“Chango, seguime”. El camarógrafo que amaba los platos voladores

Entrevista con Carlos Chango Torres, el camarógrafo de José de Zer (1941-1997)

Por Hugo Montero

Por la transcripción: Paulo Lage

A propósito del próximo estreno de “El hombre que amaba los platos voladores” (Diego Lerman, 2024), mucho se hablará de José De Zer, musa del director. Menos espacio quedará para su compañero de tareas, el camarógrafo Carlos “Chango” Torres, coprotagonista de los informes que emitió Nuevediario (Canal 9 Libertad) entre 1985 y 1994 en un horario de máxima audiencia, entre las 19 y 20 hs.

El innovador espacio de De Zer hizo dos goles de media cancha, “La casa del horror”, el caso de inducción paranormal, llamado por José “laberinto infernal”, sobre la calle 72, La Plata, y la sensacional producción de ovnis y ciudades perdidas en Capilla del Monte, ambas realizadas en 1986. Bastante se ha especulado alrededor de aquella suerte de mockumentary para la televisión -dado que las fuentes directas escasean. Un puñado de rescates en YouTube y la falible memoria de sus contemporáneos reemplazaron la ausencia de material de esa época en los archivos del canal.

“Fue un show de noticias”, lo definió el director general de Nuevediario, Horacio Larrosa. Conducido en aquella primera etapa por Silvia Fernández Barrios y Juan Carlos Pérez Loizeau, De Zer y su inseparable Chango estaban cubriendo la temporada en Villa Carlos Paz, Córdoba, cuando un rapto de intuición los llevó a visitar una “extraña mancha” aparecida en una serranía cercana a la ciudad de Capilla del Monte, donde el plan era quedarse unos pocos días y terminaron instalándose cinco meses.

Al pie del cerro Uritorco estaba naciendo una historia que los enviados de Nuevediario impulsaron; y desde entonces el mito extra/intraterrestre en la zona no ha dejado de crecer.

La fiebre de mutilaciones de ganado ganó los medios en abril de 2002. Entonces, un productor de “Indomables”, el programa que por entonces conducía Mauro Viale, recordó las famosas salidas de José de Zer en el noticiero de Canal 9. Pero el cronista había fallecido hacía cinco años. De la dupla sólo quedaba el Chango, a quien De Zer pedía que lo acompañara por su sobrenombre: “Seguime Chango”.

El 28 de julio de 2002, Mariano Blejman publicó en el suplemento Radar de Página 12, El equipo de José. Ese fue el primer, revelador reportaje al Carlos “Chango” Torres, “el camarógrafo más famoso de los desconocidos”.

Carlos «Chango» Torres. Falleció en el Gran Buenos Aires, Barrio Orione, en 2016. Foto: Hugo Montero (2005)

Así presentaba Blejman al Chango:

Es un austero moreno de la provincia de Buenos Aires que había entrado a Canal 9 como cadete en 1968, con 16 años. Que pasó a ser ayudante de compaginación, ayudante de archivista y ayudante de cámara. Y llegó a camarógrafo recién a mediados de los 70. Se cruzó con De Zer a principio de los 80 y no se separó de él hasta la muerte del periodista en 1997.”

Tres años después le iba a seguir la segunda entrevista y final, que le hizo Hugo Montero (1976-2021) en Sudestada, fechada en diciembre de 2005.

A días del estreno de “El hombre que amaba los platos voladores”, dirigida por Diego Lerman, recuperar esta nota se nos antojó indispensable. Portela, actual editor de Sudestada, tuvo la amabilidad de autorizar a Factor su reedición, que por primera vez se imprime en digital.

“Seguime, Chango, seguime”

Rastreando alienígenas, zafando de pozos magnéticos o persiguiendo falsos narcos en la selva, las notas de José de Zer dejaron una huella en la televisión de los ochenta. Pero detrás del cronista había un camarógrafo, el inolvidable Chango, que grabó todo y no se olvidó de nada. Y en esta charla con Sudestada confiesa la verdad de un fenómeno que sorprendía a todos los argentinos un par de décadas atrás.

