La serpiente que faltaba

ofiucoAllá por enero de 1995 trascendió que un grupo de astrónomos ingleses había anunciado el “descubrimiento” de Ofiuco, en realidad una constelación ignorada por los astrólogos por casi 2.000 años. En efecto, la noticia era vieja: Ofiuco ya apareceía en el Catálogo Almagesto (año 140 de nuestra era), el tratado de Claudio Ptolomeo, el astrónomo más famoso del mundo antiguo. El objetivo de la humorada era armar revuelo para desenmascarar a la astrología. Y dio en el blanco. ¿Por qué? Porque la presencia de Ofiuco es molesta: demuestra que las fechas usadas hasta ahora para confeccionar cartas astrales siempre estuvieron equivocadas. Cada tanto, esta «noticia» resurge con parecido ímpetu, renovando los dolores de cabeza de los astrólogos, la mayoría de los cuales no tiene la más remota idea de temas astronómicos. Sirva el retorno de la «noticia» para postear una excelente intervención del colega Mariano Ribas en Científicos Industria Argentina y rescatar una nota que publiqué sobre este tema en el diario La Prensa hace nada menos que veinte años.

Gran intervención de Mariano Ribas en el programa Científicos Industria Argentina (24-1-15)

La Real Sociedad Astronómica, a través de la doctora Jacqueline Mitton, acaba de revelar la existencia de la constelación de Ophiuchus (Ofiuco, en español) o del Serpentario, que implica la irrupción del signo número 13 en el zodíaco y el rediseño total de las tablas que los astrólogos usan para conocer las influencias que -dicen- ejercerían planetas y constelaciones en el destino de los hombres.

La Número 13, esa constelación que molesta Por Mariano Ribas Ofiuco siempre existió. Siempre estuvo, allí metida… o entrometida, para "molestar" a muchos astrólogos que, vaya a saber por qué decidieron omitirla olímpicamente (y eso que es MUY grande), entre Escorpio y Sagitario. Y siempre fue tan zodiacal como las otras 12. Y entendemos por zodíaco a la región del firmamento que contiene a las 13 (trece, no doce!) constelaciones que sirven de "telón de fondo" o "avenida" a las posiciones y movimientos aparentes del Sol, la Luna y los planetas en el cielo terrestre. Una región que tiene como columna vertebral a la eclíptica (el camino aparente del Sol en el cielo a lo largo del año). Simplemente eso. Trece constelaciones que, dicho sea de paso, y al igual que todas las demás, son meros inventos de la inquieta imaginación de pueblos antiguos (de ciertos pueblos, y en ciertos momentos). No existen como objetos físicos. Nada se puede deducir, predecir, ni derivar a partir de simples caprichos de la imaginación. No hay toros, ni leones, ni cabras en el cielo. No hay caracteres ni conductas que puedan derivarse de esas construcciones culturales, arbitrarias y temporales como cualquier otra.
La Número 13, esa constelación que molesta
Por Mariano Ribas
Ofiuco siempre existió. Siempre estuvo, allí metida… o entrometida, para «molestar» a muchos astrólogos que, vaya a saber por qué decidieron omitirla olímpicamente (y eso que es MUY grande), entre Escorpio y Sagitario. Y siempre fue tan zodiacal como las otras 12. Y entendemos por zodíaco a la región del firmamento que contiene a las 13 (trece, no doce!) constelaciones que sirven de «telón de fondo» o «avenida» a las posiciones y movimientos aparentes del Sol, la Luna y los planetas en el cielo terrestre. Una región que tiene como columna vertebral a la eclíptica (el camino aparente del Sol en el cielo a lo largo del año). Simplemente eso. Trece constelaciones que, dicho sea de paso, y al igual que todas las demás, son meros inventos de la inquieta imaginación de pueblos antiguos (de ciertos pueblos, y en ciertos momentos). No existen como objetos físicos. Nada se puede deducir, predecir, ni derivar a partir de simples caprichos de la imaginación. No hay toros, ni leones, ni cabras en el cielo. No hay caracteres ni conductas que puedan derivarse de esas construcciones culturales, arbitrarias y temporales como cualquier otra.

