Charlie Hebdo y la guerra de las falacias

Por Alejandro Agostinelli

«Estoy cansada. Cansada de que dibujar una caricatura de Mahoma cause más ira que el derramamiento de sangre. Cansada de que la intolerancia liviana sea equiparada a la crítica seria. Cansada de que suministrar contexto sea visto como regalar excusas. También tengo miedo por los derechos de escritores y artistas. Miedo por los inocentes que sufrirán. Miedo de la legislación restrictiva que vendrá. Todo lo que sé es que en esto estamos todos juntos. Debemos aceptar que no podemos andar por la vida sin ser ofendidos. Debemos aceptar que el derecho a ofender es una parte fundamental del derecho a la libertad de expresión. Pero también tenemos que aceptar que debemos asumir responsabilidades hacia los demás. Debemos hablar contra el racismo, el sexismo y la intolerancia en todas sus formas. Usemos la razón, pero también nuestros corazones”, recogió el guante y el pañuelo la novelista marroquí Laila Lalami desde las páginas de The Nation.

En aquel párrafo Lalami lo dijo todo de una vez, “cansada de que suministrar contexto sea visto como regalar excusas”. Después de Charlie Hebdo, cuestionar la ofensa gratuita se entronizó en nueva herejía. Lo que la autora llama “responsabilidades hacia los demás” (donde cabe la potestad de las personas a ser irrespetuosas con creencias ajenas) dio vuelta un gesto que suele entrar en la categoría “corrección política”: tocar la sagrada enmienda del ejercicio sin restricciones de la libertad de expresión. En el siguiente sentido: “La libertad de expresión incluye la de ofender, pero la convivencia pacífica requiere no ofender innecesariamente”, como me dijo Mario Bunge en 2009 sin que –hasta el momento– ningún otro ateo lo excomulgara por “progre a la violeta”, “buenrollista” o “traidor al movimiento pro libertad de blasfemia” (sobre esto último, vale la pena leer las objeciones de Paul Kurtz).

Así, condenar la matanza y solidarizarse con las víctimas no toleraban un “pero”. Y analizar el escenario del ataque o cuestionar el sentido del humor de Charlie Hebdo pasó a ser considerado una “justificación” del ataque o una “culpabilización” de las víctimas.

¿Es aceptable que personas merezcan morir acribilladas por unos dibujos? No. No lo es para los “occidentales” (llamémosle así a quienes no tienen ninguna consideración por la figura de Mahoma). Sin embargo, varios millones de musulmanes se sintieron ofendidos. A esta afrenta un pequeño grupo respondió con un ataque criminal. ¿Alguien puede pensar seriamente que es meritorio insistir con dibujos que solo han conseguido molestar? Hacer lo que hicieron, hacer unos dibujitos que hieren la fe de otras personas, al punto de encender la locura, o servir en bandeja argumentos para relajar reacciones homicidas, puede no ser grave desde cierta mirada occidental y cristiana. Los protagonistas hubiesen debido ser capaces de mirar la acción con cierta perspectiva. Pero no fue así y lo que consiguieron fue un retroceso que llevará mucho tiempo remontar. ¿Realmente sentían los humoristas de Charlie Hebdo que con sus viñetas luchaban por la libertad de expresión? Lo dudo. Es una presunción dura de decir con el diario de ayer, pero los escándalos –sobre todo los que enardecen al vecino de acá a la vuelta– ayudan a vender ejemplares. ¿Acaso el mundo necesita mantener abiertas las llagas de las diferencias, presuntas o reales, y poner fuelle a la llama de la intolerancia? ¿Es más importante declamar “no nos van a hacer callar” que respetar las creencias de los otros? ¿Es dar un uso inteligente a la libertad de expresión mofarse de creencias rivales recurriendo a clisés estigmatizantes? Y, por último, ¿acaso no es obvio que empatizar es de buena gente?

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Ciudadanos egipcios encienden una vela por los asesinados en la redacción de Charlie Hebdo.

