¿Acaso Steven Spielberg “nos está preparando” para una revelación? ¿Qué es el sine-wave speech, la supuesta técnica psicoacústica que el director de Encuentros Cercanos usaría en Disclosure Day? ¿Qué sabemos del virus memético que relaciona esa voz rara del tráiler con capacidades acústicas subliminales?
Esta nota va desde los laboratorios de psicología neurocognitiva de Silicon Valley hasta el Valle Sagrado de Erks, con un público arrullado por cánticos en Irdín y con los herederos de Angel Acoglanis aplaudiendo de pie, clamando por más Spielberg en nuestras vidas.
EL REY MIDAS DE LAS GALAXIAS. Una película sobre extraterrestres no se puede despreciar si lleva el sello de Steven Spielberg: es el padrino del mito alienígena contemporáneo, siendo además uno de los grandes arquitectos, si no el más grande, de la iconografía de la otredad cósmica. Una obra en distintas presentaciones que lanzó a finales del siglo XX y continúa en el siglo XXI.
«Todo será revelado» (2026), «No estamos solos» (1977). El eslogan de Disclosure Day (Día de la Divulgación) le sigue el tranco al de Close Encounters (Encuentros Cercanos), aquella obra fundacional donde la comunicación interespecies se articulaba a través de música y luz proyectados desde aquel «colosal candelabro barroco», en palabras de su director de efectos especiales, Douglas Trumbull (1942-2022), sobrevolando la Torre del Diablo, en Wyoming. En casi medio siglo, Spielberg ha transitado desde la curiosidad científica de los setenta por los informes de ovnis –recordad el bolo de J. Allen Hynek en la escena final de Encuentros Cercanos– y la aparente fragilidad de E.T., el extraterrestre (1982) –protagonizada por un botánico alienígena perdido y luego acorralado por un gobierno que lo quería agarrar de los pelos– hasta una transición marcada por la saturación de invasiones fílmicas extraterrestres –entre ellas, algunas candidatas a la depredación, como Señales (2002), de M. Night Shyamalan o La Llegada (2016), de Denis Villeneuve, ambas herederas de la spielbergiana tradición de héroes humanos en entornos extrahumanos (Taken, 2002), brotes aterradores de paranoia e innovación a la hora de imaginar El Contacto.
¿Será Spielberg capaz de sobreponerse a los lugares comunes que él mismo acuñó, algunos de los cuales aparecen en el tráiler? El desafío no es fácil. La Llegada elevó la vara al incorporar en la trama la lingüística y la percepción del tiempo no lineal: los «Heptápodos» no eran una amenaza sino «habitantes del tiempo», llegados a la Tierra para asegurar la supervivencia de ambas especies.
HABLEMOS SIN SABER
Si bien se asienta en un folclore de larga data, Disclosure Day, cuyo estreno está previsto para mayo de 2026, emerge bajo la advocación del terremoto mediático de 2017, cuando el reportaje de The New York Times sobre el programa negro AAWSAP/AATIP del Pentágono –y los videos de objetos «Tic-Tac» registrados por pilotos de la Marina– rescató la posibilidad de una “desclasificación” de su frustrante estatus conspiracionista para darle una lavada de cara a la ufología e instalarla en la política científica, con la entrada glamorosa de instituciones como la NASA, y superestructuras de la política global, que incluyeron el Departamento de Defensa de EE. UU.
Alguna vez, sin ser crítico de cine, dije algo con lo que sigo estando de acuerdo: los teaser y los tráiler son buenos cuando sugieren más de lo que explican. La ambigüedad que habilita la libre interpretación convierte el adelanto en un conversatorio. Todos nos sentimos con derecho a especular sobre la película sin tener la menor idea de lo que Spielberg tiene en la cabeza. Spoiler alert: haremos nuestro aporte.
¿QUÉ NOS QUIERE DECIR SPIELBERG, EH?
“¿Spielberg lo hizo a propósito? ¿Qué nos querrá decir?” La búsqueda de signos ocultos en las producciones cinematográficas sobre temas que orillan el ocultismo es parte de una larga tradición, y Disclosure Day no es la excepción.
