Se cuentan con los dedos de un marciano los documentales de investigación enfocados en la volátil materia que apasiona a los plativolistas.
El estreno de “Isla Alien” (Cristóbal Valenzuela, 2023) cubre un vacío y demuestra que hasta Netflix acepta films que, en vez de recargar las tintas del mito, intentan desmenuzarlo.
Factor tocó el tema en otras tres ocasiones: 1) el precursor, esclarecedor artículo de Diego Zúñiga, publicado en 2001 y reeditado en este blog quince años después: “La isla de la Fantasía”, 2) la contestación del investigador Luis E. Pacheco (Proyecto Stratocat) al periodista Joseph Guijarro, máximo apologista del caso Friendship en España y 3) un artículo del editor sobre la observación de un globo MIR francés en Argentina y Uruguay el 17 de septiembre de 1985, pariente cercano del “ovni” visto un mes antes en Chile (y otra vez en Argentina).
Ahora, en ocasión del estreno de “Isla Alien”, invitamos a Cristian Ponce, director de “Historia de lo Oculto”, y al escritor chileno Patricio Abusleme, autor de “La Noche de los Centinelas”, a fijar sus impresiones sobre la película y el caso Friendship. Entrevistamos al ufólogo Rodrigo Fuenzalida, para algunos sólo un gran “agitador del misterio”. Para el editor de Factor, fue, además, el encargado en iniciarlo en los arcanos de la isla allá por 1994.
La nota de Abusleme y la entrevista a Fuenzalida deben leerse después de ver la película: ¡alerta spoiler!
Para empezar, estás invitado a leer el comentario y la opinión del editor quien, al pie de este post, reflexiona sobre lo que entiende por documental de investigación.
Por Alejandro Agostinelli
“Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirlas”, dijo Cecilia Morel, esposa del presidente Sebastián Piñera, en octubre de 2019, en un audio que se filtró durante la rebelión popular en Chile. “Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”, afirmó, a modo de tardía admisión de la clase social para la que gobernaba su marido.
En la realidad chilena había, meses de que iniciara la pandemia de coronavirus, más ciencia ficción que en las películas. Y en el contexto latinoamericano, casi desprovista de producciones documentales relevantes de cuño plativolista, emociona saber que en el país de Juan Salfate, donde prevalece la cultura audiovisual más comercial imaginable sobre el asunto, haya estrenado “Isla Alien”, una realización que, en vez de explotar la disposición a creer del espectador, examina el fenómeno de una fe insólita, presentando diferentes testimonios, perspectivas, percepciones e interpretaciones que buscan arrojar luz sobre la faceta cumbre del mayor enigma de cuantos rodean la cuestión: el misterio humano.
El documental dirigido por Cristóbal Valenzuela Berríos, que este mes presentó Netflix, trabaja las claves de una historia legendaria en Chile: en 1984 nacía un nuevo mito iniciado por radioaficionados que, a lo largo de diez años, siguieron con fascinación la posibilidad de que del otro lado del micrófono atendieran, a) tripulantes de un yate que colaboraba con una extraña comunidad que operaba en una ilocalizable isla del archipiélago de Chiloé: Friendship; b) voceros de esa comunidad, quienes sugerían ser ora extraterrestres, ora humanos procedentes del futuro, dispuestos a tratar con éxito a pacientes de enfermedades graves, como el cáncer.
Estas promesas altisonantes, escuchadas en horarios nocturnos, en pareja o en grupo y en un clima de expectación, calaron hondo en la fe de los chilenos curiosos del misterio –su franja entusiasta quizá es la más poblada de la región. El fenómeno cobró vuelo en revistas como la versión local de Conozca Más, programas especializados como “OVNI” (1999-2000) e incluso en publicaciones españolas, donde llegaron a aparecer “especialistas” en Friendship, esto es, turistas del misterio enamorados del caso o encantados de poder contar un caso raro pero verosímil para un público famélico de historias ovnísticas.
Sin voz en off, los audios de aquellas interacciones, fragmentos de noticieros, programas de TV y la evocación de los protagonistas, “Isla Alien” reconstruye unos sucesos inscriptos en tiempos de la dictadura militar de Augusto Pinochet iniciada con el golpe del 11 de septiembre de 1973.
