La política de la religión goza de menor popularidad académica que la sociología de la religión. Sin embargo, basta repasar algunos acontecimientos históricos para comprender que la religión es como una hoja de parra usada para ocultar o justificar toda clase de crímenes políticos, banales o atroces.
Le agradecemos a Mario Bunge su colaboración (inédita, es un trabajo que acaba de escribir) y la autorización de la traducción realizada por Lucía Manucci, del equipo de Factor 302.4
Por Mario Bunge
Departamento de Filosofía, Universidad McGill
Traducido del inglés por Lucía Manucci
La historia y la sociología de la religión han sido ramas fuertes de la ciencia social desde alrededor de 1900. Max Weber, en particular, fue el fundador de la sociología de la religión, pero se limitó a la antigüedad. Por ejemplo, elogió al hinduismo por igualar el sistema de castas, lo cual atribuyó a un hábil brahmán, como si un sistema social completamente nuevo pudiera engendrarse de una sola vez y por una única mente. Weber también demostró que el mitraísmo había sido popular entre los antiguos soldados romanos porque apoyaba la meritocracia y la obediencia, tal como lo hizo el confucionismo en China.
En contraste, la política de la religión todavía es muy joven, hasta el punto de que la recomendación cínica de Aristóteles y Maquiavelo para con el Príncipe, de aparecer como piadoso incluso si él no cree, todavía sigue en pie. Por ejemplo, el presidente Dwight Eisenhower se bautizó doce días después de su toma de posesión en 1956. El presidente Nixon, recordado por sus artimañas y su belicismo, profesó el cuaquerismo toda su vida.
Y el presidente George W. Bush, que inventó el arma de destrucción masiva de Saddam Hussein, les dijo a sus súbditos que Dios le había dicho personalmente qué hacer. ¿Quién puede derrotar a personas con una conexión tan poderosa?
Este artículo trata sobre el uso de la religión como una hoja de parra política. La siguiente lista de casos bien conocidos corrobora la tesis de que la religión a menudo se ha utilizado como una herramienta política.
Los autores de la Biblia afirmaron que las ejecuciones y los genocidios de los que hablaban fueron ordenados por Dios; Pablo el Apóstol exigió a los esclavos temblar en presencia de sus dueños; los cruzados, alentados por los gritos de batalla Deus vult o Dieu le veut (“Dios lo quiere”) y Nobiscum deus («Dios está con nosotros»), eran, en realidad, saqueadores de tesoros y ladrones de tierras; las empresas colonizadoras europeas se dedicaban a las minas, la tierra y los esclavos más que al intento de colmar a los paganos con los dones de la verdadera religión; la Guerra de los Treinta Años fue por tierra, no por religión, como lo sugiere el hecho de que la mayoría de los que lucharon en los ejércitos católicos y saquearon el Vaticano fueron mercenarios luteranos; la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos se debió a la riqueza flamenca, no a la hermenéutica bíblica; La Turquía islámica luchó a lo largo de los ejércitos cristianos en la guerra de Crimea, así como en ambas guerras mundiales; la Iglesia católica mexicana libró dos guerras contra el gobierno de ese país por la reforma agraria de este último, que distribuyó las vastas tierras de la Iglesia entre los campesinos y asesinó a muchos de los maestros enviados por el gobierno al campo (Nota 1); la iglesia católica fue un pilar de los gobiernos fascistas de Italia, Alemania, España, Portugal, Croacia y Argentina; el general Francisco Franco, a quien el papa Pío XI llamó un Cruzado, ordenó a las tropas árabes estacionadas en Marruecos que se mudaran a España y lucharan contra el gobierno republicano elegido; el estandarte nazi está encabezado por el lema Gott mit uns (“Dios con nosotros”); la Guerra Fría fue por dominación mundial, no por un comunismo sin Dios; los fanáticos judíos que ocuparon la tierra palestina afirmaron que Abraham les había dado esa tierra dos milenios antes; y los fanáticos sauditas, gritando Allah maana, se están confabulando con los judíos israelíes y los evangelistas estadounidenses contra Irán, acusándolos de esforzarse por construir bombas nucleares, que, por supuesto, Estados Unidos e Israel han estado acumulando durante décadas. A su favor, el Papa Juan Pablo II se disculpó por algunos de los crímenes mencionados.
