La Televisión Pública estrenó lo que promete ser un gran programa sobre ciencia. El único contratiempo fue la realidad: cuando se iba a presentar la primera emisión Mauricio Macri mandaba a azotar maestros en la Plaza de los Dos Congresos. En su debut, el ciclo rindió homenaje al fundador del CONICET, Bernardo Houssay, por el Día del Investigador Científico. En el momento más sombrío de la ciencia y la cultura argentinas nace una flor.
Para el editor de Factor la política también existe, quienes lo siguen saben que más de una vez entré en esas zonas pantanosas. Pero no es la idea, no es lo ideal ni tenemos mucha idea (de periodismo político). En general, al abordar la coyuntura, lo hacemos más por fidelidad a mandatos viscerales que por las ganas de salir de los márgenes o por estar convencidos de la originalidad de nuestras ideas. Pero si en nuestra paleta de motivaciones vitales, afinidades e intereses oscilan los enigmas, la ciencia y la cultura, y no creemos ser ciegos, insensibles y mucho menos imbéciles, cuesta sacar los pies del barro una vez que están adentro.
A lo mejor suena raro, pero pese a que continuamente sobran novedades dignas de ser comentadas en este blog el impulso que necesito para soltar alguna cosa a menudo está determinado por la concurrencia de sucesos, no importa si complementarios o contradictorios. Esa convergencia de noticias que desacomoda mi zona de percepción al final define mis ganas de escribir. El tumulto no es necesariamente fecundo, pero estas superposiciones causan extrañamientos químicos, anímicos y conceptuales potencialmente capaces de engendrar nuevas mezclas. ¿Puede que de ahí surja alguna idea que no ha sido dicha? Difícil, pero gracias a esa tensión mi entusiasmo no decae.
La sociedad argentina atraviesa días extraños.
Por un lado, el núcleo de derecha dura que votó por Mauricio Macri debe sentirse reivindicado. El día que expresó su gratitud por el acto magro, ordenado y despojado de banderías políticas, llamado «Marcha de la Democracia», previo al paro nacional del 6 de abril, sostuvo desde el púlpito presidencial una consigna largamente esperada por su militancia (antes llamada «voluntariado»): Macri se emocionó por la falta de colectivos y choripanes en el acto. Desde entonces, el gobierno decidió sincerar en acciones concretas su ideología y estrechó filas. Si bien la escalada represiva se hizo sentir desde los inicios, el presidente le dio el gusto a los que clamaban por mano dura. El pasado domingo 9 de abril esa mano pesada ha golpeado, literalmente, a nuestros docentes.
Por otro lado, muchos ciudadanos asistimos, atónitos y aún paralizados, el despiadado ataque a todo horizonte, el espontáneo ocaso de todo asomo de movilidad: inundaciones e incendios en medio de la indolencia sincericida del inexplicable Ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Sergio Bergman, para quien “lo más útil que podemos hacer es rezar”; el desolador aumento de femicidios, el culto estructural al machismo, estigmatización, discriminación y persecuciones por portación de rostros oscuros y cierre de espacios institucionales que abordaban problemas de género; altísimos índices de miseria, desempleo e inflación; entierro acelerado de la industria nacional (y risas nerviosas ante la prometida invasión de inversores); despiadados recortes presupuestarios en ciencia y tecnología, páramo cultural… con las respectivas demostraciones de soberbia, intransigencia y cierta ampulosa retórica del desdén, tan pulida que algunos ya sienten nostalgias por los momentos más antipáticos del kirchnerismo, convencidos de que nada puede ser peor a esto.
Domingo 10 de abril, 20 hs. Plaza de los Dos Congresos. Buenos Aires.
Con todo, el pasado domingo brilló una perla en la noche: debutaba en la Televisión Pública La Liga de la Ciencia, el programa de divulgación científica conducido por Andrés Rieznik y María Eugenia López, acompañados por un gran equipo de colaboradores, varios de ellos investigadores del CONICET, realizado por El Oso Producciones. Mientras lo veía pensaba que, por fin, había un ciclo auspicioso no solo en la TV Pública, sino en la televisión argentina. No haber escuchado ni leído las últimas noticias que llegaban desde el Congreso, ese lapso de aislamiento, me permitió disfrutar del programa sin interrupciones.
Cuando La Liga de la Ciencia terminó, entré en Facebook y supe que el Estado, que, contra todo pronóstico, abría una ventana a la divulgación científica y al pensamiento crítico, propinaba, al mismo tiempo, un golpe brutal a un nutrido grupo de docentes que intentaba construir en la Plaza de los Dos Congresos una escuela itinerante como recurso creativo para dignificar la educación pública y reclamar al gobierno el cumplimiento del fallo que exige convocar a paritarias nacionales.
Buscando legitimidad a la cacería en una supuesta “falta de papeles” (a la postre irrelevante, por lo que vino después), dos maestros fueron perseguidos, golpeados, arrastrados y vueltos a golpear, rociados con gas pimienta y cuatro de ellos detenidos por la Policía Federal y la Infantería. Reprimidos, para usar la palabra que el gobierno quiere esconder. Sin perder tiempo, el sistema de medios estatal y privado que sostiene al oficialismo saltó a defender lo indefendible. Algunos de sus compinches, como Jorge Fernández Díaz y Pablo Mendelevich, a cara descubierta. Así, tanto el apaleamiento como la justificación del apaleamiento a los maestros pasaron a la categoría de barbaridades socialmente aceptadas.
