Mario Bunge (1919-2020): un homenaje personal

Extraordinariamente curioso y vehemente. Generoso, ácido y cordial. De inteligencia vivaz y retruque afilado, siempre dispuesto a dar una mano. Podría seguir un largo rato enumerando cualidades de Mario Bunge, a quien conocí en los 90 y me unió una amistad y un afecto que continúan más allá de su muerte, ocurrida en la noche del lunes 24 de febrero, a cinco meses de haber celebrado su centésimo cumpleaños.

Por Alejandro Agostinelli

Hay tres cosas que voy a extrañar de él: 1) su espíritu jodón (cada reencuentro solía soltar frases chuscas, nunca hirientes, sobre el volumen de mi abdomen), 2) los benéficos efectos de su cercanía: un hombre con esa apabullante vitalidad no puede sino ejercer una influencia positiva en el ambiente y 3) la existencia de alguien que repita hasta el cansancio, o hasta que alguna luminaria lo escuche, de que muchos estamos hartos de que se hagan llamar filósofos, o incluso epistemólogos, personas que solo recitan nombres o discuten e interpretan lo que dijeron otros autores: el progreso del conocimiento, es decir de cada disciplina científica, necesita una filosofía científicamente informada que se encargue de detectar problemas, enfrentarlos, hacer preguntas y buscar respuestas.

De Mario Bunge también voy a extrañar otras cosas, claro, como sus respuestas inmediatas y chispeantes (nadie más rápido y gracioso que él para responder un mail) o el día que llevé a dos de mis hijas adolescentes al seminario que dio en la Facultad de Ciencias Exactas, en 2014. Recuerdo que a ellas les había encantado saber que Mario no tomaba exámenes: para aprobar o desaprobar a un estudiante solo pedía una monografía y una exposición oral sobre un tema a elección.

NADIE ES PROFETA. Esta nota no es biográfica. Una minibio puede encontrarse en Mario Bunge: nadie es profeta en su tierra

Para recuperarme de la tristeza causada por la certeza de su ausencia, me consoló evocar los momentos en que quise, aunque él no lo supiera, que fuera el abuelo que nunca tuve. Una vez le pregunté cuál fue la mayor satisfacción de su vida. No me contestó el filósofo, el físico-matemático ni el autor de 76 libros. Me contestó el padre. “Educar a mis hijos”, me dijo.

—No creo llegar vivo para terminar este libro.

No, Mario, tiene que seguir –nunca lo tutée. —Además, ¿quién va a escribir mi necrológica? Debo ser el único amigo que no le pidió un prólogo. Acá sobra fe en su vitalidad, siempre decimos que Ud. nos va a enterrar a todos.

Bunge murió y me toca despedir al amigo y al Maestro, único maestro de cuantos me han rodeado –y de quienes algo he aprendido– a quien puedo llamar Maestro con mayúsculas.

La primera vez que lo fui a escuchar había leído dos libros suyos, La Ciencia, su Método y su Filosofía (1960) y Seudociencia e ideología (1985). Fue en la Feria del Libro, en 1988, donde dio una charla que, lógicamente, causó una polémica tremenda: era la época en que había gente que solo iba para enojarse por sus alegatos contra el psicoanálisis; si él no mencionaba el tema, nunca faltaba quien le preguntara, no vaya a ser cosa de salir de la charla sin indignarse. Aquella vez fui testigo de su fuerza de convicción y empecé a entender que Mario no era solamente un pensador o un ensayista dedicado a desarrollar sus ideas a partir de sus conocimientos científicos. Era un intelectual aguerrido, con un estilo apasionado y controversial, con una gran personalidad.

Fascinado por sus ideas sobre la ciencia y su biografía –no sé cuántos argentinos pueden decir que fundaron una Universidad Obrera a los 19 años–, mi primer contacto con su escritura fue revelador. Era epistemólogo, ejercía una filosofía científica, y ¡escribía claro! Antes de leer a Bunge, mi acercamiento a lecturas filosóficas había sido con textos peleados a muerte con la claridad y la precisión.

