Una entrevista sobre la Escuela Yoga de Buenos Aires al editor de FactorElBlog.com
El colega Camilo de Cabo me hizo llegar varias preguntas para una nota en el sitio de TN. El editor usó muy poco de aquel intercambio. Y uno, como en alguna ocasión anterior, aprovecha tener un sitio donde volcar la entrevista en forma completa.
–¿Cómo te enteraste del caso de la Escuela Yoga de Buenos Aires? ¿Cómo llegaste al origen de cómo salió a la luz?
Quien recibió las primeras noticias negativas sobre la Escuela Yoga de Buenos Aires fue el periodista Alfredo Silletta. Figuraba en sus libros de 1992 ó 1993, Alfredo publicaba varios parecidos en cortos períodos de tiempo. Él la consideraba “secta destructiva” y se basaba en la definición que daba de geishado, “prostitución sagrada” –una definición que no coincidía con la que me dio el Maestro Juan, el contador Juan Percowicz, cuando le hice la primera entrevista, a comienzos de 1994. Esa entrevista me la encargó la revista GENTE con la idea de asegurase si correspondía incluir la Escuela Yoga en un informe sobre sectas. Acordamos una fecha para la nota y fuimos recibidos en la confitería de la Planta Baja del edificio de Estado de Israel.
Junto al fotógrafo Jorge Bosch fuimos recibidos con mucha cortesía –esa amabilidad quizá era un poco sobreactuada, pero la gente de la Escuela ya era consciente de que eran acusados de constituir una “secta”. Al cabo de un rato llegó Percowicz, con su halo encantador. Respondió a todas mis preguntas, incluso si practicaban una suerte de prostitución sagrada, algo que negó con ironía y cierta displicencia. Enfatizó que la sexualidad incumbe a cuestiones privadísimas. Al volver a la redacción desaconsejé meter a la Escuela Yoga en esa bolsa medio bestial de las sectas, alegando la inconveniencia de decidir en base a susceptibilidades morales. Sin damnificados ni denuncias, no había manera de verificar delito alguno. Ese material quedó cajoneado y la Escuela Yoga quedó fuera de la nota, que se tituló “El poder de las sectas”.
En abril de ese año, GENTE publicó mi “entrevista exclusiva con el líder prófugo”. Había saltado el escándalo del “Yoga Sex”. Yo seguí siendo prudente. Nadie denunciaba delitos o crímenes, todo giraba alrededor de la supuesta promiscuidad del grupo. La cuestión era inquietante, pero in loco yo había visto a gente adulta, consciente de sus actos y dueña de su voluntad, divirtiéndose. Tampoco era visible ninguna cuestión de fraude económico. Es más, sus alumnos parecían tan fascinados con su Maestro Juan que no me extrañaría que fueran exageradamente generosos con él o con la institución. Aquella nota en GENTE no la quise firmar, no me gustó el uso que le iban a dar a la foto de apertura (señalando a una pareja lesbiana). Sólo firmé lo que hice de cabo a rabo, que fue la entrevista al “Maestro Juan”. No sé si se le hizo alguna entrevista más, me parece que es la única.
–¿Cómo llegaste a entrevistar a Valeria Llamas? ¿Qué recuerdos tenés de ella?
Eso ocurrió meses después, cuando seguí cubriendo la causa de la Escuela Yoga para el diario La Prensa.
Valeria era una chica madura. Tenía 24 años pero parecía mayor. Me dio la impresión de que ya había establecido fuertes lazos de amistad en el grupo y estaba muy dolorida por la reacción de su padrastro, que la había criado desde los 4 años. La familia había sido asesorada por psicólogas de la Fundación para el Estudio de las Sectas (FAPES) y de la Fundación Servicio Para el Esclarecimiento en Sectas (SPES), que funcionaba en la Universidad Católica Argentina. Me contó que el padrastro la encerró en una habitación y le organizó una suerte de “desprogramación”. La psicóloga María Lourdes Marina conoció la situación, pero negó haber tenido que ver con el encierro. Valeria aceptó someterse a ese careo por pedido de su madre, me dijo. Vivió esa reunión como un “tribunal” que evaluaba sus decisiones y alegó haber salido tan indignada que, al otro día, cuando logró salir de su casa, hizo una demanda a su padrastro por privación ilegítima de la libertad. No sé si lo hizo a instancias de la Escuela. No me extrañaría, sólo puedo decir lo que ella me contó en su momento. Ese fue el inicio de la causa, ya que el padre presentó la demanda por “lavado de cerebro” a posteriori. Todo esto está contado aquí en detalle.
– ¿Qué repercusión tuvo el caso en los 90? ¿Similar o menor que ahora?
Aquella causa fue un escándalo casi idéntico al actual, aunque en los 90 el contexto era más propiciatorio. Reinaba aquí un furor antisectas, no existía ninguna tolerancia a la diversidad y el menor exotismo religioso era sospechoso.
Salíamos de los casos del Lineamiento Universal Superior, las denuncias contra La Familia, conocidos en los setenta como Los Niños de Dios, La Misión de Fulquín y el caso de Juan Unger, conocido como “Las ocho reinas”. Casi todos incluían acusaciones de violencia o abuso sexual y casi todos fueron sobreseídos por la Justicia sin que casi nadie se enterase, ya que al sensacionalismo que rodea estas causas le sigue la indiferencia de los resultados indeseados.