En los primeros minutos del tráiler, una escena rutinaria hipnotiza a la audiencia con un golpazo. La presentadora de un noticiero de televisión, en plena transmisión en vivo, pierde el hilo de su discurso. Su voz, antes clara, se desintegra en una serie de pitidos y gorjeos o cloqueos electrónicos. Lo que podría ser una falla técnica –o una bizarra descompensación– se devela como un primer indicio público del misterio que el tráiler pretende crear, y quizá la dirección a la que apunta el film. ¿Cuál es el detonante del crujido anómalo? ¿Acaso el cuerpo de la locutora fue poseído por una extraña energía? Y si es así, ¿acaso es síntoma de una perturbadora señal de otro mundo?
Otra vez, está en el abc de cualquier campaña de marketing: todo prelanzamiento que se pretenda exitoso necesita una buena dosis de misterio.
Muy pronto se instaló un rumor alrededor de una posible clave oculta sobre lo que será película: el lenguaje sinusoidal. Quizá es parte de la promoción de Disclosure Day, ya sea como guiño nerd, contraseña autorreferencial del director o alusión a los hablantes en idiomas cósmicos. Ya sabemos: balbuceos, carraspeos, murmullos, cánticos y plegarias recitadas por personas que dicen ser contactadas o buscar el contacto con extraterrestres, o que afirman conocer un idioma extraterrestre. O quizá no, a lo mejor es una tontería que alguien quiso aprovechar sin que los medios que la reproducen hayan intentado el más mínimo chequeo.
El tráiler de Disclosure Day también anticipa una atmósfera de señales sutiles: desde el perturbador comportamiento de la fauna –cardenales y alces que parecen responder a una frecuencia invisible– hasta el más bien convencional desfile de bustos silentes que escudriñan el cielo en busca de respuestas. Todo parece converger en la inminente manifestación de una presencia que rompe el orden natural.
CERCA DE LA CONSPIRACIÓN
Es tan pobre la información disponible fuera de los afiches y el tráiler que las teorías conspirativas no demoraron en circular: el ojo del primer afiche representaba a un “Gris” con una constelación pleyadiana (era el ojo de una mujer y las estrellas, una manchas informes), que la película incluirá la recreación de un evento de contacto real que el gobierno aún no ha reconocido (aquí se adivina el eco de la muñecopsia de Ray Santilli en 1995, cuando se dijo algo parecido), que habría cierta conexión con el «Proyecto Blue Beam» (una supuesta conspiración para simular una invasión alienígena mediante hologramas e instaurar un nuevo orden mundial) y, para terminar, la llamada “Teoría de la Divulgación Programada».
CONSPIRANOIA PLEYADIANA. «Spielberg ha incluido referencias a las Pléyades en su nueva película, guiños visuales que no parecen coincidencia. Cuando él toca un tema… nunca es por azar. ¿Y si esta vez su historia no fuera solo ficción? ¿Y si nos estuviera invitando a mirar más allá de lo que creemos ver?», posteó en sus redes Tiovni Chile.
Esta última especulación, también conocida como Soft Disclosure, es quizá una de las más antiguas ideas conspiracionistas que unen a los ovnis con el cine. Sostiene que Hollywood o ciertos cineastas distinguidos, como Spielberg, George Lucas o Chris Carter, son utilizados por el Pentágono y las agencias de inteligencia como «troyanos» cuyas películas ayudan a concientizar a la sociedad para una «revelación final» sobre la presencia de entes no humanos.

E.T. LLAMA A CASA. El alienígena más entrañable y disruptivo de Spielberg hasta ahora fue tema de un ensayo de Ariel Dorfman donde lo compara con los inmigrantes ilegales. Es de lectura recomendada.
¿REVELACIÓN O DECEPCIÓN?
Esta revelación siempre latente se remonta a los orígenes de la controversia plativolista. En los últimos ocho años recibió un impulso superlativo a partir de las publicaciones de Leslie Kean (quien junto a Ralph Blumenthal prestigió el regreso del tema en The New York Times), las gestiones tras bambalinas de Lue Elizondo (exespía empleado en el Pentágono) y Christopher Mellon (ex Subsecretario de Defensa), las audiencias en el Congreso de EE.UU. (2023-2024) y las declaraciones de otro exagente, David Grusch, sobre programas secretos de ingeniería inversa, recuperación de naves y «entes biológicos no humanos». Si bien la fórmula ya había sido sobreexplotada por señales como History Channel, el mediocre documental The Age of Disclosure (La Era de la Divulgación) parecía representar el último intento de reducir el frustrante proceso de desclasificación a un producto del show business, reemplazando a ufólogos, casi siempre aficionados sin acreditaciones académicas, por celebridades de la política.
