El 25 de febrero de 1979, una familia establecida en Guaymallén, Mendoza, se detuvo en Puente del Inca para zambullirse en sus aguas termales y tomarse algunas fotos. En la última del rollo apareció una figura humanoide y, quizá, el ovni que lo transportó. La historia de los Nobiltá trascendió las fronteras y llegó para quedarse cuando un periodista bautizó a grupo cuyano de rock Los Enanitos Verdes. Anticipo de una historia que pronto contaremos completa.
¿Cómo era protagonizar una experiencia sobrenatural en la Argentina en 1979? En varios sentidos las cosas no han cambiado. El testigo deberá sobreponerse a cierta incredulidad, los “especialistas” usarán el testimonio para sostener sus teorías y ciertos medios intentarán sacar su tajada. En otro sentido las cosas son diferentes. Internet aturde con casos calificados a la ligera como extraordinarios. Así, lo que antes era casi excepcional hoy trasunta banalidad. Las redes sociales están superpobladas de personas y sitios web que generan historias de duendes de otra dimensión casi a diario. Es justificable cierta nostalgia por la credibilidad ganada con el sudor de la frente. No era fácil trucar imágenes y no era habitual que una foto fuera acompañada por testimonios convincentes. En 1979, fotografiar un enano de otro mundo era una noticia de llegada rápida a las primeras planas. Era una historia colorida que permitía discutir sobre la existencia o no de extraterrestres en prime time. Fue tan grande la popularidad que alcanzó el caso de la familia Nobiltá que una banda de rock quiso llamarse Los Enanitos Verdes. Que el enanito de la foto fuera naranja era lo de menos.
A fines de los 70, si el fotógrafo era un médico prestigioso y éste poseía el aval de un profesor universitario, era suficiente para sostener que la foto de una mancha con forma humanoide correspondía a un extraterrestre en un programa de gran audiencia. Tal vez por eso el ufólogo que defendió el carácter sobrenatural de la imagen inusual de la foto recién puso el acelerador a la investigación meses después, cuando el caso había alcanzado máxima visibilidad.
El caso Nobiltá impuso en los medios argentinos la categoría “enanitos verdes”, mezcla de gnomos y marcianos (mitológicamente verdes). El estereotipo reapareció en diciembre de 1983 en Villa Montoro, en el conurbano platense, Buenos Aires, y en Gobernador Ing. Valentín Virasoro, Corrientes. En 2002, durante la oleada de “vacas mutiladas”, los testigos no solo mentaron al chupacabras, una entidad de origen caribeño; también vieron enanitos verdes.
Todo comenzó al atardecer del domingo 25 de febrero de 1979, cuando una familia establecida en Guaymallén, Mendoza, volvía de una excursión al Cristo Redentor. Participaron del paseo Inés Magdalena Tecchioli (41 años), Juan Nobiltá (44) y sus hijos Alicia Inés (15), Gabriel Augusto (13) y Juan Antonio (10). También estaban Silvana Alicia y Martín Laghisz, de 10 y 5 años, sobrinos del matrimonio. Se detuvieron en la fuente termal de Puente del Inca. Juan sacó varias fotos. Usó una Kodak Instamatic 56x, por entonces la típica camara familiar, y una película Fujicolor (126). Nadie vio nada raro. Eran cerca de las 18 horas.
Hace un par de semanas logré conversar largo rato con Inés Tecchioli, quien descubrió aquella curiosa mancha anaranjada-rojiza ubicada a la par del grupo familiar e identificó como un ser extraño que parecía colarse y “saludar” al fotógrafo. También pude entrevistar a su marido, Juan Nobiltá, nacido en Belluno, región de los Alpes italianos, médico del Hospital Lencinas de Mendoza y por tres décadas docente de la cátedra de Infectología de la Universidad Nacional de Cuyo. A sus 85 años, mantiene su vitalidad y se toma muy a pecho lo que vivió aquel verano de 1979, pese a su escepticismo inicial.
Inés llevó el rollo a una casa de revelado, vio la figura en el último cuadro y aprovechó que los padres del ufólogo Victorio Corradi eran pacientes de su marido para obtener una opinión calificada. Victorio dio un veredicto exprés: “‘Esto es un gnomo, o un extraterrestre, ya me comunico con Mónica Presenta’”, recuerda Juan.
La noticia fue todo lo viral que podía ser una noticia a fines de los 70. Los productores de Mónica Cahen D’Anvers, que emitía Canal 13, le tuvieron fe: no eran tiempos de mail ni de whatsapp; ni siquiera de fax. El 31 de agosto, la producción del programa envió los pasajes aéreos y Corradi y a Nobiltá llegaron a Buenos Aires esa misma noche. Al otro día estaban en el aire. Una noche recibieron en el Bauen Hotel, donde se hospedaban, la visita de un grupo de oficiales de la Armada. “Ellos nos dijeron que atrás del gnomo había un platillo volador. ‘De ahí descendió’, dijo un marino. Ni Corradi se había dado cuenta.”
