Sergio Sánchez Rodríguez, quien solía echar la vista atrás con la nostalgia romántica de un típico ufólogo de salón, decidió hace algunos años meter las manos desnudas en el pecho de la ufología francesa y arrancar de cuajo el corazón de Ufolandia, como él llama a la patria de los ovnis; es decir, a las mentalidades de quienes se han aventurado en el enigma en sus diversas vertientes, ya sea en el terreno, el pensamiento o incluso la experimentación directa, para contar, analizar e interpretar su historia socio-cultural.
De esa inmersión nació Érase una vez en Ovnilandia, una obra serial que, concebida como trilogía, creció hasta convertirse en un ópus monumental de seis volúmenes.
Nadie mejor que el antropólogo Ignacio Cabria para reseñar esta enciclopédica odisea, meticulosamente editada por Coliseo Sentosa y objeto de deseo para quienes no han llegado todavía a recorrer sus páginas. Esta es la primera entrega de un análisis en dos partes sobre la titánica labor del escritor chileno.
Post hoc: ya está disponible la segunda parte (y final)
Por Ignacio Cabria García
El chileno Sergio Sánchez Rodríguez se embarcó en 2016 en una expedición intelectual de largo trayecto a ese reino fabuloso de la ufología que él ha bautizado como Ovnilandia, y a un territorio poco explorado en estos tiempos de abrumador predominio de la cultura anglosajona: Francia, y por extensión los países francófonos. La crónica de ese periplo histórico, filosófico y antropológico a la ufología en lengua francesa se ha titulado Érase una vez en Ovnilandia. El término “Ovnilandia” no tiene una intención despectiva. Sánchez explica que tiene un deje de añoranza de sus emociones platillistas de otra época:
Ovnilandia es también, mal que me pese, una morada espiritual. Es mi país, mi comarca. Es la maravillosa etapa de una búsqueda desinteresada de conocimiento, de un auténtico deseo de enfrentarse a los misterios del mundo y de resolverlos. Es por ello que jamás renegaré de mi implicación profunda en esta gran aventura, así fuera sólo un espejismo. En el brevísimo tramo de tiempo que es una vida, la plausibilidad de una quimera no es una cuestión de primer orden. Lo que más importa es la belleza del viaje” (vol. 1, 2016, p. 28).
Lo que en un principio se anunciaba -si no recuerdo mal- como una trilogía, se fue alargando progresivamente hasta un sexto volumen a medida que el material desbordaba las intenciones originales del amanuense. Solo una voluntad inquebrantable como la de Sergio Sánchez podía ser capaz de llevar a término la quijotada de escribir 6 volúmenes y 1800 páginas de una obra que no da beneficios económicos porque se dirige a la inmensa minoría interesada en reflexionar sobre ideas.
Sergio Sánchez es un fino analista de las teorías. En la disección que hace de la tradición ufológica francesa debe de haber algo de su profesión de abogado, porque sienta las hipótesis en la balanza de la justicia imparcial que él representa. Pero también hay algo de su especialización en criminología, porque coloca los argumentos bajo el microscopio como si de la serie CSI se tratara (vale, eso es criminalística, diría él, pero valga la imagen). Ningún detalle escapa de su escrutinio. Por eso Érase una vez en Ovnilandia es una obra tan extensa y prolija. Si no se me escapa nada, es el análisis más profundo que se ha hecho sobre el pensamiento ufológico francés.
¿Por qué reducir el análisis a la ufología en lengua francesa?, se preguntarán algunos. La respuesta de Sánchez es que los autores franceses fueron su primera influencia y que fue esa lengua en la que creció intelectualmente en la ufología. Pero hay que tener en cuenta además lo que supusieron los autores galos en el camino hacia la mayoría de edad de la ufología. Yo diría que, de manera parecida a la importancia que ha tenido la sociología estructuralista y postestructuralista francesas, que ha dado lugar en el mundo anglosajón a la etiqueta French Theory, en la ufología se podría denominar sin exageración “teoría francesa” a la revolución de las ideas que se produjo sobre el fenómeno ovni entre los años setenta y ochenta, que introdujo el enfoque psicosociológico. Prueba de ello es que la revista ufológica de vanguardia en el mundo anglosajón durante aquellos años, Magonia, reconocía su deuda con los teóricos franceses como Jacques Vallée, Michel Monnerie o Betrand Méheust. Pero además, historiar el pensamiento francés sobre los ovnis es hacer historia de la ufología mundial. Y Sergio Sánchez lo hace desde una amplia cultura en diversas ramas de las humanidades, que es el estrato de partida. En el fondo de toda su argumentación descansan conceptos filosóficos, sociológicos, antropológicos, epistemológicos, pero con un respeto por la imaginación y sin descuidar la importancia de la cultura popular.
