El autor español José Antonio Caravaca propone que los encuentros cercanos no son visitas extraterrestres, sino interacciones con una entidad desconocida: el Agente Externo (AE). Esta inteligencia misteriosa “distorsiona” la percepción de los testigos, haciéndoles proyectar imágenes extraídas de su memoria. Sin embargo, el AE sigue siendo un enigma sin propósito claro, lo que despierta más dudas que respuestas.
La Teoría de la Distorsión (TD) que Caravaca propone sostiene que los testigos no ven ovnis reales, sino construcciones mentales influenciadas por el AE.
Aunque presentada como innovadora, la idea se inscribe en la tradición de la paraufología y peca de ambigüedad. Su tendencia a forzar paralelismos —como comparar un ovni con un teleférico— hace que la TD parezca un marco interpretativo demasiado flexible, capaz de ajustarse a cualquier caso (apariciones religiosas, abducciones, etc.) a conveniencia.
Caravaca no está solo en su cruzada. Su obra se suma a una larga tradición de explicaciones alternativas al fenómeno ovni, desde la Hipótesis Psicosocial hasta las especulaciones de Jacques Vallée. ¿Aporta algo nuevo o solo es un refinado reciclaje de ideas remanidas?
¿Es el AE una entidad real o el reflejo de nuestras creencias?
Agente Externo propone un viaje fascinante por la mente humana pero queda pendiente decidir si es un hallazgo revolucionario o una teoría que, como el AE mismo, se reinventa sin dejar rastros.
Breve guía para decidir si merece la pena, o no, adentrarse en la lectura del último libro de Caravaca, Agente Externo (2024)
Por Luis R. González
Versión abreviada para internautas con prisa
1. Argumento: Según José Antonio Caravaca, el Agente Externo (AE) es una inteligencia desconocida que interactúa con testigos de encuentros cercanos de diversas clases, no solo relacionados con ovnis. A través de la “Distorsión” (Teoría de la Distorsión, TD), los testigos proyectan narrativas y estéticas únicas, construidas a partir de elementos extraídos de su memoria vital. Estas experiencias nunca se repiten de forma idéntica. Aunque el propósito del Agente Externo es incierto, su influencia parece tener un impacto transformador en los testigos, quienes suelen reportar cambios psíquicos, intelectuales o en su perspectiva de la realidad.
Esta nueva teoría explicaría mejor fenómenos que combinan elementos físicos, psíquicos y culturales, como encuentros con ovnis, visiones marianas o abducciones.
2. Refutación: La crítica señala que el Agente Externo (AE) no está claramente definido: a veces se presenta casi como un disparador natural sin intencionalidad, y otras como una inteligencia avanzada. Esta ambigüedad socava la coherencia de la teoría, especialmente cuando Caravaca introduce explicaciones metafísicas sin respaldo empírico.
Breve repaso de la Teoría de la Distorsión (TD)
El autor insiste en encontrar paralelismos, como la supuesta similitud entre un teleférico carioca y un ovni avistado a 400 km de distancia. Lo que sugiere es que la teoría fuerza las interpretaciones para que encajen con los datos.
El análisis destaca que la teoría no abarca fenómenos como discos diurnos a distancia, ni ofrece explicaciones satisfactorias para encuentros demasiado cercanos, como las abducciones. Además, sugiere que estas experiencias pueden explicarse de forma más simple mediante la HPS (Hipótesis Psicosocial), sin necesidad de un AE.
Los cambios reportados por los testigos son superficiales y subjetivos. No hay evidencia de transformaciones significativas, ni de que el fenómeno tenga un objetivo definido. Además, el autor contradice su propio argumento cuando cuestiona el hecho de que una inteligencia avanzada en contacto con el ser humano desde la más remota antigüedad es incapaz de emplear formas de comunicación más precisas.
Versión extendida: ideas en debate
Como amenazó o prometió, Caravaca ha completado una trilogía, o más bien tetralogía, en la que explica su personal Teoría de la Distorsión –y recemos para que no haya secuelas, en ambos sentidos del término.
Tras Encuentros cercanos con OVNIS – ¿Una arquitectura psíquica desconocida? Introducción a la Teoría de la Distorsión (2018, 134 páginas), Distorsión, ¿una teoría explicativa? (2019, 630 páginas), y En la mente de los ovnis (2022, 770 páginas), llega ahora Agente Externo (2024, 720 páginas), con una impresionante portada diseñada por Octavio Martínez.
¿Hacían falta 2.234 páginas para remachar sobre lo mismo? “Depende, todo depende” –decía la canción. Si hubiese que juzgar por lo que circula por Internet (principalmente en Estados Unidos, pero no sólo allí), estas páginas son insuficientes para contrarrestar toda la basura HET que se repite ad nauseam en las redes sociales. Para un escéptico (e incluso un escéptico como yo), el viaje que empezó en el primer libro de 2018 se prometía entretenido… y lo fue. Es la parte más divertida del periplo propuesto por Caravaca.
Sin embargo, más allá de esta labor crítica, los ufólogos y la HET (que esperemos que resulte más aceptable por provenir de sus propias filas, de un investigador de campo de esos que, según Manual Carballal, “miran a los ojos a sus testigos”), el viaje prometido resulta poco alentador.
Pronto, muy pronto, surgen los problemas.
Y esto sucede desde la primera etapa, con la casuística esgrimida para defender la hipótesis. Los dos primeros casos que comentaba Caravaca en su libro inicial, iban justo en contra de su propuesta más crucial de que no existen dos casos iguales porque es el testigo quien aporta la estética y la narrativa de cada encuentro[1]. Citaba el caso de 1966 en Punta Carnero donde se vio un ser extraño y se fotografió un ovni (Caso 1) … No parece cumplirse eso del Agente Externo (AE, en adelante) y lo que es peor, pese a insistir en que cada caso es único, lo presenta junto a un caso “clónico” en Gran Bretaña (Caso 2).
Como normal general, para estos resúmenes de casos he seguido la práctica recomendada por los historiadores, que es utilizar la fuente más próxima a los hechos. Sin embargo, añado una referencia en Internet cuando he podido encontrarla, sin que responda de la fiabilidad de las mismas.
CASO 1. EL «ENANO» DE NEGRO
28 de agosto de 1966 (16:30 horas) – Punta Carnero, Cádiz (España).
Un joven médico circulaba en motocicleta por una carretera local cuando ve a unos 4m un ser que cruzaba la calzada a toda prisa. De corta estatura y calvo, “era o vestía” de negro. El joven dejó la motocicleta y salió en su persecución a pie. El ser se alejaba dando grandes saltos, pero con los brazos rígidos y pegados al cuerpo hasta por debajo de las rodillas. Lo perdió de vista en un bosquecillo. Dando un rodeo, descubrió en una vaguada un objeto ovoide y gris de unos 15 m, posado en el suelo. Hizo una foto y, asustado, decidió alejarse. Por desgracia, la foto del ovni se la prestó a un colega que nunca se la devolvió.
Fuente: Benítez, J.J. (1981). La punta del iceberg, pp. 175-183.
