«Nada extraño nos es ajeno» era el eslogan de la revista francesa que alumbró una corriente que le dio al esoterismo, la magia y el ocultismo las credenciales que necesitaba para obtener legitimidad: las de una concepción «heterodoxa» de la ciencia. Ese movimiento fue el realismo mágico, que popularizó una escuela que había iniciado Charles Hoy Fort entre 1919 y 1930 pero que también era heredera de la Teosofía de Madame Blavatsky.
Una de las efemérides que tuvimos agarrada de los pelos y se nos escaparon entre los dedos fue el 60 aniversario de la revista Planète, fundada por Louis Pauwels (1920-1997) y Jacques Bergier (1912-1978), cuyo primer número salió en octubre de 1961 y en España inspiró a «Horizonte», que dirigió el escritor Antonio Ribera Jordá. En la Argentina fue publicada por Editorial Sudamericana desde 1964. Secuela del exitoso libro «Le matin des magiciens» (en castellano, «El retorno de los brujos»), publicado un año antes, la revista alcanzó en su quinto número los 60 mil ejemplares e hizo punta con dos innovaciones en las que tuvo poca competencia: creó un flamante género, bautizado Realismo fantástico, e introdujo el formato libro, con cerca de 150 páginas cada ejemplar.
Salió por diez años y ocupó un nicho raro, entre la ciencia y lo mágico-religioso. El eslógan de «Planète» fue «Nada extraño nos es ajeno», así como en México sería «Lo increíble es la Verdad» («Duda») y en la Argentina, «Periodismo de Anticipación» («2001»).
El género encontró su Némesis en la Unión Racionalista de Francia, pionera organización escéptica fundada en 1930, que en la década del 90 sobrevivió prendida a un carro de origen estadounidense, el del movimiento Humanista Secular impulsado por el filósofo Paul Kurtz (1925-2012). Los racionalistas franceses publicaron dos revistas, Les Cahiers Rationalistes (¡que ya celebró su 90 aniversario!) y Raison Présente, y un libro que tradujo en Buenos Aires Editorial Jorge Alvarez: “El fracaso de los brujos (1966).
Sobre este libro, polémico y jugoso, algún día volveremos: los autores de aquella recopilación estuvieron entre los primeros científicos y divulgadores europeos que alzaron su voz ante los que revolvieron la cuchara de un brebaje que en siglo XXI reaparecería en canales como History Channel bajo formatos como Ancient Aliens (Alienígenas Ancestrales), entre otros propagadores masivos de la pseudoarqueología y otros (falsos) misterios antiguos, que sobreviven gracias a la viralización de memes idiotas y del pensamiento insípido.
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