“Una mentira piadosa”. La «Huella del Pajarillo», entre la meteorología y el fraude

¿Quiénes crearon y condimentaron el “misterio” en torno a la famosa “mancha” aparecida en 1986 en las sierras del Pajarillo? Sobran las conjeturas y faltan datos. Esta nota podría constituir el “primer plato” de un menú que sigue sirviéndose en Capilla del Monte, y del que hoy muchos se siguen alimentando.

Fernando Soto Roland halló en los archivos de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional dos perlas que constituyen los primeros antecedentes de la llamada Huella del Pajarillo en las sierras de Córdoba.

Luego, el editor de Factor refresca una investigación que realizó en 1986. Otra nota, publicada diez años después, tuvo un firulete inesperado: según un plativolista local, el autoconfeso autor de la «Huella» le habría tendido una “cama” a la revista Descubrir.

Por Fernando Jorge Soto Roland

INVESTIGACIÓN. Documentos exclusivos sobre los orígenes de la “Huella” del Cerro Pajarito. 9 de enero de 1986. Foto (derecha): Raúl Ochonga (1986)

El universo de los “platos voladores” está salpicado de exageraciones, errores y mentiras. Desde hace más de setenta y cinco años se arrastran debates interminables, sin definiciones concluyentes ni evidencias concretas de nada. La fe parece ser el combustible que mantiene encendidas las velas. Las infinitas ganas de creer de algunos y el temor a sabernos solos en la inmensidad del cosmos conduce a que millones se nieguen a reconocer que historias ufológicas “canónicas” no son más que fraudes o severas fallas de interpretación. Se las puede contar por docenas; pero en este caso me detendré en el evento que originó uno de los submitos más perdurables de la escena ufológica argentina: la de la famosa “huella” del Cerro Pajarillo, en cercanías de Capilla del Monte (Córdoba), descubierta en el mes de enero de 1986. No ahondaré en detalles que ya desarrollé en un artículo anterior.[1] Las líneas que siguen girarán en torno a ciertas declaraciones que —varios años después de los sucesos— permiten seguir sacándole filo a la navaja de Ockham.

Creyentes y escépticos han discutido por décadas el origen de la “extraña mancha” pero, aunque las evidencias no avalen a los primeros y muchos son los indicios que permiten aseverar que nada tuvieron que ver los extraterrestres en el asunto, el debate continúa. Hay muchos intereses en juego: el prestigio de ciertos ufólogos vernáculos, el buen nombre de supuestos testigos y, muy especialmente, el sustento económico de toda una comunidad que, desde 1986, alimentó su flujo turístico, tanto como su crecimiento demográfico y urbano, gracias a las historias que se generaron alrededor de esa “huella”.

Una de esas historias, resistida por los más crédulos, insiste que la Huella del Pajarillo estuvo inicialmente pergeñada por una mujer. Una condesa que, “a caballo por las sierras (…) descubrió la oleada ovni” que alborotó al país durante la primer quincena de 1986.

En un programa radial, emitido el 17 de marzo de 2016, su conductor, Fernando Diz, puso al aire el testimonio de un vecino de Capilla del Monte, el señor Gonzalo Vaquer, nieto de una acaudalada terrateniente local y entonces propietaria del cerro Pajarillo. “Todo fue un invento de mi abuela”, aseguró. “Una mentira piadosa”.[2]

Vale la pena transcribir el testimonio completo.

“Yo estaba ese año [1986] con mi ex mujer (por entonces mi novia) pasando el verano en la casa de mi abuela cuando apareció la huella. Por eso, al día siguiente, fuimos con ella hasta el lugar. Cuando llegamos, los lugareños dijeron que, como en la noche anterior (8/01/86) había caído una tormenta, una centella  había producido la marca en el cerro Pajarillo. Entonces la abuela dijo: ‘No, no… Ustedes tienen que decir otra cosa. Digan que vino un plato volador, así viene más turismo’. Ella, como había viajado por todas partes del mundo, tenía una visión de muchos lugares turísticos y se le ocurrió esa idea. Y bueno, entonces la plasmó en la revista FLASH, que se vendía muy bien. Le hicieron un reportaje y ella hizo alusión al caso. Nosotros no nos enojamos con ella porque hizo una mentira piadosa para beneficiar al pueblo. Hoy en día nos damos cuenta de que realmente valía la pena. Ahora tenemos incluso el Carnaval Alienígena. Una forma de atraer gente, ¿no? O sea, repito, fue una mentira piadosa. Reconozco que no había pruebas de ninguna nave. Ella siempre quiso darle valor agregado a este lugar. Fijate, sus padrastros eran los dueños de Pueblo Encanto y el monte de la condesa era un campo que hoy en día es uno de los complejos turísticos más importantes de la región. Entonces, ella siempre quiso revalorizar la zona para beneficio propio, porque ella tenía propiedades. Y bueno, creo que fue una forma de revalorizar su lugar. Ella estaba enamorada de Capilla del Monte y pasaba prácticamente todo el verano acá.”[3]

