Quilino, en el norte de Córdoba, es la patria chica de las brujas. En una localidad donde los relatos sobre prácticas mágicas se remontan al siglo XVII —cuando don Pedro Luis de Cabrera, hijo del fundador de la ciudad de Córdoba ya refería ceremonias indígenas asociadas a “hechicerías”—, siguen reportándose “brujas en vuelo”, chanchas encadenadas, almas en pena y guerras de maleficios entre vecinos.
En 2015, importantes medios nacionales dieron crédito a informes sobre un “hombre-pájaro” rondando la zona. Este año, el historiador Fernando Jorge Soto Roland viajó hasta Quilino en busca de testigos directos del portento. Y llegó a conclusiones dignas de un nuevo capítulo de El Archivo Mosquito.
Por Fernando Jorge Soto Roland *
En agosto de 2015, una extraña noticia impactó en los medios argentinos: un bombero de la localidad cordobesa de Quilino (departamento de Ischilín) atestiguaba haber visto a un “hombre-pájaro” descender de un árbol en los fondos del cuartel donde se desempeñaba. El revuelo mediático fue enorme y, en muy pocas horas, la noticia se difundió por todo el país; alcanzando, incluso, trascendencia internacional.
Muchos adeptos al misterio lo asociaron inmediatamente con el Mothman (Hombre-Polilla) de Point Pleasant e ilustraron sus informes con imágenes del famoso críptido norteamericano. Pero la criatura de Quilino poco tenía que ver con el gigantesco insecto del folclore estadounidense. Sus contextos eran bien diferentes. Y aunque me propuse indagar el tema en el lugar de los hechos, tuvieron que pasar siete largos años antes de recorrer el escenario de los sucesos denunciados para comprender cómo y por qué esa historia había cobrado cuerpo en aquel rincón de la provincia de Córdoba.
Mi primer artículo sobre el tema se limitó a reflejar cómo los medios difundieron y recrearon aquellos raros eventos, arriesgando una serie de hipótesis que, finalmente en mi viaje al lugar, pude corroborar.[1] La realidad cultural, claro, suele ser mucho más interesante y compleja que los dichos de la prensa; y sobre ese asunto tratará este trabajo; con las sensaciones, pareceres y datos aún frescos, a poco de haber estado ahí.
El viaje a Quilino, partiendo de la ciudad de Capilla del Monte (Valle de Punilla), recorriendo la larga Ruta Nacional 60, se lo debo a mi gran amigo y empresario capillense Claudio Miguel Chena, quien no dudó en recorrer en auto los 129 kilómetros que separan ambas localidades. Un trayecto en el que las sierras se diluyen poco a poco, dando lugar a dilatadas extensiones de tierra plana, cubierta de espinillos, tunas y algarrobos, palos borrachos y, algo más al norte, inmensas salinas. Un paisaje que se va desolando con el paso de las horas; colocando de a ratos pueblos que parecen haber quedado detenidos en el tiempo.
Quilino es uno de ellos.
Con un total de unos cinco mil habitantes (ocho mil en todo el departamento de Ischilín, según los datos parciales del censo de 2022), la localidad arrastra una larga historia aborigen y colonial. En sus tierras, sanavirones y conquistadores se disputaron la propiedad de los terrenos y aguadas en un largo proceso de conquista y colonización que ha dejado sus huellas en los apellidos y rasgos fenotípicos de sus habitantes. Un verdadero caldero de mestizaje biológico y cultural que se aprecia a simple vista.
Pero mis intereses no apuntaban a la historia económica, política o social del pueblo. Quería indagar en su imaginario contemporáneo, naturalmente ligado a ese mixturado pasado.[2] Deseaba conversar con el bombero Carlos Sánchez, principal protagonista de aquel “encuentro extraordinario” de 2015. Mi primera medida fue ir al cuartel de bomberos del pueblo, una de sus principales instituciones y núcleo de los que muchos consideran “testigos calificados”.
El destacamento 110 de la Regional N°12 de la provincia de Córdoba es un edificio humilde, con paredes de ladrillos y rejas en los ventanales que dan a la calle. El escudo que lo identifica mezcla el casco de un bombero sobre dos hachas entrecruzadas y un listón con los colores patrios, por encima de la silueta negra de un cabrito (o chivo), principal protagonista del festival más importante que se celebra, desde hace cuarenta y nueve años, en Quilino (el Festival Provincial del Cabrito y las Artesanías).
El portón de entrada permanecía abierto, sin nadie a la vista. Con Chena ingresamos palmeando las manos, ante la ausencia de un timbre.
Nos llamó la atención el improvisado altar dedicado a la Virgen del Valle, cuyo ícono, junto a una botellita llena de agua, en clara alusión a otra figura muy importante del panteón popular (la Difunta Correa), evidenciaba la profunda devoción religiosa de los bomberos. El espacio exudaba religiosidad, explícita y fuertemente asentada en el norte argentino. También distrajo mi mirada un enorme plano de todo el pueblo, en vivos colores y señalizando las calles, avenidas, oficinas públicas, plazas y barrios quilinenses.
Casi enseguida, se presentó una mujer cuando me dirigía al patio trasero del destacamento (escenario donde se había desplegado el encuentro con la misteriosa criatura, hacía siete años).
Sin mucho preámbulo, le indiqué el motivo de nuestra visita. Si bien no esperaba que mis dudas sobre el personaje alado fueran bien recibidas, Mariana (tal su nombre), con generosidad inaudita, nos relató lo que sabía sobre las muchas historias que circulan por el pueblo desde siempre.
La funcionaria recordaba muy bien el incidente, pero no había sido testigo directo. Le inquirí por Carlos Sánchez y sobre la posibilidad de hablar con él. Sin más insistencia, sacó su celular, se hizo a un costado y se comunicó con el protagonista. Minutos después, me pasó el dispositivo móvil.
Sánchez ya no pertenecía a la fuerza. Se dedicaba a otra cosa y no estaba en Quilino en ese momento. Aun así, me dio su número telefónico y combinamos una entrevista por Whatsapp para el día siguiente.
