Foto: Estreno de "E.T." en un cine de Lavalle. Buenos Aires, 11 de junio de 1982. Archivo: Santiago Calori

Nostalgias de E.T. (o) las lágrimas de Elliott nunca secarán

Hace un tiempo rescaté los despojos de un texto que salió en la desaparecida Bitiniks (una de las primeras revistas de cibercultura online en castellano) allá por el año 2002, cuando Hollywood celebraba los 20 años de E.T. El título de aquel artículo era tan grandilocuente que no me animo a usarlo de nuevo (“E.T. Reflexiones sobre la resurrección de un mito de la cultura popular”). El amigo Gustavo Calcagno me acercó el emocionante video del casting gracias al cual Henry Thomas obtuvo el papel de Elliott y me dije que los 30 años eran una buena oportunidad para reeditar aquel artículo, del cual (a mi entender) sólo sobreviven algunos párrafos, como los que le dedico a la película como metáfora de la gran aventura cristiana. Lo publico sin cambios, adviértase que fue escrito hace diez años.

Henry Thomas fue seleccionado entre 300 niños: pensó en su perro muerto para dejar caer sus persuasivas lágrimas. Al final se oye la voz de Spielberg: “Ok, el trabajo es tuyo”.

“Tiene miedo. Está absolutamente solo y a 3.000.000 de años luz de su casa.” ¿Usted no lo protegería? Claro. Por eso, 20 años después, regresa, aggiornado, para conquistar a la generación que no lo conoció. A propósito del reestreno, este artículo recupera las reflexiones que E.T. suscitó cuando la película constituía toda una novedad en la cultura popular. Los ingredientes son apetitosos: ciencia ficción, exobiología y religión.

Hace veinte años, los efectos especiales de E.T. parecían (en realidad, eran) alucinantes. Hoy, si se los compara con el abracadabrante despliegue visual de Artificial Intelligence A.I. (2001), el contraste causa gracia. Sin embargo, E.T. sigue siendo un film alucinante. Gracias a las nuevas tecnologías, el desvencijado celuloide que cuenta la odisea del pobre marciano perdido renace de sus cenizas y algunos críticos ya acusan a Steven Spielberg de haber introducido cambios que obedecen a decisiones que son más de “corrección política” antes que artísticas. Por eso, el reestreno del film (que acompaña el lanzamiento de la primera versión de la película en DVD, que contiene tanto la copia original como la mejorada) lleva a plantearse varios interrogantes. ¿Cuál fue el motivo de su éxito, en los albores de los ochenta? ¿Los cambios actuales son sólo cosméticos? Y si no es para tanto, ¿cuánto cambió el mundo, es decir los ojos del espectador, de veinte años a esta parte?

TOLERANCIA ANTE TODO
A fines de los 70, Spielberg había dejado de ser una joven promesa. Ya había desembarcado en Hollywood con unos cuantos fenómenos de taquilla a cuestas, entre ellos Encuentros del tercer tipo (o «en la tercera fase») (1977), aquel memorable “escenario ideal” de contacto con una cultura del espacio exterior, y E.T. (1982), cuyo protagonista devino en el alienígena con el que todo niño (y adulto, vamos) quisiera encontrarse. “Yo creeré en ti cada día de mi vida”, le dice Elliott, el amiguito que lo adopta, cuando el alienígena yace en su lecho de enfermo y parece desahuciado. “E.T. ha llegado para mí también. Yo lo espero desde que tenía diez años”, le comenta un científico al niño.

Hoy, cualquiera sabe que Spielberg cumplió en toda la línea: convirtió a cada tema que tocó en oro. Basta recordar a Tiburón (1975) o En busca del arca perdida (1981), llegando a producir éxitos con películas distantes años luz de la vertiente fantástica con que se impuso en la meca del cine, como La lista de Schindler (1993) y Salvar al soldado Ryan (2000).

E. T., en 1982, rompió varios moldes. La sencillez narrativa, la eficacia humorística, la calidez de los personajes y… E.T. mismo. La criatura, creada por el artista Carlo Rimbaldi, no encarnaba el estereotipo del extraterrestre esperado. Torpe y simpático, humanoide pero más parecido a un perro que a un ángel, E.T. era un monstruo aniñado que sólo quería divertirse y “llamar a casa”. Es un bicho raro que inspira cariño y ternura en el espectador. Sin embargo, el escritor Ariel Dorfman, quien desde “Para leer el pato Donald” (1971) devino en analista implacable de la cultura estadounidense, desconfió de la ternura que despertaba aquel monstrenco “cruza de tortuga, insecto y feto”. En 1983, escribió: “A riesgo de ser un aguafiestas, es necesario observar que E.T. no es un ser absolutamente raro, no significa para el público un verdadero desafío ni exige un ajuste a fondo de sus percepciones o costumbres como un auténtico ser extraterrestre probablemente lo haría”. Su cabezota y sus ojazos –escribió Dorfman– “son rasgos típicamente infantiles y tienen por objeto provocar la automática adhesión de nuestra raza, el deseo de proteger y acariciar al pequeño”.

