósmico, y se ha convertido en un tema banal. Los ufólogos que estudiaban los casos como creyentes pero con mirada inquisitiva, ya no creen”, afirma Cabria.

-Pero sigue habiendo programas de radio, por ejemplo.

-Los que siguen escribiendo, los que tienen programas en radio o televisión como si nada hubiera pasado en los últimos 65 años de estudio, son periodistas sensacionalistas sin interés por allanar la verdad. Y sin embargo, para mí el tema es más interesante ahora como producto cultural que antes, cuando creíamos que eran naves con tuercas.

Llegada esta hora, la de ponderar las cosas, Lagrange (autor de libros como “La rumeur de Roswell”, sobre la famosísima presunta caída de una nave del espacio en Estados Unidos) intenta dar un mensaje positivo: “A estas alturas no creo que podamos esperar el aterrizaje de los extraterrestres porque, si existen, son tan distintos que seríamos imposible entendernos con ellos. Para mí la ufología no es solamente un minuto. Para mí la ufología sirvió para acercar la ciencia a la gente y para discutir de tecnología entre personas que no eran expertas en eso. Si lo vemos así, la ufología acercó de alguna manera la ciencia a la gente y se convirtió, más allá del mito, en un ejercicio democrático”.

Publicación original: 24-06-2012, pp. 6 y 7 del suplemento Reportajes del diario chileno Las Últimas Noticias. Todos los derechos reservados.

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  1. El estudio de los vehículos aeroespaciales y de sus tripulantes

    La ufología no es ni puede ser una ciencia: el estudio de naves interplanetarias no terrestres, puede ser hecho por la mismas ciencias que estudian nuestras propias naves, y las leyes de sus movimientos: la astronáutica, la aeronáutica y la física. El estudio de sus tripulantes pueden efectuarlo la biología, la antropología y otras disciplinas. A las cuales la ufología debe necesariamente recurrir para estudiar esas entidades biológicas humanoides. Así como debe recurrir a las otras disciplinas mencionadas para estudiar las naves. Entonces, siendo que la ufología debe recurrir a tantas ciencias por no ser autosuficiente, no hay bases para calificarla como una ciencia en particular, por el hecho de que estudie el fenómeno que configuran vehículos y tripulantes no terrestres, como si acaso sus características y leyes regentes debieran estudiarse por separado del estudio de nuestra tecnología y de nuestra biología. Si la distancia que separa a nuestros transbordadores espaciales de un plato volador, es proporcional a la que separa a un globo aerostático, de esos transbordadores de la NASA, debería haber una ciencia que estudiara los globos y otra los aviones aeroespaciales, y sin embargo la aeronáutica es la misma para ambos vehículos. No tiene por qué ser una ciencia aparte de ella y de la astronáutica la que estudie los vehículos de civilizaciones extraterrenas. Si alguna vez nuestra ciencia aeroespacial pudiera crear vehículos iguales a los de los extraterrestres, para esa ciencia daría lo mismo estudiar dos naves iguales, una de la Tierra y otra foránea. Así como para la biología y la antropología, el estudio de las formas de vida, en este caso antropomórficas, no tiene fronteras planetarias.
    Por lo tanto, la ufología es una improvisación de relleno, con un cartel de «ciencia» demasiado presuntuoso, pero sin autosuficiencia científica. Y sin incumbencia posible a la hora en que la astronáutica le confisque como propio al estudio de las naves, y lo mismo le hagan la biología y la antropología al estudio de los tripulantes. La «ufología» quedará desprovista de objetos de estudio, derivados hacia dichas ciencias, que son las que deben ocuparse de las naves y de sus tripulantes. ¿Y de qué va a ocuparse la ufología, sino de efectuar su propia disolución?

