El periódico inglés Dailymail da cuenta de un reciente safari fotográfico que muestra el interior de los “cuarteles espirituales” de la Iglesia de Cienciologia. Dentro del edificio, construido a un costo de 145 millones de dólares, los seguidores de Hubbard desarrollan “súperpoderes”.
Galería de fotos, tips e info para conocer mejor esta polémica religión del siglo XX.
Diarios, revistas y noticieros hablan de cuarteles en vez de templo, de reclutamiento o coacción en vez de adhesión voluntaria y enfatizan la millonada de dólares que la organización invirtió en su nuevo edificio en el estado de Florida, que quizá costó menos de lo que se recaudó y dio lugar a suspicacias, tras 15 años de vivir en obra. Lo cierto es que las sospechas de negociados o cuentas turbias detrás de los edificios de la Iglesia de Cienciología han sido una constante, incluidos los establecimientos que tiene en Buenos Aires. También es verdad que la organización fundada por Lafayette Ronald Hubbard a menudo pagó estudios académicos que argumentaran a favor de la legitimidad religiosa del movimiento, entre otros motivos para rebatir las acusaciones de movimiento sectario, de estafa o de evasión fiscal que recibió en países como Estados Unidos, Francia o Italia. Por otro lado, su doctrina alega estar al servicio de necesidades humanas, como lo hacen la medicina o la magia, y el horizonte soñado que promete es la salud, la felicidad y la prosperidad de quienes estén en condiciones de pagar por el servicio. Nadie asegura que las soluciones son eficaces. Pero las necesidades son bien reales.
“Nuestra misión no es salvar el mundo, nuestra misión es liberarte”, predican los cienciólogos. ¿Qué otra cosa significan, si no, las caras radiantes de los rehabilitados en los folletos o sitios web de la Iglesia? Ni todo el dinero del mundo asegura la felicidad completa ni es posible asegurar que uno «siempre estará mejor». Pero la Iglesia vive de donaciones de sus feligreses vip, quienes suelen tener al menos uno de sus más apremiantes problemas resueltos, y de los infinitos cursos de cienciología, que pueden llevar una vida entera o incluso varias encarnaciones. “Triunfar es caro”, dirán. Para el sociólogo Roy Wallis, “una sociedad exitista tiene varios efectos entre quienes participan en la competencia despiadada. Como el éxito es un fin en sí mismo, no existen criterios claros acerca de cuándo el éxito alcanzado es suficiente”.
La ciencia del nuevo milenio compite por primera vez con la religión en pos de tratar de explicar el origen del universo. El sociólogo William Bainbridge argumenta que muchos creen en la ciencia como si fuera una forma de fe donde calzan tanto naves ET o cacharros electrónicos capaces de disolver los nudos del alma. Estas son imágenes de la cultura popular reconocibles, mucho más que las proporcionadas por el modelo de la cristiandad. “Y tales efectos -explica- crean una ilusión de continuidad entre las antiguas formas de concebir la religión y la cosmología científica contemporánea”.
Antes de seguir con más reflexiones, espiemos el más lujoso edificio de Hubbardlandia.
Cuando inauguró, el edificio de siete pisos de Clearwater, conocido como Flag Building, era el más alto de la ciudad. Si bien la obra comenzó en 1998, quedó en suspenso por tres años y se reanudó cuando los cienciólogos terminaron de pagar una multa de 435.000 dólares. Según las malas lenguas, que suelen ser la de los disidentes, los pagos se atrasaron y que este atraso fue adrede, “para aumentar la recaudación en donaciones”. Un análisis del Tampa Bay Times, citado por el Daily Mail, pareció confirmar esta sospecha: el costo estimado para el proyecto era de 100 millones de dólares, la Iglesia reunió 45 millones adicionales y ese es el costo precio final que parece tener la propiedad: 145 millones de dólares.
El edificio, inaugurado en Noviembre de 2013, cuenta con una enorme sala de información en el primer piso y oficinas y aulas en el segundo y tercer piso. En el sótano está la cocina, el comedor y en las plantas superiores hay entre 250 y 300 pequeñas recámaras destinada a atender consultas personales, con un costo de hasta 1.000 dólares por sesión.
En el quinto piso del edificio está la meca soñada por el buen cienciólogo: un curso diseñado para aumentar la percepción, la confianza y elevar drásticamente las habilidades espirituales, difundidos por los medios como súperpoderes. El Centro de Información cuenta con más de 600 películas y un centro de visitantes para quienes quieran aprender más sobre la organización.