Por Hugo Montero*

La noche parece más profunda  cuando el remis se detiene frente a una de las últimas manzanas del barrio Don Orione y se escucha la bocina. De un lado, el baldío se pierde en la oscuridad por donde apenas se adivinan las luces lejanas de la Monteverde. Del otro, los monoblocks del barrio se tiñen todos de un mismo color grisáceo, apagado, que envuelve de noche a una señora que apura el trote para llegar al auto. Una vez adentro la pasajera, el chofer del remis arranca y se desliza por las calles internas del barrio sin prisa. ¿Sabe la señora del barrio quién es ese remisero de pocas palabras que la transporta? ¿Sospecha acaso de una lejana historia que arrastran al chofer y su memoria por un laberinto de ovnis, gnomos malditos y casa embrujadas?¿Conoce la señora el pasado de este remisero que alguna vez fue el fiel escudero de un viejo hidalgo periodista, cazador de fantasmas, muy lejos de la noche de Claypole, que va quedando atrás?

No, la señora no sabe nada. Apenas si escuchó hablar alguna vez de este tal Carlos Torres, dueño de una agencia de remises en pleno barrio Don Orione, chofer de pocas palabras. No sabe porque no imagina que el remisero es el famoso “Chango”, el camarógrafo que quedó en la historia de la televisión de los ochenta por acompañar al periodista José de Zer en sus odiseas detrás de la huella de los alienígenas en Argentina que siempre, vaya casualidad, elegían las cámaras de Nuevediario para presentarse y dejar rastros cargados de misterio.

El Chango Torres se sentó en el comedor de su casa de Don Orione frente a un cronista de Sudestada para confesar los detalles de una experiencia única que, como todas las cosas, tiene un punto de partida definido: “Todo comenzó una mañana de café en Villa Carlos Paz. Por ese tiempo, José se dedicaba a cubrir notas de espectáculos. Íbamos a Mar del Plata, a Córdoba a hacer distintas notas de temporada, y esa mañana leíamos los diarios zonales. José vio una foto del cerro Uritorco y, al lado, una mancha en el cerro El Pajarillo, que está muy cerca. Se decía en la nota que allí había aterrizado un plato volador y por eso estaba quemado todo el pasto. Entonces a José se le ocurrió ir a ver qué se podía hacer en ese lugar, ya que estábamos cerca. Y fuimos esa mañana”, relata el Chango, que había entrado a Canal 9 en 1966 y se había desempeñado en casi todos los oficios disponibles detrás de la cámara: ayudante a los 16 años, después laboratorista, compaginador, iluminador y camarógrafo B, hasta que en 1975 consiguió el ascenso a la A del noticiero.

“Llegamos, hicimos un plan de trabajo, y fuimos mostrando primero un poco, investigando un poco más, y ahí empezamos una cadena de sucesos sobre platos voladores en Capilla del Monte. Apenas llegamos al lugar, José pensaba en cómo le podíamos dar un poco más de vida a la noticia. Entonces lo que hicimos fue juntar cascarudos de la ruta, que cuando se mueren quedan secos, vacíos por dentro. Tiramos los bichos sobre la mancha y en la nota nos sorprendíamos de lo seco que estaban. Había algo que les chupó la energía, decía José después.”

Lo que había comenzado como una nota “de parrilla”, como para atajarse por un día sin demasiadas noticias con los famosos, se transformó en el impacto televisivo de la década: a partir de aquellas primeras notas en el cerro Uritorco, el noticiero de Canal 9 comenzó a crecer en las mediciones de audiencia hasta alcanzar récords para la época.

-¿Hasta ese momento el Uritorco no tenía fama por esos temas?

