Sobre tortugas, peces y ranas que caen del cielo

Este año se cumplieron 85 de la muerte de Charles Hoy Fort, el escritor estadounidense que recopilaba y estudiaba fenómenos y anomalías excluidas por la ciencia de su época. Como buen inventor de un campo inexplorado, Fort fue seguido e imitado por miles de ufólogos, y se podría decir que fue el primero de la dinastía. Influyó en autores como Louis Pauwels, Jacques Bergier, John W. Campbell y H.P. Lovecraft, quien lo consideró un maestro, e inspiró el uso del término forteano para referirse a estas manifestaciones.

“Hombre golpeado por una tortuga voladora” es un titular demasiado impactante para ser cierto. Pero así presentó el caso Marcianitos verdes, el blog más serio dedicado a la difusión de sucesos paranormales, para dar una noticia publicada por el Austrian Times. Una vez que el título capturó nuestra atención, la noticia devela que Yao Chen, el dueño de un restaurante en Chongqing, suroeste de China, conversaba sobre bueyes caídos con algunos clientes en la puerta del local cuando de pronto ¡zrappp!, o vaya a saber el ruido que hace una tortuga al estrellarse. La dura coraza del reptil le destrozó el dedo gordo del pie al fontanero.

La tortuga había caído desde el sexto piso de un edificio, y el cocinero se negó a hacer sopa con ella convencido de que el animalito de la mala suerte iba a envenenar a sus invitados.

Charles Fort (1874-1932), autor de «El libro de los condenados».

Charles Hoy Fort (1874-1932), el periodista neoyorquino que recopiló antes que nadie las más extravagantes noticias que salían en diarios y revistas científicas, que solía despreciar el positivismo científico de su tiempo, dio cuenta de la existencia de cientos de informes sobre la inopinada caída de hielos gigantes, nieve negra, ranas, azufre y hasta aguaceros de sangre.

Como a Fort le interesaba más el desafío que constituía el almacenamiento de miles de estos casos desconcertantes antes que la explicación “uno por uno”, seguramente el asunto de las tortugas voladoras hubiese tenido lugar en su colección de cosas que caen del cielo. Algo parecido se podría decir de otro incidente sucedido en agosto de 2012 en Kolobrzeg, Polonia, donde una larga caravana de coches quedó atascada en una ruta anegada de peces muertos. Pero no cien o doscientos: eran varias decenas de miles de peces muertos. Cuando los automovilistas empezaban a pensar que era una plaga por el Juicio Final, la policía detuvo y multó al camionero Jakub Carowski. ¿Qué había sucedido? Olvidó de cerrar la puerta trasera del camión y diseminó 24 toneladas de sardinas sobre la carretera.

El accidente tuvo un plus: en 2011, en California y en Noruega, aparecieron flotando millones de peces muertos. Y el 3 de junio de 2012, el mar japonés de Ohara se volvió rojo cuando amaneció sembrado de peces muertos, también sardinas, por causas que no fueron establecidas. Misterios recientes, más cuando poseen cierto linaje mitológico, entrenan el cerebro para que noticias irrelevantes, o que podrían serlo, parezcan interesantes, y si lo parecen es porque sacuden la memoria: resuenan más por su potencial carga enigmática que por su eventual explicación.

Las lluvias de ranas, peces o cerdos no son más frecuentes que los raros especímenes solitarios. Ese mismo 2012 tres amigas de Vancouver, Canadá, Jan Bailey, Lynda Taylor y Cindy Wilkinson, lanzaron una exótica campaña en pos del dueño de un pez perdido. Será poco probable hallarlo: el pez cayó de un árbol de cedro plantado en el patio de la casa de Bailey. Ella lo vio hacer el clavado y su esposo lo halló con el cuerpo cubierto de agujas de cedro, increíblemente vivo. Jan lo metió en una pecera con agua y ahora las chicas se preguntan cómo esa mojarra color naranja rojizo, de 25 cm. de largo, pudo caer del árbol. Como es un pez de acuario, Taylor supone que un águila o una garza lo arrebató de una casa vecina, soltando a la presa en pleno vuelo.

