Erik Davis: Estrategias para domesticar al fantasma en la máquina

No había terminado el siglo XX cuando Erik Davis escribió «TecGnosis. Mito, magia y misticismo en la era de la información», obra que pronto devino clásico: una guía esencial para comprender ese amasijo de circuitos, cristales y espíritus ambulantes que precedieron al siglo XXI.

TecGnosis ofrece un exhaustivo mapa conceptual para navegar en las profundas aguas del tecnomisticismo. ¿Por qué interesa ahora? Cuando fue escrito no existían las conspiraciones reptilianas, las redes sociales ni las creepypastas. Y sin embargo todo eso se prefiguraba.

Casi cinco lustros antes de que se tradujera al castellano, Dios! publicó una entrevista que le dio en 1999 al periodista inglés Mark Pilkington para la revista Fortean Times.

Futuros Próximos, la colección de Editorial Caja Negra, sigue traduciendo obras clásicas que enriquecen el discurso contemporáneo con reflexiones antiguas pero visionarias de la tecnología y la era digital (véase «Cosmismo ruso»).

La entrega cierra con el prólogo de Eugene Thacker para la reedición de este libro de 2015.

Por Mark Pilkington

La misma semana en que tuvo lugar mi encuentro en Londres con Erik Davis, a comienzos de julio de 1999, la iglesia gnóstica Stella Maris abandonó su base en Cartagena, Colombia, y desapareció entre las montañas, aparentemente en busca de la salvación por parte de una nave extraterrestre. La entrevista se desvió de inmediato a la cuestión de los ovnis.

Erik Davis: Puerta del Cielo, a pesar de no usar la palabra gnóstico, era un grupo totalmente gnóstico. Me asombra la facilidad con que pueden convivir lo gnóstico y la mitología metafísica con la tecnología.

Los ovnis son el objeto central del inconsciente tecnológico en el mundo moderno. Junto a la idea de que existe a nuestra disposición una tecnología trascendental procedente del cosmos que nos salvará y nos llevará a algún otro lugar, aparece también la comunicación, todo el fenómeno del channelling (“canalización”). Tomemos un texto «canalizado» bastante habitual, The Starseed Transmissions (La transmisión de semillas estelares). Hay mucho cristianismo ahí, pero el mensaje central es extremadamente gnóstico  –“hay que despertarse”, “la realidad es sólo un juego”, y debes despertar y encontrarte a ti mismo para descubrir qué es exactamente lo que está pasando antes de que tenga lugar esa gran transformación apocalíptica. Resulta increíble lo persistente del tema.

Fortean Times: Un fuerte tema gnóstico tiñe el mundillo ovni, especialmente desde los ’80. Bob Lazar y John Lear se refirieron a documentos alienígenas que describen a los seres humanos como “contenedores” de almas. Muchos abducidos de John Mack también se descubrieron a sí mismos, luego de regresiones hipnóticas, como almas extraterrestres atrapadas en cuerpos humanos.

ED: Sí, también toda esa idea del walk-in (N. del E: personas que creen a su cuerpo ocupado por una entidad extraterrestre). Una de las razones por la que pienso que el gnosticismo es tan apropiado es porque provee una estructura religiosa y mitológica para una cierta sensación de alienación. En parte, tiene que ver con ser individuos fragmentados al comienzo del siglo XXI, con toda esta tecnología. Pero esta alienación también es muy antigua –no se trata de la estructura social, se trata de saber cuál es el significado de ser una conciencia dentro de un cuerpo material. Alguna vez fuimos monos haciendo monerías, hasta que de pronto apareció la mente, analizando las cosas y diciendo: “Guau, no soy esto, no soy aquello”. Una vez que ese proceso comienza, convirtiéndose en una parte muy importante del desarrollo espiritual, uno toma cierta distancia con el mundo. Me interesan ambas posibilidades de desarrollo en este proceso –se puede tornar increíblemente dualista, alienante y violento, o el mundo que nos rodea se puede abrir a una forma mucho más enriquecedora.

FT: Los temas dualistas parecen teñir todo el amplio rango de fenómenos paranormales y tradiciones místicas –otra interesante vuelta de tuerca tecnológica nos la ofrece la fraternidad de los videntes remotos (RV), con su forma tecnológicamente sofisticada de viajes astrales.

