El libro The Close Encounters Man, de Mark O’Connell, fue publicado hace tres años. Pero ésta es la primera reseña crítica escrita por uno de los grandes conocedores de la vida, la obra y el objeto de estudio de la figura cuya biografía se describe, el doctor Josef Allen Hynek (1910-1986), asesor científico de la Fuerza Aérea Norteamericana y largamente considerado, sobre todo en medios especializados, como «el padre de la ufología».
Vicente-Juan Ballester Olmos no solo mantuvo una afectuosa y fecunda relación con Hynek; el mismo autor de esta reseña, a lo largo de su vida, se interesó en las experiencias ovni que jalonaron la carrera del ufólogo que, en 1977, encontró en un cameo del film de Spielberg, Encuentros Cercanos…, una de las cimas de su popularidad.
Su amistad con el astrónomo de la Universidad Northwestern y activo promotor de la causa ovni, no ha impedido a Ballester Olmos discutir y separar los hechos tal cual fueron documentados, los informes que Hynek investigaba y su vida real, que lo sitúan lejos del héroe idealizado en la reciente serie «Proyecto Libro Azul» del History Channel.
La reseña de Ballester Olmos, acompañada con varias fotografías publicadas por primera vez, también es un pretexto para poner al día tópicos fundamentales sobre el estado de la cuestión y aporta novedades poco o nada conocidas, como el apéndice donde revela la historia secreta de cierta legendaria foto ovni tomada por Hynek que incluyó en su ópera prima, The UFO Experience, en 1972.
-El Editor
Por Vicente-Juan Ballester Olmos
Traducción: Ignacio Cabria García
Los símbolos importan. Cuando uno compra un libro dedicado al enigma de los ovnis (en mi caso, la editorial me lo envió amablemente para su revisión) espera que la portada tenga un significado y dé una pista sobre su contenido. Sí, sé que no deberías juzgar un libro por su portada, pero el exterior siempre se debería relacionar con el interior. En consecuencia, cuando encontré en su cubierta la imponente fotografía de un platillo volante que se sabe fraudulenta (1), junto con una promoción del libro por un periodista que abraza la causa alienígena, se me despertaron malas vibraciones. ¿Será cosa del editor? Tal vez.
Sin embargo, cuando a Carl Sagan, uno de los científicos y pensadores más extraordinarios de nuestra época, apenas se le cita como alguien «que se burla de los ovnis» (pág. xi), surgen las ideas preconcebidas del autor. Pero quizás esto pueda ser también relativamente poco importante. Leamos el libro antes. Se trata de The Close Encounters Man, de Mark O’Connell, una biografía del doctor Josef Allen Hynek (1910-1986), asesor científico de la Fuerza Aérea Norteamericana durante más de 20 años (2).
Debo señalar ya desde el principio que el autor no se revela como un historiador neutral que investiga y escribe sobre la primera figura de la «ufología». Guionista de profesión, también es un blogger de ovnis que, a los 13 años, ya había leído «muchos libros de ovnis». Según admite y enfatiza, la abducción de Pascagoula de 1973 es «mi caso ovni favorito de todos los tiempos». O’Connell no es un cronista imparcial de la carrera de alguien como Hynek, para quien el estudio de los ovnis fue una profesión a tiempo parcial y un hobby a tiempo completo.
Permítanme desviarme un poco de esta revisión para establecer mi propia perspectiva con respecto al hombre. La participación del Dr. Hynek en el misterio OVNI se extendió desde 1947 hasta 1986. La mía comenzó en 1967, por lo tanto, compartimos 20 años de interés común, por lo que es predecible que ambos interactuáramos durante este largo intervalo. Mi asociación personal con Hynek comenzó en 1974. Tuve con él un intercambio epistolar irregular desde ese año. Lo sostuve, principalmente, con su staff: Mimi Hynek, John Timmerman, Mark Rodeghier o Jerry Clark. En 1976, el Center for UFO Studies publicó un catálogo de supuestos informes de aterrizaje de ovnis en la Península Ibérica (3), con un prólogo de Jacques Vallée (desde 1969, yo había estado trabajando estrechamente con el Dr. Vallée en el desarrollo de un censo informatizado de este tipo de casos en España y Portugal). Además del intercambio de cartas, vale la pena mencionar dos hitos importantes de nuestra relación. Uno de ellos fueron nuestros dos encuentros personales. En ocasión del Primer Congreso Internacional sobre ovnis de la organización británica BUFORA, celebrado en Londres en agosto de 1979, donde ambos fuimos invitados a presentar ponencias, tuve la oportunidad de saludar a Hynek en los pasillos y a conversar con él en privado. Al día siguiente, nos encontramos cerca de la embajada estadounidense. Mantuvimos una conversación fructífera, tanto que iluminaría mis planes de investigación para la siguiente década, que se centrarían en convencer al estado mayor del Ejército del Aire español a que desclasificara y facilitara al público los archivos oficiales sobre ovnis. Este objetivo resultó, como suelen decir los pilotos militares, una misión cumplida (4-7). El consejo y la visión de Hynek fueron extraordinarios en el planteamiento de la estrategia.
Otro punto destacado de mi asociación con Hynek fue su redacción del prólogo de mi libro Investigación OVNI, publicado en 1984 (8,9). Me conmovió especialmente porque escribió generosamente sobre mí y mi trabajo. (NdE: En la versión en inglés de este texto se puede leer el prólogo mecanografiado completo).
Volvamos al libro. Este es «un intento de encontrar el heroísmo, el humor y la humanidad» en el Hynek hombre, explica el autor. Es más que probable que surjan esas cualidades, pero yo preferiría encontrar al científico imparcial siempre haciendo ciencia con avistamientos de ovnis, llegando a conclusiones sobrias y con los pies sobre la tierra. Ya veremos.
Bien escrito, como es de esperar de un escritor profesional que redactó episodios de la famosa saga Star Trek, y bien documentado, ambas características especialmente apreciadas por cualquier lector exigente. Ya conocíamos los intereses esotéricos de Hynek por las memorias de Jacques Vallée (10) y por un artículo específico de John Franch (11). Aquí vemos cómo, a partir de los 18 años, Hynek simpatizó con las lecturas rosacruces y de la masonería y «quedó fascinado con el concepto de ‘ciencia oculta’ difundido por el filósofo y maestro espiritual Rudolf Steiner» (pág. 16). Cuanto la creencia en un mundo invisible y arcano predispondría la mente de un joven estudiante de astronomía a la aceptación de otras realidades sobrenaturales (que no se revelará hasta 1947), no lo sé, pero ciertamente la semilla estaba implantada. Nunca se sabe cómo estas creencias pueden enmarcar las ideas de una persona, pero si se está abordando un fenómeno inescrutable como los ovnis, el riesgo de transformar algo complejo en algo impenetrable e incognoscible siempre está ahí.
El libro es de lectura agradable. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con el Hynek ufólogo, pero menos con el Hynek astrónomo o el hombre de familia. Además, el autor establece hábilmente una continuidad desde las expectativas de vida marcianas de finales del siglo XIX hasta la concientización pública previa a 1947 y los temores de conquista interplanetaria. Muestra cómo la cultura estaba lista para hacerse eco de interpretaciones erróneas que llevaron a la enorme (pero efímera) erupción de avistamientos de platillos volantes de julio de 1947 en los Estados Unidos. Desde el Prólogo hasta el Capítulo 2, la historia de los descubrimientos astronómicos –y la corriente de especulaciones erróneas que provocaron– desde 1897 a 1938 representa el horno en el que las ideas que se estaban cocinando favorecerían la posterior aparición de los platillos volantes. Sin olvidar la influencia de la colorista literatura local de ciencia ficción, me apresuro a agregar.
No es de extrañar que el avistamiento iniciático de Kenneth Arnold se presente sin críticas, si bien el episodio del accidente de Mantell y otros episodios precedentes se muestren de manera más equilibrada. Curiosamente, los informes de ovnis eran, al principio, «vagos e incompletos» para Hynek (pág. 46). Fue años antes de las oleadas de aterrizajes y ocupantes de ovnis. En otras palabras, el «fenómeno» se reforzó y reinventó a sí mismo y ganó en complejidad. En mi opinión, fue la presión de los medios lo que convenció a los «testigos» para contar historias más elaboradas, que alcanzaron su punto máximo desde los años sesenta hasta los ochenta y disminuyeron a casi cero en el presente siglo. Reflexionando sobre eso, recientemente escribí una entrada en mi blog titulada «¿Dónde se han ido los aterrizajes de ovnis? » (12). En realidad, no se fueron, simplemente nunca llegaron.
De hecho, el propio Hynek encontró inconsistencias en el tamaño, la velocidad y las estimaciones de cualidades técnicas (performances) de los objetos del avistamiento fundacional de Arnold. Por otro lado, uno de los primeros registros fotográficos denunciados (Phoenix, 7 de julio de 1947) motivó a Hynek sugerir que debería reabrirse la investigación ya que no se había realizado una investigación competente y «no parece posible una explicación astronómica» (p 48). Por supuesto, porque muy probablemente fue un burdo engaño. Estoy convencido de eso, pero todavía no puedo probarlo. Pero, en ese momento, no se consideró la posibilidad de que alguien le mintiera a la Fuerza Aérea.