    El ocaso de los ufólogos

    La desaparición de la ufología se podría producir por una abierta manifestación mundial de los extraterrestres, que vinieran a mostrarse, decir lo suyo y poner fin al misterio de los ovnis y a la actividad de quienes los investigan, pues se quedarían sin objetos de estudio: a sus naves las estudiarían ingenieros y no ufólogos, y éstos tampoco serían quienes estudiaran a sus tripulantes, porque para eso estarían las ciencias que estudian la vida, la mente, la cultura y la sociedad. Pero antes de que tal acontecimiento pueda ocurrir, si es que ocurriera, estará destinado a desaparecer el hoy ufólogo que mañana no sea un poco físico, ingeniero espacial, biólogo, antropólogo, y un poco más de toda disciplina de las que tienen jurisdicción sobre las respectivas áreas del fenómeno de «la nave y su gente a bordo». Para temas puntuales sobre naves, la prensa y el público ya no querrán escuchar a un ufólogo, sino a un ingeniero, un físico; para saber sobre lo físico, lo mental, lo social y cultural de sus ocupantes, preferirán no la palabra de un ufólogo, sino la de un biólogo, un médico, un antropólogo, un psicólogo. No se puede pretender que alguien domine todos los aspectos de la vida y tecnología de seres de otros mundos, como no se puede pretender abarcar todos los campos del conocimiento sobre astronautas de la NASA y sobre los vehículos que utilizan. Nadie es especialista en todo, para saber desde dónde van los cables y tornillos en los motores, pasando por tablas de cálculo matemático sobre aceleraciones, masa, fricción atmosférica y calentamiento, hasta los efectos de la ingravidez en el torrente sanguíneo, o los procesos psíquicos desde el entrenamiento hasta el retorno a Tierra. Sin embargo, los ufólogos estudian un fenómeno en el que deben abarcar cosas parecidas a estas, lo cual en la práctica resulta imposible. Entonces llega un punto en que el ufólogo debe recurrir a diversos científicos para que le realicen trabajos de estudio de los que él no es capaz. Si la ufología termina donde empieza la Química para saber de qué está hecho el pedazo de nave que el ufólogo lleva al laboratorio; si termina donde empieza la Física para explicar los movimientos aéreos, si termina donde empieza la ingeniería para tener alguna idea sobre la constitución de esos vehículos, y si la ufología termina donde empiezan las ciencias del estudio de la vida, para conocer sobre la gente que viaja en las naves; entonces, siendo que la ufología termina en tantos lugares, ¿qué queda de ella en esos límites?, ¿dónde empieza realmente?, ¿qué es al final?, ¿qué es lo que sólo ella y ninguna ciencia puede estudiar, para ser «ella misma» y no un rejunte de convergencias científicas ensambladas bajo un rótulo nominativo como si fuera una ciencia autónoma?
    Ser «ufólogo» por estudiar los UFO (ovnílogo u ovniólogo por estudiar los OVNI) equivale a ser «globólogo», «avionólogo», o «coheteólogo». No existe la «globología», ni la «avionología», ni la «coheteología» (sí la «cohetería», sin el «logos» de ciencia); sus métodos serían el mismo; el mismo que debería emplear la «ufología». Curiosamente, los «avionólogos» -por caso- si existieran y estudiaran los pilotos, estudiarían lo mismo que los «globólogos» y los «coheteólogos»: seres humanos. Por lo tanto le dejarían esa parte a las ciencias del ser humano y de la vida, y se ocuparían de los vehículos nada más. Los ufólogos, en cambio, sí se ocupan de los pilotos de las naves, debido a que aparentemente, por sus características, escapan a las ciencias de estudio de la vida y del ser humano, como si ellas estuvieran diseñadas sólo para estudiar vida y humanos de la Tierra -que habrá que ver si somos de la Tierra, o si somos descendientes de antiguas colonias alienígenas instaladas en el planeta-, por lo que los ufólogos hacen un trabajo innecesario al estudiar tripulantes, cosa que los cohetólogos no harían, si existieran. Pero como la coheteología no existe, porque a los cohetes los estudia la ingeniería aeronáutica y espacial, la ufología se ha quedado sola, sin primos cohetólogos, globólogos o avionólogos, porque ellos se han hecho ingenieros aeronáuticos y espaciales, como correspondía. Será por eso que en la NASA los ufólogos no caen bien: no se dieron cuenta de que querían manejar «científicamente» un tema que, para manejarlo profesionalmente hay que hacerlo con un aval de ingeniero, de piloto profesional, de astronauta, u otras profesiones relacionadas con aparatos voladores. Sin ese aval, ser ufólogo es simple afición; un hobby en el que muchos han empezado como fanáticos de los ovnis, mientras a su vez podían ser fanáticos de algún músico o de un club de fútbol, pero en esto de la investigación ovni encontraron una ocupación especial. Destinada a su propia disolución en caso de encontrar elementos de comprobación científica que explicaran las causas del fenómeno en estudio. Porque se trataría de elementos medibles con las herramientas de las ciencias que pasaran a ocuparse de ellos, por corresponderles el espacio de investigación, en el que los ufólogos no tendrían nada más que hacer. Espacio que los ufólogos pretenden -entre astuta e ingenuamente- ocupar aprovechando el vacío que diversas ciencias están dejando ante el fenómeno. Como en todas esas ciencias hay cada vez más profesionales que están ocupándose del área que les corresponde (tecnológica, biológica, antropológica, etc.) del fenómeno «vehículo-entidad biológica», no tardará en estar de más la ufología.
    La ufología como actividad, puede, hasta su desaparición, al menos registrar un avance, en tanto los que la ejercen se dejen de andar presumiendo ser especialistas en una «ciencia». Ese avance consistiría también en deshacerse de los escépticos que desde adentro la frenan, negando cosas que es prematuro negar; y en deshacerse de los crédulos que la ridiculizan. No obstante la depuración y avance que pueda experimentar, su durabilidad será limitada, a partir de lo anteriormente expuesto sobre su ocaso inevitable. Por lo tanto, no se trata de salvar a la ufología de su futura desaparición, sino de entender que es una actividad provisoria, inventada para rellenar un hueco producido en un segmento de tiempo histórico en el que las causas del fenómeno que estudia no han podido o querido ser esclarecidas por las diversas ciencias que deben tener competencia en ello. Las cuales, en cuanto se ocupen del asunto, habrán de llenar el hueco y anular a la ufología. Lo que la ufología hace no es otra cosa que estar reclamándoles permanentemente a las ciencias, que se ocupen de lo que ella se está teniendo que ocupar. Para que, cuando lo hagan, de una buena vez ella pueda dejar de tener que hacerlo, y descansar definitivamente en paz, sabiendo que los científicos ya han asumido toda responsabilidad en la materia.