Si bien personas influyentes como Kean y Elizondo intentaron ocultar los aspectos más bizarros del dossier, como el llamado Disneylandia paranormal del Rancho Skinwalker, parece haber fracasado la operación consistente en revitalizar una ufología cuya tradición científica se venía descuajeringando. Para revivirla había que restaurar su himen –algo fácil de lograr en una era donde la verdad es lo que a los algoritmos se les antoja. Así, los ovnis fueron rebautizados Fenómenos Anómalos No Identificados» (UAP / FANI), y las noticias sobre el tema se llenaron de siglas de instituciones oficiales, estudios científicos con títulos extravagantes pero persuasivos y, sobre todo, videos de cosas raras y «documentos» con un lustre de credibilidad que el paso del tiempo va esmerilando.
Disclosure Day busca insertarse en un ecosistema social propicio: aquel donde la atención de las audiencias oscila entre la validación institucional y la frustración ante una revelación continuamente postergada que se escurre entre los laberintos de la burocracia, la opacidad y una desclasificación «gota a gota» sin evidencias definitivas. Un relato que, para una mente conspirativa y por ende incapaz de evaluar la calidad de la evidencia, no es sino una maniobra de distracción ejecutada por ese “poder en las sombras que nunca querrá que sepamos la verdad”.
Más allá de la existencia de una eventual anomalía digna de consideración científica, los escenarios emergentes son producto del tañido de una primera camarilla conspirativa incrustada en estamentos oficiales. Es como la red de influencia que denunció Sean Kirkpatrick, exdirector de la AARO, antes de abandonar el Pentágono dando un portazo contra los true believers que, desde dentro del sistema, manipulan el relato oficial sin sentir ninguna vergüenza.
Bajo la consigna de “reducir el estigma”, se ha pasado de una curiosidad científica genuina a un lenguaje absurdo por su presuntuosa artificialidad. En nuestro medio, un ejemplo es el reemplazo del término «testigo» por el de «experimentador» –precaria traducción del concepto anglosajón experiencer, que define a quienes afirman haber tenido experiencias anómalas. O sustituir expresiones como «vehículos anfibios» por neologismos como «Tecnologías Trans-medio». Esta transición ha creado una religiosidad secular donde figuras como David Grusch son veneradas como mártires de una verdad secuestrada por el complejo militar-industrial y los enemigos en las sombras son fuerzas satánicas.
Este creciente vacío de credibilidad del plativolismo con pretensiones científicas puede permitir a Spielberg regresar no solo con una apuesta entretenida, sino como respuesta estética a un misterio que a la televisión sensacionalista no le interesa en absoluto.
Si intentamos pensar fuera del tarro de la «ufología-espectáculo», quizá logremos visualizar qué hay detrás de esta “pantalla”.
Este clima de fervor habilita la proliferación de rumores conspiranoides: desde la sospecha de que Spielberg recibió información clasificada para que Disclosure Day actúe como un «amortiguador cultural» ante lo inevitable, es decir: la hipótesis de que el filme es la antesala para revelar una tecnología que permite el contacto con exploradores del futuro, usando la ficción como un vehículo de sensibilización masiva para lo que vendrá.
Ahora, repasemos la conspiranoia que llegó más lejos.
¿QUÉ ONDA SENOIDAL, MR. ROEMMELE?
El sitio en Facebook Cinexcepción acercó al público la interpretación de un tal Brian Roemmele sobre el significado de los “cloqueos intergalácticos”. Así fue presentado:
No es cualquier conspiranoico random de internet, es una figura conocida en temas de IA y percepción humana, hace más de 45 años que viene investigando patrones de comunicación y condicionamiento cognitivo”.
