Conocí a Clomro cuando era solamente un tal Claudio, a fines de 1991. Tengo el claro recuerdo de ambos sentados en el bar frente a la redacción de Página/12. Ese ratito que quedamos en vernos para conocernos terminó siendo una conversación de tres horas, solo interrumpidas por el mozo, que traía un café tras otro.
Yo había publicado mi primer artículo sobre las mal llamadas sectas platillistas y Claudio se acercó a precisar detalles sobre uno de los grupos estrella de la nota, el Lineamiento Universal Superior (LUS) liderado por la brasileña Valentina de Andrade. Sus críticas al grupo coexistían con sus experiencias personales. A ver, para entendernos: él parecía convencido de que había recibido de Valentina una especie de electroshock energético que había reemplazado su información biográfica por otra, quizá una energía de origen extraterrestre. Pero, como Finn, el stormtrooper renegado de El despertar de la Fuerza, notó que estaba en el bando equivocado y desertó, convirtiéndose en un fugitivo de los delegados del Lado Oscuro que gobiernan la Tierra.
En ese momento me costaba ver en su historia una metáfora sobre el extraterrestre que todos llevamos dentro. Claudio tenía necesidad de transmitir una «filosofía cósmica», pero sobre todo era una buena persona, llena de ambiciones y con ganas de dar a conocer su ejemplo para evitar que otros repitieran sus errores.
Tiempo después Claudio se reinventó como el Comandante Clomro y, a través de programas de tevé donde fui productor, lo ayudé a transformarse en un personaje público. Pese a las distancias (primero ideológicas, luego geográficas) nos hicimos muy amigos. No fue difícil: es un gran tipo, un tipo que a lo largo de su vida relegó oportunidades de crecimiento personal para trabajar en proyectos comunitarios trascendentes. Llegó a desarrollar grupos de cooperación en Red y concretó diversas contribuciones artísticas para los habitantes de Monterrey, estado de Nueva León, México, su lugar en el mundo desde hace más de diez años.
Desde hace varias semanas Claudio no la está pasando nada bien. Está luchando casi en solitario contra una enfermedad muy agresiva y necesita de los amigos que hizo en la Tierra. Necesita de la solidaridad de todos los que saben lo difícil que resulta sobrevivir (impedido físicamente para trabajar, sin familia en condiciones de ayudar ni subsidios) en un país donde la salud está en manos privadas. Al menos debe recibir la ayuda de quienes sentimos que hizo algo por nosotros, haya sido una idea, una inspiración, cualquier cosa que te haya disparado él, o la historia que he tratado de reflejar sobre él.
Una de mis contribuciones será liberar a dominio público “El extraterrestre arrepentido”, el capítulo que le dedico a Clomro en Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).
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XXX (fueron eliminados los datos bancarios. El 12 de Mayo de 2016 su cuerpo sin vida era hallado por la policía en su departamento en la ciudad de Monterrey).
No soy un terrorista
no soy comunista
no soy de la nueva generación
no soy el de las bombas.
Sólo vengo a decirte que soy
un extraterrestre
y vengo destruir este planeta.
“Extraterrestre”
(El Otro Yo, en Mundo, 1995)
– Oye, mano, te voy a contar un secreto… Hace un año me contactaron los reptilianos, unos seres de Zeta-Reticuli. Me implantaron un chip que envía y recibe señales. Sé que es difícil de creer, pero me transmiten imágenes del futuro. Tú eres argentino, ¿verdad?
El Comandante Clomro asiente. No le dice la verdad, es decir, su verdad. No dice: “Por qué no le voy a creer, si yo soy un extraterrestre que encarnó en el cuerpo físico de un argentino allá por 1986…”.
El encuentro donde el presunto contactado se confiesa sucede en el Barrio Antiguo de Monterrey, México. Esa medianoche, cerca del Café Iguana, el Comandante termina de armar el telescopio con el que presentará una de sus clases públicas de Astronomía.
Clomro, seudónimo del tipo que calla y escucha, se comporta como quien asegura ser: un auténtico alienígena argentino, para más precisiones nacido en 1962 en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Allí recibió una formación humanística y cósmica. En 1983, se licenció en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Católica de La Plata y, el mismo año, ingresó en un grupo contactista en formación, tiempo después registrado jurídicamente como Lineamiento Universal Superior (L.U.S.), liderado por el argentino Roberto Olivera y la brasileña Valentina de Andrade. El L.U.S es un culto que reivindica una enmarañada cosmología donde un Creador Universal ha sido suplantado por un Dios Usurpador que –asistido por una pérfida facción extraterrestre– controla el destino de la Tierra.
