A inicios de 2019 dos noticias llamaron nuestra atención; ambas se cruzan en el mismo punto: percepción, producción cultural y personalidades notables relacionadas con el imaginario alienígena. Una, existe la posibilidad de que en Santander, España, una Fundación levante un Museo dedicado a fenómenos, experiencias y creaciones ligadas a los misterios de la ciencia, una idea maravillosa que surgió a partir del legado del extraordinario artista cántabro Fernando Calderón. La otra, una exposición de cómics en México ubica alto en el escalafón una muestra de historietas ufológicas y paranormales publicadas por la legendaria revista Duda. ¿Le ha llegado su momento a la ocultura?
En el marco de la Tercera Edición de la Feria de la Historieta, la Casa de Francia, Ciudad de México, inauguró hace pocos días una exposición de la revista Duda. Cada edición de la revista incluía un comic (en ocasiones con guiones casi cinematográficos) que terminó siendo muy influyente para varias generaciones de mexicanos. No solo entre aficionados al esoterismo y la ufología. El cineasta Guillermo del Toro, por poner un ejemplo, reconoce haber sido educado por Duda, cuya colección aún conserva en su gabinete de curiosidades.
El corazón de otros grandes artistas fue flechado por estas mitologías, que alcanzaron el climax a partir de mediados del siglo XX después de la movida de piso que significó la contracultura. Sería bastante obvio citar a H.R. Giger, Ray Bradbury o Erich von Däniken, pero ya no lo es tanto si en el mismo listón vemos a Jorge L. Borges, David Bowie o Winston Churchill.
Esta reivindicación de los misterios del espacio y los fenómenos paranormales como expresión viva de la cultura popular podría reaparecer en España a partir de la obra de un prestigioso muralista español apasionado por los platillos volantes: Fernando Calderón (1928-2003).
Hace veinte años sus pinturas ufológicas fueron exhibidas en el Centro Cultural de Caja Cantabria a través de la entonces activa Fundación Anomalía-Íkaros (1996-2013) bajo el lema “Icaro en Urantia, visiones interiores de un mito moderno”. Desde entonces, su obra ha sido invisibilizada y para algunos estudiosos y gente de la ocultura, rescatarla se ha vuelto una urgencia candente.
Nada mejor que la ocultura o «cultura de lo oculto», neologismo acuñado por Javier Sierra, Premio Planeta 2017, para ir en auxilio de ese capital artístico. En El Diario Montañés del 1 de febrero pasado, Javier develó la noticia y aspiraciones del proyecto, cuya alma mater es Julio Arcas Gilardi, ex patrono de la Fundación Anomalía que recibió de la familia de Calderón en Santander parte fundamental de su legado artístico.
Sierra traza el perfil del notable artista cántabro y arroja, junto al periodista cultural Guillermo Balbona, unos cuantos leños a la fogata para revivir la iniciativa. “Los ovnis, más allá de su interés como misterio atmosférico y quizá astrobiológico, ha resultado ser un asunto de enorme valor cultural, sociológico e histórico”, escribe Sierra. El escritor sabe de qué se trata: sus asombrosas novelas, inspiradas en antiguos enigmas místicos, lo han transformado en el más exitoso heredero iberoamericano de esa tradición.
En el suplemento de El Diario Montañés (descargar), Sierra une a los bisontes de Altamira con la fe volcada a posibles habitantes de los cielos y el arte que, en un mírame a los ojos, llama a despertar de un sueño colectivo. “¿Se imagina el lector una Santander convertida en epicentro mundial de esta cara desconocida de nuestra cultura?», sigue el escritor, hace poco nombrado Hijo Predilecto de Teruel, su pueblo natal. «Para una ciudad que hoy ya es un referente en el estudio de los orígenes del arte, un proyecto así la consagraría como un punto de encuentro mundial para mentes inquietas en terrenos tan aparentemente dispares como la ciencia-ficción, la exploración del espacio y la búsqueda de nuestro lugar en el Universo. ‘De la caverna al cosmos’. Del pasado al futuro, sosteniendo la ‘visión del poeta’. No existe nada parecido en el planeta. No hay otro lugar en el que puedan conectarse estas piezas que forman parte de una de las características más sublimes del ser humano: su profunda inquietud por lo que trasciende”.
