“Filosofía Mágica”: la Regla Houdini y el Desafío de la Médium

¿Quiénes tienen la experiencia necesaria para evaluar desafíos científicos extraordinarios? Naomi Oreskes, profesora de historia de la ciencia en la Universidad de Harvard, se hace esta pregunta en un momento oportuno: en una era saturada de información falsa y desinformación.

El ensayo de la historiadora conecta con un “clásico” del espiritismo de la década de 1920 que casi obtiene el visto bueno de un comité de investigación científica del fenómeno que, afortunadamente, también integró el gran Harry Houdini: el fantástico Caso Margery.

Por Alejandro Agostinelli

El efecto Dunning-Kruger, un sesgo cognitivo que se destaca entre aquellas personas que sobreestiman sus habilidades reales en ciertas áreas, hoy es un tema recurrente en las conversaciones cotidianas. No sucede lo mismo con la «Regla Houdini», que subraya otro aspecto relevante de las capacidades humanas: la solución a un problema científico no necesariamente procederá de un científico. En ocasiones, una persona con un profundo conocimiento técnico, experiencia y habilidades específicas podrá resolverlo de manera igualmente eficaz. Esta persona, en resumen, poseerá la «maña» necesaria en ese campo.

Cuando se trata de saber en quién confiar en un asunto científico, pregúntese: “¿Quién tiene la experiencia necesaria para evaluar esta situación? En pocas palabras: ¿quién es el Houdini de este caso?”

Naomi Oreskes

En su reciente columna en Scientific American la profesora Naomi Oreskes aconseja seguir la “regla Houdini”. ¿De dónde sale la expresión? De una anécdota clásica en la historia de los debates científicos contemporáneos. En 1922 la misma revista creó un Comité, que incluía algunos científicos eminentes y al mago y escapista de renombre mundial, Harry Houdini (1874-1926), para examinar las afirmaciones psíquicas sensacionales de una mujer que utilizaba el seudónimo “Margery” y era médium en el elegante barrio de Bacon Hill en Boston, sobre la calle Lime. El Comité se inclinó por validar a Margery hasta que Houdini identificó sus técnicas como trucos. Fue un mago, no un científico, quien descifró el engaño.

NAOMI ORESKES. Geógrafa e historiadora de la ciencia estadounidense, enseñó Historia y Estudios de la Ciencia en la Universidad de California e Historia de la Ciencia y Ciencias de la Tierra y Planetarias de la Universidad de Harvard en 2013. Su ensayo de 2004, «Más allá de la torre de marfil», publicado en la revista Science, fue un hito en la lucha contra el negacionismo sobre el calentamiento global.

A principios del siglo XX, destacados académicos e intelectuales de todo el mundo, influidos por el contexto del espiritismo del siglo XIX, creían firmemente que la actividad paranormal, incluyendo la comunicación con los espíritus a través de médiums, podía ser detectada y demostrada mediante métodos científicos. Este enfoque reflejaba una época de gran interés en el estudio de lo paranormal y una disposición a explorar sus fenómenos de manera sistemática y objetiva. El primer precedente fue la Sociedad para la Investigación Psíquica, fundada en el Reino Unido en 1882. Figuras relevantes de la academia mostraron buena disposición para estudiar el mesmerismo, la transferencia del pensamiento, las apariciones y las casas encantadas: el economista y filósofo Henry Sidgwick (1838-1900), primer presidente de la SPR, el físico Oliver Lodge (1851-1940), pionero en el estudio del electromagnetismo y el desarrollo del telégrafo, el escritor Arthur Conan Doyle (1859-1930), enamorado del mundo de los espíritus incluso antes de sufrir la muerte de casi toda su familia durante la guerra, una serie de tragedias que no hizo más que reforzar sus creencias, el psicólogo y filósofo de la Universidad de Harvard, William James (1842-1910), y el biólogo británico Alfred Russel Wallace (1823-1913), el mismo que trabajó paralelamente a Charles Darwin en el desarrollo de la teoría de la evolución por selección natural.