Sánchez se dio a conocer en 1999 como un fino analista de las corrientes modernas de la ufología internacional con su libro Pasaporte a Ovnilandia (autoeditado), que tuvo una reedición por la Editorial Coliseo Sentosa en 2019 con motivo de su 20º aniversario, para la cual tuve el honor de contribuir con un prólogo. No es difícil adivinar en aquel título un homenaje a la que fue la primera gran influencia ufológica de Sánchez, el Pasaporte a Magonia de Vallée, pero también un tributo a las obras de otros “paraufólogos” como John Keel, Pierre Delval, Pierre Vieroudy (pseudónimo de Pierre Berthault) o Méheust. Aquel primer libro de Sergio Sánchez fue la pérdida de la inocencia. En él se percibía el desencanto con las creencias en los fantasmas extraterrestres del pasado, pero también –admitía él mismo– la satisfacción de haber podido profundizar a través de la ufología en los entresijos del alma humana. Sánchez se calificaba de ufólogo crítico de la hipótesis extraterrestre clásica (HET), pero con “inconfesables tendencias paraufológicas” (p. 34). Recordemos que en los años setenta el último grito fue la paraufología, nombre con el que Jerome Clark y Loren Coleman bautizaron a una corriente intermedia entre la ufología y la parapsicología según la cual los ovnis serían subproductos de fenómenos inconscientes generados psicocinéticamente. Sin embargo, Sergio asumía un concepto más amplio de la paraufología, que abarcaba también las teorías basadas en el simbolismo y la psicología junguiana.
Una alternativa a la paraufología fue a partir de finales de los setenta la hipótesis psicosociológica (HPS), que tendió a confluir con los escépticos de las pseudociencias en el convencimiento de la irrealidad de los ovnis. Sánchez dijo en aquel primer libro que bebía de la copa de la HPS francesa pero no se tomaba la totalidad de su contenido, pues admitía la posibilidad de “un origen inteligente y extrahumano para ciertas manifestaciones OVNI” (p. 196 y 199). Bajo ese influjo de la paraufología, para él la experiencia ovni debía ser analizada como una totalidad en la cual el componente psíquico y simbólico fuera tanto o más relevante que el fenómeno físico (p. 205). Aquel Pasaporte a ovnilandia fue un aire fresco de reflexión filosófica y metodológica en la ufología de habla hispana, pero era una obra primeriza, solo un repaso al estado de la situación de la ufología a fin de siglo. El año siguiente emprendería, formando tándem con su paisano el periodista Diego Zúñiga (hoy, editor de su obra), la travesía editorial de la revista-boletín La Nave de los Locos, que armaría a ambos de experiencia y de argumentos más sólidos y críticos. A pesar de la brevedad de su singladura, La Nave fue una de las publicaciones más prestigiosas en la historia de la ufología latinoamericana y en español.
Años después Sergio Sánchez llegaría a su plena madurez como analista con esta obra que aquí comento, Érase una vez en Ovnilandia, que se ha ido editando por entregas anuales o bianuales hasta completar seis volúmenes en el curso de ocho años. Esta es mi reseña del conjunto.