En los titulares de los medios amigos del gobierno los docentes fueron llamados “gremialistas” (expresión que, para un sector de la sociedad, invita más a la antipatía que a la solidaridad) y estuvo prohibida la palabra “represión”, siendo reemplazada por frases como “el gobierno impidió” o el verbo “desalojar”, como si el maquillaje pudiera mejorar la brutalidad. Estas operaciones semánticas no son nuevas, desde luego. Pocos días antes, un conductor de TN, Ernesto Arriaga, había «corregido» en vivo a la cronista Valeria Sampedro por hablar de represión para referirse a la acción de la gendarmería cuando ésta desplazó con violencia a un grupo de manifestantes de la Panamericana el día del paro nacional.
Esta realidad asqueante no me quita el deseo de celebrar la existencia de un programa dedicado a la transmisión de conocimientos, o su regreso, si decidimos que ésta es la continuación de «Científicos Argentinos» que conducía Adrián Paenza -un paralelismo que, a la luz de las novedades de La Liga de la Ciencia, no me parece del todo adecuado.
Un acierto del programa que quizá pudo disgustar a otros espectadores fue cierta simplicidad expositiva, temas (si bien atractivos) poco desarrollados y cierta amplitud tutti-fruti. Entiendo que en un momento de alarmante retroceso cultural éste es el enfoque correcto. El gran plus: dos conductores curiosos que exhiben su pasión por la ciencia sin falso alarde, con frescura y humildad. Si desde el Estado y en la voz de los funcionarios de este gobierno descubrimos a cada paso medidas o discursos que atacan al pensamiento crítico y desalientan vocaciones científicas, es una buena noticia que un programa de alcance nacional muestre cómo operan en el mundo real aquellas disciplinas que nos conducen al conocimiento –pese a que abarcar tanto reste un poco de profundidad.
Internet dio vuelta las reglas del juego televisivo. Apenas hay tiempo para enganchar al espectador. El que quiera profundizar puede googlear, visitar bibliotecas o ir a la escuela, incluida la pública para los que tuvieron la suerte de caer en ella -y la desgracia de sufrir gobiernos que no dejan de maltratarla.
Otra gran idea: la producción rescató de la web a Superciencia, un canal de Youtube dedicado a curiosidades científicas, y hoy es una de las secciones del programa.
Si no viste el programa, abajo publico el video que realizaron para resumir vida, obra y hallazgos del doctor Bernardo Houssay (1887-1971), el primer argentino –¡y primer latinoamericano!– en ser galardonado con el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1947.
El pasado 10 de abril, es decir, al día siguiente de la emisión y de la repudiable faena del gobierno, se cumplían 130 años del nacimiento de Houssay, Día del Investigador. Houssay fue, en 1958, el fundador del CONICET, entidad que marcó el desarrollo de la ciencia en el país y no en vano una de las instituciones más castigadas por la administración Macri, penurias que ya abordamos aquí, aquí y aquí.
A la luz de la actualidad, es irresistible citar un párrafo de una conferencia que dictó Houssay en 1959, titulada La libertad académica y la investigación científica en la América Latina:
No todo el mundo, empezando por Lino Barañao, a cargo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, devenido político sin principios aferrado a un sueldazo y a las prebendas que obtiene gracias a su estatus, defiende con hechos que el crecimiento de un país periférico depende del desarrollo autónomo de su ciencia y su tecnología.
Claro que de este blog, orgulloso de su sección Pseudologías, se esperan otras definiciones.
A propósito del Día del Investigador, en el ambiente de los cultores de los “misterios de la ciencia” han llegado para quedarse infinidad de “investigadores” entre comillas. Ya sabemos que presentarse como investigador da más chapa que usar expresiones como “aficionados” o “buscadores”, más certeras para definir el quehacer de un parapsicólogo, un ufólogo o el practicante de cualquier disciplina esotérica. Pero poner énfasis en estas piezas del folklore mediático es desubicado en tiempos tan poco reconfortantes para los verdaderos investigadores científicos, consternados ante funcionarios de primera línea, como el mismo presidente Macri, devoto nada discreto de exorcismos nuevaerísticos, o el “filósofo” y guionista presidencial Alejandro Rozitchner, que a cada oportunidad tergiversa la definición del pensamiento crítico confundiéndolo con “valores negativos”, “mala onda” o tonterías más graves.
Por todos estos motivos, y porque en tiempos difíciles resulta imperativo abrazar nuestras causas, grandes y pequeñas, me puso feliz el inicio de un ciclo en la Televisión Pública que reivindica programáticamente el pensamiento crítico, infunde un saludable entusiasmo por búsquedas y descubrimientos de diversas disciplinas científicas y ofrece un espacio a quienes trabajan en pos de reencauzar la ciencia que los argentinos necesitamos.
No debemos permitir que el abatimiento afloje músculos, adormezca neuronas y postergue proyectos. En medio de un paisaje desolador las flores son más hermosas. Y cuando entra aire fresco debemos hacer todo lo posible por mantener las ventanas abiertas. Aprendamos de los pájaros y de nuestro amigo Andrés Rieznik, que acaba de concretar otro de sus sueños
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