Estudiosa, luchadora y siempre tenaz, la socióloga y escritora Fatima Mernissi (1940-2015) murió hace pocos días y su muerte pasó casi inadvertida para los grandes medios. La opresión de la mujer, la dominación masculina, la verdadera ortodoxia entre los musulmanes, los riesgos del compromiso sesgado en la búsqueda de ideales emancipatorios o igualitarios… Boris Matías Grinchpun hace un balance de los temas que abordó en su obra sin estridencias, repasando aportes, elogios y críticas a una mujer que dedicó su vida a hacer del mundo un sitio más acogedor, quizá con menos ciencia que ideología.

velo

Por Boris Matías Grinchpun

Hace pocos días, el 30 de noviembre, falleció en la capital marroquí de Rabat la socióloga Fatima Mernissi. Tenía 75 años y una carrera intelectual notable, que incluía ser profesora desde mediados de los años ’70 en la Universidad Mohamed V, tras haber estudiado en la Sorbona y la Universidad de Brandeis. Gracias a los libros y artículos que publicó a lo largo de cuatro décadas, Mernissi se hizo conocer en su país natal, pero también fuera de él. Por poner sólo un ejemplo, el lector de habla castellana, tal vez poco dado a frecuentar autores magrebíes, tiene a su alcance traducciones de sus principales obras. Pero no son sólo las pesquisas académicas presentadas en sus trabajos las que le han traído reconocimiento, sino también, y sobre todo, el fuerte compromiso que las acompañó. Asumiéndose como una observadora situada, Fatima Mernissi se aproximó a las ciencias sociales como una actividad compenetrada con la militancia política.

Fatema-MernissiEn este recorrido, tan político como intelectual, fueron dos al menos los «combates» más destacables. Por un lado, estaría el «frente externo» conformado por los estereotipos demonizadores de los musulmanes y las visiones sumarias del Islam como un credo propenso a la opresión y la violencia. Estos clichés, denunciados por el célebre (y polémico) Orientalismo de Edward Said y presentados de manera sofisticada por El Choque de Civilizaciones de Samuel Huntington, encontraría un correlato en fenómenos que para la autora eran detestables. Así, el «atraso» y la «barbarie» podían hallarse en el espectáculo de unas pocas familias acumulando las rentas extraordinarias del petróleo, regímenes monárquicos y teocráticos apoyados en policías secretas y ejércitos politizados, jefes religiosos que oprimían a las mujeres a partir de interpretaciones interesadas del Corán. Pero, como señalaba en El Miedo a la Modernidad (1992), estigmatizar a toda una religión o «civilización» suponía una exageración, ya que difícilmente podía resumirse en una escueta caracterización la complejidad de catorce siglos de historia desplegada en países tan disímiles como Libia y Pakistán, Indonesia y Bosnia.

Su réplica se apoyaba en uno de los campos donde era más respetada: los estudios coránicos y la figura de Mahoma. A partir de estas fuentes, ella reconstruía un Islam diferente al de los críticos occidentales, pero también al de muchos mullahs. En sus orígenes, esta religión habría sido democrática: el mismo Profeta habría promovido la igualdad entre los géneros y la toma colectiva de decisiones, prestando particular  atención a sus consejeras. En Sultanes Olvidadas (1988), Mernissi recuperaba a reinas elididas y cabecillas militares omitidas de una pretendida «historia oficial», más favorable a sus contrapartes masculinos. En esta desconfianza hacia las interpretaciones «consagradas», supuestamente fuera de toda crítica, podría hallarse una de las principales virtudes de esta escritora: una versión propia de lo que Michel Foucault llamó la «hermeneútica de la sospecha», la que le hacía ver con suspicacia ciertas lecturas del Corán y usos de las hadith, encontrando detrás de ellos una manipulación consciente para justificar la desigualdad social y el autoritarismo.