Los medios de comunicación estaban ávidos de este tipo noticias. Y la falta de espíritu crítico que hoy vemos en el tratamiento sensacionalista de periódicos como el que dio el New York Times a los llamados UAPs, en 2017, ya capeaba hace 110 años, cuando el mismo diario tituló:

“El alma tiene peso, piensa un médico”

Aquella crónica refería los esfuerzos de un grupo médico de Massachusetts que colocó el cuerpo de varios moribundos en una cama especial, a la que le había incorporado una balanza que iba a permitir determinar una posible pérdida de peso en el momento de la muerte, diferenciando entre espíritus que despegaban rápido su camino al Más Allá y otros perezosos, que se tomaban un rato antes de abandonar el cuerpo. Este y otros trabajos serían el origen del rumor según el cual no sólo es posible medir el alma humana sino que ésta pesa, más o menos exactamente, 21 gramos.

ESPÍRITUS FOTOGÉNICOS. Fotografía de Alexander Martin incluida en el libro de Harry Houdini “Un mago entre los espíritus” (1924)

Oreskes, autora del libro «¿Por qué confiar en la ciencia?» (Universidad de Princeton, 2019) y coautora de «Mercaderes de la duda» (Capitán Swing, 2018), da varios ejemplos para subrayar que las opiniones de hombres de ciencia no son per sé científicas, esto es, basadas en evidencias contrastables. Si algunos científicos llegaron a creer que la existencia del alma estaba probada, otros contemporáneos, quizá la mayoría, fueron escépticos. “Un problema obvio, continúa, fue que estos experimentos asumieron la existencia de lo que intentaban probar: esencialmente, un argumento circular”.

La historia de la investigación psíquica es un semillero de ejemplos donde brilla el sesgo de confirmación, en el que “estudiosos respetables” acaban dando crédito a los deseos humanos más anhelados, como la posibilidad de comunicarnos con nuestros difuntos o disfrutar de la vida eterna, dejando en el camino toda cautela: incluso en Harvard y la Sorbona, “lo que hoy parece plausible –escribió Oreskes– puede parecer absurdo en el futuro”.

La profesora Oreskes extrae de esta conversación lo que considera la lección más importante, especialmente en el entorno actual, saturado de información falsa y desinformación: le llama la especificidad de la experiencia científica:

Los científicos son especialistas, y su formación rara vez los prepara para evaluar afirmaciones más allá de su enfoque en áreas particulares”

¿Qué experiencia necesitamos tener para evaluar las afirmaciones de lo paranormal?

Hay un gran relato de los anales de la investigación psíquica que responde esta pregunta. Es la historia de la médium de Boston, Mina Crandon (1888-1941), más conocida como “Margery”, el apodo que usó el redactor de la nota que contó por primera vez su caso en la revista Scientific American cuando un comité de expertos se interesó en sus pretendidos poderes psíquicos.

MARGERY Y «EL PÁJARO»

En 1922, Scientific American anunció la creación de un Comité para investigar afirmaciones psíquicas. La revista ofreció un premio de U$ 2.500 “al primer médium que pudiera producir manifestaciones psíquicas concluyentes en condiciones de prueba” (*).

Margery se había presentado como candidata y pronto se destacó, tanto por sus proezas como por el aura de honradez que la rodeaba por ser parte de una familia con una buena posición (de hecho, aseguró que iba a donar el dinero para desarrollar la investigación psíquica) y el uso de un seudónimo para proteger su identidad. Esto descartaba dos sospechas típicas: el afán de lucro y la búsqueda de notoriedad. Era una mujer ingeniosa, atractiva y joven, esposa de un acaudalado cirujano de Boston, Le Roy Goddard Crandon (1873-1939).

El Comité de Jueces de la Scientific American a cargo de la evaluación estaba formado por el eminente psicólogo de Harvard y miembro de la Royal Society William McDougall (1871-1938), el físico del Instituto Tecnológico de Massachusetts Daniel F. Comstock (1883-1970), creador del proceso cinematográfico en color Technicolor; el parapsicólogo y teólogo protestante Walter Franklin Prince (1963-1934), el parapsicólogo Hereward Carrington (1880-1958), miembro de la Sociedad Estadounidense de Investigación Psíquica, y el ilusionista y escapista más famoso del mundo, Harry Houdini, quien después de la Primera Guerra Mundial se vio súbitamente “aspirado” por el debate en torno al espiritismo. Todos ellos debían informar su decisión al Secretario del Comité, un tal Bird, de quien nos ocuparemos enseguida.

¿Hasta aquí la historia te parece poco interesante? Un momento, esto recién empieza. El patrocinio de la Scientific American mostraba que la investigación paranormal era por entonces un área de legítima curiosidad científica. Y que, en esa época, las ventanas de la comunicación científica estaban más abiertas que ahora a la existencia de los fenómenos espirituales y parapsíquicos, al punto que había más de american que de scientific en las páginas que la revista dedicaba al asunto. No debería hacer falta destacar que había tantas expectativas puestas en la médium como en el papel que iba a desempeñar Houdini, en tanto hábil experto en trucos mágicos.

