En «Capilla de ERKS» un «OVNI» te da la bienvenida

¿Qué lleva a un intendente rescatar del abandono y el desprecio un cacharro ufológico y ponerlo a la vista de todos, en el cartel que saluda al visitante al entrar en la ciudad? En una nota anterior, el autor expresó su sentida nostalgia a raíz del desmantelamiento del “marcianito verde” que decoraba el cartel de bienvenida de Capilla del Monte, Córdoba, habida cuenta de que el componente alienígena es parte esencial de la vida cultural de la llamada “Zona Uritorco”. Hace pocos días, retrocediendo sobre sus pasos, el mismo funcionario que hizo quitar el monigote reseteó la decisión y restauró el símbolo, agregando esta vez al cartel una pieza que también tiene su historia:  el “Plato Volador” que alguna vez estacionó en la Plaza San Martín, centro de la ciudad.

Creación, incidencias sociales, zonas de descenso, vueltas y final de recorrido de un platívolo muy erksiano.

Por Fernando Jorge Soto RolandProfesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP. Fotos del autor (salvo expresa inidcación en contrario)

Las cosas en sí mismas no tienen historia. No son objeto de estudio de los historiadores. Lo qué sí tiene su historia es lo que los hombres hacemos con las cosas. Qué sentido les damos, cómo las fabricamos, para qué las creamos, qué buscamos y proyectamos con ellas. En tal sentido, este artículo nos tiene a nosotros mismos ―Homo Sapiens Sapiens― como principales protagonistas y no al plato volador que decora la plaza principal de Capilla del Monte, que será ―obviamente― el actor explícito de la crónica.

ENERO 2016: El «Plato volador de Capilla» que yo conocí (FJSR)

Este ovni no fue hecho en otra galaxia. Ni siquiera en la ciudad intraterrena de Erks. Es bien de superficie. Capillense. Producto de una historia sobre la que ya escribí bastante y sólo resumiré.[1]

Los platos voladores y el Uritorco son dos caras de una misma moneda acuñada en enero de 1986, tras el supuesto aterrizaje de una nave intergaláctica en las laderas de las sierras de El Pajarillo, vecinas al pueblo. La “huella” ―que los creyentes creen esa nave dejó[2]― le dio a Capilla del Monte fama nacional e internacional, sacándola del letargo pueblerino en el que estaba sumida.

Ya han pasado 33 años desde entonces. El pueblo creció. Se convirtió en ciudad. Su sociedad se hizo más compleja. Heterogénea. Con una oferta turística que superó con creces la foto de los mieleros sobre un burrito tomando peperina, en la zona de El Zapato.

Los alienígenas coparon la escena. Y con ellos llegaron los místicos, los iluminados y contactados, algunos hippies rezagados y legiones de psíquicos y especialistas en terapias alternativas. El fernet empezó a servirse en vasos con la silueta de Buda, los sahumerios inundaron con sus aromas orientales el espacio que antes ocupada el olor de un cabrito a las brasas y el cuarteto pasó a un segundo lugar, vencido por el armónico canto de las ballenas y mantras en Irdín (el “lenguaje cósmico”).

Fundamental en todo este proceso fue la ingerencia de los funcionarios municipales de entonces (que vieron el negocio); la participación de los medios (en especial el periodista José De Zer con sus crónicas por Nuevediario) y el inefable aporte de los ufólogos e “investigadores de misterios” (dirigiendo la atención y las interpretaciones hacia dónde ellos querían). Así se organizó y aderezó un relato que, hasta hoy, da de comer ―directa e indirectamente― a la sociedad capillense.

Fueron ellos los que embucharon al imaginario de la zona. Los responsables del cambio cuali y cuantitativo de Capilla del Monte.

Muchos viejos vecinos aún se quejan. Otros, por el contrario ―especialmente una nueva generación de comerciantes y pequeños empresarios orientados al turismo― encontraron la gallina de los huevos de oro. Y nadie en su sano juicio hace con ella un puchero. Se la trata bien. Se la alimenta y mantiene para que siga vivita y cacareando.