PIONERA. Fundada por Mario Bunge en 1944, Minerva fue una de las primeras revistas de filosofía de la región latinoamericana. Criticó todas las tendencias de la filosofía continental en boga desde aquellos tiempos, como el existencialismo y el irracionalismo.

La primera vez que conversé con él fue en un contexto hermoso, en marzo de 1994. Cuando con mis compañeros de fatigas supimos que Mario venía a Buenos Aires, estallamos de felicidad. Su visita tuvo lugar en el momento quizá más pleno y maduro del CAIRP, primer grupo en décadas dedicado a fomentar el pensamiento crítico y combatir la pseudociencia en la Argentina, una batalla que él había empezado a dar en 1946-47, a sus 26 años, cuando lanzó, junto a un grupo de académicos, la revista Minerva, dedicada a desenmascarar el existencialismo y el irracionalismo que por entonces representaban la corriente que hoy continúan, con gran éxito comercial, Darío Sztajnszrajber y otros posmodernos: Heidegger, Nietzsche y Stefan George, entre otros.

MARIO CUMPLÍA 95 AÑOS. De izq. a der.: una querida amiga del matrimonio Bunge, la embajadora Liliana Alurralde, Agostinelli, el Dr. Gustavo Romero y Mario Bunge. En Croque Madame, Buenos Aires, el 20 de septiembre de 2015.

Cuando comenzamos, internet no existía y escaseaba la llamada literatura escéptica en castellano. Entre las obras de lectura obligada brillaba Pseudociencia e Ideología (ampliada por Mario para Editorial Laetoli), que ofrecía el marco ideal para el horizonte que se abría ante nosotros, cuando nos sentíamos parte de la vanguardia presta para encarar una nueva fase en la lucha contra la pseudociencia.

“Los científicos y los filósofos tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas; están demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos. Esta actitud, sin embargo, es de lo más desafortunada. Y ello por las siguientes razones. Primero, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera –lego o científico– hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica. Segundo, el surgimiento y la difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura”.

Incluso en esos tiempos quijotescos la expresión “virus intelectuales” era fuerte para jóvenes que nos habíamos interesado por la ciencia después de una fascinación inicial por temas que solían ser abordados por pseudocientíficos. Pero había que seguir adelante: desde Montreal, el epistemólogo argentino había sido uno de los científicos de prestigio internacional (junto con Carl Sagan, Martin Gardner y Henri Broch) que nos había alentado no solo dándonos ideas para la acción si no enviándonos artículos para nuestra revista, El Ojo Escéptico. Por esa época también supimos que en 1985 Mario había fracasado en su intento de formar un grupo similar.

A cierta hora él nos iba a estar esperando en el hall de un hotel de Recoleta para conversar. Lo íbamos a poder conocer, le íbamos a poder llevar nuestras dudas, las propias y las de otros amigos, porque todos no íbamos a poder asistir: créase o no, en ese entonces el núcleo activo del CAIRP era una pequeña multitud.

PRIMERA ENTREVISTA. En el estar de un hotel de Recoleta entrevistamos por primera vez al epistemólogo. Corría marzo de 1994.

Aquella entrevista colectiva reflejó las preocupaciones de un grupo de jóvenes que, en muchos casos, habíamos profesado alguna forma de pseudociencia, como el mismo Mario, que reconocía haber admirado al psicoanálisis y al marxismo (a los que abjuraba o había superado, respectivamente); a nosotros, que habíamos zafado del Lado Oscuro, también nos movilizaba la intención de aportar algo de luz donde reinaban las sombras de la sinrazón. Recuerdo vivamente aquel encuentro, no tanto por los temas de conversación, que giraron en torno al psicoanálisis, sino por la paciencia, la bonhomía y la buena onda de nuestro interlocutor. Fue una charla tan grata que, lustros después, me encargué de propiciarlas con jóvenes ávidos de su oportunidad para conversar con él. Algo para lo que Mario siempre mostró excelente disposición.

CIRCULO ESCÉPTICO. En 2013 un grupo de miembros del grupo argentino filmó una breve entrevista a Mario Bunge durante una de sus visitas a Buenos Aires.

