Por Martin A. Schwartz
Departamento de Microbiología, Sistema de Salud de la Universidad de Virginia, Charlottesville, VA 22908, EE.UU.
Hace poco vi a una vieja amiga por primera vez en muchos años. Habíamos estado estudiando juntos el doctorado en ciencias, aunque en diferentes áreas. Más tarde abandonó la escuela de posgrado, fue a Harvard Law School y ahora es una abogada senior de una organización ambiental. En algún momento la conversación giró en torno a por qué había dejado los estudios de posgrado. Para mi asombro, ella dijo que era porque la hacía sentir estúpida. Después de un par de años de sentirse estúpida todos los días, ella estaba dispuesta a hacer otra cosa.
Yo había pensado en ella como una de las más brillantes personas que conocía y su carrera posterior apoya esa opinión. Lo que dijo me molestó. No dejaba de pensar en ello; en algún momento al día siguiente, me di cuenta. La ciencia me hace sentir estúpido. Es sólo que me he acostumbrado a ella. Tan acostumbrados a que, de hecho, busco activamente nuevas oportunidades de sentirme estúpido. No sabría qué hacer sin ese sentimiento. Incluso creo que se supone que debe ser de esta manera. Dejenme que les explique.
Para casi todos nosotros, una de las razones porque nos gustaba la ciencia en la escuela secundaria y la universidad es que es debido a que sacamos buenas notas. Pero esa no puede ser la única razón. La fascinación con la comprensión del mundo físico y la necesidad emocional de descubrir nuevas cosas también tiene que ver. Pero en la escuela secundaria y en la universidad esto significa que al aprobar los cursos con buenas notas nos hará sentirnos inteligentes.
Un doctorado (PhD), en el que tienes que llevar adelante un proyecto de investigación, es una cosa totalmente diferente. Para mí era una tarea de enormes proporciones. ¿Cómo podría formular las preguntas que darían lugar a descubrimientos importantes? El diseño y la interpretación de un experimento de manera que las conclusiones sean absolutamente convincentes, prever las dificultades y ver las formas a tu alrededor, o, en su defecto, resolverlo cuando se produjo?
En mi proyecto de doctorado, que fue algo interdisciplinario, a veces me encontraba con algún problema e incomodaba a los expertos del departamento de la facultad en las diversas disciplinas que necesitaba. Recuerdo el día en que Henry Taube (ganador del Premio Nobel dos años más tarde) me dijo que no sabía cómo resolver el problema que tenía en su área. Yo era un estudiante graduado de tercer año y pensaba que Taube sabía mil veces más que yo (estimación conservadora). Entonces, si él no tenía la respuesta, nadie la tendría.
Fue entonces cuando me di cuenta: nadie en el departamento tendría la respuesta. Es por eso que se trataba de un problema de investigación. Una vez que me enfrenté a este hecho, resolví el problema en un par de días. (En realidad no era muy difícil; pensé que tenía que probar un par de cosas).
La lección fundamental es que en el ámbito de aplicación de cosas que no sabía no eran meramente vastas; eran, a todos los efectos prácticos, infinitas.
En vez de desalentarme esto fue liberador. Si nuestra ignorancia es pues infinita, el único curso de acción posible es salir del paso lo mejor que podamos.
Me gustaría sugerir que nuestros programas de doctorado a menudo hacen a los estudiantes un mal servicio de dos maneras.
En primer lugar, no creo que los estudiantes se den cuenta lo difícil que es hacer investigación. Y que es muy pero muy difícil hacer una investigación importante.
Es mucho más difícil que estudiar incluso cursos muy exigentes. Lo que hace difícil a la investigación es la inmersión en lo desconocido.
Nosotros simplemente no sabemos lo que estamos haciendo. No podemos estar seguros de si estamos haciendo la pregunta correcta o haciendo el experimento correcto, hasta que obtengamos la respuesta o el resultado. Es cierto que la ciencia se hace más difícil por la competencia por las subvenciones y el tratar de publicar en las principales revistas científicas. Pero aparte de todo eso, hacer investigación importante es intrínsecamente difícil y aún con el cambio en las políticas departamentales, institucionales o nacionales no tendrán éxito en la disminución de su dificultad intrínseca.
En segundo lugar, no hacemos un buen trabajo al enseñar a nuestros alumnos cómo ser productivamente estúpidos –es decir, si no nos sentimos estúpidos esto significa que no lo estamos intentando realmente.
No estoy hablando de “Estupidez Relativa”, en la que los otros estudiantes de la clase han leído el material, lo han analizado y se han sacado notas A en el examen, mientras que vos no. Tampoco estoy hablando de la gente brillante que podría estar trabajando en las zonas que no coinciden con sus talentos. La ciencia consiste en enfrentar nuestra “Estupidez Absoluta”. Ese tipo de estupidez es un hecho existencial, inherente a nuestros esfuerzos para impulsar el camino hacia lo desconocido.
Los exámenes preliminares y la tesis hacen que el comité de la facultad empuje al estudiante a un punto tal que comience a dar respuestas incorrectas, a darse por vencido o a decir: «No sé».
El objetivo del examen no es ver si el estudiante obtiene todas las respuestas correctas. Si lo hace asi, es la facultad que no pasó el examen. El objetivo es identificar las debilidades del estudiante, en parte para ver dónde se tiene que invertir más esfuerzo y en parte para ver en qué nivel de conocimiento el estudiante falla dentro de un proyecto de investigación.
La Estupidez Productiva significa ser ignorante por elección. Te obliga a centrarte en las cuestiones importantes que nos ponen en la incómoda posición de ser ignorantes.
Una de las cosas bellas de la ciencia es que nos permite equivocarnos de tiempo en tiempo y sentirnos perfectamente bien mientras aprendemos algo cada vez.
Sin duda, esto puede ser difícil para los estudiantes que están acostumbrados a encontrar las respuestas correctas.
Sin duda, niveles razonables de confianza y resistencia emocional ayudan, pero creo que la educación científica puede hacer más para aliviar lo que es una transición muy grande: desde aprender lo que otras personas han descubierto hasta hacer nuestros propios descubrimientos.
Cuanto más confortables nos sentimos siendo estúpidos, más profundamente nos sumergiremos en lo desconocido y más probabilidades tendremos de hacer grandes descubrimientos.
Fuente: Journal of Cell Science 2008 121:1771, descargar en pdf desde Giseis.Alaska.edu
Traducción: Oscar Nuñez Mori
Gracias Adrián Viale por llamar nuestra atención hacia el artículo