Puede que ese cacareo sea, por momentos, más estridente y fuerte que en otros. Las crisis cíclicas por las que pasó (y pasa) el país no bastan para explicar el fenómeno. En el fondo, el misticismo que se respira en esa zona del Valle de Punilla se sustenta en una condición intrínseca al ser humano. No somos animales racionales, sino por momentos. La emoción (hoy más que ponderada en el discurso New Age) copó el escenario. Basta con sentir que algo es verdad para que lo sea. El subjetivismo extremo devoró el sentido crítico, dando campo libre a delirios inimaginables que, curiosamente, pretenden justificarse haciendo uso de un lenguaje pseudocientífico decorado de fantasías. Son contradictorios. Fustigan a la ciencia, acusándola de encubrir y mentirle a la humanidad, pero desean legitimarse con falsos títulos derivados de la academia (doctor, profesor, licenciado, aún no siéndolo), soñando con el apoyo de algunos de sus miembros. Por eso no es extraño ver cómo, en congresos, encuentros y simposios, se avalen relatos disparatados. Pero también hay un lado lúdico en todo el asunto. Cierta redituable ironía que permite que un escéptico instale un negocio en plena calle principal para vender souvenirs ufológicos o que un artesano talle en madera platos voladores o entidades extraterrestres articuladas.

Conspiraciones gubernamentales, seres anómalos, portales dimensionales, canalizadores, intra y extraterrestres, gurús y místicos, tarotistas y guías cósmicos, hermanos superiores y amantes de la armonía universal se entreveran y conviven un ámbito interesante por demás desde el punto de vista histórico, antropológico y sociológico.

Las ciencias sociales y la historia tienen en todo ello la palabra. No puede ni debe ser un campo de estudio monopólicamente administrado por ufólogos.

Afortunadamente ya no es así.

Un plato volador. Un OVNI (Objeto Volador No Identificado). Un EVI (Estímulo Visual Indeterminado). Un VED (Vehículo Extraterrestre Dirigido), es el objeto de análisis de este artículo. Uno que nació de un error, de una exageración, tal vez de un embuste, y que se perpetuó alimentado por el incuestionable deseo de creer de una mayoría enorme.

I want to believe.

Quiero creer.

El famoso póster de la serie de televisión Los Expedientes Secretos X resume un fenómeno que tiene más de 70 años entre nosotros a nivel mundial, no sólo capillense.

¿Cómo llegó el municipio (cooptado tempranamente por el interés turístico-económico de la mitología ovni) llegó a instalar un platívolo, platillo o plato volador en la Plaza San Martín de Capilla del Monte, a modo de símbolo identitario de la localidad?

Compartir un mismo espacio público con José de San Martín (el Padre de la Patria) y Domingo Faustino Sarmiento (el inmortal Padre del Aula, cuyo busto señorea también en un sector del predio) resulta ―especialmente en el último de los casos― un tanto paradójico.

Que un expresidente de la Nación ―mentor de la educación pública en Argentina― tenga como vecino, nada más ni nada menos, que un plato volador de origen alienígena, habla a las claras del fracaso del proyecto ilustrado que pretendió instalar en todo el país. «En algo falló», dirán algunos. Claro que para entender todo el proceso (largo y fuera del campo de análisis de este trabajo) habría que considerar los profundos cambios que se operaron en del corto y cruel siglo siguiente, el siglo XX. Como en el tango Cambalache, la Biblia y el calefón se ubican en un mismo estante. Todo es igual. Nada es mejor.

Lo hemos naturalizado.

Aún así, dado el espaldarazo que la ufología (y sus derivados) le dio a toda la comunidad capillense, ese sitial de relieve simbólico lo tiene en gran parte merecido. En el pueblo, nada sería lo que es, sin los platos voladores.