Beyond-the-veilA pesar del potencial crítico de esta inclinación desmitificadora, alguien podría pensar que el impacto de estos libros se habría difuminado tras 25 años. Incluso cabría señalar que las lecturas simplistas del Islam han sido rechazadas y atacadas en varias ocasiones, al punto que hoy parecen ser material solamente para burlas autoconscientes y multimedios de un conservadurismo miope. Los recientes ataques terroristas ocurridos en París o Mali dieron lugar a numerosas manifestaciones en favor de distinguir el Islam «moderado» de las mayorías del extremismo del Estado Islámico, un signo prometedor que apunta a la ruptura de los esquemas maniqueos. Pero si estos puntos de vista son reiterados, tal vez se deba a que los estereotipos siguen en circulación. Y es ahí donde radica el atractivo duradero de libros como el de Mernissi, los cuales muestran que los clichés son ayudas inevitables pero peligrosas a la hora de abordar una realidad compleja y muchas veces perturbadora. En este sentido, pensar que el Islam tiene una «esencia» democrática o autoritaria sería desatinado, ya que las ideas no están atadas al «gen» de ninguna religión o ideología. Estas circulan de maneras contraintuitivas, y aparecen en lugares insospechados y de formas insólitas. La historia del Islam es lo suficientemente rica como para ofrecer ejemplos de opresión y libertad, así como bajo el rótulo de «democracia» coexisten experiencias tan diversas como los modernos parlamentos y las ciudades esclavistas de la Antigüedad.

El-haren-en-OccidenteEsta mirada inquisidora y polémica también habría impulsado el «frente interno» de Mernissi, ubicado el seno de las mismas sociedades musulmanas: se trataría de la lucha por los derechos de las mujeres, la cual se tradujo en iniciativas como las Caravanas Cívicas y el colectivo Mujeres, Familias, Niños. Una y otra lucha no estarían separadas, ya que mientras la participación de las mujeres en la esfera pública se mantuviera coartada, no podría hablarse de una democracia genuina. Como afirmaba en una entrevista, «allí donde hay harén no existe la idea del espacio público, porque el espacio se divide en dos: el de los hombres y el de las mujeres. Como no hay espacio público, los ciudadanos tampoco existen: en ese sentido, son como las mujeres. Están en un harén político: no pueden hablar, sólo el califa puede hacerlo». Pero esta forma de configurar el espacio público, de dividir y controlar, también estaría basada en una tergiversación: es la que Mernissi intenta desenmascarar justamente en El Harén Político (1987), libro prohibido en Marruecos donde sostiene que la voluntad del Profeta de proteger a las mujeres habría sido tergiversada por su sucesor «misógino», Abu Bakr, así por el narrador de hadiths, Abu Hurairah. Ya en su opera prima de 1975, Sexo, Ideología, Islam, la socióloga sostenía algo similar: la primera parte de la monografía estaba enteramente dedicada a explorar cómo las sociedades tribales árabes habían cambiado con el surgimiento del Islam, el cual habría reforzado la tutela de las mujeres y concedido prerrogativas exclusivas a los hombres.

Pero el interés de Mernissi no estaba solamente en los orígenes de la religión musulmana, sino en el presente de quienes vivían bajo sus preceptos. La segunda parte de Sexo, Ideología, Islam se basaba en una serie de estudios de campo y encuestas para mostrar el supuesto abismo que existía entre sus principios fundadores y las prácticas sociales y culturales a las que daba lugar en el mundo contemporáneo. En esta línea, el velo no respondería a las convicciones de Mahoma, «un hombre progresista para su época», sino que sería principalmente un instrumento y un símbolo de dominación masculina. Pero las voces «recuperadas» reflejaban otra faceta del proceso, más creativa y optimista: donde las versiones más rígidas y dogmáticas de la religión musulmana se imponían, la actividad de las mujeres, «a quienes nadie les regalaba nada», suponían un fermento revolucionario. La rigidez del dogma quedaría puesta en entredicho y cedería cada vez que estas mujeres salían a protestar por sus derechos, la paz y la democracia, como lo hicieron en los años ’80 y ’90 en los que escribía Mernissi, o en la reciente Primavera Árabe de 2010-12.

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Malala Yousafzai, la más joven ganadora del Premio Nobel de todos los tiempos y en todas las categorías.

