¡Santas banquinas! Una danza de sincretismos alrededor de milagros, cultos y devociones

A bordo de una casa rodante, Gabriela Saidon unió la ciudad de Buenos Aires con la meca de cada uno de los santos para participar de las festividades en las que se los celebra.

“Santos Ruteros: De la Difunta Correa al Gauchito Gil” (Tusquets, 2011) es quizá uno de los más refrescantes cuadros de esta devoción contemporánea.

Por Alejandro Agostinelli

Ante el mismo material, una gran crónica no supera el mejor documental.  Bueno, también podemos reformular el enunciado: enfrentado el cronista a vivir una sucesión de acontecimientos similares (mismos paisajes, mismos personajes, mismas historias), los resultados no serán los mismos si en vez de grabador o cuaderno de notas lleva una videocámara (desde luego, todo puede empeorar si es acompañado por un equipo de rodaje). El cronista –testigo, protagonista y editor ambulante de sucesos–, cuenta, escanea, pregunta, observa, desgrana y escucha con oído fino y una sensibilidad que el documentalista no tiene ni puede tener, sea por seguir un libreto pautado en la preproducción, el tiempo que lo imprevisto se demora en aparecer o el fastidio de la ferretería que lleva puesta.

En eso pensaba cuando estaba por terminar la lectura de “Santos Ruteros. De la Difunta Correa al Gauchito Gil” (Tusquets, 2011).  Trabajado con rigor periodístico y enorme capacidad para transmitir sus experiencias, el libro de Saidon cautiva por sus palabras, climas e imágenes, que devuelven una panorámica multidimensional de los santos populares argentinos, la danza de sincretismos que gira en torno a cada culto, sus santuarios tan móviles o cercanos, las especialidades en materia de milagros, las mañas de los santos menos cumplidores y la miríada de interpretaciones posibles sobre lo que estos fenómenos significan para cada audiencia.

Saidon escribió un gran libro. Quién sabe si este gran libro –exactamente este libro– podrá ser un gran documental. En todo caso será otro documental. Un viaje idéntico con una lente interpuesta entre la cronista y el protagonista es impensable; Saidon hubiese podido sorprender en su casa a una pariente lejana del Gauchito Gil, pero probablemente no hubiera sido publicable: a la anciana apenas si la podía escuchar. Muchos testimonios no hubiesen llegado a encarnar en esta ráfaga poliédrica de historias que iluminan la prodigiosa vida postmortem del matrero degollado y colgado boca abajo en un algarrobo próximo a Mercedes, Corrientes, el mismo donde sus devotos erigieron uno de los santuarios donde hoy se le rinde culto. Tampoco hubiese logrado el efecto “¡Che vieja, vení y contále a la chica!”. No hubiese sido posible filmar en tiempo real las peripecias, las charlas inmersivas, las transiciones, los pensamientos interiores… Otra vez: se puede intentar, pero me atrevo a garantizar que los resultados nunca serán los mismos. Prometo no insistir con la idea porque creo que quedó clara: si alguien llega a filmar este libro, no me interesa: ya vi la película que quise ver.

PADRE JULIÁN ZINI. Cura chamamecero devoto de la Virgen de Itatí y la Cruz Gil

Saidon sale en una casa rodante a recorrer los pueblos –un triángulo con vértice en Buenos Aires, Corrientes y San Juan– y va al encuentro de los devotos, las huellas y los caminos que la llevan a San La Muerte, la Difunta Correa y (muy especialmente) al Gauchito Gil.

Los cruces de la aventurera que posa sus ojos sobre paisajes, corrientes de aire y sonidos y resoplidos de figuras como el padre Julián Zini, un cura chamamecero carismático y sabihondo que cuenta el porqué de su devoción por la Virgen de Itatí y la Cruz Gil, ese culto que su Iglesia no reconoce. “Si hay una cruz es porque alguien vivió y cayó allí”, arguye Zini en defensa de la realidad histórica del gaucho justiciero, pero también de la demanda social de espacios donde honrar a los difuntos. “Es un lugar de oración, en donde el pueblo es el sujeto, no la jerarquía, que preside la liturgia, pero la religiosidad popular es presidida y protagonizada por el pueblo”, dice. Zini no quiere canonizar a Gil, quiere comprender por dentro para acompañar los sentimientos de su gente. “¿Qué le vas a reprochar a este santo?”, apela el texto.

Saidon entrevista a vecinos, campesinos, devotos y otras gentes entrañables que revelan el recoveco más íntimo de su fe con una frescura que enamora. De pronto, la cronista puede entrar en el mundo de Sergio Gravier, el escultor de Palermo Soho que desde 2004 construyó un altarcito por amor al arte en Honduras y la vía para rezar al Gauchito Gil, con resultados lógicos en la era Macri: el artista se hizo de la devoción (“antifashion porque es correntina”, según el antropólogo Alejandro Frigerio) y en 2009 el Gobierno porteño pasó una topadora por encima del altar, que zafó de que lo pintasen de amarillo pero no del atropello, que dejó en el lugar un pastizal reseco donde nada bueno vuelve a crecer. También puede extraer todo el jugo de la vida interna del culto al Gauchito gracias a una charla casi casual con José López, hijo del ex presidente del Centro de Devotos Cruz Gil, quien le proveyó uno de los testimonios más reveladores.

