El 23 de julio participamos de una auténtica bacanal ufobibliográfica: la exhumación de lo que fue la biblioteca de un ufólogo. Una panzada ovni-gourmet que despertará la sana envidia de Carlos Sainz, creador del grupo La Biblioteca Ufológica, y desatará la famélica gula de Sergio Sánchez y Diego Zúñiga, hacedores del videopodcast del mismo nombre.
Con poca culpa –su antiguo propietario está privado de su libertad a causa de un delitus horribilis, si el rumor llegara a tener algún asidero– rescatamos incunables de la literatura plativolista universal. El librero nos mostró la joya secreta del lote. El más preciado tesoro de la tienda.
Por Alejandro Agostinelli
Ayer visité con mi amigo y colega, Fernando Jorge Soto Roland, la librería Los Argonautas de Avda. Santa Fe 2530, esquina Avda. Pueyrredón, ciudad de Buenos Aires. Nos esperaba una bacanal ufobibliófila, pero no sólo eso: el ex propietario de aquella biblioteca ufológica en oferta oculta una biografía, quizá un prontuario, lleno de misterios y fascinaciones.
Fuimos recibidos por un joven sonriente que, por su entusiasmo perfecto, parecía empleado del lugar. “Hay auténticas joyas”, aseguró. En las bateas había ejemplares que deseaba y nunca tuve, tuve y perdí o presté sin esperanza de devolución. Ahí me esperaban La vida extraterrestre (Kier, 3 ed, 1975), coordinado por el Instituto de Estudios Avanzados de José Alvarez López, que reúne textos de Antonio Ribera, Mario Ferrini y Pablo Ponzano, un licenciado en Filosofía que aportó un capítulo de la primera psicosociología plativolista; la traducción al inglés de la primera obra del contactado y activista de extrema derecha Dino Kraspedon (Aladino Félix), Meu Contato com os discos voadores (1959); el clásico de Boris Cristoff, La astrología sobre el fenómeno ovni (Kier, 1978), un autor tomado a la chacota por La gran catástrofe de 1983 y recientemente reivindicado cuando alguien recordó que en 2016 había anticipado la pandemia de coronavirus; Dioses extraterrestres (Daimon, 1976), el libro publicado en 1969 por Jean Sendy que estuvo entre las inspiraciones que permitieron a Claude Vorilhon escribir la doctrina raeliana sobre el inminente regreso de los Elohim; Situação Alerta – o Novo Cerco dos Ovnis, de Leonard Stringfield, traducción portuguesa de Situation Red, de 1977, primer libro del ufólogo que escribió sobre ufos y ufonautas recuperados por los militares antes de que Roswell se transformara en un cementerio a cielo abierto de naves estrelladas. Y varios otros.
El anfitrión entusiasta no era un vendedor. Resultó ser un cliente asiduo, responsable de haber empezado a diezmar aquel montón de añosas piezas de literatura alienígena. Al cabo de unos minutos, Carlos, el dueño de la librería, detectó que conocíamos el paño. “Hay más, si quieren ver. Pero están sin clasificar”. En el fondo del enorme local se apilaba otra montaña no ya sólo de libros sino de fanzines, boletines y revistas del sector, como Cuarta Dimensión de Fabio Zerpa, 2001 – Periodismo de anticipación, Planéte de Pawells y Bergier o Insólito, de Perú.
Reviví una sensación que sólo había experimentado una vez junto a Alex Chionetti, cuando entrevistamos al Capitán Augusto Lima en el edificio de la calle Dorrego donde operaba la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) y su División OVNI, dirigida por el mismo militar, cuando, quizá por haber quedado sin letra, sugirió contactar a los editores de un boletín que él solía recibir. Que era ¡nuestra UFO Press! Una de dos: éramos unos genios y lo ignorábamos o, lo más probable, Lima sabía sobre lo que le preguntábamos menos de lo que creíamos.
Cuarenta y cuatro años después de aquella anécdota, Carlos nos ofreció como joyas de la abuela varios números de la mismísima UFO Press y hasta dos boletines del CEFANC publicados en 1980. Del cofre asomaron ejemplares de la revista Extraterrestre del querido Carlos Demaría, boletines del CEFAE de Alberto Tunich y varios incunables de Guillermo Alfredo Terrera. Me sorprendí descubriendo un cuidado ejemplar de Gli Ufo. Cinquant’anni di ufología tra fantasia e realita (Armenia, 1997), a cargo de Gian Paolo Grassino y Edoardo Russo, fundadores del Centro Italiano Studi Ufologici (CISU). “Es un libro excepcional, pero está en italiano y, si bien los editores son gente muy talentosa, en Argentina son poco conocidos. Deberé llevarlo yo, pero no hoy”. El librero, acaso porque algunos comentarios le permitieron valorar la colección, me regaló la magnífica obra de mis amigos del CISU.
“Tengo algo más”, prometió con cierto aire de complicidad. Abrió un cajón del escritorio. “Esto vino con el lote”, dijo. Eran cinco volúmenes manuscritos en biromes de colores. Volcados en una letra cursiva impecable, fácil de leer y sin el más mínimo tropiezo ortográfico, aquellos cuadernos reunían las notas escritas en distintas épocas por el antiguo dueño de la biblioteca. Fechadas desde 1973, su autor transcribió recortes periodísticos y memorias de programas radiales y televisivos. Era evidente que estábamos ante décadas de faena de un porfiado ufólogo. Pero de una tipología poco común: no tenía una pizca de ego. Nada estaba firmado. Nadie, ni el librero, conocía su nombre. ¿Cómo había terminado su fabulosa, hoy descuajeringada biblioteca en una mesa de saldos? Según Carlos, su ex esposa, escaldada de furia, se deshizo de lo que –ella sabía mejor que nadie– le iba a doler más que ninguna otra cosa en el mundo. Aquel hombre, siguió Carlos, ahora está en la cárcel pagando por un delito innombrable. Ahora bien, ¿y si el ufólogo fue acusado de un crimen que no cometió? ¿Y si no hay sentencia firme y sale sobreseído?
En el local coletea inquieto el cuerpo astral de la persona que compró cada ejemplar a lo largo de una vida. A veces, mejor no saber ciertas cosas. Otras veces, la curiosidad es más fuerte: cada libro usado cifra la historia de un lector desconocido. El desconocimiento causa incomodidad: es la zona de ambigüedad en que nos sitúa ser incapaces de imaginar qué pasará realmente con nuestros libros cuando estemos muertos. O presos. ¿Cómo saberlo? Le preguntamos a Carlos cuál era su hipótesis.
El librero sólo especuló sobre la situación del antiguo propietario de aquella biblioteca soñada cuando le deslicé que quizá convendría postergar la venta de aquellos cuadernos únicos previendo la prioridad de quien podría estar más interesado que nadie en recuperarlos. Entendió perfectamente la posibilidad. Tal vez, reservará sus manuscritos. O los venda: no nos atrevimos a preguntar cuánto pedía por ellos. ¿Quién es su autor? Su nombre es, hasta el momento, un completo misterio.