El resto de los cuarenta minutos que permanecimos en el cuartel, lo dedicamos a recorrer y fotografiar el escenario en el que se había desarrollado “el drama”.
Al rato, atravesamos del ejido urbano, sus calles y creencias.
CAPITAL NACIONAL DE LAS BRUJAS
Los vecinos de Quilino dicen que las brujas “pasan volando y soltando carcajadas por las noches. Que sus miradas atraviesan techos y paredes”[3], violando lo que todo pueblo resguarda: los secretos. Que ellas sean capaces de vulnerar la seguridad de los hogares las vuelve extremadamente peligrosas. No sólo por las relaciones que dicen guardar con El Malo (el Diablo), sino por la infinita impunidad que, según algunos creen, ellas poseen.
“Si quieren encontrar brujas, vayan a Quilino”, sostiene un dicho local, repetido más de una vez en libros, documentales y charlas circunstanciales. Una sentencia que puede haya sido la responsable de llevar al director de cine Octavio Revol Medina a filmar en el pueblo su film Grimorio (2019). Una película en la que las acólitas de Satán adquieren una relevancia y materialidad digna de verse.[4] Porque “en Quilino pasan cosas raras”.[5] No en balde es considerada la Capital Nacional de la Brujas.
Más de un especialista en folclore nombra a Quilino en sus trabajos. El pueblo arrastra una larga fama. No es la primera vez que la localidad se ve involucrada en relatos en los que interviene lo sobrenatural. Basta con consultar estudios ya tradicionales sobre el tema para notar que esta región del norte de Córdoba ha sido (y por lo visto, sigue siendo) un enorme caldero en el que se cuecen decenas de leyendas que se mantiene vivas en el imaginario cotidiano de su gente. Una región de salamancas, hechizos y rituales malignos que, sin sorna alguna, todavía alteran a sus habitantes. Las creencias están fuertemente asentadas y afectan, incluso, a una de las mayores pasiones argentinas: el fútbol.
En Quilino circula el rumor de que muchos equipos prefieren no jugar de visitante: las brujas –sostienen– se aposentan alrededor de la cancha, quitándoles la energía.
“En un torneo de fútbol, vinieron en coche desde Colonia Caroya a jugar acá —testimonió en un documental un albañil quilinense— y perdió con Talleres. Un curandero dijo que habían embrujado a los jugadores. Y sí, los habían embrujado porque no les salió ni una (…)”.[6]
Durante nuestra corta estadía, consulté a uno de los pocos vecinos que deambulaba a la hora de la siesta.
“¿Brujas? —me dijo sonriendo—. Esas son todas boludeces… Pero las he oído volar y reírse por arriba de los techos”.[7]
Ese anónimo habitante confirmaba los dichos que doña Teodora Villarruel y don Benjamín Arce —dos viejos y seguramente fallecidos quilinenses— hicieran a un periodista en el año 2005 (una década antes de los eventos ocurridos en el Cuartel de Bomberos Voluntarios):
“Acá está lleno de brujas (…) y es normal escuchar sus risas en la noche o sentirlas volar[8]”.
Como es de prever, no sólo las canchas de fútbol y las casas particulares quedan a merced de los poderes y rituales mágicos de las brujas. En campo santo local también se recogen huellas de sus pasos.
Mariana, la bombera, fue clara: “Acá en el pueblo cuentan que en el cementerio y zonas cercanas se encuentran evidencias de trabajos con velas y ofrendas que son claros actos de brujería y magia negra”.[9]
Pero, aun demostrando sus enormes poderes, las brujas —como pasa con casi todos los monstruos— tienen su lado flaco. Y en Quilino lo saben.
Un relato que circula por la Web, atribuido al historiador cordobés Efraín Bischoff, alega que una mujer de la localidad de Cruz del Eje (a unos 92 kilómetros de Quilino) fue sacada de su vivienda por una turba enardecida, atada a un árbol y quemada en una improvisada hoguera.[10]
No di hasta ahora con la referencia bibliográfica exacta de ese evento que, si tuvo lugar, con toda seguridad debió ocurrir durante la época colonial (muy probablemente en el siglo XVII). Pero, al no consignar la fecha exacta, muchos pueden llegar a suponer que ese acto de “justicia popular” se practicó en una época muy cercana a la nuestra; alimentando la fantasía de creer que escenas de ese tipo (propias de una película Clase B de la Productora Hammer) todavía pueden ser presenciadas.
De ahí surge la necesidad de que las brujas tengan que resguardar muy bien la condición que las condenan; no admitiendo públicamente que lo son, aun cuando sobre muchas de ellas recaigan las sospechas de los vecinos.
Todo parece indicar que, en el imaginario quilinense, los habitantes conviven con un enemigo interno evasivo y peligroso, al que muy pocos refieren de manera directa. Prefieren callar o hablar muy por lo bajo. Y es lógico que ello ocurra ya que la enfermedad, tal como es vista y entendida, se la considera como el accionar de energías malignas, dirigidas por personas asociadas con el Diablo.
“En Quilino (…) hay relatos escalofriantes sobre hechizos y maleficios a gente del lugar, además de peleas entre brujas, que atormentan con enfermedades y extrañas dolencias, que la medicina científica no puede explicar, ni curar. (…) Se las nombra poco, por miedo a que les puedan hacer un mal”.[11]
“Nunca uno se sienta a conversar sobre estas cosas —sostuvo una vecina—. Yo, en lo personal, no creo. —Y acto seguido agregó: — ¡Ojalá que por incrédula no me vaya a pasar nunca nada!”[12]
A pesar de la vulnerabilidad que muchos dicen sentir, el pensamiento mágico también ha pergeñado soluciones provisorias que, como contra los vampiros en otras latitudes, los quilinenses despliegan a la hora de enfrentar a las brujas. No se trata de ristras de ajo sino de ramitas de ruda macho (u olivo) bendecidas, atadas en cruz, para llevar en el bolsillo o colocar dentro de sus casas. Sostienen que ese ritual evita las “malas ondas”; impidiendo que las hechiceras “entren” y les compliquen la vida.[13]
En un contexto cultural como el de Quilino, uno podría llegar a pensar que la iglesia católica cumpliría con la función de poner paños fríos sobre los rumores y creencias que circulan; pero todo indica que, al menos alguno de sus locales, no han hecho más que alimentar y sacar provecho del miedo.[14]
En 2005, el párroco del pueblo —un tal Miguel Fonseca— declaraba a La Voz del Interior que Quilino era una “terreno propicio para ese tipo de creencias” y que poco se podía hacer al respecto, siendo una práctica muy extendida transmitir a los más chicos las supersticiones de los más viejos.[15] Así, los ancianos, encarnando el rol de guardianes y emisores de la tradición, eran autoridades difíciles de rebatir.
