James Randi (1928-2020). Adiós al showman científico que enfrentó el fraude y el engaño

“Está bien engañar a la gente… mientras lo hagas para darles una lección que mejore su conocimiento sobre cómo funciona el mundo real” (*)

James Randi (1928-2020)

¿Sabías que la única vez que visitó a la Argentina nos reveló detalles apasionantes sobre el llamado Proyecto Alfa? ¿Tenías idea de que durante el rodaje del documental sobre su vida autorizó exponer detalles íntimos que podían dejarlo mal parado? Esta nota es una despedida y el homenaje a un tipo extraordinario.

James Randi, el ilusionista más prestigioso –y quizá el más adorado y detestado del mundo–, falleció el pasado 20 de octubre en su casa en Florida. Fue conocido tanto por haber desbancado a tramposos y charlatanes como por haber emprendido una tarea educativa para evitar que las personas resulten engañadas. Si bien sabía que desengañar es difícil, nunca abandonó la causa: investigar misterios, prevenir estafas por motivos de lesa credulidad y generar conocimientos sobre las pseudociencias, a las que llamaba “woo-woo”. Y convertirse en la inspiración de los autodenominados escépticos de todo el mundo.

Cofundador de la organización internacional hoy conocida como Center for Skeptical Inquiry (CSI) y creador de la Fundación Educativa James Randi (JREF), The Amazing Randi fue un tipo de inteligencia afilada, carismático y con un enorme sentido del humor.

Desde fines de los sesenta hasta la actualidad llevó de 10 mil a 1 millón de dólares su oferta para quien fuera capaz de probar poseer poderes paranormales (premio hasta hoy vacante). Por su talento e ingenio para desenmascarar farsantes, fue convocado por centros de investigación y revistas científicas. Escribió una docena de libros, cientos de artículos y siempre estuvo dispuesto a acudir a donde lo llamaran para difundir el pensamiento crítico.  Su vida es contada en un documental indispensable, “Un honesto mentiroso” (2014). Y sus enseñanzas están, por fortuna, ampliamente dispersas en la web.

En este artículo ofrecemos un resumen de dos hitos cumbre de su carrera: la desigual batalla que libró contra las pretensiones de Uri Geller y el Proyecto Alfa: el exitoso truco que le permitió infiltrar a dos jóvenes ilusionistas en un costoso laboratorio dedicado al estudio de supuestos fenómenos paranormales.

«EL ASOMBROSO RANDI: UNA VIDA EXTRAORDINARIA» Columna 7 de «No todo es lo que parece» en «La inmensa minoría», con Reynaldo Sietecase.

PROYECTO ALFA: UNA LECCIÓN INOLVIDABLE. En «El Alargue» dedicamos a James Randi el episodio 16 de «Historias extrañas».

 

(*) La frase que encabeza este texto procede de una película que nadie debería dejar de ver: “An honest Liar” (“Un honesto mentiroso”, 2014), dirigida por Justin Weinstein y Tyler Measom. Es el mejor retrato de la vida de James Randi.

Por Alejandro Agostinelli

De todas las despedidas, recuerdos personales y comentarios biográficos que se están escribiendo sobre James Randi, ésta será una más: somos legión los que nos enamoramos del trabajo educativo que The Amazing desplegó en los últimos sesenta años.

Casi todos los involucrados en la difusión del pensamiento crítico y en el periodismo de investigación sobre lo paranormal recordamos como un hito el día en que presenciamos los videos (antes de YouTube compartíamos malas copias en VHS) del The Tonight Show, cuando, junto a su conductor, Johnny Carson, Randi puso en evidencia las trampas del teleevangelista Peter Popoff, le hizo pasar el papelón de su vida a Uri Geller y desmontó engaños por entonces menos evidentes, como el de la homeopatía. Ver por primera vez aquellos “shows escépticos” fue inolvidable para quienes, a comienzos de los 90, desconocíamos, además, su carrera como ilusionista y escapista. Aquellos años de entrenamiento en el engaño artístico le permitieron detectar el engaño a secas. Y su temprano compromiso social con las víctimas de la “estafas psíquica” (especialmente las que tuvieron alcance masivo a través de los grandes medios de difusión) fue una de las primeras diferencias que marcó con los mentalistas que sacaban ventaja de la ambigüedad: desde el principio mantuvo en alto la bandera ética de advertir al público que su intención era crear una atmósfera de ilusión, que su trabajo era mentir y engañar, sí, pero en plan de diversión, no para hacer pasar sus habilidades, fruto del aprendizaje técnico y la práctica, por los poderes de un fabricante de milagros.