Más curioso resultó el hecho de que, mientras corría la versión de que contingentes de enfermos eran conducidos a la isla para ser sanados por unos isleños foráneos, llamados con nombres angélicos como Ariel, Miguel o Rafael, sólo uno de los supuestos beneficiarios directos –es decir, que había visitado a la isla– aparecía con su nombre y apellido sin problemas de hablar de su experiencia: un tal Ernesto de la Fuente. De pasado nebuloso, este antiguo sonidista de cine y televisión adquirió cada vez más liderazgo en el desarrollo de los hechos, junto a los ya encumbrados participantes de aquellas tertulias privadas, entre otros los radioaficionados Daniel Morales y Octavio Ortiz, autor de “Isla Friendship. Entre el Cielo y la Tierra” (2012) y uno de los últimos defensores del misterio.
Al margen de los directamente involucrados en las conversaciones radiales, que hacen los aportes más jugosos, la película recupera testimonios de emisiones televisivas que expandieron sus aventuras con relación al caso, el interés de estos alienígenas por adquirir de sus contactados “conocimiento genético” y el trasfondo religioso de la misión.
La película habla con ufólogos como Guillermo Aguilera, un argentino residente en Chile con una peculiar biografía en su país; Michael Jordan, quizá el creyente que se alejó más rápidamente del caso (más por desconfiar de las intenciones de los Friendship que por considerarlo un fraude) y Xentor Xentinel, quien reveló un ataque reptiliano a seres de las Pléyades a Friendship y se quebró, convencido de ser uno de ellos, recordando la soledad del Comandante Clomro, con quien, no en vano, compartió por un tiempo su rebeldía cósmica. Se extraña la participación de algún ufólogo pro-Friendship adicional o explorar otros detalles significativos de la mitología, como la configuración anatómica de los visitantes, indistinguibles de los rubios y angelicales seres informados por los contactados de los años 50, el “estereotipo ario” que en este caso solapó la imaginería alienígena con la hipótesis de “médicos nazis”.
La realización expone los contrastes entre la realidad social opresiva y el interés sensacionalista por las cuestiones ufológicas, de moda en los ochenta hasta alcanzar el clímax el 17 de agosto de 1985, cuando multitud de testigos y cámaras de noticieros de TV registraron las evoluciones de un objeto, luminoso o reflectante de la luz solar, cuya naturaleza no había sido identificada. La observación fue bien aprovechada por Friendship, que impactó aún más por aquella demostración del “control del espacio plativolista chileno” (por entonces se ignoraba que asistían al vuelo de un globo estratosférico francés). Estas pruebas reafirmaron la fe de los creyentes más involucrados, que se comenzaron a alistar para viajar a la isla. Pero nuevas comunicaciones, por su capacidad de persuasión o por su resonancias amenazantes, los llevaron a dar marcha atrás: un alienígena los convenció de haber anticipado la tragedia del transbordador espacial Challenger, el 18 de abril de 1986. ¿La previeron? ¿La causaron? Los radioaficionados se sintieron, por una vez, desbordados por la dimensión ominosa que iban cobrando los acontecimientos.
El film documenta la historia a través de las experiencias y las creencias de los protagonistas, rescata elementos contextuales emblemáticos de la historia político-religiosa de Chile, para reconstruir el tronco de creencias que sostiene el relato, y exhibe el papel de algunas grandes figuras míticas asociadas, como las ramas del árbol. Ejemplos: Cuando después del atentado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez contra el General Pinochet, en septiembre de 1986, varios vecinos creen descubrir los contornos de la virgen en el vidrio estallado del auto que lo transportaba, “¡milagro!”. Colar este hecho ofrece el neto contraste entre la intención de idealizar o realzar el blanco de ataque de una organización guerrillera en desmedro de las interpretaciones populares, que ven en la supervivencia del dictador una ayudita de la Madre de Dios, en imágenes propaladas por los noticieros de los medios afines al régimen. Otros testimonios, sustanciales en la consolidación del mito, como las primeras entrevistas a De la Fuente del periodista Patricio Bañados (1935-2023), conductor del legendario programa “OVNI” (transmitido años después para toda Latinoamérica por Canal Infinito), se tornan conmovedoras cuando el mismo Bañados vuelve, esta vez como entrevistado, y parece recapacitar y ofrecer el lado B del protagonista. El periodista, antes atado al corsé del guión televisivo, ahora puede expurgar la verdad, o de mínima hablar de cosas que no habían sido dichas.
“Isla Alien” confirma su estatura de documental de investigación cuando empieza a delinear el perfil desconocido de aquel primero –y siempre supuesto– enfermo-sanado. De la Fuente había sido ungido representante por los colonos de Friendship y tenía la facultad de gestionar encuentros con los terrícolas interesados en visitar la isla, mintiendo luego sobre su biografía, que no era la de un ingeniero sino la de un colaborador civil de la dictadura.