Volumen 1. La gran invasión marciana (2016)
Dedicó esta primera entrega a los inicios del estudio de los soucoupes volantes (platos voladores) en Francia en los años cincuenta y sesenta, al principio desde la óptica inmutable de que la Tierra estaba siendo visitada por astronaves del planeta Marte, de ahí el subtítulo. Sánchez destaca como primeros hitos la fundación de la Comisión Ouranos en 1951 y la creación de la revista Lumières dans la Nuit (LDLN) en 1955. Los años sesenta se inician con la creación en 1961, por René Foueré y su esposa Francine, de la organización privada GEPA (no confundir con la posterior organización oficial GEPAN). Este grupo se distinguió por su afán de convencer a los científicos y militares de la importancia del problema de los discos voladores, editando otra de las revistas clásicas de la época, Phénomènes Spatiaux. De entre las obras de los pioneros, Sergio defiende Les apparitions de Martiens (1963), de Michel Carrouges, entre lo más serio escrito en la época, pues en ese libro se contenían ya algunas reflexiones sobre el valor de los testimonios de los testigos. Pero el autor de referencia es Aimé Michel. Su obra Mystérieux objects célestes (1958) buscaba pautas de comportamiento inteligente de los platos voladores en las alineaciones de sus lugares de aparición, lo que llamó ortotenias. El “problema del no contacto” y la calificación que Michel hizo del fenómeno como elusivo y absurdo calaron hondo entre algunos autores de habla hispana.
LA MÁS BELLA FOTO DE LA UFOLOGÍA FRANCESA
Francine y René Fouéré, directivos del GEPA (Grupo de Estudio de Fenómenos Aéreos y Objetos Espaciales Inusuales) y de su revista Phénomènes Spatiaux, Francia. Precursor de la ufología francesa seria, René Fouéré (1904-1990) se interesó por el problema de los «platillos voladores» a partir de 1949. A partir de 1953, participó en las reuniones de la Comisión Internacional de Investigaciones Ouranos (el primer grupo francés de estudio de los ovnis, fundado en 1951 por Marc Thirouin) donde además conoció a personalidades como Jimmy Guieu, René Hardy, Jean Plantier y el Dr. Marcel Pagès. En 1962 participó en el desarrollo del GEPA fundado ese año por René Hardy. René se convirtió, con su esposa Francine, en uno de los principales líderes y en el director de la publicación de Phénomènes Spatiaux. Foto: Yves Bosson Fuente: ODLA
El consenso de la ufología francesa hasta los años setenta consistía en que el fenómeno de los platillos volantes era uno e indivisible, a pesar de la multiplicidad de sus manifestaciones, y que estas eran físicamente reales. Pero René Hardy, director de la revista Phénomènes Spatiaux, propuso un esquema de la hipótesis extraterrestre (HET) dividido en dos versiones: la simple -de las astronaves del espacio exterior- y la HET de segundo grado, según la cual los ovnis podían aparecer y desaparecer en virtud de manipulaciones del espacio-tiempo. Hardy procedía de la parapsicología, quizá de ahí esta sutileza. Y en esta corriente de la HET “de segundo grado” sitúa Sánchez como pieza clave a un científico del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) convertido en ufólogo: Pierre Guerin. Este creía que los ovnis eran manifestaciones de una inteligencia extrahumana y súper tecnológica, pero iba más allá. Para él la gran extrañeza de los encuentros cercanos con ovnis daba a entender que afectaban al psiquismo del testigo, de tal manera que este podía ser sugestionado mentalmente por la inteligencia que controlaba al fenómeno para hacer ver escenas que no tenían una realidad física. Igualmente, aceptaba Guerin, había un componente mimético en los ovnis, pues estos parecían adaptarse al contexto tecnológico y cultural de cada momento. Todo ocurría como si el testigo viviese un auténtico sueño con los ojos abiertos, un “sueño inducido” por el fenómeno, como una apariencia proyectada.
Para Sergio Sánchez, Guerin es importante en la evolución de la ufología francesa, a pesar de lo escaso de sus escritos (apenas un anexo a un libro de Jean-Claude Bourret), pues constituyó un puente entre la HET clásica y la paraufología. En este primer volumen, Sergio dedica un buen espacio a Guerin como pionero del estudio de los platillos volantes y no conforme con ello analizó la autobiografía intelectual de Guerin titulada OVNI: les mécanismes d’une désinformation (2000), sobre la cual abundó en el tomo 4, que revisaré más adelante.