“Acá en el pueblo se cuentan muchas historias desde que éramos niños. Historias de brujas, de diablos y fantasmas. Cuando nuestros padres querían que durmiéramos la siesta, nos decían que el demonio adoptaba la forma de un remolino de viento pasado el mediodía. Así que, cuando veíamos uno en las calurosas tardes de verano, nos moríamos de miedo. ¡Los más viejos cuentas historias asombrosas! Espíritus, sátiros, bultos y sombras… Pero acá, lo que más hay, son brujas. Le digo más, hace muy poco, tuvimos un caso de posesión diabólica en una chica. Pasa que esta zona fue asentamiento de indios y la tierra está preparada para cosas raras”.[16]
Como acertadamente escribió Manucho Mujica Lainez: “(…) Sería necio e inútil [destruir las leyendas]. Ellas triunfan siempre, con su seducción”.[17]
Y en Quilino, ésto es reconocido, aún, por sus propios curas.
Algunos de los lugares “encantados” de Quilino . Una vieja fábrica de vidrio abandonada, la estación ferroviaria en ruinas y los caminos aledaños
Pero no sólo de brujas se alimenta el imaginario de este pueblo del norte cordobés. Almas en pena, seres extraños de los montes, espíritus de “angelitos” (niños muertos prematuramente), misteriosos enanos, fantasmas de personas accidentadas en las rutas, así como perros y chanchas con cadenas, engalanan sus noches.
La leyenda de la Dama de Blanco parapetada junto a la ruta, haciendo o no “dedo”, es una de las más extendidas no sólo a nivel nacional, sino también internacional. Es la típica leyenda urbana que, con matices locales, camioneros y automovilistas suelen relatar, casi en todas partes. No voy a detenerme en este tópico. Existe una abundante bibliografía folclórica y antropológica sobre esta clase de espectros carreteros. Me limitaré a citar, brevemente, una noticia cercana a nuestros días y cuyo titular expresaba: “Mitos de Córdoba: la Dama de Blanco en Quilino”.
“(…) Un camionero se nos acercó para comentar una experiencia. (…) Viajaba, ya entrada la madrugada por la Ruta 60 (…) y, entre Quilino y el acceso a San José de las Salinas vio, (…) al costado de la ruta (…), a una mujer de largo vestido blanco que observaba detenidamente el camión. (…) Solamente miraba. Al poco tiempo (…) escuchó a otros colegas que hablaban de una Dama de Blanco con rostro deforme que aparecía en la Ruta 60 cerca de Quilino. Entonces recordó el incidente, que ya casi había olvidado. (…) Él no vio nada raro en la mujer. Su rostro era normal (…)”.[18]
A propósito, la bombero entrevistada relató:
“En la ruta, cerca de Gruta de la Virgen, suelen cruzar la cinta asfáltica una mujer y dos de sus hijas mellizas. Dicen que se mataron en un accidente en ese mismo lugar. Por otra parte, también circula la historia de un chofer de colectivos de media distancia que en cierta ocasión, viniendo completamente vacío, levantó en la ruta a una mujer. Ésta se subió, se sentó y nunca más bajó. ¡Desapareció de la nada!”.[19]
Todos y cada uno de los eventos relatados en los párrafos precedentes no dejan de ser arquetípicos en el mundillo del misterio y lo sobrenatural. De una forma u otra, todos hemos escuchado historias semejantes en muy diversos lugares. Pero hay una —también relatada por Mariana— que involucra al escenario en el que se desarrollaran los eventos expuestos por Carlos Sánchez.
Alentada por nuestro interés, la bombero nos contó que, “no hacía mucho”, se había suicidado uno de sus compañeros del cuartel (un muchacho joven) y que, desde entonces, “todas las noches”, a eso de las 23 horas, escuchaban que la puerta del destacamento se abría y sentían que lo mismo pasaba con el locker que había pertenecido al desdichado suicida.[20]
“No tenemos miedo. Nos hemos acostumbrado a vivir con eso”, sentenció. “Aunque una vez sí nos pegamos un flor de susto cuando el autobomba se encendió solo”.
Evidentemente, como se dijo antes, en Quilino pasan cosas raras.
Lo que queda sin talar de los montes cercanos también congrega a criaturas anómalas: se dice que lampalaguas blancas y quirquinchos de gran tamaño se aparecen cuando alguien se sobrepasa depredando la naturaleza o estimulando las creencias, en un mundo cada vez más materialista.
“Dicen que un quirquincho ancho, que es el Rey de los Animales, se aparece cuando uno caza mucho. Hay algo en el monte y sale para que uno crea. Porque aquí, ya no se cree en nada”.[21]
En 2016, un albañil quilinense hizo referencia a otro ser sobrenatural que ronda la floresta vecina: el Petiso o Enano Viejo. No explicitó el motivo de su aparición, aunque suponemos debe tener un rol semejante al de los animales citados en el párrafo precedente, o al Pombero mesopotámico.
“Hace cinco meses salió el enano. Una mujer que tenía la ropa tendida mandó a su chica a buscarla y ahí estaba el enano, al lado de la soga. ¡Disparó la chica! Cuando vinieron a ver, ya no estaba.”[22]
Muchos dicen haber visto a esa criatura enjuta. Pero de todos los personajes salidos de la imaginación popular propios de la zona uno de los más temidos (más allá de las brujas) es El Perro Negro con Cadenas. Un can oscuro, de gran tamaño, asociado al principal responsable del mal sobre la Tierra.