Un monumento un tanto kitsch que busca, no la reflexión, sino la sonrisa cómplice del lugareño y el entretenimiento irónico o crédulo del turista. Pero no hay absoluta originalidad en la tarea. La cultura ufológica mundial ha levantado monumentos de este tipo en muchas partes del planeta. Aunque no todos se han atrevido a oficializarlos.

La mayor parte de las veces, los responsables que los erigieron son asociaciones privadas, grupos ufológicos, empresarios o particulares fanatizados por el tema. Los gobiernos no se ven mayormente involucrados. En Capilla, por el contrario, la municipalidad incentivó la idea y la convirtió en un hecho.[3]

¿Estamos, pues, ante el reconocimiento “oficial” ―tan deseado por los ufólogos― de la existencia real de seres extraterrestres o es una mera gran broma publicitaria?[4] Prefiero inclinarme hacia la segunda de las opciones. Aunque, si la memoria histórica encuentra en las plazas del mundo un espacio aceptado donde el status de lo político y lo religioso se simboliza con monumentos conmemorativos, el plato volador que supo adornar la Plaza San Martín de Capilla del Monte dice muchas más cosas que las que podemos advertir a simple vista.

ALIENÍGENA OFICIAL. El mito OVNI «blanqueado» en la Municipalidad de Capilla del Monte (año 2016)

DE GORILAS GIGANTES A PLATÍVOLOS ALIENIGENAS

Hace un tiempo, dediqué cuatro años de mi vida a buscar uno de los objetos icónicos más famosos de la historia de Hollywood: el gigantesco muñeco animatrónico utilizado en el film King Kong de 1976. Desde hacia casi 40 años, la leyenda urbana ―que circulaba en libros y comentarios de boca en boca― sostenía que el descomunal gorila mecánico, tras una fallida exhibición en Mar del Plata durante el mes de febrero de 1979, había desaparecido, terminando su reinado en un baldío, a la afueras de la ciudad, podrido y devorado por las ratas.

Pero todo eso era falso.[5]

Disfruté enormemente de esa pesquisa y siempre anhelé repetir una búsqueda parecida. Pero no me resultó fácil encontrar un “nuevo caso”.

Recién en septiembre del año pasado (2018), de viaje por Capilla del Monte, los efectos del vandalismo urbano, el mal tiempo y la desidia, me pusieron sobre la pista de otro objeto icónico, aunque no tan famoso como el primero: el plato volador de la Plaza San Martín. Una cuidada manufactura hecha de chapa que despertó mi curiosidad y deseos por reconstruir su historia.

EN 2015: Durante el Festival Alienígena estaba todavía en la Plaza.

No voy a exagerar la nota: a la hora de recabar datos y tejer la urdimbre de la trama, esta vez las cosas me resultaron mucho más sencillas. Bastaron algunas entrevistas a vecinos y funcionarios locales para dilucidar aquello que buscaba.

Me encontré con una historia que, en lo personal, desconocía por completo (como la mayoría de los turistas), pero que muchos capillenses tenían aún fresca en la memoria.

Siempre es así. Aún en los casos de grandes descubrimientos, los lugareños saben y conocen más que el ensalzado descubridor. Y el caso de Machu Picchu, en el Perú, es un buen ejemplo de ello: cuando el profesor estadounidense Hiram Bingham develó en 1911 la existencia al mundo de la hoy famosa ciudadela incaica no fue el primero en llegar a sus ruinas. Otras muchas personas ―colonos― la conocían e incluso ocupaban varios de sus sectores desde hacía décadas. Así todo, Bingham se quedó con todo el crédito. Se hizo famoso (y senador), por el hecho de descubrir su historia y la de sus monumentos al resto de la humanidad.

Lógicamente, no pretendo tanto. Sólo advertirle al lector que, lo que ahora sé, ya lo sabían otros.

A todos ellos, vaya mi más profundo agradecimiento.

Marchemos, pues, a la historia mínima que nos ocupa.

¿CONTACTO? No. Le habían quitado el tendido eléctrico interno (enero 2019)

Después de cinco años, regresé a Capilla del Monte en enero de 2015. El tiempo transcurrido operó en mí de un modo particular, fue redescubrirla con nuevos ojos. Especialmente, su bizarro universo ufológico y místico, lo que me llevó a escribir profusamente sobre el tema.