Clomro se alejó del L.U.S en 1989. Desde 1995, lanzó en la Argentina –por radio, tele y, sobre todo, por Internet– una peculiar insurrección contra “las interferencias extraterrestres que llevaron a este planeta al máximo desorden imaginable” para lograr que el poder “deje de estar en manos de unos pocos explotadores”.
En el 2000 emigró a México. Le atraían las bocanadas de rebeldía que destilaba la Revolución Zapatista, la ilusión de que los aztecas iban a ser receptivos a su causa y la posibilidad de concretar su romance virtual con Keyla, una psicóloga de Aguascalientes. Intercambiaron varios mails hasta que ella le confió su historia de otro mundo. Eran pares: Keyla recordaba haber vivido en las Pléyades, un cúmulo estelar de la constelación de Tauro. La mujer, convencida de que habían llegado juntos a la Tierra, adonde habían sido exiliados por rebeldes, atrajo a Clomro por su disposición para contribuir con la causa “libre rebelde”, que para entonces contaba con unos cuantos adherentes. La relación no estalló como una supernova, pero se extinguió como una enana blanca.
Desde su llegada a México, Clomro se ha ganado la vida mostrando las estrellas a los transeúntes. Esa noche es suficientemente oscura como para que sea propicio enfocar a Las Pléyades. “A simple vista se ven unas pocas, se conocen como las Siete Cabrillas, ¿las ven? Esas todas juntitas que están ahí” –señala, hablándole al público–; “es un cúmulo de estrellas distante de la Tierra a unos cuatrocientos cuarenta años luz. Las más brillantes son cinco veces más grandes que el Sol”
Su tono de voz es monocorde y modula su caudal con dicción concisa, casi robotoide. “En total son unas 400 estrellas, de las que sólo vemos medio centenar”, explica al gentío apiñado alrededor de su reflector newtoniano. Cuando menciona a Las Pléyades, su historia de amor interestelar debe pasar como un bólido sobre su cabeza. Externamente no se perciben cambios.
EL ENCAPUCHADO NO SE RINDE. La multitud no cesa de fluir hacia los locales nocturnos. Los que pasean por Barrio Antiguo y lo ven, ignoran que el autoproclamado Comandante Clomro conoció un estrellato fugaz pero persistente. “Mi imagen suele ser reciclada por programas de televisión que repiten mi aparición como ejemplo de la falta de seriedad en la era de los talk show, cuando saturaban la pantalla inventando personajes para compensar la falta de ideas. Había una diferencia: yo no era invento de nadie. En todo caso, me había inventado a mí mismo”, explica. Su primera aparición televisiva fue el 24 de junio del 1997 en “Frente a frente”, el programa de América que conducía el periodista Alejandro Rial, a propósito del cincuenta aniversario del avistamiento del piloto Kenneth Arnold (1915-1984). Llegó con su rostro encapuchado en un pasamontañas verde oliva y su cuerpo enfundado en un traje de fajina, regalo de un ex combatiente de Malvinas. Conozco los entretelones porque a ese ciclo lo invité yo.
– ¿Por qué el pasamontañas? ¿De qué te ocultás?
–La sociedad es prejuiciosa, nadie sabe cómo vas a ser tratado hoy si ayer dijiste ante tres millones de personas que eras extraterrestre.
Me pareció razonable. Además, la capucha escondía un enigma módico: su cara es la de un perfecto desconocido. Como productor del programa, no quise que el estudio se convirtiera en el clásico ring donde creyentes y refutadores se sacan chispas. Interesado en otra clase de contrastes, se me ocurrió que sería instructivo hacer un experimento en vivo, y ver interactuar contactados, ufólogos y escépticos con un encapuchado que aseguraba ser extraterrestre. El tono no debía ser académico sino en clave de comedia. Por eso, en un segundo programa, invité al músico y clown Pipo Cipolatti. Nadie mejor que él para que le preguntara de qué planeta venía. “No vengo de muy lejos, en lo inmediato –le contestó Clomro–. En un origen todos venimos de muy lejos. No hay nada en la Tierra que haya sido creado aquí”.
Con más calma, Clomro me explicó que no había recibido instrucciones de rescatar a nadie: era de los malos. “Vine a la Tierra sin nave y nada que me distinga del más común de los mortales”, expuso. “Quiero juntar humanos y humanos-extraterrestres para revolucionar la sociedad con focos rebeldes. Pero no para apedrear sucursales del City Bank o vidrieras de McDonalds sino para crear proyectos de unificación humana en comunidades, redes, sistemas alternativos de producción, distribución e intercambio de bienes y servicios”. Una especie de Red Solidaria, pero espacial.