Hasta el espectador menos entusiasmado por reconocer «descubrimientos» al film debe aceptar que –si no termina por aclarar las líneas maestras del enigma, que a mi juicio lo hace– desvela en De la Fuente a una personalidad intrigante y sinuosa, con ansias de protagonismo y celebridad social.
La película expone sin juzgar, arma un rompecabezas y, al final, presenta una posible explicación con pocos resquicios para la duda –siendo estos deschaves, probablemente, los motivos por los cuales crispó a un sector de la comunidad plativolista chilena (*).
Hay una frase deslizada por De la Fuente sobre los servicios que prestaba a Friendship que, pasada la media hora del film, cobrará un giro espeluznante:
“Ellos me pidieron que yo recibiera a personas que iban hacia isla, yo los recibía en un puerto y se los entregaba a ellos en el yate”.
Ahora bien, si bien Valenzuela muestra las cartas ocultas de Friendship, no parece haber desatado toda una artillería para revelar “una verdad definitiva”: la película persigue una hipótesis que cae por decantación, encastra varias piezas dispersas en cientos de horas de audios que hasta ahora nadie había estudiado a fondo y configura un eficaz dispositivo narrativo para amalgamar un crisol de relatos ingenuos, perspicaces, desencantados y, a veces, obstinados, hasta llegar a un punto en que “las cosas empiezan a contarse solas”.
La película encuentra un sentido en las decisiones subjetivas del director, quien, por otra parte, no considera al documental un género “objetivo”. Los registros antiguos, los testimonios de hoy y ayer, las recreaciones ingeniosas, el tono retro que le confiere el blanco y negro y, en definitiva, el caudal de información facilitado a lo largo de 87 minutos de película, constituirán la fuente de placer o displacer del espectador, quien, cerca del final, deberá enfrentar si las conclusiones conforman o no su expectativa.
Los alienígenas que asustaron a la esposa de Piñera no son los mismos que crearon De la Fuente, verdaderos creyentes, divulgadores pseudocientíficos y medios sensacionalistas. Estos alienígenas estaban en la otra vereda, recuperados y retratados, más de treinta años después, por Valenzuela en un contundente ejemplo de documental de investigación.
(*) No merece estar en el cuerpo de la nota la infame «denuncia» de ufólogos que acusaron al director de «izquierdista» o de «politizar la ufología« por mostrar el contexto histórico de los hechos o el pinochetismo del protagonista principal. Tampoco sorprende que tales críticas hubiesen procedido de sectores «apolíticos» (una de las formas que adopta el conservadurismo de derecha) o de otros confesos simpatizantes del pinochetismo. Pero es especialmente patético confundir realización documental con… ufología.
Cristian Ponce: “Una propuesta estética sólida y coherente”
«Isla Alien» presenta una historia y una mirada particulares sobre los eventos que inauguraron el mito de la isla Friendship, y lo hace apoyándose con firmeza sobre una propuesta estética sólida y coherente.
Cristóbal Valenzuela hace suyas las herramientas con las que Errol Morris allanó el camino para el documental moderno: no sólo el uso confeso del Interrotrón (esa especie de espejo mágico que desafía los límites del espacio) si no también los fondos negros o las dramatizaciones de eventos con actores.
La utilización de filmes de ciencia ficción de los 50s y 60s como paño para los testimonios de los protagonistas, el uso homogeneizador del banco y negro en formato académico, y la contraposición de imágenes políticas del Chile del 80 con otras más místicas de todo tipo, construyen una relato en el cual la realidad es atravesada y desplazada por la fantasía.
* Cristian Ponce es autor de la serie animada “La Frecuencia Kirlian” (2017), director de “Historia de lo Oculto” (2020) y conductor junto a “X” del podcast “Aguante Mulder”, dedicado a la serie The X-Files.
Pato Abusleme: “Ernesto de la Fuente es el Jordán Peña de Friendship”
“Isla Alien” me pareció una tremenda producción, impecable desde el punto de vista audiovisual, con esa estética en blanco y negro, los actores y las recreaciones que usaron como forma de contar la historia.