En esa oportunidad realicé un detallado registro fotográfico de cuanto ícono extraterrestre me crucé por el camino: cartelería, muñecos de yeso o cartón, artesanías alienígenas, vidrieras decoradas con el tema, remeras, calcomanías, juguetes, marquesinas y, por supuesto, los principales escenarios en los que ―dicen― se desarrolló la historia ufológica/esotérica del lugar.

Pero en ese viaje no encontré nada que me llamara particularmente la atención en la plaza principal (más allá de los puestos de artesanos que vendían ETs hechos en alambre, goma eva y porcelana fría).

Ningún plato volador aterrizado en el predio. De haber estado, hubiera sido merecedor de mi más sorprendida atención.

Recién un año más tarde, en enero de 2016, lo descubrí. Lo habían ubicado en un lugar privilegiado. Y esa vez, sí, le tomé varias fotografías.

Desde entonces viajé a Capilla del Monte periódicamente y, cada vez, la visita al “OVNI de la plaza” ―en las intersecciones de las calles Hipólito Yrigoyen, diagonal Buenos Aires y Rivadavia― se convirtió en un ritual obligado. Imposible no verlo.

En el verano de 2017 lo encontré vandalizado. Estaba en franca decadencia. Con sus chapas despegadas, pintado con graffitis  y los cristales, tanto del circular parabrisas de su cúpula superior como los “ojos de buey” de su estructura, rotos a piedrazos. Sólo de lejos disimulaba su decadencia.

Un año más tarde, en enero de 2018, estaba peor.

Ya sin luces.

Una piltrafa.

Pero en septiembre de ese mismo año ―en una escapada relámpago que hice a Capilla― ya no estaba. ¿Había remontado vuelo? Difícil. Estaba más destruido que el ovni de Roswell.

¿Lo habían robado?

Sólo quedaba su “huella”. No tan famosa como la del Pajarillo, claro.

Aun así, ¿volvería a verlo otra vez? ¿Se había perdido para siempre?

Los sitios y objetos abandonados siempre despertaron mi interés. Hay algo de romanticismo en el placer de imaginarlos arrumbados, olvidados, fuera del alcance de la vista, después de cierta fama y exhibición. La misma sensación que me genera la mítica Arca de la Alianza, arrinconada en el gigantesco depósito de la primera película de Indiana Jones.

El plato volador había desaparecido. Pero, cuatro meses más tarde, de regreso a Capilla del Monte ―en enero de 2019― advertí, con alegría, que había vuelto a aterrizar. En otro sector. Un poco más alejado del privilegiado sitio original. Rodeado de árboles. Sin luces. Pero estaba.

Fue en ese momento cuando nació la necesidad de conocer su historia. ¿Quién lo había construido? ¿Cuándo lo pusieron en la plaza? ¿A dónde lo habían llevado después de su desaparición?

Eran preguntas sencillas. Fáciles de contestar. Bastaba contactar con gente conocida del pueblo para obtener respuestas directas. Pero, como era de esperar, en ciertos aspectos de la historia había contradicciones. Otros, una interesante ampliación.

Tomé el celular y llamé a un importante funcionario local, amigo mío.

EL CONSTRUCTOR DE OVNIS

El plato volador de Capilla del Monte es el producto de la creatividad y el esfuerzo de un comerciante local llamado Leonardo “Leo” Vázquez. Él es el padre de la criatura y único responsable de su creación.

Contrariamente a lo que muchos puedan suponer, el ovni no nació con el objeto de decorar ningún museo ufológico (como el existente en la ciudad de Victoria, Entre Ríos), sino como disparador de un emprendimiento gastronómico que durante algunos años se levantó a la vera de la Ruta 38, a pocos metros de la hermosa capillita Nuestra Señora del Valle, en el barrio conocido como El Zapato Norte, en dirección a San Marcos Sierras.