Roemmele escribió en su cuenta de X:
Les voy a contar un secreto sobre la nueva película de Steven Spielberg. El personaje alienígena (en realidad, una presentadora de TV) usa para comunicarse lenguaje de ondas sinusoidales. En el video de ejemplo que comparto, primero escucharás el ‘primer’ dos veces, luego escucharás las palabras reales, y después siempre las escucharás, incluso en otras frases. En la película de Spielberg, el habla está oculta dentro de ondas sinusoidales combinadas con sonidos de clic. Lo interesante es que está comprobado que la inducción subliminal puede esconderse dentro de melodías y canciones: palabras ocultas que pueden influir en tus decisiones desde el subconsciente. Estamos viviendo tiempos interesantes.”
La mentada sine-wave speech (habla de onda senoidal), que no es sino otra variante de la famosa influencia subliminal, no demoró en recalar en periódicos, portales de noticias de América Latina.
¿Qué validez científica tiene todo esto?
Más allá de los aspectos generales sobre la influencia de un efecto presuntamente situado «bajo el umbral de la percepción», más conocido como persuasión subliminal, tema que abordé hace varios años en un artículo, está disponible en línea un estudio clásico publicado por la revista Speech Communication en 1999 en el que reveló las severas limitaciones del cerebro para procesar mensajes sintéticos cuando estos compiten entre sí, desmontando gran parte del áura de misterio que existe en torno a la eficacia del habla subliminal en entornos complejos.
En rigor, el estudio confirmó lo que ya sabíamos: el cerebro humano tiene una asombrosa capacidad para encontrar significado en el caos, pero esa capacidad tiene un «techo» técnico muy bajo. En el estudio «¿Vale la pena asistir al cóctel del discurso de onda sinusoidal?», Barker & Cooke pusieron a prueba la resistencia del Sine-Wave Speech (SWS) –ese lenguaje esquelético y sintético– frente al famoso «efecto cóctel», la habilidad que nos permite centrar la atención en una sola voz en medio de una fiesta ruidosa.
El hallazgo de los investigadores es una palada de tierra encima de las teorías de la persuasión subliminal basada en sonidos sintéticos o sinusoidales, entre otras razones porque la llamada “habla sinusoidal” no posee las pistas acústicas ricas (timbre, inflexiones, armonías) con que el cerebro «etiqueta» y separa voces (sin estas pistas, el mensaje es muy frágil) y porque un cerebro incapaz de procesar dos mensajes de SWS presentados con claridad y volumen, tampoco es capaz de absorber un mensaje SWS oculto, degradado o «subliminal». En resumen: mientras el sujeto está expuesto a otros estímulos, el “habla sinusoidal” es nula.
Si así no fuera, ¿cómo funcionaría el SWS? Con el 100% de la atención focalizada del oyente. La persuasión subliminal, por definición, busca actuar por debajo del umbral de la atención consciente. Pero lo que este estudio demostró es que, sin esa atención consciente y focalizada, el SWS vuelve a ser lo que era al principio: simple ruido sin sentido.

Ahora bien, ¿quién es Brian Roemmele (foto)? Se presenta como alquimista y metafísico y es un pionero en VoiceFirst (comercio por voz) e Inteligencia Aumentada (IA). No es un académico sino un desarrollador autodidacto de estrategia tecnológica, más orientado al diseño de proyectos comerciales que a la ciencia y tecnología aplicadas. Fue asesor del gobierno de Nayib Bukele en El Salvador, donde impulsó el Bitcoin y asesoró en infraestructuras de Inteligencia Artificial: sostiene que la IA es la culminación de la búsqueda alquímica por expandir la memoria y el intelecto humano de forma personal y soberana. No sabemos qué tan bien le fue, pero sí que Bukele terminó asociándose con el multimillonario Elon Musk, dueño de X y Grokipedia, para aplicar su IA, Grok, en las escuelas salvadoreñas.
DE LOS CÁNTICOS EN IRDÍN A LA GLOSOLALIA
Spielberg podría usar el habla sinusoidal como una licencia poética, si lo deseara, pero la ciencia es clara: como herramienta de programación mental o persuasión invisible, el SWS es ineficaz. No es una llave que permita explorar el inconsciente, sino un truco de la percepción que se rompe ante el más mínimo ruido ambiental.
