Venus, tráfico no identificado. ¿Acaso son los pilotos testigos perfectos de «ovnis»?

A mediados del siglo pasado la Fuerza Aérea de los EE.UU. les llamó O.V.N.I. por la sigla de objetos voladores no identificados. Hoy el término se ha lexicalizado. Se habla de ovnis y estos son, para casi todo el mundo, sinónimo de naves interplanetarias. Sin embargo, no hay ni pizca de evidencia de que los “no identificados” son vehículos extraterrestres. Esas cosas extrañas que algunos relacionan con naves ET son fenómenos que a menudo no han recibido una correcta identificación. En los últimos años, los pilotos de aeronaves civiles y militares emergen como «los nuevos escrutadores del misterio». Los nuevos héroes a la hora de «avistar ovnis».

¿Hasta qué punto el piloto puede ser considerado “testigo de élite” o “testigo calificado”? Si estos testimonios son en verdad asombrosos, ¿dónde están esos pilotos? Y si pueden equivocarse, ¿no será que su pregonada infalibilidad es otro mito de los que abundan en la polémica platillista?

El reconocido investigador ibérico Manuel Borraz Aymerich repasó decenas de informes donde aviadores se enfrentaron con una serie de estímulos a priori no convencionales que, luego de una investigación concienzuda, fueron identificados; a veces, como el planeta Venus.

Este artículo fue publicado en 1995, cuando un grupo de estudiosos españoles e iberoamericanos todavía luchaba por la supervivencia de una ufología científica y publicaba sus trabajos en la revista Cuadernos de Ufología (CdU). Releer hoy aquellos trabajos es más necesario que nunca.

Por Manuel Borraz Aymerich (*)

Uno de los mitos más arraigados, no sólo entre los amantes de los platillos volantes sino también entre los estudiosos de los ovnis, pretende que las observaciones de fenómenos aéreos sin identificar realizadas por pilotos civiles o militares constituyen los testimonios más sólidos de la presencia de misteriosas naves en nuestros cielos.

Otro de estos persistentes mitos podría sintetizarse diciendo que invocar al planeta Venus a la hora de explicar la observación de un presunto ovni es el recurso más socorrido e inverosímil que hayan podido utilizar los detractores de los platillos volantes.

Sin embargo, lo cierto es que los hechos, cuando son analizados sensatamente, vienen a desmentir una y otra vez estas creencias.

Nadie discute que los pilotos sean observadores altamente cualificados, en razón de su formación y experiencia, pero no por esto debe pensarse que todo piloto es siempre capaz de identificar adecuadamente cualquier estímulo ordinario, en cualquier circunstancia. Aunque se trate de un estímulo tan común como el planeta Venus que, tanto cuando se manifiesta como lucero del alba como cuando lo hace como lucero vespertino, suele destacarse por su inusitado brillo.

Cuando en el reporte de un objeto avistado desde el aire fue posible establecer que Venus era visible y el planeta se encontraba en la posición donde fue observado el presunto ovni luminoso, o muy cerca de la posición aproximada indicada por el testigo, la pregunta obligada es por qué el o los testigos no mencionaron ningún otro objeto brillante en las proximidades del ovni, máxime si se dieron condiciones de buena visibilidad. La respuesta más simple y razonable es que, probablemente, no debía haber otro objeto: los pilotos habrían estado observando el planeta Venus. En la práctica, esto no sólo explica la «coincidencia» entre –por poner un ejemplo– el ocaso del astro y la desaparición del ovni sino que además, como veremos, es coherente con los detalles más espectaculares del avistamiento.

Se impone comenzar mencionando brevemente algunas nociones de óptica atmosférica.

Foto: Xu Yinglong, Tu Lei y Zhu Jinrong (2019)

EL ESTÍMULO

Los rayos de luz procedentes de un astro atraviesan una mayor porción de la atmósfera (y en particular de sus estratos más bajos) cuando el astro es visible próximo al horizonte.