RANDI, MAESTRO DEL DESENGAÑO. Gravedad Zero – El Lado Z de la Fe dedicó una emisión a vida y obra del gran Randi. Si querés seguir el canal, ¡no dejes de suscribirte! ENTRÁ AQUÍ, SUSCRIBITE Y CLIQUEÁ LA CAMPANITA.

Fallecido a los 92 años, este canadiense nacido en Toronto, Ontario, en 1928, hizo una carrera autónoma e intuitiva, prescindiendo de la educación formal y buscando su primera inspiración en Harry Houdini, su fantástico antecesor fallecido en 1926.

Hay muchas anécdotas deliciosas en entrevistas y biografías. A los 15 años visitó junto a varios amigos una iglesia espiritista local. El médium les reveló que podía conocer el contenido de mensajes cerrados en sobres sellados. El joven Randi notó el truco, subió al púlpito y acusó al médium de impostor. Mala idea: el arrestado fue él. ¿Motivo? “Perturbar un servicio religioso”.

Así se inició su larga vida de ilusionista y desmitificador trashumante, que empezó fingiéndose astrólogo para ocuparse del horóscopo en un tabloide canadiense y desplegar sus primeras picardías, como introducir cambios aleatorios en las predicciones de otros signos para ver si los lectores notaban la diferencia.

Son notables los paralelismos entre la vida de Randi y Houdini. Randi (nacido como Randall James Hamilton Zwinge) tomó como modelo a Erich Weiss (nombre con el que Houdini obtuvo la nacionalidad estadounidense), tratando de reproducir, y a menudo de mejorar, sus proezas como genio de la fuga, encerrándose en cajas fuertes o ataúdes que hacía sumergir en piscinas o en las mismas cataratas del Niágara para superar el récord de su mentor –lo cual logró–. Randi emigró a los EE.UU. (Houdini lo hizo desde Budapest), alcanzó su máxima notoriedad pública como exitoso escapista, se distinguió por su cruzada contra el engaño (que en tiempos de Houdini encarnaban los espiritistas de salón), vio la muerte de cerca en los trucos donde expuso su integridad física y fue difamado, en su caso por su homosexualidad, que blanqueó tardíamente por motivos que desnuda “An honest Liar” (“Un honesto mentiroso”), el documental de Justin Weinstein y Tyler Measom (que no vamos a spoilear: merece ser visto).

The Amazing retomó de Houdini el desafío monetario a los presuntos dotados: una tentación difícil de resistir para quienes se creían honestamente prodigiosos y una amenaza dialéctica para los charlatanes, quienes invariablemente debían justificar su reticencia a aceptar el desafío. La coartada más frecuente: “No voy a prestar mis poderes a un show circense”.  

 

RANDI JUNTO A SUS BIOGRAFOS AUDIOVISUALES. El Asombroso junto a los realizadores de «Un honesto mentiroso«. A la derecha, la pareja de Randi, a quien por años se conoció por un nombre falso: José Álvarez.

En 1919, Houdini ofreció 10 mil dólares al primer médium espiritista que realizara un fenómeno que él no fuera capaz de repetir. Más tarde, con el auspicio de la revista Scientific American, ofreció otros 4.500 dólares a quien pudiera probar, bajo controles científicos, la pretensión de comunicarse con el espíritu de los difuntos.

¿Cómo devino Randi de ilusionista profesional a espadachín contra el fraude paranormal? Empezó a cultivar ese perfil a partir de su propia indignación, que pronto hizo pública dado que era asiduamente convocado por los ciclos en prime time de las grandes cadenas de televisión.

En 1967, The Amazing Randi se cargó las “misteriosas fotografías del pensamiento” de un psíquico por entonces famoso, Ted Serios, en el Today Show de NBC. En una emisión de octubre de ese año, Serios y su alfil, el Dr. Jule Eisenbud, autor de un libro sobre él, escucharon a Randi explicar que para sacar sus polaroid milagrosas Serios escondía en su ropa un diminuto proyector de diapositivas. Fue la reacción de Eisenbud, quien le propuso apostar dinero para salir de dudas, lo que le disparó  la idea: Randi ofreció a Serios 10 mil dólares si podía tomar sus fotos bajo un escrutinio riguroso.   