La abuela de Vaquer consiguió el contacto con la revista FLASH —aludido en el reportaje—a través de una amiga de la familia, la señora Cora Molina, quien conocía al corresponsal y articulista Jaime Cañas, residente en el pueblo serrano y autor de varios artículos donde Capilla del Monte había sido escenario de numerosos eventos extraordinarios, incluso años antes de que la huella apareciera.

Guiado por esos datos, encontré en la Hemeroteca Nacional el artículo, a más de treinta años de su publicación.

LA ABUELA DE LA HUELLA. Lilly Arijón, condesa del Castillo del Tajo, protagonista en revista FLASH año VI, N° 300, marzo 7 de 1986

La nota es breve pero su influencia se sigue haciendo notar directa e indirectamente. A no dudarlo, fue uno de los muchos condimentos que sazonaron el plato capillense. Una receta en la que otros cocineros también metieron mano, hasta convertirse en plato de un menú del que hoy comen muchos.

El artículo Jaime Cañas, publicado a dos meses del evento del Pajarillo, en marzo de 1986, daba cuenta del impacto mediático que había tenido el suceso de la huella y cómo, a través de un programa de radio emitido desde el cerro Uritorco, el locutor Rubén Alvaraz (de LV2 Radio General Paz de Córdoba) y un nutrido grupo de ufólogos, integrantes del rimbombante IPEC (Instituto de Planificación de Encuentros Cercanos), habían promocionado los avistamientos ovnis, desatando una euforia colectiva.

OPERACIÓN ERKS I. Notas de José Arverás sobre el «grupo científico» IPEC, liderado por Dante Franch y Raúl Somma. Contaban sus planes en Clarín del 14 de diciembre de 1985. El asesor de la «expedición» era Guillermo Alfredo Terrera. Había «clima».
OPERACIÓN ERKS II. Otra nota sobre la «Operación» del IPEC. En FLASH, 24 de diciembre de 1985.

Acto seguido, escribía: “Pero FLASH tuvo la oportunidad de dialogar con un testigo privilegiado”.[4] Ese testigo no era otra que la abuela de Gonzalo Vaquer: Lilly Arijón, condesa del Castillo del Tajo.

La mentira se ponía en marcha y, una vez más, en el centro del “fenómeno” ovni nos encontramos con los medios de comunicación.

LILLY EN EL PAJARILLO. Fuente: revista FLASH, 7 de marzo de 1986

La condesa es una dama que asombra a los estudiosos de la longevidad y la medicina psicosomática —escribe Cañas—. A los 75 años, despliega una actividad digna de una joven deportista. Lilly, la Atemporal, como la llaman sus íntimos, es dueña de una salud y un dinamismo que son envidia de los médicos rumanos, que no pueden presentar un caso similar”.[5]

Esta atípica manera de presentar a la protagonista del reportaje tiene un motivo, que debemos rastrearlo en un artículo que el columnista había escrito en 1982  (el primero de los muchos que publicó en FLASH) y en el que —adelantándose en el tiempo— se desvivía por publicitar los enormes beneficios que disfrutaban los capillenses, por el solo hecho de vivir en la zona.

Un lugar en donde los viejos se sienten jóvenes”.[6]

Y el secreto parece haber estado en las cualidades del agua.

En Capilla del Monte, (…) el agua frena las enfermedades, aumenta la fortaleza, da mayor fuerza a las defensas; (…) en fin, hace que los ancianos que se animen a vivir aquí, y muchos de mediana edad, empiecen a sentirse mejor… porque realmente están mejor”.[7]

CAPILLA «REJUVENECEDORA». Izq.: En revista FLASH, año 3, N° 132, noviembre 30 de 1982. Der.: FLASH año VI, N° 300, marzo 7 de 1986.

 Y así parece haber estado la señora Lilly.

