Leloir y las diez claves del éxito en la investigación científica

¿Sabías que la salsa golf fue inventada en 1920 por el médico y bioquímico argentino Luis Federico Leloir? Si no te interesa la gastronomía pero sí el problema de la hipertensión arterial, la investigación a nivel del Primer Mundo en el Tercero y otras claves para asegurar el éxito de un emprendimiento científico en un país empobrecido y hostil, en este artículo encontrarás las respuestas.
A 110 años del nacimiento del Premio Nobel argentino.

Por Mario Bunge

luisfleloir

El investigador argentino Luis F. Leloir (1906–1987) dejó una marca indeleble en la bioquímica fisiológica. Ella le valió el Premio Nobel en 1970. También formó una nutrida y vigorosa escuela. Sus 55 años de investigación científica ininterrumpida son un modelo de ingenio y laboriosidad, así como de trabajo en equipo con medios modestos. Leloir confirmó lo que habían mostrado antes los hermanos Florentino y Carlos Ameghino, Bernardo Houssay, Enrique Gaviola, y unos pocos más: que se puede hacer investigación científica de nivel internacional en un país subdesarrollado e incluso, aunque precariamente, en medio de convulsiones políticas.

¿Cuáles son las claves del éxito de Leloir en un medio indiferente a la ciencia y en ocasiones hostil a ella? El propio Leloir nos revela algunas de esas claves en su autobiografía científica, titulada “Long ago and far away”, publicada en la Annual Review of Biochemistry de 1983. (El título parece haberse inspirado en el de la bella aunque olvidada novela de William Henry Hudson, «Far away and long ago», que trata del Río de la Plata a mediados del siglo XIX.)

Houssay y Leloir. Maestro y discípulo, ambos Premios Nobel.
Houssay y Leloir. Maestro y discípulo, ambos Premios Nobel.

Primera clave: desde joven Leloir tuvo curiosidad por entender los procesos biológicos que veía en su entorno, especialmente en el campo (“estancia”) de sus padres. Sin curiosidad puede formarse un técnico de laboratorio pero no un investigador original. Desde luego, la curiosidad no basta: también es preciso el estudio disciplinado Cuando Leloir descubrió que su química de médico no le bastaba, tomó cursos de química en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.

Segunda clave: Leloir eligió un excelente guía, el doctor Bernardo A. Houssay, maestro directo o indirecto de todos los científicos argentinos de su tiempo y también de unos cuantos extranjeros. Houssay, años después galardonado con el Premio Nobel, le sugirió un tema de tesis doctoral e incluso le ayudó a operar animales de laboratorio. ¿Cuántos maestros están dispuestos a hacer de asistentes de sus discípulos?

Tercera clave: siguiendo el ejemplo de su maestro, Leloir siempre escogió temas de investigación que le apasionaban y que, pese a ser de vanguardia, eran abordables con los escasos medios disponibles en el país. Lejos de convertirse en esclavo de instalaciones costosas, utilizó los aparatos como herramientas para explorar la naturaleza y poner a prueba sus corazonadas. Este es uno de los secretos de la investigación original en los países pobres: suplir con ingenio la escasez de medios. En estos países es absurdo, e incluso inmoral, invertir mucho dinero para copiar lo que se hace en países avanzados.

nobel
Luis F. Leloir recibió el Premio Nobel en Química el 27 de octubre en 1970.

Cuarta clave del éxito de Leloir y la única virtud de que hacía gala ese hombre llano y abordable: poseía una excelente capacidad para trabajar en equipo. Este estilo de trabajo, típico de las ciencias experimentales, era prácticamente desconocido en el país en el año 1932, cuando Leloir comenzó su carrera de investigador. Lo era no sólo porque había muy pocos científicos, sino también porque los argentinos solemos ser excesivamente individualistas. Hoy día no se puede hacer trabajo experimental de punta si no es en equipo: la complejidad es tal que hace falta el concurso de varios especialistas. Pero el director del equipo debe tener una visión global y debe orquestar las tareas e integrar los resultados parciales. La función del Leloir maduro, a partir de los años cuarenta, fue precisamente la de director de orquesta. (Sus colaboradores le llamaban afectuosamente “Dire”.)

