“¿Cómo narrar hoy con eficacia el advenimiento de una ideología donde la intolerancia, la violencia y el egoísmo conforman un triángulo que se tatúa indeleble en la piel que ocupaba antes el sentido común? A partir del dominio pleno de sus materiales Daniel Riera nos da una respuesta posible. Con finísima ironía, con elegante desparpajo, nos hace ver, entre otras cosas, que ciertos programas solo pueden entenderse como fenómenos psiquiátricos”, escribió Luis Sagasti sobre Travesuras nazis (Híbrida Editora, 2023), la nueva novela del periodista, escritor y ventrílocuo.
La escritora Mariana Enríquez (Premio Herralde de Novela 2019 por Nuestra parte de noche) fue la anfitriona de la conversación con el autor, en una presentación que tuvo lugar ayer en el Centro Cultural Caras y Caretas de Buenos Aires.
Daniel Riera reveló la trastienda del proceso de escritura que, como la novela misma, acunó al público entre la risa y el espanto. Estas son las reflexiones que envió al evento el escritor bahiense Luis Sagasti, autor de El Canon de Leipzig, y Leyden Ltd, entre otras novelas memorables.
Por Luis Sagasti
Cierta intemporalidad y ubicuidad resuena en nombres tales como Red Scharlach, Erik Lönnrot, Treviranus, Yarmolinsky, la quinta Triste-le-Roi. Podemos calificarlos de adecuados y hasta de necesarios si se quiere llevar al mejor puerto (como en verdad se lleva) la rigurosa trama de La muerte y la Brújula: más que a personas de carne y hueso esos nombres parecen aludir propiedades, conceptos. Algunas referencias espaciales, ciertos hábitos, nos indican que la ciudad donde ocurren los hechos es Buenos Aires. Tal vez Borges haya entendido también que la aplicación del álgebra al crimen no es propia en un país donde la barbarie –temida y admirada- late siempre a la vuelta de la esquina. Todo es universal allí en el cuento como también lo es en las Travesuras nazis de Daniel Riera. El lugar es Buenos Aires, claro, es Argentina (y también Alemania) pero los nombres de los personajes, cierta topografía, portan un eco zumbón, de inofensiva simpatía que, lejos de quitarle gravedad, subraya los pliegues profundamente dramáticos de una trama engañosamente disparatada. Boximay, Omiston, Rabilangi, se sitúan en el mismo mapa donde puede ubicarse Córdoba, Aldo Bonzi y Bariloche. En apellidos como Ancaraunir, Materlanis, Langorne, Sipuli, Kaputianes, parecen convivir más de una corriente migratoria. Y no por experimentar con drogas como el servunque, la matita, el cotraloy o la zagorinta los resultados que se aguardan de ciertos experimentos no dejan de ser escalofriantes. Para que este prodigioso mecanismo de verosimilitud funcione sin fallas –en medio de Boca y River se alista el club Verdi, a cuyos fanáticos se los llama cafishios– debe haber un nazi con apellido alemán, como bien corresponde. Lo que queremos subrayar es que Buenos Aires es la Polonia de Ubu rey, es decir: cualquier parte.
A diferencia de los siete locos de Arlt, a los que la angustia existencial los impulsa a intentar quebrantar el orden para el advenimiento de una sociedad mejor, los catorce locos de Riera son impulsados por la certeza de que el cucú que da la hora de la espada ha sonado otra vez para bien del mundo. Más que angustia hay hastío y desazón, bronca por una política que se califica de mediocre, gris y corrupta. Casi con el deseo primal de poner colores a su vida el narrador de estas “travesuras” encuentra que “la vida en una fiambrería se vuelve más entretenida cuando uno sabe que tiene una misión”. Un alarmante patetismo envuelve a los protagonistas. No puede ser de otra manera. Acaso hoy, con toda su peligrosidad, ¿no tienen algo de caricatura personajes que han sido presidentes hasta hace poco o que pretenden serlo dentro de algunos meses? ¿No se encuentra en la desmesura de sus postulados el tono casi de farsa, tanto su atractivo como la imprudente y temeraria seguridad de que algo tan absurdo no puede ser nunca gobierno?
