Mario Bunge, la pasión pensante, en la voz de su viuda

Marta Irene Bunge (1938-2022) compartió con el filósofo Mario Augusto Bunge (1919-2020) más de sesenta años de su vida. En septiembre de 2021 arropó su último sueño,  donar su legado bibliográfico a la Biblioteca Nacional, y un año después falleció en Nueva York, en un departamento con vista al memorial donde solían estar las Torres Gemelas.

El jueves 22 de mayo de 2025 inaugura la exposición Mario Bunge: la pasión pensante, en el Museo del Libro y de la Lengua, Av. Gral Las Heras 2555, Buenos Aires, donde permanecerá hasta el 31 de octubre de 2025.

Están previstas algunas actividades vinculadas a la Biblioteca Bunge, entre ellas un Coloquio en el mes de agosto.

La impulsora secreta de la exposición -curada por Guillermo David– fue Marta Bunge. Por eso, para esta publicación, busqué sus palabras.

(Se disculpará la primera persona y que el post se integre en la sección Autorreferenciales: Mario y Marta fueron mis amigos.)

“CIENCIAS SOCIALES CON NÚMEROS”. Mario Bunge en el Seminario de Filosofía Científica que tuvo lugar en el Aula 8 Pabellón 2 de Exactas, 2 de octubre 2013. Foto: Maria Teresa Belluscio.

Estimado don Juan Sasturain *,

El motivo de esta es ofrecer una donación mía de la biblioteca personal de Mario A. Bunge a la Biblioteca Nacional de la cual Vd es Director. El hecho de que la obra de Mario fuese toda a la Argentina después de su muerte, ocurrida en febrero del 2020 a la edad de 100 años, era su mayor deseo.  Si no lo hizo antes fue porque, hasta casi un mes antes de su fallecimiento, siguió trabajando. Eso lo deseo yo también, no solamente por ser su viuda, sino sobre todo porque soy su heredera intelectual y es mi intención cumplir con sus deseos.”

Así comenzaba la carta con que Marta Bunge, a las 08:O2 PM del 15 de septiembre de 2021, confirmaba al Director de la Biblioteca Nacional, Juan Sasturain, su decisión de concretar el envío a la Argentina de la biblioteca que Mario Bunge aún conservaba en la casa del matrimonio en Westmount Square, Montreal, Canadá. “No la totalidad ya que”, aclaraba, “una parte no recuperada quedó en la Universidad McGill”, donde enseñó filosofía desde 1966, ocupando la prestigiosa Cátedra Frothingham de Lógica y Metafísica, hasta su retiro en 2009, cuando fue nombrado Profesor Emérito.

Marta almacenaba en su casa aquel tesoro de libros, revistas y monografías, “la principal herramienta de trabajo” de Mario, que no solo consistía en obras de consulta o de su autoría sino, además, de “su intensa correspondencia con una cantidad muy grande de filósofos y científicos importantes”. Muchos de los libros “están anotados por el para uso posterior pero,  aun no estándolo a veces, se nota cuánto influyeron en su propia obra ya que los menciona y eso no lo hacía sin un motivo auténtico”.

La carta a Sasturain era una formalidad que Marta gestionaba desde los primeros días de septiembre de 2021.

Después de muchas idas y vueltas –desde ya, hubo otras instituciones interesadas en recibir su biblioteca–, Marta había empezado a buscar cómo concretar la donación de los libros al país de ambos, que era el sueño de Mario. Esa carrera iba a seguir hasta noviembre de 2021, cuando entraba en la recta final de su mudanza. En octubre de ese año, Marta debía dejar su departamento en Montreal para mudarse a Brooklyn, Nueva York, cerca de su hijo Eric, “que a esta altura es lo razonable y lo que mis hijos insistieron tanto que hiciera”.

(*) Juan Sasturain era el Director de la Biblioteca Nacional cuando tuvo lugar la donación.

MARTA IRENE BUNGE / (Archivo Familiar).