CASO 2. UNA EXTRAÑA FIGURA Y «TIEMPO PERDIDO»
1 de diciembre de 1987 (07:45 horas) – Ilkley Moor, West Yorkshire (Gran Bretaña).
Un policía retirado cruzaba el páramo en dirección a la casa de su cuñado cuando vio una extraña figura más adelante, en el sendero iluminada por los primeros rayos del sol. Era de color verde oscuro y medía alrededor de 120 cm, con una cabeza grande y brazos largos y delgados. La criatura hizo un gesto como para que el testigo se mantuviese alejado, pero en vez de eso, éste sacó su cámara y le tomó una foto. La criatura echó a correr y el testigo la siguió, para acabar perdiéndola entre la niebla matutina. Al llegar a destino, se dio cuenta de una laguna temporal de en torno a 1 hora y decidió revelar el carrete de inmediato. Al comprobar que había fotografiado algo, decidió contactar con un grupo ufológico. Fue sometido a hipnosis regresiva y afloró una supuesta abducción.
Fuente: Hough, Peter (1988). “The perfect abduction?”, Northern UFO News #131 a 136.
Así podríamos seguir con todos los incidentes que acumula en defensa de su tesis. En el mejor de los casos, las fuentes triviales de distorsión que menciona (un mapa de la Segunda Guerra Mundial, una estufa de leña, etc.) ni siquiera garantizan que fueran vistas por los testigos (más o menos, como tanto se ha criticado a Martin Kottmeyer, los ojos envolventes de “The Bellero Shield”[2]). Resulta muy revelador uno de los ejemplos que ofrece en su segundo libro. La aparición verdosa del caso de Talavera la Real (Caso 3) se resistía a su Teoría de la Distorsión (TD, en adelante) hasta que, tras mucho insistir, el testigo comentó que el color se parecía al fósforo verde de las escamas de los peces que veía de niño cuando iba a la pescadería. Como dice el dicho, “el que busca, siempre acaba encontrando”.
CASO 3. «¡DISPAREN A LA CRIATURA!»
12 de noviembre de 1976 (Madrugada) – Base aérea de Talavera la Real, Badajoz (España).
Dos soldados de guardia escucharon un ruido similar a una interferencia de radio, que posteriormente pasó a ser un silbido agudo. Cuando el sonido cesó al cabo de unos cinco minutos, vieron brillar una luz intensa en el cielo durante escasos segundos. Otro militar acudió al lugar acompañado de un perro guardián y empezaron a rastrear la zona. Al cabo de un rato, y tras oír varias ramas de eucalipto romperse, apareció un ser de aspecto humanoide con una altura cercana a los 3 metros, aparentemente formado por pequeños puntos de luz verde y unos brazos de largas dimensiones extendidos en cruz, aunque carente de manos y pies. Se mantenía completamente inmóvil. El soldado se desmayó y los compañeros abrieron fuego contra la criatura, que acto seguido desapareció. A la mañana siguiente, cerca de cincuenta hombres registraron toda la zona, pero no encontraron los casquillos de bala que teóricamente habían disparados los tres soldados. Por desgracia, el preceptivo informe que debió hacerse nunca llegó al Estado Mayor del Aire y no figura en sus archivos desclasificados.
Fuente: Benítez, J.J. (noviembre de 1977), “Disparos en una base aérea”, Mundo Desconocido #17.
En este cuarto tomo, aparte de repetir muchos ejemplos mencionados en los anteriores, Caravaca añade algunos más. Destacaré sus comentarios (pp. 506-511) sobre el encuentro cercano de tres niños brasileños de la localidad de Sagrada Familia en 1963 frente a unos alienígenas cíclopes con escafandra (CASO 4). Según el autor, el ovni descrito por los testigos (una esfera cuadriculada y totalmente transparente) se parecía «muchísimo» al famoso teleférico que funcionaba en Río de Janeiro, a más de 400 km. Juzguen ustedes mismos (el actual tendría más pase, al tener también transparente la parte inferior, pero es posterior a los años 70).
CASO 4. LOS «CÍCLOPES» DE LA SAGRADA FAMILIA
28 de agosto de 1963 (19:30 horas) – Sagrada Familia, Belo Horizonte (Brasil).
Ya había anochecido. Entonces, tres niños de 11 y 9 años estaban en el jardín trasero de la casa cogiendo agua de un pozo cuando sobre ellos, a unos 15 m de altura, apareció una esfera luminosa y transparente, con varios seres en su interior. En su panza aparecen dos bandas luminosas paralelas hasta el suelo y por ellas desciende uno de los tripulantes, muy alto y vestido con una escafandra. Su rasgo distintivo era un único ojo y una boca que se abría en vertical. Una vez en tierra se les acercó andando, rígidamente. Los niños se asustaron, pero el ser se sentó junto al pozo y les hizo gestos mientras hablaba de forma ininteligible durante unos segundos. Luego volvió a la nave de la misma forma en que había descendido, y ésta se alejó en silencio.
Fuente: SBEDV Bulletin #48/50 & 51/53.
¿Qué distorsionaba Francisco Espinosa (pp. 589-592) cuando vio unos gigantescos pares de piernas («como de un cuadro de Goya», unas de hombre y otras de mujer) SIN TORSO NI CABEZA dentro de la nave industrial en la que trabajaba esa noche? Siguiendo la línea de Caravaca, podría decir que me parece “muy probable” que fuese una visita de bebé al Museo del Prado –por su altura, quizá ni llegaba a ver más arriba. Entiéndaseme bien, ésta es la otra parte del viaje de Caravaca que puedo compartir. Es muy posible incluso que Caravaca tenga razón en las fuentes que señala para explicar elementos de los relatos de los testigos, pero cuando intenta aplicar su teoría a todo tipo de casos sin depurar, donde se incluyen errores de percepción, engaños y fantasías, sus elucubraciones no resultan nada convincentes, más bien improbables por mucho que sea evidente que su origen no puede ser otro que la mente del propio testigo o experiencer, detalle en el que ambos parecemos coincidir [3].
Más de la mitad de este nuevo trabajo está lleno de extensas citas tomadas de libros y artículos para detallar el origen y desarrollo de las principales hipótesis sobre el fenómeno OVNI, quizá en un intento por demostrar a algunos de sus críticos que sí había leído los precedentes a su teoría. Puedo admitir que lo haya hecho, o incluso, que, sin hacerlo, hubiese llegado a su hipótesis de forma independiente [4], desconociendo a sus predecesores, pero sobre su comprensión lectora tengo algunas dudas, al menos a juzgar por lo que dice sobre la Hipótesis Psicosocial (como comentaré al final). Además, no profundiza demasiado en ese análisis, como sí lo hizo por ejemplo Kottmeyer al documentar el trasfondo paranoico de la ufología, principalmente norteamericana, pero no solo.
Esta exposición sí pone de manifiesto que, por mucho que el autor lo niegue, su TD encaja perfectamente dentro de la corriente paraufológica y que podría decirse de ella que «lo que es bueno no es original; y lo que es original no es bueno» [5]. Otros colegas han sido mucho menos generosos en sus apreciaciones a este respecto [6].