Con todo, de los primeros 273 casos estudiados por Hynek para la Fuerza Aérea entre diciembre de 1948 y abril de 1949 (Project Sign) alrededor del 20% no se resolvieron. En febrero de 1949, el informe final de del Proyecto Sign llegó incluso a plantear «la probabilidad de una visita de otros mundos» (pág. 50). Algunos dirán que el encubrimiento y el descrédito sistemático aún no habían comenzado. Bendita ignorancia, es lo que yo creo que había.
La mayor parte del Capítulo 4 cubre el espectacular avistamiento de Chiles-Whitted del 24 de julio de 1948 de un enorme torpedo volador con ventanillas del que se desprendía una cola rojiza. El informe produjo una gran conmoción en los altos mandos de la Fuerza Aérea y Hynek tampoco pudo explicar astronómicamente, «si lo aceptamos al pie de la letra» (pág. 55). Palabras clave.
Sin precedentes hasta entonces, aquella fue con toda certeza la primera visión «cercana» por pilotos en vuelo de un bólido (meteoroide de gran magnitud). Con el tiempo, la literatura científica y ufológica descubrieron cómo la observación de una mera gigantesca bola de fuego puede transformarse en un objeto sólido estructurado con ventanillas. Esto se conoce como «efecto de aeronave” de W.K. Hartmann (13-16). Hynek finalmente lo atribuyó a un meteorito de movimiento lento y se preguntó si los psicólogos vincularían la cola brillante de un meteoro con la apariencia de una nave con ventanillas iluminadas.
Después de la cancelación del Proyecto Sign, se puso en marcha el Proyecto Grudge para hacer frente al continuo flujo de informes que llegaba a la Fuerza Aérea. La posición sensible a la hipótesis ET cambió a «desacreditar los informes tan rápido como se pudiera» (pág. 59). Según el punto de vista, se debió a una mano oscura o a un baño de realismo. El caso es que después de ocho meses de operaciones (y 244 casos revisados), la conclusión fue que los incidentes ovni no representaban una amenaza para la seguridad nacional. A la misma conclusión llegaron décadas después los ministerios de Defensa de muchos países, procediéndose a desclasificar y difundir los archivos militares de informes ovni. Sin embargo, hoy, algunos creyentes obstinados no aceptan este hecho incontrovertible, incluido, aparentemente, el autor del libro.
El relato continúa con el mito de los «marcianos» rescatados después de estrellarse un platillo volante. O’Connell acertadamente señala que fue una historia inventada. Sin embargo, esta idea resurgiría con mucha fuerza en años posteriores, para sobrevivir en forma del escenario de Roswell. Esta vez los creyentes no dejarían que la presa se les escapase tan fácilmente.
En 1951, la industria del cine entró en escena con la película The Thing (La Cosa). O`Connell toma la última frase de la película, pronunciada por un científico herido: «¡vigilad los cielos!» e interpreta que el público miró con más ahínco a los cielos y, en consecuencia, observó más y más ovnis. Sin embargo, con el paso del tiempo, la interpretación de la mayoría de los estudiosos es que esta indicación es, precisamente, una de las causas del fenómeno de las «oleadas», una serie de observaciones ovni mal investigadas, erróneas, ilusorias y de naturaleza convencional, que se deben valorar después de un detallado escrutinio (17).
El libro muestra claramente lo bueno que era Hynek como profesor y captador de fondos para la Universidad Estatal de Ohio. Popular y valorado por los medios relacionados con la universidad, no le molestaba la publicidad, principalmente porque era el medio para lograr sus objetivos profesionales.
Dicen –y el libro así lo afirma– que el Proyecto Grudge tenía la consigna de desacreditar el fenómeno. Pero fue necesario un General de Inteligencia de la Fuerza Aérea para darse cuenta de que el proyecto no tenía el personal adecuado para reactivarse. Entonces se le confió al destacado Capitán Ed Ruppelt «revitalizar el programa» (pág. 69). El objeto de estudio se empezó a denominar Unidentified Flying Objects (UFOs) y el programa cambió su nombre a Blue Book (Libro Azul), hasta su cierre en 1969.
Ruppelt le pidió a Hynek (nuevamente en su papel de consultor) que reevaluara el caso Mantell, inicialmente atribuido a Venus. Y se retractó. ¿Por qué? El libro dice: «porque el fenómeno ovni persistía» (pág. 70). Sin embargo, el hecho es que Ruppelt encontró evidencia que apunta a un globo secreto Skyhook como el posible culpable.
Después del nunca debidamente estudiado caso de detección masiva por radar del 19 de julio de 1952 sobre el aeropuerto de Washington, D.C. (¿un caso de propagación anómala?), se contrató al Battelle Memorial Institute para analizar estadísticamente miles de informes ovni (Proyecto Stork). Querían discriminar entre ovnis verdaderos y falsos. Un intento ingenuo. Todavía no sabían que no hay diferencias entre «conocidos» y «desconocidos».
Un caso particular recibe atención especial (9 páginas, a partir de la pág. 96), la serie de avistamientos del 5 de agosto de 1953 que empezó con el avistamiento de un observador del GOC (cuerpo civil de observadores terrestres voluntarios) en Blackhawk, Dakota del Sur, continuó durante más de tres horas y alcanzó hasta 200 millas de distancia en Dakota del Norte. Es prácticamente imposible analizar un evento de hace casi 50 años, pero lo que puede parecer un caso homogéneo, yo lo veo de manera bastante diferente: algo que ocurrió en lugares remotos, en el transcurso de varias horas, visualmente, por radar, desde el suelo, desde el aire, por personal lego así como por pilotos y controladores aéreos, mostrando unos testigos evidentemente agitados, puede perfectamente tener diversas explicaciones y ser el resultado de la combinación de diferentes fenómenos. Hablo de memoria, pero creo que Philip Klass ya habló sobre este efecto artificial de combinación de causas. Curiosamente, cuando concluyó la investigación, el informe de Hynek le hizo aludir a un «sabor de Alicia en el país de las maravillas» (pág. 111), es decir, un enigma.
Me recuerda el caso del piloto español de un Supercaravelle el 11 de noviembre de 1979. Durante varias horas después de un incidente aéreo central, fueron vistos ovnis desde el suelo y más tarde un avión de combate despegó para investigar las extrañas luces. La única forma de estudiar avistamientos prolongados como este es fracturarlos en segmentos temporales y geográficos separados; de lo contrario, estamos añadiendo una complejidad innecesaria a lo que sucedió y haciéndolo inexplicable debido a seguir una metodología incorrecta (18,19).
Fue por esta época que Hynek lanzó el concepto del «residuo». Esos casos ingobernables son la raíz de un nuevo fenómeno. Pero eso es una falacia. Si se toma un millón de mediciones en un laboratorio, siempre aparecerá un pequeño porcentaje de errores aleatorios o discrepancias. Es un hecho estadístico que no indica en absoluto que estas mediciones extrañas representen un nuevo fenómeno o estructura. En cualquier campo de investigación (policial, médico, etc.) siempre quedan «casos sin resolver», pero esto habla más bien de las limitaciones del investigador. En ufología, solo refleja el fracaso del narrador y/o del analista. Con más experiencia y habilidades, este porcentaje disminuye. De hecho, la cifra del 20% de los casos no explicados por Hynek o el Libro Azul se ha reducido hoy al 2,0%, según las últimas cifras del GEIPAN (20).
Para los académicos de ciencias sociales que sostienen que los medios de comunicación y el cine estimularon y mantuvieron el alto nivel de “platillismo” en América (tanto de creencia como de reporting), en el libro se cita la estimación del historiador del cine Patrick Luciano de 500 películas del género de ciencia-ficción (platillos volantes incluidos) producidas en los Estados Unidos de 1948 a 1962. Si se agregan los libros publicados, periódicos, revistas y televisión promocionando historias de ovnis durante la era espacial y el período de la guerra fría, la base para ello parece más que probada.
La narración establece un paralelismo entre Johannes Kepler (1571-1630) y Hynek, en mi opinión un poco exagerado. Principalmente, basado en la biografía que el heterodoxo intelectual Arthur Koestler (1905-1983) hizo de Kepler, quien desafió el rechazo de los sabios del siglo XVII de los descubrimientos de Galileo Galilei a través del telescopio que él inventó. De igual manera, sugiere el autor, Hynek desafió a los científicos del siglo XX a examinar casos con fotografías de ovnis (pág. 118). Pero si hay un aspecto de la fenomenología ovni que ha sido bien cubierto por los científicos desde 1947 (dentro y fuera de las fuerzas armadas) es la evidencia fotográfica y fílmica. Como dije, una comparación excesiva que puedo entender como un buen recurso literario para un libro.
Al revisar la vida laboral de Hynek como astrónomo, el libro repasa interesantes logros científicos en la historia contemporánea de la astronomía, como por ejemplo la cámara Baker-Nunn (pág. 123). Asimismo, el relato de los acontecimientos que rodearon el lanzamiento del Sputnik soviético en 1957, y el papel desempeñado por Hynek, es bastante ilustrativo y entretenido (pág. 127).
Resulta evidente que la “voluntad de creer” (21) del investigador limita de manera crucial su capacidad para analizar las declaraciones de testigos oculares e incidentes ovni. Puedo afirmarlo de primera mano ya que yo mismo he pasado por ese trance. Es como tener un velo en tu mente que inhibe la detección de fallos lógicos, errores y datos absurdos del evento informado y que impide hacer una evaluación sensata y racional de toda la situación, que te lleva a aceptar todo literalmente, sin importar cuán extraño sea. Simplemente porque crees que esas cosas raras suceden en realidad.
