En las vacaciones de verano 1980 hice una de las cosas más útiles que podía intentar siendo un ufólogo de 17 años de edad: meterme en la hemeroteca del Congreso de la Nación (a la que ingresamos por recomendación del buen Oscar Uriondo) para rastrear y copiar las primeras noticias sobre platos voladores publicadas por la prensa argentina en Julio de 1947.
Recuerdo haber ido más de una tarde. Buscábamos las noticias en los grandes volúmenes de ejemplares encuadernados de «Noticias gráficas» y «La Razón» y en una oficina imprimían en papel la versión microfilmada. De aquellos documentos me quedan fotocopias y copias en papel fotográfico. Podrían haber estado mejor escaneados, pero fueron suficientemente claros para mi amigo Luis González Manso, quien los pudo leer y retipiar.
En aquella fascinante excursión al pasado participamos varios integrantes del Centro de Estudios de Fenómenos Aéreos No Convencionales (CEFANC): Rubén Valle, profesor de escuela que estaba muy interesado en las presuntas huellas de aterrizajes de ovnis, y Carlos Ferguson, un ilustrador y ex empleado de Fabio Zerpa (*).
Los vestigios de aquella búsqueda nos remontan a la prehistoria de la presencia en la prensa de los “platos voladores”, como por entonces se llamaba a los ovnis y a las cosas raras que se veían en el cielo.
Será un gusto ir subiendo al blog aquellas noticias. Un poco para que no se pierdan los frutos de aquella tarea, probablemente la más constructiva que realizó el grupo, y otro poco por si alguien encuentra en ellas fuente de inspiración o material de reflexión.
Único comentario necesario sobre la transcripción: las frases destacadas son nuestras.
Cruzó Anoche los Cielos de Balcarce una Constelación de Aros Luminosos
Entienden los Testigos que Pueden ser Platos Voladores
BALCARCE.- La versión de que en las primeras horas de esta mañana había sido observado en esta un extraño fenómeno, que podría coincidir con las características relativas a los platos voladores, se difundió rápidamente entre el vecindario, constituyéndose en el tema absorbente de todos los comentarios, creándose de inmediato un clima de sensación y expectativas. Pese al mal tiempo reinante, la gente se lanzó a la calle, y en los cafés, los comercios, los portales se formaron corrillos en que se exponían las referencias acerca del suceso mezclándolas en ocasiones, como no podía menos de suceder, con suposiciones más o menos fantásticas.
La gente de criterio más reposado, ante las explicaciones precisas de los testigos, termina de cualquier modo por admitir que hay un hecho concreto y curioso, que no se puede clasificar entre los fenómenos celestes conocidos y que como decimos, coinciden en muchos detalles, en su manifestación, con los datos que se han dado a conocer profusamente sobre los discos voladores, cuya existencia, real o ficticia, es en estos momentos un motivo de preocupación y de inquietud en muchos lugares del viejo y del nuevo mundo
La primera observación
En Balcarce, como en una vasta zona del país, llueve desde ayer, y en ocasiones, la lluvia se ha visto acompañada de fuerte ventisca. Cumpliendo su servicio de guardia, se hallaba desde anoche a cargo de la comisaría, el oficial Juan Félix Goñi, hombre que cuenta varios años en la dependencia, y en quien se reconoce un carácter tranquilo y poco propicio a dejarse arrastrar por las alucinaciones.
A eso de las seis, Goñi, según expresa, salió a la puerta de la oficina de guardia, a fin de inquirir el estado del tiempo. Estuvo allí hacia ya unos minutos cuando se le ocurrió mirar hacia el cielo, completamente cerrado por densas nubarrones, y su sorpresa no tuvo límites cuando observó que en medio de aquella profunda oscuridad, surgía un pequeño foco luminoso, hacia el lado Oeste. Creyendo ser víctima de una ilusión óptica, concentró toda su atención, y “vió” entonces como el foco, mientras con ritmo veloz se desplazaba hacia e Este, adquiría mayores proporciones y la estructura de un aro. Su fosforescencia era brillante y roja.