Por entonces, Dorfman rescató que el film propusiera “tolerar a seres que no son idénticos a nosotros”, lo que no dejaba de tener su mérito en la era Reagan. Pero, además, subrayó que el semblante del personaje, descarnadamente infantil, tiene la inteligencia de un recién nacido “al que se le debe enseñar todo”. Advertía: “El público norteamericano ha adoptado a E.T. como se adopta a tantos huérfanos del Tercer Mundo”. Para el escritor chileno –si se considera que E.T. hereda los conocimientos de una civilización de diez millones de años de antigüedad– no podía decirse que fuera una criatura inteligente.

REZA O APIÁDATE
El extraterrestre de Spielberg no aterrizó en un mundo tan desconocido. Sus ojos eran azules porque el director se había inspirado en el color de los ojos de Albert Einstein. Por lo demás, si E.T. fuera argentino, en vez de “E.T. Phone Home” hubiera dicho “lo’ atamo con alambre”: hacia el final del film, el alienígena prueba ser capaz de construir un sistema de comunicación interestelar utilizando un paraguas viejo y otros juguetes electrónicos tipo Sega que encuentra en el cuarto de Elliott.

E.T., como buen extraplanetario, es también un mesías extraterrizado. El sociólogo Jean-Bruno Renard destacó los paralelismos del film con la saga bíblica: como Jesús, E.T. desciende desde el Cielo, es perseguido por fuerzas hostiles encarnadas por el mundo de los adultos (el de los científicos y el de la Policía, remedando al papel del Antiguo Imperio Romano), muere para salvar a Elliott (de ahí la noción de sacrificio), renace a la vida (Resurrección) y hacia el final parte nuevamente hacia el Cielo (Ascensión). No es una idea traída de los pelos: cuando E.T. roza la mano de Elliott con la punta de sus dedos lo hace de la misma forma que Miguel Angel representó el instante en que Dios creó a Adán, en el fresco de la Capilla Sixtina.

DIMENSIÓN RELIGIOSA
Si no hubiese una metáfora bíblica explícita en esta secuencia (algunos críticos alegaron que “el paralelismo es forzado porque E.T. es la obra de un judío” (!!!) (2), es innegable que toda historia de contacto entre el hombre y un “ser superior” (extraterrestre, ángel o demonio) desvela una visión más mística que científica del Universo. A decir verdad, tanta conjetura es innecesaria: hace poco, el propio Spielberg se tiró de cabeza al meollo del asunto: “La ciencia ficción –aseguró– es la respuesta de la cultura popular a las preguntas de la metafísica, una forma laica de explorar el mito de la trascendencia” (3).

Otras observaciones son materia opinable. Renard, por ejemplo, encuentra rastros de la dimensión religiosa de E.T. en repliegues menos visibles del film, como el concepto de unidad con la naturaleza. Escribe Renard: “En E.T. se observa la actividad botánica de los extraterrestres, la relación paranormal de E.T. con las flores, su vaga semejanza con un batracio o con una tortuga y su acción para impedir la vivisección de una rana en la escuela de Elliot” (4). Tales aspectos ecológicos, señala Renard, engarzan con la mitología extraterrestre, compartida por quienes creen en la existencia de seres del espacio. El animalito interplanetario, aparte de crístico, es un humanista crítico a la usanza new age: desnuda las mezquindades terrestres enseñando que, 2.000 años después, tienen que venir de “allá arriba”; para impartirnos una lección moral.

Estas disquisiciones comparten una curiosidad: ambas parecen tener razón. ¿Cómo compatibilizar un marciano hambriento de afecto, conocimientos y tecnología con una criatura mesiánica enviada por el Padre Nuestro que está en los cielos? ¿Puede el film significar varias cosas a la vez? Son dignas de destacar las dos muestras más representativas de la primera entrega de la factoría fantacientífica Spielberg (que ofreció un toque de locura contactista y hermandad cósmica avant la lettre); «Encuentros Cercanos del Tercer Tipo» y E.T. imprimieron un viraje dramático a la consabida tradición de alienígenas beligerantes, tendencia que retomarían en los 90 decenas de films y series (Expediente X, Men In Black, Independence Day, en plan de citar ejemplos conocidos), donde ratificó que una invasión de depredadores del espacio era lo peor que nos podía pasar. Y así estamos.

El E.T. primitivo era un muñeco mecánico unas veces operado por un actor enano (el difunto Pat Bilon) y otras, accionado a control remoto. En 1982, la animación digital era una quimera y nuestro E.T. adolecía de serias limitaciones expresivas. La nueva versión viene con una nueva mezcla de sonidos, retoques gráficos que mejoraron su actuación e incluye escenas que no fueron incluidas en la original. Pero otros cambios no son mero ornamento. Tienen tanto que ver con conjeturas ideológicas que, antes del estreno, algunos críticos alzaron voces de protesta por considerar que tales cambios eran parte de la ola de “reacciones desmesuradas”; que siguió a los atentados del 11S.