ADIOS A MARTA

Todo fue muy rápido. Casi un año después, el 25 de octubre de 2022, sus hijos Eric y Silvia informaban a nosotros, sus amigos, que Marta nos había dejado esa madrugada. “Con su pérdida, perdemos a una madre maravillosa, inteligente y elegante, a una abuela sabia, a una matemática pionera y, sobre todo, a una querida amiga. Sabemos que muchos de ustedes sentirán lo mismo, y lamentamos mucho tener que compartir esta noticia”.

Marta pidió a sus hijos que se abstuvieran de rendirle homenajes o ceremonias. Una decisión que no me sorprendió, conociendo, como a esa altura creía conocer, a esa mujer brillante, corajuda y sensible –aunque poco demostrativa– que fue Marta.

MARTA BUNGE (centro) fue una matemática reconocida por sus contribuciones a la teoría de categorías, el cálculo sintético de variaciones y la topología diferencial sintética. Fue, como su esposo Mario Augusto Bunge, profesora emérita en la Universidad McGill, en Montreal, donde desarrolló una destacada carrera académica.

Aquella mujer aguerrida –tan maternal con sus hijos, o que describía con tanta ternura la psicología de sus nietos–, también era capaz de lograr transmitir a otros, sin sus años pero quizá con menos energía, que no había que bajar los brazos y seguir peleando por causas valiosas, como la libertad de Julian Assange o de Palestina.

Recibí una de sus últimas cartas cuando estaba por celebrarse el 9/11 de 2021, como recuerdan en Estados Unidos el ataque a las Torres Gemelas. La tele o YouTube iban a transmitir una función en vivo de Les Grands Ballets Canadiens y Marta, me contaba, iba a ver el espectáculo desde la ventana del departamento. Desde allí me escribió:

Supongo que la celebración les dará la excusa para traer policías federales y provinciales en cantidad, cuyo papel será más bien cuidar que no le pase nada a estas torres, dado que en una de ellas, frente a la mía, se encuentra el Consulado de Israel. Hace ya tiempo que no hay manifestaciones pro-palestinas, pero mañana sería obviamente una posibilidad”.

Marta necesitaba hacer el duelo sin perder su independencia. Por aquellos días consideraba que había abandonado su trabajo solo de manera temporaria. Aún mantenía correspondencia y participaba de reuniones y congresos por zoom con viejos colaboradores y otros compañeros, en una suerte de inercia postpandemia. Aún mantenía sus conexiones académicas en Estados Unidos –donde hizo sus estudios de postgrado– y el ambiente no le resultaba extraño. “Nunca seré la abuela que teje sweaters para sus nietos, mira telenovelas y se entromete en la vida de sus hijos, pero aquí estaremos cerca para ayudarnos, pasar algunas vacaciones juntos y seguir de cerca el desarrollo de mis nietos, a quienes les toca vivir tiempos terribles”, me escribía.

CARLOS «CANTARITO» BUNGE, MARTA Y MARIO BUNGE. Montreal, 2017. Creo que Mario aprobaría este post, con tanta presencia de Marta. Sobre Mario escribí demasiado.

REPATRIACIÓN

Durante varias semanas acompañé a Marta en el proceso de cumplir con el deseo de Mario. De la manera forzosamente más cómoda –por mail, ya que Marta, por sus problemas auditivos, no quería saber nada con el teléfono– seguí paso a paso sus esfuerzos para el armado de aquellas cajas con destino a Buenos Aires.

Rotular los libros con marcadores de distintos colores fue lo primero que hizo. Verde claro para los libros escritos por Mario, celeste para los que traen contribuciones suyas y rosa para los que fueron fuente de sus estudios, “ya que Mario no usaba tanto internet sino la lectura de libros que adquiría cuando los necesitaba”.

