«Hay ufólogos a quienes les sientan pésimo las explicaciones científicas»

Hace algunos días, María Ximena Pérez, redactora de Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), me envió un cuestionario para una nota que se publicó el 2 de junio bajo el título “Luces y sombras de otros mundos: ¿Qué dice la ciencia sobre los ovnis y la vida extraterrestre?”. Hizo muy buenas preguntas, especialmente sobre el papel del periodismo y los medios ante los eventos ufológicos. Pero la nota resultó corta, mis respuestas fueron largas y por ende no entró todo lo que contesté. Aprovecho Factor para publicar todo, preguntas y respuestas.

«Un encuentro muy, muy cercano». Autorretrato de 1973 del artista Greg Hildebrandt, quien junto a su hermano gemelo creó memorables ilustraciones de clásicos de la ciencia ficción y la fantasía, como Star Wars y El joven Frankenstein. Una selección de sus obras. (Gracias Marcelo Rosende)

1. ¿Qué nos lleva a creer en ovnis y en vida extraterrestre?

No es una pregunta fácil. La motivación, el impulso de relacionar lo desconocido que se ve en el cielo con extraterrestres, tiene raíces culturales muy antiguas. Al final es la cultura la que proporciona la información, determina la posibilidad y alienta o no ciertas expectativas. La idea de la posible existencia infinitos mundos habitados empezó a ser discutida por los filósofos presocráticos y nunca se agotó. Resurgió entre fines del siglo XIX y el siglo XX, con el aporte de teósofos y novelistas científicos, que a veces eran las mismas personas. Algunas obras que combinaron esoterismo con especulaciones científicas o paracientíficas verosímiles dejaron un profundo rastro en la cultura de masas estadounidense y, al cabo de las décadas, mundial, más fácil de discernir en las religiones platillistas y otros movimientos como el de quienes creen que fuimos visitados por Antiguos Astronautas, promovidos por escritores como Erich von Däniken, en una tradición que hoy continúa en la programación del History Channel y otros canales, sobre todo en YouTube.

A mediados de 1947 la vieja mitología de los extraterrestres encarnó en otra presentación, el platívolo, plato o platillo volador. El piloto norteamericano Kenneth Arnold vio desde su avión nueve objetos que lo desconcertaron y un diario bautizó “platillos” porque el redactor interpretó mal la descripción del testigo. Así, en todas partes se empezaron a ver discos voladores que, si bien fueron cambiando de forma, la dispersión social de aquella descripción fue la matriz principal.

Los platillos son religiosos incluso en la tradición secular. Esa tensión la encontramos en una ufología que sigue una epistemología a favor de una realidad única a la que llama “Fenómeno OVNI”, cuando en rigor lo “no identificado” es una categoría operativa y no ontológica. En esa bolsa donde metemos los fenómenos pendientes de identificación no es todo lo mismo, como naves extraterrestres o plasmaciones materiales de la consciencia, sino cosas diferentes que por distintas causas (fuentes poco confiables, información insuficiente, testigo único, etc.) no fue posible encontrar una explicación. Por lo mismo, hablamos de “fenómenos inexplicados”, ya que su “inexplicabilidad” supone una situación provisoria, y no de “fenómenos inexplicables”, que sería una condición esencial o natural de eso cuyo origen es, a priori, desconocido. En una alegada “Revelación Final del Fenómeno OVNI” (del Pentágono, el Vaticano, la Casa Blanca, etc.), siempre inminente y nunca consumada, hay una expectativa cuasi religiosa, y en la “Conspiración del Silencio” aparece un conspiracionismo del siglo XX que refiere a un infalsable “plan sistemático de ocultamiento de la verdad” –semillero de otros conspiracionismos que siguen siendo populares en el siglo XXI, donde el “argumento” es liberar la imaginación a partir de aquello sobre lo que nada se sabe por falta de evidencias, integrándose en una suerte de continuum mitológico donde el ocultamiento ovni coexiste con la Tierra Plana, el apocalipticismo cristiano, la conjura de los grandes laboratorios, Bill Gates y, desde siempre, la NASA.