En México se ha presentado pocas veces con disfraz. Pero casi nunca dice ser Clomro. Allí, vestido de civil, luce una barba cepillo, castaña oscura y recortada, que le deja el mentón limpio. Lleva una camisa beige pálida y una corbata estampada con fractales de colores iridiscentes. “Basta aceptar la reencarnación para darse cuenta de que la muerte es una ilusión, y basta desbloquear la memoria para descubrir esas señales –esas experiencias, esos destellos– que nos permiten recuperar los recuerdos de nuestras vidas anteriores extraterrestres”, afirma. Clomro empezó declarándole la guerra a la conspiración que le oculta a los inmortales –según su perspectiva, todos lo somos– sus verdaderos orígenes en otros mundos.
¿Quién era Clomro? ¿Un alucinado? ¿Un mitómano? ¿Un Superman criollo? Si lo suyo era pura actuación, se había tomado a su personaje en serio. Sus palabras, evidentemente, resonaron en alguna parte. Al otro día, todo el mundo hablaba del alienígena argentino. Despertó sonrisas, enojos y ternura. A mí me conmovió. Tal vez, porque no existe causa más perdida que la de un guerrillero solitario y anónimo luchando por una causa de otro mundo.
Meses después subió un voluminoso manifiesto a Internet donde contaba su pasado, sus creencias y sus planes. Desde entonces, el fenómeno se desplazó a la Red, donde despertó emociones dispares, pero siempre originales.
PRIMERA DESERCIÓN. En agosto de 1991 resumí la historia del Lineamiento Universal Superior en el diario Página/12 (1). El L.U.S había vaticinado varias veces el fin del mundo, sus seguidores iban a ser rescatados por un ovni y eran parte de la conocida tradición de los cultos ovni. Pero este grupo lucía especialmente sombrío. En el libro La verdad sobre Dios, su líder, Valentina de Andrade, aconsejaba “cuidarse” de los niños nacidos desde 1981. “Ellos son instrumentos inconscientes de la gran farsa denominada Dios y sus nefastos colaboradores”, escribió. “Les recuerdo que aunque la materia sea pequeña, Su Energía puede, independientemente, encender fuegos en casas, objetos, provocar accidentes, náuseas, dolores varios, debilidades orgánicas o físicas, vómitos y otras consecuencias contra los que los rodean…” (2)
El L.U.S había comenzado en mayo de 1981, cuando el médium Roberto Olivera comenzó a canalizar mensajes de “individualidades cósmicas” destinadas a De Andrade, convertida en depositaria de las “Verdades” suministradas por Zuita, “el auténtico Padre Universal”. Las otras religiones –afirmaban– “responden al mismo dios nefasto que gobierna este sistema solar”. Así, el mundo se dividía en zuitas (enviados de la Luz) y nefastos (enemigos de la Luz). Olivera, nacido en La Plata, encarnaba a una especie de policía galáctico, motivo por el cual lo llamaban “Divino Apholus”. De Andrade decía ser la reencarnación de María Magdalena y le llamaban “Mamá” o “Energía Amor Materializada”.
–Gloria a aquella que fue, que es y que siempre será la esperanza primera y última de todos aquellos que procuran incansablemente la Verdad, Gloria a la Energía Amor materializada, señora Valentina de Andrade. Gloria a la individualidad cósmica Kalamor. Gloria a Zuita, el Padre. Gloria al Supremo Comandante de la Seguridad Universal, Divino Apholus.
Los líderes del grupo rechazaban ser religiosos. Pero así era el saludo protocolar con que eran reverenciados. José Alfredo Teruggi, nacido en 1954 en Lobería, provincia de Buenos Aires, ocupó el lugar que dejó vacante Olivera cuando Valentina lo acusó de “nefasto” en 1987. Teruggi, ungido nuevo médium, empezó a ser llamado “Papá”. L.U.S. no era un grupo confortable, pertenecer a él no era fácil. Durante los períodos de mayor compromiso, la vida de sus miembros estaba muy regimentada. Todas sus actividades eran muy energéticas: se proponían juegos psicológicos para “descontaminar las energías” y técnicas para “romper los pactos energéticos”. También eran habituales las amenazas de “destrucción energética” a quienes amagaban pasarse “a la oscuridad”. Las faltas de disciplina eran sancionadas con multas –que incluían el pago de fuertes sumas de dinero– para afianzar la lealtad de los integrantes, a quienes –cariñosamente– Valentina llamaba “mis boludos”.
Hasta entonces, el L.U.S era un culto casi desconocido. Por eso me interesaba entrar en contacto con personas que conocieran la vida secreta del grupo. Fue en la cafetería que está frente a la redacción de Página/12 donde entrevisté por primera vez a Clomro, quien todavía no se presentaba como Clomro. Nunca me explicó con tanto detalle las circunstancias que rodearon su conversión.
En abril de 1986, durante una reunión interna, sintió una violenta descarga de energía en la cabeza. “¡Fui yo quien le pegó! ¡Levántese!”, le gritó Valentina. Luego le lanzó una acusación terrible:
–¡Você me traicionó, você é tinieblas!