Entrados los años veinte, el autor de «Un mago entre los espíritus» (1924), que ya era mucho más que un simple artista, aceptó participar no sin pedir el cumplimiento de varios requisitos, entre ellos conocer a los miembros seleccionados en el Comité, que él pudiera analizar con los médiums las condiciones en que iban a realizarse las sesiones “para evitar malentendidos”, y que el comité asistiera a varias reuniones con fines de investigación “para conocer mutuamente la capacidad de registrar por escrito lo que se ha visto, ya que la mala observación es la maldición de toda descripción”.

MALCOM BIRD (1886-1964). El editor de Scientific American que apoyó a la dama que fraguó fantasmas hasta el último aliento.

Entusiasmadas con las primeras experiencias, algunas figuras del Comité habían decidido otorgarle el premio a Margery. De hecho, J. Malcom Bird (1886-1964), matemático, editor asociado de la revista y secretario del Comité, parecía muy interesado en que las cosas siguieran ese curso y ya había adelantado su opinión favorable sobre las capacidades de la supuesta médium. Esa falta de ecuanimidad había empezado a enojar a Houdini.

Con Margery, las probabilidades iniciales de autenticidad son mucho mayores que en cualquier caso anterior que el Comité haya manejado”.

–escribió Bird en la edición de julio de 1924 de Scientific American.

Algunos observadores de la época notaron a Bird exageradamente embelesado con “la bruja rubia de Boston”, como le llamaban a Margery, amén de advertir con suspicacia cierta generosa hospitalidad que los Crandon prodigaban al periodista. Pronto circularon otras versiones. Una de ellas: que Hereward Carrington, otro distinguido miembro del Comité, tenía una aventura con la seductora médium.

Lógicamente, antes de tomar una decisión definitiva, el Comité debía convocar a Harry. ¿Qué estaba pasando?

Ante familiares y amigos, Margery había demostrado ser capaz de hacer encender victrolas que tocaban valses europeos, materializar palomas a la manera de los magos de galera, producir destellos de luz en la oscuridad y causar ruidos en el techo. Su esposo, un apasionado por el espiritismo, quedaba boquiabierto ante demostraciones que le devolvían esperanzas sobre la supervivencia de la muerte.

CONTROVERSIA. Mientras Houdini instaba a utilizar un protocolo científico, Conan Doyle consideraba que «había que tener mente abierta», esto es, apoyar el espiritismo. De Bird, el editor de Scientific American que afirmaba creer en los fenómenos de Margery, dijo que tenía «mejor cerebro que el de Houdini» porque después de cincuenta sesiones seguía convencido.

En las sesiones experimentales con la gente del Comité, Margery hizo saltar la mesa, invocar la voz de su hermano muerto –cuyo espíritu a veces hundía sus manos en parafina–, expeler ectoplasma por su boca y, particularmente, “hacer sonar una campana sin que nadie la tocara”. Varios integrantes del Comité, entre ellos los que poseían alguna especialidad científica, no estaban consiguiendo explicar sus talentos y empezaban a considerar plausible la hipótesis espiritista.  

«LA CAJA DE MARGERY». Dentro de este artefacto diseñado por Houdini, Mina Crandon tropezó con serias limitaciones para hacer sus trucos sin ser descubierta.

La intervención de Houdini fue crucial para identificar los trucos usados por la pícara Crandon, a quien pescó haciendo maniobras sospechosas en la oscuridad con sus pies y hasta con su cabeza, cuando los expertos la tenían amarrada de las cuatro extremidades dentro de una caja de madera con un interruptor eléctrico que, al presionarlo, hacía sonar una campana. La historia es más larga, pero las precauciones del ilusionista le permitieron al Comité verificar los hábiles deslizamientos con que la médium concretó el fraude.

La conclusión parece obvia, pero no lo es tanto:

Fue un mago, no un físico o un matemático, quien tuvo la experiencia para reconocer el juego de manos de la supuesta médium”.