En esas circunstancias, dichos rayos de luz experimentan los efectos de la refracción atmosférica de forma muy acusada y, como consecuencia, siguen trayectorias curvadas cuya desviación es ligeramente distinta para distintas longitudes de onda, es decir, para distintos colores. Por otra parte, la curvatura de los rayos puede sufrir importantes fluctuaciones dependiendo de las condiciones meteorológicas de las regiones que atraviesan. En definitiva, el fenómeno de la refracción es responsable de efectos tan característicos como la deformación de la imagen del disco solar en el ocaso o el centelleo de las estrellas. También puede explicar algunos efectos descriptos a veces por los pilotos al confundir Venus en el horizonte con un tráfico relativamente próximo. Pueden mencionarse aquí, por ejemplo:

 – variaciones de intensidad luminosa;

 – cambios de color;

 – desplazamientos verticales aparentes (dando la impresión incluso de descensos hasta el nivel del suelo para volver a recuperar después la posición original);

 – imágenes distorsionadas e incluso múltiples (espejismos del astro).

De hecho, la refracción atmosférica sólo puede originar pequeños desplazamientos angulares de la imagen de Venus y, análogamente, los efectos de los espejismos se circunscriben a desviaciones angulares pequeñas. No obstante, pueden ser suficientes para hacer irreconocible la imagen del planeta o dar lugar a confusas ilusiones de desplazamiento –sin perjuicio de que pueda haber otros factores implicados, como pequeñas derivas o cabeceos del propio avión en vuelo–.

Otro fenómeno atmosférico de interés es la dispersión de la luz por las moléculas del aire.

Este fenómeno afecta sobre todo al segmento del espectro de la luz visible más próximo al azul y al violeta, siendo responsable de la coloración azulada del cielo diurno. La dispersión atmosférica de la luz tiene consecuencias muy peculiares cuando un astro se encuentra próximo al horizonte, es decir, cuando los rayos de luz que nos llegan del astro efectúan un recorrido más largo en la atmósfera. La porción del espectro correspondiente a la luz azul queda muy mermada y, en la luz que finalmente alcanza al observador, se da un predominio de la luz roja. Así se explica el color anaranjado o rojizo que a menudo muestran los astros cuando se encuentran situados a pocos grados de elevación sobre el horizonte.

La aparición fugaz del color verde en un planeta Venus a punto de ocultarse puede atribuirse al efecto combinado de dispersión y refracción atmosféricas, de forma análoga al «rayo verde» observable en determinadas circunstancias cuando el sol está a punto de desaparecer detrás del horizonte.

Por último, no puede dejar de señalarse que la interposición de nubes puede disminuir e incluso extinguir el brillo aparente de un astro.

LA PERCEPCIÓN

Hasta ahora sólo hemos hablado de las propiedades físicas del estímulo involucrado en un incidente de este tipo. Pero, además, debemos tener en cuenta el importante papel que juegan los factores perceptivos y la psicología de los observadores.

El llamado efecto autocinético, que se pone de manifiesto cuando se observa un punto luminoso en ausencia de un marco de referencia, puede dar lugar a que el observador perciba el brillante planeta describiendo continuos movimientos desordenados.

Por otra parte, cuando un estímulo luminoso desconocido es contemplado en la oscuridad, el observador carece de referencias que sirvan de ayuda en la evaluación de su tamaño y la distancia a que se encuentra, así como la magnitud y dirección de su velocidad.

Cualquier estimación en valor absoluto de estos parámetros es, en la práctica, totalmente subjetiva. Como es natural, un intenso foco luminoso visible aproximadamente al nivel de vuelo tenderá a ser interpretado por un piloto en términos de las luces de otro avión, como le dicta su experiencia. Así, por ejemplo, se sentirá inclinado a pensar que el objeto se aleja cuando la luz se hace menos brillante o se acerca en rumbo convergente con el del avión cuando la luz se intensifica. También tenderá a buscar una cierta periodicidad artificial en las variaciones de la luz. Y si el foco luminoso mantiene su posición relativa respecto al observador –como ocurre cuando se trata de una fuente de luz muy distante– se convencerá fácilmente de que la luz mantiene su misma velocidad y rumbo, es decir, vuela en paralelo con el avión –ver Nota (*)–.

