Biblia Ovni: El Libro Gordo de los Fracasos Proféticos

Pasaron 64 años desde que la Editorial de la Universidad de Minnesota publicase Cuando las profecías fallan, el libro que diera por primera vez a conocer los resultados de una investigación que, con los años, constituyó un hito histórico para la sociología de la religión y un clásico para la psicología experimental.
Los autores ingresaron en un grupo platillista que esperaba el inminente fin de los tiempos, según las «revelaciones extraterrestres», con el fin de estudiar el grupo humano y cómo iban a afrontar las cosas el día después de la fecha señalada.
El estudio contribuyó al conocimiento de la vida interna del grupo consustanciado con el escenario de un contacto con extraterrestres y derivó en la formulación de la teoría de la disonancia cognitiva, que estudia las consecuencias psicológicas de las expectativas no confirmadas. La investigación, que incluye la ceguera ante una predicción que ha fracasado y los atajos mentales que algunos toman para reforzar y racionalizar la creencia o intensificar el proselitismo, sin duda exceden la cuestión de las profecías de carácter religioso y ayudan a desentrañar el misterioso comportamiento de muchos grupos sociales.
Pasaron 64 años, decíamos, y Cuando las profecías fallan, esta obra de referencia de Leon Festinger, Henry Riecken y Stanley Schachter, nunca había sido traducida al castellano.
Reediciones Anómalas afrontó el desafío de encargarse de su traducción del inglés y publicación. Para escribir el prólogo convocó a un antropólogo y escritor español que se mueve en estos dominios como ovni en el aire, Ignacio Cabria García, autor de Entre ufólogos, creyentes y contactados: una historia social de los OVNIS en España (Cuadernos de Ufología, 1993) y Ovnis y ciencias humanas: un estudio temático de la bibliografía 1947-2000. (Fundación Anomalía, 2002).
Agradecemos a Pablo Vergel y Cabria García la distinción de facilitar a este blog, en exclusiva, el prólogo de la edición española, que se puede adquirir aquí.

Por Ignacio Cabria García

El libro When Prophecy Fails, que aquí se edita por primera vez en español con el título Cuando las profecías fallan, es uno de esos clásicos que, seis décadas largas después de su publicación original en 1956, sigue siendo una referencia ineludible al hablar de cultos milenaristas y sus profecías. La obra del psicólogo León Festinger y dos de estudiantes graduados de la Universidad de Minnesota, Henry Riecken y Stanley Schachter, no solo fue un trabajo pionero en el estudio del fracaso[1] de las profecías, sino que además, en lo metodológico, introdujo la práctica del trabajo de campo en la psicología social. Pero sobre todo, esta obra es reconocida por haber sido donde Festinger expuso por primera vez su teoría de la disonancia cognitiva, que se convertiría en la más importante en la historia de la disciplina. Al año siguiente de la publicación del libro, Leon Festinger desarrolló en solitario la teoría en un libro titulado A Theory of Cognitive Dissonance (Una teoría de la disonancia cognitiva) [2], que es el que realmente revolucionó el campo de la psicología social, especialmente la de sesgo más individualista o psicologista, durante las dos décadas siguientes. Veamos su contenido.

Según Festinger, todos necesitamos asegurar que nuestras creencias, actitudes y conducta son coherentes entre sí, lo que se llamada consistencia cognitiva. Cuando no hay coherencia entre nuestras cogniciones se produce un conflicto interno. Es la disonancia cognitiva. Se trata de una tensión o ansiedad que se experimenta cuando las creencias o actitudes entran en conflicto con nuestros actos. La reacción lógica contra esta tensión sería cambiar la conducta, pero una reacción defensiva puede ser defender las creencias o actitudes o racionalizarlas para evitar el malestar del conflicto interno.

Esta teoría fue expuesta a la prueba de laboratorio por Festinger, junto con su colega James Carlsmith, en relación con comportamientos de la vida cotidiana, introduciendo así la metodología experimental en el campo de la psicología social. En un estudio que se ha hecho clásico, dos grupos de personas tenían que realizar una tarea repetitiva y aburrida, y luego se les pedía que contaran a otras personas que había sido muy divertida. Para ello, a un grupo se le pagaba 1 dólar y al otro 20 dólares. La intuición nos dice que aquellos que cobraron 20 dólares tenían un incentivo mayor para mentir que aquellos que cobraron solo 1 dólar. Pero los experimentadores predijeron que los que habían cobrado menos mostrarían más entusiasmo en decir que la tarea había sido divertida que los otros. Y los resultados les dieron la razón. La teoría demostraba ser contraintuitiva. La explicación estaba en que recibir 1 dólar era un incentivo muy pequeño para mentir, mientras que recibir 20 dólares era suficiente. Los que recibían menos sufrían una disonancia cognitiva mayor, que solo superaban creyendo realmente que la tarea había sido divertida.

La teoría de la disonancia cognitiva ha sido criticada en varios aspectos [3], más desde la sociología que desde la psicología, sobre todo por hacer de la disonancia el mecanismo regulador del comportamiento social y por erigirse en una explicación exclusiva y suficiente. Pero lo que nadie duda es que ha sido la teoría más importante de la psicología social. Hay quien ha comparado el papel de Festinger en esta disciplina con el de Freud en la psicología clínica y el de Piaget en la psicología evolutiva.

Así se gestó Cuando las profecías fallan.