La Iglesia posee un total de 67 edificios, que incluyen moteles, centros de formación, «retiros religiosos», Asuntos Especiales y centros de atención a dónde los cienciólogos que los visitan pueden llegar a pagar más de $ 100.000 por su servicios. Flag Building tiene en el sexto piso una pista de atletismo, ya que los cienciólogos “corren para para conseguir la iluminación” y un “programa de purificación”, los primeros espacios equivalentes a los que movimientos budistas o espiritualistas destinan a la meditación o la oración y los segundos a las terapias de rehabilitación de drogas o adicciones.
Una curiosidad del diseño de interiores es la estética náutica. Pero no es raro: es conocida de Hubbard poseía por los barcos y la vida de ultramar, donde vivió desde mediados de los ’60.
Flag Building fue construido en un estilo mediterráneo, con piedra caliza italiana e interiores en forma de arco, como las grandes catedrales europeas. Los nuevos directivos continúan los sueños de grandeza que caracterizaron al escritor de ciencia ficción que fundó el movimiento: no es creíble prometer la prosperidad a sus afiliados sin antes mostrar que ella la ha alcanzado.
El «edificio de la bandera» o “edificio de los superpoderes” tiene siete pisos. Era el edificio más alto de Clearwater cuando se inauguró, en Noviembre 2013.
Los cienciólogos creen que pueden lograr habilidades especiales y se vendan los ojos para “mejorar sus percépticos”, como le llaman a los 57 sentidos que, según Hubbard, incluyen la vista, el olfato, el gusto, la circulación sanguínea, y “la conciencia de la conciencia”, entre otros.
La oficina de Hubbard, en el centro de la Organización Museo del Mar, es una réplica del camarote que poseía en su barco Apolo.
Tecnologías para la inmortalidad. Según Hubbard, los súper poderes que podían desarrollar con dianética, la disciplina que practican los cienciólogos, era capaz de “hacer revivir a los muertos”.
El fundador del movimiento nació en Tilden, Nebrask, el 13 de Marzo de 1911. No disimulaba sus aires de superioridad cuando se jactaba de “saber perfectamente quién fue y donde estuvo durante los últimos 80 trillones de años”. Dirigió la última etapa de su culto desde un crucero: parte de la bitácora consistió en buscar tesoros que él recordaba haber enterrado en sus vidas pasadas.
Murió el 24 de enero de 1986, a los 74 años. No resucitó, pero para los cienciólogos «pasó al siguiente nivel».
E-METRO. Dispositivo central de los cienciólogos. Según sus partidarios se usa para “aislar angustias subconscientes”. Así, se logra un nuevo estado: el “Clear”. El artefacto tiene la misma tecnología de un detector de mentiras.
Muchas dependencias están abiertas al público (de hecho estas fotos han sido facilitadas por la propia Iglesia de Cienciología a los medios). Otros ambientes son menos conocidos, como una pista gigante de funcionamiento circular situada en el piso de seis y usado por los miembros «para correr hasta lograr un momento de iluminación».
La religión de las estrellas. Desde el comienzo, Hubbard buscó el reconocimiento que la ciencia le negaba reclutando celebridades. Tom Cruise ingresó en 1980 para superar su dislexia. En una entrevista a la Rolling Stone definió a su fe como “un conjunto de conocimientos que ofrece diferentes programas de rehabilitación. Y a los que Cienciología no les gusta, que se vayan a la mierda”. John Travolta pertenece desde 1975. “Me inicié en Dianética porque funcionó. He sido un actor exitoso y cienciología jugó un papel muy importante en ese éxito”, declaró. Chick Corea, Kirstie Alley y Kelly Preston también son parte de la religión.
Hasta aquí, la versión Hola o Caras del asunto. En el Nº 5 de Agosto de 2006 de la revista NEO publiqué «Que es cienciología. Claves para entender a la fe más excéntrica de la galaxia» para comprender sus creencias, ubicadas entre la magia, la ciencia y la ficción. Se cayó hace años de la web, buena ocasión para restituirlo -siempre quedan lectores rezagados-.
“Coloque dentro de un caldero un par de obras de Freud y una colección de revistas baratas de ciencia ficción. Luego, agregue medio litro de gnosticismo y vacíe un pote de fantasías cibernéticas. Espolvorée extracto de gnosticismo y mezcle, sazonando con una pizca de magia hi-tech y otro poco de misticismo oriental. Hornear mientras eleva un encendido mantra cibermístico. No es necesario invocar a Dios, pero las plegarias deben contener varias aseveraciones pseudocientíficas. Por último, acompañe su sermón con algo de buen jazz, en lo posible rasgando un ukelele de cuatro cuerdas…”
¿Menú principal? El cerebro lavado –y cocinado a punto– de sus sufridos seguidores.
Algunos suponen que algo tan simple como eso ocurrió el día que Lafayette Ronald Hubbard (1911-1986) decidió construir la increíble cosmogonía que da vida a la Iglesia de la Cienciología (o Cientología): Hubbard –según sus críticos, que cosechó por millares– apostó que iba a ganar su primer millón de dólares creando una religión sintética con una oferta irresistible: la inmortalidad.