“Yo lo sentía físicamente, también en el pecho y el estómago. Después dije: “Está bien, si yo soy eso, será verdad, pero yo no lo quiero ser, yo quiero ser Luz”. Me incliné, la reverencié y me sentí cubierto de ‘caricias energéticas’ que me dieron paz. No existe sensación parecida en la Tierra. Tampoco la he tenido después con nadie.
–¿No estarías sugestionado? ¿No había un clima que te predispusiera?
–No, era una fuerza que venía de afuera.
Fue entonces cuando “el que estaba en este cuerpo comenzó a salir. Ahí entré yo, desde la cabeza a los pies, y recibí la información de la persona que estaba acá. Se habló de transferencia de memoria”. Así, Clomro se quedó con cuerpo y recuerdos del desencarnado. “Después me dí cuenta de que estaba en el bando equivocado. Deserté y pasé a ser un fugitivo de las fuerzas de la oscuridad que gobiernan este mundo”. Se quedó mirándome como si esperara mi aprobación por haber cambiado de equipo. En realidad yo pensaba: “Ya tenemos a la versión femenina de Darth Vader. En cualquier momento aparece la Princesa Leia”. No me equivoqué tanto. Tiempo después, la princesa apareció. Pero se llamaba Rodcla. Con infinito tacto le pregunté si nunca había contemplado la opción de que se le hubiesen volado algunos pájaros de la cabeza.
–Una vez aquí, y con amnesia cósmica, todo parece normal, pero el manicomio planetario vuelve loco a cualquiera –desdramatizó.
Primera vez de dos en Frente a Frente, 24/06/97. Cortesía: Marcelo Metayer
El extraterrestre platense se arrepintió a tiempo, porque en 1992, De Andrade y Teruggi fueron acusados por la policía brasileña de secuestrar a un niño y asesinar a otro durante un crimen ritual en el balneario de Guaratuba, Estado de Paraná, Brasil. Entonces, el “ex L.U.S” (su condición de infiltrado extraterrestre aún no había trascendido) aclaró a los medios y a la policía las características del grupo, trató de desenredar su oscura madeja doctrinaria y explicó que –si bien la sacerdotisa ya no era profeta de su devoción– tampoco era la archicriminal retratada por la prensa. Al tiempo, Valentina y Teruggi fueron sobreseídos por la Justicia (3). Los líderes del grupo, con el estigma de secta satánica estampado en sus frentes, jamás volvieron a levantar cabeza (4). Pero lo cortés no quitaba lo valiente. Clomro, con la identidad que luego ocultó tras el antifaz, afirmó que algunos padres del L.U.S se deshicieron de sus hijos y reafirmó la veracidad de los consejos de Valentina sobre crianza infantil. Si bien no estaba desencantado del todo con las creencias del grupo, Clomro –harto de maltratos y de teje manejes– se volvió el traidor que Valentina había vaticinado. “Preferí traicionar a personas que a principios: quien se aparta de ellos no merece fidelidad”, agregó.
Tres años después, convertido en Clomro, lanzó su propia misión. Uno de sus objetivos en la Tierra era mostrar que siempre se podía avanzar más allá. “Hace medio siglo estaba loco quien afirmaba haber visto ovnis. Después, el loco era el contactado con extraterrestres. Los que empezaron a recordar sus vidas pasadas también fueron locos. Mañana, cuando demos el siguiente salto evolutivo, nadie va a acusar de locos a los que recordamos nuestras vidas en otros mundos”, decía.
Su idea de la insurrección galáctica lo llevó a declararse tan capaz de empuñar un fusil como de regalar cristales de cuarzo. “Esos gestos, que parecen contradictorios, significan que estoy dispuesto a convocar la rebelión o la pureza donde haga falta”, me explicaba. Desde su debut televisivo visitó con su capucha varias ciudades argentinas. En 1997 y 1998 viajó a Chile invitado por Juntémonos, un programa de Megavisión. Diversas indumentarias expresaban su dualidad: podía usar pasamontañas verde o claro; podía esconder sus ojos en gafas oscuras o cubrir sus manos con guantes blancos. “El sistema debe ser enfrentado con focos rebeldes estallando en todas partes. Internet es el medio para dispersar esa re-evolución. El ecosistema mundial no dispone de siglos; los cambios tienen que ser urgentes, revolucionarios, o no serán”.
Lanzó esta última proclama mientras su amigo Huberth, un violinista costarricense con un sombrero negro, interpretaba a Beethoven en la esquina oeste del Barrio Antiguo. La gente sigue mirando a través del telescopio y deja unas monedas. Un treintañero con aspecto anglosajón y acento mexicano aporta diez dólares y se va sin mirar Las Pléyades: “Es que ya las conozco”, desliza misterioso, y sigue de largo.