El descubrimiento de la constelación de los ofidios -hasta hoy ignorada por la mayoría de los adeptos al segundo oficio más viejo del mundo- se originó en una serie televisiva de la BBC de Londres y se convirtió en un dardo directo al corazón de millones de creyentes que día a día se aferran a la menos que dudosa seguridad ofrecida por astrólogos y esoteristas que basan sus predicciones en los signos del zodíaco.

La reacción de los astrólogos locales vaciló entre la evasiva, la desazón y el mutismo. La cotizada y rolliza astromante Blanca Curi, por ejemplo, apuntó: “En principo estoy de acuerdo (porque) la hipótesis de las 13 constelaciones se maneja hace tiempo” -aunque no explicó por qué recién ahora repara en su existencia. Sonia Larsen, autora de varios anuarios astrológicos, dijo sin sonrojarse: “muchas veces la astronomía aportó cosas a la astrología”. Y el experto Rubén Kulliock, opinó: “La existencia de esta nueva constelación no está confirmada, aunque hace tiempo que se habla del tema”.

En Inglaterra no se tragaron la serpiente y el programa causó abierta indignación: las pitonisas acusaron a los astrónomos de ignorantes y aconsejaron a sus clientes desconfiar del nuevo zodíaco. Tenían sus motivos. Los astrólogos vieron que las consecuencias de la molesta presencia de Ofiuco en la banda zodiacal son demoledoras, pues demuestra que las fechas que hasta ahora se usaron para confeccionar horóscopos o cartas astrales siempre estuvieron equivocadas.

Claudio Ptolomeo
Claudio Ptolomeo

Estrategia docente
Pero el golpe de los astrónomos no tenía nada que ver con un descubrimiento nuevo ni con un sorpresivo intento por mejorar la astrología. Todo era parte de un ingenioso plan educativo.

El Serpentario es un cúmulo estelar que se conoce desde hace 2.000 años. La falsa novedad, como los ajustes sugeridos al zodíaco, en realidad buscaron atraer la atención del público para introducir un sencillo mensaje: “La astrología carece de toda validez científica”.

Por varias razones, las adivinanzas astrológicas se han venido escurriendo de embestidas científicas y clericales: es una mancia que se mimetiza con la modernidad (a menudo se la confunde con una ciencia y ha sumado sofisticaciones técnicas: las predicciones astrales se han informatizado) y brinda las ventajas de una religión pagana (pretende aplacar las incertidumbres mundanas). Si bien se basa en un sistema de creencias primitivo (correlaciones mágicas elaboradas a partir de mitologías sumerias, babilónicas y griegas… pero también japonesas y chinas), la variedad de tradiciones históricas suele desconcertar a quienes creen en ella, que van de experto en experto sin notar que -si fuera una ciencia- debería ser universal, y no habría escuelas enfrentadas por origen cultural o nacional: es como aceptar a la ligera que puede existir una Biología oriental y otra occidental, por ejemplo.

Los ataques más feroces no son nuevos: se remontan a los albores del primer milenio. En el siglo V, San Agustín se preguntó: “¿Por qué los astrólogos consideran que el nacimiento es el instante que marca el destino de las personas y no su concepción?”. Nadie contestaba. Pero las razones eran obvias: la fecha del nacimiento -aunque arbitraria- es fácil de determinar. No pasa lo mismo cuando se trata de adivinar cuál fue la noche de pasión en que el espermatozoide fecundó al óvulo.

La objeción preferida por Cicerón era el caso de los hermanos gemelos, nacidos con una diferencia de segundos entre uno y otro, pero cuyos destinos son totalmente distintos. La réplica de los astrólogos es invariable: “Unos segundos bastan para que sus cartas natales sean diferentes”. El doctor Fernando Saraví -moderno crítico de la vieja mancia- dice que esa respuesta es un pretexto: “Si el argumento fuera cierto, la confección de las cartas natales se torna virtualmente imposible: en la abrumadora mayoría de los casos, la hora de nacimiento sólo se conoce aproximadamente”.

El artículo original (publicado en la sección "En Trance" del diario "La Prensa" el 20-1-1995)
Este artículo apareció en la sección «En Trance» del diario «La Prensa» el 20-1-1995). Ojo con la columna de Richard Branham. Habla del signo 14: la constelación de Cetus.