“Acá decían que era el Diablo —testimonió el albañil—. Contaban que asustaba por ahí, en la gruta. Siempre salía cerca de un algarrobo grandote y, cuando pasaba, dicen que había fuego y un calor que corría”.[23]
En 1950, Félix Coluccio [24], el reconocido folclorista argentino, refería que en Quilino había nacido una leyenda que enseguida se difundió por el resto del país y de la que Jorge Luis Borges se burla en su bestiario[25], tal vez por no tener una clara raigambre europea. Es la famosa y pavorosa “Chancha con Cadenas”.
Adolfo Colombres escribió:
“En el norte de Córdoba, especialmente en Quilino, hay una chancha diabólica que se la pasa arrastrando cadenas. Se aparece de noche en los alrededores de la estación ferroviaria, y a veces echa a correr por las vías, produciendo un infernal ruido con las cadenas. Es fácil oírla, pero no verla, pues cuando se la busca desaparece”.[26]
Algunos vecinos afirmaban que se la suele ver corriendo por los cables del telégrafo siendo el epicentro de sus apariciones un triángulo imaginario conformado por los pueblos de Quilino, Los Cadillos y San José de las Salinas.
Sobre La Chancha hay dos versiones. Para unos es un animal renegrido, satánico, que trae el Mal a quien la ve. Para otros es un alma en pena que vaga lastimeramente en las inmediaciones del pueblo. Una mujer maldita y muy elusiva que fue perdiendo terreno a partir de la década de 1980, cuando el neoliberalismo le quitó al pueblo el ferrocarril.[27]
Hoy pocos la recuerdan. Mariana nos dijo que “esa era una historia propia de sus abuelos”. La leyenda se reacomoda. Sea chancha o perro, los seres mitológicos se resisten a dejar los entornos del pueblo.
Como era de esperar, no pudimos resistirnos a visitar la famosa estación ferroviaria quilinense, hoy en franca decadencia. Claro que —por ser de día— ni la chancha ni el perro encadenado se hicieron presentes.
“El Upa” es otro de los seres misteriosos del monte quilinense. Se sostiene que es el alma en pena de un “angelito”, es decir, de un bebé muerto al nacer o a muy corta edad. Falleció de sed en el campo, según cuentan, y se lo escucha producir un sonido semejante a un “Bup-Bup-Bup” a cualquier hora del día. Al principio se lo oye de lejos, pero claramente a corta distancia, acercándose de manera gradual al sorprendido testigo. Advierten que no hay que darle agua bajo ninguna circunstancia. Caso contrario, pasará toda la noche rondando y emitiendo su rara cacofonía. No es bueno, ni malo; pero su ambivalente carácter se vuelve violento cuando se burlan de él. En esos casos, es capaz de dañar físicamente al irresponsable de la chanza.[28]
De todos los engendros citados, sólo hay uno que le quita el sueño a la mayoría de la gente: las brujas.
“Se dice que acá en Quilino hay muchas. Que vuelan —afirmó un vecino—. Ahora, yo me pregunto, ¿cómo será que se transforman en pájaros? ¿Será algún arte que tienen?”[29]
Ante este tipo de cuestionamientos, las respuestas tienden a ser de parecido calibre.
“Dicen que de noche, los martes, ellas agarran una pluma negra, la queman y hacen cenizas. Después se la pasan por el cuerpo y se transforman. Vuelan. Eso es lo raro: que vuelen. (…) Es como un pájaro; por decir, como un cuervo negro (…) y trabajan de noche”.[30]
En Reseña histórica descriptiva de antiguas y modernas supersticiones del Río de la Plata, Daniel Granada (1847-1929), escritor y filólogo español afincado desde muy niño en Montevideo, desarrolla con mayor precisión el tema de las brujas y sus vuelos nocturnos a las salamancas.
“Entre los magos de la gentilidad era de rito efectuar sus invocaciones en cuevas o lugares subterráneos. No solamente el vulgo, más también graves escritores creyeron en la existencia de escuelas de artes mágicas en Salamanca, Córdoba, Toledo y otros puntos de España. Atribúyese a los moros la introducción de ellas en la península. (…) Las tradiciones de (…) escuelas soterradas en antros profundos (…) hanse continuado en la América Española.
“Pero las cavernas habitadas por seres fantásticos no tienen patria originaria: son comunes a todos los pueblos en su estado de infancia.
“Las cavernas, desde las más remotas épocas (…) han servido para localizar las maravillas imaginadas por el espíritu (…). Así en las serranías que se encadenan a los Andes, como en las que cruzan las comarcas que riegan el Paraná y el Uruguay, en las barrancas de ríos y arroyos, albérganse cuevas y grutas (…) que la imaginativa vulgar convierte en alcázares encantados (…) donde entes fantásticos (…) llaman, conversan, amenazan gritan, murmuran, lloran, disputan, suspiran y se lamentan. Siéntese asimismo ruidos extraños, músicas, estruendos y hasta tiros y sablazos. Estas cuevas encantadas llevan el nombre de salamancas en todo el Río de la Plata (…). Cavernas profundas e impenetrables, socavadas por las aguas, infunden terror y espanto a quien osa dar algunos pasos hacia el interior de ellas. ¡Dichoso, empero, quien siendo bastante osado para internarse en ella, mereciere aprender las muchas cosas que allí se enseñan, así en materia de ciencias, como en las artes y habilidades que hacen más y más apetecible y fácil la vida! De allí han salido encantadores y adivinos, hombres de fortuna, guerreros siempre vencedores, políticos eminentes, músicos y poetas sublimes, químicos y mecánicos maravillosos, mujeres que hechizan por sus encantos.
“En la salamanca se satisfacen todos los deseos y aspiraciones: el que entra pide lo que quiere. De muchos hombres acaudalados y caudillos poderosos, cuéntase que debieron su buena fortuna en los negocios y en las lides del gobierno, a los datos y consejos obtenidos en una salamanca.