2 ¿Cómo abordar el tema ovni con rigor científico desde la comunicación?

Claro, es todo un tema. ¿Cómo abordar científicamente un fenómeno que los medios suelen tratar sin rigor, no digamos ya científico sino periodístico? Primero, las noticias sobre estos asuntos son de interés social. Son eventos comunes, presentes en la cultura popular, que en los medios incluye desde el titular anzuelo de Crónica, Clarín o El Destape, que aborda un presunto “caso ovni” que podría ser un ave o un satélite desenfocado, hasta las declaraciones de especialistas en un congreso ufológico o las del viajero en el tiempo que dice que en el año 2092 un grupo de astronautas terrestres plantó zanahorias en Marte.

Los fenómenos sociales que se presentan alrededor del imaginario ufológico son expresiones de una “ciencia plebeya”, animadas por el tratamiento sensacionalista que le dan la casi totalidad de medios que tocan estas noticias, a veces o continuamente, y por la precariedad formativa de los legos, a quienes los medios, hegemónicos o no, dan aire, aceptándolos como especialistas»

En estas cuestiones es penosa la ausencia de periodistas especializados. Si los hubiera, pienso, podrían jugar algún papel y dignificar el tratamiento del “misterio” en la prensa popular. Para tomar un ejemplo de caso, existen referentes del mundillo ufológico argentino que le han declarado la guerra a lo que llaman “la institucionalidad”, por el CIAE (Centro de Identificación Aeroespacial). El CIAE, que funciona dentro de la Fuerza Aérea Argentina, sería una oficina con recursos limitados sino fuera porque su director, el Comodoro (RE) Rubén Lianza, piloto militar y Licenciado en Sistemas Aeroespaciales, tiene una capacidad extraordinaria para indagar y buscar hipótesis científicas a fin de identificar fenómenos aeroespaciales. Y en el mundillo de aficionados a la ufología hay algunas personas a las cuales les sienta pésimo que otras personas con formación científica ofrezcan posibles explicaciones a fenómenos que aquellos prefieren que sigan sin explicación. Creo que esos ufólogos no entienden que la función operativa de la CIAE es tratar de identificar esos fenómenos, no mantenerlos “inexplicados” a perpetuidad, máxime si existen explicaciones plausibles disponibles. Pero como consideran el trabajo de esa dependencia de la Fuerza Aérea una amenaza, en vez de hacer buena ufología amagan con iniciar una campaña para “descabezar” la CIAE. Esta locura desopilante se terminaría si esos ufólogos comprendieran que el rol de la institución que lidera Lianza es técnico, él no es un aficionado jugando con datos de ciencia ficción. Al revés, es una persona que está al frente de una institución abierta, que publica informes anuales y está a disposición de cualquiera –por cierto suele interactuar directamente en Facebook con usuarios interesados en sus investigaciones, incluso con ufólogos que le llevan la contraria.

La buena ufología debería parecerse más a lo que hace Lianza, que es ifología, una especialidad que busca respuestas y explicaciones posibles a los casos que parecen no tener una identificación y que sin embargo andan por ahí, esperando alguien que la descubra o buscando esa información que falta para comprender la experiencia que vivió el testigo, identificar la imagen que tomó el fotógrafo o la anomalía que captó el sistema de radar.

3-¿En América Latina la gente es más propensa a creer en fenómenos extraterrestres no comprobados?