Bien, en el Dossier que Factor le dedicó al caso Charlie Hebdo, hubo periodistas y militantes seculares para quienes la libertad de expresión es “innegociable” (ver, por ejemplo, las respuestas de Diego Zuñiga, Daniel Riera y Roberto Mero, Pedro Luis Gómez Barrondo y de los filósofos Rodrigo Zúñiga y Gustavo Romero). Los científicos sociales no fueron tajantes. Para Nicolas Viotti la ironía y el humor deberían leerse en arreglo a las relaciones de dominación y de subordinación: “no es lo mismo reírse un colectivo dominante, que encarna valores hegemónicos, mayoritarios, que reírse de un colectivo minoritario”, dijo. Silvia Montenegro observó que “lo decible depende de los contextos o ambientes culturales” y Eloísa Martín añadió que la libertad de expresión de las minorías es violada todo el tiempo, en todo mundo, y que recibe ataques más efectivos que el que sufrió Charlie Hebdo. La invisibilización y el silenciamiento que producen el racismo, el antisemitismo, la islamofobia, la homofobia y la xenofobia –dijo– «causan más daño a la democracia y a la libertad de expresión que el ataque a una revista”. Y precisó que no se trataba de autocensura sino “una ética básica para la convivencia social».

Ahora, cuando el portavoz de esta idea es el papa, ¡zaz! El anatema es completo. “El papa Francisco se quita la careta y aboga por limitar la libertad de expresión frente a la religión”, fue el título del blog escéptico, ateo e iconoclasta más leído de Hispanoamérica. En 2009, el entonces cardenal Jorge Bergoglio ya había condenado por “blasfemas” las obras de León Ferrari (verdaderamente corrosivas, aunque para la Iglesia no están prohibidas las representaciones visuales de la divinidad) y de alguna manera fue él quien convocó al grupo de energúmenos que acudió a destruir la muestra al grito de “¡Viva Cristo Rey!”. Es decir, en el mejor de los casos siempre tuvo la “careta” puesta.

También asistimos a una verdadera guerra de falacias. Si por un lado se acusaba a los críticos de la “libertad para ofender” de no separar a las personas de sus argumentos (“no faltamos el respeto de las personas sino a las ideas que sostienen”), por el otro se rechazaba el derecho a argumentar que ofender gratuitamente a un colectivo puede no ser una buena idea en un mundo poco integrado e insolidario. Más cuando sobran antecedentes. Diez años antes de la matanza de Charlie Hebdo, el diario danés Jyllands-Posten publicó la primera docena de caricaturas de Mahoma. Cientos de miles de musulmanes salieron a marchar a través de las calles de todo el mundo en señal de protesta, murió casi un centenar personas y otras 500 resultaron heridas. Cientos de miles de musulmanes consideran una falta de respeto que su profeta fuese representado. Otra vez: ¿Era necesario insistir?

Liberté, Égalité, Fraternité Apenas separados por el presidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keita y François Hollande y Angela Merkel tomados del brazo, la marcha reunió en la misma fila al israelí Benjamin Netanyahu y el palestino Mahmud Abas.
Liberté, Égalité, Fraternité. Apenas separados por el presidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keita, van François Hollande y Angela Merkel tomados del brazo, la marcha reunió en la misma fila al israelí Benjamin Netanyahu y el palestino Mahmud Abas.

Entre las paradojas que se han presentado en Francia tras el atentado a Charlie Hebdo, han marchado juntos “por la tolerancia y contra la xenofobia” enemigos irreconciliables y la justicia francesa abrió 54 procedimientos por apología del terrorismo, entre ellos al humorista Dieudonné, por escribir en su muro en Facebook “Yo me siento Charlie Coulibaly”. ¿No era que la libertad de expresión no tenía límites? ¿En qué quedamos?

¿Hay que autolimitarse? Cada cuál sabrá; sin duda en ocasiones resulta conveniente.  Si creemos que la libertad de prensa resulta afectada,  consideremos que a la vez debemos preservar valores más elevados, como los de la convivencia pacífica y la coexistencia en la diversidad. Como estas ideas son consideradas “incorrectas” no es común leerlas en la prensa diaria. Por suerte encontré en el muro de Facebook unas reflexiones de mi amigo Alan March que me parece oportuno compartir: complementan muy bien lo que escribí hasta aquí.

Alan David March
Por Alan David March

Je suis Charlie y el double-barreled

El idioma inglés tiene una frase que a mi juicio pinta de cuerpo entero el problema del Je suis Charlie. Se llama «double-barreled» a una falacia no formal donde se plantea como si fuera un solo tema lo que son dos temas diferentes, pretendiendo que quien lo escucha adhiera a uno de ellos sin posibilidad de aclarar de cual se trata (y siendo arrastrado a adherir a ambos en el proceso).

Este recurso tiende a darse en forma de pregunta y se abusa de él en las encuestas mal formuladas. Por ejemplo: “¿Está Ud. satisfecho con su sueldo y sus condiciones de trabajo? ¿Cree Ud. que se debería gastar menos en Defensa y más en Educación?” Para todos estos ejemplos podríamos dar respuestas diferentes a cada una de las cuestiones planteadas (yo puedo estar satisfecho con las condiciones de trabajo y tener un sueldo pésimo, y puedo creer que es necesario gastar más, tanto en Defensa como en Educación).