Santander es una de ocho grandes ciudades culturales de España, según el Observatorio de Cultura de la Fundación Contemporánea. Fernando Calderón, escribe Sierra, “fue hermano mayor de una saga de conocidos intelectuales y gozó del aplauso de contemporáneos suyos como Picasso, Zuloaga o Cocteau”. Sus obras aún se admiran en enclaves como el Museo Nacional de Antropología de México o el panteón de los Duques de Alba en Loeches.
El autor de estas líneas supo en persona de la pasión que poseía a Calderón cuando abordaba el tema de sus desvelos. Lo conoció en 1995, a instancias del propio Julio Arcas. Seguía con fascinación las novedades del caso ovni ibérico más famoso del mundo: el correo regular de los visitantes del planeta Ummo a sus hermanos de la Tierra. Desde 1993 era conocida la confesión de José Luis Jordán Peña, quien había admitido su responsabilidad en la génesis del embrollo; Fernando, a diferencia de otros ufófilos, no consideraba descabellado que aquél fuese autor de ese universo: el pintor se detuvo en el parecido entre los dibujos de Jordán y los que adornan las cartas ummitas. “Yo pensaba: ‘O está tan imbuido con lo de Ummo o ya se refleja como un robot directísimamente movido por los personajes de Ummo’”. Y se reía de un simposio en el Motel Osuna, Barajas, en 1971, donde vio a un tipo de aspecto nórdico “a quien yo le había visto consumir de un vaso de caña un líquido totalmente transparente a las 11 A.M.”. Le comentó al camarero: “‘¿Ha visto a este señor? Quizá como buen nórdico se habrá tomado un vaso entero de ginebra’. Y el camarero me contestó: ‘¡Ja! ¡Con clientes así hubiera cerrado hace tiempo!’ ‘¿Qué le ha servido?’ ‘¡Un vaso de agua!’ ¿Un nórdico en España bebiendo agua? Debe estar loco’”. Esos pequeños incidentes caldeaban la imaginación de Fernando, quien se definía, ante todo, como narrador.
La colección que la Fundación Anomalía recibió de manos de la familia Calderón podría presidir el Museo soñado, que de realizarse contendrá no menos de 111 cuadros, en varios de los cuales el artista une el mundo de los ovnis a su pasión artística. No es el único que orientó su arte al cielo moderno. Solamente en España está la obra de Herikberto Muela, Robert Llimos, Lara Lars, Ignacio Cabria García y José «Pepe» Ruesga Montiel, por citar unos pocos artistas. Y, hasta donde sabemos, solo una vez una muestra de arte rozó la idea: Arstronomy – Incursiones en el cosmos, celebrada en Madrid, en 2015.
Vamos a seguir con atención la evolución del ambicioso proyecto cántabro.
TENGO UNA DUDA
México ofrece ahora una muestra de esa cultura que desde hace décadas es material de estudio por parte de historiadores, sociólogos y antropólogos, como lo pudimos mostrar el 24 de junio de 2017 en la #MaratónOvni celebrada en el Museo Roca de Buenos Aires.
La revista mexicana Duda, cuyas historietas exhibe la Casa de Francia hasta el 9 de marzo, fue fundada en 1971 y en su mejora momento llegó a tener una periodicidad semanal. Salió diez años después de la francesa revista Planète, pero casi en simultáneo con Cíclope: la Incógnita del Espacio (España) y 2001. Periodismo de Anticipación (Argentina); publicaciones éstas derivadas de una idea matriz que inició la norteamericana Fate (Destino), fundada por Raymond A. Palmer en 1948, un editor que emergió de las entrañas de la ciencia ficción mainstream, Amazing Stories.
Duda, como las otras revistas citadas, estuvo en la cresta de una tendencia que buscaba cautivar el interés de lectores ávidos de enigmas populares, antes tratados por el ocultismo blavatskiano y la ficción científica, pero al que sumaba un anabólico que recién empezaba a explorarse: las narraciones imbuidas de verosimilitud, magia y modernismo que originaron un nuevo género, el Realismo Fantástico (1).