Así, Randi continuó el desafío lanzado por Houdini. A fines de los 60 ofreció 10 mil, en los 70 subió la apuesta a 100 mil y en los 90 agregó ceros hasta alcanzar 1 millón de dólares para aquellos presuntos dotados que pudieran aportar evidencias de poseer poderes paranormales, en unas condiciones experimentales acordadas por ambas partes.

“¿Por qué no están haciendo cola aquí, para recibir su millón? ¿Dónde está Uri Geller?” fue a lo largo de los últimos años una de sus frases de cabecera, cuando ostentaba el cheque a quien se atreviera a asegurar que posee capacidades extraordinarias.

 

Y UN DÍA SE MATERIALIZÓ EN BUENOS AIRES. Randi durante una cena con integrantes del CAIRP (mayo de 1997). Cortesía: Enrique Márquez.

A comienzos de los setenta, dos científicos del Stanford Research Institute, en California, anunciaron que estaban experimentando con un nuevo sujeto de origen israelí que, según sus informes, conseguía levitar objetos, doblar metales y adivinar el contenido de sobres cerrados. El joven era Uri Geller.

Geller se convirtió en una celebridad. Comenzó a desfilar con su número por diversos programas de televisión donde mostraba cómo cucharas, llaves y tenedores se deshacían entre sus dedos y era capaz de reparar relojes a fuerza de pura energía mental.

Randi ya le había sacado la ficha durante una sesión de fotos en la redacción de la revista Time. Ese día comprendió que estaba frente a un colega que no se admitía como tal. En 1972, Johnny Carson le dio a Randi la oportunidad de poner a prueba las habilidades del psíquico en The Tonight Show, el más popular programa nocturno de los EEUU. Randi y Carson, conductor del ciclo, se conocían bien. Invitó a Randi a confrontar con Geller y el primero debió declinar, no podía viajar. Sin embargo, asesoró a la producción para evitar que el doblacucharas israelí manipulara la escena. Geller permaneció durante 22 minutos estupidizado, incapaz de doblar no ya una cuchara sino un solo cabello.

Uri Geller, con un pasado semioculto como ilusionista y mentalista, no pudo hacer trampa. Quedó desarmado pero… ¿fuera de combate? No, el falso psíquico israelí siguió presentándose en otros shows. Lo que para unos fue un espectáculo bochornoso, para otros barnizó a Geller con una pátina de verosimilitud. En ese programa quedó demostrado que, simplemente, era incapaz de controlar sus poderes a voluntad: si Uri sólo hiciera trucos de magia, éstos le funcionarían siempre. El fracaso le aportó fama y mejoró su imagen, especialmente entre la audiencia  receptiva a las afirmaciones sensacionales. Buena parte del público –por lo demás– tiende a ponerse del lado de la “víctima”. Y aquella noche Uri Geller había sido humillado.

LA BATALLA LEGAL

En 1989, James Randi debió enfrentar una dura batalla legal. Geller la emprendió contra Randi y el Comité de Investigación Científica de Afirmaciones de lo Paranormal (CISCOP, hoy CFI), acusando a ambos de difamación y reclamando una indemnización de 15 millones de dólares. Si hubo alguien que no perdió aquella disputa fue Geller, ya multimillonario gracias, por ejemplo, a sus negocios como zahorí para un empresario a quien “ayudaba” a localizar cuencas petrolíferas.

Randi no hubiese podido solventar los costos de la demanda sin una milagrosa subvención de $ 272 mil dólares que le otorgó en 1986 la Fundación MacArthur. El CSICOP le pidió a Randi “no mencionar a Geller” para ahorrarse problemas legales. Pero Randi se negó y renunció. 