El Je suis Charlie es, a mi juicio, un ejemplo de libro de double-barreling. Ahora que la gente comienza a dejar de lado la justificada indignación y gana espacio un análisis menos lineal, comienza percibirse la naturaleza compleja del problema y (así lo espero) lo inconveniente del análisis simple.

En la masacre de Charlie Hebdo hay dos temas subyacentes: el derecho a expresar las ideas sin ser molestado por ello y los límites de la libre expresión. Es indudablemente abominable todo asesinato. Pero, al mismo tiempo, la libertad de expresión no debería autorizar a agredir innecesariamente a otros. Seguramente lo primero que el análisis simple lleva a decir es que no es lo mismo matar que ofender y que las dos cosas no son comparables. Es cierto. Pero también es cierto que la realidad no es un contraste de blancos y negros, y que corresponde entender la complejidad de los procesos sociales. Lo que llamamos el contexto.

polemica«Los crímenes jamás tienen justificaciones pero si tienen contextos», escribió la concejal kirchnerista Florencia Saintout sobre el ataque a Charlie Hebdo.

Cuando dijo eso la Decana de Periodismo de la UNLP salieron a atacarla inmediatamente. Los ataques más fuertes vinieron de gente que, mas que atacar el concepto, atacaban a la persona por su conocida postura pro-K. (Imagino que si eso mismo lo hubiera dicho Vargas Llosa o Tomas Abraham, los indignados hubieran exclamado “es un punto de vista a considerar”). El error que a mi juicio cometió esta mujer es que lo dijo a través de la peor herramienta de comunicación que nos ha dado la modernidad, Twitter.

Lo que sucedió es, a mi juicio, la violación de dos principios diferentes: el de no matar por las ideas, y el de abusar del derecho a la libre expresión.

Lo de no matar por las ideas no hace falta explicarlo, porque es claramente la parte del double-barrell al cual adherimos todos, y porque las consecuencias de esa violación fueron terribles: murieron personas. Lo que hace falta analizar más detenidamente es el abuso de la libre expresión porque sus consecuencias inmediatas no parecen tan graves (pero pueden serlo).

Charlie Hebdo era (es) un gravísimo abusador del derecho a la libre expresión. Creo que esto es algo que hay que analizar olvidando por un momento la matanza (y lo “políticamente correcto”).

219034_204556506234162_118423_oEn Charlie Hebdo era más importante la forma que el fondo. Es perfectamente posible postular que ellos utilizaban la sátira para expresar críticas sobre la sociedad y los fundamentalismos, pero uno puede hacer eso sin apelar a la ofensa. He visto sátiras de Charlie Hebdo que me parecieron no exentas de ingenio, como una donde Mahoma se toma la cabeza en signo de desesperación y piensa: «Es duro ser amado por idiotas». Podría tomarse como una ilustración del hecho que los fundamentalistas, en una gran mayoría, son reclutados en los segmentos menos educados de la sociedad. Aun así yo no la publicaría porque me parece innecesariamente agresiva (quizá hubiese dicho «qué duro tener a tantos brutos entre los que me aman»). Pero la caricatura en la cual aparece Mahoma dibujado desde atrás, en posición de plegaria, con una estrella pegada en el culo y bajo la viñeta de «Nace una estrella», es estúpida, agresiva e innecesaria. Y aquella en la cual aparece en tapa un tipo de turbante diciendo «100 latigazos a los que no se rían» es un chiste directamente tonto y ni siquiera ofensivo. En síntesis, los caricaturistas de Charlie Hebdo me parecen básicos, chatos y berretas. Que en alguna ocasión se hayan mandado una caricatura genial me recuerda a eso de que un reloj detenido da la hora exacta dos veces por día: de tanto dibujar boludeces, alguna buena tienen que pegar. Volviendo a lo de la forma y el fondo, creo que a Charlie Hebdo les importa más ofender que criticar. Y buscan que la ofensa sea lo más grosera posible. Su lema los vende: «equal opportunity offenders». No es «equal opportunity criticizers». Es offenders. Nos interesa ofender. Y acá es donde estos tipos cada vez me gustan menos. ¿Y si todo se reduce al «negocio» de ofender?

