Eliseo Subiela y el lado luminoso del corazón

Falleció la pasada Nochebuena el director, guionista y docente Eliseo Subiela (1944-2016), un cineasta que no gustaba a todos pero que filmó lo que quiso y, casi sin proponérselo (enamorado como estaba del surrealismo de Buñuel), dejó una intensa marca en los géneros fantástico y ciencia ficción de nuestro país. En 1986, Subiela filmó “Hombre mirando al sudeste”, la primera película argentina que aborda la ambigüedad de la experiencia de ser y no ser extraterrestre en un hospital psiquiátrico.

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Por Alejandro Agostinelli

hmsEn la madrugada del 25 de diciembre de 2016 murió Eliseo Subiela, un tipo a quien no le importaba lo que iban a decir de él después de muerto. “Nos comportamos como si algún día fuéramos a oír nuestros epitafios, los lamentos y las apologías que nuestro ego imagina cuando todavía estamos vivos. Para nosotros, los muertos de entonces, nada de eso existirá. Porque no estaremos. ¿Qué me importará una mención en tal periódico o canal de televisión? A nosotros, los muertos de entonces, solo nos afectará –de manera que todavía no logro imaginar– la única certeza que quizás dure un tiempo en nuestras almas: la del olvido”. Subiela escribió esto hace dos años en su muro en Facebook, bajo el título: “Falleció el director de cine…”

El sólo estaba seguro del olvido y del fin del mundo, cuando “ya no habrá ningún ser que necesite el pasado para vivir, nadie recordará. Nunca habrán existido el cine, ni la música, ni la pintura ni la literatura”. Justo antes de que eso ocurra, el director imaginó que una lluviosa mañana del año 2208, una estudiante de antropología, investigando el pasado del hombre, “se conmoverá frente a alguna escena de una película que filmé hace 20 años, o que filmaré el año próximo”. Esa mañana, escribió, “la muchacha pensará que mi vida ha tenido sentido porque ella me ha descubierto” y, sin pudor, imaginó sus pensamientos: “Cómo me hubiera gustado amar a ese hombre”.

Como todo hombre consagrado a su arte, Subiela trabajaba para conquistar el amor de quienes disfrutaron de los resultados de lo que a él más le gustaba hacer, que en su caso era hacer películas.

“Hombre mirando al sudeste” (1986) es y seguramente será la película que más recordaremos de su filmografía, en nuestro caso porque por primera vez veíamos en la pantalla grande a un grupo de argentinos moviéndose a través de una historia preñada de ciencia ficción. Era la primera película donde una persona que aseguraba proceder de otro mundo era un paciente de un hospital psiquiátrico. Para el psiquiatra Julio Denis (Lorenzo Quinteros), la locura de nuestro E.T., Rantés, era demasiado racional. Tanto que podía tratarse de un cualquiera haciéndose pasar por loco “después de haberse mandado alguna cagada”. O de un simulador, aunque –después de todo– fingir ser otro es una forma de alienación. Que no hubiese el menor registro de la real identidad de aquel “paciente 33” (en un pabellón donde había 32) podía convertir a Rantés en un extraterrestre o en un uruguayo que acababa de cruzar el charco.

Rantés es el extraterrestre más hermoso del cine argentino. Y lo creó Subiela junto a Hugo Soto (1953-1994), un actor maravilloso de quien la última noticia que tuvimos, antes de morir víctima de HIV, fue que solía visitar a una curandera paraguaya, Valentina, que quitaba “daños” y enfermedades materializándolas con forma de gusanos, ranas y culebrillas. (Enrique Márquez recuerda las visitas de Soto a la manosanta en «Memoria», desde 17.54«).

Eliseo Subiela contó una historia de ciencia ficción inesperada porque en ese drama entran en diálogo un alienígena que también podría ser un alienado, un psiquiatra insensible que encuentra en su paciente una forma de redención, Beatriz “La Santa” Dick (Inés Vernengo), una joven que cuando se emociona babea un líquido azul, y el libro del propio Subiela con guiños a Philip K. Dick, Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares. El presunto chiflado de pronto era marciano por su arrolladora esgrima verbal, que dejaba knock-out a su psiquiatra toda vez que le enrostraba el vergonzoso prontuario de la estupidez humana. Si sus rasgos se volvían demasiado humanos, entonces era capaz de mover una copa con la mirada y ser marciano otra vez.