Filmó videos y los envió por mail para dejar tranquilos a los receptores. Ahí había libros que abordaban áreas tan diversas como los intereses de Mario, a quien casi nada le era ajeno: psicología, biología, neurociencia, tecnología, física (clásica, cuántica y relativista), ciencias sociales, ecológicas y políticas, religión, fisiología, ética, lógica y matemática, filosofía por supuesto, lingüística, informática y antropología. Escribió Marta “no en orden alfabético sino como me vienen a la memoria” algunos de los múltiples autores de su biblioteca: S. Freud, S. Ramon y Cajal, S. Pinker, J.B. Justo, A. Bunge (su padre), R. Thom, N. Chomsky, Galileo, T. Dobzhansky, Ortega y Gasset, N. Wiener, M. Planck, L. De Broglie, A. Einstein, M. Born, W. Heisenberg, C. Darwin, A. Eddington, K. Marx, F. Engels, R. Lewontin, J.Piaget, J. Monod, C. Bernard, N. Goodman, M. Leaky, J. Ferrater Mora, R. Boudon, M. Weber, C. Maxwell, Spinoza, Kant, Descartes, Plato, K. Popper, E. Fermi, E. G. Valdez, H. Arendt, R. Dworkin, B. Trigger, J. Stuart Mill, G. Myrdal, D. Hilbert, H. Weyl, R. Prebisch, Spinoza, Diderot, Hipocrates, G.Bruno, D. Raynaud, J.K. Galbraith, M. Gazzaniga, G. Soros, W.V. Quine, N. Hartman, Husserl, B. Russell, Aristoteles, A. Whitehead, R. Merton, T.S. Kuhn.

Después de separar varias obras que no consideró de interés para la Biblioteca Nacional, Marta Bunge preparó para el despacho 2.700 volúmenes, un envío tan enorme que, según me contó su hija Silvia tiempo después, debieron contratar un container freight ship (buque de carga de contenedores). Entre los paquetes rumbo a Buenos Aires agregó manuscritos, separatas, artículos periodísticos, entrevistas, videocasettes, fotografías, sus fichas de trabajo y correspondencia adicional a la que se encuentra en el Fondo Bunge de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (o «Exactas») de la UBA. El envío incluía correspondencia y alguna memorabilia, como los premios Perfil y Príncipe de Asturias, los diplomas enmarcados o sus medallas, que hasta la fecha aún no fueron catalogados en la Biblioteca.

“De hacerse una muestra, me gustaría poder asistir y si no yo, alguno de mis dos hijos. Para esa ocasión podríamos  llevar medallas y otros recuerdos de familia. Sería para cualquiera de nosotros un gran honor participar de un tal homenaje”, escribió la viuda.

PADRE E HIJO. Mario «Bambi» Bunge y Mario Bunge, juntos. Los dos son Mario Augusto, afortunadamente Bambi se llama Julio, también.

Marta tampoco se olvidaba de los hermanos de Eric y Silvia, Carlos Federico Bunge, conocido por todos como Cantarito, y Mario Augusto Julio Bunge, Bambi para los amigos, que son los hijos que Mario tuvo con Julia Delfina Molina y Vedia Rossi (1912-1985).

Por cierto, cuando Cantarito explicó en Factor por qué su padre no fue gorila, Marta, pese a no recordar lo mismo o no estar de acuerdo del todo con él –su confianza en la memoria de Mario era ciega–, buscó y me envió más imágenes de Cantarito con Mario para completar el álbum familiar.

La carta siguió.

En mi opinión, que quizás no tenga gran valor en tanto que su viuda, Mario Bunge no fue solamente un gran filósofo argentino sino un gran pensador universal en el sentido de Aristóteles, en el que nada le era extraño y nada veía con ojos otros que los suyos. Era además un ser humano como pocos –una vida enteramente dedicada a su trabajo, pero no por eso en una torre de cristal sino interesado por todo lo que ocurría en cualquier parte del mundo”.

Más se podrá saber sobre él leyendo su autobiografía Between Two Worlds (Entre Dos Mundos), traducida al inglés y al francés, la que demoró en escribir para tener más tiempo de ocuparse de otros asuntos. Me consta que la escribió de memoria, en un café, mientras pasábamos unos meses en Biarritz, sin su biblioteca y con pésimo internet en el departamento que tan generosamente nos prestó nuestro amigo el diplomático español José Luis Pardos (1934-2024) –al leerla repasé bastante de mi propia vida, la que compartí con él durante más de sesenta años”.