No puedo contestar a esa pregunta: no tengo suficientes ejemplares de Charlie Hebdo a mano. Pero dado que la dicen parecida a Barcelona, creo posible que ambas de basen en el mismo principio: el negocio de lo escandaloso. Barcelona ha publicado tapas ingeniosas. «Intolerancia: por qué a los argentinos nos cuesta tanto respetar a los hijos de puta que piensan diferente», o «Reactivación: la clase media recupera su nivel histórico de fascismo». Pero en otros casos han publicado tapas absoluta e innecesariamente ofensivas, que no tenían otro objeto más que el escándalo (a propósito del crimen de Ángeles Rawson titularon «Putitas: Cada vez mas niñas y adolescentes buscan ser atacadas para volverse famosas después de muertas y lograr que sus fotos sean exhibidas por televisión»).

10917345_10153495487507067_824519488008112837_nCreo que no hay que llamarse a engaño: el objetivo principal de Barcelona es el escándalo más que la crítica. Porque podrían ser críticos sin apelar al escándalo (admito: hay tanta publicación crítica no satírica que no ofrecería un diferencial). Y porque a veces son escandalosos en un punto donde la crítica queda muy oculta o está directamente ausente. Contribuye a mi hipótesis que lo más escandaloso de Barcelona suele estar en la tapa y en letras de molde, y el interior de la revista es a menudo anodino y poco escandaloso. En síntesis: el escándalo es para vender. Es un recurso parecido al que utiliza la revista Noticias. Publican tapas prometiendo grandes revelaciones y el artículo mismo no dice nada espectacular. O nada que no sepamos.

Por esta tapa de Barcelona una diputada presentó un proyecto de resolución.
Por esta tapa de Barcelona una diputada presentó un proyecto de resolución.

El problema de estas cosas son sus consecuencias. La burda maniobra de Noticias no tiene más consecuencias que el que se sintió estafado no la compra más. Pero cuando la cosa pasa a mayores las consecuencias son más graves. ¿Qué hubiese pasado si algún familiar de Ángeles Rawson esperaba al editor de Barcelona en la puerta de su casa y le pegaba un tiro? Sin duda, todos pediríamos cárcel para el tipo y nos condoleríamos con la familia. Pero pregunto si, en algún rincón de nuestros cerebro, no comprenderíamos (y digo «comprenderíamos», no «justificaríamos») cómo llegamos a ese triste suceso. Y me pregunto si el editor muerto, si tuviera oportunidad de empezar de nuevo, no evitaría esa tapa. No es una cuestión de valentía o cobardía. Es una cuestión de entender que es mejor pensar antes de actuar. Que cuando uno hace cosas, aún con la mejor de las intenciones, desencadena acontecimientos que no puede controlar. Y no son imposibles de predecir. Cuando uno ofende, es bastante probable que la parte ofendida se sienta molesta. Entonces, mas que una cuestión de principios, el no ofender es también una cuestión práctica. Antes de ofender, hay que pensar en lo que puede ocurrir.

Charlie Hebdo, al ofender a los musulmanes, alimentó al monstruo que lo terminó devorando. Al parecer, no se dieron cuenta de que hay entre esos fanáticos muchos locos dispuestos a matar. Dirán que es valentía. Yo digo que hay también estupidez, porque ya sabían que estaban en la mira de los asesinos. Pero aun cuando no hubiesen sido asesinados, lo que hacían era triste. Contribuían a estigmatizar a los musulmanes aún más de lo que lo son. Al hacerlo generaban resentimientos peligrosos. Y sus muertes, contrariamente a lo que muchos sostienen, no habrán derivado en nada bueno. No habrá más libertad de prensa, porque pese a las multitudes que salieron a la calle (que nada ponen en riesgo porque no son editores), muchos editores van a publicar menos sátiras por miedo. Y, por otro lado, como hubo muertos, el mundo asistirá a un nuevo ciclo de aumento de la intromisión del Estado en la vida de particulares con la excusa de la seguridad. En síntesis, tanto con su vida como con su muerte, los de Charlie Hebdo no ayudaron a nadie sino que ofendieron y perjudicaron (y perjudicarán) a muchos.

autocensuraMerecen el respeto que se le debe a cualquier persona muerta injustamente, y merecen fuertes críticas por su actitud racista y por su contribución para que la sociedad sea cada vez mas discriminatoria. La muerte no dignifica. No hace ecuánimes a los racistas ni hace responsables a los irresponsables. Y creo que no se debe hacer mártires de ciertos muertos solo porque fueron asesinados de un modo tremendamente salvaje e injusto. ¿Por qué no hacer mártires a los recientes muertos nigerianos y mexicanos? Nadie lo está pidiendo ni sale a rasgarse públicamente las vestiduras por ellos.