Según Caravaca, el testigo es el único que aporta material tanto estético como narrativo al incidente forteano (si acaso, “ayudado” por el AE que le permite “conectarse” al inconsciente colectivo o al banco de datos akásico o a lo que sea que aporte el residuo de información que supuestamente el testigo no podía conocer). Al minimizar hasta casi la eliminación esa “ayuda”, Caravaca sólo da un paso más dentro de las teorías paraufológicas, e incluso la HET de segundo grado, pues todas defienden la existencia de ese “ayudante” o “sistema de control” externo.
Es más, Caravaca esgrime casos que ni siquiera son explicados por su teoría. ¿Cómo puede entenderse con ella que Florencio el Gaditano (pp. 654-656) se viese transportado en menos de una hora ida y vuelta hasta una playa de Canadá, lo que se comprobó al analizar (¡12 años después!) [7] la arena que se echó al bolsillo y luego conservó en un frasquito[8]?
Sigamos con nuestro viaje. Pasemos a examinar más en profundidad la TD. Caravaca no pretende explicar los ovnis, sino los encuentros cercanos. Comenta casi de pasada todas esas visiones de luces nocturnas y discos diurnos a distancia que llenaron (y aún llenan) los archivos ufológicos, para las que su TD no tiene explicación[9]. ¿Cuál tendría que ser el rango de cobertura de su AE para explicar tales visiones? ¿Cómo explica su TD los actuales UAPs, tan queridos por el Congreso norteamericano? ¿Acaso se alimentaría ese AE de la psique de los diversos testigos bajo la trayectoria del supuesto UAP, en contradicción con sus postulados?
Caravaca tampoco ofrece explicación para los encuentros demasiado cercanos, esquivando una y otra vez la cuestión de las abducciones (y también a los contactados y los repeaters). Salvo excepciones muy puntuales y casi ridículas (pretende explicar el famoso mapa estelar de la abducida Betty Hill [10] como «una clara distorsión mental de un mapa del desembarco de Normandía que estaba colgado en el salón del hotel donde se reunía su grupo de defensa de los derechos civiles», algo totalmente innecesario y muy traído por los pelos), Caravaca no les aplica su teoría porque las considera falsas, echando la culpa en general a la mala praxis de los ufólogos con la hipnosis, que han creado muchísimos casos ficticios. Solo añade que, en Europa, las abducciones no cuajaron porque faltó el impactante bombardeo mediático que en Estados Unidos les otorgaba una pátina de “realidad”. En estos dos puntos estamos casi de acuerdo.
En el nuevo libro, entra un poco más a fondo en el tema, pero no acaba de decidirse si son o no fruto del AE. Mencionaré solo algunas declaraciones, a mi entender contrapuestas:
Resulta muy complejo determinar hasta qué punto las supuestas abducciones de los 90 fueron un subproducto ufológico que nada tiene que ver con el fenómeno ovni genuino, y sí con un contagio psicosocial en toda regla, auspiciado por los ufólogos… Tengo muchas reservas de considerar a las abducciones como eje del fenómeno» (Nota 396).
Vaya, aquí si vale la HPS.
La principal consecuencia de la divulgación de las abducciones fue que los Grises comenzaron a monopolizar los incidentes, y las narrativas de encuentros cercanos (de otro tipo) se extinguieron de repente. ¿El fenómeno se adaptaba una vez más a las creencias reinantes?» (p.623).
Acaba de decir que las abducciones no tienen nada que ver con “su” fenómeno, y ahora dice justo lo contrario.
«El grado de absurdo de las abducciones no tiene límite, se mire por dónde se mire» (p.626). ¿No es esa precisamente una de las razones del autor para convencernos de aceptar su TD?
Las abducciones, al igual que otras rarezas excretadas por el paradigma ufológico, se han desarrollado de forma endémica e independiente, demostrando una vez más que las manifestaciones de este fenómeno (luego lo son; el autor es incapaz de renunciar) se conducen, desarrollan y transmutan a través de la transmisión cultural» (p.630).
Por otro lado, Caravaca hace un muy meritorio esfuerzo por salirse de las anteojeras de los ufólogos y señalar (como ya hizo, mejor, el británico Hilary Evans) la multitud de tipos de entidades con las que han asegurado encontrarse los humanos a lo largo de la historia, identificando ciertos elementos comunes. Aunque tampoco es nada nuevo [11]. Sin embargo, esos elementos comunes (zumbidos, burbuja de silencio) pueden tener explicaciones racionales alternativas al AE; en palabras de alguien «tan poco sospechoso» como Carballal [12], este último elemento podría tratarse simplemente de «la selección perceptiva inherente a toda experiencia emocional intensa».
¿Qué tan bien funciona la TD con esos otros fenómenos como las visiones de antropoides gigantes o de monstruos lacustres en todos los rincones del mundo, las visiones de hadas o de la Virgen María, y otros? La propuesta original de Caravaca era que el AE empezaba de nuevo en cada ocasión, sin memoria ni objetivo aparente alguno.
Veamos el peculiar caso de las visiones marianas. Se trata habitualmente de incidentes repetidos periódicamente dónde uno o varios testigos, mayormente niños, aseguran ver “algo” que el resto de los presentes (en ocasiones, multitudes) no ven (si acaso, alguna extraña luminosidad). En estos casos, la distorsión llega después, cuando los videntes caen bajo el influjo de la iglesia –si es que no lo estaban antes. Caravaca incluye varios ejemplos de entidades luminosas protectoras de niños perdidos que son luego “reconocidas” como la Virgen residente en la iglesia más cercana. Pero lo habitual es que los videntes acudan a un lugar concreto de forma periódica para recibir claros mensajes de una supuesta Virgen María (naturalmente, las descripciones nunca son iguales ni tienen más que un hipotético parecido con la verdadera madre de Jesús, si es que alguna vez existió). Algo muy alejado de la propuesta original del autor.
En este último libro, Caravaca se siente fascinado por las semejanzas de la “Santa Compaña” gallega con los restantes fenómenos anómalos, sin darse cuenta de que va en contra de uno de los rasgos que caracterizan la TD. Repito: la alegada falta de memoria del fenómeno. Si cada incidente debe iniciarse “ex novo”, ¿cómo se explican esos incidentes endémicos, circunscritos a una región muy determinada (aunque sus habitantes pueden llegar a verlos incluso si emigran, p.573) y con características estéticas y narrativas semejantes sino iguales (desde luego, con mucha menos variación que la casuística ovni)? Sin olvidar, además, que en esa misma zona también se denuncian avistamientos de ovnis y ocupantes, abducciones, etc.
En determinado momento (p. 504), Caravaca se pregunta:
Si fuésemos capaces de grabar en vídeo el aterrizaje de un ovni con ufonautas ¿lo registrado coincidiría con lo narrado por los testigos?».