Su amor por la humanidad era enorme y si se fue (nos fuimos) de la Argentina, no fue por no importarle el país sino por importarle tanto que no le permitía llevar a cabo su plan ambicioso y que, según creo, logró en gran parte. De haber vivido más, lo que estaba convencido iba a ocurrir, hubiese seguido apasionado por su primer amor, la física, cuyas contribuciones lo ponen en un lugar de honor que pocos latinoamericanos han ocupado.”

Para Mario Bunge, la Biblioteca Nacional no era un lugar como cualquier otro.

Cada vez que visitamos Buenos Aires, entre 2010 y 2015, íbamos a diario, durante un mes, a desayunar y leer los periódicos al Café del Lector. Era el lugar donde nos encontrábamos con amigos o periodistas (un «o» inclusivo) y también íbamos de tanto en tanto a la biblioteca misma a depositar libros de su autoría o a consultar otros”.

MONTREAL, 1977. Mario y Marta Bunge.

Durante aquellos días, la correspondencia con Marta reflejaba el repiqueteo tumultuoso que rondaba su misión, que era cumplir con Mario. “Esto de ser la heredera intelectual de las obras de Mario no es tan simple como podría parecer”, me dijo más de una vez.

Estoy algo insegura respecto a planear la edición de documentación inédita de su obra. En su computadora personal hay unos pocos artículos inconclusos, que distribuyó entre colegas para que fuesen discutidos, pero ¿tengo yo derecho a hacerlos públicos? No solo correrían el peligro de plagio sino que, además, no creo que el mismo Mario los considerase completos. Esto no es trivial. Poco después de su muerte recibí dos pedidos insólitos. Uno fue el de un par de fieles seguidores de su obra, quienes me pidieron que les enviase los artículos incompletos de Mario para terminarlos. Otro: la University of Toronto Press quería vender los derechos de traducción al chino de Social Science Under Debate pero… sujeta a la censura requerida para cualquier publicación en China, que significaba eliminar 500 expresiones clave y los párrafos en que figuraban. Sin duda, habrá mucho de esto de lo que ni siquiera me entero, pero si me consultan sé perfectamente cómo responder: si hay alguien a quien he conocido bien después de 62 años juntos es a Mario. De más está decir que me negué a ello en ambos casos. No es lo que Mario hubiese querido”.

Aquellas dudas de Marta se parecen a las mías cuando transformo sus confesiones privadas en asunto público. Pero, a lo largo de nuestra correspondencia, me dijo varias veces “no lo cuentes todavía”, “por ahora no digas nada”. Me transmitió la impresión de que a ella no le hubiese molestado contar su parte en esta historia; es más, quizá, en el fondo, esperaba que lo hiciera. (Entre la más que improbable “traición” y la obligación moral de rendirle tributo siento estar, por supuesto, siguiendo la segunda senda).

VIAJE A LA INDIA. Mario y Marta Bunge en los años 90 (Archivo Familiar).

PREEMBARQUE

Hace varios lustros, el destino de la biblioteca de Mario Bunge había sido parte de una charla entre él y Javier Lopez de Casenave, un doctor en Ciencias Biológicas muy relacionado con las comisiones que podían recibir su legado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. No Exactas, como la llamaban y aún llaman todos, sino la Facultad de Ciencias, como solía llamarla Marucho. Según Marta, cuando estas gestiones fueron aprobadas verbalmente, esto significó para Mario el gesto que necesitaba para donar toda su correspondencia y fichas de trabajo originales a la entidad, así como una colección completa de su obra, dejando para después de su muerte el envío del resto. “Pero cuando la idea de una Biblioteca Bunge con miles de volúmenes fue abandonada a Mario esto le causó una enorme desilusión”, me contó Marta el 4 de enero de 2021.