Nadie les niega su condición de víctimas. Son víctimas del terrorismo pero también de una sociedad intolerante que ellos mismos, con su pasquín, contribuyen a crear y mantener. Si hubiera menos religiosos fanáticos el mundo sería un lugar mejor. Y también contribuiría a un mundo mejor que hubiesen menos personas que se creen con derecho a ofender.

Es ridículo decir que el punto aquí es el imperio de la libertad de expresión. Hay muchas libertades que defender y a menudo el ejercicio de una libertad entra en conflicto con otra. Todo este tema de Charlie Hebdo nos llega a través de los medios, y en el trámite los medios promueven la libertad que más le rinde: la de expresión (que se relaciona con la libertad de prensa -pero no es lo mismo-). Pero me pregunto: ¿es mayor la libertad de expresión que la de practicar una religión sin ser estigmatizado por ello invocando la libertad de expresión?

civilizadoLa sociedad civilizada es un gigantesco acuerdo de partes que limita montones de libertades en pos de la convivencia. Rosseau decía que en el Contrato Social el hombre pierde su libertad natural y queda sometido a la libertad civil, que está limitada por la voluntad general. Esos límites a determinadas libertades a veces se establecen por leyes (no matar, no tomar la propiedad ajena, etc.) y otras veces por el mero imperio del sentido común. Por ejemplo, si bien uno podría burlarse de una persona con alteraciones físicas o mentales amparado en la libertad de expresión, uno no lo hace por sentido común. Me pregunto si no es enormemente parecido burlarse de una persona por un atributo físico que se sale del estándar y burlase de una persona por ser judío o musulmán o católico donde son minoría.

La defensa de la libertad de expresión es un derecho indudable pero que a menudo es manipulado por los medios para establecer su propia agenda.

No es cierto que el de expresión sea el mayor de los derechos, y menos cuando determinadas «expresiones» tienen más llegada que otras. «La libertad de prensa solo está garantizada para los que la poseen», decia A. J. Liebing.

rudy y pazLo que aquí enfrentamos no es si los de Charlie Hebdo tenían o no derecho a ejercer su humor barato y chabacano. Claro que lo tenían y que hayan sido asesinados por eso es horrendo. Esto es una verdad de Perogrullo. Lo que me interesa decir es que en el ejercicio abusivo de esa libertad, Charlie Hebdo aporta su grano de arena para alimentar el monstruo de la discriminación y el racismo, y que ese monstruo los terminó devorando a ellos mismos. Creo que lo que dijo hace dos años el portavoz de Obama, precisamente en relación con este pasquín, es absolutamente correcto:

“Somos conscientes de que una revista francesa publicó unas caricaturas que ofrecen una figura parecida al Profeta Mahoma y, obviamente, nos preguntamos sobre el juicio de publicar algo como esto. Sabemos que estas imágenes serán profundamente ofensivas para muchos y tienen potencial inflamatorio. Pero hemos hablado en varias ocasiones sobre la importancia de la defensa de la libertad de expresión consagrada en nuestra Constitución. En otras palabras, no cuestionamos el derecho a que esto sea publicado; nosotros cuestionamos el juicio que está por detrás de la decisión de publicarlo”.

Por supuesto que ahora, Obama y su troupe se suben al bandwagon de lo políticamente correcto y no dicen nada de Charlie Hebdo, pero lo que dijeron hace dos años sigue vigente y me alegro que lo haya dicho cuando estaban libres de la presión que implican los cadáveres.

En síntesis, los periodistas de Charlie Hebdo deberían buscar una manera más noble de ganarse el sustento que burlarse de las creencias profundas de enormes grupos de personas. Que los medios aflojen con la bandera de la autocensura o la censura. Todos nosotros, todos los días, nos autocensuramos en miles de cosas para vivir en armonía con los demás. No deberían ser necesarias leyes para determinados patrones de comportamiento. Parafraseando a Tácito, “cuanto más corrupta es una sociedad, más numerosas son sus leyes». No debería ser necesaria una ley para impedir que un puñado de periodistas con poco talento publique chistes baratos y ofensivos. Las leyes deberían limitarse a cuestiones importantes, como evitar que un puñado de locos mate gente inocente, como ahora ocurrió.

Lo siento, yo no soy Charlie Hebdo. No hace falta serlo para condenar al terrorismo.

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(*) Nota del Editor: No coincido totalmente con la crítica que hace Alan de la revista argentina Barcelona. Traza un paralelismo con Charlie Hebdo que pudo darse circunstancialmente, no sistemáticamente: brulotes despiadados como los que señala fueron esporádicos y, definitivamente, en mi opinión, no definen a la historia de la revista.

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
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