En una nota diferente, veamos que casi todos los presidentes estadounidenses le piden a Dios que bendiga a Estados Unidos, y que el lema oficial del país desde 1956 ha sido: «En Dios confiamos». Como dice la broma popular, los cristianos confían en Dios, pero todos los demás deben pagar en efectivo.
Aquellos que temen las consecuencias de sus pecados corren después de haber asestado el golpe. Por ejemplo, el homenaje del General Franco a los musulmanes marroquíes que lo ayudaron a vencer a los «Rojos» es un monolito rematado por una brillante media luna y plantado en un solitario pastizal en una remota colina asturiana.
Incidentalmente, ¿quién debe verificar si el Ser Supremo está con nosotros, y si fue consultado antes de ser reclutado a la fuerza para dirigir a los fieles de cualquier dios que haya sido invocado?
Las lecciones que nos podemos llevar de lo dicho anteriormente son las siguientes.
1) La religiosidad está bien vista entre la mayoría de los políticos y vendedores. (El hombre que me vendió un automóvil defectuoso comenzó su discurso de venta asegurándome que era un cristiano renacido.) Entonces, aparenta ser religioso si quieres engañar a votantes o clientes.
2) La religión a menudo se ha usado como una hoja de parra para ocultar crímenes políticos. (Los guerreros españoles medievales solían decir: “A Dios rogando y con el mazo dando”).
3) Busque debajo de la justificación religiosa de cualquier crimen, ya que solo puede ser una excusa hipócrita. Pero hoy el antiterrorismo es una hoja de parra aún mejor que la religión, por lo que deberíamos estar preparados para la aparición de santuarios antiterroristas defendidos por valientes voluntarios que blanden armas de alto poder entregadas por correo para matar niños en edad escolar por centenares.
4) Si bien algunos de los llamados escritos sagrados exhortan a sus fieles a cometer ciertos crímenes e inclusive genocidios, los dogmas principales de todas las religiones son políticamente neutrales y, en particular, no piden el asesinato de nadie. En particular, la mayoría de nosotros evitamos la islamofobia y la cristofobia con la misma fuerza que el antisemitismo y la negrofobia. Sin embargo, recientemente nos han dicho que practiquemos la rusofobia. Uno no podría liderar el Mundo Libre sin avivar el odio.
5) Las diferencias religiosas no son nada en comparación con los intereses comunes de la humanidad: la supervivencia, la coexistencia y el acceso a las bondades naturales y sociales.
6) Revisemos nuestra política cuando ingresemos a un templo, y nuestra religión cuando ingresemos a un lugar político, ya que la mezcla de política y religión corrompe a ambos, excepto cuando los líderes religiosos iluminados toman la iniciativa para protegernos de los engaños trazados por los así llamados “grandes líderes”.
7) Seamos al menos tan abiertos de mente y generosos como Francisco de Asís, quien en 1216, mientras la Quinta Cruzada estaba en pleno apogeo, hizo un peligroso viaje a El Cairo para discutir con el Gran Muftí de Egipto las formas de disminuir las miserias de la guerra. Exactamente ocho siglos después, su hermano, Francisco de Buenos Aires, hizo el mismo viaje para alejar a su iglesia de la letal trampa de la islamofobia.
Populus vult! *
* Populus vult: la gente lo quiere
1) Nota del Editor: Para profundizar en la casi contemporánea y oculta historia de la guerra de los cristeros, que dejó miles de muertos, vale la pena consultar «La guerra de religión en México (1926-1929)», coordinado por Marco Fabrizio Ramírez Padi, (Palabra de Clío, A. C. 2007). Palabra de Clío ofrece descargarlo gratis en su web.
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