Otros testigos
Seguro ya de que se encontraba ante un episodio extraordinario, con la conmoción que es de imaginarse dió voces llamando a los agentes que componían el tercio de guardia. Eran seis agentes, a los cuales, con palabras entrecortadas, los invitó a que mirasen en la dirección en que él lo hacía. La exclamación fue unánime, aunque ya aquel primer aro se perdía en lontananza. Pero apenas tuvieron tiempo de cambiar entre ellos las primeras impresiones. Aquel primer y supuesto disco no era, al parecer, sino una avanzadilla. En efecto, hacia el Norte comenzó a apuntar en seguida toda una constelación de puntos luminosos que esta vez, marchaban en dirección hacia el Sur, siempre a buena velocidad. Aquellos puntos se fueron asimismo agrandando hasta adquirir la misma estructura del primero. Los aros parecían ser sensibles a los sacudones del chubasco y del viento, porque en ocasiones, oscilaban en direcciones distintas. Calculan estos testigos que este grupo estaba formado por no menos de cien discos.
Dan parte
Considerando lo singular del caso, el oficial Goñi transmitió en el acto la inusitada novedad al comisario. El suceso, como decimos, no demoró en trascender a la población, la que en gran parte se muestra dispuesta en estos momentos a disputar, para si, el privilegio de ser la primera en la República que ha tenido sobre sí toda una escuadrilla de platos voladores.
También en General Roca
Bahía Blanca (C.).- Un colono de Fuente General Roca denuncia la aparición de “platos voladores” en el cielo del Sur argentino. Es el señor Mario Talebí, italiano de 61 años, que tiene una chacra en aquella localidad.
Los discos voladores han vuelto a surcar el cielo de Buenos Aires
Aparecieron Platos Voladores en Olavarría
Un Vecino Hizo la Denuncia a la Policía, que Intervendrá
Olavarría (C.).- Por caminos casi intransitables para pajueranos, soportando las de caín, fuimos a estación Rocha, a dieciséis leguas de esta ciudad, para conversar largo y tendido con las privilegiadas personas que en el atardecer del domingo último, y en ese lugar perdido en la llanura bonaerense, tuvieron el sin par privilegio de observar “de cerca” un veloz plato volador. No temíamos del todo tener que soportar un chasco, pues antes de emprender la excursión por lodazales y senderos barrosos, un oficial de policía nos aseguró que el almacenero Eduardo Galli, su esposa e hijos, testigos oculares del extraordinario fenómeno, “son gentes serias y si dicen que lo han visto, es porque así fué”. A la inversa que otros supuestos observadores, hicieron la denuncia a la policía, precisando detalles, sin fantasías. Los vecinos de Estación Rocha apenas suman tres decenas.
Pero el plato volador los ha conmovido tanto y les ha dado tanto tema para rato que se agitan y hablan como si fueran multitud. Valerio Arana, dependiente de la casa de ramos generales de don Eduardo Galli, aunque no tuvo la suerte de presenciar el raro aparato luminoso, es el que conoce más detalles, y los demás le ceden la palabra “para que entere al periodista”. Los testigos, que lucen una especie de aureola entre sus paisanos, confirman su relato con enérgicos gestos e interjecciones, que no dan lugar a la duda. Por la puerta del almacén, abierta de par en par, vemos la estación ferroviaria con sus tres o cuatro empleados. Un poco más allá. Un taller de herrería en el que se ha hecho el silencio. Y envolviéndolo todo, la dilatada llanura, con algunos achaparrados arbolillos y varios corrales de la sucesión Dardo Rocha, en los que se vislumbra vagamente las reses. Una atmósfera más propicia para ver fuegos fatuos, almas en pena, niños-diablos y fantasmas, que platos voladores.