CONSPIRACIÓN EN LA GRANJA
No tiene mucho sentido buscar una causa única, pero para algunos el interés por estos fenómenos aumenta cuando se producen ciertos cambios de estado en la fauna, dando pie a oleadas noticiosas nacionales o incluso internacionales. Así, avalanchas informativas como las incursiones de depredadores no identificados catalogados como “chupacabras” en Centroamérica en los años 90, el hallazgo de vacas “curiosamente mutiladas” en la Argentina post debacle de 2001, o la más reciente oleada de mirlos muertos de Arkansas, a fines de 2011, podrían encontrar hipótesis más razonables que las más difundidas, algo que solo sucede cuando la histeria cesó. Estas oleadas increíbles suelen permanecer tanto como dura el interés mediático. Apenas “caen” de la agenda a pocos les interesa conocer las causas. Y quienes quieren saber, a poco de indagar descubren que la fisonomía del chupacabras nunca es la misma, que el estilo de ataque a sus presuntas víctimas cambia tanto como predadores salvajes hay en la zona, que las vacas no murieron a causa de las supuestas mutilaciones sino por pestes, hambre o un brusco descenso de la temperatura, y que la razzia de pájaros muertos tuvo causas naturales. Todo lo demás es obra y gracia del artificioso contagio mediático, en verdad casi rutinario en temporada de escasez informativa.

El libro de los condenados. Escrito en 1918, fue publicado el año siguiente. Es el primer antecedente del «forteanismo».

Fort no pudo ver con la perspectiva del historiador cómo los extraños casos que rescató del olvido se iban a convertir en moldes para dar forma a las estrellas de la cultura popular del porvenir. “En El Libro de los condenados hay, como mínimo, el germen de seis nuevas ciencias”, escribió el notable precursor de Edad de Oro de la ciencia ficción, John W. Campbell. El escritor tampoco supo que “forteano” iba a ser sinónimo de los hechos más raros del Cielo y la Tierra desde mitad del siglo XX, o que una revista inglesa, Fortean Times, lo iba a honrar adoptando su nombre.

Como sea, muchas de estas pretendidas anomalías –la “procesión de todos los datos que la Ciencia ha tenido a bien excluir”, como Fort las definió– son excepciones que rinden tributo a la imaginación humana, o a su capacidad para sobrellevar la ausencia provisoria de explicaciones con especulaciones tal vez más tranquilizadoras que eficaces.

A 85 años de su muerte, podemos decir que aquel viejo de bigotes de foca, que fue taxidermista antes que dedicarse al ensayo periodístico, no tenía mejores explicaciones para ofrecer. Fort quiso abrir una ventana a la fantasía, sin pretensiones de hacer ciencia. De lo contrario, no hubiese escrito en el prólogo de su obra:

“Batallones de malditos, dirigidos por los descoloridos datos que yo he exhumado, se pondrán en marcha. Unos lívidos y otros inflamados y algunos podridos. Algunos de entre ellos son cadáveres, momias o esqueletos chirriantes y vacilantes, animados por todos aquellos que fueron condenados vivos. Deambularán gigantes hundidos en su sueño. Guiñapos y teoremas andarán como Euclides bordeando el espíritu de la anarquía. Aquí y allá se deslizarán putillas. Algunos son payasos. Otros son muy respetables. Varios más son asesinos. Horribles pestilencias y supersticiones desencadenadas, sombras y burlas, caprichos y amabilidades. Lo necio, lo pedante, lo raro, lo grotesco y lo sincero, lo hipócrita, lo profundo y lo pueril arrostrarán la puñalada, la risa y las manos muy pacientemente juntas de la decencia”.

Eso era literatura. La misma que escriben, sin proponérselo, cientos de miles de personas que a diario alimentan con sus observaciones, experiencias e historias de fenómenos extraordinarios que, miradas de cerca, nos enseñan más sobre nosotros mismos que sobre una “realidad alternativa”.

ENLACES EXTERNOS

En el camino de Charles Fort. Por Oscar A. Galíndez

Fort, Charles H. Biografía en Dios! Por Alejandro Agostinelli

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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