Cómo empezó el escándalo de la Escuela Yoga de Buenos Aires, hace 30 años

Es el retorno a los titulares de una de las llamadas sectas (hoy grupos coercitivos) que protagonizaron grandes controversias mediáticas en la década del 90. Fueron varias las estrellas fugaces (y causas fallidas) durante aquellos años: el caso de Valentina de Andrade / Lineamiento Universal Superior, La Familia / Niños de Dios, «Las Ocho Reinas» y la Escuela Yoga o «Yoga Sex».

La reedición de la causa contra la Fundación Escuela Yoga de Buenos Aires, iniciada en 1994, sumió cierto desconcierto. Primero porque varios de los delitos que hoy se le imputan a sus directivos ya habían sido alegados, con diferentes figuras, hace 28 años, como «corrupción de mayores y menores, promoción de la prostitución, estafa y hurto calificado». Segundo y fundamental, porque el retorno de aquella causa, hoy en un Juzgado Federal, es la última oportunidad de establecer si Juan Percowicz, a los 84 años, es culpable o inocente.

QUÉ ÉPOCA. Collage de algunas notas publicadas por el editor de Factor en la revista Gente y el diario La Prensa. Foto de apertura: Jorge Bosch

Los inicios de la causa fueron poco sustanciales y si hubo delitos económicos, los dirigentes de la FEYBA fueron sobreseídos. El caso se instaló a fines de 1993, a partir de la denuncia de un padrastro que se oponía a que una joven mayor de edad, Valeria Llamas, participara en la Escuela.

Conté la historia de Valeria en La Prensa, cuando el llamado “Yoga-Sex” o el caso de la secta “pornoyoga” comenzaba. Fue publicada el 6 de noviembre de 1994 bajo el título “Corrupción de mayores”.

CORRUPCIÓN DE MAYORES

Por Alejandro Agostinelli

El fin de semana del 27 y 28 de noviembre de 1993, Valeria Llamas fue encerrada en su casa para impedir que continuara asistiendo a la Escuela Yoga de Buenos Aires. La denuncia de su padrastro –dijo que Valeria había sido captada por una secta– desencadenó 26 allanamientos (21 de ellos en domicilios de miembros de la Escuela), y una orden de captura contra cinco de sus directivos. El juez de instrucción, Mariano Bergés, debió responder graves acusaciones por supuestas irregularidades que presenta la causa, caratulada «Corrupción de mayores».

EL PUNTO DE PARTIDA

Ese domingo, por más que lo intentaba, Valeria no se podía concentrar. Se acomodaba a cada rato los lentes y miraba hacia la puerta con los ojos tristes de tanto oír los malos augurios de su familia. «En cualquier momento esta chica se suicida», decían. Abandonada por su padre cuando era una niña, incomprendida casi siempre por su madre, la angustiaba su tempestuosa relación con su padrastro. Ese día, domingo 28 de noviembre de 1993, le prohibieron el teléfono y acercarse a la ventana. Pero sus impulsos por quitarse la vida habían quedado atrás. Ya se había acostumbrado a las peleas, las amenazas y los encierros, y le estremeció notar la naturalidad con que aceptaba su propia infelicidad. Si alguien hubiera podido obtener una instantánea de ese momento de desconsuelo, la imagen mostraría a Valeria sentada en la cama con las manos metidas en sus rulos negros. «Esto no está pasando. No tengo escapatoria», se repetía en su ritual de lágrimas.

Valeria hubiera preferido estar tomando un café con sus amigas. «Pero no me lo permitían». Desde que rompió con Guillermo, su ex, le hicieron la vida imposible. «Echaste a perder un noviazgo serio», era el latiguillo. No terminaba de reponerse de la confusión cuando Elena, su madre, entró en la pieza y le arrebató Más allá del bien y del mal, el libro de Nietzche que estaba leyendo, y se lo cambió por Sectas: cuando el paraíso es un infierno, de Alfredo Silletta. «Mejor leé este otro, nena, así te das cuenta dónde estás metida». Le echó una hojeada displicente. Después se enganchó.

Todavía estaba aturdida por la sesión de golpes de la noche del sábado, dijo Valeria, cuando leyó que las sectas recurrían a formas de chantaje psicológico, que suprimían la libertad individual, que sus integrantes eran entes con modales de robot, como muñecos que andan por el mundo con la cabeza gacha, entrenados para obedecer sin chistar los caprichos de un líder autoritario.

Valeria imaginó que ese retrato coincidía más con el grupo familiar encabezado por su padrastro, el abogado Rodolfo Sommariva, que con el del contador Juan Percowicz, maestro-fundador de la Fundación Escuela Yoga de Buenos Aires.

