La “circuncisión artística” del Obelisco de Buenos Aires concluyó y ya podemos contar –sin temor a fogonear rumores alarmistas– una historia paralela. En este caso el eje no es el arte sino el ocultismo político detrás de una conspiración ligada al folclore del gran falo porteño.
El 9 de Julio de 1987 el militante neonazi Alfredo Guereño apareció muerto después de caer por el hueco de un ascensor. Integraba Alerta Nacional, grupo fundado en 1983 por Alejandro Biondini, dirigía el periódico del mismo nombre y era especialista (según la biografía escrita por sus camaradas) “en el área de la matemática cuántica y la parapsicología”.
Por el impacto (su cuerpo cayó desde un noveno piso), su brazo se separó del cuerpo. Aquella noche Guereño había participado de una «cena patriótica» con sus camaradas y quizá había bebido más de la cuenta, ya que el edificio donde esto ocurrió no era el suyo y lo más probable es que, confundido, no previó que el ascensor no estaba donde debía. Pero su grupo denunció que Guereño había sido “asesinado por el sionismo”. Esgrimió el siguiente argumento (difícil llamarle “prueba”): el 17 de Agosto (aniversario de la muerte del General San Martín) alguien llamó la atención hacia la punta del Obelisco: lucía como ensangrentada.
Los neonazis no dudaron en dar el siguiente salto argumental (o falacia lógica): como el periódico dirigido por Guereño denunciaba la existencia en el país de “una red israelí vinculada al tráfico de órganos y al secuestro y venta de menores”, en revancha “un comando sionista” (o si no una brigada de la “sinagoga radical”) usó su sangre para un ritual que buscó “circuncidar simbólicamente” a la Argentina ya que el monumento es “uno de sus centros energéticos”. Biondini acusó a la UCR (el partido entonces en el gobierno) de instigar el asesinato del militante neonazi e hizo una denuncia en la justicia que quedó en la nada.
¿A qué se debió aquel color rojizo en la punta del Obelisco? “El contratista había puesto mal la ceresita para arreglar una filtración”, explica Sergio Kiernan en su libro Delirios argentinos (2006).
Así fue como Guereño se transformó en martir de la causa nacionalista argentina, o al menos así lo conceptuaron en el Panteón de los Héroes que publicaba el desaparecido sitio Libertad de Opinión, del Partido Nuevo Triunfo, proscrito y disuelto en 2009, que hoy recupera la “enciclopedia alternativa” Metapedia.
La muerte de un fanático nunca es accidental (para otros fanáticos). En la narración de los hechos tiene que haber una épica, una causa romántica por la cual el ungido “no murió en vano”: tuvo que ser asesinado por los sujetos de su obsesión. Como dijo el mismo Kiernan, dentro de la mentalidad conspirativa “nada es casual, no hay espacio para los errores: éstos, la incompetencia o la equivocación son aburridos”. La estupidez tampoco es aceptable ni tolerada. ¿Acaso hay algo más idiota que un «cuadro político» un poco bebido o incapaz de asegurarse si había llegado o no el ascensor?
Posdata: Del 12 al 22 de Noviembre tendrá lugar el XXVI Festival Buenos Aires Rojo Sangre, y la ocasión es propicia (basta ver la sugestiva imagen de su logotipo).
Fuente:
Kiernan, Sergio. Delirios Argentinos: Las Ideas Más Extrañas de Nuestra Política. Editorial Marea, 2006.
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