En realidad, lo que tenía fama turística era lo que estaba enfrente, “El zapato” (una formación rocosa). Todo el mundo que pasaba por ahí se sacaba una foto arriba de un burro en El zapato y nada más. Capilla del Monte pasaba desapercibido, y el cerro Uritorco más todavía. Cuando empezamos a hacer ese tipo de notas, la gente de lugar se sintió un poco invadida, no le gustó mucho tanta publicidad. Con el correr del tiempo nos adoraban porque les trajimos turismo, hotelería, restoranes, a la montaña la alambraron y cobraban peaje para subir. Todos hicieron plata con eso. Después, éramos uno más del pueblo. Hasta nos saludaban por la calle”.

De Zer y el Chango, que habían viajado a Córdoba con la idea de quedarse unos quince días, se instalaron cinco meses a la sombra del cerro, hurgando en cuevas con jeroglíficos extraños, simulando pasar la noche en la cumbre (“porque en realidad montamos toda la escenografía atrás del hotel”, reconoce el Chango), metidos de lleno en un zona que no paraba de ofrecerles novedades sobre vida alienígena para el programa. Hasta que un día rompieron todos los códigos y grabaron por primera vez las luces lejanas de naves extraterrestres surcando el cielo cordobés, y ya no había vuelta atrás:

“Un vaqueano me llevó a un lugar donde se veía justo a los autos que llegaban de Cruz del Eje a la sierra a lo lejos. Aparecían y se perdían detrás de las montañas y, la verdad, parecían naves extraterrestres”, confiesa el compañero de De Zer.

“¡Me chupa el pozo, me chupa!”

Mientras el rating de Nuevediario llegaba hasta los 45 puntos, los productores del noticiero perseguían a De Zer para que buscara más de esas notas fantásticas que cautivaban a miles de argentinos: “Cuando ya sabíamos lo de la repercusión, había una presión enorme porque todos esperaban en el canal a ver con qué llegábamos todas las noches. Y había cuarenta personas mirando en compaginación el material que llevábamos. Ya en el noticiero no le daban ni bola a las notas de actualidad casi”, señala el Chango. Entonces apareció una extraña carta de un parapsicólogo de La Plata con un enigma que sólo De Zer y su compañero podían resolver: “Fuimos para La Plata y el tipo nos contó que una noche andaba caminando cerca de un baldío y sintió como una atracción magnética en el lugar. Y el tipo se mete en el terreno, entra a caminar y con una cámara de fotos dispara dos veces el flash, sin querer. Cuando las manda a revelar ve las fotos en las que se ve un pozo y un enanito verde que está como saliendo, agarrado, y la otra foto es cuando se mete en los matorrales. Entonces José me mira, y yo le digo despacio:

Mirá, si nosotros mostramos esto en televisión vamos todos en cana. No se la cree nadie’. Entonces empezamos a idear cómo hacer para armar una historia con todo eso”.

“Lo que vimos ahí fue un campo abandonado, los cardos altos, no se veía nada. Fuimos a eso de las 10 de la noche con el tipo, que llevaba una especie de péndulo luminoso. Lo hacíamos de noche para montar una escenografía más misteriosa, de suspenso. Mientras el tipo buscaba la atracción del péndulo y caminaba con una linterna, nosotros apagamos la luz de la cámara, como para darle más dramatismo a la cosa, y filmamos solamente con la luz de la linterna. A los tres minutos desaparece la linterna, el péndulo y el parapsicólogo. Y ahí escucho unos gritos bárbaros. Cuando prendemos la luz, lo vemos a este hombre metido en el pozo hasta la cintura y gritando como loco: “¡Me chupa el pozo, me chupa el pozo!”. Y cuando José lo quiere sacar no puede porque parece que el pozo lo atraía. Así que estuvimos ahí luchando un rato para sacarlo, pero de última, lo sacamos. Y en el medio de la grabación, se escucha como un sonido extraño. Ese sonido recién lo escuchamos en la edición, después. Y en el canal lo que hicieron fue pasar al revés la cinta y ahí se escucha una vocecita que dice: ‘¡Atrápalo!’. Y después era terrible la cantidad de gente que quería visitar el pozo, hasta la policía nos tuvo que custodiar las noches siguientes”.