LA BRUJA RUBIA DE LIME STREET. Algunos autores recuerdan que llamaron «la bruja rubia de Lime Street» a Margery, seudónimo de Mina Crandon. A los 36 años, era esposa de un cirujano de Boston exageradamente temeroso de la muerte. En correspondencia con Houdini, Mina se declaró su admiradora. El mago se dirigía a ella con sumo respeto. Los trucos de Mina, la candidata más seria a recibir el premio de Scientific American, fueron develados por Houdini. Por cierto, el artista húngaro fue quien tomó esta fotografía de Mina. Su esposo, poco amigable con el artista, hizo todo lo posible para ocultar el crédito. Por cierto, se llegó a mentar un posible romance entre Mina y Harry, que el escapista descartó de plano. Fuente: The Wild About Houdini.

MARTIN GADNER (1914-2010)

En su artículo en Scientific American, Oreskes vuelve sobre una observación que no es nueva. Es más, probablemente es la idea en la que más han insistido, desde mediados del siglo XX, el  divulgador científico Martin Gardner (1914-2010), autor de una columna en la misma revista desde 1956, y el experto ilusionista James Randi (1928-2020), cuando empezaron a desafiar la vocación por la falsificación de pruebas de muchas personas que afirman poseer poderes paranormales. En libros como Fads and Fallacies in the Name of Science (Modas Pasajeras y Falacias en Nombre de la Ciencia) o en su columna en la revista The Skeptical Inquirer, cuando el Committee for Skeptical Inquiry era el buen CSICOP, Gardner deschavó a varios científicos respetables haciendo afirmaciones sin fundamento. Y pronto llegaron a la conclusión según la cual, por mejor que seas en tu especialidad científica, sin experiencia podés meter la pata hasta el caracú. En su primer libro traducido al castellano, La ciencia: lo bueno, lo malo y lo falso (Alianza Editorial, 1988), Gardner escribió:

Cuando los magos escépticos –¡esos terribles memetoentodo!– explican pacientemente cómo esa levitación pudo haber estado acompañada de algún truco, el parapsicólogo accede a volver a someter a prueba al psíquico, esta vez con controles adecuados. Y la mesa no se levanta en absoluto.”

En 1979, James Randi diseñó una implacable experiencia cuando envió a dos jóvenes magos a infiltrarse en un laboratorio que se hicieron pasar por “dotados paranormales”, logrando dejar a un grupo de científicos crédulos, que no aceptaron el asesoramiento del experto ilusionista, con el culo al aire: el Proyecto Alfa. La empresa aeronáutica McDonell Douglas había donado U$ 500 mil a una universidad estatal para financiar la creación del MacLab, dedicado al estudio de los fenómenos PSI. El físico Peter Phillips (1931-2023), director del laboratorio, pagó un alto precio por no aceptar la regla Houdini.

Randi siguió la huella de Houdini cuando a fines de los ’80 fue convocado por la revista Nature –que ya había metido la pata publicando un trabajo de Jacques Benveniste (1935-2004)– para hacer una revisión sobre su hipótesis, que intentaba apoyar la homeopatía, sobre la «memoria del agua». Esta nueva incursión de un ilusionista en el laboratorio de un químico fue otra notable aplicación de la regla Houdini.

Oreskes ofrece varios ejemplos de científicos y personalidades que se fueron a la banquina:

  • El físico e inventor estadounidense William Shockley, que compartió el Premio Nobel de Física de 1956 por crear el transistor, usó sus credenciales para promover el racismo y la eugenesia.
  • El físico John F. Clauser, premio Nobel de 2022 y honrado por sus contribuciones a la ciencia de la información cuántica, es un autoproclamado “negacionista” del cambio climático: ha subido a palcos de todo el mundo para argumentar contra el creciente calentamiento global.

Ninguna de estas personalidades se reconocieron víctimas del efecto Dunning-Kruger. Ni intentaron beneficiarse de la regla Houdini.

La profesora de historia de la ciencia en la Universidad de Harvard concluye:

La próxima vez que quiera saber en quién confiar sobre un asunto científico, pregúntese: ¿Quién tiene la experiencia necesaria para evaluar esta situación? En pocas palabras: ¿quién es el Houdini de este caso?”

EL LABORATORIO DE HARRY. Pruebas de producción de «manos espirituales» en moldes de parafina. Fuente: Flashbak

Pues bien, “el Houdini del caso” resulta ser el auténtico experto en el problema específico. El investigador o la investigadora experimentados no siempre son científicos con todas las credenciales ya que, probablemente, su especialización es otra. Y los «amateurs» resultan ser los campeones en la cuestión.