Me consta que el director de la película, Cristóbal Valenzuela, recopiló muchos más antecedentes y entrevistó a fuentes que finalmente no fueron incluidos en el documental, por motivos de tiempo y espacio. Por eso le he sugerido que saque un «corte del director» más largo y con más contenido. A mi entender, Valenzuela, junto a su equipo de producción, es quien más ha investigado y más información ha recopilado sobre la historia de la isla Friendship.
En la película se vincula a Ernesto de la Fuente con dos situaciones bastante serias: haber inventado toda la historia de la isla Friendship y haber participado en la «desaparición» (asesinato) de dos personas durante la dictadura en Chile. Aunque se entregan algunos antecedentes que apuntan a una cosa y a otra, faltó el aporte de más datos duros que permitieran respaldar ambas tesis.
Por el lado de lo de la dictadura, ignoro si existirán más antecedentes que permitan vincular en forma fehaciente a De la Fuente con la muerte de esas dos personas, o incluso más desaparecidos. He buscado algún vínculo entre De la Fuente en instituciones represivas de la dictadura, como la CNI o la DINA, y hasta ahora no he encontrado ninguno. Su nombre figura en los archivos judiciales de los procesos por la desaparición de esas personas, pero su participación parece haberse limitado, como muestra la película, a prestar su vehículo en calidad de civil para transportarlas la última vez que fueron vistas con vida.
Por el lado de su responsabilidad en la creación de la historia de isla Friendship, existen más antecedentes que respaldan esa tesis. El director de «Isla Alien» recopiló algunos más, que no entraron en el corte final del documental. Hay testimonios de algunos de los radioaficionados oncemetristas** del grupo original que sospechan y creen que Ernesto se hacía pasar por «Ariel» y «Alberto» (se toca ese punto al final de la película, pero existen más declaraciones en esa dirección). Además, basta leer los varios artículos publicados en Internet por Ernesto de la Fuente entre 2001 y 2004 y compararlos con algunas cartas enviadas entre 1998 y 2001 por supuestas terceras personas a algunos investigadores y con publicaciones anónimas en foros de Internet, para quedarse con la impresión de que fueron textos escritos por la misma persona, y esa persona muy probablemente fue De la Fuente.
A Valenzuela no le interesaba tanto «revelar la verdad de la isla, sino cómo la gente vive el mito», dicho por él mismo. Desde junio de este año, en varias entrevistas, Valenzuela dijo que el documental «no es de OVNIs, sino sobre el mito», sobre la construcción del mito y por qué la gente cree en esas cosas.
Los oncemetristas entrevistados en el documental son representativos y algunos, como Octavio Ortiz y su esposa Cristina Muñoz, son muy importantes: fueron algunos de los principales receptores y responsables de difundir la historia hasta el día de hoy. A mi parecer son gente muy buena, sin ánimo de engaño. Ellos fueron engañados por De la Fuente -que fue un queridísimo amigo para ellos- y hasta ahora probablemente no acepten la verdad y sigan creyendo en la realidad de la historia. Ellos captaron gran parte de los registros de audio de las conversaciones con los supuestos Friendship.
Otro de los entrevistados, Daniel Morales, fue uno de los oncemetristas originales y su voz se escucha en la famosa grabación del 17 de agosto de 1985. En esa época, cuando tenía unos 22 años, Morales, que vivía en Santiago, se fue a vivir a la isla grande de Chiloé como para «estar más cerca de Friendship». Durante años creyó férreamente en la historia. Hace unos tres años, el ufólogo chileno Eric Martínez empezó a poner en tela de juicio la realidad del asunto Friendship y Morales vio algunos de esos videos y reinvestigó el asunto con la intención de refutar a Martínez. Sin embargo, descubrió indicios que mostraban que todo era una farsa. Hoy es uno de los principales detractores del tema, que atribuye completamente a De la Fuente. Parte de eso sale en el documental, pero Daniel tiene más testimonios y declaraciones en que refuta el asunto.
Existen otros implicados del grupo original que han hablado pocas veces o que no quieren hablar hasta ahora, pero los principales salen en el documental.
Hubo unos cuantos ufólogos que inflaron el mito. Considero a Rodrigo Fuenzalida principal responsable de que la verdad no se haya descubierto antes. Él estuvo en el momento y lugar ideales y conoció a los principales implicados, incluyendo a los menos conocidos. Yo creo que, si hubiera sido una persona con un poco más de sentido crítico en vez de Fuenzalida, la verdad quizás se habría conocido varios años antes.