Subiela también le jugó fuerte a esta realidad más extraña que la ficción. Su interés por las vidas trágicas, su preocupación al borde del T.O.C. por la muerte, lo acompañó persistentemente los últimos años. Yo lo tenía como contacto en Facebook y competía con los mormones por la minuciosidad con que llevaba la nómina de los amigos muertos.

Conocí a Subiela en el Bancadero de Alfredo Moffatt,  a fines de los 80. El evento, al que asistí invitado por Mirtha Zamudio –mi madre, que era psicóloga social y amiga de Alfredo–, se llamó “La sudestada”.

La experiencia fue un psicodrama colectivo donde más de 300 personas interpretamos ora a Rantés, el alienado de otro mundo, ora a Denis, el psiquiatra. Alfredo pidió que elijamos como pareja al primer candidato o candidata a mano con quienes intercambiaríamos roles. Tal vez se inició algún romance aquella noche, pero durante esa función, supuestamente terapéutica, fuimos a la vez locos de atar y médicos que intentábamos contener al paciente. En una pausa descubrí a Subiela, que estaba filmando esa desaforada catarsis laica. Lo pude felicitar por “Hombre mirando al sudeste” y le pregunté su opinión sobre esa locura hermosa y disparatada tan de Moffatt. Algo me contestó, pero ya no me acuerdo qué.

345_pel__02des2_¿Sabe cuál es la mejor manera de proteger mi misión? Decir la verdad. ¿Quién va a creerla? Y sabe cuál es el mejor lugar para decir la verdad? Este. Si lo digo afuera ¿qué pasaría? Me traerían aquí. En unos días estaría otra vez frente a usted diciendo las mismas cosas.” (De Rantés al Dr. Denis)

Cuando la ví por primera vez la película me fascinó, lo mismo que su propuesta ideológica. Con el correr de los años ese enamoramiento me fue dejando y eso ocurrió a medida que perdía algunas creencias caras a la ufología a la que solía adherir en los ochenta. “Hombre…”, un alegato a favor de la sensibilidad y el amor por el prójimo, coloca a los psiquiatras en particular, y a los científicos en general, en un lugar injusto, más cuando, si bien la negligencia de muchos médicos es criminal, esa desidia no es generalizada ni es el problema más grave de un sistema médico abandonado a la marchanta. La película denuncia la sistemática indiferencia de la comunidad científica hacia el bienestar de los enfermos y repudia el más redondo desprecio por la verdad, que es el costo que los racionalistas deben pagar por los nubarrones de prejuicios que enturbian sus mentes. A mi modo de ver estas circunstancias adquieren en la película ribetes panfletarios y ofrecen un estereotipo del científico que, a esta altura, es difícil de digerir. Lo cual no quita que por esos años haya sido un oportuno llamado de atención.

***

«Exactamente esta escena se está desarrollando en otros varios lugares del mundo. Otros Rantés frente a otros doctores como usted en otros manicomios, sosteniendo exactamente este mismo diálogo en este mismo momento. Y todos los Rantés estamos en este momento diciendo lo mismo. Anímese a comprobarlo. Llame por teléfono […] Si uno solo de ustedes se animara a llamar cambiaría la historia del mundo.»
(De Rantés al Dr. Denis)

El film de Subiela busca captar los matices de la delgada frontera que separa delirio de realidad. Pero también se ocupa de las ventajas adaptativas de la locura, sobre todo cuando el alien/ado, o el hado alien, se roba una orquesta en un concierto al aire libre, donde saca a bailar a Beatriz y todos lo siguen; dirige la batuta, improvisa y hace delirar a sus camaradas de manicomio al ritmo de la Novena Sinfonía de Beethoven. Desarma toda solemnidad y la promesa de esa fiesta alucinante es que los va a liberar del autoritarismo médico. Pero eso no sucede: Denis cuenta con el halopidol y el electroshock para evitar que el paciente se ponga catatónico. La suma de acontecimientos que desembocan en un Rantés agonizante en brazos de Beatriz, a la manera de La Piedad, hace estallar las claves cristianas del film que ahí ofrece una grandiosa escena, quizá una de las más potentes del cine argentino.

***

rantes-en-el-patio“Si intentaba ser un Cristo cibernético, la furia lo iría semejando poco a poco al otro Cristo, al antiguo. A esa altura, mis pensamientos se hacían confusos […] Porque en la medida que Rantés se acercara al Cristo, su final no sería muy distinto. Aunque no me animara a admitirlo, yo quería que Rantés desapareciera de mi vida, que se fuera. Aunque en algún lugar de la historia del universo, si todo esto era cierto, yo me convirtiera en el Pilato de las Galaxias, en ese caso yo prefería, como les debe haber ocurrido a muchos Romanos, arriesgarme a una resurrección, y no tenerlo ahí delante diciendo las cosas que decía.”