Alegre, bien dispuesta, activa, es siempre el centro de toda reunión, fiesta o guitarreada. Además luce su estampa con ropa de los mejores modistos. Todos los años viaja a España a disfrutar de Mallorca y Marbella, donde reanuda sus amistades, para luego regresar a Capilla del Monte”.[8]

En muy pocas líneas, Cañas consigue perfilar los rasgos esenciales de una persona confiable y calificada. Que es lo que le interesaba en este artículo que analizamos.

Acostumbrada a recorrer las sierras chicas desde niña, es un testigo valioso y necesario para intentar conocer uno de los aspectos sobre las apariciones de los ovnis”.[9]

Acto seguido, el reportero deja que Lilly despache lo que hoy sabemos era una falacia con claras intenciones crematísticas.

Yo suelo caminar y cabalgar sola muchas madrugadas por estos lares desde niña, y muchas veces tropecé con estas llamadas apariciones, que debe ser reales, pues el caballo se encabrita momentos antes y los perros aúllan varias veces”.[10]

En relación al episodio de la “huella” en el cerro Pajarillo, expuso:

En este caso se me cortó la luz de los fusibles de alta tensión, especialmente aquella noche [la del 8 de enero de 1986]. Los técnicos me dijeron que solamente podía ser efecto de un rayo o algo similar, pero que jamás había sucedido. Y como aquella noche no llovió… la causa tuvo que ser el ovni”.[11]

Detengámonos un segundo en la última frase.

¿Cómo que no llovió? Su propio nieto dijo lo contrario; y en muchos otros testimonios de la época queda perfectamente probado que hubo una tormenta eléctrica de proporciones durante la noche del 8 de enero de 1986. Incluso se conoce la hora aproximada del inicio de la misma (22:30 horas).[12]

Lilly mentía. Ya conocemos sus motivos.

Subí a caballo con el pintor Miguel Ocampo, ex diplomático, y la escocesa Susy Willington—continúa la condesa—. Aunque soy buen jinete, nos costó mucho alcanzar el lugar. Allí observé y saqué mis conclusiones, pero la maquina se me trabó”.[13]

 Según Gonzalo Vaquer, el diplomático y la escocesa a los que Lilly alude en su comentario son también parte de la puesta en escena, con la sola intención de darle mayor peso y verosimilitud a la historia. Europeos cultos y preparados siempre resultan buenos testigos a la hora de legitimar eventos extraordinarios. Por otra parte, el hecho de que la cámara de fotos se haya descompuesto en el lugar es otro indicio de las cosas raras que ocurrían en el interior de la “huella”.[14] Por suerte, Lilly pudo alcanzar a tomar una fotografía, que es la que ilustra el reportaje [véase arriba].[15]

“—Relátenos alguna experiencia fuerte con los ovnis”—. Solicita, a continuación, Jaime Cañas.

Hace varios meses —continúa Lilly—, hacia fines de 1985, estaba cabalgando cuando el caballo se encabritó y sentí como un gran zumbido que crecía. Me bajé y sentí sobre mi cuerpo una sensación, como si miles de hormigas me atenacearan (sic). La presión se hizo más fuerte y el caballo se alejó. Mis oídos no resistían. Entonces me acerqué a un arroyo, miré hacia arriba, ¡y allí lo vi! Blanco, con una luminosidad espantosa… ¡Me desmayé! Cuando desperté busqué ansiosamente el horizonte. El sol rojo, bajaba detrás de las sierras grandes. Busqué mi reloj. Las agujas, fríamente, marcaban que habían pasado tres horas… El caballo regresó, llegué a mi ‘petit estancia’ y no quise hacer ningún comentario con nadie. A veces lo mejor es callar”.[16]

Si Gonzalo Vaquer tiene razón, este testimonio podría ser un invento pergeñado de cabo a rabo por Cañas; o, a lo sumo, pactado con la condesa para darle mayor dramatismo al relato, dando un antecedente “creíble”, tan necesario en estas lides. Además, la foto —en perfecta concordancia con lo expuesto por Lilly— resulta por demás sospechosa. Ni qué hablar del denunciado “tiempo perdido” de tres horas como consecuencia de la aparición del ovni.

Ya para terminar el artículo, Cañas no pudo soslayar la tradicional interpretación conspiranoica, que puso en boca de la condesa:

Tengo entendido —dijo Lilly— que ninguna institución científica o militar quiere reconocer su existencia, por lo menos abiertamente.[17]

Ante semejante revelación, el reportero agrega y pregunta:

“—Usted parece informada sobre estos temas ya que en sus manos tiene una obra de Carl G. Jung, ¿cuál es su posición personal al respecto?