Capilla Nuestra Señora del Valle, Ruta 38

Allí, Leo Vázquez instaló su local. Lo bautizó Regionales El Ovni y aún hoy se lo recuerda por las famosas y riquísimas picadas que servían, tanto como por el distendido clima que se respiraba. Fue, en su momento, una escalada obligada para los muchos turistas que se acercaban a Capilla y un anticipo de lo que verían en el centro de la ciudad.

Leo puso el plato volador en el techo del negocio y decoró el local con motivos alusivos. De esta manera, lo extraterrestre se mezcló con el vino patero, el fernet casero, los dulces y las aceitunas, el arrope y las artesanías, los chorizos secos y la cerveza artesanal.

“Regionales El Ovni” mantuvo sus puertas abiertas por casi cinco años, entre 2010 y 2015. Después, por motivos que desconozco, cerró.

De aquellos días quedaron el recuerdo de los parroquianos y, seguramente, muchas más fotos de las que pude conseguir, gracias a las generosas gestiones de un empresario hotelero del pueblo.

«REGIONALES EL OVNI». El Plato en su momento de esplendor. Foto: Claudio M. Chena.

Pero, ¿qué sucedió con el plato volador de Vázquez?

Durante un tiempo permaneció sobre el techo del local, convertido ―como se decía en la intro de la serie Los Invasores― “en un merendero cerrado y abandonado” que ya no acogía a ningún “hombre cansando, incapaz de seguir en viaje”.

Cuando visité la región en enero de 2015, con toda seguridad, todavía estaba en ese techo. Pero no lo ví.

Un mes más tarde, en los días previos al inicio del Festival Alienígena 2015, el plato volador fue trasladado a la plaza San Martín por personal municipal.

TRASLADO, 2015. Personal del municipio de Capilla del Monte llevan el ovni a la Plaza. Febrero 2015 Foto: Claudio M. Chena.
ATERRIZAJE EN LA PLAZA SAN MARTÍN. El plato es instalado en un sector privilegiado de la ciudad. Febrero 2015 Foto: Claudio M. Chena

En un primer momento me dijeron que Vázquez lo había donado a la comuna, pero parece que las cosas no fueron de ese modo.

Tras una comunicación con Leonardo ―vía Whatsapp― éste se encargó de desmentir dicha versión.

―No, yo al ovni no lo doné. Lo dí en carácter de préstamo. Tengo el papel firmado por el intendente anterior, Gustavo Sez. Fue por el término de una semana. Hace 4 años atrás, para el Carnaval Alienígena. Y, bueno, al final quedó ahí, puesto en la plaza. Pero no lo doné. El ovni es mío.

Y aclara:

―La idea inicial era ponerlo en el techo de la Calle Techada [diagonal Buenos Aires], donde ésta comienza y dice “Capilla del Monte”. Ahí lo iban a poner. Al final no se puso en ese lugar y quedó en plaza. Lamentablemente, lo hicieron pelota. Yo dije que lo arreglaran. Incluso compré las chapas nuevas. Hinché (…), hasta la otra vez que le dije a Buffoni [nuevo intendente] y lo acomodaron un poco y le pusieron algunas chapas nuevas. Pero igual, lo hicieron pelota. ¡Si hasta luces adentro, giratorias, tenía!

Ese ovni lo hice yo en el 2010. Lo tenía puesto en mi negocio, en la Ruta 38. ¡Lo que me costó hacerlo! Tiene toda una estructura, por dentro, que es espectacular. ¡Todo caño curvo! Iba gajo por gajo. Todos iguales. No variaban un milímetro. Estaban todos cortados iguales, cuando yo lo armé… Ahora lo han desfigurado bastante. Viste cómo es. Uno porque lo hace con amor. Con sacrificio. Pero hay veces que la gente no te lo valora. Y menos el municipio. Si no, en su momento, cuando me lo pidieron, me hubieran dicho: “Mirá, Leo ¿me lo prestás un tiempo más?” Si yo no hacía firmar el papel por el intendente (Gustavo Sez), al ovni lo pierdo. Aparte, no he recibido ni un “gracias”, ni nada.

