Humanos, demasiado humanos

AleA-y-ETA fines de los 70 yo era ufólogo. No tenía título habilitante. No existen universidades de estudios platillistas, ni siquiera Academias Pitman de ufología. Ciertas lecturas, entrevistar a testigos de presuntos extraterrestres, relacionarse con colegas y si acaso vivir tu propia experiencia dan suficiente coraje para auto-titularse. Es decir: si la ufología no era científica, los ufólogos, al menos, profesábamos una especialidad muy peculiar. Que algún nombre debía recibir. Estudiábamos ovnis, aunque no exactamente: el ufólogo no puede dar golpecitos al casco de la nave para saber de qué está hecha, si de bronce bruñido o de material visionario. Sólo cuenta con el testimonio de alguien que jura haber visto flotar algo desconocido en el aire y eventualmente recoger indicios de alguna cosa sospechosa de alienígena. Lo cierto es que hay diversas clases de ufólogos y la definición de su quehacer, a veces, la pone el enemigo. O el saber popular, en cuyo caso serás ufólogo comercial como Fabio Zerpa, místico como Pedro Romaniuk o cientificista como el Dr. Oscar Galíndez.
En mi época ser ufólogo tenía pocas compensaciones.  Era un ambiente poco frecuentado por señoritas. De hecho, las escasas ufólogas estaban en pareja o les chiflaba el moño. Creíamos que “el fenómeno ovni” (dicho así, con desmesura) era una anomalía digna de atención científica y acariciábamos el día en que investigadores del Conicet, Exactas o Sociales nos iban a ayudar a develar la Gran Verdad. Pero la verdad era otra, la ufología no era sexy sino asunto de nerds, los científicos ignoraban nuestras publicaciones y, si alguno mostraba cierta curiosidad, era rematadamente escéptico o estaba más loco que un plumero.

Col Noticias Octubre 2013Hacia 1983 dejé que los ovnis volvieran a su planeta: si había entre los informes alguna singularidad, los factores que la determinaban eran humanos, demasiado humanos. Y si había alguna evidencia distintiva, ésta era convenientemente escurridiza. No sabía que mi frustración era parte de una tendencia mundial: casi todos los ufólogos que habíamos llegado a la ciencia abandonábamos las naves.

Sin rastros de extrañeza en la casuística galáctica, me encontré con tres opciones: a) convertirme en escéptico militante; b) estudiar antropología cultural; c) diversificar aficiones. La primera opción tenía que ver con el enojo que me causaba la proliferación de relatos abusivos, entre el engaño descarado y el sensacionalismo; la segunda, con otra constatación: la dispersión del estereotipo platillista daba paso a curiosas manifestaciones sociales, como los grupos inspirados en el desembarco de héroes religiosos de otros mundos. Por otro lado, la ufología francesa había reconvertido el desencanto: fundó la “escuela psicosociológica”, que abolió a toda una generación de ufólogos.

A fines de los 80 cundía una sensación triunfante: la ciencia ficción estaba rehabilitando a los platillos en la cultura pop. Era excitante ver cómo fascinaba a las masas nuestra afición minoritaria. X-Files fue el non plus ultra de ese ascenso.

Mi romance con el escepticismo activo no fue furibundo. Fue una necesaria estación intermedia, breve pero contundente. En 1990 estuve entre los fundadores del Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP). Cuando sacamos el primer número de El Ojo Escéptico, la revista entusiasmó a titanes de la ciencia como Carl Sagan, Martin Gardner y Mario Bunge.

Con Enrique Márquez en "Memoria", de Chiche Gelblung. Año: 1995. Tema: la apología de Claudio María Dominguez de los "cirujanos psíquicos".
Con Enrique Márquez en «Memoria», de Chiche Gelblung. Año: 1995. Tema: la apología de Claudio María Dominguez de los «cirujanos psíquicos».

Las recompensas intelectuales que nos prodigaba el escepticismo eran notorias. De paso, protagonizamos algunas acciones bienhechoras; léase el deschave de tránsfugas como los cirujanos filipinos, Claudio María Domínguez, los que dieron por buena la muñecopsia de Roswell y clarividentes y afines, que nunca vinieron a buscar los U$ 10 mil que ganaban si demostraban sus poderes.

Me alejé del racionalismo militante en 1994, cuando descubrí, no sin incomodidad, que en este ambiente también germinaban ideas pseudocientíficas, llegando a detectar en mí mismo prejuicios y ejemplos de doble estándar: los platillistas cuyas creencias me disgustaban eran sectas y los que no, innovaciones religiosas.