Revisemos ahora la historia de múltiples aterrizajes en Levelland, Texas, en la noche del 2 de noviembre de 1957 (pág. 133) desde una perspectiva diferente. A las 10:50 p.m., P. Saucedo y Joe Salaz, trabajadores agrícolas que manejan un camión a 4 millas al oeste de la ciudad, tienen un breve encuentro con una veloz llama de colores en forma de torpedo «de unos 200 pies de largo». Notablemente tenso, Saucedo informa el susto al oficial de noche de la comisaría del Departamento de Policía de Levelland, y le indica que el motor y las luces del vehículo fallaron momentáneamente. El oficial de policía A.J. Fowler no da importancia a la llamada.
Tal como se describió, el principio de economía de hipótesis sugiere la observación inesperada de un bólido, lo suficientemente impresionante como para asustar a los dos ocupantes hispanos que, en su excitación, no pudieron manejar el vehículo. Nada que no hayamos visto antes en otros testigos de supuestos ovnis. Ha habido grandes confusiones con bólidos (grandes meteoros), cuya grandiosidad incluso ha dado lugar a informes de encuentros cercanos (22). Por cierto, para el astrofísico Donald Menzel, pudo ser un ejemplo de rayo en bola (23). Esta resolución fue la adoptada por el ATIC (Air Technical Intelligence Center, sede del Blue Book).
Vamos a tiempo real. Pasa una hora completa. Transcurre una noche tranquila. De repente, un tal Jim Wheeler [de Witharral] llama. Conduce 4 millas al este de Levelland y ha visto un «objeto en forma de huevo brillantemente iluminado, de unos 200 pies de largo, posado en medio de la carretera». Cuando se acerca al objeto iluminado como por luz de neón, el motor y los faros fallan. Intenta salir del coche pero el objeto aterrizado sale disparado hacia arriba y desaparece. La energía del automóvil se recupera. Unos minutos más tarde, José Álvarez [también de Whitharral] llama al mismo Departamento de Policía, ahora desde la cabina telefónica de una carretera. Informa que acaba de observar un gran objeto brillante posado en la carretera a 11 millas al norte de Levelland. Su automóvil sufre una falla eléctrica tan pronto como el objeto se eleva. A las 12:15 a.m., el automovilista [de Whitharral] Frank Williams telefonea al mismo oficial Fowler informando haber visto un objeto brillante y pulsante. Con cada pulso de luz, el coche se queda muerto. El objeto despega con un trueno. [Se halla a 9 millas al norte de Levelland]. Ahora, Fowler se da cuenta de que sus comunicaciones están siendo escuchadas por camioneros que se están divirtiendo a su costa y solicita que la línea permanezca libre para emergencias. Solo entonces «cesaron las risas». [Hynek escribió que todos los observadores «estaban escuchando una radio local que transmitía las noticias] (24). A la 1:15 a.m. se recibe una llamada más desde un teléfono público de un camionero aterrorizado [James D. Long, según el World Telegram and Sun, de Nueva York, del 4 de noviembre], quien le dice a Fowler que vio «un objeto brillante [como de neón] en forma de huevo… de 200 pies de largo» que hizo que las luces y el motor de su vehículo fallaran hasta que el objeto despegó hacia el cielo. [Fue al noreste de Levelland].
Sabemos que a los testigos les cuesta generalmente estimar tiempos y dimensiones. Pero aquí tenemos 4 informes hechos a la misma oficina de policía en el espacio de 85 minutos que imitan la dimensión, la forma, el brillo y los efectos electromagnéticos reportados para un fenómeno tipo meteoro hecho una hora antes por dos simples trabajadores agrícolas mexicanos, en la misma zona, ahora presentado como un objeto en forma de huevo que aterriza repetidamente (25). Francamente, parece una broma coordinada. O un caso imitador, una miserable broma a la policía. ¿No se dio cuenta el lector del tipo de comportamiento / maniobras idiotas de una potencial nave espacial? ¿Estaban borrachos los operadores del ovni, saltando de una carretera a la otra, con las luces encendidas a tope, solo para permanecer aterrizados un breve momento para impresionar a los pobres conductores de automóviles / camiones que –en un ejercicio sin precedentes de responsabilidad colectiva y unanimidad– decidieron informar sobre el avistamiento casi en vivo a una única estación de policía? El hecho de que las llamadas a la policía tuvieran una audiencia amplia respalda esta interpretación. Al día siguiente, otras llamadas informaron sobre otros dos aterrizajes en la misma área al mismo tiempo (12: 05 y 12:45 a.m.). ¡Verdaderamente, un platillo volante inquieto!
Los incidentes del 2 de noviembre no fueron calificados como importantes por el Blue Book: su investigador no se molestó en localizar y entrevistar a los presuntos testigos de los aterrizajes. Los registros oficiales del Blue Book son muy pobres (26). Hynek estaba ocupado rastreando el segundo satélite ruso y no estuvo involucrado en absoluto. Uno puede preguntarse razonablemente: ¿existían realmente las fuentes? ¿Cómo sabemos con certeza que no se trata de una sola suplantación de identidad, o una serie de bromas telefónicas alimentadas por el hecho inicial, verdadero pero malinterpretado? Puedes llamarlo un enfoque revisionista. Lo llamo un escenario alternativo y realista. Puede que no esté solo en esto. Curiosamente, un caso de «engaño» es todo lo que le quedaba a Hynek, señala el libro. «Una explicación muy poco probable para los eventos de la noche», añade O’Connell, mostrando sus preferencias. ¿Improbable?
La lectura de este libro ha demostrado ser un paseo nostálgico hacia mis años de juventud, cuando esperaba cada dos meses la llegada del último número de la Flying Saucer Review. Porque este libro repasa varios de aquellos «mejores casos», ya convertidos en clásicos, increíbles pero desconcertantes, que siguen sin explicarse. Y será para siempre, debido a la ausencia de una investigación de campo científico-escéptica. Es un axioma que las encuestas de ovnis realizadas por creyentes o crédulos no conducen a nada positivo, solo al misterio. Uno de esos casos fue el ocurrido en Papua Nueva Guinea, el 26 de junio de 1959, el avistamiento ovni más largo del mundo, porque duró tres noches consecutivas. ¡Y fue nada menos que la aparición de una plataforma flotante con humanoides en la parte superior saludando a los observadores del suelo! Es curioso recordar aquellos casos, porque se consideraron la mejor evidencia de la llegada de los extraterrestres. Con la distancia temporal, tales sucesos parecen ridículos, tal como se han contado. Los historiadores del futuro los calificarán como tales. Por ejemplo, la historia de 1962 del pre-secuestro de Barney y Betty Hill: un objeto largo aterrizado similar a un avión, con filas de ventanillas, detrás de las cuales se asoman pequeños humanoides. ¿Habría azafatas también? O la nave espacial de dos plazas vista por Lonnie Zamora en 1966, con una puerta invisible que se oyó cerrar antes de despegar eyectando llamas desde su base, con un sistema de propulsión a chorro obsoleto. ¿Nadie se da cuenta de cuán diferentes son los encuentros cercanos de ovnis entre sí? Cada evento tiene su sello personal, tanto como una entrega y construcción única e individual. ¡Hemos sido –y muchos todavía son– tan inocentes!
¿Hubo algún evento crítico que experimentara Hynek desde 1953 cuando pensaba que una visita extraterrestre era «muy, muy improbable!»? (pág. 105) Ese fue el caso Socorro, Nuevo México, 24 de abril de 1966, un ovni aterrizado con la presencia de dos seres de pequeño tamaño vestidos con un mono blanco. Constituyó un punto de inflexión en la visión de Hynek sobre los ovnis. Por eso, me detendré un poco en esto. Hay abundante literatura sobre el suceso (27,28). Hynek estaba realmente impresionado por el –único– testigo, Lonnie Zamora, un «policía sin imaginación… incapaz de engañar» (pág. 164).
Después de su investigación en el lugar, Hynek declaró: «Es uno de los informes más sólidos y mejor fundamentados hasta donde se sabe». Además, el ingeniero de mente escéptica William «Bill» Powers (empleado a tiempo completo con Hynek) (29) creyó haber encontrado un patrón geométrico en la distribución de las supuestas marcas de aterrizaje. Sin embargo, el libro no dice que Powers debió admitir años más tarde que solo fue un «pequeño ejercicio de especulación» (30). Pero Socorro significó un antes y un después para Hynek. El aterrizaje le marcó para siempre.
Uno de los muchos giros y vueltas del caso Socorro se refiere a la «insignia» vista por Zamora en la superficie del objeto. El veterano ufólogo Ray Stanford, que investigó el evento sobre el terreno al mismo tiempo que Hynek, supo de primera mano cómo era el diseño real. El capitán de la USAF Richard T. Holder le aconsejó a Zamora describir un icono diferente, aparentemente para poder reconocer un engaño de «imitación» (31).