En julio del mismo año, sumamos a la charla a Esteban Sargiotto, un buen amigo de ambos en quien no solamente confiábamos por su buen criterio sino que tenía nexos en Exactas. A ver si entre los dos éramos capaces de ayudar a que Marta tomara la mejor decisión posible. Cuando acordamos en que Mario querría que su herencia bibliográfica permaneciera en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno –algo que también preferían sus hijos Eric y Silvia–  y desde el comienzo sabíamos que mi amigo, el escritor, traductor y ensayista Guillermo David, era su Director de Cultura, no hubo mucho más que hablar.

La instantánea respuesta afirmativa de David llenó de felicidad a Marta, un sentimiento justificado para alguien que más de una vez tuvo motivos para preguntarse si había o no un interés genuino “no solamente de que se recuerde a Mario Bunge sino también de que esta biblioteca pueda ser de alguna utilidad para quienes deseen estudiar y continuar su obra”.

Le sugerí que se lo tomara con calma, ya que una cosa es aceptar una donación, que no es poco, ya que supone la confirmación de que estamos ante un deseo compartido, y otra gestionar el traslado, que genera gastos.

Nos esperaba un sinuoso intríngulis burocrático, logístico y económico, ya que la Biblioteca Nacional no iba a poder costear el envío, al menos no inmediatamente. Podrían buscar mecenazgos a través de empresas o Fundaciones, pero eso iba a llevar tiempo.

Si bien Marta se sintió tratada “con cariño y el mayor de los respetos” por Sasturain y David, quienes “se pusieron la donación al hombro”, llegó a la conclusión de que, si el embarque no era pagado por ella misma, el envío no iba a ser posible dentro de sus plazos vitales. No olvidemos que Marta estaba por mudarse de Montreal a New York en un lapso perentorio.

“Por suerte, lo puedo hacer”, dispensaba. No quería aceptar la ayuda de sus hijos y llevó el trámite con cierta tensión. Era una señora de 82 años, apurada por cumplir la voluntad de su marido y a punto de irse con todo su equipaje a otro país. Eso sí, no ahorró críticas al enjambre de funcionarios gasallescos con quienes debió lidiar cuando, por holgazanería, usaban cuentas de Yahoo en vez de mails oficiales, o le pidieron que se ocupara de trámites impensables para alguien de su edad. Pasó de asombrarse por la indolencia absoluta del Consulado argentino en Montreal al asombro radical por la torpeza de cierto empleado Vip de Cancillería, que “no me decía a quien le debía enviar mi cheque –claro, total yo misma iba a pagar a la compañía de mudanzas– ¡pero tampoco me daba dirección y nombre del destinatario!”.

 –Bueno, Marta, ya está todo encaminado. Ahora roguemos que salga todo bien.

–Dejé de rogar en 1958, cuando el cura confesor de La Redonda me prohibió casarme con Mario Bunge so pena de excomunión.

Compartía con Mario el mismo humor anticlerical.

PRIMEROS MIMOS PÚBLICOS. El 22/03/2010, Mario Bunge fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura. La iniciativa fue de Diana Maffia. Por aquellos días, llegó a reivindicar al peronismo. Foto: Alejandro Agostinelli

Algo frustrante había sucedido en 2016, cuando Bunge ofreció donar 250 libros de su autoría a la UBA: la donación no fue aceptada “dada la imposibilidad de afrontar los costos de traslado desde Canadá, estimados en 2.000 dólares”. No había dinero para pagar el flete. “Entonces me di cuenta de que en Argentina la excusa de que no hay plata para lo que importa, aunque sí para lo demás, es corriente”, me escribió un día.

En 2011, Mario Bunge había enviado su archivo personal a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el cual fue recibido, preservado y digitalizado, estando actualmente disponible para consulta pública. Como primer profesor de Filosofía de la Ciencia en la facultad en 1957, quiso que sus obras estuvieran en el país, “donde podría haber una media docena de lectores interesados”, ironizaba, aunque no tanto, ya que en su opinión su obra en Argentina “es menos conocida que en Cuba, España e incluso China”, países que –dicho sea de paso– se ofrecieron gustosos a resguardar su biblioteca.