ED: Sí, algo interesante sobre los viajes astrales es que, cuando los teósofos desarrollaron por vez primera este lenguaje particular –aunque, por supuesto, estaban reutilizando ideas y prácticas muy antiguas– vivían en una época donde se estaban sucediendo un gran número de revoluciones tecnológicas. Se abrían, por ejemplo, los nuevos horizontes de la electricidad y el electromagnetismo, y ese nuevo mundo les dio el lenguaje de la vibración, al que ahora estamos tan acostumbrados a escuchar como propio de la Nueva Era. En varios sentidos, es una respuesta o un cumplido hacia el nuevo modelo de Universo que precedió a los experimentos de James Clerk Maxwell y Michael Faraday. En el siglo XIX, las ideas eran muy materialistas, éramos sólo átomos combinándose para crear cuerpos. El nuevo mundo eléctrico nos ha enseñado que una gran parte del cosmos es invisible, que las ondas de vibración no son realmente materia… De pronto, en medio de la más alta cosmología materialista, aparece un vacío de saber acerca sobre ese mundo invisible. Hoy nos hemos acostumbrado, nuestros cuerpos son atravesados constantemente por señales de radio, y no nos preocupamos.

La noción de doble astral –otra idea muy antigua– también se reformula continuamente. Pienso que hay una relación entre esta noción y la introducción de la fotografía, y en un grado más lejano, del fonógrafo. Hemos llegado a un punto en que la tecnología puede exteriorizar esos aspectos de nosotros mismos que concebimos en nuestro interior, así que nos preguntamos ¿dónde están las fronteras de nuestro ser? Este tipo de reflejos fantasmales en fotos y grabaciones ha ejercido una influencia muy importante sobre muchos espiritistas. Mucha gente pensó que así es como Dios mantiene al mundo, proyectando una imagen sobre una placa fotográfica –el cuerpo astral es una manera ocultista de sacar ventaja de esta nueva ambigüedad, moviéndose dentro de este nuevo mundo de fronteras amorfas del ser y tomando el control. Entonces, parece que este tipo de imágenes/metáforas son ineludibles, y la visión remota es sólo otro ejemplo más, reflejo de las discusiones contemporáneas sobre telepresencia. ¿Estoy presente en ese robot que manipulo en el fondo del océano? No, estoy en mi sala de control y también allí. Una parte de mí está proyectada y moviéndose a través del robot. La visión remota es una respuesta perfecta a estas situaciones tecnológicas novedosas.

Con todas estas ideas, lo que siempre estoy buscando, si te mueves tácitamente en este mundo, es en qué te ayuda a ver eso que no viste antes. Si te ayuda a ver algo interesante acerca del funcionamiento de los mundos o de las mentes, entonces vale la pena andar curioseando por ahí, aun cuando pienses que probablemente al final todo sea una pérdida de tiempo. Los ovnis tienen mucho de esto –yo busco regularmente información sobre ovnis porque me permite conocer cosas interesantes acerca del funcionamiento de la ciencia, del mundo y de la manera en que la gente construye sus propias realidades a este nivel.

Aquello en lo que la gente se concentra, para la mayoría, no importa, así que pasan horas dentro del mundo Quake o el de la tevé… mientras no salgan a la calle y maten a alguien, no importa. Pero estudios como el de la Universidad de Princeton, midiendo los campos de la conciencia humana –por ejemplo, cuando mucha gente se concentra en determinados eventos deportivos– sugieren que puede ser importante aquello sobre lo que pensamos.

Creo que los mundos de las imágenes arquetípicas, los sueños, el plano astral, el espacio chamánico o como quieran llamarlos, esos lugares son en parte sustentados por la conciencia humana. Estamos construyendo constantemente estos mundos sobre la marcha, así que no pueden considerarse reales; están cambiando todo el tiempo y reflejando nuestra imaginación mientras nos movemos por nuestra vida ordinaria. Hay que ver la manera en que la gente imagina las cosas en este mundo nuevo, cómo la tecnología le ofrece un extraordinario poder a ciertas formas de la imaginación. Pienso que hemos perdido las herramientas para navegar por estos mundos imaginarios a la manera antigua, estamos casi renunciando a nuestro cuerpo físico, pasando más y más tiempo en este espacio etéreo, sin idea de lo que estamos haciendo. El hecho de que todo esto va a traer consecuencias reales para el mundo resulta bastante obvio.