A lo largo de su vida y hasta último minuto, The Amazing no pudo digerir el éxito de Geller, quien de defender a capa y espada su condición de “psíquico” acabó presentándose como “mistificador” y participando en eventos organizados por ilusionistas, donde fue muy bien recibido. El propio Randi, en algunos de sus libros, ubicó a Geller “entre los mentalistas más destacados de todas las épocas” o “el mentalista más carismático y exitoso de la historia”. A Geller nunca le molestó este reconocimiento de Randi; al contrario, intentó acercarse a él. El 22 de octubre, en la despedida a su viejo adversario, Geller escribió en su Facebook:

“Queridos amigos. Mi mejor publicista ha fallecido, que Dios bendiga su alma y que descanse en paz. Parece que Randi me odió hasta el último momento de su vida. Recuerdo que cuando lo conocí le estreché la mano y le dije: hagamos las paces; como se rehusó le pregunté por qué. Se me acercó y dijo: “porque odio tus tripas”.

Junto al cínico comentario (un poco más extenso), Geller acompañó el siguiente video:

Randi no ocultaba su resentimiento hacia Geller. Cuando le preguntaron qué le gustaría que se hiciera con sus cenizas, contestó: “Le pedí a mi mejor amigo que las arrojara a los ojos de Uri Geller…. Me encantaría que mis cenizas llenaran sus ojos. Creo que sería apropiado”.

Si Randi impulsó, por oposición, la carrera de Uri Geller, hay otros tres factores a considerar: 1) el showman israelí reinició su carrera como consultor y panelista de programas televisivos de mentalismo, 2) abandonó su autodefinición como “psíquico” y pasó a definir con ambigüedad los poderes de los que se jactó toda su vida y 3) el cinismo original de Geller fue el hálito vital que llevó al propio Randi, Ray Hyman, Paul Kurtz, Isaac Asimov y Carl Sagan a fundar en 1976 el CSICOP (hoy CFI). Esta organización, con todo lo bueno y todo lo malo de toda gran organización, inspiró a cientos de grupos e investigadores dedicados a la promoción del pensamiento crítico que brotaron en el mundo desde los años ochenta.

EL PROYECTO ALFA: LA PARAPSICOLOGÍA COMO «JUEGO DE NIÑOS»

 

PROYECTO ALFA. Staff en pleno (1983).

En 1979, la empresa aeronáutica McDonell Douglas entregó medio millón de dólares a la Universidad de Washington en Saint Louis para financiar la creación del MacLab, un laboratorio dedicado al estudio de los fenómenos PSI. Por esos días, el director de la comisión, el físico Peter Phillips, recibió en su gabinete a Steven Shaw y Michael Edwards, dos jóvenes que pretendían poseer poderes psíquicos, seleccionados entre 300 postulantes.

Shaw y Edwards, de 17 y 18 años, doblaban metales con la mente, despanzurraban sin tocar relojes digitales, habían logrado hacer girar un rotor bajo una campana de cristal y otros prodigios por el estilo. Randi escribió a Phillips ofreciéndole ayuda para detectar posibles trucos. Pero el investigador nunca aceptó sus propuestas de cooperar. En 1981, el director del McLab presumió de que los poderes paranormales de Shaw y Edwards eran genuinos. En enero de 1983, la cosa no dio para más y Randi organizó en Manhattan, junto a la revista Discover, una conferencia de prensa. El llamado Proyecto Alfa había llegado a su fin: Randi siempre estuvo sujetando los hilos de los jóvenes dotados, que resultaron ser sus mejores discípulos. Habían sido los parapsicólogos, y no los pretendidos psicoquinetas, los verdaderos conejillos de indias.

No sin cierta resistencia inicial, Phillips reconoció su derrota. Shaw y Edwards hoy son grandes mentalistas que recuerdan aquella aventura con una mezcla de nostalgia e inquietud: así como no les resultó cómodo burlarse de los científicos, les costó entender cómo fue tan fácil engañarlos. El caso de uno de los investigadores, el Dr. Berthold E. Schwarz, psiquiatra y ufólogo, fue el más comprensible: él abrigaba la ilusión de que uno de los jóvenes “psíquicos” ayudara a mitigar la enfermedad de su hija. Esa clase de trances debieron sortear los chicos del Proyecto.

 

GUERRA MÁGICA CONTRA EL FRAUDE. Del artículo con este título, que firmé con el seudónimo Guido J. Paul, procede la versión aquí publicada sobre el Proyecto Alfa (en revista Descubrir, Año 7, Nro 74, Sept. 1997). También fue consultado La Nueva Era (Alianza Editorial, 1990) de Martin Gardner y Fraudes paranormales. Fenómenos ocultos, percepción extrasensorial y otros engaños (Tikal, 1994), de James Randi. Otra fuente que agradezco son los generosos archivos del CICAP y de su revista Scienza e Paranormale.