Durante los últimos años, a los Bunge les pesaba la presencia de la derecha en el discurso público y privado: vivían las controversias políticas con mucha angustia. En un mail, Marta resume bien las preocupaciones sociales de tierra chica que rondaron al matrimonio:

¿Es mi imaginación o la Argentina está cayendo en un pozo del que no saldrá jamás? ¿Cómo es posible que, por intereses políticos, haya quienes prioricen atacar a un gobierno en medio de una pandemia que requiere esfuerzos unificados y no una desobediencia total para preparar el terreno a quienes quieran tomar el poder la próxima vez? ¿Cómo es posible que haya tanta gente supuestamente educada que se crea cualquier cosa que lee en unos periódicos mientras evitan cuidadosamente la lectura de otros? ¿Cómo es posible que necesito convencer a gente cercana sobre algo tan importante como terminar con la pandemia, sea la vacuna rusa o no, o el avance que por fin significa el tener una ley que permite terminar legalmente con un embarazo?  Si algún día vuelvo de visita, ¿reconoceré a mi país?”

“NO LAS PUBLIQUES TODAS. Ya habrán otras oportunidades, Alejandro”, contestó Marta cuando le dije que esta foto me parecía preciosa. Allí la vemos a ella, muy joven, junto a Carlos Cantarito y Mario Bunge en el campo de batalla de Gettysburg, Pensilvania, EE.UU., en junio de 1964. La foto fue tomada por Annik (1941-2022), madre de los primeros cuatro hijos de Cantarito.

Notable escritora, nadadora, aventurera, defensora de los derechos de sus compañeros y de los derechos humanos en general, Marta era una brava contendiente cuando la justicia no era pareja, es decir, la mayor parte del tiempo.

Sus hijos recuerdan que fue la única mujer en su departamento en la Universidad McGill durante los primeros 30 años de su puesto, tras lo cual se contrató a una segunda profesora.

Sufrió sexismo, pero no se consideraba feminista; simplemente, persiguió su pasión por las matemáticas. No hablaba mucho de su trabajo (no lo habríamos entendido), así que ha sido gratificante escuchar de sus colegas y antiguos alumnos que era una matemática brillante, una profesora inspiradora y generosa, y una compañera cálida.”

Los 856 libros de su biblioteca personal fueron donados al Instituto de Matemáticas y Estadística, Universidad de São Paulo. En el trabajo de selección los hijos de Silvia recibieron la desinteresada ayuda del profesor Noson Yanofsky, un colega de Marta que supo discernir cuáles eran los libros importantes en un tema misterioso para el profano.

Identificaron los libros por la etiqueta «BUNGE» en el lomo, así como por el sello ex libris de una libélula en la primera página. Muchos ejemplares también llevan la firma de la profesora Marta Bunge en la primera página.

El símbolo del ex libris –leemos en el sitio web del IMEUSP– no fue elegido al azar. Silvia Bunge leyó una vez que la libélula simboliza la sabiduría y la transformación: «Perfecta para un conjunto de conocimientos transferidos de la biblioteca personal de nuestra madre a una universidad». Y durante un paseo, recordó su hermano Eric, una libélula siguió a la profesora Marta hasta su casa.

Perdón, pero cualquier otro final hubiera sido inadecuado.

Gracias, Marta.

MARTA JUNTO AL LAGO. Upstate, New York, 2015. (Archivo Familiar).

TRIBUTO. El último ilustrado. Homenaje al centenario del nacimiento de Mario A. Bunge es un volumen de 280 páginas impulsado por Antonio Martino, profesor de Filosofía del Derecho y compilador de la obra. Publicado en 2020 por Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos Aires, el libro reúne ensayos y reflexiones en torno al legado filosófico, científico y ético de Bunge, con motivo del centenario de su nacimiento.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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