Los misterios de la antigüedad que presentaba la Teosofía, el Espiritismo secularizado convertido en esas fuerzas mensurables que estudiaba la Parapsicología y las incursiones de platillos voladores de otros mundos, eran temáticas que, por sus atributos no tradicionales o por la explicación escéptica, que las asocia con el desborde de la imaginación, solían ser rechazadas por los estamentos científicos. El diferencial que ofrecían estas revistas era evidente: ya no era ocultismo. Sus temas parecían fuera del área de cobertura de la ciencia, ora con un pie en ella; ora próximas a las religiones mágicas. Los artículos recibían un tratamiento que les impregnaba de una pátina de credibilidad que las alejaba de la ciencia ficción (la categoría hasta entonces dominante en kioscos) mientras las acercaba a una fantasía presentada como cosa fenoménica, real o formando parte de relatos que, si no incitaban certezas, provocaban dudas. Con el tiempo estas “paraciencias” comenzaron a integrarse con el resto de la cultura. “Entonces abandonaron la lucha por la cientificidad en favor de la integración dentro de una cultura literaria cercana al esoterismo”, como describió bien Pierre Lagrange (2). La famosa ocultura de Sierra.
El acertado eslogan de Duda, Lo increíble es la verdad, fue un poderoso catalizador de la curiosidad hacia aquellos conocimientos que las escuelas no enseñaban. Así definió a la revista su director, Guillermo Mendizábal Lizalde, en el editorial Nro 1:
Nada extraño le era ajeno a Duda. Los “misterios más sensacionales”, por más que el editor invocara al campo de las ciencias físicas o naturales, iba a defraudar o confirmar los prejuicios en ambientes intelectuales más bien aristocráticos. Pero el realismo fantástico no buscaba el fervor riguroso de la ciencia sino tomar prestado su prestigio. Lo necesitaba, entre otras cosas, para correrse del marco cultural de origen que era, indiscutiblemente, la ciencia ficción.
En esos tiempos el nuevo movimiento sintió un doble rechazo: los escritores y el fandom abjuraban de ese conjunto de “falsas ciencias” que promovían Palmer, Pauwels, Bergier y otros “hijos desviados” del género, una visión que, en rigor, se remontaba a El libro de los condenados (1919) de Charles Hoy Fort. Ese nuevo periodismo debía desmarcarse del imaginario de la ficción cientifica, ligado a la invención atada a lo plausible pero no necesariamente real, y del ocultismo y de las corrientes esotéricas, ya que no buscaba el impacto de una audiencia sectaria sino llegar a un público más amplio.
Los testimonios sobre apariciones fantasmales o el minucioso relato de observaciones platillistas encuentran paralelismos en la corriente principal del cuento, la novelística y la historieta de ciencia ficción, pero el realismo fantástico se nutre en el relato de nativos sobre “experiencias reales”, urbanas o rurales, siendo su “compromiso” volcarlas “en forma fidedigna” para estudios ulteriores. En definitiva, la cultura más bien lumpen presente en el proceso creativo del nuevo género está enraizada en la ficción científica, pero da un salto más allá cuando pide analizar las narrativas populares a la luz de las ciencias físicas o naturales.
Guillermo Mendizábal Lizalde (1933-2002) había fundado Editorial Posada en 1968. Ya había trabajado en editoriales que publicaron historietas como Fantomas y conducido programas de televisión como Confrontación. Junto con Duda editó las revistas Natura y La garrapata, que incluían caricaturistas como Naranjo y Helio Flores, y Los agachados, la historieta política de Eduardo del Río, el gran Rius. Mendizábal es recordado por la valentía con que desafió el golpe del oficialismo que sacó de circulación a la revista Excélsior, en 1976, publicando la entonces opositora revista Proceso.
Desde su primera edición en 1971, a las temáticas habituales del género Mendizábal incorporó a Duda una novedad que marcó una discontinuidad respecto a todas las demás: los casos y temas de portada eran volcados una novela gráfica, realizada por el notable artista Luis Chávez Peón. En la primera edición de la revista el cómic contó la abducción de Betty y Barney Hill (una pareja mixta en la que Barney era negro y en la historieta es rubio, pero en fin). En su madurez la historieta alcanzará una calidad superlativa, como el de la edición IX Nro 360 del 24 de mayo de 1978, dedicado al caso Ummo, donde ni siquiera faltan referencias bibliográficas. Tan grande fue el impacto (y la cantidad de ejemplares vendidos) que se reeditó en 1981 (Año XI N 497).
La historieta de Duda que abordó el caso Ummo (paneo general en video).
Duda también es un caso extraordinario de longevidad (solo superado en su rubro por Fate, que lleva seis décadas): fueron publicados 1.133 números, el último de los cuales apareció en kioscos en diciembre de 1993.