Leon Festinger se encontraba en 1954 manejando un conjunto de hipótesis sobre las condiciones en las cuales las personas están dispuestas a defender sus creencias contra las evidencias en contra, pudiendo enfrentar la desconfirmación por los hechos defendiendo aún con mayor entusiasmo sus convicciones. Los movimientos mesiánicos y milenaristas aportaban ejemplos históricos de que, cuando fracasaban sus profecías del fin del mundo en la fecha que habían previsto, los adeptos respondían intensificando su creencia y su proselitismo, en lugar de reconocer el error. Para explicar este comportamiento paradójico, Festinger presentaba aquí por primera vez la teoría de la disonancia cognitiva. Suponía que, ante la invalidación de una profecía por los hechos, la presión para reducir la disonancia puede llevar a uno a cambiar sus creencias, pero a veces el compromiso con ellas es tan fuerte que puede ser menos doloroso cerrar los ojos al hecho de que la predicción ha fracasado, en cuyo caso se tomarán acciones que refuercen la creencia, racionalizándola o intensificando la labor de proselitismo. Pero esto solo sucede cuando la persona encuentra en quienes la rodean el apoyo necesario a sus creencias. Esta última era la quinta de cinco condiciones que se debían cumplir para que, tras el fracaso de la predicción, se pudiera esperar un resurgimiento aún más fuerte del fervor en la creencia.

Ante la escasez de datos históricos sobre los movimientos milenaristas que pudieran confirmar o negar sus hipótesis, Festinger y sus colaboradores recurrieron a la observación directa de una experiencia milenarista que se produjo aquel mismo año 1954. Cuando vieron en un periódico de Chicago (Lake City en el libro) la noticia de que seres superiores de un planeta llamado Clarión habían anunciado a una ama de casa llamada Dorothy Martin que Estados Unidos sería arrasado por una inundación, encontraron en ello el posible test para la demostración de su teoría. Contrataron a cuatro psicólogos y sociólogos, hombres y mujeres, y se introdujeron en el grupo que se reunía en torno a la señora Martin (en el libro los autores cambiaron su nombre por el de Marian Keech para proteger su anonimato, y este pseudónimo es el que seguiré utilizando, ya que se ha hecho común en todas las referencias sobre este caso).

Los autores mencionan brevemente los precedentes de este contacto en la vida de Keech, por ejemplo que había leído a Guy Ballard, fundador del movimiento espiritualista I AM (Yo Soy), y había quedado absorbida por una especie de Biblia cósmica titulada Oahspe, supuestamente revelada por escritura automática en 1880 a un dentista llamado Newbrough. Igualmente se menciona que entró en la Dianética (precursora de la secta de la Cienciología), donde conectó con sus intereses por el conocimiento de vidas pasadas, y también que se convirtió en una apasionada de los platillos volantes. Pero la intención de Festinger et al. no era analizar las creencias del grupo de Marian Keech ni sus influencias culturales, sino poner a prueba un modelo psicosocial de respuesta a la profecía del gran desastre. Me parece interesante, sin embargo, resaltar que la creencia en un mensaje apocalíptico impartido por seres del espacio exterior no surgió de la nada en la mente de Marian Keech. Había toda una serie de precedentes culturales de ese tipo de contacto, y vale la pena ubicar esta experiencia en el contexto de las creencias contactistas en la Norteamérica de los años cincuenta.

Antecedentes del contacto de Marian Keech

En primer lugar, habría que señalar que las lecturas de Marian Keech implicaban que conocía suficientemente la Teosofía, la más importante doctrina ocultista del siglo XIX, fundada por Helena Petrovna Blavatsky , que le había sido supuestamente redactada mediante canalización por unos seres altamente evolucionados del cosmos, a los que llamó «Maestros Ascendidos», algunos de los cuales residían en el planeta Venus. La Teosofía está en la base de todas las doctrinas de los contactados hasta hoy. En el mensaje apocalíptico de Marian Keech hay un componente de claro origen en la Teosofía, aunque se remonte a la antigüedad, como es la idea de la destrucción de la civilización hundiéndose en el mar igual que el continente de la Atlántida.

Hélène Smith con el psicólogo Théodore Flournoy, autor de «De las Indias al Planeta Marte» (1900).

Otra fuente de inspiración del contacto de Marian Keech fue el espiritismo. La canalización de mensajes de los espíritus de los muertos tuvo a finales del siglo XIX una modernización cuando algunos médiums comenzaron a comunicarse en sus sesiones espiritistas con seres de otros planetas. La médium conocida por el pseudónimo Hélène Smith (seudónimo de Catherine-Elise Müller) era transportada al planeta Marte en viaje astral y recibía en estado de trance mensajes por escritura automática en lengua marciana, curiosamente parecida a su lengua nativa, el francés. Esto sucedía en momentos en que Marte era el destino de moda de todas las fantasías sobre la vida en el universo. La especulación sobre la «pluralidad de mundos habitados» era una constante entre los astrónomos y filósofos, y la visión de Giovanni Schiaparelli en 1880 de unos pretendidos «canales» en la superficie del planeta Marte, y su posterior popularización por Percival Lowell, pareció hacer real la posibilidad de que existiera una avanzada civilización en Marte capaz de construir grandes obras de ingeniería.