En definitiva, la interpretación de Venus como «tráfico no identificado» condicionará las estimaciones de distancia, altura y velocidad que puedan hacer los pilotos en esas circunstancias.

LA INTERPRETACIÓN Y EL RECUERDO

Ya hemos mencionado los factores que tienen que ver con el estímulo físico y con la percepción de este por parte del observador. Falta abordar un tercer aspecto de gran influencia involucrado en muchos casos, aunque hay que recalcar que se trata de factores difícilmente separables.

Las ideas preconcebidas y las creencias del testigo pueden influir poderosamente no sólo en su conducta durante la observación y su actitud frente a los hechos sino también en el contenido de lo observado. Habrá quien afirme distinguir el típico perfil de un platillo volante en el núcleo de un resplandor luminoso que otros testigos sólo acierten a describir como una estrella extraordinariamente brillante. Y habrá incluso quien llegue a intentar un contacto telepático con el presunto ovni.

Otra cuestión a tener en cuenta es la fiabilidad de los relatos que hacen de sus experiencias los observadores, especialmente cuando ya ha transcurrido un cierto tiempo desde el avistamiento.

No hay que subestimar la posibilidad de que algunos detalles aparezcan exagerados o embellecidos mientras que otros sean simplemente omitidos. Por ejemplo, se da el caso de pilotos que, posteriormente, en sus declaraciones, sitúan el objeto a distancias relativamente próximas, indicando incluso estimaciones concretas, cuando durante el avistamiento, tal como atestigua la grabación de sus conversaciones con los controladores en tierra, habían sido mucho más cautos y manifestaban abiertamente su incapacidad para asignar distancias.

DETECCIONES POR RADAR

En determinadas ocasiones puede haber constancia de algún eco radar en la proximidad del avión, detectado desde alguna estación de tierra.

En casos de presuntas observaciones de Venus, lo que estaríamos tentados a valorar como una confirmación excepcional de la presencia del ovni, no tendría, en la práctica, nada que ver con la observación visual. A veces se trataría de ecos transitorios a los que, posiblemente, los operadores del radar no habrían dado mayor importancia de no haber mediado un aviso o una comunicación previos por parte de los pilotos. O viceversa, un eco anómalo puede desencadenar una situación de alerta que propicie que algún piloto vea en el lucero –si está a la vista, evidentemente– la confirmación de la presencia de un intruso aéreo.

No hay que perder de vista que los radares no son infalibles.

En determinadas circunstancias y dependiendo de las características del equipo de radar y el procesado de la información pueden aparecer ecos parásitos sin relación con ninguna aeronave, debido por ejemplo a bandadas de pájaros o turbulencias del aire en la baja atmósfera con tiempo despejado. Asimismo, bajo ciertas condiciones meteorológicas que alteren las condiciones normales de propagación radioeléctrica, pueden aparecer ecos que en realidad se encuentran a una mayor distancia de la que muestra la pantalla o presentarse como blancos aéreos objetos situados en la superficie. Sin olvidar posibles reflexiones múltiples de las ondas radáricas, interferencias e incluso errores de funcionamiento de los equipos. Se trata de situaciones infrecuentes, claro está, pero relevantes a la hora de tratar episodios anómalos como los que aquí nos ocupan.

LA DINÁMICA DEL AVISTAMIENTO

La panorámica de las circunstancias que rodean a este tipo de observaciones sería incompleta sin unos comentarios sobre su dinámica.

Obviamente, la salida del astro puede desencadenar directamente el comienzo de un avistamiento, de la misma forma que, en otras ocasiones, el ocaso delimita el final del avistamiento, cuando no se ha producido prematuramente por otras causas.

También es evidente que las condiciones meteorológicas de visibilidad pueden condicionar el comienzo, la evolución y el final de una observación determinada.

