Desde fines del año pasado la prensa mendocina convirtió un dudoso relato de fantasmas situado en Valle de Uco en un caso de desaparición de personas. El incesante fluir de versiones irreflexivas encontró un oasis en el diario Los Andes gracias a la intervención del periodista y escritor Fernando G. Toledo.
“Continúa la búsqueda de un chico de unos 14 años que, según varios jóvenes, ingresó en el campo santo del Valle de Uco hace diez días y nada se sabe de su paradero. Testigos lo describieron como “moreno, de pelo negro y feo”.
Noticia en Los Andes
“El chico de paradero desconocido” que se esfumó dentro del cementerio San Carlos y buscaba la Policía después de su “desaparición” entre las calles Cobos y Libertad, departamento de Valle de Uco, Mendoza, era parte de un caso forzadamente paranormal que relataron cuatro adolescentes en la pasada Navidad.
El 23 de diciembre de 2022, la Policía mendocina recibió la denuncia sobre la desaparición de un joven. Ese mismo día, se apersonaron agentes de la Comisaría 18. Un chico de su misma edad (entre 13 y 16 años), según los denunciantes, apareció con una pelota y les propuso jugar.
En medio del picadito este silencioso joven, que sólo dijo llamarse “Chucky”, tiró el balón afuera, perdiéndose dentro del cementerio. En otras palabras: el chico que acababan de conocer, a la sazón dueño de la pelota, escaló vertiginosamente el muro e ingresó en el campo santo. En ese momento, los adolescentes afirmaron haber oído un grito. Ya no volvieron a saber nada de él. Invocando miedo, alguien, no se sabe si algún familiar de los chicos, hizo la denuncia a la Policía, que buscó al «chico desaparecido» toda la noche. Como no halló el menor rastro de él, decidió dejar un consigna policial junto al sereno. Eso no es todo: el Ministerio Público Fiscal abrió un expediente con la caratula “averiguación paradero N.N”.
Para su nota Historias paranormales: la creencia en mundos espirituales que los escépticos niegan, el periodista y escritor Fernando G. Toledo me hizo varias preguntas. Asumiendo a priori la sinceridad del piberío, le contesté:
-De entrada, el apodo con que el chico-fantasma se presentó, igual al del “muñeco maldito”, fue poco tranquilizador. Si a eso le sumamos que habló poco y se trepó, no a cualquier pared, sino a la del cementerio, la inquietud de los adolescentes, que asociaron lo que terminaba de pasar con un grito, su temor se podría considerar hasta razonable. Lo que escapa a mi imaginación, y por eso estas historias son maravillosas, es cómo un fiscal consideró necesario abrir un expediente. Quiero decir: nadie, salvo ese grupo de chicos, denunció la desaparición de una persona con la fisonomía que los chicos describen del tal “Chucky”. ¿Puede el Ministerio Público considerar ese relato como una “denuncia”? Puede.
-Más que la experiencia, o la explicación en sí, si la hubiese, me interesa el contexto humano que lo rodea. Me interesa más la historia de esos chicos y hasta la del fiscal que decidió tomar el caso, que la búsqueda del supuesto fantasma. Obviamente, si el fantasma aparece intentaría entrevistarlo. Pero no para preguntarle qué se siente ir y venir “del Otro Lado” sino qué piensa de la repercusión que tuvo en la imaginación de aquellos pibes su propuesta futbolística y posterior fuga. No le va a causar gracia cierto sesgo discriminatorio del identikit que circuló.
-Estas narraciones están demasiado enraizadas en la cultura como para suponer que la educación, la divulgación científica o la burla, van a fumigarlas, más cuando estas experiencias no son extrañas en pueblos, ciudades y en grandes metrópolis; no sólo eso, son relatos considerados noticiables por los medios, que sensibilizan a la sociedad que generará nuevos informes, retroalimentará el circuito y, desde ya, nos inspirará por su recarga de símbolos asociados a un tema que preocupa a muchos mortales: la trascendencia de la vida más allá de la muerte. Desde ya, Netflix, HBO y Amazon Prime agradecidos. Es la industria del entretenimiento donde encontramos, junto a los espectadores de buenas series o películas, a los principales beneficiarios.
La nota completa está aquí, que incluye las opiniones del psicólogo especializado en espiritismo Juan Manuel Corbetta, el ilusionista investigador de temas paranormales Enrique Márquez y del propio Fernando G. Toledo. También podés descargar el pdf.
Portada: diseño cortesía de Walter De Marco
Fernando G. Toledo acompañó el artículo que da pie para este post con una columna de opinión en Los Andes que se puede hallar aquí. Toledo es editor de la sección Sociedad del mismo diario. Es periodista, poeta, narrador y autor del conocido blog Razón Atea, online desde 2006, que aborda temas religiosos y filosóficos desde una visión escéptica y atea.
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