En el caso de la Escuela Yoga fue impresionante la cantidad de allanamientos que, en casi todos los casos, afectaron a alumnos, es decir, supuestas víctimas –víctimas para la Justicia pero no para sí mismos, que no se consideraban tales. Era chocante que el juez Mariano Bergés hubiese recurrido a una fórmula caduca como “corrupción de mayores” para que tuviera algún asidero la acusación de “lavado de cerebro”, una explicación de la adhesión religiosa científicamente tan sostenible como la hipnosis o la brujería.
Si había delitos, amenazas o coacción, eran necesarias pruebas. Y esa carátula desdibujaba la causa. Tenía poco fundamento e incluso es poco verosímil imaginar a mayores llevados por las narices a prostituirse, sin protestar. No parecía haber un encuadre legal definido ni un conjunto consistente de denuncias que sostuviera delitos tan graves. Aparte, los alumnos eran observados como “víctimas”. Victimizar a quien no se considera víctima suele causar el efecto contrario al buscado. Si una persona adulta supuestamente está siendo abusada por un gurú megalómano y la policía la trata como delincuente, difícilmente van a repensar su vínculo con la institución o con el gurú megalómano; es más, hasta podría creer que existe una conjura contra ese maestro que venera o contra sus compañeros de fe, no olvidemos que la Escuela Yoga es una organización filosófico-religiosa, aunque autoridades e integrantes la definen sólo como filosófica.
–¿Qué pensaste o recordaste al enterarte de la causa actual contra la llamada secta de Villa Crespo y de toda la información que se está difundiendo?
Cuando vi que recomenzaba la causa, pensé: “ojalá no se repita el papelón de los 90. Que la justicia esté actuando a partir de hechos nuevos verificables y no parta de prejuicios provistos por personas que reclaman justicia con las manos vacías, afectadas emocionalmente por problemas familiares”. Pese a que así parecer el caso, deseo creer que este gigantesco operativo está fundado en delitos que se pueden probar. Es decir, que cuando el juez decidió meter presas a estas 19 personas ya existían evidencias de que son socios de una organización que recibió donaciones sin el consentimiento de los donantes y pruebas de que tuvieron lugar procedimientos extorsivos que obligaron a los alumnos a favorecer la comisión de ciertos delitos. Si resulta que los alumnos de Percowicz fueron a seducir a terceros con cualquier finalidad, incluidos fines proselitistas, o donaron bienes personales porque se les dio la gana, la causa va a volver a caer. Se supone que después de décadas de luchar contra la Escuela, Pablo Salum, el principal promotor y aportante de información de la causa, debió reunir y aportar testimonios válidos para que la causa pueda avanzar. Ojalá así sea, porque otras veces metió la pata hasta el caracú, inventando acusaciones que luego fue incapaz de fundamentar.
¿Cómo es posible que este tipo que es un contador, que parece un contador y tiene la creatividad de un contador, me diga alegremente que se considera “un filósofo terrible”? ¿Cómo armó semejante estructura y tiene toda esa gente rendida a sus pies?
–¿Qué me podés decir de Juan Percowicz?
El día que entré en la Escuela Yoga con Bosch, el fotógrafo de GENTE, quedamos impactados ante la suntuosidad del ambiente y la devoción que le prodigaban sus alumnos. No fuimos mal recibidos. No había chicas jóvenes, todas eran adultas, bien vestidas y arregladas. Ninguna se nos insinuó, ni ese día ni después –aclaro por si acaso. El espacio era agradable, daban ganas de tomar un whiskicito ahí. Se podía entender que algunas personas encuentren en ese ambiente compañía, amistad y comprensión. Un refugio pasajero o un consuelo más perdurable, no lo sé. También me pregunté: ¿Cómo es posible que este tipo que es un contador, que parece un contador y tiene la creatividad de un contador, me diga alegremente que se considera “un filósofo terrible”? ¿Cómo armó semejante estructura y tiene toda esa gente rendida a sus pies? Bueno, es una pregunta que muchas veces vuelve cuando nos toca pensar sobre otro tipo de liderazgos. Como cualquier persona yo también tengo mis prejuicios y Percowicz, en aquel momento, me pareció un chamuyero. Un fanfarrón con un discurso insípido, anodino y racista. Pero esa era, apenas, mi opinión. Es el misterio del carisma y de la historia y las experiencias de cada persona. Lo que para uno es trivial, a otro le resulta una revelación abrumadora. Un fenómeno similar al de Claudio María Domínguez, que tiene miles de admiradores de su retórica pavota.
Meses después, cuando empecé a trabajar en La Prensa, los alumnos de la Escuela me aportaban información y me dieron algunas entrevistas, pero vigilaban con cierta aprensión lo que publicaba. En mi cobertura busqué ser ecuánime, atenerme a la información y dejar mis prejuicios de lado. Pero un buen día me hicieron saber que no quedaron conformes con alguna nota y cortaron la comunicación.
No volví a saber nada de Percowicz ni de la Escuela Yoga, pese a que los trols de Pablo Salum colapsaron mi twitter acusándome de ser un encubridor rentado por la Escuela, sin duda por no comulgar con el fundamentalismo de quienes promueven su Ley Antisectas.
NOTA
(*) Las fotografías de apertura e interiores de la confitería de la sede de la FEYBA son cortesía de un ex devoto del Maestro Juan. Nos las facilitó en 1994 y no quiso figurar en créditos, pero si considera vulnerados sus derechos no deje de contactarnos a nuestro mail: aagostinelli@gmail.com
ARCHIVO
«El delito de secta no existe». Por A. Agostinelli. Revista Noticias, 5/11/2005
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