El mundo soñado de los dioses y espíritus está siendo dominado por la cultura industrial de las imágenes y la información

FT: Entonces, ¿piensas que estamos luchando por mantenernos a la par de nuestros propios desarrollos tecnológicos? ¿La tecnología está superando a la conciencia humana?

ED: La conciencia es una fuerza multidimensional, y el mundo de la imaginación popular, el mundo soñado de los dioses y espíritus está siendo dominado por la cultura industrial de las imágenes y la información. La tecnología que hace posible eso está vampirizando la atención y la energía que necesita para sostenerse a sí misma en una manera que se puede considerar demoníaca. Pero pienso que hay algunas finas reservas de conocimiento y conciencia que se están expandiendo actualmente, al menos en algunos grupos, mediante tecnologías que nos muestran cómo nuestros cerebros, y por lo tanto la realidad, trabajan y se mantienen.

FT: ¿Piensa que internet puede estar desarrollando su propia conciencia?

ED: Por supuesto, uno se tropieza con esa idea todo el tiempo entre la gente más partidaria de esta cultura de la información. Es interesante porque este es uno de esos momentos en el que cuanto más racional y tecnológico seas, más terminas pensando en este tipo de ideas extrañas, como: ¿qué es la mente después de todo? Meramente el producto de esta máquina de carne. Y mientras internet no es todavía tan sofisticada como el cerebro humano, la idea de que la conciencia puede emerger en un sistema de procesamiento de información de la suficiente complejidad es perfectamente razonable. En verdad, es una de esas ideas inevitables en este mundo nuevo –y una muy interesante, por cierto.

Yo espero el día, y no tengo casi dudas de que llegará, en que suceda algo en el mundo, algún comportamiento, fenómeno o evento de este tipo dentro de la internet, que nadie sea capaz de explicar. Los sentimientos y las reacciones que la gente tenga al respecto, mostrará hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar, y temer, de que exista alguna especie de mente aflorando allí dentro. Quizá no será nada más que el producto de nuestras mentes trabajando en común –se puede especular indefinidamente con este tema.

«ALGO INCREÍBLE ESTÁ POR SUCEDER«.» Dios! es el sitio del editor de este blog que publicó la entrevista a Davis en 2002. Por entonces, los interrogantes no giraban en torno a la IA. La pregunta era, en cambio: ¿Dios colonizará nuestras mentes a través de internet?

FT: ¿Piensa que nos dirigimos hacia cierta clase de crisis ontológica?

ED: Sí, el mundo desarrollado está condenado a la aparición de ciertas extrañas formas reaccionarias. Entusiastas schizo síntomas –una creciente forma ruin y egoísta del darwinismo, defendiendo que sólo somos genes egoístas tratando de competir en un ambiente hostil. Estas viejas ideas serán recicladas en una forma más perniciosa. Pienso que nos vamos a encontrar relacionándonos interpersonalmente con máquinas, estén o no vivas o conscientes de una manera en que los científicos puedan debatir, estaremos interactuando con cosas que tendrán esas cualidades. Eso cambiará la forma en la que experimentamos la vida, y al resto de la gente.

Recordemos que los aun relativamente poco sofisticados Furbies causaron una ola de pánico acerca de si estaban grabando conversaciones

Esto está ya sucediendo con los juguetes de los niños –Furbies, Tamagotchis, etc. Aportan un cierto temor y excitación, y una ambigüedad acerca de la idea de la vida artificial. Conforme estas cosas se vuelvan más interactivas y adquieran mayor vida, estaremos abriendo paso a ese nuevo mundo. Soy de la opinión de que nunca superamos algunas de nuestras más profundas percepciones de la infancia, por lo que no me sorprendería que si la gente crece en ese mundo se adapte con facilidad al uso de interfaces más sofisticadas, que pueden tener un propósito banal, pero con una semblanza de personalidad. Creo que vamos a encontrarnos con futuras inteligencias artificiales personificados en personajes animados, a nivel de la cultura popular. Y con ellos vendrá también el miedo –recordemos que los aun relativamente poco sofisticados Furbies causaron una ola de pánico acerca de si estaban grabando conversaciones.