“Las brujas asisten a los bailes de las salamancas. (…) La fiesta que organiza el salamanquero en las temidas mansiones subterráneas de ciertos lugares encantados, vienen a ser aquellas célebres asambleas nocturnas conocidas en Europa con el nombre de danzas del sábado o Sabbath. (…) Las brujas, a media noche (que es su hora oficial), después de invocar al demonio y de untarse de pies a cabeza con el maravilloso ungüento que para efecto preparan, transformadas en búhos u otras aves (o bien en su propia figura de viejas feas, escuálidas y desabridas) salen volando hacia el lugar secreto y apartado donde tiene juntas nefandas. Reúnense allí gran concurso de gente de ambos sexos y de todos los estados, y, reverenciando a Satanás, que se lo presenta con la cabeza y pies de un macho cabrío por lo que suelen llamarlo cabrón, danzan en torno de él, celebra por escarnio la misa negra, parodia de la sagrada, hártanse de viandas execrables y entréganse desenfrenadamente a impúdicos placeres (…)”.[31]
Adolfo Colombres explica:
“Las brujas han calado hondo en la mentalidad de nuestro pueblo (…). En la noche del viernes, dos o tres horas de que termine el día, estas diligentes y sumisas seguidoras del Supay (el Diablo) empiezan a frotarse de pies a cabezas con un asqueroso ungüento fabricado con cenizas de varias sabandijas ponzoñosas, y a invocar al Diablo mediante fórmulas mágicas. Hacia medianoche se habrá operado ya la transformación, y parten entonces a la misa negra que tendrá lugar en la salamanca u otro lugar tenebroso, convertidas en búhos, pájaros o seres alados (…)”.[32]
En junio de 2005, diez años antes de que Carlos Sánchez declarara a los periodistas su encuentro con el “hombre-pájaro”, el portal de Infobae esparcía una noticia sobre la aparición de una seguidora de Satán en un paraje cordobés llamado Molino de Oro. Según la nota, una anciana de noventa y seis años —Mónica Barreda— había denunciado:
“una bruja emplumada de 1,50 metros de alto y cerca de 50 kilos de peso, aterroriza a los vecinos de la localidad. Sabemos —dijo— que es una mujer que se transforma en pájaro y nadie puede verle su rostro de vieja. Esto viene desde 1950, cuando se nos apareció por aquí. Mi padre, que era bravo, le disparó todos los tiros del revólver y no pasó nada. (…) Se reía, con esa risa de diabla. Nos hacíamos la señal de la cruz pero no se iba. Volaba de árbol en árbol, de techo en techo”.[33]
Los barrios de la capital cordobesa tampoco están exentos de experiencias brujeriles:
“No sólo en Quilino hay brujas. En los barrios de Córdoba, una noche, tipo doce, venia de jugar a los videos y vimos una especie de ave, rara de por sí, del tamaño de una persona normal, a más o menos quince metros de distancia. Se reía. Era una risa terrorífica. Salió de un árbol de moras y se metió en uno de palta. Ocurrió cuando tenía 13 años. Ojalá nunca les pase”.[34]
Más cerca en el tiempo, y posterior a los eventos que nos habían llevado a Quilino, la localidad cordobesa de La Granja, a 127 kilómetros del “aquelarre” que recorríamos, fue también el extraordinario escenario de la aparición de otra “bruja”.
“El hecho ocurrió la madrugada del 18 de marzo de 2019, cerca de las cuatro de la mañana, cuando Irma Giacom se comunicó con la policía luego de que se activara la alarma de su domicilio. ‘El policía llegó a casa y dijo que escuchó gritos y llantos como de mujer, algo que volaba y tiraba los conos de tránsito’, dijo la mujer.
“Según informó a los medios, el subcomisario Cristian Hernández admitió haber escuchado a una mujer que pedía ayuda, además de risas y carcajadas. Sin embargo no pudieron dar con la fémina. Irma considera que se podía tratar de algo sobrenatural. ‘Los policías siguieron la ruta para ver si podían localizarla y me contaron que no vieron nada más’, explicó a Canal Cooperativo”.[35]
No hay dudas de que el mundo es un universo de interpretaciones y que —en los casos descriptos— éstas se asientan sobre sedimentos culturales resistentes.
“Dice una vecina —cuenta una señora residente en Quilino— que una noche sentía que conversaban. Dale que dale, conversaban y conversaban. Entonces se levantó y salió a ver quiénes eran esas que tanto charlaban. Eran voces de mujeres. Y cuando salió afuera (sic) dice que en la calle andaban dos pavos grandes y esos eran los que conversaban. Toda la noche estuvieron”.[36]
La presencia de brujas en la imaginaria geografía encantada de Argentina (tanto rural como urbana) está más que extendida. No debe haber provincia del país que no tenga en su haber historias idénticas o muy parecidas. Y, aunque compartan elementos en común, cada región les da a sus brujas pinceladas propias.
En Quilino, la tendencia es representarlas cubiertas de plumas, fuertemente aladas y, en algunos casos, conservando sólo parte de su aspecto antropomórfico, aunque del tamaño de un hombre o mujer normal. También están las que transmutan en pájaros, siendo imposible diferenciarlas de las aves reales.
Pero no en todas partes predomina esta costumbre.
En San Juan, por ejemplo, las suelen representar (imaginar) no sólo como grandes pajarracos, sino como simples cabezas, desprendidas del cuerpo, pero con alas. Todo gracias a los pactos realizados con Mandinga (el Diablo), que les permite abandonar por un tiempo el cuerpo decapitado; en tanto viajan a las salamancas o aquelarres a celebrar orgías con el Señor de las Tinieblas, donde retoman, momentáneamente, su forma humana.[37] Finalmente, convertidas de nuevo en cabezas aladas, regresan a unirse con su cuerpo material, operándose así tres metamorfosis en una sola noche.[38]
Todo parecería indicar que las brujas argentinas no requieren de escobas o palos para poder volar.