Foto: Archivo La Prensa, 1994

“PERSUASIÓN” FAMILIAR

Llegó a esa conclusión sin mucho asombro. Pero algo le resultaba más inquietante: el libro que su madre le había puesto en las manos prevenía sobre las sutilísimas técnicas de persuasión que habitualmente se le atribuyen a las sectas. Para ella, si existía algo que pudiera llamarse lavado de cerebro, era lo que vivía, y le quedaba por vivir, ese fin de semana. «El encierro empezó la noche del viernes. El sábado me quise resistir y Sommariva me quiso callar a golpes; me tapó la boca y me estrelló contra una pared. Intenté salir, pero la puerta estaba cerrada con una llave interna», recuerda. «A Valeria jamás se la golpeó ni se le prohibió nada, lo que pasa es que captaron su voluntad y no se da cuenta de nada», desmiente el padrastro.

Cuando su madre volvió a entrar en el cuarto esa tarde de domingo, no estaba sola: fue acompañada por María Lourdes Molina, una psicóloga que lucha contra las sectas en una asociación que funciona en la Universidad Católica. «Recién vas a poder salir cuando hables con la licenciada», le dijo.

Valeria había visto a María Lourdes una vez en su vida. Lo que le escuchó decir en aquella sesión le alcanzó para ganar su antipatía. La escuela era para la psicóloga «una secta destructiva que le había lavado el cerebro». Valeria la estaba recibiendo para darle el gusto a la madre y le sugirió asistir a una conferencia, donde a lo mejor escucharía cosas que ablandarían sus certezas. La psicóloga le contestó que no era necesario. Nunca había estado ahí, pero le dijo que ya sabía de qué se trataba. «Ella aceptó hablar con Molina para espiar, enviada por la secta», conjetura Sommariva.

Era curioso, pero todos los problemas de Valeria parecían estar centrados en su decisión de participar en un grupo que nunca hubiera conocido si no fuera porque –cuatro años antes– había conocido por su madre. Y se sentía cómoda allí: «Yo iba a las conferencias, participaba de actividades filosóficas y culturales y me divertía. Nunca vi casos de prostitución o de corrupción. Si fuera así, hubiera sido la primera en irme», explica.

“DESPROGRAMACIÓN” FALLIDA

Salieron de la habitación.

En el living la esperaban su padrastro, sus dos hermanitos, sus primos, sus tíos y hasta amigos de la familia. La silla del centro era para Valeria.

La psicóloga sugería que se fijaran en su mirada perdida. «Era un tribunal ridículo donde juzgarían decisiones que solamente yo podía tomar», dice ahora Valeria. Aunque antes, en caliente, cuando denunció a su padrastro, habló de tortura psicológica: «Eran como gotas de agua que me taladraban el cerebro». Sommariva, en el juzgado del doctor Mariano Bergés, declaró que su idea era que «la licenciada lograra producir un shock en la personalidad de su hijastra, contrario al que recibió en la Escuela de Yoga». El objetivo de esa reunión «era hacerla reaccionar por una cuestión de orden familiar», aclaró después.

«Molina organizó todo desde el principio», acusa Valeria. La psicóloga lo desmiente: «Yo no ordené el encierro», dice. «Los padres no sabían qué hacer, estaban desesperados. Entonces fui a la casa -continúa- y pedí que estuviera toda la familia, incluso los amigos importantes de Valeria antes de que entrara a la organización. Quería que le dijeran cuánto había cambiado. Le dije que se permitiera pensar sola, sin presiones. Eso es la libertad, que me parece tan valiosa. Pero yo la veía muy deteriorada, con la mirada vacía», explicó Molina.

El lunes Valeria pidió permiso para salir y presentó una denuncia contra su padrastro por privación ilegítima de la libertad. Esa noche volvió a su casa acompañada por la policía para llevarse sus cosas. Sommariva intentó encerrarla otra vez y recién pudo salir dos horas más tarde con la ayuda de los agentes, que entraron alertados por los gritos.

Lo que pasó después es historia conocida. Mañana, lunes 7 de noviembre, Valeria cumplirá 25 años. Para la licenciada Molina el dato es relativo: «El desafío es poder medir el grado de libertad de una persona, más allá de la edad».

Primera publicación: En Diario La Prensa. Buenos Aires, 6 de noviembre de 1994

RELACIONADAS


El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
Alejandro Agostinelli en Twitter
Alejandro Agostinelli/Factor 302.4 en Facebook
+ info sobre el autor, Wikipedia en Español
+more info about Wikipedia English