La experiencia ya se ha intentado con abducidos (yo mismo sugerí hace años una especie de “Gran Hermano” con abducidos voluntarios), pero ¡vaya por Dios, o por el AE! Siempre aparecen problemas inesperados y nunca acaba de lograrse la prueba definitiva. El último proyecto del MUFON sobre el tema fue realizado en 2013. En ese estudio, siguieron la vida de 13 abducidos con todo tipo de aparatos y no se han publicado ¡por falta de fondos! Burda excusa, si hubiesen hallado algo relevante lo habrían publicado en grandes titulares [13].
Sin embargo, aunque con cuentagotas (quizá porque a los ufólogos no les gusta documentar sus fracasos), sí tenemos ejemplos menos tecnologizados, como el famoso caso de la australiana Maureen Puddy que, en presencia de dos ufólogos, interactuó con el tripulante de un platillo, sin que los testigos viesen nada (CASO 5).
CASO 5. «ABDUCCIÓN TELEPÁTICA» EN DROAMANA
22 de febrero de 1973 – Entre Frankston y Dromana, Nueva Gales del Sur (Australia)
Seis meses después de un par de encuentros con un ovni (que en la segunda ocasión le enviaría un mensaje telepático personal) que saltaron a la luz pública, la señora Maureen Puddy (27) escuchó en su cabeza un mensaje que le decía que volviese al lugar de los primeros avistamientos. Se puso en contacto con los dos investigadores que conoció entonces y esa noche se reunieron en el lugar. Una vez allí, todos se sentaron en el coche de Maureen y estuvieron hablando del incidente anterior. De repente, Puddy señaló hacia el exterior del coche, asegurando que veía una extraña figura humana que vestía una especie de traje dorado de papel de aluminio y le hacía señas para que la acompañase. Los ufólogos no veían nada y cuando trataban de ocupar su lugar, el ser se apartaba. Tras la negación rotunda de Maureen, el ser desapareció, pero ella empezó a describir el interior de la nave como si estuviese en ella. Todo esto sin moverse del auto junto con los dos ufólogos. Pasado un rato, Maureen se «despertó» con lágrimas en los ojos y todos volvieron a sus hogares respectivos.
Fuente: MAGEE, Judith (noviembre de 1978), «Maureen Puddy’s Third Encounter», Flying Saucer Review 24:3.
En otro incidente, el abducido múltiple Paulo Caetano Silveira dijo haber sido perseguido por un ovni, pero el acompañante sólo vio un simple autobús (CASO 6).
CASO 6. ABDUCIDO POR UN «AUTOBÚS»
17 de noviembre de septiembre de 1971 – Itaperuna (Brasil)
Paulo Caetano Silveira, 27 años, casado y técnico de máquinas de escribir, afirmó haber tenido hasta nueve encuentros en apenas cinco meses, que fueron mutando en un relato de contacto, con fotografías. El tercer incidente ocurrió en compañía de su amigo Elvio B, que le había pedido que lo llevase en un viaje de negocios a otra ciudad. Ya de vuelta, según Paulo, el coche empezó a funcionar mal. Como en ocasiones anteriores, el coche fue desplazado fuera de la carretera, la puerta se abrió y Paulo fue transportado hasta un ovni, donde habría sido examinado y le extrajeron sangre. Todo esto duró un par de minutos. Luego le mostraron dos paneles: uno de ellos tenía un plano que se asemejaba a la ciudad de Itaperuna. El segundo panel le pareció que mostraba una explosión atómica. La puerta de la nave había permanecido abierta durante todo el episodio, que no pareció durar más de cinco minutos, momento en el que recuerda haber vuelto al coche.
Por otro lado, su amigo Elvio afirmó que cuando Paulo dijo que estaban siendo seguidos por un objeto, no era más que un autobús. Poco después, cuando Paulo empezó a sentir que el coche disminuía la velocidad y se detuvo, al parecer había abierto él mismo la puerta del coche y caído al suelo, semiinconsciente. Elvio tuvo bastante trabajo para poner a Paulo en pie y lo llevó en autobús a un puesto de primeros auxilios, dejando atrás el coche.
Fuente: BUHLER, Walter (noviembre de 1973), «Itaperuna: 1970-1971», FSR Special Issue #5.
En otro, uno de mis preferidos, una pareja de militares portugueses que, según la versión del primer entrevistado habrían sido sobrevolados por un ovni en forma de prisma rectangular (con ventanal delantero y pilotos), el segundo testigo, localizado años después, afirmó que habría sido un simple bólido (CASO 7). El propio Caravaca comenta el caso de ese gallego que vio pasar a la Santa Compaña, pero cuya esposa acompañante no vio nada (p. 576).
CASO 7. UN FUGAZ ENCUENTRO CERCANO
25 de septiembre de 1952 (02:00 horas) – Almeirim (Portugal)
Una pareja de la Gendarmería Nacional estaba de patrulla por un camino cuando notaron una gran luz acercándose. Según el testigo entrevistado inicialmente, la luz los siguió durante un par de horas hasta que se apagó. Al poco tiempo, vieron una luz naranja acercándose rápidamente. Era un prisma rectangular metálico (3 x 1,5 x 2 m) con un parabrisas en la parte delantera. A través del parabrisas, vio a dos humanos. Uno era de tez clara, llevaba el pelo corto e iba vestido con una gorra de visera y una chaqueta marrón con bolsillos. El otro parecía mayor, más pequeño y grueso. Llevaba el mismo tipo de chaqueta, pero con un gorro diferente, incluidas gafas de aviador. Ambos hombres los observaron y, unos segundos después, cayó desde su nave un pequeño cilindro rojo que explotó entre los guardias, seguido por otros dos. A continuación, el objeto se alejó volando sin hacer ruido, a gran velocidad. Esta parte del incidente habría durado unos 10 minutos.
Cuando fue localizado el segundo testigo, éste sólo recordaba haber observado algo parecido a un rayo que se acercaba a ellos, se detenía unos segundos sobre su vertical y continuaba ese vuelo horizontal, alejándose. Parece tratarse de un simple bólido o meteorito.
Fuente: RIBEIRO, Luis A. y TORRES, Fernando S. (1982). “Informe CNIFO: caso Almeirim, 25/09/1952) y MONTEIRO, Cassiano J. (1982). “Informe CEAFI – Negativo”.
La siguiente etapa del viaje es, naturalmente, el Agente Externo.
Pero antes una parada técnica en un elemento que se ha convertido progresivamente en fundamental dentro de la argumentación de Caravaca y que, una vez más, denuncia sus claros fundamentos paraufológicos: los llamados poderes PSI.
Jacques Vallée los defendió así:
Creo que por cada caso que me presenten donde los datos sean puramente físicos, puedo encontrar otro con la misma credibilidad de los testigos, huellas, fotos, etc. y que incluya elementos paranormales» [14].
Alguna vez le di la razón cuando añadí: «por tanto, debemos concluir que el análisis de los posibles efectos paranormales debe añadirse como un apartado más en toda encuesta o investigación seria. Su significado, bien para desacreditar al testigo y su avistamiento, bien como evidencia de un origen paranormal del fenómeno, o como simple muestra de los efectos que produce sobre la psicología del testigo y su salud mental, está todavía por ver, pero es evidente que para cualquiera de las opciones lo imprescindible son los datos» [15], aunque además recordé la advertencia de Brinsley LePoer Trench: «Nos enfrentamos aquí a un espinoso problema, tratando de demostrar un punto de conexión entre dos cuestiones que oficialmente no existen»[16].