“—En el libro ‘Cosas que se ven el cielo’, Jung estudia cautamente este fenómeno, pero sólo como un estado de mística colectiva, similar a ciertas apariciones religiosas. Y yo, como él, opino que la técnica y la ciencia están apagando peligrosamente la religión, en forma bastante brutal, provocando una crisis en diversos aspectos. Entonces la humanidad busca creer en una especie de religión salvadora. En este caso, una supercivilización que viene a observarnos montada en los ovnis. (…) Estamos cerca del segundo milenio. Esto provoca angustias en las ciudades. Además estamos contaminando el planeta con tanto petróleo, gas y otras cositas. El agua subterránea, que es la única reserva, se está agotando, el ozono se reduce peligrosamente por gases industriales, la violencia alcanzó niveles altos, etcétera. Todo es parte de un proceso histórico. Un proceso muy negativo que repercute en la sociedad. Fíjese en la nuestra… ya siquiera ríe”.[18]

Dudo muchísimo que este diagnóstico sociológico de catálogo realmente haya sido expresado por la condesa. Intuyo que Cañas reincide en la práctica sugerida: fungir como ventrílocuo para expresar sus propias creencias y pareceres en medio del reportaje. De todas maneras, hayan sido o no expuestas del modo en que se publicaron, las palabras y los hechos relatados por (o atribuidos a) la señora Lilly Arijón calaron hondo en el imaginario mítico de Capilla del Monte.

Si ella y su nieto fueron unas de las primeras personas que arribaron a la famosa “huella” e hicieron correr la noticia/rumor de la presencia extraterrestre en el lugar, no pocos debieron reconocer los grandes beneficios económicos que lloverían sobre la región. El municipio y sus autoridades se apresuraron a “oficializar” la explicación extraterrestre a través de un documento público el  27 de enero de 1986, tras una “investigación” en verdad disparatada.[19]

El resto de la historia ya es leyenda.

Las mentiras, en resumen, no siempre tienen patas cortas.

MIRADA ATÓNITA. Clarín, 19 de enero de 1986
DÓNDE ESTUVO «LA MANCHA» Sus coordenadas fueron recuperadas por Rubén Lianza comparando la orografía que muestran las fotografías con imágenes obtenidas del Google Maps.

DIZ, LA HIPÓTESIS DE LA CENTELLA Y EL «PLATILLO DE LENTEJAS»

Por Alejandro Agostinelli

Si hay un mojón en la historia del plativolismo argentino, esta fue la llamada “Huella del Pajarillo”, el evento que ungió la popularidad E.T. del cerro Uritorco. Curiosamente, estas sierras están dentro del departamento de Ischilín y no en Capilla del Monte, la ciudad más próxima y beneficiada por la promoción del caso, iniciada en enero de 1986. El testimonio tardío de una familia propietaria de las Sierras del Pajarillo, sumado a los artículos de un corresponsal que era “parte interesada” en el semanario sensacionalista FLASH, redondean, a partir del trabajo de Fernando Soto Roland, la hipótesis de que la famosa “mancha” surgió del aprovechamiento intencional de un fenómeno meteorológico.

La hipótesis sobre la caída de una centella fue planteada por primera vez en julio de 1986. El entonces joven piloto de la Fuerza Aérea Argentina, Rubén Lianza, le proveyó al hoy editor de este blog, en tiempos de la revista Ufo Press, dos fotografías cenitales que les permitieron tomar las medidas de la “mancha” que hoy todos manejan y mostrar una anomalía que podía estar relacionada con el mal tiempo reinante durante la madrugada anterior: una marca con forma de “V” nos llevó a pensar en el posible rastro de impacto de una centella. ¿Y si aquel fenómeno había originado el incendio? (Ver «Ovnis en Capilla del Monte. ¿»Zona caliente» o psicosis colectiva», en revista Ufo Press año IX, Nº 23. Julio de 1986.)

En febrero de 1986, a un mes de los presuntos hechos ocurridos en las Sierras del Pajarillo, viajamos hasta el lugar, atravesamos dos horas de maleza sin sendero y cobramos dimensión de las características de la “mancha”, una elipsoide de contornos irregulares de 115 x 57 metros, cruzando medidas in situ con imágenes aéreas tomadas desde un avión de la Fuerza Aérea Argentina. Pronto dejó de ser el “círculo perfecto” que la Municipalidad y los medios de la época habían querido vender.