(Cavilaciones del Dr. Denis mientras mira a Rantés mirando al sudeste).

EL VERDADERO RANTÉS. En 1999 llamé a Subiela por un trabajo que me había encargado Perfil. La editorial había acordado saca entre sus coleccionables a «Hombre mirando al Sudeste» y le tuve que pedir fotos de la película para ilustrar el fascículo (publico alguna de ellas en este post). Le pregunté directamente por sus fuentes de inspiración. Así confirmé una versión que ya me había llegado poco después del estreno del film, que había leído pero no recordaba a dónde: Subiela improvisó la idea de “Hombre…” a partir de un fulano que todas las tardes permanecía horas parado en la esquina de la Av. Maipú y Las Heras, partido de Vicente López, donde, además, estaba el bazar «Ovni». El historiador y escritor Ricardo López Göttig, vecino del barrio en los ochenta, recuerda más: «Vestía campera verde, pantalones beige y zapatos negros».

La mirada del tipo estaba clavada hacia el sudeste. Algún vecino comentó que su novia lo había dejado antes de casarse. “Y se quedó mirando hacia la casa de ella, que está en esa dirección. Quizá el hombre esperaba verla regresar desde allí”, continuaba Subiela. Solamente eso, nunca habló con él ni buscó detalles adicionales. Yo, en esa época, vivía a tres cuadras de esa esquina y sabía de quién se trataba.  También vi al hombre parado ahí. No parecía aconsejable sacarlo de su trance. Cualquier pregunta corría el riesgo de ser una estupidez. “Aunque estos dos personajes no tienen nada que ver entre sí, en algún punto se deben conectar”, continuó Subiela. “Pero la película en sí se generó a partir de una frase que yo había anotado: ‘Un hombre llega a un manicomio y dice que viene de otro mundo’, decía. Además, en la película hay una presencia religiosa muy fuerte que es enigmática para mí. Soy ateo, hijo de un gallego socialista y, sin embargo, me sigo haciendo preguntas sobre la fe, sin poder descubrir el porqué de mi fascinación por Cristo. Quizá porque creo que fue, fundamentalmente, un revolucionario”, redondeó.

[ttshare]“¿Quién le dijo a este infeliz que yo lo iba a poder ayudar?”, le dice el Dr. Denis a otro paciente, estableciendo de entrada la hipocresía del sistema de salud.[/ttshare]

“Hombre…” revolucionaba a la manera “anti-sistema” de Oliver Stone. Protestaba contra las arbitrariedades de la “razón sin ciencia” y la “justicia sin sensibilidad” para señalar que el sistema defiende valores contrarios a los que proclama.

DIARIO DE RODAJE. “Era la primera de las siete semanas que nos pasaríamos filmando dentro del Hospital Borda. Cuando pusimos los rieles para que sobre ellos se desplazara el carro (con el cual hacemos el movimiento de cámara llamado travelling), un interno, mientras observaba con extrañeza el armado, se acercó y me dijo: ‘Lo único que falta… un ferrocarril en el Borda…’ Hugo Soto, ya en la piel de Rantés y con la ropa que usaría en toda la película, quiso salir del hospital para comprar cigarrillos. En la guardia lo pararon. Hugo trató de aclarar su situación: ‘Soy el actor de la película que estamos filmando…’ “Sí claro” –le dijo el guardia – “…y yo soy Hugo del Carril… andá para tu pabellón…” Un ayudante de producción tuvo que ir a comprarle los cigarrillos. Nos tocó pasar el 30 de diciembre dentro del hospital y mandamos a comprar unas botellas de sidra y brindamos dentro de la morgue junto a algunos enfermos. Hacía unas horas, la mayoría del equipo había hecho cola para tener unos segundos en nuestras manos el cerebro con el que filmamos la escena en la que Rantés se interroga sobre algunos misterios de la vida. El cerebro, que el personaje corta y luego diluye bajo una canilla, era real. Estábamos extenuados pero felices, como sucede cuando uno está haciendo lo que más le gusta en la vida”.

(De mi entrevista a Eliseo Subiela).

EL LADO OSCURO DEL PLAGIO. Para nosotros Subiela será para siempre el director que filmó “Hombre mirando al sudeste”, pero también fue reconocido por “Últimas imágenes del naufragio”  (1989), “El lado oscuro del corazón” (1992) y “No te mueras sin decirme a dónde vas” (1995), entre otras.