Sin embargo, la influencia de la Teosofía hizo que no fuera Marte, sino Venus, el planeta favorito para los contactos de tipo espiritualista con otros mundos. Guy Ballard, al que Marian Keech había leído, partió de la Teosofía para fundar en los años treinta del siglo XX una religión llamada «Great I AM», en la que la fuente de inspiración era la comunicación directa con seres más evolucionados del cosmos. Ballard afirmó haber sido transportado, en un «viaje fuera del cuerpo», a una cueva bajo los montes Tetons, donde tuvo un encuentro con doce Maestros Ascendidos procedentes del planeta Venus. Todos ellos tenían cabellos dorados y ojos azules, y tocaban el violín y el arpa como en las estampas de los ángeles. Según J. Gordon Melton, uno de los mayores especialistas en nuevos movimientos religiosos, I AM constituyó el primer culto de contacto extraterrestre, con lo que sirvió así de puente entre el esoterismo decimonónico y los modernos cultos ovni [4].

Con la aparición de los platillos volantes como fenómeno social en 1947, los aficionados al ocultismo, especialmente los teosofistas, encontraron una nueva forma de explicar su credo en términos de la nueva cultura científica, y motivó que los mensajes de los contactados de los años cincuenta se enfocaran sobre los problemas de la época, principalmente el riesgo de la guerra nuclear y la degradación del planeta. Pero aquellos primeros contactados continuaron colocando el énfasis en el mensaje moral, metafísico y espiritual, más que en contenidos científicos, siendo así que una parte de ellos fundaron algún tipo de movimiento religioso.

George Adamski (1891–1965).

El hombre que marcó un antes y un después en el contactismo extraterrestre e inició toda una tradición fue George Adamski, un apasionado por el ocultismo que afirmó haber tenido el 20 de noviembre de 1952 un encuentro físico en el desierto de Mojave (California) con un ser de aspecto humano y cabello rubio recién descendido de un platillo volante, quien afirmó llamarse Orthon y ser de Venus. Los seres superiores ya no se aparecían en sueños, ni llegaban por viaje astral, ni eran seres intraterrenos escondidos en cuevas. Ahora viajaban desde los planetas vecinos en naves espaciales y manejaban un lenguaje científico con tintes apocalípticos. Orthon transmitió a Adamski la preocupación del cosmos por el peligro atómico en la Tierra, más o menos el mismo mensaje que el de la película Ultimatum a la Tierra (o El día que paralizaron la Tierra), estrenada el mismo año 1952, en la que el extraterrestre Klaatu lanza un mensaje de paz al mundo para detener la locura de las armas nucleares. Pero es que antes incluso que Adamski y meses antes de la primera prueba de la bomba de hidrógeno del 1 de noviembre de 1952, George Van Tassel era advertido telepáticamente por su contacto extraterrestre Ashtar de que cuando los terrestres hagan explotar el átomo de hidrógeno extinguirán la vida en la Tierra (así lo publicó en el primer libro de un contactado, I Rode a Flying Saucer[Yo me subí a un platillo volante]). Y George Hunt Williamson ya predecía un próximo desastre ese mismo1952, de acuerdo a lo que le había transmitido un marciano llamado Nah-9.

El año siguiente, 1953, aparecería el libro de Adamski con Desmond Leslie, Flying Saucers Have Landed (Los platillos volantes han aterrizado), en el que se narra el contacto en el desierto con el venusino, convirtiéndose rápidamente en un best-seller. El mismo año George Van Tassel empezó a organizar encuentros multitudinarias en un lugar del desierto de California llamado Giant Rock, que oficiaría como foro de contactados. En Los Ángeles se celebró la primera de una serie de convenciones sobre los platillos volantes, y en esta se presentaron Orfeo Angelucci, Truman Bethurum y Daniel Fry, que se hicieron famosos con sus relatos de contactos físicos con seres de otros planetas. En 1954, el año del mensaje apocalíptico de Marian Keech que es el objeto de este comentario, aparecieron libros sobre las experiencias de contacto extraterrestre de Bethurum, Fry y de un enigmático Cedric Allingham (de hecho, una broma de un astrónomo socarrón).

Daniel Fry, contactado. Autor del clásico «El incidente de White Sands» (1954).

Vemos pues que entre 1952 y 1954 el contacto con extraterrestres, en el que se mezcla lo científico con lo espiritual, se había convertido en un tema de candente actualidad. Aunque un fenómeno muy localizado en el sur de California y de poca difusión en la prensa, el asunto no pudo ser ajeno a Marian Keech, que frecuentaba círculos ocultistas desde los años treinta y recientemente participaba en un club de aficionados a los platillos volantes. Una prueba de su conocimiento es que el planeta Clarión, origen de su principal Guardián extraterrestre, estaba tomado del contacto de Truman Bethurum, tal como acababa este de publicar ese año 1954 en su libro Aboard a Flying Saucer (A bordo de un platillo volante). Tampoco desconocería que el contenido de los mensajes de aquellos primeros contactados versaba por lo general sobre la misma preocupación en cuanto al riesgo de que la humanidad se autodestruyera con sus armas atómicas. El anuncio del gran desastre, por tanto, formaba parte de una línea de continuidad desde la teosofía hasta el contacto extraterrestre. Y no solo ellos vinculaban los platillos volantes al desastre nuclear. El más escéptico de los científicos del momento, Donald Menzel, se preguntaba en su libro Flying Saucers (1953) si la creencia en los platillos no podría deberse a que habíamos liberado fuerzas que no podíamos controlar.