Para muchos no tendrá valor. Para otros sí. Para mí tiene valor por lo que me costó armarlo. Pero, bueno, cada loco con su tema.[6]

A mediados de 2018, el nuevo gobierno ―que había tomado las riendas del municipio en septiembre del año anterior, tras la renuncia del intendente (Gustavo Sez)―, viendo el estado de deterioro en el que estaba el ovni, lo removió del espacio público y lo mantuvo por un tiempo en alguna dependencia de la municipalidad hasta la temporada estival de 2019 cuando, recauchutado, lo volvieron a colocar en la plaza.

Pero, como dijo Vázquez, ya no era el mismo.

Ni siquiera su emplazamiento original.

Antes de terminar quiero ser sincero conmigo mismo y explicitar una idea que, aunque no sea compartida por el funcionario amigo de Capilla (que tanto colaboró en la redacción de este artículo), encuentro tentadora de ser tenida en cuenta.

Cuando en enero pasado (2019) redescubrí al plato volador en el lugar que hoy ocupa en la plaza, me pareció que ese rincón un tanto oscuro denotaba no sólo un cambio de ubicación sino también un cambio en el espíritu del nuevo gobierno local. ¿Estaba siendo la mitología ovni relegada del discurso oficial?

Tal vez, sí. Tal vez, no. El tiempo lo dirá. Pero lo cierto es que también el gracioso extraterrestre desapareció de la marquesina de la Secretaría de Turismo.

Al día de la fecha, febrero 2019, “el ovni de Leo” permanece en la Plaza San Martín a la espera de nuevos cambios y ―quizás― “otros vientos políticos”.

Ojalá le sean favorables.

FJSR

Nota del autor (2022)

El tiempo, al parecer, me dio la razón.

EN CAMINO AL CARTEL DE BIENVENIDA, 2022. Foto: Claudio M. Chena
2022: NUEVA UBICACIÓN

Nota del autor (2019)

Deseo hacer público mi más profundo agradecimiento al periodista e investigador capillense Fernando Diz y al empresario hotelero Claudio Miguel Chena, cuya colaboración y amistad permitieron que me adentrara en la historia del plato volador. Del mismo modo, vaya mi gratitud al señor Leonardo Vázquez, cuya generosidad y apoyo hizo posible también la redacción de este pequeño artículo.

Y a Capilla, mi querida Capilla, que tanto me estimula y hace pensar.

Referencias:

[1] Véase: Bajo la Sombra del Uritorco. Disponible en Web. Erksperiencias en el Uritorco. Crónica de un Viaje al universo esotérico de Capilla del Monte. Disponible en Web. 30 años conviviendo con extraterrestres (1986-2016). El singular caso del Uritorco en Capilla del Monte y su historia esotérica. Disponible en Web. Un racionalista en Capilla. Disponible en Web.  

[2] Véase: Serpientes de verano. El extraordinario caso de la Huella del Pajarillo de Capilla del Monte. Disponible en Web

[3] En Varginha, Brasil, un plato volador también ha pasado a ser el emblema municipal de la localidad. Y es sólo un ejemplo.

[4] Hay que recordar que el gobierno local, en 1986, oficializó ―de la noche a la mañana― con un documento firmado por el intendente de entonces y el secretario de gobierno, la identidad de extraterrestre de la “huella” aparecida en el cerro Pajarillo. Además, la organización de un Festival Alienígena (FA!) ¿correría por el mismo andarivel? Al respecto véase del autor: Festival Alienígena 2017: Guerra de las Galaxias. Disponible en Web

[5] Véase del autor: King Kong en Mar del Plata, Revista Todo es Historia, N° 575, Junio 2015, pp.50-54. Asimismo ver: El día que King Kong encalló en Mar del Plata. Disponible en Web y Vía Crucis de Kong: el eslabón perdido. Disponible en Web.

[6] Archivo del autor.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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