PLANO DETALLE. Caña calcinada solo de un lado, el orientado a la parte descendente de la ladera del cerro Pajarito

– También pudimos constatar que la paja brava y los espartillos NO estaban quemados «de arriba hacia abajo», como si una gran espacionave hubiese aterrizado o irradiado calor. Tales espartillos tenían el centro chamuscado y una «coronilla» de pasto seco alrededor (típico residuo tras una quema) y apéndices florales secos, algunos de casi 1 metro de alto: donde sus hojas debían estar más quemadas (en la parte superior), sólo estaban resecas, y en el envés (la parte de abajo), completamente negras.

–En su día, entrevistamos a “la condesa” Lilly Arijón, quien, como en las notas recogidas por Soto Roland, ratificaba los dichos de Doña Esperanza Pelliza de Gómez (aunque descartó como “fantasiosos” los de su nieto Gabriel Gómez, cuyo testimonio consideró “inducido”). Por entonces, ignorábamos que la rosarina –fallecida en 1988– era propietaria del área donde se yergue el cerro Pajarito.

Luis Bartoli, el inquieto jefe de Bomberos de Capilla en la fecha de los sucesos, confirmó diez años después que NADIE en la Municipalidad (que había emitido ampulosas declaraciones sobre la extrañeza de aquella mancha y otros hechos relacionados, como la observación de luces de la familia Gómez, que en realidad señalaron otro cerro que no era el Pajarito) le pidió que investigara. “Aquello se manejó como algo superado, cuando [en realidad] la Policía no archiva ningún expediente sin determinar las causas de un incendio”.

BARTOLI SE RÍE. De la «Operación ERKS, diciembre de 1985.

–En 1986, éramos jóvenes y entusiastas, pero no nos chupábamos el dedo. A partir de estas averiguaciones tomamos distancia de las cantinelas ufológicas y procedimos a buscar otras respuestas, entre ellas la posibilidad de que el incendio se originara por el impacto de una centella, basándonos en el clima lluvioso de la madrugada anterior al hallazgo de la quemazón y a la detección, sólo en las fotografías aéreas, de una “marca dentro de la marca” en forma de “V” en la base de la elipse donde podía haberse iniciado el fuego.

Fragmento de «Ovnis en Capilla del Monte. ¿»Zona caliente» o psicosis colectiva», en revista Ufo Press año IX, Nº 23. Julio de 1986. (Esta misma nota fue plagiada en la revista «Más allá» (1989), por Gustavo Mario Fernández.)

Lo que siguió a estas verificaciones fueron especulaciones: por entonces nadie había informado la caída de centellas ni, mucho menos, el descenso de una gigantesca nave espacial en las sierras del Pajarillo (por más que el 27 de enero de 1986 el entonces intendente, Diego Sez, y el secretario de Turismo, Jorge Suárez, hubiesen labrado un acta «certificando» el misterio).

Diez años después, el Sr. Roberto Basso, a cargo de la sala de cine municipal Enrique Muiño, en Capilla del Monte, me contó que la “mancha” había sido el resultado de la sigilosa visita de tres vecinos munidos con un soplete surtidos con un tanque de acetileno. Antes de recoger su relato, esta versión la habían insinuado el periodista Carlos Iturrioz, el ex bombero Pancho Lobos y el entonces secretario de Turismo de Capilla del Monte, Gustavo de Figueredo. En suma, cuando Basso me hizo su “revelación” aquellas fuentes me habían «anticipado» que “Basso sabía o estaba encubriendo algo”. Ese fue uno de los temas centrales de mi nota “…Y los E.T. nunca vinieron” (Descubrir Nro 63 de Octubre de 1996). En 2001, la revista “Córdoba X”, suplemento del diario La Voz del Interior, me pidió una columna donde subrayé que Basso «no me había proporcionado ninguna prueba más allá de su relato» (republicada en 2011 en este blog).

En 2022, el comentarista radicado en Capilla, Fernando Diz, sugirió en su canal Cielos Profundos que improvisó una versión falsa, pactada entre él y Basso.

ROBERTO BASSO. Imagen capturada del documental Puerta a lo Desconocido, por Atilio Spinello (1988).

Ahora bien, establecer cuándo Diz dice la verdad y cuándo miente es un desafío titánico. Si en esta ocasión dice la verdad, el sentido del engaño es más que turbio.

