¿Todo un libro dedicado a analizar una foto? ¿No será mucho? Si miles de personas aún hoy creen que la imagen muestra a un alienígena llevado por sus bracitos por dos agentes de seguridad, el esfuerzo podría estar justificado. Más si el libro es un ejemplo sobre cómo realizar una investigación periodística. Diego Zúñiga aprendió cuanto le resultó posible saber sobre el caso y, después de mantener todo el libro al lector sentado al filo de la silla, cuenta la verdad.
Por Juan Pablo González *
Foto: Carlos González Gutierrez
Un conocido adagio asegura que una imagen vale más que mil palabras, de lo que no se debe colegir que las imágenes sean más valiosas que el lenguaje, sino que transmiten en forma más eficiente la información. Sin embargo, algunas imágenes, para su cabal comprensión, requieren ser acompañadas de mucho más que de mil palabras. Este libro es buena prueba de ello.
“Un marciano en Alemania”, obra de Diego Zúñiga, alma mater junto con Sergio Sánchez Rodríguez de la editorial Coliseo Sentosa, inaugura la colección Casos Clásicos, dedicada (o al menos eso parece, ya que el segundo volumen se hace rogar) a analizar de manera monográfica casos ovni que han pasado a ser iconos de la subcultura ufológica. En esta ocasión ni siquiera se trata de un caso típico, ya que, en principio, nadie conoce testigos. Sólo tenemos una fotografía: la conocida como el “hombre de aluminio”. Ya saben, esa en la que un pequeño humanoide aparentemente desnudo y de aspecto metálico es conducido de la mano por dos hombres de apariencia siniestra, vestidos con gabardina y sombrero.
La imagen ha aparecido mil veces en la literatura y revistas especializadas, pero en muchas ocasiones sin ofrecer demasiados detalles sobre las circunstancias en que fue tomada. Y cuando iba acompañada de una historia, ésta cada vez era diferente. Así, la foto se presentaba como tomada en Alemania, México, Arizona, Nueva México, California, Missouri… Intentando dar coherencia a estas contradicciones, también se construyeron relatos híbridos, en los que el desventurado humanoide había estrellado su platillo en América, pero lo trasladaron a Alemania donde se tomó la fotografía. Y así.
A lo largo de 146 páginas, sin contar 10 páginas de referencias bibliográficas y créditos (nuestro extraterrestre habría podido cobrar un buen dinero si hubiese reclamado derechos de imagen), Zúñiga realiza una meticulosa labor documental recopilando todas las citas del caso, y nos lleva de la mano por un laberinto donde es fácil perderse, formado no sólo por múltiples relatos incompatibles entre sí, sino también por las distintas hipótesis que los ufólogos han ido formulando desde que la imagen salió a la luz en 1950. Como un hábil prestidigitador, parece revelarnos pistas que terminan disolviéndose en el aire. Pero no hay que desesperar: siempre aparece otra versión del relato que perseguir. Hasta llegar, finalmente, a la verdad.
Sin embargo, lo más relevante del libro no es la explicación del caso, que en último término es casi lo menos importante, sino comprobar cómo esta fotografía ejemplifica perfectamente algunos de los peores vicios del mundillo ufológico, y además en grado sumo. Se parte de una anomalía, algo extraño que no sabemos identificar. En este caso, una fotografía con un extraño ser, de origen incierto. Los medios sensacionalistas, tal vez ante el horror vacui, la necesidad de llenar espacio en sus publicaciones o conseguir un mayor número de lectores, se inventan una historia. En ocasiones, incluso conociendo la realidad. Ufólogos no menos sensacionalistas la difunden, aun cuando realmente no la crean. Así tenemos versiones según las cuales el humanoide fue capturado tras ser derribada su nave por cohetes, unas veces sobrevive, otras fallece y es enterrado con el correspondiente oficio religioso, se dan explicaciones a su aspecto metálico, se apuntan múltiples procedencias extraterrenas, etc.
Otros, quizá más sensatos, dudan de las historias de acompañamiento. Sin embargo se aferran a la fotografía como prueba fehaciente de que algo extraño ocurrió, y de tanto mirarla llegan incluso a ver lo que no existe, y hasta identifican a los retratados. Esto no es exclusivo de los creyentes en el caso: también los escépticos se equivocan y contribuyen a la confusión con explicaciones poco atinadas. Así, según J. Allen Hynek y otros que le siguieron, el extraterrestre era un mono rasurado y pintado, algo que sí ocurrió en otro caso diferente.
Y lo más triste es que, como Zúñiga afirma, la verdad del caso siempre la pudimos saber. Se ha publicado varias veces… y se ha olvidado o no ha alcanzado amplia difusión, a lo que han contribuido las barreras idiomáticas. El caso resurge periódicamente de sus cenizas y aún hay ufólogos del ala más conspiranoica que siguen defendiendo su veracidad.
Si usted, lector de esta breve reseña, no sabe cuál es la explicación de esta imagen (como era mi caso cuando leí el libro), no seré yo quien haga un spoiler. Bástele saber que, como ya se imagina, la foto no muestra a un alienígena real y lea el libro. El mérito de Zúñiga, además de reunir una cantidad ingente de “información”, es mantener el suspense hasta casi el final. Momento en el que, al conocer la verdad en su detalle completo no podrá menos que, como yo hice, soltar una carcajada.
* Juan Pablo González reseñó del film independiente «No humanos», en este mismo blog.
“Un marciano en Alemania”, Diego Zúñiga, Ediciones Coliseo Sentosa, Santiago de Chile, 2020: Disponible en Amazon
Primera publicación: Blog del Proyecto OVNI Fotocat de Vicente-Juan Ballester Olmos