En noviembre 1996 nos reencontramos en el D.F. de México, en el XIII Congreso Mundial de Humanistas, organizado por Patricia López Zaragoza, presidenta de la Asociación Mexicana Ética Racionalista (AMER), donde nos sorprendimos juntos cuando supimos que organizaciones Humanistas-Seculares dispersas por el mundo estaban implementando –incluso en países culturalmente distantes, como la India o Noruega–, un sistema laico, paralelo al religioso, para celebrar nacimiento, confirmación (en valores humanistas-seculares), boda y funerales seculares.

En una entrevista (que después de mucho buscar debería dar por perdida) hablamos sobre las tecnologías de la información. Lo recuerdo espantado por el auge de internet, que iba a confinar el conocimiento a quienes lo pudieran pagar y “estaba propagando la idiotez en forma exponencial”. Sobre el segundo punto, escuchó con poco entusiasmo mi réplica, a saber: que la web también servía para comunicar cosas buenas. Su objeción fue que la relación era asimétrica: los conocimientos científicos o aportes intelectualmente estimulantes podían difundirse con parecida inmediatez, pero nunca con el mismo alcance. Desde luego, Mario tenía razón.

A ese encuentro le siguieron otros, algunos casi casuales y otros planificados.

Ya en el nuevo siglo, con la fundación de la filial argentina del Committee for Skeptical Inquiry (CFI), liderada por Alejandro Borgo, Bunge dio charlas abiertas al público en 2008 y años posteriores en el Salón «Florentino Ameghino» de la Sociedad Científica Argentina (SCA), una institución ligada con la masonería. Yo lo acompañé a un vestíbulo a donde lo llevé a tomar agua. De pronto entró para saludarlo el entonces secretario general de la SCA, José María Lentino. Y le dio charla.

— ¿Nunca lo invitaron a formar parte de una logia, Doctor?

— ¿Logia? ¡Por favor! En estos casos sigo a Groucho: nunca sería socio de un club que me acepte como miembro.

BUNGE EN LA SCA. El 15 de septiembre de 2011, Mario Bunge (centro) dio una conferencia en el auditorio de la Sociedad Científica Argentina (SCA) organizada por la filial local del Center for Inquiry Argentina (CFI-A), dirigida por Alejandro Borgo (derecha). Fiel a su estilo, no perdió ocasión de criticar duramente a las autoridades del CFI. Nadie estaba a salvo de sus críticas.

Recuerdo como si fuera ayer cómo aprovechó su charla para pelearse con las autoridades del llamado movimiento escéptico, que “ha descuidado los peligros del neoliberalismo, un macaneo ideológico más peligroso que los platos voladores o el big-foot”. O que, en su afán de destronar la religión, “haya promovido a tres profesores que considero macaneadores por excelencia: Richard Dawkins, de la Universidad de Oxford, Steve Pinker y Daniel Dennet, que es de una universidad de segundo o tercer orden”. Atribuía ese encumbramiento a los jerarcas del escepticismo, que se habían especializado en pseudociencias fáciles de refutar. Cuando durante la charla le pregunté si le parecía bien descalificar a sus oponentes por su inserción universitaria, me miró de reojo y no me dijo nada. ¡Perdón, Maestro! Para eso estamos los amigos.

Tuvimos otros encuentros inolvidables, como sus 21 de septiembre en Buenos Aires festejando sus cumpleaños con su poblada troupe de amigos en el Club del Progreso o en Croque Madame, donde en 2015 festejamos el aniversario de su nacimiento y el del Dr. Gustavo Esteban Romero. O aquel viaje en noviembre de 2010 a la provincia de San Luis donde participamos con Alejandro Borgo, Carlos Quintana y Fortunato Mallimaci, entre otros, en el Primer Seminario Internacional Ciencia Vs Pseudociencia organizado por la Universidad de la Punta:

Lo más jugoso del encuentro organizado por Hernán Martens y Federico Abrile, del área Divulgación Científica de la Universidad de la Punta, no fueron tanto las conferencias sino los momentos compartidos fuera de los auditorios: pasillos, paseos, almuerzo con Alicia Bañuelos, por entonces rectora de la ULP y actual Ministra de Ciencia y Tecnología del gobierno de San Luis, y hasta una cena en la residencia con forma de plato volador del gobernador de la provincia, Alberto Rodriguez Saa, animada por una guitarreada de Borgo.