Hace veinte años Subiela tuvo el primer infarto. En febrero de 1995 le realizaron una cirugía a corazón abierto mientras hacía la post producción de «No te mueras…» en Barcelona. Allí le implantaron un bypass triple. Su padre, Eliseo Demófilo, también sufría del corazón. Su padre, un tipo poco dado a expresar sus emociones, como admitió su hijo en algún reportaje, fue un eje explícito en su narrativa.

Una de las plazas que más se habían interesado por “Hombre mirando al sudeste” fue New York, donde avanzó conversaciones para rodar una versión norteamericana de la película. En 1993 ya se había sentido tocado cuando en “Mr Jones” (Mike Figgis) un paciente psiquiátrico roba la batuta del director de orquesta en un “homenaje” a la película. Pero en 2001 se desató una fuerte controversia cuando el director Iain  Softley estrenó «K-PAX», protagonizada por Kevin Spacey y Jeff Bridges, una adaptación de una novela de Gene Brewer publicada en 1995.

El argumento de ambas películas es similar: un hombre llamado Prot le dice a su médico que ha llegado de otro planeta. El médico y los pacientes del hospital dudan de su identidad, abrumados por sus conocimientos científicos. El psiquiatra le realiza una hipnosis regresiva e investiga su pasado, planteándose desde aquí las diferencias con el film de Subiela.

¿Fue un plagio de «Hombre…” K-PAX? Para Nancy J. Mambrez (2015) no caben dudas de que sí lo fue, y su tesis está muy bien fundada. Sobre el final de la polémica se dijeron dos cosas y aun no sabemos cuál de las dos es cierta: por un lado, que litigar con los cuervos de Hollywood llevó a Subiela al borde de la quiebra económica y emocional; por el otro, que el director llegó a un acuerdo extra judicial.

***

NO DIJO A DÓNDE IRÁ. Subiela no fue un director intelectual, pero abordó la fantasía, la poesía y el esoterismo, como en «No te mueras sin decirme a dónde vas», protagonizada por Mariana Arias y su actor fetiche, Darío Grandinetti, en la piel de Leopoldo, un inventor que creó un «recolector de sueños», artefacto que le permitió encontrar a una mujer procedente de una dimensión espiritual, o paralela a la realidad, que le lleva a cuestionarse el sentido de la existencia y su propia realidad. Leopoldo trabajaba en una sala de cine. Subiela dijo que era su alter ego: el director también tenía su propio taller donde armaba sus propios inventos. Por cierto, amaba a los aviones y en su adolescencia quiso ser ingeniero aeronáutico. Al revés de lo que algunos piensan, su crisis cardíaca fue posterior al rodaje de “No te mueras…”, donde pone en el centro de la trama una serie de preguntas que se venía formulando desde hacía tiempo: el sentido de la vida, la muerte y la expansión de conciencia.

Su acercamiento a conocimientos espirituales y creencias como la reencarnación fue percibido como un vuelco a quienes conocieron al Subiela en los setenta, cuando militaba en la Juventud Peronista. El foco de sus películas se fue corriendo cada vez más al surrealismo y probablemente llegó a hacer el cine que deseaba realizar, aunque quizá no el que el público quería ver. En 2012 llegó a representar «Hombre…» en el teatro (con Lito Cruz y Alejo Ortiz) y trabajaba en una nueva película, un homenaje al cine que se iba a titular «Corte final».

Quiero terminar con otro diálogo memorable que tuvo lugar durante la escena de la orquesta desquiciada.

Director: –Es una suerte que no se le haya ocurrido llevarlo a un desfile militar. En lugar de estar en policiales, estaríamos en primera plana. “Demente ordena ataque militar”.

Dr Denis: -Eso ya pasó. Y no creo que fuera culpa de Rantés.

Subiela será recordado como un tipo macanudo, tranquilo y creativo, muy querido por sus alumnos de la Escuela Profesional de Cine Eliseo Subiela. Murió en San Isidro, provincia de Buenos Aires, a los 71 años.

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«En Europa no se consiguen». Subiela dirigió muchos comerciales. Este lo hizo junto al creativo Aldo Amuchastegui. “El «Ratón Ayala« (que jugaba en el Atletico de Madrid) volvía a España al otro día y había que filmar en la cancha de River. No hubo guión, solo una frase final que aportó Aldo y que yo en su día detesté. Es lo que perduró en el tiempo”, contó Eliseo.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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