–¿Y ese dinero a dónde va?, pregunta otro.
–Es a beneficio… a beneficio mío, aclara Clomro.
TODO EL PODER A E.T. Un argentino extraterrestrizado que organiza desde Internet una revolución social a escala planetaria puede ser confundido con un moderno loco de la plaza. Vale la pena dar algunos pasos atrás. Clomro parecía ser el último eslabón del proceso de construcción del gran relato ovni que comenzó en los Estados Unidos en 1947, cuando la primera noticia sobre platos voladores combinó dos preocupaciones de la sociedad yanqui: los temores a la invasión de la posguerra (“¿qué son aquellos discos, armas alemanas o soviéticas?”), y la del escarmiento extraterrestre: si la humanidad se porta mal, alguien vendrá del Cielo para darnos un buen reto.
La cuestión del contacto alienígena siempre recibió interpretaciones religiosas, que son las más evidentes. Pero el debate también tiene facetas políticas. La tesis según la cual otras razas aventajadas podían socorrer a la Tierra para exportar una suerte de marxismo cósmico, por ejemplo, nunca estuvo lejos del nuevo fenómeno social. Entre los años sesenta y setenta, un líder trotskista argentino, J. Posadas, postuló que si los seres del espacio habían sido capaces de construir naves para llegar a la Tierra fue porque habían desarrollado una organización social parecida a la socialista. J. Posadas –apodo de Homero Rómulo Cristalli Frasnelli (1912-1981) – empezó su carrera sindical como dirigente de los obreros de la industria del calzado en la provincia de Córdoba. En 1952 se convirtió en el máximo representante latinoamericano en la Cuarta Internacional, la corriente política fundada en 1938 por Léon Trotsky (1879-1940). La influencia de Posadas se notó entre trabajadores cubanos, brasileños, uruguayos, argelinos y argentinos. Sus teorías sobre el papel que iban a jugar los extraterrestres en la Revolución Socialista –que ocupaban sólo parte de su discurso– ensombrecieron su figura, emblemática en los albores del trotskismo. En 1945 formó el Grupo Cuarta Internacional (GCI), algunos de cuyos integrantes luego fueron reconocidos intelectuales. Desde 1947, el Partido Obrero Revolucionario Trotskista-Posadista publica Voz Proletaria, rebautizada por sus adversarios Voz Planetaria. Las ambiciones de Posadas lo llevaron a ampliar su auditorio: “Hay que convocar a las masas, crear las condiciones para derrumbar el capitalismo y la burocracia de los estados obreros e instaurar el socialismo. Hay que decir a los seres de otros mundos, si aparecen, que es necesario intervenir ya, colaborar con los habitantes de la Tierra para suprimir la miseria”, advirtió Posadas en un folleto titulado Los platillos voladores, el proceso de la materia y la energía, la ciencia, la lucha de clases revolucionaria y el futuro de la humanidad (1968), acaso la primera botella lanzada al espacio exterior originada en un grupo de izquierda. Cuando el posadismo se presentó a elecciones en la Argentina no le fue tan mal: en 1958, obtuvo treinta y siete mil setecientos votos e hizo una gran elección en varias provincias. En 1962, cuando el mundo contuvo el aliento por la crisis de los misiles en Cuba, Posadas anunció: “La guerra atómica es inevitable. Va a destruir a la mitad de la humanidad…pero no el nivel de conciencia… Dará la suprema oportunidad para que las fuerzas de la revolución mundial progresen rápidamente. Luego, las masas emergerán en todo el mundo”. Su hijo, Carlos León Cristalli, continúa su derrotero, asociándose a dirigentes consolidados en el plano regional, como el presidente venezolano Hugo Chávez, o el ex piquetero oficialista Luis D’Elía, en la Argentina (6).
La politización del mito ovni no sólo fue cosa del Tercer Mundo. En los Estados Unidos había políticos que buscaban aliados en otros planetas. En 1962, el contactado californiano Gabriel Green se postuló para la presidencia. Su apellido casi lo predestinó para crear un partido ecologista. La fatalidad quiso que Green tropezara con seres del ignoto planeta Korender. Así, lanzó el Partido Universal de los Platillos Voladores. Hizo campaña contra las pruebas nucleares y propuso “transformar el mundo desde su estado caótico actual a una sociedad utópica gracias a los conocimientos técnicos y científicos de la gente del espacio”. Bastaría dar una bienvenida amistosa a los extraterrestres para que eliminaran las enfermedades, la pobreza y el smog, en ese orden. Green juntó ciento setenta y un mil votos en las primarias del Partido Demócrata. Bajó su candidatura porque los E.T. le aconsejaron apoyar a John F. Kennedy.