HIEROFANÍA. Al regresar de Buenos Aires, Nobiltá dice que su mujer le confió que esa tarde, en Puente del Inca, «sintió algo». Ella escribió: “Procedido el revelado del rollo pude advertir instintivamente la significativa figura que aparecía en una de las fotografías e inmediatamente relacioné este hecho con la poderosa percepción de lo extraordinario que sentí en aquel lugar y en aquella oportunidad, como esos grandes interrogantes existenciales que invariablemente nos llevan a Dios”.
No voy a publicar, ahora mismo, todos los pormenores, pero Corradi, el más fervoroso divulgador del caso, hizo esfuerzos que hoy se nos antojan desmesurados por legitimar lo que para él era evidencia de una “entidad extrahumana”. Y la sensación de Inés fue parte de sus certezas. Eran tiempos en que los ufólogos buscaban quitarle la venda a los hombres de ciencia frente a la «realidad extrahumana». Hoy el entusiasta platillista no parece interesado en çonvertir o al menos en apelar a la consciencia de los hombres de ciencia, como si se hubiese devaluado la pretensión de hacer pasar gente de un lado al otro de la grieta.
Lamentablemente, no ubiqué a Corradi, “el Fabio Zerpa mendocino”, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y por entonces director del Instituto de Estudios de Fenómenos Extrahumanos “Hombre Cósmico” (IDEFEH), autor de una recopilación de estudios que publicó en el único número de “Dimensión Extrahumana, Publicación Científico-Informativa del IDEFEH”, en julio de 1980 (portada a la derecha).
Corradi hizo analizar imagen a los fotógrafos Atilio Rosario Spinello, Félix de Borbón, Rosendo Osvaldo Ruiz, Juan Carlos Sarmiento, Angel Morales y Raúl Rubens. “Todos coincidieron –escribió– que no es un truco fotográfico, que la emulsión no está dañada, que no es un reflejo, que no es un objeto conocido; ni una ‘imagen fantasma’ ni ningún otro fenómeno definible fotográficamente (…) “todos descartaron que hubiese habido algún tipo de defecto en el revelado”. Llegó a enviar copia del negativo a William H. Spaulding, director del grupo especializado en análisis de fotos ovni Ground Saucer Watch Inc (GSW). Los resultados del estudio desilusionaron al ufólogo. “Creemos que la imagen –escribieron– es una mancha química, rara solo en su forma, que ocurrió durante el revelado de los negativos originales (…) Aparentemente la anomalía ocurrió entre el ciclo de revelado y lavado. GSW ha visto este tipo (no forma) de artefacto en análisis previos. Hay quienes quieren creer que la fotografía representa una criatura o extraña anomalía; sin embargo, esto será difícil de probar sin la colaboración de testigos. No hemos hallado evidencia que apoye una imagen no planar”.
CUESTIÓN DE FORMAS. Corradi le reprochó al GSW que no aclarase la probabilidad de que “la formación de una mancha química adopte esa forma tan precisa en sus contornos y cuya forma es decididamente humanoide”. En cuanto a que la imagen no fuera plana, Corradi objetó: “No podemos dejarnos influir por el prejuicio de pensar que estos ENTES forzosamente deban tener cuerpo como nosotros lo entendemos”.
Hoy nadie se toma tantas molestias en validar la existencia de un fenómeno que, cuarenta años después, es parte natural de la cultura pop. Inés estaba interesada en el tema extraterrestre mucho antes de 1979, al igual que Atilio Spinello, un fotógrafo varias veces legendario que merecerá un largo párrafo aparte: un año antes de que la prensa nacional lo mencionara como “el fotógrafo que autenticaba el caso” fue secuestrado y torturado por la Policía y el Ejército de Mendoza. Sin militancia política, dice que lo llevaron porque era “un bicho raro”. Recuperó la libertad tras nueve días de cautiverio. Su casa había sido desvalijada. Recibió amenazas y se fue del país. Comenzó su nueva vida en la India, donde pasó más de 20 años. En mayo de 2015 declaró por los juicios de delitos de lesa humanidad.
En el cuestionario que elaboró Corradi para los fotógrafos preguntaba “si estaba vinculado al estudio del fenómeno ovni”. Spinello negaba toda relación con el tema. En nuestra charla dijo lo contrario: “Yo ya era investigador de casos paranormales”. Sin embargo, cuando le consulté detalles más específicos, mencionó casos posteriores a 1979.
Más tarde, para descartar que fuera la “mancha química” que mencionó el GSW, el director del IDEFEH le pidió opinión a Pedro Ampuero, doctor en Bioquímica egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, jefe del Laboratorio del Hospital Emilio Civit y jefe del Laboratorio de la Cátedra de Niños de la Universidad Nacional de Cuyo (UNC), y al fotógrafo Nicolás Vita, jefe de Fototecnia del Instituto de Histología y Embriología de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC. Ambos descartaron la posibilidad de manchas químicas o imágenes fantasmas o veladuras.