Pero todas las religiones, incluso cienciología, que nació de la febril imaginación de un escritor de ciencia ficción, tienen un origen más bien complejo.
Ciertamente, aquellos ingredientes coexisten en Dianética, la doctrina que inspiró a la iglesia fundada en Phoenix (Arizona, EE.UU.), en 1953.
Desde que se transformó en un emporio internacional con miles de seguidores, ha corrido tinta a mares. En su día, Tom Cruise alteró los nervios de un habitualmente distendido Steven Spielberg cuando el actor aprovechó el estreno de Guerra de los Mundos (2005) para que su iglesia estuviera en boca de todos. Hace años, John Travolta, otro cienciólogo de alto perfil, tampoco se detuvo hasta protagonizar Batalla Final: Tierra (2000), basada en una vieja novela que Hubbard siempre había soñado llevar al cine.
Tanta publicidad se refleja en los números del culto. David Miscavige, presidente de la Iglesia de Cienciología y de la Junta del Centro de Tecnología Religiosa (RTC), asegura que cuentan con 4.228 centros en el mundo y un millar de oficinas que “trabajan en alfabetización, rehabilitación de drogadictos o educación de presidiarios”. Miscavige también afirma que hay unos 10 millones de cienciólogos en el mundo. Pero hasta sus simpatizantes dicen que exagera. (N. del A.: Recordemos que éstas son cifras de 2006. Con posterioridad otros también han cuestionado estas cifras).
Pocos críticos del movimiento se meten en asuntos de fe: la mayoría apunta a sus pretendidas prácticas terapéuticas y a sus manejos comerciales. Estudios como el realizado por Harvey Jay Fischer en 1953 concluyeron que la terapia Dianética, si bien “no causa efecto alguno”, es poco aconsejable para enfermos que “pueden percibir un falso sentido de seguridad”. Sus operaciones financieras también son consideradas muy agresivas. Sus cursos, estilo multinivel, alcanzan precios exorbitantes, tanto que pese a la comparación más benévola (todas las iglesias cobran diezmos, cuando no viven de cobrar sus ceremonias o a expensas del estado) la tentación cienciológica es exageradamente cara.
Entre los cultos nacidos en el siglo XX, Cienciología es el más contencioso: querelló a periodistas, ex miembros y editores, amén de controlar celosamente los derechos de propiedad intelectual de sus materiales para impedir que nadie que no sea cienciólogo use sus siglas o sus textos doctrinarios, limitando, en ocasiones, la libertad de expresión de sus críticos. Esto es así aunque Hubbard no fuera el primero en usar la palabra cienciología. En 1907, el filólogo Alan Upward usó la palabra como sinónimo de pseudociencia (motivo por el cual algunos lo consideran un visionario) y en 1934, el escritor Anastasius Nordenholz bautizó Cientología a una “nueva ciencia” (Nordenholz –aclaración obligada–… ¡era argentino!). Con todo, no parece que Hubbard se inspirase en ellos; más bien, cienciología debió surgir de la unión de las raíz latina scio (saber) y la griega λόγος (lógos, razón).
Poco antes de fundar su iglesia, Hubbard adelantó un borrador de lo que iba a ser su texto sagrado en una revista de ciencia ficción: la Astounding, dirigida por John W. Campbell. Así publicó su primer libro sobre el tema, Dianética: La Ciencia Moderna de la Salud Mental. Publicado en 1950, se convirtió en bestseller. Hasta entonces, Hubbard sólo era conocido como escritor de ciencia ficción. En 1940, su obra Final Blackout (Apagón final) lo catapultó. El estilo de Hubbard era imaginativo, aunque menos atractivo que el de otros escritores con los que compartía cartel, como Robert Heinlein, Alfred Elton Van Vogt, L. Sprague de Camp y Theodore Sturgeon. Campbell y Van Vogt se entusiasmaron con Dianética y le ayudaron a impulsar una Fundación. Pero pronto comenzaron los contratiempos legales. Entre ellos, uno conyugal: la primera persona “curada” por Hubbard, Sara, su segunda esposa, le pidió el divorcio alegando… ¡que su marido estaba demente! Hubbard, mientras tanto, administraba una Fundación que prescribía una suerte de tratamiento psiquiátrico… sin psiquiatras. Y ejercer ilegalmente la medicina no era broma. Por eso, sociólogos como William Bainbridge no descartan que Hubbard decidiera transformar Dianética en religión para solucionar sus problemas con el fisco (los cultos están libres de impuestos), con la ley (lo que se cura es el alma, y de paso el cuerpo) y con la sociedad (nadie puede discutir la validez de los dogmas de fe). En 1963, Hubbard se retiró con una flota de cinco yates a navegar por el Mediterráneo: la Organización del Mar se convirtió en centro de entrenamiento para los adeptos de los niveles más avanzados.