Hay en el libro historias de conversión surtidas y contrapuestas: ateos que no creen en nada a menos que se trate de los milagros del Gaucho; swingers-masones-derechistas, como se define el periodista Rolando Hanglin, que confiesan parar en cada altar rutero porque su devoción es previa a cualquier otra consideración. Deja caer historias mínimas que disparan cargas de profundidad, como el caso de la tumba de la Pilarcita, cerca de Mercedes, donde una nena murió aplastada por una carreta  cuando se bajó a levantar su muñeca (cuya ofrenda son muñecas que se amontonan en un galpón devenido templo); o los misterios del Museo de la Fundación Difunta Correa, que atesora reliquias como una geisha de porcelana, una colección de ocho muñecas con vestidos aterciopelados y un vestido de novia canadiense valuado en 10 mil dólares. ¿Común denominador? Nadie sabe quiénes donaron estas piezas. O el relato de descreencias extremas, como la del motoquero que, por dejar un llaverito en vez de sus guantes recién estrenados, por temor a que alguien los robara, acabó alejándose del culto porque no pudo hacer arrancar la moto ni a patadas cuando regresaba de dejar su ofrenda en el Vallecito de la Difunta.

ALTAR GAUCHESCO. Foto: Alejandro Frigerio / DIVERSA. Red de Estudios de Diversidad Religiosa

Las rutas también reflejan las luchas de los devotos y los políticos por imponer su fe; al parecer, algunos han llegado a serializar la fabricación de altares para plantar nichos en las banquinas de los otros, en una suerte de guerra sorda y gaucha de santoral.

Saidon desarrolla las historias de conversión con el respeto que muchos esperan que impere en una parroquia sin esconder el negocio de quienes necesitan conservar el prestigio extraterrenal de los santos: familias enteras viven del milagro. Comparte sus vivencias y se permite dudar en voz alta: “Me pregunto si habrá un área de influencia determinada: ¿un santuario grande cubre un radio mayor que un altarcito en una horqueta? ¿El santo es interesado? ¿Cambia ayuda por adeptos”. Varias directas al esternón alineadas en la consigna “que la inocencia me valga”, un recurso para recuperar la voz crítica cuando la fe clausura.

El libro no niega guiños, o claves contractuales, para los buscadores de doctrina entre tanto eclecticismo.

Los devotos más curtidos hablan de la importancia de rezar, pedir y agradecer (en ese orden); que no conviene pedir por cuestiones de amor; que el volumen de donaciones guarde una proporción inversa respecto de las compensaciones (grandes regalos a cambio de grandes respuestas); no mezquinar la ofrenda si las cosas no salen como lo esperábamos; no preguntar a otro promesante qué milagros, cura o solución anda buscando; que la Difunta es cobradora… Y ofrece datos abrumadores, como la cantidad de bicicletas (350), motos (90) y autos (80) donadas hasta abril de 2010 para el santuario de la Difunta Correa y las condiciones de los devotos, que a veces exigen organizar rifas o evitar el abuso por medio de la inmediata venta del rodado, o el proceso de transformación que sufrió la coloración del Gauchito, que pasó de ser celeste a rojo ¡porque el rojo vende!

“Santos ruteros” es un libro que ayuda a entender. Muchas cosas y por vías directas, ascendentes, descendentes y transversales. Otras son explicadas a través de las contradicciones de protagonistas que recorren esta aventura espiritual por niveles paralelos de responsabilidad y no, nunca dirán lo mismo.

Terminé de leer “Santos ruteros” y días después sentí nostalgias y quise volver a ver la película. Es que –durante el trayecto– fui muchos lectores. Cuando quise conocer historias de fe, están las que tienen que estar; cuando elegí disfrutar del desarrollo de uno de los fenómenos locales de religiosidad popular más importantes de las últimas décadas, encontré las voces más representativas. Y cuando me puse en el lugar de los que quieren creer, también fue mi libro.

Así que ya sabés: si sos un devoto generoso y abnegado, todo saldrá bien; ahora, si aparecen problemas en el camino, no revises tu fe; más bien asegurate de rezar correctamente.

En cualquier caso, la experiencia será enriquecedora. Muy.

Gabriela Saidon. Nació en Buenos Aires. Es licenciada en Letras (UBA), escritora, periodista y docente de talleres de lectura y escritura. Ha publicado La montonera. Biografía de Norma Arrostito (2005, 2011), Qué pasó con todos nosotros (novela, 2007) y Memorias de una chica normal (tirando a rockera) (novela, 2014), Cautivas (Planeta, novela, 2008, 2015) y El camino de las hormigas (cuentos, 2018) y los libros de no ficción La farsa. Los 48 días previos al golpe (Planeta, 2016); Santos ruteros. De la Difunta Correa al Gauchito Gil (Tusquets, 2011), Mondo verde. Mentiras y verdades de la ecología (Tusquets, 2016) y Yo me hice feminista en el exilio (2019).
GRACIAS GAUCHITO Cristian Juré, 2018 (1h 40m). Se puede ver en CINE.AR

Primera publicación: Abro Comillas – 19/08/2013

Clasificación: 1 meñique fracturado: pésimo. 1 meñique: malo. 2 meñiques: regular. 3 meñiques: bueno. 4 meñiques: muy bueno. 5 meñiques: excelente.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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