¿Eran absurdos los mensajes catastrofistas de los contactados? Para nada. En 1952 el mundo quedó asombrado ante el poder desatado por la primera bomba de hidrógeno (o bomba H). A partir del inicio de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos el riesgo de un enfrentamiento nuclear estaba latente. Los niños norteamericanos practicaban en los colegios la evacuación a refugios ante una amenaza nuclear, y muchas personas construyeron su propio refugio atómico en el jardín de su casa. La subcultura ufológica no podía quedar ausente a aquella tendencia. Según Martin Kottmeyer, que ha recogido minuciosamente esta temática [5], la paranoia impregnó el mundo de los aficionados a los platillos volantes a lo largo de los años cincuenta y sesenta. Eran los tiempos en que Estados Unidos vivía la caza de brujas del macartismo, en que cualquiera podía ser tachado de colaborar con el demonio comunista.

La recepción de la doctrina y su difusión

Como todos los contactados mencionados, Marian Keech partió de toda una base ocultista y esotérica para empezar realizando sesiones espiritistas en las que canalizaba mensajes en escritura automática, muchas veces incoherentes, y temiendo que su mente quedara confundida por espíritus de bajos niveles, algo muy común en los inicios de estas prácticas. En cierto momento descubrió que había otros seres habitando en «frecuencias vibratorias más elevadas» que intentaban hacerse oír a través de ella, a los que llamó «Guardianes». Uno de ellos, que se convertiría en su mentor principal, se llamaba Sananda. Los Guardianes eran seres «de la inteligencia del Creador», y Sananda en concreto se presentó como la moderna identidad de Jesús, de ahí la consideración de este contacto como un culto de tipo cristiano dentro de la clasificación de John Saliba [6].

En un momento determinado, una nueva entidad que se presentó como «Hermano Mayor» designó a Marian Keech su contacto en la Tierra, le ofreció orientación y le encomendó transmitir a otros mortales sus experiencias en «percepción extrasensorial» (aquí aparece también prestada la moderna terminología parapsicológica). E inmediatamente aparece en los mensajes de los diferentes Guardianes, en un arcaico inglés de resonancia bíblicas, la preocupación por las explosiones nucleares y el encargo de difundir el mensaje, lo que, según Festinger y compañeros, reflejaba los propios deseos de la señora Keech. Por otra parte, si las revelaciones religiosas transmiten siempre un deseo de regeneración moral, el contacto extraterrestre suele enunciar sus exhortaciones en términos de «enseñanza», de acuerdo con la moderna sociedad científico-técnica, en la que el conocimiento adquiere el máximo valor. Los Guardianes de Marian Keech, por ejemplo, son instructores de una escuela universal de desarrollo espiritual que prepara para el cambio que ha de venir, un cambio que encaja en las concepciones de una época de rápido desarrollo tecnológico. Pero aquí vemos la ambivalencia entre la fascinación por la ciencia y el rechazo de sus consecuencias desde un punto de vista moral. Los Guardianes transmiten «informes de progreso», pero también admoniciones contra los científicos, a los que consideran fuerzas de Lucifer en enfrentamiento con las «fuerzas de la Luz».

EN FAMILIA. Charles Laughead, Charlyn Laughead, Doroty Martin, Lillian Laughead y Charles Jr Laughead.

Si este contenido aproxima mucho el mensaje de Marian Keech al contactismo del momento, hay por el contrario una marcada diferencia entre la organización difusa de su grupo con los cultos ovni que se conocería años más tarde. A diferencia de estos, que se han basado sobre la autoridad indiscutible de un líder carismático que tiene acceso exclusivo al mensaje de los guías extraterrestres, el grupo aquí estudiado consistió en una organización laxa, de límites indefinidos, formado por personas que entraban y salían, sin un liderazgo claro ni objetivos consistentes y con tres puntos de acción (los que en el libro se denominan con los nombres supuestos de Lake City, Collegeville y Steel City). Los mensajes de los Guardianes quizá hubieran quedado en un asunto privado de Marian Keech, y la experiencia milenarista nunca habría tenido lugar, sin la conjunción de distintas fuerzas. La principal de ellas fue la intervención activa del matrimonio Laughead (en el libro se ocultó el nombre bajo el pseudónimo Armstrong) desde East Lansing, Michigan (en el libro, Collegeville). Igualmente aficionados al misticismo, la teosofía y los platillos volantes (conocieron a Adamski), fueron los Armstrong quienes dieron los primeros pasos para la organización del grupo llamado «los Buscadores» (Seekers) en Collegeville, difundieron los mensaje mimeografiados (por multicopista o ciclostil) entre un listado de más de 150 interesados y diseñaron los planes de concentración de los creyentes para ser transportados a otros planetas antes del desastre anunciado.

Dorothy Martin predijo los cataclismos para el 21 de diciembre de 1954. Más tarde dijo que Dios detuvo la catástrofe. El Dr. Charles A. Laughead perdió su empleo en la Universidad de Michigan por seguir a Martin. Margaret, hermana de Charles, pidió que declarasen al matrimonio “enfermos mentales”. (Foto: AP: Charles E. Knoblock)

Por otra parte, hubo tres fuentes de difusión de la doctrina, es decir, tres personas con acceso directo al mensaje extraterrestre. Este aspecto resulta del mayor interés, y vino seguramente motivado por la actitud reticente a dirigir de Marian Keech y por su permanente necesidad de esperar a «recibir órdenes» de arriba. Así, un día ella misma fomentó que otra mujer del grupo llamada Bertha empezara a hablar en trance personificando a Dios, o «El Creador», y a transmitir mensajes al grupo con su autoridad aún más elevada que la del Guardián Sananda. Ante la incertidumbre generada, los Armstrong fueron a consultar a una tercera fuente, una médium de Detroit (Steel City en el libro) llamada Rose Phillips (en el libro se usa el seudónimo de  Ella Lowell), que canalizaba en voz alta a un espíritu llamado Mr. Browning. Sus mensajes se enfocaban sobre el tema que interesaba a Armstrong: la evacuación de los elegidos por platillos volantes antes del desastre. Las cintas con las grabaciones de las canalizaciones de Ella Lowell eran escuchadas en el grupo con toda atención. Esta situación de ambigüedad en el liderazgo mesiánico se dio porque se consideraba que cualquiera del grupo podía ser «un potencial mensajero del espacio exterior». El resultado fue un cierto grado de incoherencia entre los distintos mensajes, a veces contrapuestos o competitivos, lo que traducía la necesidad por parte de algunas de las personas participantes de reafirmar su posición.