Casi cincuenta años después, la frase de Vallée no sólo sigue siendo válida, sino que, a juzgar por los abundantes testimonios autobiográficos de decenas de abducidos sin la censura previa de los ufólogos, los elementos paranormales son muy habituales en sus vidas, antes y después de sus encuentros. ¿Acaso habría que suponer que el AE se queda enganchado a estas personas como el facehugger de Alien? Y, sin embargo, resulta que en la vida real, y por limitarme al rasgo más extendido en las supuestas comunicaciones con los ufonautas, nadie ha mantenido jamás una simple conversación telepática con otra persona. Me conformaría con un simple “Sr. Watson, haga el favor de venir, le necesito” [17].
Volviendo a la propuesta de Caravaca y al elemento que da título a su nuevo libro, el autor parece defender, una vez más, una cosa y la contraria. En sus libros precedentes, una pieza clave de su teoría pasaba por cuestionar o minimizar las supuestas pruebas materiales que suelen argumentar los ufólogos. Hablaba de «elusividad fotográfica» y cómo, incluso en la época de mayor esplendor del fenómeno, cuando éste actuaba con total descaro, fuimos incapaces de conseguir una sola fotografía decente. En cuanto a las pruebas físicas, escribía:
¿Qué evidencias materiales solemos hallar de los ovnis? Manchas oleosas o viscosas, escoria metálica, hierba quemada, radiactividad. Vaya chapuza tecnológica. ¿Y por qué no se han hallado cosas inverosímiles o inesperadas? Muchas veces resulta difícil saber si no estaban antes, debido a ese extraño mimetismo con cualquier tipo de rastro ordinario. ¿Será que el testigo incorpora esos elementos preexistentes del entorno al relato en desarrollo (como ocurre en los sueños, que incorporan con maestría ruidos y olores externos)?»[18].
Ahora, quizá, el autor ha descubierto que esa posición le acercaba demasiado a la HPS, socavando sus críticas [19], y es capaz de admitir, desde las arenas de una playa de Canadá hasta las huellas quemadas de un ovni en un trigal de Cabra [20], una experiencia solo recordada por la niña que protagonizó la historia [21], aunque debieron existir decenas de testigos ilocalizables en ese pequeño pueblo, quizá porque, en esos casos, el propio autor se vio involucrado, y es muy duro desmentirse a sí mismo.
Por un lado, Caravaca casi admite que ese AE puede carecer de inteligencia:
El término Agente Externo no conlleva ninguna definición, más allá de señalar que es ajeno al ser humano. Se podría aplicar a factores naturales, campos magnéticos o de otra índole» (Nota 409).
Un algo que podría ser quizá un simple “disparador” de la experiencia, pero carente de cualquier intencionalidad u objetivo:
«Se nos hace muy complicado imaginar que la mente humana sea capaz de proyectar este tipo de “imágenes tridimensionales” al exterior sin algún tipo de agente externo desconocido que participara de forma soterrada en todo este entramado… Es muy factible que esa injerencia externa fuera la encargada de aportar la “energía” necesaria» (p.220).
Una idea sugerente [22] y digna de investigación seria, que no podía durar demasiado. Caravaca proclama tajante: «El AE es una forma de inteligencia desconocida y distinta de todo lo que conocemos. Extensa y vital»[23].
Estoy convencido de la existencia de un fenómeno desconocido para nuestra ciencia, ajeno al ser humano y que provoca unas extrañas “visiones” en el rango de lo físico y lo psíquico… que no expresa, de ninguna forma, ni a través de su estética ni de su narrativa, cuáles son los verdaderos objetivos de sus incursiones» (p. 443 y 448).
Y plantea tres alternativas, a cada cual más desaforada, tras el supuesto efecto llamada de Arnold: 1) ¿Consiguió la sincrónica creencia generalizada de millones de personas abrir una fisura a una dimensión desconocida? 2) ¿Acaso este efecto hizo que personas de toda índole y condición pudieran sintonizar momentáneamente la señal emitida por el fenómeno? o 3) ¿Quizá el fenómeno se aprovechó de esta circunstancia para entrar con mayor facilidad en nuestra realidad?
Como señalaba Carballal en el artículo antes mencionado: «lo mismo ocurrió a principios del siglo XX con otro paradigma que se extendió por todo el planeta a velocidad extraordinaria: el espiritismo. Que además contaba con una mayor componente emocional». Y, sin embargo, se ha comprobado falso, añadiría yo (Carballal y Caravaca, no sé).
Caravaca llega a identificar hasta 12 patrones del AE (p.520 y siguientes), entre los que destacaré tres:
Exhibicionismo. El AE busca el contacto, pero no para transmitir ninguna otra información; la extraordinaria parafernalia que rodea un encuentro cercano, no está en proporción o justa consonancia con el pobre y absurdo nivel informativo desplegado.
Privacidad. El fenómeno siempre se las ingenia de encontrar el modo, por enrevesado que sea, para presentarse cuando el testigo se encuentra solo. No queda claro si por voluntad del fenómeno o por las cualidades psíquicas del experiencer; ello implica intencionalidad, premeditación… y cierta “conexión”.
Factor sociocultural. En el caso de los ovnis, como si la fisonomía de los ufonautas y sus comportamientos fueran una especie de reflejo distorsionado de nuestra sociedad… ¿por qué contienen tanta información y comportamientos reconocibles?
Y formulas esta pregunta mientras clavas tu pupila (del color que sea) en la pupila del testigo.
En este punto del viaje aparece una encrucijada: ¿La TD o la HPS? Aquí es donde yo interrumpo el periplo y me voy por el desvío, pese a que el autor pretende convencerme de lo contrario, con toda una serie de argumentaciones –fruto, quiero creer, de simples problemas de comprensión lectora, y no de un intento premeditado por no entender o deformar el fondo de la cuestión (véase la primera cita).
Antes de entrar en estas desviaciones, y para evitar malentendidos, intentaré dejarlo muy claro. Según mi interpretación de la HPS, la TD no es algo novedoso ni inesperado. Los elementos “distorsionados” sólo pueden provenir de la mente del testigo (más la ayuda posterior de los investigadores con sus propios sesgos)… como todos los demás. ¿De dónde sino? Respecto al AE, la versión de que se trata de algún elemento del entorno sin inteligencia podría aceptarla para algunos incidentes si se aportasen más pruebas. Pero lo que resulta incompatible con esta premisa psicosocial es la existencia de una inteligencia ajena a la humana subyacente bajo todos los ESOD, con algún tipo de plan premeditado… ni siquiera el Trickster [24].
Veamos los argumentos esgrimidos por Caravaca en contra de la HPS:
Los defensores de la HPS están convencidos de que un estímulo anómalo o no habitual, como por ejemplo observar un árbol de extraña forma, puede llevar a determinadas personas sugestionables, como le pasaría a Rosa Lotti (1954) [25], a imaginar un ficticio encuentro cercano» (p.602, mi subrayado).