Mernissi insistió sobre este tópico en uno de sus libros más conocidos, Marruecos contado por sus mujeres (1983). El título resulta engañoso, ya que la autora no sólo reivindicaba la condición femenina: «Hice emerger del silencio a las campesinas y las obreras, mujeres trabajadoras de las que sólo se habla o aparecen en tiempos de elecciones». Estas tendrían un rol protagónico en su propia liberación, en tanto las «proletarias de Marruecos están más avanzadas que las intelectuales y universitarias como yo, en el sentido de que tienen una idea más igualitaria de los sexos». A pesar de que muchas son analfabetas, ellas «tienen sus creencias, su visión de la vida, y saben muy bien en qué consisten las relaciones sociales». La escritora, autorizada por las mismas voces que reconstruía, reunía a trabajadoras y curanderas, analfabetas como su madre y abuela con mujeres que podían escribir pero no siempre expresarse libremente, como ella misma. Resulta tentador ver en esas voces muchas similitudes con el reciente caso de Malala Yousafzai, la joven atacada por los talibanes por defender, entre otras cosas, la educación de las mujeres en Pakistán. La lucha no es nueva, y podría encontrase el antecedente de su blog en voces como las de Mernissi y sus entrevistadas, quienes abrieron el camino para que historias como las de Malala no se perdieran como muchas otras, menos afortunadas.

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Musulmanes y judíos, la lucha contra los estereotipos nunca es suficiente. (Foto: Adam Berry/Getty Images)

Tal vez podría reprochársele a la socióloga que, en la relación entre ciencia y militancia, la segunda se haya impuesto. Ella habría estado demasiado comprometida. O, si se quiere, fue poco objetiva. Desde ya, no es fácil dilucidar qué es la objetividad, ni cuál es el valor intrínseco de ésta. Pero sí puede señalarse que Mernissi cayó en muchas de las trampas de los «barbudos» que tanto vapuleaba. Como ellos, parecía creer que la formulación original de las doctrinas tienen mayor relevancia que sus derivas posteriores, como si las ideologías pudieran permanecer iguales a sí mismas frente a una realidad cambiante. Además de esta «falacia del origen», la autora compartía con los «barbudos» que criticaba una lectura parcial y por momentos forzada del Corán y las tradiciones de Mahoma: de hecho, algunos críticos consideran que sus reconstrucciones son francamente erróneas e insostenibles. Aún más, al considerar a las mujeres con velo como un sujeto pasivo de la dominación masculina, un actor social sin potencial transformador, Mernissi caería en los mismos supuestos misóginos y peyorativos de los tradicionalistas.

Fatima Mernissi tampoco habría podido escapar a la tentación de la manipulación. Podría decirse que su versión es preferible a la de sus adversarios, ya que sus ideales emancipatorios e igualitarios son ciertamente más agradables a nuestros ojos «occidentalizados». Y en esta promoción de valores democráticos, de un trato más equitativo y justo para las mujeres y otros sectores subalternos en el mundo musulmán, puede encontrarse uno de los muchos motivos para celebrar a esta socióloga militante. Pero su figura recuerda también el desafío de evitar disyuntivas peligrosas que lleven a una ciencia social sin compromiso o a una causa política sin reflexión.

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  1. Gracias por hacerme avivar de la muerte de Mernissi.

    Es verdad que, en cierto modo, sus interpretaciones eran algo forzadas, quizás por ese gusto de intentar mostrar la posibilidad de «otro Islam» -en realidad, es en cierto punto la tentación de todo grupo que, sosteniendose en disputa con el sector más clásico y poderoso, no quiere renunciar al islam por su indiscutible arraigo popular (si ni siquiera un Nasser lo hizo,porqué habría de intentarlo Mernissi en una monarquía como la marroquí)-.

    Lo cual, creo yo -y acá invierto el orden discursivo- no deja de ser un mérito. No sólo porque, en efecto, el islam -como cualquier religión o como cualquier ideología- puede ser reinterpretado de formas mas benignas o menos reaccionarias; sino porque reconoce -en términos políticos (y esa perdurabilidad no es un dato intelectual menor)- ese peso popular y trata de actuarlo y de pensar en consecuencia. No es lo mismo ser ateo y cartesiano en Francia que en Irán -aunque a veces uno se tiente en creer lo contrario-.

    Pero bueno, de paso tiro -para los porteños- que alguna edición (ya bastante vieja) de «El Miedo a la Modernidad» y «Marruecos…» anda dando vueltas por Losada. O al menos, eso ocurría hace un par de meses…

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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