En 1975 Editorial Posada lanzó un spin-off, Contactos Extraterrestres, dirigida por Ariel Rosales. La nueva revista capitalizó el auge de la ufología que dominó el planeta entre los años 1977 y 1979, catapultada por el estreno de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. Fueron publicados 145 números entre 1975 y 1982 y llegó a publicar una franquicia en España, dirigida por Enrique de Vicente. Contactos organizó eventos donde participaron algunos prohombres de la ufología española, como Juan García Atienza, J.J. Benítez, el propio De Vicente, y las figuras cuya fama forjó el film de Spielberg: J. Allen Hynek y Jacques Vallée. Después de la etapa de Rosales, Contactos fue dirigida por el periodista y escritor de ciencia ficción Héctor Chavarría, quien convocó al pelotón de ufólogos científicos con quienes tiempo después iba a formar la SOMIE, la primera sociedad escéptica mexicana: Luis Ruiz Noguez, Héctor Escobar, Óscar García y Mauricio-José Schwarz. Ese grupo lanzaría en los 90 Perspectivas Ufológicas, una revista cuyo enfoque escéptico hoy sería clásico, pero que por entonces constituía una completa novedad.
Última cosa sobre Duda. Si bien es delicado aplicar los parámetros actuales, aquellas publicaciones trasuntaban una ingenuidad honesta hoy casi extinta o que ha transmutado ferozmente, como el charlatanismo salvaje de Jaime Maussán, la actual estrella del misterio en Latinoamérica. Felizmente, el tal Noguez insiste con su inclaudicable Marcianitos Verdes. Por cierto, MV acaba de recordar el caso del Science Fiction Theatre (SFT), reversión televisiva de Fate, emitida en los EEUU desde 1955 hasta 1957. Ivan Tors, su realizador, que también había producido ciencia ficción, buscó a través de SFT “presentar historias científicamente plausibles de una manera poco sensacional”. El artículo destaca varias ideas aplicables al género: aquella divulgación necesitaba despegarse de la imagen infantil que daban al asunto series como las de Buck Rogers, los BEM (Monstruos con Ojos de Insecto) o los extraterrestres con pistolas de rayos.
La transformación que este inmenso movimiento cultural ha experimentado desde fines del siglo IXX a orillas del siglo XXI trasvasó todos los formatos audiovisuales y mostró todas sus facetas, desde el esoterismo teosófico integrado en la contracultura new age, las paraciencias enfocadas en fenómenos de la antigüedad, la mente y el espacio y la actual deriva hacia temáticas de salud alternativa y las teorías de la conspiración.
Ah, el conspiracionismo. Los ojos de los extraterrestres aun nos persiguen. Si estas cosmovisiones ponen en cuestión la percepción de la realidad (y ciertamente cambian la forma de pensar de generaciones enteras), estudiar la forma en que nos miran es parte de esa nueva cultura. “Lo que nos obstinamos en llamar realidad no es más que una diminuta parcela del caos que hemos vallado y colonizado para no sucumbir al vértigo de un Universo cuya magnitud y complejidad nos desbordan”, escribió Fernando Calderón.
Qué fascinante sería ordenar todo esto dentro un gigantesco Museo, apadrinado por el ángel del artista, para mostrar, estudiar y difundir estas raras aficiones nuestras. De la A a la Z.
- Jacques Bergier explicó que tomó prestada la expresión «realismo fantástico» del novelista belga Frank Hellenz. Pierre Lagrange, «Renaissance d’un ésotérisme occidental (1945-1960)», dans Claudie Voisenat et Pierre Lagrange (dir.) (préf. Daniel Fabre), L’ésotérisme contemporain et ses lecteurs : entre savoirs, croyances et fictions, Paris, Bibliothèque publique d’information, Centre Pompidou, coll. « Études et recherche / Bibliothèque publique d’information », 2005, 407 p., p. 45-96.
** íbidem.
The Incredible is The Truth in Duda Magazine (1971-1979)
Gracias a El Robot Escéptico Enmascarado (Martín Fragoso), quien informó sobre el evento dedicado a Duda en la Casa de Francia.
ENLACES EXTERNOS
Descargar Suplemento de EL Diario Montañés 1.2.2019
Las revistas publicadas por la Fundación Anomalía están disponibles aquí
La colección de Duda para leer (divida por temas)
Sesenta ejemplares de Duda para descargar
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