A fines de la Primera Guerra Mundial, un dirigible gigante atraviesa el espacio profundo para regresar y fundar el Nuevo Buenos Aires Cósmico en la Antártida. La aventura es una excusa para presentar el manifiesto de una doctrina nacionalista que mezcla utopía, ciencia ficción y teosofía. De su autor, un tal Telésforo Jiménez Biosca, se saben dos o tres cosas, aparte de las que se deducen del libro. Una de ellas, que nació en la provincia de San Juan en 1895. Tampoco se sabe nada del segundo tomo de su extraordinario libro, del que, al parecer, sólo fueron publicados cincuenta ejemplares.
Como no podía ser de otra manera, El Ideal Político de Artbel, Nuevo Buenos Aires Cósmico fue detectado entre nosotros por nuestro amigo Mariano Buscaglia. Un flamante artículo del arquitecto y arqueólogo Daniel Schavelzon nos lleva a rescatar la reseña del editor de Ediciones Ignotas, publicada originalmente en la revista Cineficción N°5, febrero del 2017.
¿Primer registro de la literatura steampunk en la Argentina o bodrio esotérico infumable?
El universo literario tiene la particularidad, entre muchas otras, de ser refugio indiscutible de la locura. Cuando la locura se mantiene encapsulada se la denomina genio y cuando no, la llamamos delirio.
Nuestra historia literaria estuvo sembrada de delirantes autogestionados que, cansados de los rechazos editoriales, conscientes de que sus sueños literarios nunca llegarían a buen puerto, decidieron arriesgar sus ahorros en pos de ver sus obras publicadas. Décadas atrás, publicar un libro no era tan fácil ni habitual como lo es hoy día. No existía el llamado proceso de edición por demanda y las imprentas cobraban auténticas fortunas por llevar adelante el capricho. Las tiradas eran grandes y la distribución de lo más incierta.
Editoriales como Tor a veces tropezaban con autores dispuestos a financiar la edición, en cuyo caso publicaban libros a pedido. Desde luego, eso no significaba que se publicaran todo lo que cayera en sus manos. Siempre existieron proyectos solo viables a los ojos del autor y de nadie más.
Es el caso del libro, un primer tomo de continuidad incierta, que hoy rescatamos de la desmemoria: El Ideal Político de Artbel, Nuevo Buenos Aires Cósmico, subtitulado: “La Forma de Gobierno de la Capital Cósmica”. Sin duda un libro que difícilmente pudiera atravesar los pruritos financieros y literarios de cualquier editor.
Sin temor al error, esta obra es una de las piezas más extrañas, estrambóticas, delirantes y exóticas de toda la historia de la literatura factoide (ver abajo) en la Argentina.
Su autor, un tal Telésforo Jiménez Biosca, escribió el libro casi como un manifiesto, de forma agresiva, intercalando delirios y largos exordios explicativos que no tienen pies ni cabeza. Pasa por diferentes estratos genéricos que van de la utopía, la novela de ciencia ficción, el estudio cosmogónico y la reflexión enajenada mezclada con recursos teosóficos. Al parecer, Jiménez Biosca fue víctima, en algún momento de su existencia, de una epifanía cósmica que lo llevó a crear una exacerbada cosmogonía nacionalista con matices exaltados que lo aúnan al populismo peronista que estaba por sacudir las bases de nuestro país.
Sin temor al error, esta obra es una de las piezas más extrañas, estrambóticas, delirantes y exóticas de toda la historia de la literatura factoide en la Argentina.
En el primer tramo del libro se relatan las aventuras y revelaciones del autor a principios de siglo y como enseñó su idea a los grandes conductores mundiales, la construcción de un dirigible inmenso llamado “Colón” con el que pretende examinar el Sol, la Tierra, la Luna y algunos planetas como Saturno y sus anillos. Plantea el origen del mundo y da por hecho que la raza humana es argentina a través de una idea incomprensible de que el hombre surge mediante unas corrientes que se cuelan por los polos, ambos polos son llamados “la flor y el pezón” atravesados por energías cósmicas que dan principio a la vida. La vida tiene un origen orgánico-vegetal y los planetas y galaxias (que él escribe galaxnia) se desarrollan como si fuesen vegetales, árboles de los que se desprenden los frutos que son los soles y planetas. Las exégesis son interrumpidas por enormes chorizos panfletarios en los que convoca al ser nacional a apoyar su revelación y completa el cuadro con los resultados de encuentros con súper-civilizaciones y con su firma de Teléforo Jiménez Biosca, sanjuanino. Tras plantear estas locuras, el libro se pierde en un devaneo repetitivo y en una convocatoria final al gran descubrimiento que Biosca intuía definitivo. El autor intercala las explicaciones con profusos esquemas seudocientíficos que dejan a flor de piel la locura que exaltaba al autor y que arrancan carcajadas y un poquito de ternura.
En la contratapa del libro se anuncia la aparición, para el año siguiente, del segundo tomo: “Despertad inmortales, Hacia la Naturaleza, segundo tomo”. Nos preguntamos si el silencio y la apatía con que el primer tomo fue recibido pudo llevar al autor quitarse la vida y buscar una respuesta final en ese universo superpoblado que había intuido su genio místico y enajenado.
Este libro constituye un antecedente capital en lo que a la literatura factoide argentina se refiere, con sucesores brillantes como Pedro Romaniuk que escribiría innumerables libros, entre ellos, el inolvidable Los extraterrestres y la tercera guerra mundial. La guerra atómica y las armas psicotrónicas (1979).
Lo que nos prueba que el delirio y el poder de síntesis no van de la mano.
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