El propio Diz, en 1996 a cargo de Prensa del municipio, había gestionado la invitación para que DESCUBRIR hablara de Capilla del Monte. Si su intención fue tomarle el pelo a la revista, su alegada participación en la elaboración de un falso testimonio fue «escupir al cielo»: haber facilitado la publicación de un artículo que “denuncia un fraude”, según él mismo afirma, le causó numerosos conflictos políticos, al punto de temer quedarse sin el cargo y hoy presumir de haber dicho a Basso: “por si acaso, lo más que te pido es que me recibas en Cultura”.

Siempre siguiendo el osado supuesto de que Diz dice la verdad, el pretendido «armado» de una versión falsa con Basso podría haber buscado hundir la reputación de un periodista, una revista o la de quienes sostenían que la huella del Pajarillo era prueba de un descenso alienígena, especialmente el más famoso defensor local de la idea platillista, Jorge Suárez, por entonces rival mediático de Diz en Capilla del Monte. En resumen, estamos hablando de un módico y mezquino desquite personal.

Quienes conocen su estilo sabrán con cuál o cuáles opciones quedarse.

Estas artimañas, tan cercanas a las “operetas” (el hábito que hace al funcionario camaleónico que no quiere perder su platillo de lentejas), tienen más que ver con el intento desesperado de algunas personas de inflar sus egos alicaídos, ya sea por la frustración de saberse ignoradas o porque no encuentran otras vías para alcanzar una notoriedad que se les escapa, que con la búsqueda honesta de la verdad.

Ashtar Sheran nos libre de esta clase de «investigadores del misterio».

ERKS 2020. Arde el Paraíso. Del ciclo Gravedad Zero / El Lado Z de la Fe, 2020.

NOTAS DE “Una mentira piadosa”. La «Huella del Pajarillo», entre la meteorología y el fraude

[1] Para conocer en profundidad este evento, véase una síntesis del autor: Serpientes de verano: El extraño caso de la huella del Pajarillo de Capilla del Monte. Disponible en línea.

[2] Programa Cielos Profundos conducido por Fernando Diz el 17 de marzo de 2016. Testimonio a partir del minuto 31:32´. Disponible en línea.

[3] Ibídem.

[4] Cañas, Jaime, “Una condesa, a caballo por las sierras, fue quien descubrió la última oleada ovni” en revista FLASH, N° 300, año VI. Marzo 7 de 1986.

[5] Ibídem.

[6] Cañas, Jaime, “Capilla del Monte, donde los viejos se sienten jóvenes y los geriatras estudian el fenómeno” en revista FLASH, año 3, N° 132, noviembre 30 de 1982, página 35.

[7] Ibídem.

[8] Cañas, Jaime, “Una condesa, a caballo por las sierras, fue quien descubrió la última oleada ovni” en revista FLASH, N° 300, año VI. Marzo 7 de 1986.

[9] Ibídem.

[10] Ibídem.

[11] Ibídem.

[12] Véase: “Durante la madrugada llovió unas horas”, según testimonios recogidos in situ por Alejandro Agostinelli en febrero de 1986, publicado en «Ovnis en Capilla del Monte. ¿»Zona caliente» o psicosis colectiva», en revista Ufo Press año IX, Nº 23. Julio de 1986. Programa Cielos Profundos de Fernando Diz, 17 de marzo de 2016, minuto 33:58. Disponible en línea.

[13] Cañas, Jaime, “Una condesa, a caballo por las sierras, fue quien descubrió la última oleada ovni” en revista FLASH, N° 300, año VI. Marzo 7 de 1986.

[14] Mismo sensacionalismo fue puesto en práctica por J.J.  Benítez y Fernando Jiménez del Oso en el programa de la TVE En Busca del Misterio, episodio Uritorco, octubre de 1989. Un documental filmado en la “huella” misma. Disponible en línea. Puede ser escuchado en iVoox.

[15] Nota: Las fotos con las que los editores de FLASH ilustraban sus notas son siempre sospechosas. Como ya hemos visto anteriormente, solían “adornar” los escritos con fotos totalmente descontextualizadas, que nada tenían que ver con los contenidos presentados.

[16] Ibídem nota 13.

[17] Ibídem.

[18] Ibídem.

[19] Véase: “Informe de las autoridades del municipio de Capilla del Monte respecto al avistamiento de un ovni sobre la sierra del Pajarillo en el departamento de Punilla, provincia de Córdoba” en Luces sobre el Uritorco, escrito por el secretario de gobierno de entonces, Jorge Suárez, Prolibro SRL, Buenos Aires, 1992, pp.169-171.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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