Le pregunté a Caravaca por el escéptico que habría dicho tal tontería y me explicó que «era algo hipotético». Poco antes (p. 407) me encuentro hablando por su boca (citándome sin citarme, aunque sí incluye otras citas mías debidamente referenciadas):
Lo que señalarían, desde mi punto de vista, las “premoniciones” de la literatura preufológica es que lo que un artista ha imaginado es susceptible de ser reproducido por otra persona».
Cuando se lo pregunté, indicó un par de ejemplos previos donde ya había defendido esa misma postura. Me alegro de que comparta mi argumento, pero es evidente que no se ha dado cuenta del importante matiz de mis palabras. En sus ejemplos, señala que eso es «culpa» del Agente Externo. Y lo que yo pretendo decir con esa frase es que no hace falta ningún Agente Externo que aporte imágenes recónditas de la ciencia ficción tomadas del inconsciente colectivo o de dónde quieras. Ningún testigo está «recordando» viejas imágenes posiblemente nunca vistas, sino imaginando de nuevo escenas similares a partir del mismo instrumento común: la mente humana.
¿Por qué la imaginería ufológica iba a calcar unas peculiaridades generales con tal precisión, y no los detalles, si los tomaba de la misma fuente?».
Si la HPS fuese correcta estos episodios deberían ser mucho más uniformes y concordantes; en cambio, cada nuevo testigo aporta nuevos y disparatados detalles nunca antes descritos»[26]. Ver p. 482
Este es un juego que la HPS nunca puede ganar. Si encuentra una semejanza con algún detalle concreto que, según el ufólogo de turno, nunca antes había sido mencionado, se le quita importancia, y se pasa al siguiente. Aunque el proceso se repita varias veces, siempre quedan infinitos elementos a comparar. Por otro lado, al mismo tiempo, también se insiste en paralelos verdaderos más generalistas, no simples detalles. Y cuando se aportan, se repite el juego.
Por mucho que les pese a los defensores de agentes externos y similares, nada de lo descrito por los testigos de los ESOD carece de precedentes en la ficción, y su fuente es la misma, en el sentido laxo de que todos los humanos usamos la mente, tenemos predisposición a la fantasía y hacemos uso de nuestra imaginación.
Lo que demuestra la poca comprensión lectora de Caravaca (aunque, tras comprobar que se extiende a otros muchos de los críticos de la HPS, habría que ir pensando en otras razones para explicar esa fraudulenta interpretación [27]) es la insistencia de todos ellos a referirse a “contagios” y “automatismos” como propuestas de la HPS.
«¿por qué las visiones no se “contagian” en una misma localidad o entre amigos y familiares?» p.289
«Este asombroso contagio no encuentra dificultades o barreras para saltar de un país a otro, pero si para expandirse de un vecindario a otro, de un pupitre a otro». p.302
«Todas estas apariciones han necesitado del sustento cultural, pero no originados por un “contagio psíquico”, como propone la HPS». p. 583
Al cabo del estreno de la película de Steven Spielberg, Encuentros en la tercera fase (Encuentros cercanos del Tercer Tipo), «no se produjo ese masivo “contagio” esperado por parte de los investigadores». p. 584
«Todas las hipótesis que se basan en automatismos donde las causas que producen el efecto están perfectamente identificadas (la HPS)… incomprensiblemente no pueden ser verificadas en nuestros días. Estos procesos aparentemente automáticos se han detenido de manera inexplicable… ¿Cómo se explica este apagón?». p.214
«¿Por qué no actúa el inconsciente colectivo en nuestros días? ¿No es, en cierta medida, un ente sometido a automatismos? ¿Ante unos mismos factores no actuaría de la misma manera?… Si es un automatismo, no puede frenarse ni reprimirse». p.268
Es evidente que existe un efecto “moda” que fomenta más la llegada a la atención pública de unos fenómenos que otros, según lugares y épocas.
Caravaca señala un cuádruple filtro: 1) El testigo distorsiona (sin saberlo) el fenómeno al interactuar con él. 2) Más tarde, el testigo interpreta lo sucedido en base a sus creencias personales o sociales. 3) Los ufólogos aplican otro sesgo cultural o teórico para intentar ajustar lo descrito a sus ideas preconcebidas. Y 4) Los artistas gráficos se toman demasiadas licencias artísticas[28].
Todos ellos son compartidos por la HPS, si entendemos que en el primero no hay ningún AE, si acaso un estímulo trivial mal interpretado. Por lo demás, esos filtros pueden actuar también como censores, evitando que una experiencia extraña acabe haciéndose pública, bien porque algunos de los sucesos resulten demasiado increíbles para algún eslabón de la cadena o, más probablemente, porque el propio testigo se “despierte” antes de terminar y reconozca por sí solo que lo acababa de pasar era fruto de su imaginación desbocada.
Jamás se ha intentado el experimento de seleccionar una zona amplia y documentar exhaustivamente TODOS los fenómenos extraños que documenten libremente sus habitantes, sin censura o valoración previa. Desde los incidentes más banales hasta los más asombrosos. Por citar tres ejemplos de la literatura, desde «la experiencia paranormal más aburrida del mundo»: la materialización de un camino de acceso a una vivienda (que nunca lo tuvo) (Caso 8), pasando por las farolas que se apagan y se encienden solas[29], hasta la visión de una especie de mantis gigantesca (¡de 15 metros!) atravesando la calle 43 de Manhattan a plena luz del día, sin causar el pánico entre los transeúntes [30]. Sospecho que el AE tendría que trabajar a destajo, como un estajanovista, para atender a todos los que aflorasen.
En otras palabras, la HPS que yo defiendo considera que nuestra muestra de ESOD de alta extrañeza no representa realmente la gran variedad de experiencias extrañas, la mayoría banales, que tienen lugar en el mundo, es sólo el extremo menos representativo de una curva de distribución.
Respecto a la supuesta “sequía” actual de esta clase de fenómenos (muy opinable, por otra parte), desde luego no es porque ahora los investigadores sean más exigentes a la hora de aceptarlos una vez les llegan, como pretende el “escéptico” Carballal. Creo que la explicación de la HPS iría más en línea con la propuesta de Caravaca:
No somos capaces de encontrar razones de peso (solo Caravaca, plural mayestático, yo puedo pensar en varias y de entrada, niego la mayor, no creo que los estímulos que menciona sean los realmente relevantes en esta cuestión) para justificar por qué en pleno siglo XXI, ante unos estímulos replicados (conflictos, guerras, pandemias) no hallamos los mismos o parecidos resultados (p.685)… PERO pueden existir factores intrínsecos en nuestra sociedad occidental (como una tecnificación extrema o la educación desde corta edad) que aíslen de estos fenómenos. O causas externas, como la proliferación de redes de comunicación inalámbricas y otros campos EM artificiales (p.701) »
En concreto, en ese último punto, no tanto por hipotéticas interferencias electromagnéticas sino por el simple efecto de las redes sociales. Ejemplo: estar horas pegados a un teléfono móvil o pantalla limita mucho las posibilidades de ser testigo de algo.