Los extraterrestres dejaron su huella en variantes de inspiración socialista más extremas. Buenos Aires, una metrópoli tan cosmopolita que a veces exagera, tiene una filial de Alfa y Omega o Corderos de Dios, un grupo milenarista que combina la tradición utópica del marxismo con las innovaciones ufológicas de su profeta, Luis Antonio Soto Romero (1931-1978). Este chileno nacido en Tocopilla, Antofagasta, codificó en diez mil pergaminos las revelaciones de Dios.
Conocí a los seguidores de Soto Romero a mediados de los noventa, en Plaza Miserere, en el barrio porteño de Once. En el mismo lugar donde la izquierda solía celebrar el 1º de Mayo, Día del Trabajo, y donde algunas iglesias evangélicas aún hoy envían a sus predicadores, los corderos atendían en una mesita rodeada por carteles con letras tamaño catástrofe donde se leía: “Bush = Anticristo”. Cuando Soto murió, el grupo se convenció de que una nave iba a aterrizar en la India en el 2001. Como nada sucedió, desplazaron la profecía al 2013. Dicen que ese año el Mesías –el propio Soto resurrecto– implantará “un comunismo celestial con filosofía de niño” que eliminará las diferencias sociales. Desde que se echó a rodar la versión de que el profeta desapareció en un misterioso viaje, el grupo se dividió en dos facciones rivales: la “religiosa” y la “revolucionaria”. La segunda publica El Obrero, diario distribuido en el Perú, sede del movimiento. “Cristo es la Primera Jerarquía del Comunismo Revolucionario sobre la patria planetaria ¡Gloria al Primer Comunista del Universo, Jehová de los Ejércitos, garantía de victoria del comunismo eterno e infinito!”, arengan (7).
Alfa y Omega es una vuelta de tuerca aggiornada del culto cargo, una creencia que surgió entre los indígenas melanesios durante la Segunda Guerra Mundial, cuando desde el cielo empezaron a llover alimentos lanzados por la Fuerza Aérea norteamericana que –para los indígenas– eran naves de los dioses.
En 2002, el poeta uruguayo residente en México Santiago Pando, publicista del ex presidente mexicano, Vicente Fox, dijo que recibía en trance sugerencias de los “mayas galácticos” mientras escribía los eslogans de campaña. Lo llamé a Alquimia, su agencia en Guadalajara, para preguntarle si realmente había dicho eso. Dijo que sí, pero agregó al subcomandante Marcos y al psicomago chileno Alejandro Jodorowsky entre sus influencias. “A la prensa le gusta más lo raro que la verdad”, rezongó. “Todo esto –siguió– es parte de la llegada del Cristo Colectivo, en el 2012”. Hay exégetas del Calendario Maya que profetizan una cita con el mesías para ese año. Y mejor no hablar de lo que se dice del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Sáa. No sólo se le atribuye cierta familiaridad con seres del planeta Xilium. Además, él mismo sería el Hombre Gris vaticinado por Benjamín Solari Parravicini (1889-1974).
ALIEN ILEGAL. Me dejé olvidado a Clomro en el Barrio Antiguo de Monterrey. Mi amigo extraterrestre sigue ahí, con un ojo en el telescopio y otro en una pelirroja que hace cola.
Le propuse seguir hablando de su pasado. A fines de los ochenta, en Carlos Tejedor, una ciudad del interior de la Provincia de Buenos Aires, fue invitado a un programa radial. Allí despuntó su irreverencia favorita, atacar a la Iglesia Católica, y tuvo su primer roce con la ley. El cura del pueblo alzó su voz por la blasfemia y Clomro fue citado por el comisario, a quien desafió a probar que no era quien él decía ser. El policía no le dijo que el peso de la prueba recae en quién hace la afirmación. Pero el ambiente tampoco se prestaba para una discusión epistemológica.
–Para mí, las cosas que dice este muchacho solamente las puede decir alguien que es extraterrestre.
Clomro todavía no nacía, pero el embrión del ET pujaba por salir del capullo. “Hasta ese día mi condición alienígera había sido pura insinuación. Solía dejar flotando una duda intencional. No afirmaba ni negaba nada”, cuenta. Su segundo incidente policial ocurrió en 1995. Fue durante el debut radial del extraterrestre enmascarado. Esa noche, a metros de la emisora, se enfundó la capucha. Un policía lo vio.
– ¡Alto! ¡Contra la pared!
–Déjeme explicarle –musitó el Comandante-. Vengo a hacer una broma, no se preocupe.
En la vereda del Barrio Antiguo, Clomro acaricia a su telescopio como El Llanero Solitario a Silver. No era extraño que aún defendiera su anonimato. “Como buen alien, soy un ilegal. Ando sin permiso, como casi todos los vendedores ambulantes. Pero como lo mío no es venta, los inspectores no me molestan. Somos espíritus encarnados que debemos manejar la materia, y no ser manejados por ella, ser libres de toda dominación que el sistema pretende ejercer sobre nosotros con sus juguetes materiales de distracción”, explica.