El mayor Héctor Quintanilla fue el último oficial del Proyecto Libro Azul (1963-1969), y durante aquellos últimos seis años y medio la relación con Hynek fue bastante ácida. Quintanilla le dedica un capítulo de sus memorias, sin mostrar sentimientos particularmente buenos (32). Cuando comienza clasificando a Hynek no como consultor de la Fuerza Aérea de los EE.UU., sino solo como consultor del Proyecto Blue Book, establece el marco de una actitud negativa hacia él. «Ese sentimiento [de admiración] disminuyó proporcionalmente a la cantidad de contactos que tuve con el buen doctor». «En realidad, Hynek aportó muy poco a la investigación… sin embargo, sus típicas ruedas de prensa añadieron más llama al fuego», escribió Quintanilla. Una de las razones de esta crítica de Quintanilla fue la «búsqueda de publicidad» de Hynek. Fue exactamente el caso de Socorro lo que polarizó a los dos hombres, hasta el punto de que Quintanilla llegó a exclamar: «me equivoqué al enviar a Hynek a investigar el incidente de Socorro».
Un comentario final sobre Socorro. Quintanilla nunca estuvo satisfecho con su clasificación como «no identificado». «Hay elementos intangibles –escribió en sus memorias– que son imposibles de verificar, por lo que la solución a este caso podría encontrarse en la cabeza de Lonnie Zamora». Su inclinación a pensar así se debía, entre otras cosas, a la ausencia de pruebas físicas en el área de aterrizaje. El Laboratorio de Materiales de la Fuerza Aérea analizó muestras de suelo del lugar de aterrizaje y no halló residuos extraños; incluso el análisis de los matorrales quemados «no reveló sustancias químicas que pudieran haber sido residuos de propulsores». Zamora falleció en 2009.
O’Connell dedica no menos de dos capítulos (páginas 175 a 205) a un episodio de avistamiento múltiple de luces misteriosas en Dexter-Hillsdale, Michigan, del 20 y 21 de marzo de 1966 y sus importantes secuelas. Como son sucesos bastante conocidos, me limitaré a extraer las reflexiones personales que me sugieren. Todo comienza con una serie de observaciones de luces inmateriales, desprovistas de evidencia física, en una zona pantanosa de Michigan, por muchos testigos, entre los que se encuentran incluidas 80 chicas del Hillsdale College. Fue uno de esos casos repetitivos, con un bajo nivel de extrañeza, y ufológicamente casi irrelevantes. De hecho, para Hynek, estos informes carecían de coherencia y articulación (pág. 183).
Entra en escena el conocido columnista John G. Fuller, quien había estado escribiendo durante meses –con gran reconocimiento público– sobre avistamientos de ovnis y críticas al supuesto encubrimiento de la USAF en el Saturday Review. Convirtió sus artículos en un libro, condensado en la revista Look el 22 de febrero de 1966 y conocido desde entonces como Incidente en Exeter. Sin dudas, esto causó una predisposición popular que tuvo que producir algún efecto, es decir, precalentó un ambiente propicio para próximos avistamientos de ovnis. Cuando Hynek llegó a Michigan –el Blue Book recibió órdenes explícitas del Pentágono– se encontró con una «situación tan cargada de emoción» (pág. 183) que la investigación resultó imposible. El ambiente era casi histérico. ¡Hynek incluso participó en la persecución de un ovni por parte de varios patrulleros que terminó al darse cuenta de que los excitados oficiales de la ley estaban viendo a la estrella Arcturus! Otro policía (el sheriff adjunto David Fitzpatrick) contribuyó al desastre presentando una fotografía ovni que Hynek reconoció rápidamente como la conjunción de la Luna y Venus.
Los casos de Dexter-Hillsdale fueron una terrible combinación de intenso fervor de la prensa, histeria de testigos no preparados e ignorancia de la policía. Hynek estaba insatisfecho con la «inconsistencia de los testigos» (pág. 187) en una serie de avistamientos de luces ambiguas («las luces en ambos casos estaban asociadas con áreas pantanosas», escribió Hynek en su informe al BB). Pero, en concreto, simplemente no sabía lo que eran, cuando se vio obligado a celebrar una conferencia de prensa («un circo», p. 191) en la que apenas sugirió la posibilidad de luminiscencia debido al gas de los pantanos. Fue el delirio, y la prensa le ridiculizó por ello (aunque, viéndolo retrospectivamente, ese fiasco más que dañar su imagen lo convirtió en una celebridad).
Como resultado, los medios de comunicación nacionales acusaron furiosamente a la USAF de ocultar la verdad y burlarse de los observadores. La secuencia (o, mejor, la escalada) de los acontecimientos que siguieron demuestra cómo algo objetivamente trivial puede volverse crucial, dependiendo de quién impulsa la presión. Si es la prensa y, al mismo tiempo, los políticos, todo puede ocurrir. «El congresista y líder de la minoría de la Cámara de Representantes Gerald R. Ford y el congresista Weston Vivian, de Ann Arbor [Michigan], fueron exhortados por sus electores enojados a convocar una audiencia en el Congreso» (pág. 195). El Comité de Servicios Armados de la Cámara programó la reunión a mediados de abril. Hablaron el Secretario (Ministro) de la Fuerza Aérea, Hynek y el mayor Quintanilla. En esa ocasión Quintanilla perdió la confianza en Hynek debido a sus declaraciones. En conclusión, el comité del Congreso sugirió que el Pentágono «estableciera una investigación civil sobre el fenómeno de los platillos volantes» (pág. 197). Dos meses después, el comité de la Cámara recomendó que asumiera el trabajo una universidad.
Otra consecuencia importante de esto fue un número exorbitante de casos ovni informados al Blue Book: «Tuvimos un total de 1.112 avistamientos en 1966, nunca ha sido igualado desde entonces», escribió Quintanilla (32). Comprobamos aquí cómo se fabrica una oleada ovni, un gran incremento artificial de observaciones generadas por el alcance de una prensa sobrecalentada en una población susceptible y convencida.
La Oficina de Investigación Científica de la Fuerza Aérea se enfrentó al rechazo de 25 universidades estadounidenses. Aquí nos encontramos con otra controversia interna. En sus memorias, Quintanilla es directo al acusar a Hynek de maniobrar para que la Universidad Northwestern fuera seleccionada para realizar el estudio científico sobre los ovnis. Sin embargo, el libro de O’Connell es claro al respecto: «La propia universidad de Hynek no estaba interesada» (pág. 198). Finalmente, en octubre de 1966, la Universidad de Colorado se adjudicó el contrato. Para entonces, Quintanilla ya no confiaba en Hynek en absoluto: “Traté de mantener a Hynek alejado del equipo de Colorado”. A mediados de 1966 (el cierre oficial del PBB fue el 17 de diciembre de 1969), continua Quintanilla: «La asociación de Hynek con el Proyecto Blue Book ya no era un activo, se había convertido en un lastre». El 30 de junio de 1969, el contrato anual de Hynek expiró y no fue renovado. «La terminación del contrato de Hynek le ahorró a la División de Tecnología Extranjera unos pocos miles de dólares cada año. Hynek había sido bien pagado por sus servicios como consultor sobre ovnis», finalizó Quintanilla crudamente (32).
En 1963, el joven estudiante de doctorado Jacques Vallée ingresó en el Observatorio Dearborn de Hynek. Vallée ejerció una influencia muy destacada en Hynek. Formado en astrofísica y ciencias de la computación, Vallée es carismático, muy inteligente, cultivado, tiene una personalidad cautivadora y, para un estadounidense, tiene el valor agregado del encanto francés. Si a esto le sumamos un conocimiento denso y profundo sobre tema ovni, Jacques inmediatamente se convirtió en un trío de facto con Allen y Bill Powers en asuntos de ovnis. Dicho esto, Hynek siempre fue Hynek.
O’Connell toma de Vallée una conversación entre Hynek y él revelando que las primarias ideas de ambos estaban enraizadas en el antiguo «conocimiento» de carácter hermético (pág. 216).
Me pregunto si Hynek estaba más inclinado hacia los ovnis materiales, es decir, un científico más convencional y menos atrevido, temeroso de escapar de ciertos límites frente a sus colegas de profesión. Hynek tuvo su epifanía con el «aterrizaje» de Socorro, pero él era un astrónomo puro y las herramientas para resolver «encuentros del tercer tipo» no se incluyen en la educación de un científico físico, pienso yo. La verdad es que Hynek y Vallée hicieron un excelente tándem.
El capítulo 14 se refiere al caso de secuestro más influyente del mundo, el de la pareja mixta Barney y Betty Hill en septiembre de 1961, el avistamiento de una luz en el cielo, y en febrero de 1964: una aventura de rapto alienígena recuperada por hipnosis. No recordaba haber leído antes que el psiquiatra Dr. Simon le dio a Hynek la posibilidad de interrogar a la pareja hipnotizada en el otoño de 1966 (pág. 212). En mi opinión, las abducciones son puramente fantasías (33). No puedo aceptar, por ejemplo, que médicos de una civilización súper avanzada hagan una prueba de embarazo invasiva consistente en la introducción de una larga aguja en el ombligo de una mujer.
Cuando Hynek y Vallée se reunieron por vez primera con el comité de la Universidad de Colorado, Hynek ya estaba convencido de que había algo innegablemente genuino (nuevo) tras el fenómeno ovni. Con la esperanza de discriminar la señal del ruido en la gran masa de informes de ovnis y encontrar patrones diferenciales, Hynek diseñó su famoso sistema Σ / C de extrañeza-credibilidad (pág. 222) (34). Décadas más tarde, sabemos que los ovnis y los ovis son lo mismo, que no hay diferenciación entre ruido y señal. Como lo ha expresado el erudito francés Jacques Scornaux: «hay una continuidad entre lo ordinario y lo extraordinario, y apreciamos una indiscernibilidad entre casos identificados y casos no identificados» (35). En cualquier caso, la conversión de Hynek fue rápida, ya que en diciembre de 1967 estaba proponiendo públicamente que «la evidencia existente puede indicar una posible conexión con la vida extraterrestre» (36), un salto cualitativo sin una red de seguridad para lo que realmente no tenía pruebas, solo intuición (o, peor aún, esperanza o deseo).