¿Podría ser este pretendido “despertar auditivo” una metáfora de la Divulgación (o el disclosure)? Si tal fuera el caso, el misterio no descansará en el mensaje en sí, sino en la capacidad de la audiencia para decodificarlo. Aquí vale preguntarse si el cineasta no está dialogando con una tradición de «hablantes cósmicos» que ha habitado los márgenes de la cultura durante décadas.
¿Y si la melodía y las imágenes que anticipaban telepáticamente la llegada de las naves en Encuentros Cercanos usando como canalizadores a tribus asiáticas o contactados como Roy Neary (Richard Dreyfuss) cobran un giro inesperado bajo la inspiración de los gurúes de la ocultura hoy omnipresentes en las redes sociales? ¿Qué podrá surgir si unimos las pseudotecnologías estilo Roemmele con el nuevo contactismo?
AHNAMA AKHME AHLE IK ÑK AH. El caso de la jerigonza interestelar de la colombiana Mafe Walker fue discutido a propósito de la contribución que hizo la burla militante y el consumo irónico a su popularidad. Ver Cómo ser escéptico y aún así viralizar a Mafe Walker, la influencer galáctica.
Desde los cánticos en Irdín de los seguidores de Ángel Cristo Acoglanis en el valle de ERKS, hasta las transmisiones de la influencer colombiana Mafe Walker, existe una búsqueda de “frecuencias vibracionales” o “apertura de portales” que llevarán a la «antena humana» a otro mundo, a otro tiempo, a otra dimensión. O mantralizaciones en pleyadiano como las del contactado argentino Juan Manuel Giordano, o las posesiones atribuidas al ex niño índigo Matías De Stefano, para quien “las drogas no son buenas, pero a veces te ayudan a hablar con extraterrestres”.
Si bien estos contactados usan una jerigonza cósmica que resignifica términos científicos –como “sincronización neural” o “campos electromagnéticos”– para actualizar sus narrativas, el fenómeno religioso de fondo es el mismo: la glosolalia.
Matías de Stéfano (1987), «el antigurú», hizo una rápida carrera a la fama desde que convocó a miles de personas a «la apertura de un portal» en Capilla del Monte, Córdoba, en 2011, hasta protagonizar un ciclo en el canal de pago Gaia. Es nativo de Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, tierra de ovnis desde 1978, cuando se conoció el caso del gauchito Juan Pérez (protagonista de Testigo de otro mundo, 2018).
La glosolalia, o el don de lenguas, es una manifestación lingüística presente en movimientos pentecostales, espiritistas, umbanda y plativolistas en los que el sujeto oficia de «antena» o «canal» para «contactar» o «conectar» con una inteligencia externa. Spielberg, un maestro en reciclar el folclore ufológico, podría utilizar algo parecido al sine-wave speech como una versión tecnológica y limpia de esta práctica. Si en Encuentros Cercanos (1977) la comunicación era musical y matemática (aquella secuencia de cinco notas que creó junto a John Williams), en Disclosure Day la manifestación de la nueva anomalía parece rondar una cuestión de sintonía cerebral.
UNA GRAN VOZ EXTRATERRESTRE ME DARÁ
La cultura New Age proporciona numerosos ejemplos de canalización que incluyen efectos guturales y glosolalias; desde hace décadas, estos casos se siguen acumulando en las inagotables canteras del ciberespacio. Un ejemplo paradigmático de «hombre antena» –como se le llamaba a los contactados en los setenta– es Darryl Anka. Este exartista de efectos visuales en Hollywood afirma canalizar desde 1984 a Bashar, un extraterrestre de la civilización Essassani, pero también un «humano del futuro». Según Anka, su raza es fruto de una hibridación genética entre terrícolas y Grises, es decir, un linaje cercano a las expectativas que han despertado algunas escenas del tráiler de Disclosure Day.
El método de Anka, famoso por ser receptáculo de una entidad externa que responde «todas las preguntas», implica un ostensible cambio fisiológico: su voz se vuelve rítmica y acelerada, extendiéndose en discursos torrenciales casi sin tomar aire, intercalando sonidos percusivos y una respiración forzada que recuerda a la desintegración del habla vista en el tráiler. Este canalizador, curiosamente ligado a la industria del cine, estuvo entre los convocados por la antropóloga Helané Wahbeh para un estudio clínico que hizo en el Monte Shasta, en 2018.