El comandante compone música, pinta en un estilo abstracto y escribe, no sólo sobre temas cósmicos sino sobre el amor, manipulaciones emocionales, fútbol y economía. “Siempre dentro de mi cosmovisión, que es la de la rebelión”. Bosquejó una O.N.U. alternativa, la O.H.U.: Organización Humanidad Unida. Fidel Castro recibió en mano la propuesta de que la isla fuera anfitriona del organismo. Nunca respondió. Clomro también creó la Red Mundial de Libres Rebeldes. Pero se bajó, no se quiso convertir en gurú de su movimiento. “Es más fácil ser ídolo y tener seguidores, que no serlo y tener compañeros”, explica. “Es más cómodo seguir a alguien que ir a la par; es más fácil lograr obediencia que compañía de igual a igual. Unos no aguantan co-liderar y otros no resisten la tentación de querer ser más y querer dirigir”. Es que su idea no era comandar a otros sino crear “multicomandos descentralizados”. Que cada cual se convirtiera en su propio comandante. Así, incorporó a los “comandantes” Domic, Arión, Huayra, Xentor, Softron y Eve Sivad. Ellos le escribían desde España, Argentina, Chile, Uruguay y México. Otros no entendieron las reglas del juego.
–Algunos plantearon cosas inaceptables, como ser cabos o soldados, porque no se sentían capacitados para comandar. Hubiera sido fácil aprovecharse de gente así. Yo les decía: “hagan lo que les parezca” y no sabían qué hacer. También aprendí que nada es más peligroso que un tonto con iniciativa. Me enteré que algunos imbéciles hackearon sitios de gente que no piensa como yo, usando un emblema con fusiles y pasamontañas. Decían apoyar mi causa, pero gente así no me representaba. Cuando pensé que algún loco podía matar a alguien en mi nombre, disolví el sistema de comandancias.
En su raid reclutó a toda clase de nerds, geeks y freaks que adoran cada excentricidad que ofrece la Red. Algunos ignoran que Clomro nació en la radio y estuvo en la tele (8). “Yo pienso que Clomro es un extraterrestre reencarnado, pero uno con bolas. El único con dotes de humorista que ha aterrizado en este sucio planeta”, escribió el blogger chileno Juan Araneda. Lo debe decir porque no estuvo en las botas de Clomro el 21 de febrero de 1999, cuando viajó a Capilla del Monte, Córdoba, en plan de mojarle la oreja a Ashtar Sheran, Jefe Santo de la Confederación Galáctica. Clomro desafió a Ashtar a un encuentro público en El Valle de los Espíritus del cerro Uritorco para probar “si realmente existe o si es un invento de los contactados que dicen recibir sus mensajes”. Clomro hizo un gol de media cancha: el comandante Ashtar no se presentó (9).
Yo siempre tuve razones –ninguna seria– para no creer mucho en este extraterrestre. En 1993, antes de convertirse en Clomro, el hombre detrás de la máscara me había hecho oír una grabación de sus otros personajes: entre ellos, el Pastor Jimy Dolart y su asistente gay, Forrencio del Pastor y el Padre Garganta, con sus setenta y cinco años en la Iglesia. Pero Clomro estaba hecho de otra pasta. “Era algo aparte porque se trata de mi propia historia. Eso marca una diferencia cualitativa”.
–No podés probar que sos extraterrestre. ¿Por qué hay gente convencida de que lo sos?
–Porque hay gente que se cree cualquier cosa.
– ¿Qué aprendiste gracias a Clomro?
–Aprendí que muchos de los rebeldes anti-sistema que querían reformar el mundo demostraron ser peores que los esclavos del sistema, ignorantes y sin ideales; escribían sobre el amor y la nueva civilización del 2012 mientras hackeaban cuentas, le pegaban a la mujer o codiciaban a la del compañero. Descubrí que el peor enemigo estaba en la misma trinchera. Del otro bando nadie disparaba, porque el enemigo es demasiado grande para siquiera percibir nuestra existencia. No valía la pena impulsar un movimiento donde las peleas eran contra pequeños siervos del enemigo o entre nosotros. También aprendí por qué El Zorro era más atractivo para las chicas que Don Diego de la Vega: lo enigmático fascina más que lo visible.
No es fácil discernir dónde empieza el genio que descubrió un ardid para llamar la atención y donde termina la cordura. Sus respuestas siempre estuvieron entre la cosmicidad y la comicidad.
– ¿Nunca tuviste miedo de que te coma el personaje?
–Nadie quiere vivir una vida de ficción al precio de terminar sus días en un neuropsiquiátrico.