Josep Guijarro, desde España, también ha contribuido a la difusión y perpetuación del mito, junto con ufólogos como Raúl Núñez, Cristián Riffo (al menos en la segunda mitad de los noventa) y Sergio Alcayaga, quien sigue siendo un creyente, así como Pablo Zárate.
Hay otros casos que resultan paradójicos, como el del ufólogo Michel Jordán, que aunque sabe que Ernesto de la Fuente mintió y creó el asunto, aparentemente cree en la realidad de una «comunidad Friendship», quizás debido a que, con posterioridad, surgió un grupo «inspirado» en el de los ochenta, y del cual él formó parte. Michel parece atribuirle a los Friendship intenciones diabólicas y, en mi opinión, le otorga a Fuenzalida más responsabilidad en la creación del mito que la que realmente tiene.
Ernesto de la Fuente, la figura que termina siendo la clave del asunto, fue sin duda todo un personaje (¡y más de uno también!). ¿Fue el «Jordán Peña» chileno? En mi opinión, sí, absolutamente.
* Patricio Abusleme es escritor y periodista. Es autor de “La noche de los centinelas” (2010) y “OVNIs en Chile: Crónicas sobre encuentros reales con objetos voladores no identificados y sus eventuales tripulantes” (2021). Es el periodista especializado que ha seguido más de cerca el caso de “la isla de Friendship”.
** Los «oncemetristas» son una subcategoría entre los radioaficionados. Ocupaban (ocupan) la llamada radio de 11 metros, que es amateur: cualquier persona con el aparato puede incursionar en ese mundo. No es regulado y es similar al sistema de radio usado por los camioneros. Los radioaficionados, en Chile, son regulados por la Subsecretaría de Telecomunicaciones y necesitan sacar licencia. Su actuar es más regulado, a diferencia de lo que sucede con los oncemetristas.
Entrevista a Rodrigo Fuenzalida, precursor de Friendship
Por Alejandro Agostinelli
En febrero de 1994, viajé a Santiago de Chile para empezar mi investigación sobre la famosa abducción del Cabo Valdés para la revista Conocer y saber (luego Conozca Más). Sólo conocía a dos ufólogos locales, Jaime Tamayo y Jorge Anfrus Dumont (único que conocía personalmente cuando visitó la Argentina, y él pretendía que siguiera siendo el único que pudiera conocer).
Buscaba a Rodrigo Fuenzalida, quien resultó ser buen amigo de un hermano masón de Anfrus, el psiquiatra Mario Dussuell. Fue a través de Mario, quizá el más extravagante y simpático creyente chileno en los extraterrestres, o del propio Tamayo, que lo llegué a contactar.
De Rodrigo me habían dicho de todo: que había integrado la Misión Rama, que seguía canalizando a un extraterrestre y, envuelto en su energía, era capaz de convencer a ufólogas demasiado bonitas que eran almas gemelas predestinadas para el amor, y otros comentarios de parecido calibre. Aquel día le comenté algunas de estas cosas, sonrió y se presentó como egresado de la carrera de Sociología, que es como se sigue presentando (aunque, aclara, “no soy licenciado porque no me dieron el título”). En realidad, mi interés en conocer a Fuenzalida no fue porque fuese más sociólogo que ufólogo, más contactado seductor que ufólogo ni por sus conocimientos sobre el Caso Valdés, en la que yo me consideraba “avanzado” (iluso de mí), sino porque había llegado a enterarme que él conocía la existencia de “un grupo que usaba la banda ciudadana de los radioaficionados para contactar extraterrestres, instalado en una isla en el sur del país”. Esta perfecta inversión de la realidad (en “el caso real”, los extraterrestres eran los contactantes) era la primera referencia que obtuve del caso de la isla Friendship.
Fuenzalida podía ser mi puerta de entrada a ese mundo.
Una cálida noche de Santiago, Rodrigo reunió a su grupo ufológico (día histórico en el que también pude conocer a Soledad Chacón y a Paola Maluje, cofundadoras de AION) y nos pasamos una madrugada espectacular escuchando las primeras cintas grabadas de Friendship. Mi primera impresión fue que se trataba de una tomadura de pelo insostenible, pero cuando Rodrigo me confirmó el secretismo con que se movía la conversación sobre el asunto, le dije que, si el caso seguía manejándose así, Friendship «tenía potencial para convertirse en un caso UMMO chileno». Espero no haberle dado ninguna idea, pero le expuse que no me interesaba alimentar un fraude y no iba a proponer el tema a Conocer y saber (donde más tarde se publicó una nota en la edición chilena). Pese al evidente interés que la historia despierta ahora, no alcanzó a atrapar del todo mi curiosidad, quizá porque pensé que el fraude era “demasiado burdo para que alguien se lo tomara en serio”. ¡Cuánto me equivoqué!