Mi interés por aprovechar la buena memoria de Mario para enterarme de detalles de difuntos célebres, olvidados o famosos, que él logró conocer en su intimidad, nos llevó a intercambiar información que terminó siendo interesante para ambos.  Una vez le pregunté si había conocido a Jorge Luis Borges. Su respuesta fue ambigua; si realmente quería saber, me dijo, iba a tener que buscar una nota periodística difícil de rastrear, publicada en 1998. Encontré el artículo y supe que se habían cruzado en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, “pero ni siquiera nos saludábamos”. Dejo el artículo para descargar y destaco un fragmento:

“Borges y yo pertenecíamos a cohortes diferentes: cuando yo gateaba, él ya había publicado un manifiesto literario. También pertenecíamos a departamentos universitarios diferentes: él, al aula de literatura; yo, al de filosofía. Transitábamos en círculos sociales tangentes entre sí: él se veía con escritores y hacendados; yo con profesores y estudiantes. Y pertenecíamos a bandos universitarios opuestos. (…) “Él y yo solo teníamos tres rasgos en común: porteñismo, anglofilia y admiración por la obra de Jorge Luis Borges”. (“Desencuentros con Jorge Luis Borges”, ABC, 2-1-1998)

CON EL MAESTRO. Agostinelli y Bunge el 27 de marzo de 2010, en el Club del Progreso.

Atesoro varias perlitas de nuestros intercambios; entre las publicables, mis preferidas son:

Esperemos que el caradurismo de Donald Trump les abra los ojos a los ilusionados con el neoliberalismo (o demagogia derechista) que abraza Mauricio Macri (1/08/2017)

(A propósito de la nota sobre la presunta coexistencia entre humanos y dinosaurios pregonada por Rodríguez Larreta): Felicitaciones por el video con Raquel Welch. Compensa ampliamente los disparates del funcionario municipal ascendido a Paleoantropologo de la CABA. Cuídese del dinosaurio carnívoro de su barrio: puede transmitir el virus de la rabia. (5/08/2017)

—Le adjunto un inédito que estoy por mandar a publicar. Siga predicando en el desierto. Dios se lo pagará en cuotas mensuales. (2/12/2017)

—Hace unos días me topé con un artículo sobre Jorge Sabato que publiqué no sé dónde poco después de su muerte. Soy un pésimo sabueso digital. Si le interesa, lo puede publicar (12/12/2017)

Por favor, transmítale mi cordial saludo a Sebreli, con quien me une el asco a la posmodernidad y me separa su admiración por Hegel, a quien considero el abuelo de dicha peste. Lamento que sea festejado por la nueva derecha. Gracias y abrazos prepostmodernos (9/01/2019)

EL ULTIMO ILUSTRADO. Es una edición especial a propósito del centenario del nacimiento de Mario Bunge compilado para Eudeba por Antonio A. Martino. El homenajeado llegó a disfrutarla en vida.

En 2010 le envié un mail lleno de preguntas para escribir una breve biografía suya (que puedo decir con orgullo que fue de referencia hasta la salida de su autobiografía “Entre dos mundos”, 2014)”. De paso, le pedí ayuda para completar una biografía sobre José Ingenieros, para la misma revista. Entre otros datos poco conocidos Mario había sido amigo de su hija, la bióloga y maga profesional, Delia Ingenieros (1915-1995). En la última entrevista que le hizo un argentino, el Dr. Heriberto Janosch, recordó la anécdota, y añadió que con Delia no se volvieron a ver porque no le quiso revelar sus trucos a los hijos. “Una vez un mago me preguntó si yo sabía guardar un secreto, le respondí que sí y él me contestó: yo también”, le contestó Heriberto.