Quinta: gran tenacidad unida a un fino sentido del humor que haga soportables la pesada rutina y el frecuente fracaso. El propio Leloir cuenta que, las pocas veces que uno de sus experimento tenía éxito, comentaba con sus colaboradores. “Como ven, nada puede resistir a la investigación sistemática”. Pero cuando el experimento fracasaba, y tanto él como sus colaboradores, como su colaborador directo, el doctor Juan Carlos Fasciolo, se sentían desalentados, les levantaba el ánimo comentando: “Como ven, nadie puede resistir la investigación sistemática”.

Luis Leloir:“La vida de un investigador es igual a la de otra persona, con la diferencia de que uno tiene que trabajar mucho pero se divierte con lo que hace.”

Sexta clave: no interrumpir el trabajo ni aun cuando se venga abajo la estantería, como dice el tango. Cuando, a mediados de los años cuarenta, no le fue posible seguir trabajando en la universidad peronizada, Leloir se fue a investigar a Estados Unidos. A su regreso tuvo la fortuna de que un empresario industrial como los hay pocos, don Jaime Campomar, le ofreciera financiarle un instituto privado de investigaciones bioquímicas. El Instituto Campomar, dotado de laboratorios modernos aunque sin lujo, sigue en pie. Fue allí donde Leloir hizo sus investigaciones más importantes y donde formó a casi todos sus discípulos en el curso de cuatro décadas, mientras las universidades eran destruidas y reconstruidas de vez en cuando. (En 1986, Leloir me invitó a dar una charla en su Instituto. Después de la charla me invitó a incorporarme a su equipo alegando que necesitaba un metodólogo.)

Séptima clave: explotar el fracaso en vez de desanimarse. Si un experimento falla, o sea, si no se encuentra un resultado razonable, se lo repite, de fallar este intento, se revisa el diseño experimental o las hipótesis que lo han inspirado. Por ejemplo, puede ocurrir que la substancia que se ha buscado infructuosamente no exista. Pero también puede ocurrir que haya sido destruida o inactivada prontamente. Esto es, precisamente, lo que ocurrió con la angiotensina, el primer éxito de Leloir. Él cuenta que Eduardo Braun Menéndez le instó a persistir pese al fracaso inicial. (También Braun había salido de la oligarquía, era igualmente constructivo y simpático, y dejó una obra importante truncada por un accidente de aviación.)

Octava clave: combinar la ambición y la audacia científicas con la modestia en la evaluación de la propia obra y en el trato personal. Pese a ser porteño incluso en el habla, Leloir era de una modestia y afabilidad proverbiales. No era humilde, porque el humilde no tiene aspiraciones, a no ser la arrogante de la humildad. La persona humilde no se propone hacer nada importante. La persona modesta propone planes realizables para alcanzar objetivos importantes y precisos. El hombre humilde pide ayuda, el modesto propone colaboración. El hombre humilde se siente derrotado antes de empezar, el modesto sigue trabajando.

Leloir en Canal Encuentro

Me atrevo a decir que hay otras dos condiciones de éxito para la continuidad del esfuerzo científico en medio de las convulsiones del Tercer Mundo.

Novena clave: Disponer de medios de vida propios, que le permitan a uno seguir trabajando pese a la incierta y mezquina remuneración del trabajo científico. (A propósito los casos de Leloir y de Braun Menéndez refutan la tesis marxista vulgar de que la posición social del científico determina el contenido de su obra. La ciencia auténtica no tiene un contenido clasista. La pertenencia a una clase privilegiada sólo da una oportunidad excepcional para hacer ciencia desinteresada en un medio pobre.)

Décima y última clave: Una condición que favorece la continuidad del esfuerzo científico es la mansedumbre política.

Leloir cumplía ambas condiciones. No es que sean suficientes, ni siquiera necesarias, para asegurar la productividad y la estabilidad. Pero sin duda ayudan a quien sabe usarlas.