No obstante, puede darse el caso de que el astro, aun siendo visible, pase desapercibido hasta que los pilotos son avisados de la presencia de alguna luz extraña observada desde tierra o desde otro avión, o de la detección por radar de algún eco no identificado, como se ha apuntado.

En otros casos, los cambios de rumbo a lo largo de la ruta seguida por el avión, y los consiguientes cambios en la posición relativa del planeta respecto a los observadores, pueden hacer suponer que el astro pase a ser observable o deje de serlo, por quedar «a espaldas» de los mismos.

A veces, es el descenso en altitud de los observadores el que propicia que el astro deje de ser observado, en aquellos casos en que se encuentra prácticamente en el horizonte, ya se trate de la salida o el ocaso. Y viceversa, el ascenso del avión puede hacer que el planeta comience a ser visible para los observadores de abordo.

En un último inciso trataremos la cuestión de a qué elevación angular mínima sobre el horizonte debe encontrarse un planeta brillante para poder ser observable.

OCASO Y ELEVACIÓN ANGULAR

Por razones puramente geométricas, desde un lugar situado a una cierta altura un astro puede seguir siendo visible después de su puesta u ocaso astronómico, momento en que se encuentra a nivel del horizonte astronómico, es decir, a la altura de la vista del observador. Para observadores situados a 9.000 metros de altura, por ejemplo, el horizonte delimitado por el paisaje u horizonte sensible queda unos 3º por debajo del horizonte astronómico; por consiguiente, si la visibilidad fuera perfecta, los observadores serían capaces de seguir observando el astro hasta que estuviera situado a 3º bajo el horizonte astronómico. Algo que –salvo en rarísimas circunstancias– resulta imposible para un observador situado a nivel del mar. Análogamente, un observador elevado tiene la posibilidad de contemplar un astro determinado desde algo antes de su salida.

Otro factor a tener en cuenta tiene que ver con la refracción atmosférica. El efecto de la refracción en condiciones normales (refracción estándar) hace que cerca del horizonte, donde el efecto es más acusado, los astros aparezcan ya levantados casi medio grado respecto a su posición verdadera.

En circunstancias excepcionales, cuando se dan condiciones de propagación anómala, este valor puede ser mayor. Por supuesto, en el caso de un observador aéreo, esta extensión de la visibilidad vendría a añadirse a la que ya le corresponde por causa de su posición elevada, como se indicaba antes.

En relación con los avistamientos desde aviones, una situación de propagación anómala de especial interés sería la formación de lo que se llama un «conducto elevado», a algunos miles de metros de altitud, en la discontinuidad entre una capa superior de aire seco y cálido y una capa inferior de aire húmedo y más frío. Cuando un rayo de luz incide con un ángulo rasante en una región de estas características se refracta de manera que puede llegar a propagarse incluso centenares de kilómetros a lo largo de la discontinuidad, siguiendo la curvatura terrestre. Esto supone que, si la visibilidad lo permite, el planeta puede seguir siendo observado incluso cuando está a unos grados bajo el horizonte sensible, en lugar del medio grado a que hacíamos referencia en condiciones normales. Fenómenos de propagación anómala intensos y persistentes son hasta cierto punto frecuentes con buen tiempo sobre los océanos de regiones tropicales.

EJEMPLOS

«Bueno, he tenido notificaciones de aviones que me han dicho, cuando volaban de Málaga a Sevilla, me han dicho: ‘Sevilla, ¿tienen ustedes tráfico?’ -‘No, no.’ -‘Es que parece que hay un objeto, un… algo’. Y luego resulta que unas veces podía haber sido un lucero brillante en un ángulo de declinación con la Tierra determinado, en que aparecen muy brillantes, y también experiencias, que ya le habrán contado compañeros, de haber autorizado a un avión a despegar por la pista 10 de San Pablo, y decir: ‘Sevilla, no despego porque tengo enfrente…’ Y no, no era más que un lucero ¿no?»