La controversia nació en los Estados Unidos y fue en esa sociedad donde estas representaciones han alcanzado mayor desarrollo en todos los términos del debate. Luego esta propensión se fue diseminando en países como Europa y Latinoamérica, así como testimonios sobre experiencias cada vez más extrañas, como las abducciones, el contactismo, una vertiente más intensamente religiosa que surgió estos años sin una forma definitiva, las historias mitológicas asociadas como la de los MIBs o subfenómenos como la conspiración de Roswell o el misterio del Triángulo de las Bermudas. La matriz de todas las manifestaciones de este fenómeno sociocultural es típicamente norteamericana. Países como México, Brasil, Chile y la Argentina le siguen el tranco desde lejos. Más como espectadores de cuarta fila, pero con su propio acervo de casuística y sus singularidades idiosincráticas, que ofrecen material muy rico para escribir crónicas sobre una ciencia ficción basada en vivencias reales, que es el género que a mí más me interesa.

4- ¿Cómo cubrir noticias sobre ovnis sin caer en el sensacionalismo?

El interés público por estos temas es real. Digamos que no es necesario cubrir todas las denuncias ufológicas, pero, cuando hacerlo es necesario, conviene ejercer el mismo escepticismo que utilizamos para cubrir otro tipo de noticias. Esta debería ser una condición en todo el periodismo, y en esta clase de historias el escepticismo también es, o debería ser, el antídoto para contrarrestar la mala información. Ni remotamente me refiero a presumir de una actitud prejuiciosa o de rechazar las afirmaciones extraordinarias sólo porque no encajan con lo que conocemos o estamos acostumbrados a ver. Eso sería dogmatismo o una interpretación errónea del escepticismo. Obrar con escepticismo es escuchar, recopilar, analizar con profesionalismo los testimonios ufológicos o paranormales, más allá de lo extraños que nos parezcan, asesorarnos con especialistas científicos competentes para tratar de determinar las causas de estas experiencias, atender a las posibles evidencias que respalden o desmientan las afirmaciones de los protagonistas y, fuese esto posible o no, intentar comprender su significado desde las ciencias humanas. A lo mejor ejercer el pensamiento crítico es pedir mucho, pero sería de agradecer que las coberturas no den por seguras afirmaciones peregrinas, como llamarle “nave” a un fenómeno que aún no sabemos lo que es –si es un objeto o un reflejo, por ejemplo–, o darle chapa de “científico” a un aficionado que “habla bien” pero desconoce todo sobre anomalías psicológicas, fenómenos meteorológicos inusuales, la rutina de ciertos cuerpos artificiales o naturales que cruzan la bóveda celeste.

Obrar con escepticismo es escuchar, recopilar, analizar con profesionalismo los testimonios ufológicos o paranormales, más allá de lo extraños que nos parezcan, asesorarnos con especialistas científicos competentes para tratar de determinar las causas de estas experiencias, atender a las posibles evidencias que respalden o desmientan las afirmaciones de los protagonistas y, fuese esto posible o no, intentar comprender su significado desde las ciencias humanas.»

5-¿Por qué es tan fuerte la convicción de que los ovnis están siempre presentes?

No lo sé, quizá porque la controversia sobre la vida en otros mundos, y la forma en que estas formas de vida se pueden hacer carne entre nosotros, está, prácticamente desde el principio, ligada a convicciones religiosas. Estas raíces la vuelven una creencia estable y demasiado humana. La tensión dramática de las narraciones de objetos, luces y seres que “descienden de lo alto”, el testimonio de toda alma que eleva la vista al cielo, abreva en mitemas anclados en las más diversas cosmovisiones religiosas. Allá arriba están los dioses, los ángeles benefactores, nuestros ancestros, los guardianes de la humanidad. Los Hermanos del Espacio, como los bautizó la ufología religiosa, que surgió junto a la ufología a secas, que un poco a tientas aun busca asir científicamente al mito. También nos lleva a creer en su existencia una industria del espectáculo que se sirve de este imaginario. La existencia de un medio social que vuelve aceptables estas ideas hace el resto, desde las afirmaciones más desquiciadas de la “ufología tradicional” (que excepcionalmente aplica el método científico) hasta las doctrinas de los movimientos religiosos inspirados en la mitología alienígena.

6 -¿Qué opinas sobre las recientes noticias del avistamiento de ovnis difundida por el Pentágono?