Xenu
Los críticos acusan a Cienciología de pretender cobrar fortunas por conocimientos que, a la postre, son irrelevantes. En esta categoría entró Xenu, la idea de un dictador de la Confederación Galáctica que hace 75 millones de años trajo a millones de personas a la Tierra, los dejó alrededor de volcanes y los aniquiló con bombas de hidrógeno. Sus almas perdidas son las causas de todo lo malo que sucede en el mundo. Hubbard reveló esta historia a los integrantes del nivel «OT III» en 1967 y es el origen de los volcanes como símbolo de la doctrina cienciológica. Es un ejemplo de las “verdades” que Cienciología oculta al resto, que sólo revela a quienes pueden pagar por acceder a ellas.
A las 20:00 horas del 24 enero de 1986, la Iglesia Cienciología distribuyó un lacónico informe: “L. Ron Hubbard dejó el cuerpo que usó durante 74 años, 10 meses y 11 días. El cuerpo que había usado para facilitar su existencia en este universo había dejado de tener utilidad, convirtiéndose en un obstáculo para el trabajo que debe hacer fuera de sus confines. El ser que conocemos como Ron Hubbard todavía existe (…) simplemente pasó al siguiente nivel. LRH usó esta vida y el cuerpo que conocemos para llegar a donde nadie había llegado antes….”
Nunca sabremos si Hubbard inventó una religión para ganar una apuesta. La idea, sin duda, presta un servicio magnífico a los herejes en busca de fórmulas antirreligiosas instantáneas. Lo que sí queda claro es que hace falta mucha presencia de ánimo.
Religiosos estrellados
Es morbosamente humana la debilidad de enfatizar las incongruencias entre palabras y acciones de los santos o hacer chistes fáciles sobre papelones célebres de visionarios religiosos. En una época se solía decir que a L. Ron Hubbard se le ocurrió crear Cienciología “para ganar una apuesta”. La anécdota nunca fue confirmada. Pero presta un gran servicio a quien busque fórmulas antirreligiosas instantáneas: para fundar una religión basta con tener suficiente presencia de ánimo.
El escritor científico Martin Gardner cuenta que Hubbard creía haber sido el verdadero autor de El Principe. El líder de los cienciólogos juraba que aquel libro no había sido escrito por Maquiavelo sino por él mismo… en una encarnación anterior. “El hijo de perra de Maquiavelo me lo robó”, protestaba. También se dijo que cuando se lanzó en un crucero con las máximas jerarquías de su organización, parte del programa consistía en buscar tesoros que Hubbard recordaba haber enterrado en sus vidas pasadas. Otra vez, Hubbard presentó públicamente a una chica de quien –según dijo– había desarrollado una memoria perfecta. “Pero en aquella demostración –dice Gardner– ella no recordó una sola fórmula en Física (el tema que estudiaba) ni el color de la corbata de Hubbard cuando éste le dio la espalda”.
¿Hubbard estuvo más chiflado que otros líderes religiosos, nuevos o viejos? Quién sabe. Sí se sabe que gran parte de sus tesis tuvieron audiencia porque confluyeron en intereses, preocupaciones y creencias que muchos compartían.
El origen de cienciología, entre la ciencia-ficción, el psicoanálisis y cierta teosofía cibernética, no la lleva lejos de otros vecinos, como el platillismo o muchos cultos mágico-religiosos herederos de la New Age.
Ahora bien, ¿en qué creen los cienciólogos?
El verdadero ser de un individuo es “una entidad inmortal, omnisciente y omnipotente”. Este ente, llamado Thetan (alma), se toma trillones de años para viajar a través de millones de seres. Estos seres olvidan sus existencias pasadas cuando sus cuerpos mueren (aunque la esencia permanece). El Thetan puede deambular por el cosmos en travesías que incluyen luchar contra emisarios del Mal, los cuales “confunden su mente con implantes hipnóticos capaces de provocar falsos placeres, cual alucinógenos sintéticos que inducen visiones engañosas”, entre otros prodigios. Por medio de la llamada exteriorización (un trance que induce una suerte de viaje astral), Cienciología promete separar la conciencia del cuerpo y “recuperar el estado de Thetan Operante”, una entidad inmortal. Para ellos, creer en Dios no es un dogma. Pero se les reconoce su estatus religioso porque, por ejemplo, declaran pretender “la libertad espiritual del hombre” y, para “regresar a al estado original”, sus terapias no tienen validación científica: son parte de la religión.
Colaboró: Sirius Mazzu
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