(José Galindo Moya, supervisor de área del Centro de Control de Vuelo de Sevilla [ref.: 12])

Un repaso –no exhaustivo– de la casuística española de avistamientos de ovnis desde el aire  permite proponer algunos ejemplos característicos de incidentes que, muy probablemente, pueden explicarse como observaciones de Venus.

Lo primero que llama la atención es que no se trata precisamente de casos de segunda fila, sino todo lo contrario.

Un rasgo en común de estos episodios que merece ser destacado resulta ser su práctica coincidencia horaria con el ocaso de Venus.

Dejemos que el lector saque sus conclusiones en cada caso teniendo a la vista la información de los gráficos adjuntos. Los casos en cuestión se reseñan seguidamente (las horas están referidas al meridiano de Greenwich -GMT-):

4/11/68. 18h23′(GMT), duración aprox.: 8′. Avión comercial frente a la costa de Castellón, en vuelo Londres-Alicante. Observación de una luz central con dos luces laterales menores. Presunta detección radar desde tierra.

 A juzgar por las primeras informaciones, hay indicios evidentes de que la versión más reciente dada por el Comandante del avión J.L. Lorenzo Torres estaría muy dramatizada. Una recreación del incidente llega a mostrar el ovni pegado al avión, evolucionando alrededor de la cabina.

[REFERENCIAS: 1, 2, 3]

RECREACIÓN ARTÍSTICA. Según J.J. Benítez, el OVNI se colocó a corta distancia del «morro» del Caravelle del comandante Lorenzo Torres. Era el 14 de noviembre de 1968. Todos los radares militares de la costa mediterránea captaron el eco del presunto ovni. (Fuente de las imágenes)

 25/2/69. 21h19′(GMT), duración aprox.: 19′. Avión comercial sobre el Mediterráneo, frente al Golfo de Valencia, alcanzando Sagunto, en vuelo Palma de Mallorca-Madrid. Observación de una luz.

Algunos han llegado a acusar a medios castrenses –con argumentos francamente endebles– de haber falseado la hora del incidente en el expediente militar sobre el caso para poder justificar la explicación astronómica.

 [REFERENCIAS: 4, 5, 6]

 26/9/73. 19h24′(GMT), duración aprox.: unos minutos. Avión militar frente al Golfo de Valencia, de regreso a la base de Manises. Observación de una luz. Eco radar transitorio captado desde tierra.

 Se ha objetado que, a diferencia de Venus, un cuerpo luminoso que realizara los cambios de rumbo indicados por los testigos cambiaría su posición respecto al fondo de estrellas fijas [ref.: 11]. En realidad, los detalles del avistamiento muestran que su comportamiento (rumbo convergente, vuelo en paralelo, alejamiento final) sería indiscernible del de un lucero situado en una posición fija, experimentando cambios de brillo.

 [REFERENCIAS: 4, 7]

12/2/85. 22h00′(GMT) aprox., duración: alrededor de 14′. Avión comercial en vuelo Arrecife-Las Palmas (Islas Canarias). Observación de una luz, precedida por una observación desde tierra (Arrecife).

En declaraciones a un medio radiofónico tras su llegada a Las Palmas, el Comandante del avión llegó a comentar: «Tiene un sistema propio de desplazamiento que nosotros, vamos… ni soñamos todavía poder llegar a eso».

 [REFERENCIAS: 8, 9, 10]

CONCLUSIONES

Llegado el momento del balance de estos casos podríamos preguntarnos cuáles son las circunstancias que los hacen posibles. De los diversos condicionantes que se han venido exponiendo anteriormente pueden resaltarse los importantes efectos que puede tener la posición de Venus en los casos en que se encuentra prácticamente en el horizonte durante el avistamiento. En ocasiones, esta elevación angular pequeña potencia los efectos de la refracción atmosférica con consecuencias desconcertantes. Por otra parte, la posición del planeta, «a la altura del avión», reforzaría la impresión de que el fenómeno observado es una aeronave antes que un astro. Asimismo, una elevación angular muy reducida hace, generalmente, que el planeta sea inobservable desde tierra y la explicación Venus sea prematuramente descartada.