Leon Festinger (1919-1989).

Otro detalle que diferencia esta experiencia de otros cultos platillistas es que en este caso se dio un proselitismo débil durante toda la etapa de preparación para el desastre anunciado, siendo la protagonista principal renuente a hacer difusión de su doctrina. En el grupo de Lake City daban la bienvenida a los interesados pero sin buscarlos, mientras que los Armstrong mantenían su grupo de «Buscadores» de Collegeville en secreto, informando a los interesados de una manera muy selectiva por cartas, y a veces negando que nada importante fuera a suceder. Esta posición pasiva ante el reclutamiento parece que fue causada por algunos episodios de rechazo por la sociedad exterior, lo que les llevó en cierto momento a desconfiar. Ello se reflejaba fielmente en algunos mensajes de los Guardianes, como aquel en que se lee: «Los que están preparados serán enviados». Y siempre con la prevención de «evitar crear el pánico», «ser precavidos» y «discretos». Cuando los investigadores de la universidad de Minnesota quisieron infiltrarse en el grupo tuvieron que sortear esa actitud reacia a aceptar nuevos miembros, lo que les obligó a forzar su interés inventando extrañas experiencias de tipo paranormal. Hasta qué punto esto pudo incentivar aún más el entusiasmo de los líderes del grupo y generar una expectativa mayor en su sentido de misión es un asunto que los propios autores se plantearon como un serio cuestionamiento metodológico. En una ocasión la intervención de uno de los investigadores provocó que Bertha empezara a personificar a Dios en trance, un resultado desde luego no deseado.

Dorothy Martin / Marian Keech (1900–1992). También conocida como Sister Thedra..

Bromas, desconfirmaciones y más mensajes

De Cuando las profecías fallan se han alabado las cualidades narrativas con que los autores supieron desarrollar sus argumentos. A través del relato, que resulta ameno como una novela o un trabajo de «nuevo periodismo», conseguimos entender las acciones de los actores, aunque estas sean tan aparentemente irracionales como las que aquí se reflejan. El lector disfruta de situaciones de una enternecedora ingenuidad, como el episodio de las llamadas telefónicas de unos jóvenes que dicen ser del planeta Clarión, y cuyas palabras son creídas a pies juntillas por la señora Keech; o el de la llegada a la casa de dos «hombres del espacio» que la conminan a no difundir los mensajes, con lo que alguno de los investigadores se encontró con serias dificultades para entrar en el grupo y obtener información. En esta credulidad ante las bromas había un ansia por recibir orientaciones de cualquier que pudiera guiarles en su camino. Hay otras situaciones jocosas, como aquella en que «el Creador» transmite a Bertha que va a ser la madre de Cristo y esta empieza de pronto a sufrir dolores de parto, ante el asombro del grupo reunido. O aquella en que, tras la evidencia de que las naves no han aparecido a evacuarlos, se desvía la atención con un mensaje de los Guardianes diciendo que el marido de Bertha va a morir y resucitar ante sus ojos, con un resultado pintoresco. Y el show final ocurre cuando otro mensaje les dice que la víspera de Navidad va a aterrizar frente a la casa un platillo volante, que deben esperarlo cantando villancicos y han de invitar al acto a la prensa y al público. El ridículo de la situación quedó patente en las entrevistas de prensa posteriores. La hemeroteca nos dice que la señora Martin (Keech en el libro) fue puesta en cuidado psiquiátrico para evitar que la Policía presentara cargos contra ella por incitar disturbios que bloquearon el tráfico.

Los autores muestran cómo a lo largo de los dos meses de tensa espera del desastre anunciado se van generando repetidas predicciones, que representaban búsquedas de pruebas que confirmaran al grupo en su creencia. Algunas de esas predicciones se debían a los bromistas de los que eran objetivo, como cuando reciben una llamada telefónica del protagonista de la serie de ciencia-ficción Captain Video and his Video Rangers, que se emitía por entonces diariamente por televisión, y Captain Video dice a Marian Keech que un platillo volante va a aterrizar en el patio trasero de la casa a las 4 de la tarde para evacuarlos de la Tierra. Ante el incumplimiento de la promesa, la señora Keech da satisfacción a las expectativas de los reunidos transmitiendo nuevos mensajes de Sananda en los que se racionaliza el hecho. Esa misma noche el grupo recibe el mensaje de que los elegidos van a ser evacuados a las 12 de la noche. De nuevo, al incumplimiento de la predicción sigue una explicación: era un simulacro de entrenamiento básico. Siempre racionalizaciones que sirven para confirmar aún más la fe.