Hoy le reclaman a Fuenzalida no haber investigado lo suficiente, haber sido poco crítico (concedamos que él aún es capaz de defender que un sonido atribuido a un robot ET puede ser investigado como los parapsicólogos estudian las psicofonías) e, incluso, lo acusan de desmesuras tales como haber fundado una “segunda secta Friendship”.
Le pregunté si había tenido alguna relación con la producción de “Isla Alien” y, en tal caso, cuál había sido.
“Sí, contestó. “Asesoré a Cristóbal desde el 2018, y la verdad es que sólo hizo una investigación de lujo. La hipótesis planteada es bastante correcta. Eso sí, dejó veintitrés testigos fuera porque le daban otra línea de investigación. Pero en torno a Ernesto creo que acierta. Cristóbal se quedó con mucho material, alguno muy interesante, que confirma alguna participación de Ernesto en programas de propaganda del gobierno de Estados Unidos en tiempos de Guerra Fría. De hecho, uno de sus pasaportes está lleno de viajes a Centro América. El documental plantea que Ernesto inventa Friendship como una especie de «redención» de su pasado, donde aparece de manera simbólica el tema de “llevar gente» a un lugar de donde jamás volverá.
–¿No es curioso que desde 1984 ningún ufólogo descubriera todo estos trapos sucios alrededor del protagonista clave? ¿Cómo se explica ese “punto ciego”?
–Mira, cuando vi a Ernesto por primera vez, en enero de 1989, él me señaló: “No he sido de los trigos limpios, estuve involucrado en temas políticos fuertes”. Y que haber conocido a los supuestos «gringos» le había cambiado su vida. Quienes accedieron a la historia, que tiene una etapa confinada en un pequeño grupo de radioaficionados, estaban demasiado metidos con los interrogantes que planteaban el saber quiénes eran los presuntos Friendship.
Lo de Ernesto se supo en febrero de 1991, una vez publicado el llamado Informe Rettig. Antes nadie sabía que De La Fuente estaba relacionado con un caso de desaparecidos. Y el mito Friendship en tanto comunicaciones radiales se da a fines de 1984 hasta comienzos de 1990. Antes no había data al respecto.
–Esa presunta participación de Ernesto en programas de propaganda norteamericana durante la Guerra Fría no está en la película, ¿sabes por qué? *
–Valenzuela averiguó eso directamente con sus ex socios de Estados Unidos y envió mails al propio gobierno, que le dieron el nombre del estamento donde ayudaba. No sé por qué no lo menciona, quizás porque encontró más interesante la trama de la desaparición, concentrándose en los detalles de esa instancia, que finalmente consumen el nudo de documental.
* Patricio Bañados se refiere a este punto cuando el film presenta un par de reportajes de aquella propaganda.
Qué es un documental de investigación
on películas para cine, TV o plataformas que dan voz a protagonistas que aportan vivencias, relatos y observaciones que ayudan aclarar los acontecimientos narrados. Incluyen perspectivas o testimonios incómodos, polémicos y críticos (no siempre homogéneos), recurren a fuentes bibliográficas, noticieros y documentos audiosvisuales y escenarios originales, en lo posible buscando una inmersión espontánea o metódica (antropológica) en las instituciones o grupos sociales, circunstancias o sucesos que investiga. Cualquiera fuese el subgénero (político-social, true crime, religioso, imaginario científico, etc) el género principal es informativo audiovisual y argumentativo, capaz de sostener una o más hipótesis y alternando periodismo en profundidad e investigación. Si bien utiliza efectos de fotografía, montaje y sonido para crear climas y captar la atención, no es ficción. Son películas dirigidas por cineastas comprometidos con un guión que es fruto de investigaciones periodísticas que siguen pistas, intuiciones y protocolos éticos; un contraejemplo son los mal llamados documentales de entretenimiento, que distraen pero desinforman, como los presentados por «History» y otros canales que compilan declaraciones de bustos parlantes guionados, siguen patrones o cumplen funciones estereotípicas y son aderezadas con montajes armados con imágenes raramente informativas o de procedencia dudosa. El documental requiere necesariamente de investigación, pero la profusión de documentales ficcionados y de falsos documentales de entretenimiento ofrecidos como “recreaciones de la realidad” justifica la distinción.