Otra curiosidad sobre «el caso Margery», con el cual el Comité de la Scientific American resolvió, a comienzos del siglo XX, la controversia en torno a los médiums, es un detalle aún más apasionante que la mera existencia de charlatanes de un lado y desmitificadores del otro. Esto es, ciertas circunstancias de la misma vida social de las personas involucradas.

Mina Crandon era quince años menor que su esposo, un aristócrata cuya curiosidad se extendía a temas ajenos a la medicina, pero también era un hombre posesivo que, si alguna vez había empezado a perder interés en Margery, lo recuperó apenas ella empezó a desplegar su abanico de “fenomenologías”, sin que, aparentemente, le importara demasiado que, en algunas sesiones, se vistiera con sedas translúcidas ni que rodeara con sus encantos a periodistas e investigadores, escépticos incluidos.

Anna Thurlow, bisnieta de Margery, le reveló su peculiar idea sobre el asunto a su interlocutor, John Cox, uno de los principales expertos en la vida y carrera de Harry Houdini.

Mientras Houdini abrazó la magia siendo muy joven y pasó toda su vida perfeccionando su oficio y desarrollando una filosofía en torno a él, la mediumnidad de Margery empezó siendo un asunto íntimo donde los únicos espectadores, antes de la convocatoria de la Scientific American, habían sido familiares y amigos cercanos. Para Anna, las “destrezas” de su bisabuela evolucionaron hasta convertirse en algo que ella ya no manejaba del todo. ¿Acaso a Margery se le fue de las manos el control de sus talentos? Si fue así, debió cumplir un papel sustancial la fuerte influencia de su esposo, quien podría haber sido cómplice o, eventualmente, ejercido alguna forma de autoengaño extremo, hipótesis nada desdeñable si consideramos el atávico pánico a la muerte del Dr. Crandon. Anna no piensa exactamente esto. Es hermoso escuchar sus ideas al respecto:

Entonces había muy pocas salidas intelectuales para las mujeres, y el espiritismo era una manera para que se convirtieran en ‘exploradoras de lo desconocido’ sin tener que abandonar la intimidad de sus hogares. No era raro que las mujeres de clase media celebraran círculos de sesiones de espiritismo -aunque era poco común que fueran médiums. Margery no buscó publicidad ni fama. Al Dr. Crandon, sin embargo, le encantó la atención y creó una segunda carrera basada en la mediumnidad de su esposa. Me parece notable e inspirador cómo ella transformó continuamente la mediumnidad en algo exclusivamente suyo, a pesar de que ella no siempre fue su agente. He llegado a pensar en ella como una artista de performance cuyo arte creció orgánicamente como reacción a su entorno”

Cuando enviudó, Mina se sumergió en el alcohol y tuvo un grave intento de suicidio. Murió el 1 de noviembre de 1941 a los 51 años, dos años después que su marido.

Con Margery, escribió el psicólogo e ilusionista italiano Massimo Polidoro, “acabó la era de los grandes médiums”.

Esta no llega a ser una gran reflexión sobre la filosofía de la ciencia. Pero a lo mejor sí es un pequeño aporte sobre una «filosofía mágica»: la lección histórica del trabajo del excepcional ilusionista sigue golpeando la consciencia de nuevas generaciones, que a menudo se resisten a sacar jugo de la experiencia y aptitud de los que saben, aun sin un doctorado, mucho más que algunos científicos sobre su propia especialidad.

***

(*) El Comité ofrecía en total U$ 5.000, el 50 % a quien demostrara objetivamente alguna facultad paranormal y otro tanto a la primera persona que pudiese producir una fotografía psíquica.

LECTURAS EXTERNAS

“Houdini contra la bruja rubia de Lime Street: una lección histórica de escepticismo”. Polidoro, Massimo. CICAP, 2000.

“Martin Gardner, el mago de la divulgación”. Alegría, Pedro; Fernández, Santiago. Este recorrido por la trayectoria humana y profesional del autor salió en la Gaceta de la Real Sociedad Matemática Española.

AGRADECIMIENTOS

A Carlos Domínguez, editor de Hipótesis Carolus, y al ilusionista experto en fraudes paranormales Ladislao Enrique Márquez. Quedo muy agradecido con ambos por su amable revisión crítica. Postcriptum: agrego a Enrique García por corregir la cronología de los eventos sobre el proceso de las convicciones de Arthur Conan Doyle en torno al espiritismo. Y a Esteban Sargiotto, por mirar con lupa alguna fecha. ¡Qué placer tener lectores atentos!

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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