La noche del 20 de diciembre, la de espera definitiva de la evacuación antes del desastre mundial que ha de ocurrir a la mañana siguiente, los platillos volantes no aparecen, y el desastre no ocurre. De qué manera el grupo consigue racionalizar la situación confirmando la hipótesis de Festinger de que a la desconfirmación ha de seguir un aumento del proselitismo, no lo voy a adelantar, porque a un final con intriga, como en toda buena novela, no se le puede hacer un spoiler. La solución que el grupo encuentra es lo suficientemente brillante para que se lance a una campaña de difusión y proselitismo que recuerda a la de los apóstoles de Jesús tras la resurrección.

La conclusión más importante de estos hechos es que aquellos que permanecieron solos en sus casas en los momentos clave se sintieron desilusionados por los fracasos de las predicciones y abandonaron, mientras que los que esperaron la llegada de las naves en grupo mantuvieron su fe. Esto confirmaba el punto cinco de las hipótesis previas como la más importante: el apoyo externo era fundamental para reducir la disonancia tras la desconfirmación manteniendo la creencia y emprendiendo un mayor proselitismo. Aunque, como luego veremos en las críticas a la teoría, el grupo se mantuvo apenas unos días activo y después se produjo su dispersión, lo que pone en cuestión de alguna manera las conclusiones.

Una nota sobre la metodología

El concepto de disonancia cognitiva era eminentemente psicologista, pero en esta primera formulación se aplicó a un comportamiento social. Además de caracterizar los actos individuales de los sujetos, los autores analizaron la interacción de cada uno con el grupo y la manera como las acciones colectivas condicionaron las respuestas individuales. Aparte de este componente sociológico de la investigación, la inmersión de los observadores en el grupo, es decir la práctica de la observación participante, constituye la técnica propia de la antropología social, por lo que nos encontramos con una visión interdisciplinar tal como exigía el objeto a estudiar. Los autores no ahorran la autocrítica, no obstante, por la manera en la que la penetración de un número tan nutrido de investigadores (los autores más cuatro observadores contratados) en un grupo tan pequeño (normalmente unas 10 personas fuertemente comprometidas, más otras 20 aproximadamente de forma discontinua) pudo haber alterado la evolución de los acontecimientos. Además, los propios autores aceptan que su sola presencia en el grupo pudo contribuir a reforzar las actividades y creencias. Cuando se produjo la invalidación final del anuncio profético, la entrada en el grupo de un nuevo observador provocó que fuera tomado por un «hombre del espacio», debido a la expectativa existente de que alguien traería respuestas, lo que vino a reforzarles en su convicción de estar en el camino adecuado. Ante las repetidas invalidaciones, los observadores buscaron provocar respuestas racionalizadoras por parte de los miembros, generándose así respuestas en el terreno simbólico. ¿Era esta la consecuencia inevitable sin este pequeño impulso exterior? Probablemente sí, pero no lo sabemos. Por otro lado, algún comentarista ha cuestionado si la investigación en su conjunto fue ética, teniendo en cuenta que los observadores se infiltraron utilizando mentiras, y si fue ético publicar los resultados solo dos años después, aunque fuera ocultando nombres y lugares.

Obra de Laura Naguel

Valoraciones de Cuando las profecías fallan

El grupo de Marian Keech, que no tenía nombre, era pequeño en relación con lo que se ha encontrado después en otros cultos relacionados con los ovnis, y fue de corta duración, apenas un año. No tenía un liderazgo claro, y ni siquiera se le podría denominar propiamente un culto, ya que careció de algunas de las características que definen a los movimientos religiosos. Aquel núcleo no habría pasado de constituir una anécdota en la historia de los mensajes milenaristas de no haber dado lugar al libro Cuando las profecías fallan. De hecho, este mismo libro no produjo en el momento de su aparición más que unas pocas referencias académicas, y parece ser que ninguna de ellas destacaba de manera especial la teoría de la disonancia cognitiva. Pero la aparición posterior de importantes cultos platillistas (basados sobre la comunicación con seres superiores del espacio) y la explosión de Nuevos Movimientos Religiosos (NMR) en la década de los sesenta atrajo una atención cada vez mayor hacia el libro de Festinger et al. y hacia la teoría de la disonancia cognitiva en las profecías. Desde la publicación del libro en aquel lejano 1956 se han generado una serie de estudios de casos de profecías religiosas en los que se ha analizado la invalidación de estas desde el punto de vista de la teoría de la disonancia cognitiva y se ha sometido a crítica el libro que estamos comentando.

En el ámbito específico de los cultos ovni, la obra colectiva coordinada en 1995 por James Lewis titulada The Gods Have Landed (Los dioses han aterrizado), de la que se han incluido antes algunas citas, incluyó referencias al libro de Festinger et al. en cuanto al tratamiento de las profecías fallidas. Otra obra colectiva de este tipo fue la coordinada en 2003 por Christopher Partridge titulada UFO Religions (Religiones Ovni)[7], que, aunque tampoco esté orientada expresamente a la crítica de la disonancia cognitiva, contiene referencias a este libro igualmente en los aspectos del mensaje apocalíptico y al incumplimiento de profecías.