CASO 8. «BANALIDAD VIRTUAL»
Septiembre de 1993 – Localidad no identificada de Gran Bretaña.
Despertada de madrugada porque su marido tuvo que salir a una urgencia en el trabajo, la testigo no pudo retomar el sueño y se puso a ver la televisión en el dormitorio. Se quedó dormida y entonces “despertó” para descubrir que la luz y la tele estaban apagadas y no podía encenderlas. Sospechando algún corte de energía se asomó por la ventana y pudo ver como el marido justo aparcaba su coche en el camino de acceso a la vivienda… que nunca ha tenido uno. La testigo se dio cuenta de que soñaba y decidió volverse a la cama, para despertar, esta vez de verdad, en el lecho matrimonial.
Fuente: RIMMER, John (enero de 1994), «Virtual Banality», Magonia #48 y FactorElBlog.com
Un último punto, por alusión personal. Dice Carballal en el artículo mencionado (dando nombres a declaraciones semejantes del propio Caravaca en el libro):
En España, autores como Luis R. González representan ejemplos de ufólogos desencantados, seducidos por la HPS» (negritas mías).
Nada más lejos de la realidad. Aunque es cierto que yo también empecé abierto a la posibilidad de unos visitantes extraterrestres (acabábamos de llegar a la Luna, ¿cómo no iba a ser posible?) no hay que confundir el desencanto con la madurez. Sigo fascinado por el asunto incluso desde mi postura racionalista, pero mi encantamiento actual pasa por tratar de entender las infinitas formas en que el ser humano es capaz de engañar y autoengañarse.
Quizá la HPS no es perfecta y no lo expliqué todo [31]… todavía. Además, es muy posible que existan otras explicaciones parciales para casos o grupos de casos concretos. Pero, antes de creer en la intervención de una inteligencia distinta de la nuestra, me gustaría alguna prueba firme. Y, sobre todo, me gustaría que esa supuesta inteligencia hiciese algo más inteligente que pasearse por ahí exhibiendo sus lucecitas o secuestrando a infelices víctimas humanas sin dejar pruebas definitivas, sea desde 1947 o desde la más remota antigüedad. ¿Es esa la mejor manera de conseguir lo que ella pretende?
Si es que tiene algún objetivo, es tan eficaz para conseguirlo como esa otra inteligencia inefable conocida como Dios, y solo beneficia a los intermediarios que dicen interpretar sus propósitos, siempre con un elemento de trascendencia y urgencia.
* * *
La cuarta fase del viaje del autor (ya en solitario) es la más alambicada y donde se pierde cualquier esperanza, cuando se suma a todos esos atraídos por el chamanismo y el espacio interior; tantos “expertos” coincidentes no pueden estar equivocados.
Los chamanes, a lo largo de la historia, han demostrado que son capaces de obtener un extraordinario conocimiento a través de viajes psíquicos a otras realidades habitadas».
Rebobinemos, ¿QUÉ extraordinario conocimiento?… si apenas sobreviven en tribus perdidas. Vale que con su contacto diario con la naturaleza conozcan remedios naturales casi tan buenos como algunos de la farmacopea moderna (aunque esta última ha conseguido eliminar los efectos secundarios no deseados), pero poco más. Nunca he entendido esa fascinación por el chamanismo, que se remonta por lo menos a las falsas enseñanzas de Carlos Castaneda y su “Don Juan”.
Todos esos modernos “psiconautas” que usan todo tipo de drogas (como la DMT) o técnicas ancestrales para acceder a su yo interno y viajar a esas otras realidades habitadas, son tan incapaces de ponerse de acuerdo en los rasgos estéticos y narrativos de esos otros mundos y entidades como los testigos de ovnis. Ese sería el único parecido remoto.
Cualquier análisis imparcial pone en evidencia que los paralelismos que pretenden encontrar con las abducciones son espurios, incluso dando por buena su descripción interesada de las mismas. En otras palabras, las diferencias son mucho mayores que los parecidos. De hecho, yo mismo podría indicar otro parecido más: según las encuestas más recientes, en torno a la mitad de los modernos experiencers aseguran haber recibido “poderes” (sobre todo, de sanación). Que los demuestren.
Rellenar tantas páginas impone el uso continuo, exagerado y rimbombante de todo tipo de metáforas, lo que resulta cansino y, además, permite al autor decir una cosa y casi la contraria, por lo que siempre puede poner la excusa de que no lo hemos leído bien. Como hemos visto, por momentos parecería que, en el mejor de los casos, el AE fuese poco más que otro elemento de la naturaleza, animal, vegetal o incluso mineral, que funcionase por instinto, carente de inteligencia. Sin embargo, ese reduccionismo parece causarle pavor (tampoco son descartables simples razones comerciales, al perder el misterio casi todo su atractivo), y Caravaca acaba en el otro extremo. Se pone metafísico, teleológico, y hasta poético.
Decía en su anterior libro:
… De eso tratan los ovnis. De exponer las fallas del mundo cartesiano. … Lo que los ovnis están haciendo es erosionando la fe en la ciencia, un sistema que nos ha llevado al borde de la catástrofe global. ¿Asistimos a la demolición controlada de nuestros esquemas racionalistas? ¿Son un sistema emergente de nivel superior?»[32].
En el presente volumen es aún peor: han desaparecido los interrogantes:
El propósito de estas manifestaciones (recordemos, desde hace siglos sino milenios) parece ir encaminado hacia el conocimiento profundo de las “capas informacionales” de la realidad o al desarrollo de las capacidades mentales o paranormales… He llegado a la conclusión de que se trata de una especie de comunicación o mensaje que se interrumpe por algún motivo… por los filtros mentales de los testigos… Que algunos testigos hayan desarrollado facultades extrasensoriales, ampliado sus capacidades intelectuales o, simplemente, hayan cambiado drásticamente su manera de pensar después de un encuentro, podría ser una clave de los intereses y motivaciones de esta realidad ignota… cambios impredecibles e irrastreables en la sociedad» (p. 688/9, subrayado mío).
¿Qué cambios a mejor puede provocar una visión mariana manipulada por los católicos más conservadores, o un simple Bigfoot?
Es divertido: el propio autor se contesta sin darse cuenta al criticar a otro ufólogo:
Sin embargo, ¿es lógico que una civilización (o fenómeno) que convive con los humanos desde su estado embrionario como especie, no conozca otra forma de comunicación más precisa?» (p.697).
Aunque, claro, sentencia en otra parte:
Nuestra sociedad sin alma es el antivirus que ha impedido la recepción de la señal» (p.707).
Porque, además, esos cambios (supuestos o reales) sufridos por los ahora autodenominados experiencers, parecen meramente cosméticos. El propio Caravaca cita una investigación sobre estas personas que dice textualmente (p.690):
El tema UAP parece rondar diariamente en la mente de los testigos y promueve una actitud receptiva hacia el tema… pero no necesariamente cambia otros aspectos de la vida cotidiana del testigo» (mi énfasis).