    Comandante Clomro
    24 de abril de 2001

  2. Exclente Comandate Clomro. Quiero añadir que no es que los ovnis ya no vuelan como solían, es que los extraterrestres no tienen ganas de mostrarse. Sólo eso. Qué ridículos estos escépticos, creerse que los extraterrestres tienen que venir a confirmarles sus posturas.
    Y lo de que la actividad está agónica, sólo lo puede decir alguien muy mal informado o un idiota desinformador, desde el momento que el gobierno brasileño en 2010 instruyó mediante un manual a sus pilotos civiles y militares a seguir determinadas pautas ante un caso ovni, o que el gobierno argentino abrió este año su oficina ovni, o que el gobierno chileno reactivó sus oficinas ovni desde 2010 y este año estuvo muy pero muy activa, por no hablar de Estados Unidos y otros países donde la actividad está a pleno, no sólo a nivel gubernamental sino civil. En una palabra, lo de este señor no deja de ser una expresión de deseos ante su impotencia de ver cómo la ufología sigue creciedno día a día. Lo lamento mucho señores escepticones la ufología tiene mucha vida por delante todavía porque siempre habrá ovnis porque siempre los hubo. Eso sí, lo que no despega para nada es el escepticismo, a ver si esfuerzan un poco más, porque hasta ahora, son 10 pelagatos sin la menor incidencia en ninguna parte. Ci vediamo.

  3. @han solo Estimado, cualquier lector informado sobre el estado actual de la ufología advertirá que tanto el autor como los entrevistados se refieren a otra ufología, una que ya no existe y que -seguramente- se parece poco a la que despierta tu simpatía. Saludos.

  4. @Clomro Recuerdo su opinión, querido Comandante. Y digo: científicos de diversas especialidades han producido abundantes estudios e investigaciones en los últimos 20 años. El problema real es que los ufólogos desconocen los resultados o, como no son de su agrado, prefieren ignorarlos. Esa desidia, por desgracia, es parte de la agonía.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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