“Destination Earth” (John Sutherland, 1956) se estrenó cuando ya habían pasado casi diez años desde el inicio de la fiebre de los platos voladores, en pleno auge de la Guerra Fría. También había pasado más de medio siglo desde que la posible presencia de criaturas inteligentes en Marte devino lugar común: a comienzos del siglo XX su existencia era tan obvia que, cuando una revista desafió a presentar pruebas sobre extraterrestres, los marcianos estaban fuera de competencia porque los científicos descartaban su existencia en el planeta rojo.
La idea de que los seres de otro mundo deben poseer una inteligencia superior también era vieja: al menos tiene 600 años de antigüedad, desde el teólogo y filósofo Nicolás de Cusa (1401-1464) al escritor Bernard le Bovier de Fontenelle (1657-1757)
En “Destination Earth” el escenario se da vuelta. Los terrícolas son tecnológicamente superiores y no sólo eso: han descubierto la prosperidad gracias al capitalismo. Así, cuando la disciplinada civilización marciana, liderada por un emperador de pésimo carácter, Ogg, envía un platillo a la Tierra, el atolondrado piloto queda asombrado: todo en la Tierra, mejor dicho, en los EE.UU., funciona maravillosamente bien.
En los 14 minutos del corto, patrocinado por el Instituto Americano del Petróleo, sabremos que la utopía alcanzada en la Tierra surge de los pozos petroleros, cuya prosperidad, que nada sabe de derroches, está basada en la libertad de mercado.
Digamos que el marciano había ido con la misión de encontrar una fuente de energía que permitiera impulsar la flota de vehículos del imperio de Ogg. Y es en los EE.UU. donde el enviado descubre esa prodigiosa fuente de energía, inextinguible y barata, que hace a los terrícolas más avanzados y felices.
Ogg, un dictador muy parecido a Stalin, queda descolocado cuando el marciano llega con una información que “revoluciona” el planeta: las muchedumbres abandonan a Ogg para leer ávidamente libros sobre la industria petrolera y economía de mercado. De inmediato comienzan a establecer sus propias compañías petroleras.
Así, tan fácil, el capitalismo tumbó a Ogg.
Por aquellos tiempos, la industria del petróleo manejaba la orden del día en forma directa; sus instituciones generaban literatura, revistas, programas y películas como ésta para asociar la libertad de empresa con el bienestar económico y social, capaz incluso de derrocar sociedades totalitarias y represivas a fuerza de puro poder de convicción, y no de asesinatos en masa, pavorosos índices de desempleo y hambrunas ajenas.
Con los años, se hizo más evidente que las petroleras y otras empresas igualmente poderosas iban a tener que recurrir a intervenciones militares, dictaduras y ministros de economía educados en universidades amigas para preservar sus riquezas. Pasado el tiempo de los gobiernos militares, llegaron las derechas democráticas, cuyos políticos asumen sus agendas con menos derramamiento de sangre y, a menudo, con la alegre aceptación de pueblos sin memoria.
Enlace externo: para descargar la película.
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