Los experiencers se definen a sí mismos como más empáticos, más ecológicos, etc. pero no veo que actúen en consecuencia. ¿Cuántos de ellos se han movilizado, de verdad, para luchar contra la contaminación, el cambio climático o el hambre en el mundo? De sus hipotéticos antagonistas, ya ni eso se espera [33].
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] Por cierto, un amigo me acaba de recordar un relato corto escrito por Ray Bradbury posiblemente en 1963, aunque no apareció publicado hasta la primavera de 1971 en la revista Welcome Aboard. Se titulaba “The Messiah” y nos presentaba a marcianos telépatas que se transformaban sin quererlo ni poder impedirlo en imágenes extraídas de las mentes de los humanos invasores. Fue adaptado a la pequeña pantalla en 1980. Nada nuevo bajo el sol.
[2] Véase los artículos pertinentes en KOTTMEYER; Martin S. (2020) Ovnis: clásicos bajo la lupa (Obras Completas Tomo 1), Coliseo Sentosa.
[3] Hace tiempo que llegué a la conclusión de que la única inteligencia detrás de todos estos fenómenos es, única y exclusivamente, la nuestra.
[4] Como ya defiendo que hacen los testigos con detalles de sus casos, ver más adelante.
[5] En palabras atribuidas al lexicógrafo norteamericano Samuel Johnson en 1807.
[6] HOMS, Artur (2023), ¿Distorsión o Paraufología? Historia de un reset fallido.
[7] BENÍTEZ, J.J. (2021). Mis primos, “Pelayo”.
[8] En correspondencia personal con el autor me aclara: «No descartó que algunos testigos puedan acceder a otras realidades aparentemente ‘físicas’ en estos encuentros». ¿Cómo que otras realidades “aparentemente físicas”? Nada de aparentes, una playa de Canadá. Dando por correcto el análisis geológico que llevó a tal conclusión (que ya es mucho pedir, pero esa es otra historia), resultaría mucho más simple proponer que el AE “teletransportó” al bolsillo del testigo esa muestra, sin que éste se moviese de Algeciras.
[9] En este libro, Caravaca argumenta que, por el simple hecho de describir algo novedoso, no simples “dragones”, la experiencia de Arnold –y su posterior distorsión por parte de los medios para convertirlos en platillos, añadiría yo– podía considerarse un detonante sin precedentes en el seno de la imaginería humana, independientemente de su naturaleza real (énfasis mío). De hecho, en correspondencia privada (junio 2023), me comentaba «Por lo que Kenneth Arnold pudo ver pelícanos y aun así provocar un efecto llamada para este fenómeno ancestral».
[10] https://www.youtube.com/watch?v=uATN_CT8OoU
[11] Yo mismo escribía en 1980: «Cada vez parece más evidente que esos fenómenos que llamamos milagros, fantasmas, monstruos, MIB, etc. están íntimamente relacionados, y forman parte de un fenómeno más global. Pero, ampliar el campo de análisis no quiere decir relajar los criterios de aceptación. Debemos investigar cada caso profundamente, por extravagante que parezca». GONZÁLEZ, Luis R. (junio de 1980), “¿Debemos cambiar el enfoque actual de la Ufología?”, Stendek #40.
[12] CARBALLAL, Manuel (agosto de 2023), “¿Plagio, desarrollo o un replanteamiento revolucionario del fenómeno OVNI? Teoría de la Distorsión – Un análisis crítico”, El Ojo Crítico #96.
[13] DEULEY, Tom (julio de 2008), “The Ambient Monitoring Project: Data Collected in Abductee’s Homes being Analyzed”, MUFON UFO Journal #483, pp. 3-7
[14] Jacques Vallée, en su ponencia ante el Primer Congreso Internacional sobre el Fenómeno OVNI celebrado en Acapulco, México del 17 al 24 de abril de 1977.
[15] GONZÁLEZ, Luis R. (septiembre de 1981), «Sobre fraudes, repeaters, y otras cosas», Stendek #45.
[16] LEPOER TRENCH, Brinsley (1977). La eterna cuestión: los OVNIs.
[17] Se dice que ésta fue la frase que marcó un hito en el mundo de las telecomunicaciones, el 10 de marzo de 1876, cuando Graham Bell hizo historia logrando transmitir esas primeras palabras.
[18] CARAVACA 2022, p.488-9.
[19] CARAVACA 2024, p.288. «La HPS sortea de puntillas y de mala manera los rastros físicos dejados por los ovnis».
[20] https://www.cuatro.com/cuarto-milenio/ovnis/testigo-avistamiento-ovni-somete-regresion_18_3297270049.html
[21] Y confirmadas 50 años más tarde por las hermanas mayores, quizá por no dejarla por mentirosa o fantasiosa.
[22] Me encanta la ciencia ficción y podría “comprar” incluso que los ESOD (Encuentros con Seres y Objetos Desconocidos, siguiendo el anagrama de Caravaca) surgiesen de una involuntaria conexión de la mente del testigo a un flujo de datos cósmico que «pasase por ahí»; después de todo, según la Física moderna, entre la materia y la energía “oscura” parecen existir tres cuartas partes del universo que desconocemos. Pero se trataría de “chispazos de interferencia”, nada de una inteligencia que intente transmitir algo a cada uno de los afectados, y sólo servirían para dar rienda suelta a la propia imaginación de los involucrados.
[23] CARAVACA 2022 p707.
[24] El Trickster (podría traducirse por el Bromista) ha sido sugerido por algunos autores, por ejemplo, George P. HANSEN en The Trickster and the Paranormal (2001), como la inteligencia detrás del fenómeno. Sería lo menos malo.
[25] https://www.youtube.com/watch?v=DJMqfkMVtOQ
[26] CARAVACA 2022 p.326-7.
[27] Dura palabra, pero es la que utiliza Carballal para referirse, en el artículo ya referenciado, a la HPS: «La HPS (francesa) pretendía que todo el fenómeno se debía a un efecto sociológico del cine, comic y la literatura de ciencia-ficción norteamericana. Pretendiendo fraudulentamente que desde su origen el fenómeno estuvo condicionado por la creencia en extraterrestres».
[28] CARAVACA 2024, p.600-1.
[29] EVANS. Hilary (1993). The Street Lamp Interference (SLI) effect.
[30] VELEZ, John (octubre de 1997), «Things that make you go Hmmm!», IF (Bulletin of the Intruders Foundation) #5, pp. 11 y 13
[31] Para mí, la gran incógnita sigue siendo el elemento disparador de esas alucinaciones que, en casos extremos, tanto condicionan la vida cotidiana de los experiencers.
[32] CARAVACA 2022 pp.761 y 691.
[33] En una comunicación personal (agosto de 2023), el antropólogo Ignacio Cabria me comentaba: «Lo que yo veo en estos grupos contactistas es un conservadurismo ideológico y un conformismo social. Piensan que el cambio global debe producirse a partir del cambio en los corazones y a partir del pequeño grupo, como células que se reproduzcan. Mientras tanto, no realizan otra labor que la del crecimiento personal, individual, aunque sea en talleres grupales».