La nota del pozo chupador de La Plata ocupa un seguro sitial entre los momentos televisivos inolvidables para varias generaciones de argentinos, pero para De Zer y el Chango significó un impacto difícil de asimilar a partir de la popularidad que representó en su momento. Cronista y camarógrafo estaban juntos desde 1983 y se cansaron de perseguir famosos para arrancarles confesiones y miserias, pero dos años después todo el país hacía silencio a las 20 para escuchar la última revelación por la pantalla de la palomita. Era la dupla perfecta:

DE ZER y CHANGO llegaron a Capilla del Monte en febrero de 1986, cuando todo empezaba. Querían divertirse y entretener a los espectadores. Pero sus informes salían en un informativo nacional. La dupla avanzó convencida de que sus montajes eran inocuos. Estaban inventándoselo todo. Foto: Archivo Paula Kaizer

“En las notas nosotros nos mirábamos y no hacía falta hablar. Éramos casi la misma persona. Los dos sabíamos lo que teníamos que hacer, a veces no había ni dialogo porque se decía con la mirada. Hacíamos un muy buen equipo. Nos divertíamos mucho. Era muy sacrificado, pero nos divertíamos. No sé que buscaba la gente con nuestras notas. Por ahí conocer, distraerse. Pero les gustaba a todos, porque vos caminabas por la calle y en todos lados escuchabas la música de Nuevediario. Era increíble. Nosotros nos dimos cuenta de la magnitud de la repercusión una vez que volvimos unos días a Capital y todo el mundo quería hablar con José. Conmigo no porque, en realidad, yo soy el más famoso de los desconocidos: todos saben quién es el Chango pero nadie lo conoce. Acá en el barrio sí me conocían y me preguntaban si era cierto. ‘Pero cómo no va a ser cierto, ¿vos lo viste filmado? Yo no te voy a mentir’, les decía yo”.

Leonardo Sbaraglia protagoniza El hombre que amaba los platos voladores. Llega en octubre de 2024 a Netflix.

Policías y ladrones

También hubo tiempo para casas embrujadas, sectas peligrosas y hasta para el inefable hombre-gato, uno de los monstruos más populares de los 80 que se expandió como una plaga en cada barrio: “Cuando apareció el tema del hombre gato, les pagamos a unos extras para que anduvieran saltando por los techos de las casas, y nosotros atrás, grabando todo”, explica el Chango. Pero no todo era ovnis y apariciones en la pantalla de Nuevediario, las noticias policiales ocupaban gran parte del aire del noticiero y en ese rubro también se destacaron De Zer y el Chango: perseguían la noticia y sino la encontraban o si llegaban tarde, le pedían a los uniformados que hicieran de extras para la grabación:

“Fuimos también a la frontera a hacer notas sobre procedimientos de Gendarmería. Pero siempre cuando llegábamos ya estaba todo cocinado: los tipos en cana, la droga incautada, las armas en un costado, todo terminado. ‘Esto no nos sirve’, me decía José. Entonces agarró y se fue a hablar con el responsable de la Gendarmería en la zona. Y le explicó que por qué no dramatizábamos el operativo, qué le iba a convenir a los dos porque para ellos también era prensa, que nadie conocía cómo trabajaba Gendarmería en la frontera, y qué se yo cuántas cosas más. Y lo convenció. Entonces armamos todo: unos polis se disfrazaron de delincuentes y se metieron en el río y desde la orilla le tiraban balazos y yo grababa todo y corría con José por la selva. Y quedaba bárbaro. Después hicimos eso también con la policía de acá, armábamos los operativos y resulta que había canas que se hacían los chorros y nosotros los perseguíamos desde un patrullero a balazos por todos lados. Y en un descampado los agarraban, los esposaban.