Como el libro explica, en ese momento, cuanta más popularidad alcanzaba Hynek, menos apoyo académico tenía, en general, y de su empleador, la Northwestern University, en particular (pág. 225). Finalmente, el comité ovni de Colorado (dirigido por el eminente físico Dr. Edward U. Condon) emitió un veredicto negativo general sobre el valor científico de los avistamientos de ovnis, a pesar de que el informe final contenía varios ejemplos de casos sin resolver (37). El propio Hynek fue muy crítico y expresó que había sido una oportunidad perdida. Años después, tres miembros del estudio Condon publicarían libros sobre su experiencia personal en el comité (38-40). La verdad es que, si bien ese voluminoso informe probablemente enterró para siempre el interés corporativo de la ciencia establecida en el tema ovni, no sería así en el espacio social. En los años siguientes, con la contribución de producciones de cine y televisión, principalmente, la curiosidad popular por el tema volvió, ahora centrada directamente en nuestra interacción con los visitantes extraterrestres. ¿Es bueno eso? No lo creo. Los informes de ovnis deberían continuar siendo estudiados, pero con un punto de vista no orientado a buscar inteligencia extraterrestre, sino inteligencia terrestre.
En lo que respecta a Hynek, su coqueteo con temas irracionales como la fotografía mental, la cirugía psíquica o la experiencia extracorporal preocupaba a sus colegas Powers y Vallée, comenta O’Connell (pág. 239). Cuando se celebró un simposio sobre ovnis patrocinado por la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (41) en diciembre de 1969, Hynek preparó un discurso basado parcialmente en sus conversaciones con el filósofo de la ciencia T. A. Goudge. Básicamente afirmó que el estamento científico rechaza nuevas observaciones empíricas que no procedan de un esquema previamente aceptado (pág. 245). Aquí, debo disentir frontalmente. Basta de hacernos las víctimas. La frase de E. Schrödinger de que el científico debe ser curioso está bien. ¿Quién no lo es? Cualquier investigador lo es. Y atrevidos para aventurarse en territorios nuevos e inexplorados. Pero antes de cambiar el statu quo, se requiere un mínimo: evidencia. Material. Legítima. Objetiva. En más de 70 años no ha habido evidencia duradera, solo observaciones visuales que podemos describir como ambiguas, inarticuladas, difusas, inciertas, imprecisas, dudosas, evasivas, etc. Nada permanente, comprobado de hecho, medible, ni bien registrado. Todos los investigadores de ovnis somos conscientes de que esto falta. Hay algunos avistamientos de aspecto sólido reportados por personas de buena reputación (siempre fenómenos evanescentes, de corta duración). Pero ¿dónde está la evidencia sólida de esos informes de aterrizaje con seres humanoides? ¿Dónde?
Sí puedo entender la frustración con la línea de investigación de ovnis por parte del BB. Estoy a favor y simpatizo con los esfuerzos que Hynek y sus socios hicieron desde finales de los años sesenta para mejorar las técnicas de investigación, seleccionar, reevaluar y estudiar los mejores casos, buscar patrones, crear un colegio invisible, etc. Pero ahora es 2020. ¿Qué se ha agregado a nuestro conocimiento de los ovnis desde entonces? Por el contrario, en todo el mundo, los casos clásicos han sido revisados y resueltos, los cimientos del edificio ovni están podridos. Los casos de humanoides ahora son narraciones solo válidas para películas. En este sentido (véase el Capítulo 17), la publicación de The UFO Experience de Hynek en 1972, su principal trabajo fuera del ámbito científico, produjo una llamarada tan señalada como efímera en el entorno científico.
El año 1973 vio a Hynek reunirse en Boianai, una isla del Pacífico Sur, con los dos misioneros anglicanos que contemplaron la larga exhibición de un ovni de 1959 (pág. 142), dotado de una tripulación de seres de pie sobre un objeto volador suspendido, mirándose los unos a los otros. Por extraño que parezca (y, como casi cualquier incidente extraordinario de ovnis, exclusivo en el amplio censo de casos), Hynek «sintió» que el evento fue real para los nativos y «le pareció… controlado de manera inteligente» (pág. 263). La transfiguración de un nuevo Hynek estaba en progreso. En ese momento, Hynek estaba muy dedicado al bien remunerado circuito de conferencias, así como asesorando a productores de televisión. Así que, cuando ocurrió el secuestro de Pascagoula, el 11 de octubre de 1973, un suceso que lanzaría una erupción nacional de casos de humanoides en los Estados Unidos (42), Hynek no tuvo problemas en admitir que los secuestrados estaban diciendo la verdad y que «tuvieron una verdadera experiencia ovni» (pág. 278). Esta vez fue patrocinado por la NBC News: afectado por las críticas mordaces de la prensa tras el episodio del gas de los pantanos, ¿creyó que los medios tratarían mejor una postura no escéptica? ¿O se volvió más osado, para compensar? Peor aún, me temo que fue totalmente sincero.
Un astrónomo está completamente capacitado para analizar anomalías de observación, por supuesto. Desde mi punto de vista, sin embargo, las supuestas experiencias de contacto o cuasi contacto con naves espaciales y entidades extraterrestres no pertenecen al ámbito de la física. Es un compartimento mental que pertenece al mundo interior de cada cual. Esta es la razón por la que cada «experiencia» es única y exclusiva para quien la origina, una sola persona o (rara vez) dos, donde una es claramente la influyente. Un físico no puede manejar este tipo de problema. Menos aún si lo aborda como un creyente.
El 18 de octubre de 1973, tuvo lugar otro destacado avistamiento ovni. Un helicóptero del Ejército de cuatro tripulantes pilotado por el Capitán Lawrence Coyne surgió de la nada para agregar complejidad a una oleada de ovnis en curso en el país (pág. 281). Para hacerlo corto, y como siempre, tenemos dos puntos de vista para juzgar e interpretar el suceso, el crítico Philip J. Klass («bólido») (43) y la colaboradora de Hynek, Jennie Zeidman («no identificado») (44). El lector interesado en el debate ovni versus meteoro (cuya solución es bastante clara, para mí), encontrará más literatura al respecto de ambos contendientes (45,46).
A fines de 1973, Hynek fundó el Center for UFO Studies (CUFOS), lamentando que los gurúes de la Northwestern no estuvieran ni remotamente dispuestos a asociar la Universidad con esta iniciativa. Fue una bofetada para él. El CUFOS tenía un respaldo impresionante de científicos, con la misión de investigar y educar al público en general. Yo he sido un defensor declarado del CUFOS desde el minuto uno. Corresponsal, autor de informes, participante en conferencias, suscriptor de la revista y amigo de muchos miembros de la dirección del Centro. Durante años, su producción material en términos de documentación ha sido más que sólida: una revista académica, un boletín de alta calidad y varias monografías (47). Para mí, sin embargo, la contribución individual más importante es el influyente libro escrito por Allan Hendry, investigador jefe de CUFOS durante el período 1977-1980 (48).
La revista anual y el boletín dejaron de publicarse (2006 y 2012, respectivamente) y la organización ha languidecido hasta nuestros días, convirtiéndose en solo los archivos. Debemos enfrentar una reflexión. Los proyectos gubernamentales, las organizaciones con enfoque científico, los grupos y clubes civiles, los científicos, los aficionados, las revistas especializadas han surgido y desaparecido. Han operado varios años sin generar un avance real en nuestro conocimiento de la naturaleza de los ovnis, porque no hay una sola causa detrás, sino una variedad de fenómenos, todos de origen convencional. Por último, los registros militares de un gran número de naciones se han desclasificado (49), ajenos a existencia de una supuesta información extraordinaria. Se han producido toneladas de documentos y estudios, pero hoy dudamos si hay radio en la masa de pechblenda recogida. De hecho, todo apunta a que no.
Habiendo llegado a este punto en la historia del desarrollo de la fenomenología (o de los informes de ovnis), creo que es estéril definir esto como un dilema entre escépticos y creyentes. Porque no hay certeza de que exista algo desconocido después de 74 años. Solo palabras sobre sucesos aparentemente increíbles, sin pruebas contundentes ni pruebas demostradas empíricamente. Y si hay alguien que las tiene (inequívocas, definitivas, físicas), que las muestre.
El fondo de esta cuestión está claramente expuesto en los supuestos que Hynek enumeró en una conferencia sobre el futuro celebrada en Chicago el 1 de noviembre de 1975: [los ovnis muestran] «aceleración fantástica; simulación de masa cero; aislamiento en espacio y tiempo; cambio de forma; manifestación aparente de inteligencia» (pág. 302). Este es el problema: al no poder resolver y aclarar una serie de informes de avistamiento (de una variedad tan heterogénea como testigos), tomamos erróneamente como ciertas las características que cualquiera imagina o malinterpreta. Y elevamos estas características a la categoría de propiedades estándar de un supuesto fenómeno compacto. Hynek estaba envolviendo en términos científicos lo que no son sino absurdos relatados por los presuntos testigos.