El estilo expositivo de Sergio Sánchez es el de complementar la narración con largas citas a pie de página y “excursos”, unas reflexiones laterales, a veces al margen de los temas ufológicos, con las que quiere profundizar en ciertas ideas. Unos excursos serán más oportunos que otros a la temática en cuestión, pero ninguno sin interés. Si acaso, en este primer volumen el autor se ha dejado llevar por el afán de la completitud, de incluir todo lo que le ha parecido relevante, insertando anexos sobre casuística ajena al tema en cuestión, que a mi gusto habrían encajado mejor como artículos. Y por el contrario, se echan a faltar reseñas sobre una parte de la ufología pro-HET de los años setenta, que pospuso para el volumen 4 dejando un poco magra esta primera entrega.
Volumen 2. A Magonia sin pasaporte (2018)
El segundo volumen de la serie Érase una vez en Ovnilandia se enfoca sobre las tendencias que cuestionaron la HET a partir de los años setenta, principalmente a dos productos muy franceses: la paraufología y esa otra corriente que se interconecta y a menudo se funde con ella: Sánchez la llama “hipótesis Magonia”, por la obra seminal de Jacques Vallée Pasaporte a Magonia, de ahí el subtítulo de esta segunda entrega. Supongo que no es necesario decir mucho sobre ese clásico entre los clásicos que es Pasaporte a Magonia, pues fue el pistoletazo de salida para una nueva exploración en territorios del folklore, las tradiciones religiosas y lo paranormal en busca de comparaciones con el fenómeno ovni, que supuso una influencia enorme en el devenir de la ufología internacional. En Vallée, pero también en Keel, se encuentra esa idea, que se hizo norma en los setenta, del mimetismo de los ovnis de acuerdo con la cultura de cada época.
VALLÉE Y KEEL, JUNTOS. «El Dr. Jacques Vallée charla con uno de sus escritores fantasmas», escribió Keel en el esta foto publicada en el décimo (y último) boletín de la Sociedad Forteana de Nueva York, septiembre-octubre de 1989.
En cuanto a la paraufología más propiamente dicha, la que considera los ovnis como subproductos paranormales de la mente humana, encuentra a su figura clave en Francia: Pierre Vieroudy, autor de toda una obra en el corto periodo entre 1977 y 1979, en particular su clásico Ces OVNI qui annoncent le surhomme. Sergio señala que la diferencia entre la HET “de segundo grado” y la paraufología está en que la primera atribuía el fenómeno ovni a un agente externo, una súper inteligencia extrahumana denominada “Sistema X”, mientras que en la paraufología la experiencia ovni es, en palabras de Vieroudy, “una proyección de los contenidos de la mente humana que no necesita a la Gran Otredad para reclamar su derecho a la existencia” (p. 69). Para el autor francés, esa proyección es física y de naturaleza parapsicológica. Es decir, que el perceptor juega un papel activo en la materialización del fenómeno. Vieroudy apuntó a una serie de rasgos psicológicos que caracterizarían al testigo ovni típico, como por ejemplo ser creyentes en temas paranormales y tener a menudo problemas de adaptabilidad social. Vemos aquí lo cerca que estuvo Vieroudy de explicar los ovnis por causas psicológicas, y sin embargo nunca abandonó su convicción sobre la realidad física de los ovnis.
SOCIOLOGÍA DE LOS OVNIS. Thierry Pinvidic con el sociólogo norteamericano Ron Westrum, en 1981: Foto: © Yves Bosson / Agence Martienne (Cortesía: Pierre Lagrange)
Al principio de su carrera ufológica, Thierry Pinvidic practicó una paraufología extendida (en término de Sánchez), pues en su clásico Le noeud gordien, ou la fantastique histoire des OVNI (1979) se mostraba convencido de la existencia de un fenómeno ovni original que, como un catalizador de la imaginación, desafiaba nuestro sentido de realidad. En sus inicios, Pinvidic seguía al Vallée de El colegio invisible (1974), para quien el fenómeno ovni era como un sistema de control de la humanidad, de ahí que el joven autor –publicó su libro a los 23 años– creyese que a través de los ovnis sería posible desentrañar el “nudo gordiano” del título de su libro. Pinvidic renunciaría muy pronto a estas ideas en favor de la psicosociología y unos años más tarde abandonaría definitivamente en campo de la ufología.