Las personas más proclives a relacionar lo no identificado con astronaves alienígenas recibieron estas noticias con fascinación.  Una y otra vez comprobamos cómo la comunidad ufológica siente una absoluta debilidad por la “palabra oficial”, no importa si es para venerarla o vilipendiarla. Más allá de lo que contengan, el hecho de que circulen documentos o papeles con sellos oficiales sobre casos “no identificados” sería la prueba de que el camino de los “estamentos institucionales” coinciden con los intereses de la ufología. De pronto, un amateur autodoctorado en ufología puede medirse con una autoridad científica o militar. Y la verdad es que el perfil y los intereses de unos y otros se parecen poco. Lógicamente, esta afirmación se puede matizar. Los militares pueden ser ignorantes, despistados y estar tan desinformados como cualesquiera. Es más, el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos puede ser estafado por políticos corruptos, como ocurrió con el senador demócrata Harry Reid, tener voceros que pueden pecar de excesivamente crédulos y hasta ser víctimas de fabuladores, como una figura que salió del área de inteligencia y se metió de cabeza en el showbizz platillista, un tal Luis Elizondo. Pero los organismos de seguridad estadounidenses tienen intereses estratégicos y militares. No creen especialmente en naves alienígenas ni en teorías exóticas a las que sí se aficionan algunos científicos heterodoxos relacionados con la ufología, que aprovecharon ese tirón de interés oficial para recibir subsidios a cambio de hacer volar su imaginación (una iniciativa no necesariamente cuestionable, aclaro).

La Fuerza de Tarea de Fenómenos Aéreos No Identificados (UAPTF) es un programa dentro de la Oficina de Inteligencia Naval de los Estados Unidos, siendo esta última una de sus grandes peculiaridades: históricamente fue la Fuerza Aérea o la Academia, los ámbitos que se ocuparon del asunto. Hace más de medio siglo, la Universidad de Colorado presentó los resultados de una investigación basada en los casos del Proyecto Libro Azul, que pertenecía a la aeronáutica militar estadounidense, que ninguneó el misterio y desaconsejó seguir gastando tiempo y dinero en ovnis. No creo que las nuevas generaciones desconozcan aquellas experiencias. La gente de la UAPTF, por ejemplo, ignora redondamente los informes sobre ovnis provistos por el público. No los incluye en sus estudios. Sólo se interesa por el material proporcionado por aviadores militares, quizá no tanto por su carácter de “testigos calificados”, ya que es ampliamente conocido que los pilotos pueden confundirse o sufrir errores perceptuales tanto como los testigos civiles, sino porque, como suelen estar mejor equipados, sus testimonios pueden ser corroborados con más facilidad o incluso ofrecer más elementos para conocer las propiedades de los fenómenos inusuales que describen.

También hay que decir que los “avistamientos ovni del Pentágono”, ahora llamados uaps, reemplazando “objetos voladores” por “fenómenos aéreos” no identificados (nada revolucionario), ganaron los titulares del mundo no porque los militares confirmasen su realidad, como casi todos los medios estamparon en sus títulos, sino porque autenticaron que el origen de esas fotos y videos era personal de la Marina. Ahora bien ¿por qué infinidad de medios insisten en que se discute “evidencia visual de ovnis corroborada por el Pentágono”? Porque, según la ética periodística vigente, a nadie le importa la verdad. Al parecer, mentir o tergiversar, en un titular, por ejemplo, no sólo no tiene ninguna consecuencia sino que es celebrado o premiado el redactor que atrae más clicks que la competencia. Por supuesto, este es otro tema y mucho más grave que las noticias sobre la próxima invasión extraterrestre.

Resumen de una entrevista reciente sobre los mismos temas en el podcast «Pink Floyd es un invento de la CIA».

RELACIONADAS

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
Alejandro Agostinelli en Twitter
Alejandro Agostinelli/Factor 302.4 en Facebook
+ info sobre el autor, Wikipedia en Español
+more info about Wikipedia English