En el año 2000, precisamente la fecha en la que algunos temían el fin de los tiempos, Jon R. Stone compiló, bajo el título Expecting Armageddon: Essential Readings in Failed Prophecy (Esperando el Armaggedon: Lecturas esenciales sobre el fracaso de las profecías)[8], una serie de artículos sobre profecías que se habían publicado en distintos medios desde la aparición del libro de Festinger, Riecken y Schachter. Y coincidiendo con el cincuenta aniversario de su publicación, Diana Tumminia y William Swatos hicieron una nueva compilación de trabajos que sirvieran como revisión de aquella obra clásica de la psicología social. Se publicó en 2011 con el título How Prophecy Lives (Como viven las profecías)[9]. Veamos en resumen algunas de las conclusiones que se pueden extraer de estos estudios

En lo esencial las experiencias confirman la tesis central de Festinger de que la gente tiende a responder a la profecía fracasada de formas que reafirman su fe. Se ha confirmado a través de los casos que, tras el fracaso de profecías milenaristas, el proselitismo ayuda a reducir la disonancia, pues, si tiene éxito, el verse rodeados de nuevos adeptos ayuda a superar la ansiedad. No es siquiera necesario que el proselitismo tenga éxito para que se reduzca la disonancia entre los miembros del grupo. Según su argumentación circular, habrían tenido una confirmación de cualquier manera: los que creen se salvarán y los que no creen perecerán en el desastre.

Stanley Schachter

Sin embargo, la misma hipótesis central de Festinger del aumento del proselitismo como respuesta al fracaso de una profecía ha sido puesta en cuestión, empezando porque partía de casos históricos no suficientemente documentados, y en los casos reciente no siempre se responde al fallo predictivo de la misma manera. De ahí que se haya considerado como insuficiente la teoría de la disonancia cognitiva para dar cuenta de las profecías en los cultos milenaristas. Estudios recientes apuntan a que el aumento del proselitismo es solo una de las respuestas posibles al incumplimiento del anuncio profético como forma de reducir la disonancia, y no la más frecuente. Las religiones han utilizado diferentes estrategias adaptativas para hacer frente a la realidad de que el mundo no se ha destruido, dependiendo de si el grupo recibía o no el suficiente apoyo interno de sus seguidores, de si era ridiculizado por el mundo exterior, etc. En algunos casos la justificación dada ante el fracaso evidente de una predicción ha sido que Dios les ha utilizado para prevenir al mundo, al tiempo que ponía a prueba la fe del grupo. Del estudio de profecías lanzadas en el seno de religiones históricas –como la fe Baha’i- se extrae que la invalidación se ha superado refugiándose en la doctrina, mientras que en otras -como los Testigos de Jehová- los repetidos fallos en las fechas del fin de los tiempos han sido tomados como confirmaciones parciales, racionalizado que las fechas del fin del mundo se han ido retrasando dando nuevas oportunidades para el despertar hacia la salvación. Como vemos, es más común la negación del fracaso «espiritualizando» el cumplimiento de la profecía. En el caso del grupo de Marian Keech, se ha criticado como conclusión apresurada que se produjera  una intensificación del proselitismo cuando el desastre no sucedió. De hecho, la etapa de apertura del grupo al exterior y de intensificación del proselitismo duró apenas unos días. Un mes después el grupo se había desarticulado y sus miembros se habían dispersado en distintas direcciones. Hay estudios de caso en los que al incumplimiento profético ha seguido la desaparición del culto.

Se ha criticado el modelo de Festinger et al. en cuanto que presenta a los personajes como movidos por fuerzas irracionales que no entienden, proponiendo en su lugar un entendimiento más espiritual de la profecía. Como vemos en el libro, las personas que se reunían en torno a Marian Keech no eran fanáticos que siguen irracionalmente un dictado, sino que buscaban un camino espiritual a través de hechos y señales esperando comprender. En las últimas décadas se han abierto otras perspectivas más allá de la disonancia cognitiva para interpretar las consecuencias del fallo profético, abarcando otros aspectos de todo un proceso de gestión de la invalidación en los grupos religiosos. Esto significa diversificar el foco hacia un análisis multidimensional de la profecía.

PRESENTACIÓN. El 14 de marzo de 2019, Pablo Vergel, Diego Marañón e Ignacio Cabria García en la librería Gil de Santander. Era presentado en sociedad «Cuando las profecías fallan», el gran clásico de la psicología social de Festinger, inédito en castellano hasta que lo resucitó Reediciones Anómalas.

¿Pero es el anuncio profético el eje sobre el que gravita un culto? Algunos autores, desde Melton a Tumminia, han cuestionado que la totalidad del sistema de creencias de un grupo dependa de hecho de la profecía, aduciendo que esta es solo un mecanismo de apoyo en un complejo sistema de relaciones interpersonales. Una interpretación común de los expertos es que las profecías son solo pruebas de fe. Incluso el concepto de fracaso de la profecía se ha mostrado discutible. De los casos estudiados se extrae que el apoyo social y la posibilidad de reinterpretar la profecía fallida se alimentan mutuamente, de manera que la predicción raramente fracasa para los comprometidos con ella. Lo que es visto como desconfirmación por el observador externo puede no ser visto así por el adepto. Por otro lado, los científicos sociales han dudado de la capacidad de la psicología social para identificar creencias disonantes e incumplimientos de profecías con criterios objetivos desde una observación externa. Como señalan Hood, Hill y Spilka [10], desde una visión más sociologista de las profecías habría que tener en cuenta los procesos interpersonales que construyen una realidad socialmente compartida, y señalan que los grupos religiosos «siempre luchan racionalmente con el significado de las profecías, que se convierten no en falsas, sino en problemáticas» (p. 241). El reconocimiento del desastre (o la transformación que se anuncia) es un proceso socialmente construido, y por tanto no puede ser inequívocamente desconfirmado. Negar que la profecía haya fallado es, por tanto, la respuesta más común en los grupos proféticos.