BÚHO VERDE. Entrado el siglo XXI noté que la desilusión de Clomro crecía. Cada vez le fastidiaba más la escasa picardía de quienes le seguían la corriente. Vi venir tiempos de revancha. En marzo del 2008, me confió el secreto de su ficción. “El Comandante Clomro es un fraude”, me dijo. Me gustó. Había esperado trece años para decirle: “¡Chocolate por la noticia!”. Entonces, me recordó que en 1989 había hecho un experimento radial donde personificó a su primer ET: “Quería comprobar mi convicción de que un alien en persona –aunque la ficción fuera evidente– podía ser más atractivo para el público que las habituales charlas sobre extraterrestres”.
–Entonces recapitulemos: ¿cómo surgió Clomro?
–Tuve la idea en 1987 durante una charla de bar con desconocidos: improvisé un monólogo y funcionó. Después vino la radio. Vi que el público respondía. Pensé en seguir, pero el L.U.S. consideró ridícula a la propuesta. Nunca más volví al grupo.
Ahondé en sus motivaciones y salió algo más. “En el fondo –continuó– lo que siempre reivindiqué es mi derecho al delirio. Todos nos inventamos nuestras propias historias. Lo que no previó fue que su E.T. pudiera molestar. “Sacar el delirio propio a la luz –explica– no es necesariamente invadir con una falsedad más el espacio público. El aire es libre: no hay leyes que prohíban creerse extraterrestre o Jesucristo Retornado. Si existen mandatarios de naciones que han afirmado haber sido ‘inspirados por Dios’ para cometer aberraciones, el derecho a ser un reencarnado procedente del planeta que sea es –en comparación– una nimiedad”.
Quedamos en que fue una performance lúdica. Pero ¿con sustancia? “En tiempos en que hay pocos superhéroes reales –salvo el Spiderman francés, que trepa edificios– tener uno de ficción moviéndose en el plano real, como un cómic vivo, no está mal para creer que todavía hay espacio para un delirio plausible. Es mejor que condenarlo a la hoguera de los estafadores ¿no te parece?”.
Dice que pensó en mantener la leyenda, viva o en estado de suspensión, como el falso indio ecologista que interpretó Pierce Brosnan en Búho Gris (R. Attenborough, 1999). Pero –si se mordía los labios– hubiera traicionado a su naturaleza. “Clomro es un fraude y la confesión me pesa por los elogios de quienes comprendieron y apoyaron lo que ofrecí. Lo que me empuja a decirlo es el reproche de los que se sintieron burlados por no haber sabido sumarse a la fiesta de reírse conmigo, que tanto me he reído con esto. Los que eligieron reírse de mí creyeron que me iban a pisotear. Pero yo los pisoteé primero. Tanto, que se me ensuciaron las botas. ¿Por qué no me ayudan a limpiármelas cambiando su mal humor por una sonrisa?”.
El final de nuestra charla fue por chat. Me sorprendió con una pregunta:
– ¿Vas a poner mi nombre?
–No lo tenía previsto. ¿Tiene importancia?
–No sé. Si querés, ponelo.
– Ya me acostumbré a decirte Clomro. ¿Cómo era que te llamabas?
–Claudio Omar Rodríguez.
NOTAS
1) Agostinelli, Alejandro; “Los invasores”, en diario Página/12 (13/7/1991).
2) De Andrade, Valentina; La Verdad sobre Dios (1987); Nuevo Graf-Art, Buenos Aires. Pp. 129.
3) Agostinelli, Alejandro; “El chasco de las acusaciones contra Valentina”, en revista La Maga (4/5/94), Buenos Aires.
4) Frigerio, Alejandro; Oro, Ari Pedro; “‘Sectas satánicas’ en el Mercosur: Un estudio comparativo de la construcción de la desviación religiosa en Argentina y Brasil” (1998) En revista Horizontes Antropológicos 8: 114-150.
5) ClomroNet. Disponible en http://www.angelfire.com/ri/CLOMRO/Clomro.html. En la web hay 2.710 páginas dedicadas a sus aventuras.
6) Cuarta Internacional Posadista. En Internet: http://www.cuartainternacionalposadista.org
7) – “El poder, la dictadura del proletariado y el partido único”. En El Obrero (s/fecha) Disponible en http://www.geocities.com/elobrero_peru/bol27/poder.htm
8) En el programa Ran 15 (América), en el informe “Los 15 invitados más insólitos de la televisión”, Clomro alcanzó el cuarto puesto (marzo de 2008).
9) Araneda, Juan “Mensajes ofensivos y sus respuestas por parte del Comandante Clomro”. En Puerto de Escape. Disponible en http://www.puerto-de-escape.cl/2007/mensajes-ofensivos-y-sus-respuestas-por-parte-de-comandante-clomro/
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