No resisto la tentación de comparar a Leloir con su maestro, nuestro maestro, Bernardo Houssay, ganador del premio Nobel en 1947. Houssay me pareció excesivamente seguro de sí mismo, adusto y distante. Era y se sabía no sólo investigador de primera línea sino también apóstol de la ciencia que predicaba en el desierto. En esto Houssay se parecía a otro gran científico argentino, el astrofísico Enrique Gaviola, con quien me peleé tanto por motivos filosóficos y políticos, que terminamos siendo íntimos amigos. También Gaviola era de pocas pulgas e impaciente con los ignorantes, los simuladores y los malos burócratas y estaba inflamado por el mismo celo apostólico que Houssay. Leloir era muy diferente. No era un luchador sino un investigador puro. Lejos de ser adusto y puritano, era amable, campechano y chistoso. No intimidaba a nadie, y todos los que lo conocían simpatizaban inmediatamente con él.

Salsa Golf. En los años 20, mientras almorzaba con amigos en el restaurante Golf Club de Mar del Plata, Leloir le pidió al mozo vinagre, limón, mostaza, ketchup y especias y se puso a trabajar. Se había aburrido de comer mariscos con mayonesa. “Pude ser millonario, pero no la patenté”, dijo
Salsa Golf. En los años 20, mientras almorzaba con amigos en el restaurante Golf Club de Mar del Plata, Leloir le pidió al mozo vinagre, limón, mostaza, ketchup y especias y se puso a trabajar. Se había aburrido de comer mariscos con mayonesa. “Pude ser millonario, pero no la patenté”, dijo

Yo tuve la fortuna de toparme varias veces con Leloir. La primera fue en Oviedo, en ocasión de la entrega de los premios Príncipe de Asturias de 1982. En esa ocasión cenamos junto con don Severo Ochoa, también bioquímico, premio Nobel, lleno de chispa y poseedor de una personalidad fascinante. (Tres años antes coincidimos en México, en una reunión organizada por las Naciones Unidas.) Gocé enormemente escuchándoles debatir un par de problemas científicos de actualidad en términos tan sencillos que incluso un lego como yo pudo seguirles el hilo e incluso meter baza en la conversación. ¡Qué diferencia con los profesores pomposos que debimos sufrir la mayoría de nosotros!

Moraleja 1: Se puede hacer ciencia de punta en el subdesarrollo.

Moraleja 2: Las condiciones para hacer ciencia de punta en el subdesarrollo son tantas, que sólo pocas personas logran hacerla de manera sostenida.

Publicado originalmente en «Cápsulas» de Mario Bunge (Gedisa, 2003, Barcelona). En Fondo Bunge.

RELACIONADAS

La ciencia de los pobres
La venganza de Einstein: ondas de espacio y tiempo
La creciente irrelevancia de las noticias científicas
La física teórica… contra las cuerdas
Juan Azcoaga (1925-2015): un neuropsicólogo contra las fábulas transcientíficas
Irreversibilidad, caos y tiempo
La cosmología no debería ser un circo (reflexiones sobre el señor Stephen Hawking)
John Allen Paulos: metamemorias de un matemático heterodoxo
El sesgo del autor: atrevete a pensar por tu cuenta
Filosofía & ciencia: charlas y chispazos en el ágora porteño
Jorge Wagensberg, el científico que viajó en el tiempo
El universo es una perversa inmensidad
La importancia de la estupidez en la investigación científica
Rugby caótico cerca de Plutón
Carl Sagan: lejos de la santidad, cerca del hombre
Escepticismo del bueno
La serpiente que faltaba
Quisimos tanto a Deodoro

ENLACES A NOTAS DE Y SOBRE BUNGE
Mario Bunge: “Bienvenidos al populismo de derecha”
Filosofía & ciencia: charlas y chispazos en el ágora porteño
Mario Bunge: nadie es profeta en su tierra
Descargar Bibliografía de Bunge
Bunge y “el Paraguay racionalista” enamorados
Biblioteca Bunge, un proyecto a la medida de sus fans
Un materialista científico en China
Momentos memorables con Mario Bunge
De cómo la memoria afecta la experiencia
Mario Bunge: poca fama, mucho prestigio
Mario Bunge y el detector de la fama científica
Bunge sobre Mario Pantaleo
El vendaval filosófico

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
Alejandro Agostinelli en Twitter
Alejandro Agostinelli/Factor 302.4 en Facebook
+ info sobre el autor, Wikipedia en Español
+more info about Wikipedia English