Hay un elemento de animismo en la tecnología actual que seguirá incrementándose –en los científicos que exploran la vida artificial, los niños que interactúan con juguetes inteligentes, en la relación entre ecología, tecnología y el medio ambiente– devolviéndonos a la forma que vivía el hombre paleolítico, a un mundo donde la propia naturaleza tiene vida.

FT: ¿Dónde dejará esta espiritualidad, basada en la nueva tecnología, a todos aquellos que no se suban al tren?

ED: Es interesante preguntarse en qué medida estamos siendo envueltos en una cierta obsesión hipertecnológica milenarista que, en realidad, se encuentra totalmente al margen de las experiencias vitales de la mayoría de la población en la Tierra. Que esto llegue a tener una dimensión religiosa no me sorprendería; que aquellos que tienen acceso a ese nivel se sientan poseedores de una cierta comprensión gnóstica, un acceso secreto que otra gente no posee. Que eso pueda llegar a convertirse en otra dimensión de la tensión social resulta extraordinario. Y también muy peligroso.

(*) N del E: “Ghost in the machine” es una metáfora del alma, por contraposición a la idea decimonónica del hombre como una máquina sin libre albedrío. Título original: “Exercising the ghosts in the machine”. Por Mark Pilkington. Fuente: Fortean Times N° 129. Diciembre de 1999. Traducción: Alejandro Ravazzola y Luis R. González

Primera publicación: ©Dios! 2002 Alejandro Agostinelli

Erik Davis. Periodista, ensayista. EE.UU.

Nacido en San Francisco, cuna tanto de la contracultura psicodélica como de Silicon Valley, Erik Davis logra trazar sorprendentes conexiones entre temas tan diversos como la electricidad y la alquimia, la realidad virtual y los planos astrales, los juegos en línea y la transmutación de las almas, los lenguajes de programación y la cábala o la escritura de los ángeles.

En 1988 terminó sus estudios en la Universidad de Yale y, desde entonces, abordó tópicos tan diferentes como la tecnología, la música, la teoría crítica y el medio subcultural. Ha colaborado con The Village Voice, Wired, Mediamatic, The Utne Reader, Spin, Lingua Franca y The Nation. Su ponencia “Techgnosis: Magic, Memory, and The Angels of Information” (Tecgnosis: Magia, Memoria y los Angeles de la Información), presentada en la IV Cyberconf celebrada en Banff, Canadá, se convirtió en el libro de culto de los aspectos fronterizos entre cibernética y misticismo: «Techgnosis: Myth, Magic and Religion in the Information Age» (Editorial Hyperion, 1997). También es autor de «High Weirdness: Drugs, Esoterica, and Visionary Experience in the Seventies» (Alta Extrañeza, Drogas, Esoterismo y Experiencias Visionarias en los Años Setenta, 2019), coeditado por MIT Press y Strange Attractor Press. Ha colaborado en «Flame Wars», compilado por Mark Dery, y en el ciberfanzine Fringe Ware Review, publicado en Austin, Texas. En la tradición de autores tan disímiles como Teilhard de Chardín, Marshall McLuhan, Philip K. Dick y William Gibson, las crónicas periodísticas de Davis en Wired y sus ensayos en revistas especializadas sobre el mundo digital constituyen una forma original de exorcizar los fantasmas electrónicos que se engendran en weblandia, sin excluir cierto oscuro intento por hacer una suerte de psicoanálisis cultural, odioso para cierto racionalismo que, sin embargo, adopta sin asco sus ideas sobre espiritualidad digital, cibercultura popular e hibridaciones mediáticas entre tecnología y misticismo para inspirarse y desarrollar estudios más sistemáticos.

Su blog es Burning Shore.

TECGNOSIS. MITO, MAGIA Y MISTICISMO EN LA ERA DE LA INFORMACIÓN. Por ERIK DAVIS. COLECCIÓN: FUTUROS PRÓXIMOS / PRÓLOGO: EUGENE THACKER / TRADUCCIÓN: MAXIMILIANO GONNET / PÁGINAS: 512 / AÑO: 2023. LEER INDICE Y FRAGMENTO

Nada está vedado en este compendio de saberes para el siglo XXI: la investigación con LSD, la historia de la cibernética, los alienígenas ancestrales, los tanques de aislamiento sensorial, las comunidades hackers, las sectas, los virus informáticos, el ciberpunk, el posthumanismo, las raves o las enseñanzas de Hermes Trismegisto. TecGnosis recorre de manera promiscua las fronteras disciplinarias que por lo general parcelan el pensamiento, para develar los impulsos esotéricos inconscientes que alimentan los sueños y pesadillas de nuestro tiempo.