“¡Y sin embargo funciona… !”
Cuando los astrólogos no saben cómo desprenderse el aguijón escéptico, responden: “A lo mejor tienen razón… ¡Pero funciona!”. Nunca imaginaron que los científicos se tomarían el trabajo de acudir a la estadística y a la investigación experimental para comprobar si la afirmación era verdadera.

En 1985, Shawn Carlson, un físico de la Universidad de California, publicó en la revista Nature los resultados de un experimento cuyo diseño fue acordado por científicos y astrólogos. La tesis a probar era la siguiente: “Las posiciones de los planetas, el Sol, la Luna y otros objetos definidos por los astrólogos en el momento del nacimiento sirven para determinar los rasgos generales de la personalidad, tendencias de temperamento y conducta del sujeto, y para indicar los principales asuntos que el sujeto probablemente deba enfrentar en la vida”. De un total de 90 preseleccionados por los consultores astrológicos, fueron elegidos 28. Los expertos debían examinar el perfil de 116 clientes anónimos, quienes llenaron un cuestionario con todos los datos psicológicos importantes. Resultado: los astrólogos escogieron el perfil de personalidad correcto en uno de cada tres casos. Es decir: el mismo esperable por el azar.

Otro físico, John McGervey, revisó las fechas de nacimiento de 16.634 científicos y de 6.475 políticos y encontró que la distribución de sus signos era aleatoria. O sea: “Nada en común”. Más divertido resultó el estudio realizado por el psicólogo Bernard Silverman: comparó los signos zodiacales de 2.978 parejas casadas y de 478 divorciadas para ver si la tasa de divorcio era mayor en los cónyuges con signos considerados incompatibles. Y -puf- tampoco descubrió ninguna correlación.

El doctor Saraví puso el dedo en la llaga. “Los estudios destinados a comprobar si la astrología posee valor predictivo -aseguró- no fueron realizados por astrólogos. Y la sola reticencia de éstos a someter a prueba sus audaces afirmaciones los descalifica como científicos”.

ofiuco-ophiucus-zodiac-zodiaco-signo-signSueño con serpientes
El ejemplo clásico que usan los astrólogos para demostrar la existencia de influencias astrales es la fuerza de la marea. Pero el efecto gravitatorio que afecta a los océanos es proporcional al volumen. Por cierto, el efecto de Marte sobre un recién nacido de 3 Kg. de masa es 20 veces menor que la atracción gravitatoria que ejercería su madre si su masa fuese de 50 kg. y estuviese situada a 15 cm. del bebé.

Lo peor del caso es que los astrólogos nunca han definido claramente cuál es la naturaleza de la influencia que opera sobre las personas, que actuaría más allá de cuál sea la distancia involucrada. Tal vez ignoran que todas las fuerzas conocidas por la Física disminuyen con la distancia al objeto que las genera.

“¡No me roben la ilusión! ¡Yo quiero creer!”, braman los fans consuetudinarios del horóscopo. Para los que creen hasta ahí, puede ser una afición entretenida y hasta ligeramente reconfortante. En los astroadictos compulsivos, en cambio, puede propiciar actitudes discriminatorias: “Este taurino no me conviene: son insufribles”. Y, en casos más extremos, esclavizantes: “Hoy me quedo en casa: Lily dijo que no es mi día”.

