¿Qué clase de ciencia ficción es posible en un mundo distópico?
El mismo género que alguna vez advirtió sobre los peligros del control totalitario y la manipulación de la verdad ahora inspira tácticas de la nueva derecha.
Obras como 1984 de George Orwell y Un Mundo Feliz de Aldous Huxley se han convertido en herramientas para moldear la realidad a través de la desinformación y la posverdad.
El terraplanismo y la Agenda 2030 se reinterpretan como desafíos a la «verdad oficial» y amenazas totalitarias. En este contexto, la ciencia ficción debe ser recuperada como advertencia, no como guía, para evitar que las distopías se materialicen en nuestra realidad.
«La historia de cualquier civilización importante tiende a atravesar tres etapas distintas y reconocibles: la de la supervivencia, la de la investigación y la de la sofisticación, también conocida como las etapas del cómo, por qué y dónde.»
– Douglas Adams, «Guía del Autoestopista Galáctico».
Por Damián Marsicano *
La ciencia ficción es un campo de exploración donde se proyectan nuestros miedos y aspiraciones más profundas. En vez de servir sólo como un espejo que refleja posibles peligros futuros, hoy pareciera que ciertos sectores de la «nueva derecha» han decidido usarla como un manual de estrategia. Con toda seguridad, que de forma involuntaria –no hay puebas de que son personas instruidas en este género– se vienen mostrando decididos a convertir las advertencias de la ciencia ficción en tácticas políticas concretas.
Clásicos como 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley han mostrado cómo un control totalitario puede sofocar la libertad y cómo la satisfacción artificial e instantánea puede aplacar el pensamiento crítico. La vigilancia masiva y la manipulación de la verdad, el pan de cada día de las novelas distópicas, hoy son herramientas reales de manipulación política y social.
Mercaderes del espacio de Frederik Pohl y C.M. Kornbluth cuenta una historia donde el consumismo extremo ha transformado a la sociedad en un monstruo publicitario que lo devora todo. Aquí, la propaganda y la manipulación de la realidad son armas poderosas, algo que resuena profundamente en la era de la desinformación y el engaño, hoy llamado posverdad. La nueva derecha abrazó esta visión, en la que la verdad es maleable y lo que importa no es lo real sino la construcción de un relato.
La ciencia ficción como herramienta narrativa
En lugar de enfrentar los desafíos de la realidad ofreciendo soluciones basadas en la evidencia, la nueva derecha ha tomado prestados elementos de la ciencia ficción para crear un relato alternativo. Las narrativas distópicas, antes vistas como advertencias sobre la pérdida de libertad y el abuso del poder, ahora son moldeadas para encajar en una historia donde los enemigos son aquellos que defienden la igualdad y la justicia social.
El terraplanismo, en este contexto, no es sólo una curiosidad científica, sino un símbolo de la resistencia contra una «verdad oficial» que amenaza con controlar nuestras vidas. La teoría de que vivimos en un planeta plano en vez de un esferoide no es simplemente un error; es una manifestación de cómo la nueva derecha transforma lo absurdo en un acto de desafío contra el consenso científico y la realidad establecida.
La Agenda 2030 de la ONU, diseñada para abordar la sostenibilidad y la equidad global, se reinterpreta como un esquema para el control mundial, la opresión y la instalación de un Comunismo Global. No ven esta agenda como un esfuerzo para mejorar la vida en el planeta, por el contrario, la presentan como un preludio de una dictadura verde que amenaza con imponer una visión uniformada de la sociedad. Esta interpretación distorsionada convierte un plan para la justicia social en una amenaza totalitaria, algo más parecido a una narrativa de ciencia ficción que a una política realista.
Cómo reescribir la realidad
La era de las fake news y las redes sociales ha proporcionado un nuevo terreno fértil para la creación de narrativas alternativas. En este contexto, Twitter (ahora X, claro) y otras plataformas se han vuelto escenarios donde se construye una versión de la realidad que desafía la lógica y el sentido común. Aquí, lo políticamente correcto y el progresismo se convierten en objetivos de ataque, resignificados como amenazas a la libertad y al orden establecido.
Las fake news hoy se han vuelto una herramienta deliberada para la desinformación. Las historias fabricadas y las teorías de conspiración se propagan con una velocidad vertiginosa, moldeando la percepción pública. La ciencia ficción, que alguna vez nos advirtió sobre los peligros de la manipulación y la distorsión de la realidad, ahora es el manual de operaciones para quienes buscan reinventar el debate político.
Es como si la conformidad y la felicidad superficial reemplazaran el pensamiento crítico y se estuvieran convirtiendo en la visión del futuro que algunos sectores buscan imponer».
En este escenario, los movimientos progresistas, que abogan por la equidad y la justicia, se reconfiguran como parte de una agenda oculta para socavar los valores tradicionales. Las ideas de igualdad y diversidad, en vez de ser vistas como avances sociales, se presentan como amenazas a la estabilidad cultural. Es como si las advertencias de Un mundo feliz, donde la conformidad y la felicidad superficial reemplazan el pensamiento crítico, se estuvieran convirtiendo en la visión del futuro que algunos sectores buscan imponer.
Recuperar las advertencias
Si la nueva derecha está tomando la ciencia ficción como su guía, es hora de reclamar estas historias como lo que realmente son: advertencias. La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin recuerda la importancia de la empatía y la comprensión en un mundo dividido, mientras que Snow crash de Neal Stephenson advierte de los peligros de la fragmentación social y la corporatocracia. Estas historias no son profecías inevitables sino desafíos a superar.
La ciencia ficción siempre fue un campo de batalla de ideas y hoy más que nunca debe ser utilizada como tal. ¿Debemos permitir que las distopías se conviertan en aspiraciones? En un mundo donde los terraplanistas y los teóricos de la conspiración parecen estar al mando, es vital recordar las verdaderas lecciones de la ciencia ficción.
En un Universo donde la nueva derecha está viviendo sus propias fantasías distópicas, tal vez sea hora de que todos nosotros tomemos nuestras novelas de ciencia ficción favoritas, las volvamos a leer y las usemos, no como manuales de supervivencia, sino como mapas para evitar los errores del pasado. Porque si hay algo que la ciencia ficción nos ha enseñado, es que el futuro siempre está en nuestras manos, y que el poder de imaginar también es el poder de cambiar.
(*) Damián Marsicano es periodista. Dirigió dos documentales, Hijos de nadie (2019) y La Búsqueda (2024). Es aficionado al misterio, los platos voladores y sus tripulantes, la ciencia ficción, el cine y los videojuegos retro. Cada tanto escribe y publica columnas en distintos medios, publicaciones, webs y blogs.