Esta es, básicamente, la misma objeción que Carl Sagan hizo a Hynek en ese foro científico hace 46 años. Esos extraños informes de ovnis se explicarían por «la amplia gama de percepciones erróneas humanas más la amplia gama de cosas en el cielo de naturaleza no terriblemente exótica». Declaraciones mayúsculas tratadas, por cierto, no sin un toque de ridículo por O’Connell en su libro.
El otoño de 1975 fue testigo del estreno en la NBC de la recreación del secuestro del matrimonio Hill. Unas semanas más tarde emergió la abducción de Travis Walton. Para mí, el detalle que revela las buenas prácticas de esos habitantes de otros planetas es que mantienen a su sujeto bajo observación inconsciente durante unos cinco días. Un «tratamiento» inaceptablemente cruel, si fue así. Otro mal asunto fue la opinión de Hynek sobre el incidente en una conferencia de hipnotizadores: «la parte original del rapto y la visión de la criatura fueron recuerdos conscientes» (pág. 31o).
O’Connell continúa con el segundo libro de Hynek, The Edge of Reality (en coautoría con Vallée), donde su postura se inclinaba hacia lo intangible: «La solución puede estar en el ámbito parapsicológico», responde a su propia pregunta sobre lo rápido que viaja el pensamiento (pág. 312).
¿Dije algo sobre la relación entre los estímulos que recibe el público y la creación de una oleada ovni? De cien informes de ovnis por año que llegaban al CUFOS en 1977, pasaron a cientos de cartas y testimonios diarios después del lanzamiento de Encuentros en la Tercera Fase, la película de Steven Spielberg donde Hynek tuvo un cameo de seis segundos (pág. 320). El título original en inglés obviamente está tomado del primer libro de Hynek.
Déjenme corregir dos errores de O’Connell. Después de referirse al establecimiento por parte del CNES (el equivalente en Francia de la NASA) de una unidad oficial sobre los ovnis en mayo de 1977, el Group d’Etudes des Phénomènes Aérospatiaux Non-ldentifieés (GEPAN), impulsado por el Dr. Claude Poher, el libro señala que no duró dos años (pág. 324). Eso no es exacto, GEPAN se transformó en SEPRA y años después en el actual GEIPAN, cuya actividad continúa sin cesar hasta hoy (20). Además, en la película de Spielberg, el personaje del científico francés «Lacombe» retrataba a Jacques Vallée, no a Claude Poher (56).
La historia está llegando a su fin. En 1982, preguntado sobre a la posibilidad de que la explicación de los ovnis estuviera en visitantes del espacio exterior, Hynek dijo que “la respuesta será muy exótica y estará más allá de nuestra imaginación; posiblemente algo que podríamos llamar paranormal» (pág. 328). Pero cualquier cosa paranormal no se puede colocar en un laboratorio, ni medir ni ponderar.
Todavía hay un capítulo poco claro en la actividad profesional de Hynek. Me refiero al nuevo contrato de asesoramiento firmado con la USAF en 1970 (pág. 254) y que periódicamente le llevó a visitar la Base Aérea Wright Patterson (pág. 283). Parece que el tipo de trabajo que desempeñaba no se ha revelado nunca. He hecho mis averiguaciones y nadie en el entorno del CUFOS lo sabe. Ni siquiera J. Zeidman, la amiga más cercana a Hynek (50).
Los últimos años de Hynek no fueron muy alentadores. Ni se encontraron pruebas irrefutables de la naturaleza física de los ovnis, ni se hicieron realidad las ofertas de financiación para estudios de alto nivel sobre los ovnis que le plantearon. No me detendré en esas etapas tan tristes al final de su vida.
Puede sorprender que este libro no hable de fotos de ovnis. La fotografía ovni es una de las clases de evidencia tangible más importantes. De hecho, gran parte de la realidad de los ovnis a nivel popular proviene del fetiche fotográfico. Yo mismo he dedicado 20 años a compilar la base de datos más extensa de imágenes de ovnis del mundo, FOTOCAT, un catálogo que recopila más de 12.600 casos (cerrado a 31 de diciembre de 2005) (51). La razón se encuentra en la desdeñosa opinión de Hynek sobre este tipo de evidencia: «Como es el caso de la mayoría de las fotografías de ovnis, que siguen siendo inexplicables y muy desconcertantes, pero que no prueban nada positivo. La ufología aún no ha producido una buena fotografía de un objeto extraño a corta distancia» (52). En The UFO Experience, Hynek estableció sus criterios para juzgar supuestas fotografías de ovnis. También abordó este tema específico en el Capítulo 10 de su último libro (53) (escrito por Elaine Hendry, afirma O’Connell) y, como no podía ser de otra manera, en un artículo escrito para una revista de fotografía (54).
Una biografía es un libro de historia. Y tengo la impresión de que no aprendemos en el transcurso del tiempo. ¿Cuántas décadas más tienen que pasar hasta que estemos convencidos de la ausencia de una garantía física incontrovertible, reputada, confiable e incontestable para supuestos ovnis anómalos y no identificables?
Simpatizo mucho con la figura de Allen Hynek. Un buen científico y un modelo de investigador ovni. Hubo un tiempo en que era un héroe para mí. ¡Era nada menos que consultor científico de la USAF! Él tenía, como cualquier ser humano, sus fortalezas y debilidades, debido a las creencias internas que podrían haber moldeado su trabajo, escritos y acciones. Está muy bien que haya un libro sobre él. Se lo merece, ya que fue el personaje más destacado y respetado en la investigación de ovnis en el mundo (el segundo detrás de él, inequívocamente, es Jacques Vallée). Este libro es literatura para ufólogos, fundamentalmente. Para saber más unos de otros en este microcosmos del movimiento ovni. Pero no nos equivoquemos, cualquiera de nosotros, incluido Hynek, es una figura extremadamente minúscula en la historia del mundo. La nuestra es una especie de subcultura (con amplio impacto social, especialmente en la industria del entretenimiento) y los nombres se perderán en el transcurso de los años. Pero este libro es un homenaje al primer nombre en la lista, y eso está bien.
El subtítulo del libro dice: «Cómo un hombre hizo que el mundo creyera en los ovnis». Afortunadamente, Hynek no fue responsable de este descomunal fallo. Fueron los medios de comunicación y el cine. Y varios escritores prolíficos y sin escrúpulos, y sus editores, orientados al aprovechamiento mercantil del tema. Hynek fue, en cambio, una pieza central para un grupo reducido de individuos, nosotros los ufólogos, que usamos sus palabras como un mantra.
J. Allen Hynek en el popular programa de TV “To Tell the Truth”, 25 de mayo de 1964.
En el libro que estoy reseñando se lee esta frase: «Hynek estaba preocupado porque el fenómeno parecía afectar cada vez más a toda la raza humana» (pág. 146). ¿Qué pasa si, al final, el concepto ovni se queda solo en una creencia sin base y sin sustancia? Quiero decir, no en un misterio impenetrable e insondable que no se pueda descifrar. Entonces, su expansión (globalidad) no es un rasgo del fenómeno (como creía Hynek), sino, más bien, una lamentable concatenación de errores de observación y peor interpretación, que ha crecido exponencialmente hasta crear un mito social sin sustancia material. Historias magnificadas por escritores crédulos y explotadas por publicistas sin escrúpulos para crear un estado de opinión basado en algo ficticio e irreal.
Para aquellos que no conocían a Hynek, excepto por el nombre tras del término «encuentro cercano», el libro de O’Connell expone con justicia y detalle al gran científico –en mayúsculas– que realmente era Hynek, así como su «talento para la gestión y resolución de problemas ”(pág. 149). Me ha gustado el libro. No solo porque me gustaba la persona. Es la referencia definitiva sobre Allen Hynek, como hombre de ciencia y ufólogo. A través de sus páginas, realiza un viaje cronológico a través de la operación montada por la USAF sobre los ovnis y su propio trabajo personal sobre esta problemática, con sus altibajos. Es un trabajo recomendable, con la advertencia de que está escrito por alguien que cree que algo desconocido se encuentra en el núcleo de los informes de avistamiento de ovnis.
La crítica de un libro implica una evaluación de lo valioso que es, sí. Pero también es un vehículo para que el crítico exponga sus propias ideas. Claramente, este ha sido el caso.
Entrevista de Tom Snyder a J. Allen Hynek, a principios de los 80.
El trabajo de O’Connell es una fuente indispensable y segura de material biográfico sobre la persona que llegó a ser el mayor peso pesado en la historia de la ufología, el Dr. Josef Allen Hynek. Un placer para leer y así descubrir a un gran hombre de ciencia que deseaba tratar los informes de avistamiento de ovnis dentro del medio académico. No lo logró. Pero no porque él fallara. Más bien porque los ovnis nunca se materializaron. Permítanme cerrar esta reseña con unas palabras del propio Hynek. Unos años antes de su muerte, escribió:
«Debemos reconocerlo: la ufología es hoy una gran mezcla de supersticiones, creencias e ilusiones» (55).
Amén.
Notas
(1) Bosque de Baciu, cerca de Cluj (Rumanía), 18 de agosto de 1968, fotos de Emil Barnea. Las fotos muestran una incongruencia en la luz incidente y no hay signos de dispersión atmosférica, por consiguiente se trata de un modelo lanzado al aire.