En 2000, un aluvión de advenedizos se apropiaron del CAIRP y forzaron su disolución. Tipos que llegaron a la falsificación o al plagio, como Christian Sanz, o al acoso ideológico, como el abogado Héctor H. Navarro, padrino de Pablo Salum, el nuevo anti-sectas mediático. Gente que bien pudo celebrar acciones como colarse en un templo y escribir «la única iglesia que ilumina es la que arde». Ejemplos de lo que el escepticismo o el ateísmo nunca deberían ser.

Refutar falsas ciencias ya no es el centro de mi vida. Pero desde que el escepticismo anida en mis neuronas es como un desodorante que (casi) no me abandona. Se reactiva, por ejemplo, cuando comprás un coche, ponés History Channel o asesinan a una astróloga y en vez de consultar a peritos criminalistas ¡entrevistan astrólogos! Un mundo lleno de demonios siempre necesitará de personas capaces de temblar de indignación y que estén preparadas para desmitificarlo.

(*) Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009) y editor de Factorelblog.com

Publicado en Newsweek Argentina, 11-10-2013. «Humanos, demasiado humanos». Por Alejandro Agostinelli

Newsweek Octubre 2013Esta nota es parte de un especial que dedica la edición de Octubre de Newsweek Argentina a «los verdaderos refutadores de leyendas». Matías Loewy escribe la nota central (que incluye entrevistas a miembros del Círculo Escéptico Argentino, Alejandro Borgo y Enrique Márquez), entrevista a Alberto Kornblihtt y adelanta parte del libro que Mario Bunge dedica a las pseudociencias en la colección Vaya timo!

Notas relacionadas: 

Carta abierta a los jóvenes ufólogos

El día que me putearon en prime time

Roncoroni, un pionero del escepticismo ufológico

Sin Cuadernos, de la ufología hispana sólo queda un hilito de voz

Y la nave… va

A 65 años de Arnold los platos voladores ya no vuelan como solían

  1. En 2001 publiqué: «La ufología es una ciencia dedicada al estudio serio y objetivo del fenómeno ovni. Los verdaderos investigadores, ufólogos u ovniólogos, nos dedicamos a un análisis serio del tema. La verdadera investigación consiste en comprobar lo no comprobable», declaró un ufólogo.
    «Seriedad»… una ciencia que comprueba «lo no comprobable» (?), cuando la ciencia está para comprobar lo comprobable. Y la comprobación, según el método científico, mediante la experimentación, ¿la efectúan los ufólogos experimentalmente? ¿Trabajan ellos en laboratorios estadounidenses o rusos efectuando ensayos con naves alienígenas accidentadas, donde aplicar el paso-«experimentación» del método científico, para hacer comprobaciones? ¿Dónde realizan la experimentación con el objeto de estudio, sometiéndolo a pruebas, ensayos, reacciones, para medirlo, comprobarlo? ¿Cual es la «experimentación» efectuable en una simple observación o registro fílmico o fotográfico, únicas alternativas de estudio de los ufólogos?
    De ser cierto que existan los laboratorios donde se estudien -secretamente- ovnis accidentados, ¿por qué los únicos testimonios de gente que ha dicho haber trabajado allí, son de profesionales que nada tienen que ver con la ufología? ¿Qué le falta al ufólogo para ser considerado «serio», y necesario para los organismos gubernamentales de investigación aeroespacial que estudian el fenómeno OVNI? ¿Por qué el Pentágono y la NASA no recurren a los ufólogos, sino a profesionales entendidos en navegación aérea y espacial cuando se ocupan de casos OVNI? ¿Cuál es, entonces, la realidad de la supuesta cientificidad de la investigación ufológica?