Sorprende la relativa facilidad con que una observación de este tipo puede llegar a estar relacionada con una detección radar presuntamente corroborativa.

En algunos casos, la observación podría dejar de tener un carácter estrictamente anecdótico llegando a provocar alguna alteración de las condiciones de vuelo (altura, rumbo) y no sería inverosímil que incluso llegara a motivar el despegue de cazas militares de intercepción.

Cuando un estímulo astronómico es el responsable de un incidente de este tipo es posible verificarlo más allá de toda duda razonable y realizar un seguimiento de los hechos. En muchos otros casos, la propia naturaleza del estímulo (globos, experiencias militares, bólidos, espejismos y un largo etcétera) dificulta mucho más la identificación. En casos excepcionales no puede descartarse la posibilidad de raros fenómenos desconocidos. Con todo, deben tenerse en cuenta las enseñanzas que se desprenden de sucesos como los estudiados aquí.

Manuel Borraz, abril de 1987 – enero de 1995

El Dr. en Física e Investigador del CONICET Andres Rieznik entró descollando a tratar cosas de ufólogos en la TV Pública (Argentina). Su primera intervención sobre el tema en Mañanas Públicas, el 4 de junio de 2021.

NOTA:

(*) En alguna ocasión he atribuido al efecto del paralaje la impresión de «seguimiento» a que da lugar un objeto distante al ser visto por un observador en movimiento. El Dr. Willy Smith [ref.: 11] objeta acertadamente que no se puede hablar de paralaje en el caso de Venus observado por un piloto contra el fondo de las estrellas fijas. Si consideramos un intervalo de tiempo relativamente corto y una separación entre puntos de observación no muy grande, el desplazamiento de Venus respecto a las estrellas fijas pasa desapercibido.

Habitualmente, se entiende por paralaje el «desplazamiento de la posición aparente de un cuerpo debido a un cambio de posición del observador». En Astronomía, la posición aparente se establece tomando como referencia el fondo de estrellas fijas. Por tanto, en sentido estricto, no existiría paralaje apreciable en la situación anterior.

No obstante, en un sentido más amplio, es obvio que el piloto que observa Venus a un costado convencido de que es otro avión considera que se produce un desplazamiento del objeto. En definitiva, habría que buscar un término que se adaptara específicamente a «ilusión de desplazamiento de un cuerpo debido a un cambio de posición del observador».

(*) Este artículo fue publicado en CdU nº 18, 2ª época, en el año 1995.

Referencias:

1.- Benítez, Juan J. Encuentros en «Montaña Roja». Plaza & Janés, Barcelona, 1981.

2.- Expediente 681104 del Mando Operativo Aéreo. Torrejón, 1992.

3.- La Actualidad Española, nº 898 (20 marzo 1969).

4.- Benítez, Juan J. OVNIs: documentos oficiales del Gobierno español. Plaza & Janés, Barcelona, 1977.

5.- Benítez, Juan J. Materia Reservada. Editorial Planeta, Barcelona, 1993.

6.- Expediente 690225 del Mando Operativo Aéreo. Torrejón, 1993.

7.- Expediente 730926 del Mando Operativo Aéreo. Torrejón, 1993.

8.- Programa radiofónico Directo, Directo. RNE/Radio-1 (tarde del 14 febrero 1985).9.- Programa radiofónico -. RNE/Radio-1 (mañana del 23 febrero 1985).

10.- Canarias-7, 14 febrero 1985.

11.- Smith, Willy. Los Disidentes. Cuadernos de Ufología (2ª época), nº 16-17 (1994).

12.- Beorlegui, Jesús, y Faber-Kaiser, Andreas. El susto de la fortaleza volante. Mundo Desconocido, nº 36 (junio 1979).

AGRADECIMIENTOS:

Deseo dar las gracias a V. J. Ballester y a J. Plana por la documentación aportada sobre los casos anteriormente citados. Agradezco a J. J. Benítez su gentileza al enviarme copia de la ref. 6. 

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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