Mario soltó una carcajada afortunadamente inmortalizada en el siguiente video donde conversa con Janosch durante una visita a su casa en Montreal.

En Mercado Libre conseguí el libro de Delia Ingenieros (Delia Kamia era su seudónimo), “Memorias de una maga” (Ediciones Meridión, 1956), y cuando se enteró de mi hallazgo en una síntesis de la biografía de Ingenieros, me pidió que le enviara una copia. —Digame qué le puedo enviar a cambio. —Nada, siempre voy a estar en deuda con Ud., Mario —contesté. En dos semanas recibía por correo la flamante edición de Democracias y socialismos (Editorial Laetoli, 2017). Hoy, un tesoro de mi biblioteca.

Mario me solía tomar el pelo por mi interés en los extraterrestres, pese a que él también había accedido a polemizar sobre la Paradoja de Fermi y había leído, a instancias de Gino Germani (1911-1979, fundador del departamento de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras), el libro de León Festinger y otros, When Prophecy Fails (Cuando las Profecías Fallan, 1956), que no deja de ser un tratado sobre cómo preparó, se comportó y asimiló la decepción un grupo de terrícolas ante el anuncio de un plan de rescate alienígena. Esa obra, un ejemplo entre otros posibles de por qué me interesan los ET, para Mario resultó ser “un sorprendente estudio empírico de psicología social”. (“Entre dos mundos”, Cap. 9, pp. 309).

Germani lo había ido a ver a Montreal, en 1967, y Mario disentía con él porque aquel identificaba positivismo con cientificismo. “Yo los distinguía y pensaba que, pese a que los positivistas proclamaban su amor por la ciencia, la dañaban al proscribir todas las ideas que no fuesen reducibles a impresiones sensoriales”, escribió. Otro tema que abordaron aquella vez fueron los motivos por los cuales el sociólogo había dejado Buenos Aires. “Me fui porque no entendí el peronismo, y quien no lo entienda no puede trabajar allí” –le contestó.

El peronismo nunca fue para Mario un gran tema reflexión, pese a lo cual, en los últimos años, fue una pregunta que debió enfrentar más de una vez.

—Usted dijo que fue gorila. ¿Cuándo dejó de serlo?

—Demasiado tarde, cuando empezaron a derrocar las conquistas positivas del peronismo. La valorización de los sindicatos, el voto femenino…

SUS SECRETOS PARA VIVIR UN SIGLO SIN PERDER LA LUCIDEZ. Era la bajada de la portada que dedicó Noticias al centésimo aniversario de Bunge en su edición del 26/09/2019.

Quien empezó a hablar así había sido encarcelado por el peronismo y decidió abandonar el país por temor a ser asesinado. “Yo no comprendí en ese momento –continúa– que era un movimiento social importante que tenía un aspecto positivo y uno muy negativo. Lo peor es que corrompieron el movimiento obrero, se apoderaron de él, lo usaron. Demagogia pura. Entonces yo vi solo lo negativo, como Borges, que nunca comprendió”. (Prócer olvidado. Nota de Alejandra Dahia en Noticias, 26/09/2019).

De nuestros encuentros, sobre todo el de San Luis, donde tuvimos más tiempo para charlar, emergía su persistente preocupación por la Argentina, mientras hilaba antiguos recuerdos de bienaventuranza, cuando las universidades públicas era una usina de esperanza e inteligencia, contrapuestos con el creciente abandono de la educación y el desarrollo científico-tecnológico. Su humor en este sentido cambió cuando en 2007 el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Y sufrió una fuerte recaída cuando Macri ganó las elecciones (por cierto, el gobierno que degradó aquel Ministerio en Secretaría). A través de su esposa, la matemática Marta Bunge, supe que difícilmente regresarían. No les gustaba lo que estaba ocurriendo en el país ni tenían ánimos de enfrentar el clima tóxico que generaban las rivalidades políticas que se había apoderado de la sociedad argentina.

DE VIAJE. Bunge en Biarritz, en un café con conexión a internet. Mario estaba por cumplir 98 años. Foto: Marta Bunge, junio de 2018.