    El estudio de los vehículos aeroespaciales y de sus tripulantes

    La ufología no es ni puede ser una ciencia: el estudio de naves interplanetarias no terrestres, puede ser hecho por la mismas ciencias que estudian nuestras propias naves, y las leyes de sus movimientos: la astronáutica, la aeronáutica y la física. El estudio de sus tripulantes pueden efectuarlo la biología, la antropología y otras disciplinas. A las cuales la ufología debe necesariamente recurrir para estudiar esas entidades biológicas humanoides. Así como debe recurrir a las otras disciplinas mencionadas para estudiar las naves. Entonces, siendo que la ufología debe recurrir a tantas ciencias por no ser autosuficiente, no hay bases para calificarla como una ciencia en particular, por el hecho de que estudie el fenómeno que configuran vehículos y tripulantes no terrestres, como si acaso sus características y leyes regentes debieran estudiarse por separado del estudio de nuestra tecnología y de nuestra biología. Si la distancia que separa a nuestros transbordadores espaciales de un plato volador, es proporcional a la que separa a un globo aerostático, de esos transbordadores de la NASA, debería haber una ciencia que estudiara los globos y otra los aviones aeroespaciales, y sin embargo la aeronáutica es la misma para ambos vehículos. No tiene por qué ser una ciencia aparte de ella y de la astronáutica la que estudie los vehículos de civilizaciones extraterrenas. Si alguna vez nuestra ciencia aeroespacial pudiera crear vehículos iguales a los de los extraterrestres, para esa ciencia daría lo mismo estudiar dos naves iguales, una de la Tierra y otra foránea. Así como para la biología y la antropología, el estudio de las formas de vida, en este caso antropomórficas, no tiene fronteras planetarias.
    Por lo tanto, la ufología es una improvisación de relleno, con un cartel de «ciencia» demasiado presuntuoso, pero sin autosuficiencia científica. Y sin incumbencia posible a la hora en que la astronáutica le confisque como propio al estudio de las naves, y lo mismo le hagan la biología y la antropología al estudio de los tripulantes. La «ufología» quedará desprovista de objetos de estudio, derivados hacia dichas ciencias, que son las que deben ocuparse de las naves y de sus tripulantes. ¿Y de qué va a ocuparse la ufología, sino de efectuar su propia disolución?

    El ocaso de los ufólogos

    La desaparición de la ufología se podría producir por una abierta manifestación mundial de los extraterrestres, que vinieran a mostrarse, decir lo suyo y poner fin al misterio de los ovnis y a la actividad de quienes los investigan, pues se quedarían sin objetos de estudio: a sus naves las estudiarían ingenieros y no ufólogos, y éstos tampoco serían quienes estudiaran a sus tripulantes, porque para eso estarían las ciencias que estudian la vida, la mente, la cultura y la sociedad. Pero antes de que tal acontecimiento pueda ocurrir, si es que ocurriera, estará destinado a desaparecer el hoy ufólogo que mañana no sea un poco físico, ingeniero espacial, biólogo, antropólogo, y un poco más de toda disciplina de las que tienen jurisdicción sobre las respectivas áreas del fenómeno de «la nave y su gente a bordo». Para temas puntuales sobre naves, la prensa y el público ya no querrán escuchar a un ufólogo, sino a un ingeniero, un físico; para saber sobre lo físico, lo mental, lo social y cultural de sus ocupantes, preferirán no la palabra de un ufólogo, sino la de un biólogo, un médico, un antropólogo, un psicólogo. No se puede pretender que alguien domine todos los aspectos de la vida y tecnología de seres de otros mundos, como no se puede pretender abarcar todos los campos del conocimiento sobre astronautas de la NASA y sobre los vehículos que utilizan. Nadie es especialista en todo, para saber desde dónde van los cables y tornillos en los motores, pasando por tablas de cálculo matemático sobre aceleraciones, masa, fricción atmosférica y calentamiento, hasta los efectos de la ingravidez en el torrente sanguíneo, o los procesos psíquicos desde el entrenamiento hasta el retorno a Tierra. Sin embargo, los ufólogos estudian un fenómeno en el que deben abarcar cosas parecidas a estas, lo cual en la práctica resulta imposible. Entonces llega un punto en que el ufólogo debe recurrir a diversos científicos para que le realicen trabajos de estudio de los que él no es capaz. Si la ufología termina donde empieza la Química para saber de qué está hecho el pedazo de nave que el ufólogo lleva al laboratorio; si termina donde empieza la Física para explicar los movimientos aéreos, si termina donde empieza la ingeniería para tener alguna idea sobre la constitución de esos vehículos, y si la ufología termina donde empiezan las ciencias del estudio de la vida, para conocer sobre la gente que viaja en las naves; entonces, siendo que la ufología termina en tantos lugares, ¿qué queda de ella en esos límites?, ¿dónde empieza realmente?, ¿qué es al final?, ¿qué es lo que sólo ella y ninguna ciencia puede estudiar, para ser «ella misma» y no un rejunte de convergencias científicas ensambladas bajo un rótulo nominativo como si fuera una ciencia autónoma?

  2. Sigue rebotando el enlace en una web española
    no aparece el botón para la compra en su lugar muestra
    un mensaje de no disponible para su país.

    Por favor indiqueme si es problema de la web
    o acaso no es posible comprar su libro Invasores en epub
    un privado a mi correo estaria agradecido.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
Alejandro Agostinelli en Twitter
Alejandro Agostinelli/Factor 302.4 en Facebook
+ info sobre el autor, Wikipedia en Español
+more info about Wikipedia English