Una obra de alcance más duradero, capital en la historia de la ufología francesa, es Science-fiction et soucoupes volantes (1978), de Bertrand Méheust, en la que se muestran y discuten los precedentes de la iconografía de los ovnis en la ciencia ficción de principios del siglo XX. La argumentación teórica de Méheust sobre estos descubrimientos arranca de la psicología analítica junguiana, pero, como señala Sánchez, la complejidad de la argumentación hizo que este texto quedara abierto a diversas lecturas, “como una fuente de agua dulce en que todos los sedientos querían beber” (p. 118), pero que Sánchez considera plenamente insertado en la paraufología.
Esta corriente, que Sánchez llama también “ufología parafísica”, tuvo su periodo álgido a finales de los años setenta y en poco tiempo entró en decadencia, superada por la hipótesis psicosociológica (HPS). Como él dice, “la luz espectral de la ufología parafísica no haría más que retroceder”. En lo que concierne a Magonia, agrega: “el pasaporte ha caducado” (p. 103). Como explicará más adelante, en los ochenta la ufología asistía a un retorno de la HET más simple, el ovni de tuercas y tornillos, con una auténtica obsesión por el platillo supuestamente estrellado en Roswell.

En este segundo volumen, antes de profundizar sobre los contactados y cultos ovni franceses, Sánchez dedica un amplio “excurso” a una reflexión sobre la religiosidad en el contacto extraterrestre. Además de presentar a contactados muy poco conocidos fuera de Francia, dedica atención especial a los raelianos, de fama internacional. Y entre otras historias contactistas nos enteramos de que el monte Bugarach pasó de ser un “centro magnético” de buscadores espirituales y el centro más importante de la Nueva Era en Francia a convertirse en lugar de encuentro de ufólogos y contactados, lo cual se produjo gracias a la intervención del alcalde del municipio y de los periodistas, que dieron pábulo a una supuesta profecía y leyendas sobre sectarios y túneles secretos. Toda una enseñanza. Contra la idea esgrimida por los investigadores clásicos de que los contactados no tienen nada que ver con la ufología y la desprestigian, Sergio llama la atención aquí sobre la creciente implantación del fenómeno contactista en las nuevas corrientes ufológicas.
LYON, 1986. Jacques Scornaux y Jean-Bruno Renard. Foto: Pierre Lagrange
Sánchez presenta otra postura que se opone al contactismo místico desde convicciones igualmente religiosas: la “hipótesis demonológica”, es decir, que los ovnis son satánicos. Por ejemplo, Pierre Delval, con quien algunos llegamos a relacionarnos a finales de los años setenta en sus visitas a España, considerándole entonces situado entre la HET clásica y la paraufología. En los ochenta, Delval se “convirtió” en un adalid del “giro demonológico”, tomando los ovnis por manifestaciones del Anticristo. Una rareza, ya que su visión parece más propia del fundamentalismo cristiano de Norteamérica que de la Francia laica. En el aspecto religioso del fenómeno ovni, Sánchez comenta Les extraterrestres: une nouvelle croyance religieuse? (1988), un pequeño libro –pero importante entonces– del sociólogo Jean-Bruno Renard, en el que se desmenuzan los contenidos simbólicos de algunas de las películas ufológica de la época. Para Renard, los ovnis constituyen la presencia de un sincretismo científico-religioso, una religión materialista en la cual las divinidades son los extraterrestres. Sergio volverá a Renard en el último volumen de la saga.
Volumen 3. El gran enigma de la imaginación ufológica (2020).