(2) Publicado en 2017 por HarperCollins (Nueva York) como edición de bolsillo a $17,99:
(3) V.J. Ballester Olmos, A Catalogue of 200 Type-I UFO Events in Spain and Portugal, Center for UFO Studies, Evanston, Illinois, abril de 1976,
(4) V.J. Ballester Olmos, “Monitoring Air Force Intelligence (Spain’s 1992-1997 UFO Declassification Process),” en MUFON 1997 International UFO Symposium Proceedings, Walter H. Andrus & Irena Scott (eds.), Mutual UFO Network, Seguin, Texas, julio de 1997, págs. 139-178,
(5) V.J. Ballester Olmos, “Spanish Air Force UFO Files: The Secret´s End,” in MUFON 1993 International UFO Symposium Proceedings, en Walter H. Andrus & Irena Scott (eds.), Mutual UFO Network, Seguin, Texas, julio de 1993, págs. 127-168,
(6) V.J. Ballester Olmos, “UFO Secrecy and Disclosure in Spain,” en UFOs and Government. A Historical Inquiry, Michael Swords & Robert Powell, con Clas Svahn, Vicente-Juan Ballester Olmos, Bill Chalker, Barry Greenwood, Richard Thieme, Jan Aldrich y Steve Purcell, Anomalist Books, San Antonio, Texas, julio de 2012, págs. 423-438 y 513-529,
(7) V.J. Ballester Olmos, “Desclasificación OVNI en España: El Mando Operativo Aéreo busca casos perdidos,” junio de 2015.
(8) V.J. Ballester Olmos, Investigación Ovni (Plaza & Janés, 1984)
(9) J. Allen Hynek prologó otros ocho libros: Challenge to Science (1966), de Jacques & Janine Vallée, The Utah UFO Display (1974), de Frank B. Salisbury, UFOs: Interplanetary Visitors (1974), dey Raymond E. Fowler, The UFO Controversy in America (1975), de David M. Jacobs, Exobiology: A Research Guide (1978), de Martin H. Sable, The Andreasson Affair (1979), de Raymond E. Fowler, The UFO Handbook (1979), de Allan Hendry, Clear Intent (1984), de Lawrence Fawcett & Barry J. Greenwood, y UFOs and the Extraterrestrial Contact Movement: a bibliography (1986), de George M. Eberhart.
(10) Jacques Vallée, Forbidden Science. Volume One. Journals 1957-1969, Documatica Research, San Francisco, California, 2007, ver índice página 479.
(11) John Franch, “The Secret Life Of J. Allen Hynek,” Skeptical Inquirer, Vol. 37, Nº 1, enero-febrero de 2013.
(12) V.J. Ballester Olmos, “¿Dónde fueron los aterrizajes de ovnis?”, diciembre de 2017,
(13) William K. Hartmann, “Process of Perception, Conception, and Reporting,” en Scientific Study of Unidentified Flying Objects, Daniel S. Gillmor (editor), E.P. Dutton & Co., Nueva York, 1969, págs. 567-590,
Ver también: James Oberg, http://satobs.org/seesat_ref/Oberg/680304-Eastern-US.pdf
(14) H.H. Nininger, “Air pilots and meteor hazards,” Popular Astronomy, Vol. 44, 1934, págs. 45-47,
(15) James Oberg, “A 50-Year Old Soviet UFO Case is the Key to Unlocking the Mystery of the Giant Alien Motherships,”
(16) Manuel Borraz, “Meteoros con ventanillas,”
(17) Vicente-Juan Ballester Olmos, “UFO Waves: An International Bibliography,” noviembre de 2015 (GEIPAN página web).
(18) J.A. Fernández Peris, “The Manises UFO File,”
(19) J.A. Fernández Peris, “Caso Manises: ¡Aterriza como puedas!”, Cuadernos de Ufología, 25-26, 2000, págs. 4-12.
(20) «La oportunidad de hacer un balance de la evolución de GEIPAN durante este período» (Web del GEIPAN, 2016)
(21) Karl T. Pflock, Roswell. Inconvenient Facts and the Will to Believe, Prometheus Books, Nueva York, 2001.
(22) Gilles Fernandez, Du niveau d’étrangeté des récits d’OVNI : l’exemple de Yukon (1996).
(23) Donald H. Menzel & Lyle G. Boyd, The World of Flying Saucers, Doubleday, Garden City, Nueva York, 1963, págs. 174-176.
(24) J. Allen Hynek, The UFO Experience. A Scientific Inquiry, Henry Regnery, Chicago, 1972, págs. 123-128.
(25) Hay mucho más, naturalmente, pero para mí es puramente circunstancial. Por ejemplo, tras el segundo bloque de tres llamadas, el sheriff and otros oficiales fueron informados. Dos de ellos vieron “luces brillantes…durante unos segundos…[pero sin ninguna] detención del coche.” El jefe de bomberos de Levelland Ray Jones, que también escuchó las conversaciones de Fowler, salió a investigar y “encontró un objeto y experimentó una breve dificultad en luces y motor.” Cuanto de esto fue un contagio debido al nerviosismo, nunca lo sabremos. Pero este tipo de cabos sueltos siempre aparecen en casos de larga duración y ampliamente difundidos por la prensa. El oficial Fowler dijo que en total recibió hasta 15 llamadas diferentes. En los días siguientes, hubo también varios informes que contenían aspectos comunes con las llamadas telefónicas; sin embargo, informes post-datados, especialmente en casos agitados por la prensa, tienen una alta probabilidad de ser falsos.
(26) De https://www.fold3.com/image/7229541 a https://www.fold3.com/image/7229904
(27) Jerome Clark, The UFO Encyclopedia. Volume 3: High Strangeness UFOs from 1960 through 1979, Omnigraphics, Detroit, 1996, págs. 452-465.
(28) Matt Graeber, “Twenty-First Century Ufology IV: Socorro Revisited,” SUNlite, Vol. 2, Nº 2, marzo-abril de 2010, págs. 15-21.
(29) Durante su carrera como consultor del Blue Book, Hynek se sirvió de su personal para ayudarle en investigaciones ovni: Walter Webb, Andrew Ledwith, Jennie Zeidman, William Powers, etc.
(30) William T. Powers, “The Landing at Socorro,” in Charles Bowen (ed.), The Humanoids, Neville Spearman, Londres, 1969, págs. 130-142.
(31) Ray Stanford, e-mail a V-J Ballester Olmos, 29 de enero de 2015.
(32) Lt. Col. Hector Quintanilla, UFO’s, An Air Force Dilemma [1974], National Institute for Discovery Science, 2001.
(33) Vicente-Juan Ballester Olmos, “Alleged Experiences Inside UFOs: An Analysis of Abduction Reports,” Journal of Scientific Exploration, Vol. 8, Nº 1, 1994, págs. 91-105,
(34) Durante estos años, otros investigadores han propuesto métodos alternativos para calibrar la bondad de cualquier informe ovni denunciado. Yo mismo he aportado un ensayo a este respecto: V.J. Ballester Olmos y Miguel Guasp, “Standards in the Evaluation of UFO Reports,” in Mimi Hynek (ed.), en The Spectrum of UFO Research, J. Allen Hynek Center for UFO Studies, Chicago, Illinois, 1988, págs. 175-182,
(35) Jacques Scornaux, “L’hypothèse sociopsychologique : ce qu’elle est et ce qu’elle n’est pas, ”
(36) J. Allen Hynek, “The UFO Gap,” Playboy, diciembre de 1967, págs. 143-146 & 267-271.
(37) Daniel S. Gillmor (ed.), Scientific Study of Unidentified Flying Saucers, E.P. Dutton & Co., Inc., Nueva York, marzo de 1969.
(38) David R. Saunders & R. Roger Harkins, UFO? Yes! Where the Condon Committee Went Wrong, The World Publishing Company, Nueva York, febrero de 1969.
(39) Roy Craig, UFOs. An Insider’s View of the Official Quest of Evidence, University of North Texas Press, Denton, Texas, 1995.
(40) William R. Altschuler, The Science of UFOs, St. Martin’s Press, Nueva York, 2001.
(41) Carl Sagan & Thornton Page (eds.), UFO’s- A Scientific Debate, Cornell University Press, Ithaca, Nueva Yo1k, 1972.
(42) Vicente-Juan Ballester Olmos y Luis Ruiz Noguez, “Pictures of aliens in USA, octubre de 1973,”
(43) Philip J. Klass, “The Other Side of the Coyne Encounter,” FATE, 345, diciembre de 1978, págs. 72, 74, 76-82.
(44) Jennie Zeidman, “Zeidman on Klass on Coyne,” FATE, 345, diciembre de 1978, págs. 73, 75, 82-85.
(45) Jennie Zeidman, A Helicopter-UFO Encounter Over Ohio, Center for UFO Studies, Evanston, Illinois, marzo de 1979.
(46) Philip J. Klass, UFOs. The Public Deceived, Prometheus Books, Buffalo, Nueva York, 1983, págs. 135-160.
(47) Web del CUFOS
(48) Allan Hendry, The UFO Handbook, Doubleday & Company, Inc., Garden City, Nueva York, 1979.
(49) Vicente-Juan Ballester Olmos, “State-of-the-Art in UFO Disclosure Worldwide,”
(50) Mark O’Connell, e-mail a Vicente-Juan Ballester Olmos, 15 de abril de 2020: “Hasta que falleció la semana pasada, he estado trabajando con la asistente más próxima del Dr. Hynek, Jennie Zeidman, y ella no sabía nada de importancia sobre el trabajo de Hynek desde 1970 y su relación con la base aérea de Wright Patterson. Si Jennie no sabía de lo que se trataba, no se me ocurre a nadie más que pudiera saberlo.”