El movimiento PSI nunca se repuso por completo de la paliza propinada por Randi. Las lecciones fueron dos: primero, los investigadores no tomaban controles suficientes porque ignoraban los principios del ilusionismo; segundo, confiaron exageradamente en su intuición: Phillips y su equipo partieron de la premisa de que los chicos eran verdaderos psíquicos. Solo empezaron a ponerlos en aprietos cuando, hacia el final, siguieron las indicaciones que Randi enviaba por correo al ingrato director del McLab.

Steven y Mike, incluso, tenían la orden de reconocer que fueron enviados por Randi no bien les preguntaran si estaban usando trucos. Pero Phillips no solo evitó la pregunta. Lejos de recurrir a ilusionistas, buscó asesoramiento entre otros investigadores partidarios de lo paranormal. Uno de ellos, el profesor Otto Schimtt, les dio dos relojes digitales sellados y les pidió que trataran de afectarlos por medios paranormales. ¿Y qué ocurrió?

“Esa mañana no consiguieron nada. Pero, al regresar del almuerzo, descubrieron que un reloj había enloquecido. Para el profesor, la única causa posible era una radiación desconocida. La explicación era mucho más sencilla. En un instante de distracción, Mike sustrajo el reloj del escritorio. En el restaurante, deslizó el reloj dentro del sándwich y lo calentó en el horno a microondas. Al volver, lo puso en sus sitio y ¡sorpresa!”. Cuando Randi contó esta anécdota se le hizo agua a la boca. Lo sé porque me la contó él mismo cuando tuve ocasión de conversar con él, la única vez que visitó la Argentina, en mayo de 1997, invitado a una convención organizada en Buenos Aires por el Mago Luis Master. Quien insistió para traer a The Amazing a la Argentina no fue otro que Ladislao Enrique Márquez, único ilusionista argentino a quien podemos comparar con el canadiense; junto a Enrique Kartis Carpinetti, el médico Aldo Slepetis y Quique Marduk, fueron los cuatro ilusionistas que formaron parte del Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP) entre 1990 y 2000. Luego pasaron cosas.

 

EN BUENOS AIRES. De izquierda a derecha: Virgilio Di Pelino y Marcela Otaduy (de pie), Alejandro Borgo, James Randi y Francisco Bosch (CAIRP, mayo de 1994). Foto: Cortesía de Enrique Márquez.

En mi afán por averiguar detalles desconocidos del Proyecto Alfa, le pregunté a Randi cuáles fueron las consecuencias más perceptibles del experimento. “Que la McDonell no renovara la financiación”, contestó. Si bien es evidente que el dinero no garantiza una buena investigación, también era verdad que existen pruebas efectivas por menos de 1 dólar. De hecho, otra especialidad de Randi era improvisar test baratos e imaginativos. “Había un hombre que aseguraba dar vuelta las páginas de un libro sin tocarlo”, recordó durante aquella cena, que compartimos en un restaurante del centro de Buenos Aires. “Le dije a los parapsicólogos a cargo del caso que para mí el tipo soplaba y me respondieron que iban a comprar un costoso equipo para registrar el sonido. Cuando lo consiguieron, el sujeto rechazó la medida aduciendo que el micrófono le molestaba. Puse algunas bolitas de telgopor alrededor del libro, vio esto y se fue”.

Me encantaría recordar –pero el detalle ya se hundió en el sótano de mi memoria– cuál fue la pregunta que desató su histriónico mal humor. Sólo recuerdo su reacción: elevó su ceja, torció su mirada y giró sus lentes como una mariposa para acentuar la caricatura. Ni siquiera tomaba en serio sus raptos de fastidio. Así es el Randi que evocarán quienes lo conocieron de cerca. ¿Qué más queda?

 

EN BUENOS AIRES. De izquierda a derecha: Alejandro Agostinelli (casi fuera de encuadre), Alejandro Borgo, James Randi, Francisco Bosch, Virgilio Di Pelino, Orlando Liguori y Celso Aldao. Foto: Cortesía de Enrique Márquez.