LA ENTREVISTA
Los sistemas de creencias, heredados de Europa y el mundo precolombino, resisten el paso del tiempo. Se arropan mutuamente en un proceso en que la larga duración es su nota distintiva. Construyen el contexto cultural propicio para tratar de entender por qué relatos como los precedentes son ampliamente aceptados, conformando un sentido de la realidad distorsionado para el profano pero perfectamente coherente en la cosmovisión quilinense: la frontera que separa lo real de lo imaginario pasa por otro lado; dando pie a que lo maravilloso pueda comulgar, sin contradicciones, con una naturaleza animada y moralista en la que la presencia de brujas y otros seres legendarios forman parte de la vida cotidiana.
Es en función de todo lo que acabamos de decir que debemos pensar el relato que me hiciera Carlos Sánchez, el 26 de julio de 2022.
—¿Podrías contar con todo detalle qué pasó aquel día del 2015?
Carlos Sánchez: La verdad que lo que pasó esa noche ya no lo recuerdo muy bien. Eran pasadas las 21 horas en adelante.[39] Todo empezó cuando vimos a un extraño joven parado, en una noche de frío, si no me equivoco justo en estos meses (julio/agosto). No recuerdo…creo que fue ahora en julio[40]. Nos llamó la atención porque estaba parado, hacía frío y, bueno, después pareció entrar en la casa detrás del cuartel y no se lo vio más. Entonces fuimos a avisarle a la vecina para verificar si se le había metido alguien en la casa pero no había nadie… Estaba vacía. Hasta que se dio el desarrollo como se vino dando.
—¿Hubo otro testigo? ¿Podés decir su nombre y qué vio?
Carlos Sánchez: El otro chico se llama Damián (ya no está en el cuartel). Él también vio bajar una sombra detrás nuestro. Ve que es como un pájaro grande y me da aviso a mí, que había alguien detrás mío.
—¿Qué viste? ¿Cómo era la cara, las alas? ¿Tenía piernas? ¿Cómo se desplazaba? ¿Qué altura calculás que tenía? ¿Hizo algún ruido o sonido raro que te llamara la atención?
Carlos Sánchez: No, como dije en un principio, era un pájaro, por arriba del metro de altura, seguro. Las alas eran bastante grandes. Era como un pavo de caza, pero más grande. Con alas más grandes, que usaba, ese animal, para poder desplazarse. Yo volar no lo vi jamás, pero sí correr. Corría bastante ligero. En cuestión de segundos desaparecía. La cara nunca se la vi. No sé si la cara era de humano o de animal. Nunca se la pude ver. Y las patas, lo que yo pude simular (sic) en ese momento, sí eran como de un pavo, pero grandes. Parado al lado mío sería como una persona, pero en forma de ave.
—¿A qué distancia estuviste de ese ser?
Carlos Sánchez: La distancia a la que yo estuve de esa criatura, con esa figura, fue de metro, metro y medio.
—En días anteriores, ¿habían pasado sucesos raros en Quilino?
Carlos Sánchez: Sí, sí… Ya se venía hablando de esto. Del sátiro que asustaba a las personas, que entraba en las casas… Pero nunca nos imaginamos que nos iba a pasar a nosotros. Pero, bueno, se dio la casualidad y nosotros pudimos ver de cerca.
—¿Por qué crees que tu caso tuvo tanta repercusión mediática?
Carlos Sánchez: Yo creo que, a pesar de todo lo mediático que se vivió (también yo resguardaba mi persona) y para la mayoría de los medios fue algo importantísimo porque se hablaba de bomberos. Yo calculo que el primer punto es ése. Y se empezó a distribuir o pasar información medio por medio, porque —por ejemplo acá en el norte de Córdoba— no sucedían muy muchas veces esas cosas… Y bueno, tuvo repercusión a nivel nacional, provincial… Entonces, yo creo que lo más puntual fue porque se trataba del tema de bomberos, que eran una autoridad máxima, más allá de la policía del pueblo, que puedan dar sin mentir algo que habían visto.
—¿Qué opinaron sobre lo que viste tus colegas del destacamento de bomberos?
Carlos Sánchez: Mis colegas coordinaban totalmente conmigo porque yo en esas cosas no iba a mentir. Solamente dijeron que había que quedar en cautela, quedar tranquilo, guardar mi persona… Y tomamos las condiciones básicas, el cuidado, el propósito que tenía cada uno en este tema. Hablar lo justo y lo necesario, porque era un tema delicado.
—¿Habías tenido una experiencia parecida antes?
Carlos Sánchez: No, no. Anteriormente, no. No me apareció nada; ni parecido. Fue la primera vez.
—¿Cómo relacionás lo que viste con el tema de las brujas, tan extendido en Quilino?
Carlos Sánchez: Yo creo que tienen algo parecido, es algo similar. Vienen de familia todas esas cosas. Yo lo tomo como tipo… qué sé yo, como por ejemplo magia negra o cosas que hacen las personas para el mal. Eso es lo que me pasó a mí, por eso le refería el tema de brujas. Yo lo encaminaría por ahí.
—¿Conocés alguna otra historia parecida a lo que te ocurrió? ¿Volvió a suceder algo parecido después de lo que viste?
Carlos Sánchez: Sí, sí, sí… sucedió. Esa figura seguía sacudiendo al pueblo. El tema era un horror. Vivían con miedo. Aparecía en las casa, por ahí… Asustaba a las personas. Es como que este caso revolucionó al pueblo.
—¿Qué explicación le das a lo que te pasó?
Carlos Sánchez: Mi explicación sería que se trata de una figura anormal que se venía hablando días anteriores y posteriores de lo que yo vi. Pero seguían pasando esas cosas… Como una persona, al principio, después animal… Algo tenía que suceder para que sea después un pájaro, o lo que haya sido. En este caso era como un pájaro pero grande y muy veloz. En cuestiones de segundos desaparecía y no se sabía más nada. Yo lo describo como una figura anormal.
—¿Qué sensación tuviste cuando ocurrieron los hechos? ¿Qué sentiste?