(51) Desde el año 2000, FOTOCAT es un archivo físico y un catálogo por ordenador de aquellos casos donde se han logrado fotos analógicas o digitales.
(52) Gert Herb & J. Allen Hynek, “The Amateur Astronomer and UFO Phenomena,” International UFO Reporter, Vol. 30, Nº 3, mayo de 2006, págs. 14-16 y 24.
(53) J. Allen Hynek, “UFOtos: A picture is not necessarily worth a thousand words,” The Hynek UFO Report, Dell, Nueva York, 1977, págs. 230-252.
(54) J. Allen Hynek, “How to Photograph a UFO,” Popular Photography, marzo de 1968, págs. 69, 100, 110, 112 y 114.
(55) J. Allen Hynek, “Ufology as a Profession: A Manifesto,” CUFOS Associate Newsletter, Vol. 2, Nº 9, septiembre de 1981, págs. 3-5.
(56) El artículo “We Are Not Alone” de Marcia Seligson (New West, 7 de noviembre de 1977) refiere una comida que ella organizó en Hollywood entre Steven Spielberg y Jacques Vallée. Durante la misma, y en respuesta a una pregunta directa, el afamado director de cine respondió que había creado el personaje de “Lacombe” en torno a Vallée. No solo eso, como el propio Vallée me ha informado, Spielberg había leído su primer libro Anatomy of a Phenomenon (1965) y confesó haberle intrigado mucho el hecho de un francés investigando ovnis en los Estados Unidos y a quien, además, le interesara la parapsicología, que es un factor clave del carácter ficticio cinematográfico de “Lacombe”.
Agradecimientos
Doy las gracias a Martin Shough por editar la versión original en inglés. Y a Terry W. Colvin, Dr. Félix Ares de Blas, Dr. Gary Posner, Dr. Gilles Fernandez, Barry J. Greenwood, Igor Kalytyuk, Tim Printy, Mikhail Gershtein, Jacques Scornaux, Wim van Utrecht, Dr. Claude Poher, Dr. Mark Rodeghier, Clas Svahn, y Dr. Jacques Vallée por datos puntuales, referencias o ilustraciones. También agradezco a Ignacio Cabria García por su cuidadosa traducción del original en inglés.
Valencia (España), 25 de abril de 2020.
Apéndice 1
A propósito de una legendaria fotografía tomada por J.A. Hynek
Un verdadero misterio que Hynek se llevó a la tumba es un par de fotos que tomó durante un vuelo comercial. ¿Cuándo, dónde, cómo, quién más fue testigo, información sobre los hechos? Nadie lo sabe. ¿Por qué no proporcionó estos datos? Nadie lo sabe. Por lo tanto, su valor científico como evidencia es cero. Lo menciono aquí como una ilustración anecdótica. Encontramos la primera referencia a estas fotos en el libro seminal de Hynek, The UFO Experience (1), «tomado desde la ventana de un avión a 30.000 pies». Nos cuenta un poco más, pero escribió una frase curiosa: “Quizás algún lector pueda identificarlo como un objeto natural. Si es así, agradecería saber la solución». Es una forma extraña de abogar por su análisis. Más bien parece un reto. Casi un concurso.
Fred Beckman, un distinguido experto en fotografía de la Universidad de Chicago, seleccionó estas dos imágenes para la sección de fotos de un libro escrito por Hynek y Vallée. «No se han identificado», escribió Beckman al final de su introducción (2).
¿Cómo se puede identificar algo cuando faltan todos los datos básicos? Ni siquiera cumple con la definición de ovni dictada por el propio Hynek. Tomadas desde la ventana de un avión «a altitud de crucero, el objeto estuvo a la vista el tiempo suficiente para que la cámara fuera desempacada de una maleta, almacenada debajo del asiento y para que se tomaran las dos exposiciones. Este requisito de tiempo a una velocidad cercana a Mach 0.8 descarta muchas explicaciones», se lee en el pie de la foto (3).
Se habla por primera vez de estas fotos en los diarios de Jacques Vallée correspondiente a la entrada de fecha 21 de septiembre de 1969 (4). Su socio, Fred Beckman, se las mostró, indignado porque Hynek ni siquiera había registrado el lugar, la fecha o la hora: «A veces tengo la sensación de que Allen simplemente no quiere saber», replicó.
Hace unos años intenté investigar sobre estas imágenes y me puse en contacto con John Timmerman, del CUFOS. «Allen nunca reveló la fecha o ubicación de esta fotografía, tomada con una cámara binocular, alegando falta de memoria, debido a los años transcurridos» (5). Además, me dijo que él personalmente había preguntado a Hynek después de que aparecieran las fotos: «Me dijo que estaba usando una cámara de doble lente y que pudo obtener un registro tridimensional del objeto» (6). Timmerman no pudo encontrar los negativos a través de la editorial que publicó el libro donde aparecieron. De todos modos, una editorial generalmente recibe fotografías impresas para su publicación, rara vez negativos. Durante la década de los 80, Timmerman discutió estas fotos con Jacques Vallée durante una cena privada: «él había intentado localizar los negativos, sin éxito» (5). Timmerman solo tenía una copia a color 11×14 que mostraba anotaciones en lápiz para usar en The Edge of Reality (ver arriba la imagen sin recortar). Otros colegas del CUFOS tampoco tienen información. Para el Dr. Mark Rodeghier, científico jefe, “cuando [Hynek] se mudó a Arizona se llevó con él las fotos estereoscópicas. No las encontramos cuando fuimos a Arizona y devolvimos los archivos a Chicago» (7).
En 2011, el abogado e investigador británico Isaac Koi me refirió a un artículo de Richard Dolan que presentaba la historia insinuando un encubrimiento por parte de Hynek (8). Bueno, pensamientos conspiranoicos aparte, no hay nada sólido detrás de esta presunción. Al menos, no con los militares, como conjeturaré más adelante.
Recientemente, Barry Greenwood, uno de los principales investigadores estadounidenses de archivos ufológicos y coautor de Clear Intent (Prentice-Hall, 1984), recibió de Mary Castner una caja de variado material audiovisual del CUFOS. En el interior, había dos pequeñas cajas de diapositivas en 3-D hechas por el propio Hynek, con imágenes inéditas, tanto de investigaciones de casos como tomas personales. Desafortunadamente, la fotografía del ovni que tomó desde el aire tampoco está allí (9).
Sin información técnica, no es posible un análisis científico. Por lo tanto, abordemos esto intuitivamente. ¿Algo dentro del avión pudo reflejarse en la ventanilla? ¿Podría el bueno de Hynek querer hacernos una broma a todos? Tenía sentido del humor, eso lo sabemos. O, más inteligente aún, una invitación a presentar hipótesis para ponernos a prueba. Eso explicaría por qué no aventuró más pistas. No sorprende, pues, conocer la opinión del analista belga Wim van Utrecht: «Las formas luminosas en las imágenes pueden ser cualquier cosa, desde envoltorios iluminados sobre un plato, reflejados en el cristal de la ventanilla del avión, hasta el sol reflejado en una masa de agua» (10). Es probable, me barrunto yo, que sea en ese contexto en el que podamos interpretar la forma inusualmente secreta en que Jenny Randles presentó esas dos fotografías en uno de sus libros: «Dijo que podía ‘responder absolutamente’ de su autenticidad. El Dr. Hynek luego me explicó por qué esto era así, y estoy de acuerdo. ¡Ahora puedo responder por ellas yo también!” (11). Percibo el fino humor inglés en esta frase. Mi amiga de muchos años Jenny no ha respondido a dos mensajes que le he planteado al respecto. ¿El que calla otorga?
Sin embargo, una fuente impecable que debería haberlo sabido me ha confirmado que no fue una broma y que la falta de información era simplemente una «distracción ocasional», y ha conectado el destino de estas fotos con las implicaciones de una «interferencia» indeterminada, mientras que, al mismo tiempo, no considera esas fotos entre aquellas en las cuales se debiera «invertir más investigación» (12). En vista de tan ambiguas circunstancias, me temo que dejaré al lector juzgar el estatus de esta imagen ovni.
Notas
(1) J. Allen Hynek, The UFO Experience, Henry Regnery, Chicago, 1972, plates 9 & 10.
(2) J. Allen Hynek & Jacques Vallée, The Edge of Reality, Henry Regnery, Chicago, 1975, pág. 120.
(3) Ibid., plates 10 & 11.
(4) Jacques Vallée, Forbidden Science. Volume One, Documatica Research, San Francisco, 2007, págs. 436-437.
(5) John Timmerman, e-mail a Vicente-Juan Ballester Olmos, 29 de diciembre de 2002.
(6) John Timmerman, e-mail a Vicente-Juan Ballester Olmos, 19 de abril de 2006.
(7) Dr. Mark Rodeghier, e-mail a Vicente-Juan Ballester Olmos, 7 de noviembre de 2019.
(8) Richard Dolan, https://web.archive.org/web/20100728213404/http://keyholepublishing.com/hynek.html
(9) Barry J. Greenwood, e-mail a Vicente-Juan Ballester Olmos, 25 de abril de 2020.
(10) Wim van Utrecht, e-mail a Vicente-Juan Ballester Olmos, 7 de noviembre de 2019.
(11) Jenny Randles, UFOs and How to See Them, Barnes & Noble, Londres, 1997, pág. 135.
(12) Llamaré a mi fuente “Father Jacobus,” e-mails fechados el 4 de abril de 2o20.
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