Naturalmente, no es mi idea reseñar todas las iniciativas de Randi, porque fueron muchas y siempre significativas. Pero puedo cerrar con ejemplos de sendos extremos, uno ligado con la exposición pública del engaño y otro con su papel en la investigación científica de un posible engaño. Ambos acontecimientos ocurrieron el mismo año: 1988.

En una punta del hilo, ante el extendido auge de la canalización, decidió dar batalla a la nueva moda psíquica “creando” un canalizador de laboratorio. Hizo enviar a los medios australianos material promocional sobre un misterioso joven de 19 años, el venezolano José Álvarez, que tenía ese talento y una enseñanza espiritual para ofrecer. «Álvarez» (nombre real: Deyvi Peña, hoy viudo de Randi) hizo tan bien su papel que gracias al impulso de los medios dio una conferencia en La Ópera de Sydney. Ningún medio hizo el menor esfuerzo para verificar la historia con la que el personaje se había presentado. Y en la otra punta tenemos a su rol dentro del grupo (que integró junto a John Maddox, editor de la revista Nature, y Walter Stewart, investigador del Instituto Nacional Estadounidense de Salud) que se encargó de verificar los estudios que el bioquímico Jacques Benveniste había publicado en esa revista, una investigación de “resultados irreproducibles” que se proponía legitimar científicamente la homeopatía a través de una serie de experimentos sobre la llamada “memoria del agua”. Y que, por supuesto, terminaron en agua de borrajas.

 

RANDI CON SU PAR ARGENTINO. Enrique «Aries» Márquez logró convencer al Mago Master de traer a The Amazing a la Argentina allá por mayo de 1997. Foto: Cortesía de Enrique Márquez.

 

DANIEL GALARZA. Escribió una reseña sobre la vida de Randi que recomendamos.

Randi ha representado una actitud de combate frontal contra la pseudociencia que no todos los divulgadores científicos compraron como un paquete entero: su misión fue desacralizar, impartir lecciones duras y desarmar el andamiaje de creencias absurdas. Lo que sin duda sobrevolará cualquier diferencia será su profunda honestidad intelectual, que le llevó a repensar ideas cuando otros, evidencias mediante, le demostraron por qué estaban equivocadas y su exitosa búsqueda por explicar cosas complicadas en un lenguaje llano, accesible para la mayoría de los mortales. No es otra la gran obligación de un divulgador y The Amazing la cumplió con suficiencia. La otra, su honestidad intelectual, se comprueba y disfruta en el documental “An honest Liar”: los directores, en tres años de rodaje, aprendieron a querer al protagonista. Pero simpatizar no supone un cheque en blanco. Randi no siempre cae bien parado. El lo sabía. Pero concedió a los cineastas utilizar todo el material grabado, incluso el que mostraba sus momentos de debilidad. Chapeau, Amazing!

Afortunadamente, su pérdida inevitable no nos deja huérfanos: millares de discípulos diseminados en el mundo seguirán el horizonte que él iluminó junto a otras figuras de su talla: Isaac Asimov, Carl Sagan, Martin Gardner, Paul Kurtz, Ray Hyman y Philip Klass, por citar los nombres más ilustres de ese panteón de sabios. El psicólogo Hyman es el sobreviviente de aquella patriada, aquel puntapié por la ciencia y el escepticismo nacida en los EE.UU. y que durante el siglo XX sólo reconocía un antecedente de relevancia: la Unión Racionalista, fundada en 1930 en Francia.

Todavía queda demasiado por hacer en un mundo que empieza a descubrir la importancia de la ciencia para la supervivencia de la especie. Randi lo supo primero que muchos y puso su vida al servicio de recordárnoslo.

De vez en vez, démonos el gusto de releerlo, volver a escucharlo o ver algunas de sus puestas en escena, verdaderos shows del conocimiento.

AGRADECIMIENTOS: A Enrique Márquez y Esteban Manazza por el material fotográfico y audiovisual aportado para esta nota.

 

Foto: Cortesía de Enrique Márquez.

 

LOS TRES. Enrique Márquez, James Randi y Enrique «Kartis»Carpinetti, el reconocido y recordado mentalista y prestidigitador argentino. Foto: Cortesía de Enrique Márquez.

 

Foto: Cortesía de Enrique Márquez.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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