Wahbeh, directora de Investigación del Instituto de Ciencias Noéticas y profesora adjunta del Departamento de Neurología de la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón, reunió a 13 canalizadores y exploró los correlatos genéticos y neurocognitivos de esta práctica. La investigadora concluyó que el grupo poseía una predisposición biológica para procesar estados de conciencia no ordinarios, vinculada a una alta propensión a la fantasía: mientras una persona promedio puntúa 7.2, los canalizadores alcanzan un 13.5. Esta habilidad o “superpoder” les permite una concentración profunda: cuando están “en trance” se olvidan por completo del mundo exterior. Habría que añadir que Wahbeh fue cuestionada por escribir una suerte de manual para facilitar la canalización, The Science of Channeling: Why You Should Trust Your Intuition and Embrace the Force That Connects Us All (La ciencia de la canalización: por qué debes confiar en tu intuición y aceptar la fuerza que nos conecta a todos, 2021), un libro relegado por los estudiosos escépticos del tema, salvo por Tom Ruffles: “el libro es más barato que una semana en el Instituto Esalen”, escribió.
Para regresar a un caso local, Sol Sanfelice, es un ejemplo de aprendizaje (no necesariamente de canalización). La artista, pareja del peruano Ricardo González Corpancho, un exmiembro de Misión Rama, recrea con su hermosa voz canciones en irdín, una antigua lengua extraterrestre provista por Acoglanis (ni él ni nadie han probado que el idioma existiera antes de 1983). Sol dice que su música, como la canción Uaritumi, cifra “códigos vibracionales que despiertan cuando son pronunciados, cantados con intención”. Esos “estados vibratorios”, explica, “moldean la estructura musical de palabras que conectan con el origen del universo”.
MINTAKA. Es el nombre del grupo musical que integran Sol Sanfelice y Ricardo González. Antes de transformarse en escritor del misterio y presentarse como contactado, González formó parte de Misión Rama, grupo fundado en 1974 por Sixto y Carlos Paz Wells.
Foto: Juan Manuel Altamirano / Facebook
A riesgo de equivocarnos, ya que un tráiler es “venta” y después de todo es probable que no refleje el espíritu genuino de la película, Disclosure Day podría tratar de una fuerza –no necesariamente extraterrestre, sino exótica, o quizá nada de eso, como arriesgó el periodista Luis Alfonso Gámez– que no «habla» a través de los protagonistas en el sentido convencional, sino que «posee» los canales de comunicación a su alcance para emitir ondas cuyo desenlace apenas podemos intuir. Así, el argumento podría mostrar la actualización de un gran mito ufológico: la tecnología moderna reemplaza al médium, al canalizador o al contactado.
Este fenómeno humano, demasiado humano, abarca trances pentecostales, posesiones espíritas o canalizadores, tanto de movimientos espirituales esotéricos como de expresiones del plativolismo religioso. En diversos contextos, los devotos afirman incorporar entidades o captar mensajes de entidades exógenas, sean ángeles, espíritus, extraterrestres o híbridos del futuro, como Bashar, voz todopoderosa de la cosmología de Anka, en una dinámica que refleja una disociación no patológica donde el sujeto minimiza o suspende su voluntad en favor de una autoridad externa. Las ciencias sociales consideran a estas performances representaciones simbólicas, no validan dones sagrados o revelaciones cósmicas. Pero, como en el ejercicio de cualquier función que involucre procesos cognitivos, culturales y creativos, estas “voces” (extrañas para todos menos para quienes viven o reciben el impacto de la experiencia) se constituyen en discursos sociales que impregnan el aire de nuestro tiempo, de todos los tiempos.
En cualquiera de sus presentaciones, el enigma religioso –esa voz que parece venir de ahí afuera– nunca dejará de ser un poderoso material para construir nuevas ficciones.
BIBLIOGRAFÍA
Barker, J., & Cooke, M. (1999). «Is it worth attending the sine-wave speech cocktail party?». Speech Communication, Vol. 27, Issues 3-4, pp. 159-174.
Anka, D. (1990). Blueprint for Change: A Message from Our Future. New Solutions Pub.
Wahbeh, H., et al. (2018). Physiological and Genetic Correlates of a Group of Experienced Channelers. Frontiers in Psychology.
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