Sánchez Rodríguez dedica la parte central de este volumen a esa otra creación genuinamente francesa como es la hipótesis psicosociológica (HPS), iniciada en 1977 por Michel Monnerie con su primer libro, Et si les OVNIs n’existaient pas? Allí explicaba los ovnis como confusiones con objetos naturales, pero con argumentos que lindaban con las teorías psicoanalíticas de Jung. Entonces, se le reprochó a Monnerie, desde un lado y otro del espectro, que explicara ciertas experiencias ovni como un “sueño despierto” del testigo sin clarificar la etiología de esa anomalía, sin formación en psicología para estas interpretaciones. Esta, y su siguiente obra, generaron una viva controversia entre los autores de la “nueva ufología” francesa (Jacques Scornaux, Thierry Pinvidic y Claude Maugé, especialmente) desde fines de los setenta. Siempre he considerado el debate francés de este periódico como un momento de esplendor en el pensamiento ufológico.
PLATÍVOLOS Y SCI-FI. Bertrand Méheust con el escritor de ciencia ficción británico Ian Watson durante una convención del género en Lille, Francia, en 1986. Foto: Pierre Lagrange
Vuelve a aparecer en este tercer volumen la obra de Méheust comentada en el volumen anterior, Science-fiction et soucoupes volantes. Podemos preguntarnos por qué traerlo de nuevo a un capítulo dedicado a la HPS si, como Sergio reconoce, no pertenece a este campo sino al de la paraufología. Además, Sergio aclara que siempre ha habido un malentendido, en que él mismo admite haber caído al principio, consistente en creer que esta obra pertenecía al campo de los escépticos y psicosociólogos (la HPS), cuando Méheust no ha sido nunca un escéptico de los ovnis, sino precisamente una voz discordante con la HPS. La razón de esta ordenación parece estar en el enfoque sobre los debates que se generaron en cada momento, y Science-fiction et soucoupes volantes formó parte fundamental de la controversia de esa “nueva ufología” psicosocial durante los años ochenta. Aquí Sergio ahonda en las disquisiciones de Méheust sobre lo que podrían ser o no ser los ovnis; quizás en exceso, porque este último no se decanta al final por ninguna conclusión clara, en su característica ambigüedad. Se percibe claramente la fascinación que esta obra ha ejercido sobre Sergio (“de gran belleza”, la considera), no en vano su presencia rebosa en este volumen y además aparece transversalmente a lo largo de toda la serie, a pesar de admitir que es tan hija de su tiempo (es decir, no duradera) como la de Donald Keyhoe (p. 193).
PIERRE LAGRANGE (1988). El sociólogo francés junto a George Eberhart del CUFOS, en el congreso de MUFON en Lincoln, Nebraska, Estados Unidos. Cortesía: Pierre Lagrange.
Dedica las últimas páginas a otros miembros de la escuela psicosociológica, como Maugé, quien cuestionó, ya como escéptico, que pudiera discernirse entre ovnis y ovis (objetos identificados) y que por tanto existiera un residuo de casos inexplicables. Para Maugé, los ufólogos han descuidado las distorsiones perceptivas. Además se resume la tesis doctoral en psicología de Manuel Jiménez (ex miembro del GEPAN y con un libro sobre el tema traducido al portugués), en la que explicó los ovnis como construcciones cognitivas basadas en errores perceptivos. Desde un punto de vista distinto –y por tanto no encaja bien en este capítulo–, la obra de Pierre Lagrange aboga por hacer sociología de los ovnis atendiendo a la construcción colectiva de la creencia. En este volumen uno puede encontrar hasta una rara concesión al cotilleo/chismorrerío que tanto gusta en el mundillo ufológico. Francia no podía ser diferente, y allí también se produjo en los años ochenta un enfrentamiento entre escépticos y creyentes, entre los ufólogos de la escuela psicosocial (con Pinvidic al frente) y la Federación Francesa de Ufología, que agrupaba a los investigadores pro HET. También se reconoce aquí la importancia de la ufología psicosociológica italiana desde los años ochenta, coaligada alrededor del Centro Studi Ufologici (CISU), especialmente los primeros trabajos de Paolo Toselli. Pero encuentro un vacío notable, y es que no se cita apenas la ufología británica, en concreto la gran influencia de la revista Magonia en la creación de toda una corriente de opinión crítica, psicosociológica y escéptica a nivel internacional.


