Ph: A. Agostinelli @2022

PRÓLOGO: “La tecnología es la religión por otros medios”

Por Eugene Thacker, 2015

En 1901, William James –eminente psicólogo, filósofo y pragmatista– impartió una serie de conferencias en la Universidad de Edimburgo. James había sido invitado a dar las conferencias unos años antes, pero no se había decidido sobre el tema que trataría hasta que pasó unos días de descanso en los Adirondacks, alrededor de 1898.

Luego de haber luchado con intermitentes problemas de salud durante años, tenía la esperanza de que el retiro sirviera como una suerte de convalecencia. En lugar de ello, durante una excursión experimentó un colapso físico total y, en sus propias palabras, “lo que debería haber sido una ‘caminata’ se terminó convirtiendo en un enredo de trece horas sin comida y con ansiedad”. Solo, perdido y dolorido, James –al parecer afectado por lo vivido– comenzó a trabajar durante su recuperación en estas conferencias, que apuntarían a proporcionar un balance de la “experiencia religiosa” en el mundo moderno.

Sin adoptar la postura del creyente ni la del escéptico –o adoptando ambas a la vez–, estableció que nada estaría vedado en su investigación. Cualquier cosa estaría bajo su mirada, ortodoxa o heterodoxa: desde el misticismo cristiano medieval hasta las sesiones espiritistas modernas, desde las prácticas ascéticas hinduistas hasta los diagnósticos de depresión en la psiquiatría clínica. James estudió el caso del uso de drogas entre poetas y artistas; el reservado y profesoral pragmatista incluso experimentó con óxido nitroso. Las conferencias serían publicadas más tarde como Las variedades de la experiencia religiosa, un libro erudito que a la vez apuntaba a un público amplio, más allá de los estrechos confines de la especialización académica. Era claro que, para James, lo que él llamaba “el impulso religioso” no estaba restringido únicamente a la religión. En el mundo modernista, industrial y clínico de principios del siglo XX, en el contexto angloamericano, el impulso religioso estaba lejos de haber desaparecido. De hecho, sus conferencias sugerían lo contrario.

Menciono el clásico libro de James porque la intuición de su estudio sigue reverberando hasta nuestros días. Ciertamente, Las variedades tiene sus limitaciones, tal como los expertos contemporáneos están más que impacientes por señalar. Pero la idea de un estudio de la religión sin religión es algo que probablemente se necesite hoy más que nunca: mientras nos enfrentamos de manera constante a la posibilidad bien real del agotamiento de los recursos y a los efectos del cambio climático, los supuestos medios de comunicación refuerzan el olvido de los desafíos geopolíticos. Por un lado, existe una floreciente industria en torno al yoga, la autoayuda y el turismo espiritual, en tanto que, por el otro, las religiones tradicionales parecen estar polarizadas entre fanatismos de todo tipo y banalidades consumistas e insípidas como las de “Yo soy espiritual, pero no religioso”.

Los constantes y manidos debates entre la ciencia de un lado y la religión del otro solo enturbian aún más las aguas.

Los años noventa, la década del milenio, seguramente sean recordados como la década de la ciencia ficción. Así como los últimos decenios del siglo XIX lucharon con el ascenso de la ciencia y la “muerte de Dios”, también nuestro propio fin de siècle –o, más bien, fin de milenio– luchó con el desarrollo acelerado de las tecnologías informáticas y de la información, que parecían estar reestructurando futurísticamente el planeta como una red y la carne como datos. Cuanta más información producíamos acerca del mundo, tanto más extraño este se volvía. Literalmente cada cuerpo –se nos decía– era un cyborg, y todo un bestiario de robots de software, agentes inteligentes y códigos virales nos hizo conscientes de la interconectividad a un nivel ecológico totalmente nuevo. Había visiones utópicas de comunidades virtuales, regiones encubiertas de fibra oscura y evocaciones vagamente ilegales de una frontera electrónica, sin duda un subproducto de una división digital y un frenesí del “puntocom” que producía barriadas con antenas parabólicas digitales. Todo podía ser y sería codificado, recodificado y decodificado, hasta los más ínfimos detalles de nuestro ADN y los contornos cosmológicos de los agujeros de gusano del espacio profundo. Y en casa, en nuestras ballardianas ciudades del futuro próximo, nuestras pantallas mediáticas mutaban ante nuestros ojos, a medida que los medios digitales remediaban a la TV, la TV se convertía en realidad y la realidad era virtual, y eso estaba bien porque, en todo caso, la realidad no era más que un simulacro. Si el futuro posthumano parecía tan cercano, tan tecnológico, tan secular, ello se debía a que era producido por los mismos medios que habrían de ser los heraldos de una singularidad mesiánica, de una convergencia de todas las cosas en una única y borgiana base de datos.