A pesar de los cuestionamientos, como señala Tumminia, todos los investigadores posteriores han caminado a hombros de aquel estudio pionero de Festinger, Riecken y Schachter, y el concepto de disonancia cognitiva sigue vivo en la psicología social para describir las contradicciones que encontramos cada día entre nuestras actitudes y nuestras creencias, más aún cuanto más comprometidos estamos con nuestras acciones.

Agostinelli (izquierda) junto a Ignacio Cabria (remera naranja) en el cerro Arco (Mendoza, Argentina), patria de la «ciudad intraterrestre» de Isidris. El resto son amigos, integrantes de la banda «Karamelo Santo» (1993).

Epílogo de Marian Keech

Más allá de las desventuras de la historia que aquí se narra, Marian Keech, es decir, Dorothy Martin, siguió siempre comprometida con su mensaje y su doctrina. Después de abandonar Chicago ingresó en un centro de Dianética en Arizona, donde se hizo llamar Hermana Thedra. Desde Arizona escribió cartas a sus antiguos compañeros en las que manifestaba aún su esperanza en una intervención del espacio exterior. De allí se desplazó junto con George Hunt Williamson y otros seguidores a la localidad peruana de Moyobamba, en el lago Titicaca (Perú), donde fundaron juntos una comunidad llamada Priorado de Todos Los Santos. En este periodo tuvo experiencias visionarias con mensajes apocalípticos sobre cataclismos en los que emergería de nuevo el continente de la Atlántida y llegarían los platillos volantes. En 1961, abandonada por sus compañeros y sin medios económicos, retornó a los Estados Unidos y montó en Monte Shasta (lugar conocido por ser centro de peregrinaje de místicos y contactados) la Asociación de Sananda y Samat Kumara (nombres de dos de los Guardianes), continuando con sus predicaciones de mensajes espaciales. En 1988 hizo su último traslado, esta vez a Sedona (Arizona), el mayor centro New Age de Norteamérica Allí falleció en 1992, con 92 años de edad. En el último momento antes de morir, tomó un bolígrafo y escribió el último mensaje de su Guardián Sananda, en el que le comunicaba sus planes para la vida en el más allá, añadiendo: «Ha llegado el momento de que salgas del lugar en el que estás… Deja que suceda, pues muchos te saludarán con gritos de júbilo«[11].

No parece que Dorothy Martin sufriera nunca una desconfirmación que la hiciera abandonar sus creencias. Esta que van a leer fue su contribución para que científicos como Festinger, Riecken y Schachter nos regalaran un clásico de las ciencias humanas en torno a las profecías en los cultos modernos.

NOTAS

[1] Los autores en el original utilizan el término disconfirmation para referir el fracaso o no cumplimiento de la profecía. A falta de una traducción directa al español de aquel término, se ha traducido como «invalidación», «refutación», «no cumplimiento», «incumplimiento» o, si se nos permite la licencia,  la traducción libre «desconfirmación». (N.del T.)
[2] Fue publicado en español en 1975 por el Instituto de Estudios Políticos con el título Teoría de la disonancia cognoscitiva, y está descatalogado hace mucho tiempo. Prueba de la importancia de este autor es que Paidós Ibérica publicó en 1992 español su libro Los métodos de investigación en ciencias sociales.
[3] Una buena revisión es la de Anastasio Ovejero Bernal, Leon Festinger y la psicología social experimental: la teoría de la disonancia cognoscitiva 35 años después. Psicothema vol. 5 nº 1, 1993.
[4] Gordon Melton. Contactees: A Survey. En James Lewis (ed.). The Gods Have Landed. New Religions from Other Worlds. State University of New York Press, Albany, 1995.
[5] Ver la recopilación de Martin Kottmeyer titulada Transmutaciones y transfiguraciones, Fundación Anomalía, Santander, 2001.
[6] John Saliba. Religious Dimensions of UFO Phenomena. (Dimensiones religiosas del fenómeno ovni) En James Lewis (ed.). The Gods Have Landed. New Religions from Other Worlds (Los dioses han aterrizado. Nuevas religiones de otros mundos). State University of New York Press, Albany, 1995.
[7] Christopher Partridge (ed.). UFO Religions. Routledge, Londres, 2003.
[8] Jon R. Stone (ed.). Expecting Armageddon: Essential Readings in Failed Prophecy. Routledge, Nueva York, 2000.
[9] Diana Tumminia y William Swatos (ed.). How Prophecy Lives. Brill, Leyden y Boston, 2011.
[10] Ralph Hood, Peter Hill y Bernard Spilka. Psychology of Religion. An Empirical Approach (Psicología de la religion. Un enfoque empírico)  5ª ed. Guilford Press, Nueva York, 2018.
[11] El mensaje fue distribuido por la Asociación Sananda y Samat Kumara. En Jerome Clark. The Odissey of Sister Thedra, en Diana Tumminia (ed.). Alien Worlds. Social and Religious Dimensions of Extraterrestrial Contact. Syracuse University Press, New York, 2007.

5-meniquesClasificación. 1 meñique fracturado: pésimo. 1 meñique:malo. 2 meñiques: regular. 3 meñiques: bueno. 4 meñiques: muy bueno. 5 meñiques: excelente.

PARA IMPRIMIR: Bajar PDF de Prólogo a la edición española de «When Prophecy Fails», de Festinger, Riecken y Schachter. Por Ignacio Cabria García.

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ILUSTRACIONES: La portada es una pintura Eugenia Loli.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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