-¿Pero tiraban balas de salva…

No, qué salva. Balas de verdad. Si una vez estábamos grabando y nos balearon el patrullero donde estábamos y ya con José no sabíamos si era verdad, si eran los tipos que actuaban o si nos tiraban otros desde otro lado. Por las dudas José me dijo: ‘Chango, vos grabá todo’. Y yo le hacía caso”.

El Chango defiende la propuesta informativa de su amigo De Zer, recuerda también que en esos tiempos escuchó críticas que todavía tiene ganas de refutar tantos años después: “Yo creo que al final de la línea nosotros no le hicimos mal a nadie. Hicimos las cosas bien. Igual nos criticaban, había uno que decía que con eso tapábamos la realidad, que tapábamos a los 30.000 desaparecidos. Pero eso no se podía tapar con nada, no tenía nada que ver. Pero la cosa era así, hasta los que nos criticaban miraban el noticiero. Todos a las ocho prendían la tele para ver Nuevediario”.

José de Zer y los guardianes de Viarava es una novela firmada por una supuesta hija del Chango, Camila Torres. También quiso ser película.

“A mí me da tristeza ver ahora esas notas sobre el chupacabras o cosas así porque no las pueden hacer tan mal. Con todo el soporte técnico que tienen ahora, con toda la tecnología, no la pueden hacer tan mal. Parece que estuvieran cargando a la gente. Nosotros, por lo menos, lo hacíamos con más dignidad. Si no, no nos hubieran visto”, asegura. Al Chango lo echaron de Canal 9 un par de años después que a De Zer, que sufrió mucho su salida del medio y lo envolvió en una depresión que lo terminó matando en 1997. “Uno extraña, la verdad extraña. José era una excelente persona, en las malas y en las buenas siempre estaba al lado tuyo. Muy compañero, yo no conocí a otro tipo así”, recuerda un dolido Chango, que con el dinero de la indemnización montó una agencia de remises en su barrio, Don Orione.

“Yo estuve 32 años como camarógrafo del noticiero. Y de un día para el otro te rajan, nunca más. No es nada fácil, a uno le cuesta. Por ahí, el periodista se la puede rebuscar en la radio, en un diario, pero el cámara no. El cámara es muy específico, si no va a otro canal hace casamientos, es así. El día que estás allá arriba te saludan todos. Cuando te bajan, no te conoce más nadie”, asegura ahora.

La charla con el Chango se extiende hasta tarde, pero hay una pregunta inevitable que, por más esfuerzo que el cronista haga por disimularla, se impone sobre el final de la entrevista…

-Chango, después de tantos años, de tantas notas así… ¿usted cree que hay vida extraterrestre?

(El Chango duda por primera vez en la entrevista). Y sí, creo. Creo que no somos los únicos que estamos en el universo, eso creo. Pero nunca vi nada como para confirmarlo. Una vez, la única vez que vi algo que me sorprendió, fue en Córdoba. Había unas luces que cruzaban el monte, unas luces rojas en el cielo. Y no lo pude filmar. Justo no pude. Pero apenas lo vi se lo muestro a José. “Mirá allá, José, ¿qué es eso?”, le pregunto. Y José me mira con una sonrisa, como cargándome: “Dale Chango, dejate de joder”, me dijo. José era así, el tipo no creía en nada.

Entrevista y fotos: Hugo Montero

Ilustración: Jorge Moyano

Publicado en Revista Sudestada, Año 4, n° 35, Diciembre 04-Verano 2005

* Hugo Montero

Nacido en Claypole, provincia de Buenos Aires, en diciembre de 1976, egresó de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora como Licenciado en Periodismo. Cofundó y dirigió con Walter Marini e Ignacio Portela la revista Sudestada. Escribió Por qué Stalin derrotó a Trotsky (2009), Oesterheld. Viñetas y revolución (2013) y la biografía de Fabián Polosecki, Polo: el buscador (2006) y de Rodolfo Walsh Los años montoneros (2010), junto con Ignacio Portela.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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