Haters, trolls y oficialistas salieron esta semana a atacar a científicos argentinos, entre ellos quienes luchan para impedir el desmantelamiento del sistema científico argentino por parte de un gobierno que fomenta la «alegría» y desprecia el pensamiento crítico. Escribe Pablo Alabarces.
Mauricio Macri, quien había prometido duplicar el presupuesto en Ciencia y Tecnología, realizó, a un año de gobierno, un recorte brutal en el sector. Lejos de promover mejoras en el sistema científico, la «propuesta» ha consistido en iniciar un proceso de desmantelamiento de la estructura estatal de investigación científica. En el nuevo campo de batalla discursivo que son las redes sociales el macrismo, entre simpatizantes genuinos de la nueva derecha, trolls y odiadores rentados, decidió defender el engaño a su base electoral dubitativa atacando a los proyectos de investigación de científicos del Conicet (especialmente los investigadores en Ciencias Sociales y Humanidades). Esa campaña de apología de la ignorancia incluyó burlas a trabajos científicos sólo por su título y ataques macartistas a los científicos y educadores más visibles del movimiento de protesta, entre ellos el sociólogo Pablo Alabarces, Profesor Titular del Seminario de Cultura Popular en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires, a quien cedemos el blog para difundir su posición, que expresó en Facebook.
La operación de los trolls fue rápidamente aprovechada por medios oficialistas.
Por Pablo Alabarces
Desde que comenzó el conflicto por el CONICET traté de explicar con alguna minucia las razones del mismo. No puedo dedicarle toda la extensión que sería indispensable (hay que hacer la historia del sistema científico desde la transición democrática y a la vez de la posgraduación, para entender bien todos los cambios y vaivenes que ocurrieron): en estos días, en cada entrevista, traté de poner el acento en las cosas más claras, por ejemplo en el hecho de que los 490 damnificados pasaron por evaluaciones durísimas, implacables: no hay un ñoqui o un acomodado en el sistema científico.
Pero ayer comenzaron los ataques más groseros, primero de la usina de trolls del macrismo, luego replicados por infinidad de personas que creen a pie juntillas en cualquier tontería que circule por las redes. Personalmente, me han destrozado en Twitter. Soy un blanco fácil, dadas las cosas que investigo; pero a grandes rasgos el ataque es contra toda la investigación social y cultural en la Argentina (1).
Quizás sea bueno recordar para qué sirve la investigación social. Particularmente: se la han tomado con algunos de los trabajos que hemos hecho sobre hinchas e hinchadas de fútbol. Y bien: con todo ese trabajo (somos afortunadamente muchos los que lo venimos haciendo) hemos descubierto nada menos que las posibles soluciones para un problema que ha causado algunos centenares de muertos y pérdidas monetarias descomunales, para no hablar de la incidencia en la vida cotidiana de millones de aficionados. Que esas soluciones no se pongan en práctica ya no depende de nosotros/as. Lo mismo ocurre con la cantidad de investigaciones dedicadas a la pobreza, al mundo del trabajo, a la educación, al conflicto social, a los problemas migratorios, sigue una lista infinita: simplemente, nosotros producimos los insumos indispensables para cualquier política que se proponga hacer un país mejor. Pero no somos los responsables de ponerlas en práctica.
Los ataques se basan, además, en ignorancias profundas: confunden becarios con investigadores, confunden títulos de artículos con títulos de investigaciones, y sacan conclusiones desastrosas de malas búsquedas. Por ejemplo: ponen “buscar peronismo”, y les salen 900 menciones. De allí concluyen: “hay 900 investigaciones sobre peronismo”, sin darse cuenta que los 900 impactos suman cualquier aparición de la palabra peronismo en una base de datos (por lo que, en realidad, son pocas menciones). El problema es que las redes están llenas de lectores fáciles que inmediatamente repiten como loros: «hay 900 investigaciones sobre peronismo».
En fin: sobre eso se suman los insultos y las agresiones más duras. A una compañera le mandaron un “ojalá te echen”. Tengo el cuero curtido, estoy grandecito y ya pasé por tres dictaduras en mi vida: pero, reconozco, nunca falta un poco de miedito. Hay gente muy desaforada, se dicen muchas barbaridades, de “ladri” para arriba.
Pero aquí termino: no pienso reproducir ninguna de esas fuentes, porque es darles de comer. Me solidarizo con mis amigas y colegas damnificados (#BrendaCanelo, Ceci Beatrix, Carolina Duek, Malvina Silba, Carolina Spataro, #KarinaFelitti, Franco Reyna, Javier Bundio, Diego Roldán. Melina Vázquez) y agradezco a tantos/as que lo han hecho conmigo (especialmente, Patricia Funes). Acompaño una foto de la Asamblea de ayer, conmovedora por lo masiva. No dejaba de hacerme gracia que nunca ví tantos doctores y doctoras juntos/as. Ni en un estudio jurídico.
(1) Algún experto debería comentarnos si no es posible frenar algunas cosas jurídicamente; la andanada de odio, calumnias e insultos debe tener algún encuadre delictual. Y un twittero que tenga que pagar un dinero por una demanda podría ser un buen ejemplo para tanto gil suelto.
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