No la ven ni cuadrada Lily Süllös, la popular astróloga húngara, gusta presentarse como científica. Toda vez que alguien cuestiona su oficio, clama: “¡La astrología es una ciencia exacta!”. Su carta natal preveía su muerte para setiembre de 1993, a menos que se aleje “a cuatro grados de longitud”. La proyección coincidía con Punta del Este. Y allí se refugió, burlando su propia profecía. Dice que en una anterior encarnación fue sacerdotisa egipcia y cantora del dios Amón. “En mi próxima vida -aseguró- espero poder dedicarme a la música, sé que tengo condiciones”. Benjamín Santos, desde la revista El ojo escéptico, le dio un consejo previsible: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. A Horangel, prolífico autor de catálogos anuales de predicciones mundiales, no le fue mejor. En una investigación auspiciada por la revista Descubrir encabezó el ranking de astrólogos poco afortunados: la gran mayoría de sus vaticinios fueron un fiasco: para 1993 profetizó invasiones a otros planetas, rebeliones latinoamericanas contra Estados Unidos, nuevas dictaduras militares, luchas diplomáticas entre Argentina y un país limítrofe y éxitos alucinantes a Alfio Basile, director técnico de la fallida selección nacional. Otros personajes pulverizados en la publicación fueron Blanca Curi, Fabio Zerpa, Herfais, el Circulo Hermetista de Buenos Aires y la misteriosa Sonia Larsen. El estudio incluye una lista de los sucesos mundiales más significativos de los últimos años, que jamás fueron visualizados en la bola de cristal -o en las computadoras- de los inefables astromantes argentinos. Primera publicación: Sección “En trance”, diario La Prensa, Buenos Aires, 30 de enero de 1995. © Alejandro Agostinelli.
No la ven ni cuadrada
Lily Süllös, la popular astróloga húngara, gusta presentarse como científica. Toda vez que alguien cuestiona su oficio, clama: “¡La astrología es una ciencia exacta!”. Su carta natal preveía su muerte para setiembre de 1993, a menos que se aleje “a cuatro grados de longitud”. La proyección coincidía con Punta del Este. Y allí se refugió, burlando su propia profecía. Dice que en una anterior encarnación fue sacerdotisa egipcia y cantora del dios Amón. “En mi próxima vida -aseguró- espero poder dedicarme a la música, sé que tengo condiciones” (*). Benjamín Santos, desde la revista El ojo escéptico, le dio un consejo previsible: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. A Horangel, prolífico autor de catálogos anuales de predicciones mundiales, no le fue mejor. En una investigación auspiciada por la revista Descubrir encabezó el ranking de astrólogos poco afortunados. La gran mayoría de sus vaticinios fueron un fiasco: para 1993 profetizó invasiones a otros planetas, rebeliones latinoamericanas contra Estados Unidos, nuevas dictaduras militares, luchas diplomáticas entre Argentina y un país limítrofe y éxitos alucinantes a Alfio Basile, director técnico de la fallida selección nacional.
Otros personajes pulverizados en la publicación fueron Blanca Curi, Fabio Zerpa, Herfais, el Circulo Hermetista de Buenos Aires y la misteriosa Sonia Larsen. El estudio incluye una lista de los sucesos mundiales más significativos de los últimos años, que jamás fueron visualizados en la bola de cristal -o en las computadoras- de los inefables astromantes argentinos.
(Postcriptum: El 15 de septiembre de 2013 Lily Süllös es asesinada por su hermano, quien acto seguido se quitó la vida. Primera publicación: Sección “En trance”, diario La Prensa, Buenos Aires, 30 de enero de 1995. © Alejandro Agostinelli.

La denuncia de los astrónomos ingleses supone un desbarajuste de dimensiones siderales. Ofiuco no solamente modifica la identidad astral que ostentan millones de personas sino que tiene efecto retroactivo: obliga a reescribir -y por lo tanto invalidar- las afirmaciones que hacen los astrólogos de todas las corrientes desde el principio de los tiempos.

El dios grecorromano que representa el nuevo signo -el personaje se apoya en un cetro con una serpiente enroscada- parece satirizar la difícil situación de los clientes de un negocio multimillonario.

Lo más probable es que los arúspices ignoren los oscuros presagios que se ciernen sobre la milenaria mitología astrológica luego del show científico que derivó en lo que no estaría mal llamar el Síndrome Ofiuco.

El último consuelo que les queda es recordar que las picaduras de víbora no siempre son mortales.

Bibliografía

Branham, R. “Astrología: ¡Un disparate astronómico!”. En El ojo escéptico N° 2, agosto 1991, pp. 13-15.
Gardner, M. Extravagancias y disparates. Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1993, pp. 156-171.
Paulos, J. A. El hombre anumérico. Ed. Tusquets, Barcelona, 1990.
Saraví, F. Los horóscopos y la astrología. Ed. Clie, Barcelona, 1992.
Agostinelli, A. “¿Sirven los horóscopos?” en Descubrir Nro. 40, nov. 1994, pp. 30-34.

Primera publicación:

Sección “En trance”, diario La Prensa, Buenos Aires, 30-1-1995. © Alejandro Agostinelli. Todos los derechos reservados.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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