– En la famosa escena de las bicicletas voladoras, los agentes de policía que persiguen a E.T. y sus amigos ya no llevan armas sino… walkie talkies.

– En la cinta original, la madre de Elliot advierte a su hijo: “No, no irás (disfrazado) de terrorista”; (al Halloween). En la nueva versión, la frase fue sustituida por otra. Ahora Elliot “no podrá ir disfrazado de hippie a la fiesta”.

Hay más retoques que agregados: las reinserciones suman apenas tres minutos y medio a los 115 que tenía el film original. Aquellos impulsos de “corrección política” endulzan aún más la bella amistad entre el visitante y Elliot vs. el feroz asedio de sus cazadores.

Foto: Estreno de "E.T." en un cine de Lavalle. Buenos Aires, 11 de junio de 1982. Archivo: Santiago Calori
Foto: Estreno de «E.T.» en un cine de Lavalle. Buenos Aires, junio de 1982. Archivo: Santiago Calori

En nombre de los estudios de Spielberg, Marvin Levy aclaró: “Hace unos cinco años, Spielberg dijo que –si tenía la oportunidad de hacer la película otra vez– quitaría las armas”. “Siempre lamenté el uso de las armas para detener a unos niños en bicicleta”, se autocriticó Spielberg en una entrevista en la que, de paso, calificó a esa escena como a “una de las de peor gusto” de su carrera.

En cuanto a los cambios en la ¿polémica? reprimenda materna, Levy explicó que la frase “ya había sido retirada hace años, en un reestreno en 1985 o dos años después, cuando (la película) salió en video”. Tarde piaste, Levy: Kathleen Kennedy, productora del film, ya había reconocido que la causa del cambio fueron los atentados del 11-09-01. Y el propio director remató: “No me parecía el momento de sonreir sobre el asunto”.

Con todo, eso rojo no es sangre sino jugo de tomates que ni siquiera llegó al río. El reestreno a propósito del vigésimo aniversario lanzó anzuelos que pocos cinéfilos se resistieron a morder. Unos se relacionan con la nostalgia. Otros, con el morbo de ver a Drew Barrymore (Gertis, la hermanita de Elliott) cuando sólo era una niña. Y, por último, otras tuvieron que ver con la trastienda, como las escenas filmadas en su momento que luego fueron descartadas de la edición original (por ejemplo, aquella donde Elliott y E.T. están juntos en la bañera y otras secuencias, ahora extendidas, como las que tienen lugar durante las celebraciones del Halloween.

Para la campaña publicitaria, Universal Studies lanzó el merchandising de rigor: un sinfín de estanterías ya exhiben alienígenas de juguete, chocolates de Hershey, batidos de Dairy Queen y productos alimenticios Kraft estampados con la figura del muñeco y, por primera vez en la historia del estudio, su popular logotipo –el del globo terráqueo que gira– es acompañado de la silueta de E.T. volando en bicicleta. “E.T. es uno de los puntales de nuestra compañía”, explicó Ron Meyer, presidente de la Universal. “Tuvo un impacto duradero en la cultura, los valores y el legado de Universal”, siguió. “El relanzamiento era algo que debíamos hacer, al margen de cualquier especulación comercial”.

Pero no, no es reivindicación cultural todo lo que reluce. Desde su primer estreno, el 11 de junio de 1982, la película dejó ganancias por 702 millones de dólares en todo el mundo, convirtiéndose en el tercer film internacional más exitoso de Universal después de Parque Jurásico” y El Mundo Perdido, ambas de la factoría Spielberg. Tras las ruidosas reposiciones aggiornadas de El exorcista y Apocalypse Now, cuyo éxito estaba garantizado antes del reestreno, no tratar de repetir el batacazo con E.T. hubiera sido una estupidez.

E.T. resucitó otra vez y hay que celebrarlo. Veinte años no es nada: los hombres seguimos siendo como el pequeño Elliott, creyendo en él cada día de nuestra vida, o como el científico solidario durante la agonía del visitante, que también lo esperaba. Porque desde que tenemos diez años lo estamos esperando.

Referencias:

1) Dorfman, Ariel; “Como se adopta a un huérfano”, en Clarín, jueves 5 de mayo de 1983.
2) “La amistad más bella jamás filmada” Artículo publicado (y desaparecido) en Internet sobre E. T.
3) Bizio, Carlo y Silvia; “La inteligencia de Spielberg”, Gatopardo Nº 16. Agosto 2001. Colombia. Pp. 108.
4) Renard, J.-B.; “Gli extraterrestri”, Ed. Paoline, Torino, 1991. (“Les extraterrestres”, Les Editions du Cerf/Fides, Paris, 1988).

Sitio oficial E. T.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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