Carlos Sánchez: Yo en ese momento no sentí miedo. No sentí tampoco coraje. Traté de mantenerme normal, sin apresurarme ni alborotar a los vecinos, ni ponerlos nerviosos. Yo creo que esa situación la manejé bastante bien.
—La presencia de ese pájaro o sátiro, ¿cuándo terminó? ¿Agarraron a algún sospechoso que se pudiera asociar con ese ser?
Carlos Sánchez: La verdad es que sobre ese tema se dijo, se escuchó por ahí, las bocas del pueblo, la gente, que habían agarrado a una persona que estaría asociado con todas estas cosas… Más de eso no supe más nada.
—Los medios dijeron que la criatura había bajado de un árbol de moras. ¿Es el árbol de la foto?
Carlos Sánchez: Sí, sí. Justo en ese árbol es que se vio esa criatura. Que está justo a la entrada de la casa. Ese árbol es como que ya ha marcado que fue ahí de donde esa persona o criatura que se bajó de ahí… Pero es ese mismo.
—¿Qué opinás de la versión de que pudo haber sido un muchacho vecino al cuartel que estaba drogado?
Carlos Sánchez: No, la verdad que en eso no le podría decir si es o no, porque para nosotros, le vuelvo a repetir, fue una persona que aparentemente quería entrar a hacer algo en la casa. Y sí, en un primer momento yo pensé que estaba bajo los efectos de sustancias, de drogas. Después me di cuenta que no. Pero no, no puedo especificar si fue así o no.
—Mariana, tu colega, me contó que los vecinos lo vieron corriendo y saltando por los techos. ¿Vos lo viste de ese modo?
Carlos Sánchez: Sí, sí, eso es verdad. La gente… Hay muchas versiones, que lo vieron por los techos; otros que los asustaba. Yo solamente lo vi corriendo. Volando o en otros motivos no lo vi.
—¿Hay en la zona algún ave con la que puedas asociar a ese ser?
Carlos Sánchez: Para ser más específico, no estoy diciendo que es algo parecido, pero más o menos, detalladamente, el ave de acá sería el cuervo.
—¿En el momento del avistamiento había luz o estaba todo a oscuras?
Carlos Sánchez: Estaba todo oscuro porque ya era de noche, invierno. La gente se acuesta temprano o quizás se encierra temprano. En una parte nomás tenía luz, y en la parte por la que nosotros estábamos andábamos con linternas porque no había mucha luz. Y bueno, pudimos detectar eso, esa criatura. Un animal, como se le puede llamar.
—Posteriormente a lo que vos y Damián vieron, ¿tuvieron sueños raros o alguna experiencia que pudiéramos llamar paranormal?
Carlos Sánchez: No, el chico este, Damián, no. Y yo menos. Nunca me asocié en ese tema. No, nunca tuve sueños raros. Tampoco paranormal.
—Buenos, Carlos. Creo que por ahora es todo. Cualquier duda que me surja, te llamo. Muchas gracias por tu tiempo.
Carlos Sánchez: El placer fue mío y espero le haya sido útil la información. Fueron hechos reales, pero también tienen sus partes de historia, como un mito. Pero, bueno, esto es lo que pasa acá, lo que pasó. Y se seguirán viendo cosas, creo yo. De estos tipos de cualidades, de las que pudo haberlas visto o escuchado. Creo que van a seguir pasando estas cosas.[41]
UN VIAJE PRODUCTIVO
El viaje a Quilino resultó más productivo de lo que imaginé, especialmente porque comprobé “in situ” lo que sostuve en el artículo de 2015, La construcción de monstruos: medios, miedos y rumores en el norte cordobés.[42] Ahora ya no tengo la más mínima duda de que el periodismo recreó toda la historia, ligándola con fenómenos forteanos ajenos a la idiosincrasia quilinense y muy lejos del imaginario local.
Carlos Sánchez en ningún momento refirió haber visto un “hombre-pájaro”, tal como titularon (y siguen titulando insistentemente) los medio de difusión. Menos que menos aludió al Mothman, que decenas de “investigadores” asociaron directamente con la figura que el joven bombero dijo haber visto.
En ninguno de los artículos publicados hace siete años se relacionó el evento con las brujas.[43] En mi opinión porque la temática brujeril le quitaba la seriedad que los adeptos a las anomalías y “encuentros extraordinarios” pretendían darle.
Lo que le sucedió a Sánchez está más ligado a cuestiones folclóricas y culturales que a sucesos fantásticos y paranormales. Aun así, podcasts, canales de YouTube y circunstanciales escritos posteriores, evitaron referirse a las acólitas de Satanás.
Sánchez siempre habló de un “pájaro grande”. Del tamaño de una persona. No se refirió nunca a un ser con forma humana. Simplemente, un pájaro. Parecido a un pavo (“pero más grande”). Incluso, a un cuervo con alas inmensas, pero que jamás lo vio volar (otro de los sensacionalistas agregados de la prensa).
En pocas palabras, los medios físicos y digitales exageraron la nota, haciéndole decir al bombero cosas que no dijo. La “figura anormal” no voló. Se desplazó por tierra, aunque a una velocidad enorme (según el real testimonio que, como tal, siempre resulta insuficiente).
La sombra y fama de Mothman se impuso alterando el relato quilinense. Fue más una expresión de deseos que una conclusión calma y meditada a partir de los datos recabados en la ocasión. El Hombre-Polilla no aleteó sobre el territorio cordobés por más que los misteriólogos de siempre lo hayan afirmado (o sugerido), con la clara intención de dotar a ese aislado rincón argentino del prestigio que arrastra el críptido de Point Pleasant, desde 1966.
Carlitos, como lo llaman sus colegas bomberos, fue claro: la criatura se trató de “algo similar a las brujas” e interpretó el evento ligado a la “magia negra”. Claro que ese tipo magia nos conduce al mundo de las damas nocturnas, tan extendido en el imaginario del lugar.