En las postales más luminosas de los últimos años, enviadas por Marta, Mario luce espléndido frente a la pantalla de su notebook, sumándole días a su vida en cada artículo, cada libro, cada proyecto: él siguió escribiendo sus memorias, sobre física experimental, sobre la reciente detección de ondas gravitacionales y un nuevo libro, Doing Science with Philosophy (2016).

La construcción de Bunge de su destino, el rumbo que le dio a su vida, refleja un espíritu contagioso entre quienes lo admiramos desde el llano: su deslumbrante productividad, pero sobre todo tener proyectos realistas y concretarlos, le permitió disfrutar de una vida intelectual larga, fecunda y valiosa para él y para sus semejantes. Llegó a los cien años porque siguió rutinas saludables y, sobre todo, porque no dejó de escribir, leer y pensar. Nunca le quitó el sueño el qué dirán. Sabía que la polémica le acercaba lectores, pero creo que (salvo alguna excepción, determinada por un blanco específico) era algo que no manejaba él: los medios no lo buscaban por sus contribuciones académicas si no porque era un científico que generaba titulares. Su show empezaba y terminaba con la exposición cruda de sus opiniones (objetables en la medida que reflejaban su subjetividad), las cuales a menudo no aparecen ni por asomo en su obra erudita (un conjunto de elementos a todas luces refractario para los críticos más enojados y, por lo tanto, menos interesados en aproximarse a alguna verdad).

Qué más decir, aparte de sentirme orgulloso de haber sido honrado con su amistad.

Que Mario tuvo una vida feliz, rodeado de una familia amorosa, siempre pendiente de él y de Marta, a quien le tocó ocuparse de Mario hasta último minuto al precio de descuidar su propia salud.

Para terminar, dejo la última página de sus Memorias. Es el resumen de quien ha vivido una vida plena, productiva y constructiva.

“He vivido mucho, bien y con bastante suerte. Tuve padres afectuosos, tolerantes e interesantes. He estado casado con dos mujeres que me amaron y ayudaron, y tengo cuatro hijos afectuosos y admirables, así como muchos amigos competentes, discutidores y dispuestos a formular y contestar preguntas interesantes.

AUTO FOTO. Mario, su esposa Marta y sus hijos Eric y Silvia en Montreal. Noviembre de 2018.

He trabajado en una decena de países diferentes, donde he tenido buenos amigos de formaciones y ocupaciones muy diversas. Me ayudaron decenas de investigadores en múltiples disciplinas y formé a varios pensadores. Tomé partido por varias causas, casi todas justas, y organicé o colaboré en varias organizaciones de bien público en un puñado de países diferentes.

Pensé en muchos problemas científicos y filosóficos interesantes y ensayé resolver algunos de ellos. Construí un sistema filosófico que, a mi modo de ver, es claro, coherente, y aún está al día con la ciencia. En todo caso, es el único en circulación.

A propósito, mi Tratado está dedicado a «Kanenas T. Pota, mi maestro en filosofía». «Kanenas» es el equivalente griego de «nadie», y «T. Pota», pronunciado típota en inglés, es el equivalente griego de «nada». Se trata, pues, de una paráfrasis de la broma que le hace Ulises al Cíclope cuando éste, enceguecido por aquél, pregunta: «¿Quién anda ahí?», y Ulises le responde: «Kanenas». Además de analizar y construir teorías, critiqué el oscurantismo, la seudociencia y la seudofilosofía, lo que me atrajo enemigos académicos, pero no enemigos políticos.

Siempre preferí la autoridad intelectual a la burocrática. Por esto no perdí el tiempo en intrigas académicas ni en papeleos que sólo sirven para complicar innecesariamente la vida de otros y para avanzar en la carrera administrativa.

Fui un curioso afortunado, ya que casi siempre hice coincidir mis trabajos con mis aficiones. En suma, intenté cumplir la norma básica de mi ética: disfruté de la vida e intenté ayudar a vivir.”

ENLACE EXTERNO

El filósofo incómodo. Mi despedida a Mario Bunge en Revista Noticias (28/2/20)

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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