El relato es medido y tiende a tener precisión científica. También a Estación Rocha llegan diarios y hay allí radios. Don Valerio, como todos los habitantes del acaso futuro poblado, es criollo y, por lo tanto, suspicaz. Ni a él ni a los vecinos les harán creer que vuelan codornices asadas. Lo que vieron es tan verídico como “que nosotros estamos aquí, en casa de don Eduardo”. Y el relato, palabra más, palabra menos, es el siguiente:
-La familia Galli descansaba de sus faenas diarias, charlando junto al umbral del almacén. Habituados a tener ante los ojos el dilatado campo y el alto cielo de julio, invernizo y pálido, con matices grises y violáceos, no les prestaban la menor atención- ¿No es verdad, don Eduardo? Serían como las seis y pico de la tarde. Había mucha humedad y el crepúsculo era bastante claro. De pronto, como brotando del aire, los dejó en suspenso una luz en forma de disco que surcaba el espacio a una vertiginosa velocidad. Alelados, como en los tiempos de antes los paisanos ante una luz mala, siguieron como autómatas al inesperado disco. Tenía un verdadero foco en la parte superior y delantera y volaba a sólo veinte metros sobre el campo, a unas 15 cuadras de la estación. Iba de Norte a Sur y el círculo luminoso media unos veinte centímetros de diámetro, más o menos, como un plato común. Pero no marchaba como un avión o cualquiera de esos aparatos voladores que inventan en las ciudades. Corría en forma de ese, haciendo zigzags de arriba para abajo y de abajo para arriba. Sin moverse del sitio, transformados en solo miradas, ¿no es verdad, don Eduardo?, lo siguieron alrededor de cinco minutos. Se perdió en el horizonte, mientras el disco del sol, obscureciéndose, arrojaba todavía luces azafranadas.
Don Eduardo, que ha tenido que repetir la descripción treinta veces –una y la misma versión para cada vecino– ha delegado la tarea de informar en su dependiente. Mas no desea que retornemos a la ciudad con dudas infundadas. Y por esto, acaso, nos dice que Valerio se olvidó que la luz del plato, vista de frente, era azulada, que no se trataba de una estrella fugar ni de un meteorito, y que se le puede creer sin más, porque nunca fué amigo de las exageraciones. La mejor prueba es que “únicamente ví un plato, y uno pequeño, y mi imaginación no “me hace describir su estructura ni mucho menos”.
Don Eduardo, evidentemente, no es hombre de la época en que por los campos se observaba de todo, en especial en materia de luces raras. Lástima grande de que el disco no cayó en Estación Rocha, pues habríamos contado con una descripción científica… Y para hablar largo y tendido, hubo que acudir a otros temas, mucho más prosaicos.
N. de E.: Al lado de esta segunda noticia aparece la siguiente:
UN ADIVINO DE TESOROS
Johannesburgo (Reuter) – Mr. P. Grobler, hombre de negocios de Windhoek, Sudáfrica, afirma haber descubierto a un muchacho sudafricano que puede adivinar dónde se hallan yacimientos de oro y diamantes “a simple vista”, señalando que ha firmado un importante contrato con una compañía minera de Rand, para localizar vetas auríferas con ayuda de la virtud adivinadora del muchacho. Y agrega que tiene en vista otros contratos. Mr. Grobler señala que es su intención donar la mayor parte del dinero obtenido con este medio, para “aliviar los sufrimientos de la humanidad”. Y se trasladó en vuelo a Johannesburgo para someter al muchacho a una prueba ante un público formado por hombres de negocios, hombres de ciencia y otras personas que se manifestaron incrédulos acerca de sus afirmaciones. El contrato con la compañía minera fue firmado después de la prueba, en la que el muchacho localizó los lugares ocultos de joyas de oro y anillos, que se utilizaron en dicho acto.
(*) Ferguson es un tipo especial. Una vez, a fines de los 80, le presté dinero para que pudiera pagar el alquiler de su vivienda; pero en vez de devolvérmelo se esfumó y eligió una vía menos onerosa para él, el camino de la difamación.
Por la transcripción fiel de los textos: Luis R. González Manso
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