“Al principio era una persona —dijo Sánchez—, después un animal. Algo tuvo que suceder para que se transformara en pájaro”. ¿Qué fue ese “algo”? ¿Cómo es que se dio esa metamorfosis? ¿Intervinieron, acaso, los poderes otorgados por el demonio a féminas que habían pactado con él? Si contextualizamos la historia a partir de la cosmovisión vigente dentro del espacio cultural de Quilino, es lo más probable
No creo que Carlos haya mentido. Me pareció un hombre sincero. Él se limitó a darle a su rara experiencia una lectura condicionada por las creencias que comparte con la comunidad en la que vive y trabaja.[44]
Con seguridad nunca sabremos a ciencia cierta qué fue lo bajó de ese árbol de moras.[45] Aunque la respuesta más probable tal vez esté en la primera de las descripciones que Sánchez brindó: un pájaro. Claro que esta conclusión provisional está condicionada por nuestros prejuicios culturales.
De lo único que estoy seguro es que regresaré a Quilino.
Buenos Aires, agosto 2022
* Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP (Argentina).
[1] Véase del autor: La construcción de Monstruos. Medios, miedos y rumores en el norte cordobés, setiembre de 2015. Disponible en Web.
[2] Véase: Ferreyra Bertone, Carlos, “Un pueblo de indios sobre el Camino Real de Córdoba a Catamarca: Orígenes de Quilino y su rica historia” en Más caminos históricos de Córdoba. Ponencias y conferencias del V Congreso Provincial de Caminería histórica, Sinsacate, 2018, APHA Ediciones, Córdoba, 2019, pp. 267-283.
[3] Véase: “La risa de las brujas estremece la quietud de las madrugadas” en La Voz del Interior, año 2005 s/f. Disponible en Web
[4] Véase: Revol Medina, Octavio, Grimorio (2019). Datos disponibles en Web
[5] Frase de una de las protagonistas del film arriba citado, minuto 28:19.
[6] Véase documental Vimeo: Quilino, Villa Quilino y Los Caldillo, Relatos del Viento (2016), minuto 35:20. Disponible en Web
[7] Archivo del autor.
[8] Véase: “Un viaje al mundo de las brujas” en La Voz del interior (2005) s/f. Disponible en Web
[9] Archivo del autor.
[10] “La risa de las brujas…” op.cit. Disponible en Web
[11] Véase: ¿Brujas en Quilino?, 2008. s/a. Disponible en Web
[12] OP.cit. disponible en Web
[13] Ibídem, op.cit.
[14] Véase: Testimonio de Monseñor Gustavo Zurbiggen, obispo de Deán Funes. Disponible en Web:
[15] Véase: “Un viaje a…”, op.cit. 2005. Disponible en Web
[16] Testimonio de Mariana, bombera de Quilino. Archivo del autor.
[17] Lainez, Manuel Mujica, Cecil, Ediciones Debolsillo, Buenos Aires, 1972, pág.71.
[18] Bessone, Gerardo, “Mitos de Córdoba; la dama de blanco de Quilino” en Código Córdoba, 17 de julio 2021. Disponible en Web
[19] Archivo del autor.
[20] Archivo del autor.
[21] OP.cit. Disponible en Web
[22] Ibídem.
[23] Ibídem.
[24] Véase: Coluccio, Félix, Diccionario Folclórico Argentino, El Ateneo, Buenos Aires, 1950.
[25] Véase: Borges Jorge Luis, El Libro de los seres imaginarios, Editorial Kier, Buenos Aires, 1967.
[26] Véase: Colombres, Adolfo, Seres Sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1984, Pág. 149
[27] Véase: La leyenda de la Chancha con Cadenas. Disponible en Web
[28] OP.cit. Disponible en Web
[29] Ibídem.
[30] Ibídem.
[31] Granada, Daniel, Capítulo VIII, “Salamancas” en Reseña histórica descriptiva de antiguas y modernas supersticiones del Río de la Plata, Editorial Guillermo Kraft, Buenos Aires, edición 1896, pp.75-82.
[32] Colombres, A., op.cit., Pág.131.
[33] Véase: “Una bruja en Córdoba” en Infobae, 19 de junio 2005. Disponible en Web
[34] Testimonio anónimo con fecha 10 de febrero de 2011 publicado a pie de página de la nota “¿Brujas en Quilino? (2008). Disponible en Web
[35] Véase: “Conmoción por la presencia de una bruja en La Granja” en Víapais.com, 18 de marzo 2019. Disponible en Web. Además véase reportaje realizado a la señora Giacon en YouTube. Disponible en Web:
[36] OP.cit. disponible en Web
[37] Véase: “Del folclore a la sociología: las brujas que se transforman en pájaros” en Destino San Juan. Extractos de la tesis doctoral del sociólogo José Casas, octubre 2020. Disponible en Web
[38] A propósito de las creencias en transmutaciones en animales y pájaros, tanto en el periodo precolombino, como en el colonial, y la influencia del chamanismo y leyendas de origen europeo, véase: “Chamanes, guerreros, felinos: Iconografía de transmutación en el Noroeste de Córdoba (Argentina)” en Boletín SIARB. N° 29, 2015. Disponible en Web
[39] Carlos dijo en el reportaje que eran 00:30 horas.
[40] Fue en el mes de agosto de 2015.
[41] Archivo del autor.
[42] Op. Cit.
[43] A no ser, sin demasiados detalles, el de mi autoría.
[44] Pero si me equivoco y efectivamente todo fue una mentira (que, insisto, no creo) la pregunta sería ¿por qué lo hizo? ¿Acaso se topó con alguien que conocían y decidieron salvarlo, inventando todo para encubrir su identidad?
[45]Resulta sintomático que muchos testimonios recabados en diferentes partes de Córdoba refieran, en más de un caso, a las brujas que bajan de “un árbol de moras”. De existir alguna conexión, ésta se alejaría de la creencia medieval que sostiene que las moreras tenían un significado mágico y protector (razón por la cual crecían siempre cerca de las iglesias). Al menos en un artículo, el árbol y las “señoras de la noche” aparecen íntimamente ligadas: “Las brujas de Cernégula (España) y las moreras sagradas” en El Correo, setiembre 2016. Disponible en Web
RELACIONADAS / EL ARCHIVO MOSQUITO