Menos la GSW, que arriesgó una hipótesis, los analistas explicaron lo que la imagen NO era. Corradi, en cambio, fue categórico: “Descartada la posibilidad de un truco o de un fenómeno producido por un defecto fotográficamente definible, los estudios realizados han demostrado inobjetablemente que esta placa constituye una de las pruebas más incuestionables de la existencia de seres poseedores de una tecnología considerada ‘mágica’ para nosotros”.
Recientemente le facilité una copia de la imagen al Lic. Andrés Duarte, un químico chileno analista fotográfico y colaborador del proyecto Fotocat del investigador español Vicente-Juan Ballester Olmos. “Creo que es un defecto de revelado. Esta posibilidad fue descartada mediante argumentos incorrectos en el informe de Corradi. Es importante aclarar que un defecto de revelado no implica daño en la emulsión, de manera que la aparente ausencia de evidencias de daño no implica que no pueda haber un defecto de revelado”, opinó.
El destino del “Caso Nobiltá” no podía ser el olvido. Sus fascinantes detalles ofrecen un fuerte contraste ante el millón de imágenes de “ovnis fortuitos” que circulan por la web: esos “fenómenos”, que no han sido observados por los testigos si no que aparecen inopinadamente en las fotos, tuvieron y tienen casi un estatus propio en la ufología (mejor se diría, en la ifología). En general, como lo prueban los estudios que Rubén Lianza realiza para la CEFAe de la Fuerza Aérea Argentina, son los “no identificados” más fáciles de identificar.
No fue lo ocurrió con la fotografía que tomó el médico del Hospital Lencinas, hoy convencido de que retrató algo fuera de lo común.
Desde aquella tarde de verano de 1979, los Nobiltá siguieron su vida y no quedaron especialmente impresionados por la experiencia, salvo Inés Tecchioli y Gabriel Nobiltá Tecchioli, que tenía 13 años cuando su papá tomó la foto.
Gabriel es técnico electrónico, programador y artista. Su vocación por el arte es tardía: empezó hace seis años, un poco para combatir el estrés laboral y otro poco, quizá, para alejarse de la obligación de hacer cosas que sirvan para algo. Descubrió un arte original, que mantiene un sentido utilitario, como una computadora steampunk armada con piezas de una antigua máquina de escribir, un marco de madera para la pantalla y parlantes de cobre. Refleja el impacto que le causó la vivencia su libro de tautogramas Letras con Alma (2017), donde dedicó el capítulo Espacio (pp 34-39) al humanoide de Puente del Inca, ilustrado por Andrés Casciani. Los tautogramas son poemas formados por palabras que empiezan por la misma letra. “Edredón etéreo, envuélvenos en exquisitos espejismos. / Estupefacta eyaculación ectoplasmática eclipsada en epidermis esquelética”, escribe el poeta.
Más allá de la opinión de cada uno sobre lo que muestra la foto de Puente del Inca, el “enanito verde” (que era naranja) sobrevive como espejo de una época: nos muestra cómo evolucionó la percepción social de estas controversias desde los 70, cuando tantas otras historias de raíces similares aún estaban por ser contadas.
Agradecimientos: Luis Emilio Aninno, Gabriel Nobiltá, Vicente-Juan Ballester Olmos y Max Seifert.
ENLACES EXTERNOS
El libro Letras con Alma de Gabriel Nobiltá está online. La edición es copyleft y viene con un audiolibro.
Para leer online LETRAS CON ALMA
ENTREVISTA. En «La inmensa minoría», Radio Con Vos, con Reynaldo Sietecase, el 25/02/2019.
DE MENDOZA HACIA EL COSMOS. Astronomía, astrofísica y actividades espaciales en el siglo xx (2013). Otra oportunidad para recordar el gran libro que el profesor Pablo Pacheco dedicó a la historia de las actividades científicas, tecnológicas y culturales que rodea a temas espaciales. El enfoque de Pacheco es pionero: en la búsqueda de nuevos horizontes (en este caso, más allá del cielo cuyano) incluye los esfuerzos locales por develar las causas de los informes sobre ovnis. Si bien no menciona el “Caso Nobiltá”, su reseña sobre los ufólogos y grupos ufológicos activos de comienzos de los 80, incluida la llegada vía FAECE del Dr. Joseph A. Hynek, es impecable. Se puede descargar de la red.[/caption]
Gabriel Nobiltá: arte electrónico con piezas del pasado
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«Mi mujer, mis hijos y el marciano». Por Alberto Amato en «Gente» 6/9/1979 (descargar pdf)
Entre investigaciones y escepticismo: entrevista con un sabueso del fenómeno OVNI Por Ernesto Gutiérrez. Portal de Unidiversidad 25/08/2022.
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