En situaciones como esta, lo que se necesita son personas que puedan volverse más extrañas que el extraño mundo que hemos producido. Lo que se necesita son etnógrafos alienígenas, individuos que, sin meramente reafirmar o denunciar, documenten el misterioso valle que conocemos como cultura humana. Quizá, frente al shock de lo nuevo, de lo que se necesita es de “nosotros, viejos cartógrafos…”.

TecGnosis de Erik Davis irrumpió en este escenario en 1998. Formaba parte de un puñado de libros de la década del noventa que asumían el desafío de James en la era posmoderna, posthumana, post-todo (pienso también en Identidad terminal de Scott Bukatman y en Velocidad de escape de Mark Dery). Pero la singularidad del libro de Davis radica en que se rehúsa a ver el desarrollo de las nuevas tecnologías como un fenómeno puramente secular.

George Gurdjieff (1866-1949)

El “impulso religioso” puede aflorar en los lugares más inesperados. Así pues, nada está vedado en TecGnosis: la investigación con LSD, la historia de la cibernética, los antiguos alienígenas, los tanques de aislamiento sensorial, Philip K. Dick, la ingeniería genética, la revista Mondo 2000, los cultos religiosos, Gaia, los virus informáticos, el electromagnetismo del siglo XIX, el ciberpunk, la cienciología, el antiguo Egipto, la magia renacentista, George I. Gurdjieff, las raves, Marshall McLuhan, el tecnopaganismo, Pierre Teilhard de Chardin, el maniqueísmo, la realidad virtual y el Corpus Hermeticum. Si algo es TecGnosis es el compendio de un abrumador pero relevante período de la cultura digital.

Davis establece que la historia de los medios tecnológicos –desde los jeroglíficos hasta el código informático– es en sí misma indisociable de los intercambios con algo de otro mundo, algo divino. La tecnología es la religión por otros medios.

Eugene Thacker

Pero, al mismo tiempo, hay un método en esta locura ciber-gnóstica. Como Davis deja en claro en el primer capítulo, el objetivo no es ni regodearse entusiastamente en las nuevas tendencias ni echar por tierra la tecnocultura en su conjunto. TecGnosis es más bien, en sus propias palabras, el rastreo de “una historia secreta de los impulsos místicos”. En su estudio de la religión sin religión, busca las torsiones y los virajes de este impulso, donde sea que lo lleven. Debo confesar que no tengo la paciencia de Davis para los rincones más inanes, desconcertantes y trillados de la cultura popular. Pero, en cierto sentido, eso no es lo importante. Como un etnógrafo alienígena, su interés principal es rastrear el impulso religioso, sin importar cuán sorprendentes sean los contextos en los que aflora.

Si hay un hilo conductor en TecGnosis, este reside en la paciente exploración que el autor hace de este impulso en su camino hacia el nuevo milenio.

Al mirar hacia atrás, casi veinte años después, muchas de las conexiones que Davis establece se han vuelto la moneda corriente de los estudios de medios y los estudios culturales contemporáneos, por no hablar del estudio de la religión. Fue durante la larga década de los noventa, en el preciso momento en que todo parecía absolutamente tecnológico, que todo estaba también saturado de las ideas, el lenguaje y la iconografía de la religión –la tecnología en especial–. Davis lleva más lejos esta tesis, y nos sugiere no solo que la década fue la expresión de este tecnomisticismo sino, además, que la historia de la tecnología –desde los jeroglíficos hasta el código informático– es en sí misma indisociable de los intercambios a menudo ambiguos con algo no-humano, algo de otro mundo, algo divino. La tecnología, al parecer, es la religión por otros medios, tanto en ese entonces como ahora.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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