Nunca la literatura ha soslayado –como tampoco ha dejado de advertir– el riesgo de que ciertas ideas muy tóxicas regresen por lo que creen que es suyo. Ideas que, dadas ciertas condiciones de presión y temperatura, vuelven a tomar cuerpo con renovada indumentaria. Como si se constatara una ley se ha escrito una vez que nada acabará con un estallido (por más que se intente dinamitarlo todo). De algo estamos seguros: estos fenómenos no comienzan a los gritos como si fuesen focos ígneos desperdigados por toda la cartografía. Esos truenos son lo que, tarde, percibimos primero; truenos que ocultan los rayos anteriores que les han dado su sustancia. Y es precisamente sobre estos últimos donde se detiene la aguda atención de Riera. Cómo escribir hoy, cómo acercarse hoy a un proyecto que intenta cubrir de sensatez verdaderos disparates de toda índole: políticos, sociales y económicos. ¿Cómo narrar hoy con eficacia el advenimiento de una ideología donde la intolerancia, la violencia y el egoísmo conforman un triángulo que se tatúa indeleble en la piel que ocupaba antes el sentido común? A partir del dominio pleno de sus materiales Riera nos da una respuesta posible. Con finísima ironía, con elegante desparpajo, nos hace ver, entre otras cosas, que ciertos programas solo pueden entenderse como fenómenos psiquiátricos.
Y sin intentar establecer filiación alguna ni pretender que acabamos de descubrir la pólvora, no dudamos en afirmar que Travesuras nazis comparte un notable estante junto al mejor Aira, junto a Alberto Laiseca y el queridísimo Kurt Vonnegut.
CARAS Y CARETAS. Ayer, martes 23 de mayo, la novela de Daniel Riera fue presentada por Sergio Criscolo, editor de Híbrida Editora, y la escritora y periodista Mariana Enríquez.
«A medida que la vas devorando, la novela de Daniel Riera proyecta en tu cabeza una película que empieza haciéndote reír y termina presentando situaciones escalofriantes. Una película nunca será más alucinante que la que creó el autor en tu mente. Por eso, cuando la descubra un director, va a ser difícil que el resultado te deje satisfecho.»
A renglón seguido dejamos la reacción del editor de este blog en Facebook cuando cerró la novela de Riera.
«Cuando te acercás al final de Travesuras nazis empezás a sufrir: cuesta mucho abandonarla»
¿Es posible un Cuarto Reich? ¿Es verosímil que un grupo de argentinos termine encabezando la construcción del evento fundacional? Terminé de leer, en tiempo record para mí, que soy lector de masticación lenta, Travesuras nazis, la fabulosa novela de Daniel Riera. Aún para los tiempos que corren, me impactó que una historia que plantea personajes, circunstancias y escenarios supuestamente absurdos resulte tan realista. Realista y extrañamente familiar. Daniel crea atmósferas donde se mueven personas cercanas, parecidas a otras con la que alguna vez te cruzaste en la vida. Y en el libro las vemos moverse en su ambiente, patético, cruel, cómico, humano y a la vez lejano, pero no tanto. En 180 páginas que se me pasaron volando disfruté de una novela que será película, o espero que lo sea, porque a mí me pasó por la cabeza mientras me reía, me sorprendía y me comía las uñas imaginando cuanto más lejos podía escalar la trama, en qué locura me esperaba en la página siguiente. Una aventura argentino-alemana que ni te imaginás cómo va a terminar. Y cuando te acercás al final empezás a sufrir porque te negás a abandonar una novela que no disfrutabas tanto desde A tus plantas rendido un león de Osvaldo Soriano.
SINOPSIS. Un puñado de nazis cree que un territorio reúne los requisitos para fundar el Cuatro Reich: la Argentina. Ramulan quiere reunir a los que están dispersos en el país. A su vez, Hinselammer llega desde Bonn para realizar un experimento que no vamos a espoilear. Travesuras nazis se suma a la enorme tradición de sátira que tiene nuestra literatura. Daniel Riera utiliza con destreza la ironía para crear esta ¿ficción? y la puebla de personajes que podrían estar viviendo a la vuelta de la esquina.
DANIEL RIERA
Nació en Buenos Aires en 1970. Publicó las novelas Evangelios y apócrifos (2010) y La menor (2015); la guía Buenos Aires Bizarro (2008); los libros de crónica Nuestro Vietnam y otras crónicas (2010), Ventrílocuos. Gente grande que juega con muñecos (2012), Buenos Aires-Tijuana (2014) y De Argentina a México en bus y otras crónicas (2014); la memoria Vas a extrañarlo, porque es justo (2001, y edición corregida y aumentada en 2011); el ensayo El carácter Sea Monkey (2007); los libros de poemas Sexo telefónico (2005), Familia y propiedad/La vergüenza nacional (2009) y La razón a voluntad (2016) y los libros periodísticos en coautoría Queríamos tanto a Olmedo (con Ingrid Beck, Sergio Ranieri, Paula Rodríguez y Fernando Sánchez, 1991) Virus. Una Generación (con Fernando Sánchez, 1995 y edición corregida y aumentada en 2021) y García (con Fernando Sánchez, 2020). Es coautor de los documentales «Un paisaje de espanto» y «La madre de Maxi» (ambos con Mauro Gómez, 2015). Trabajó en redacciones varias, es ventrílocuo (formó el dúo Paco y Oliverio) y se la pasa pintando, preferentemente en acrílico o en tinta china.