
No es que nadie se esté quejando, pero la invasión reptoide de la Tierra parece haber llegado un poco tarde. En 1993, una fuente conocida sólo como Conciencia Cósmica aseguró que los ejércitos reptoides tenían prevista su llegada masiva en la segunda mitad de los 90, muy particularmente para 1999 (1). Otros rumores relacionaban todo esto con un asteroide llamado 1991VG que sería en realidad una nave nodriza llena de reptoides, añadiendo que todo aquel no que fuese esclavizado mediante dispositivos implantados sería devorado (2). Algunos reptoides tipo Draco estarían ya entre nosotros, en la base subterránea de Dulce, encerrados en el Nivel 7 (La Cámara de las Pesadillas) (3). La declaración de John Lear en 1987 también hacía referencia a ciertos alienígenas con piel de reptil recuperados de platillos estrellados, sacando a la luz pública un detalle esotérico sobre este tipo de incidentes sólo conocido hasta entonces por los lectores de Leonard Stringfield (4). Los ufólogos más respetables consideraban todo este material como demasiado descabellado, fruto de mediums y embaucadores (5).


Resulta curioso darse cuenta de que, hasta el momento, los alienígenas tipo Mantis no han generado ni siquiera una fracción del interés que vemos aquí. No existe ninguna Mantis.com, ni compilaciones de enlaces Mantis, ni muchos comentarios en torno a ellos (Nota del editor: salvo el artículo realizado por el propio autor ver aquí). La elaboración de un censo de encuentros con reptoides en la literatura ufológica está preñada de ambigüedades. Es cierto que se conoce un cierto número de encuentros con hombres-lagarto a lo largo de los años, sin conexión evidente con los ovnis.

También se conocen bastantes casos donde la entidad descrita incluye algún rasgo aislado que podría calificarse de reptiliano, pero que por lo demás parece pertenecer a una categoría diferente, sean los grises, los mongoloides o a las mezclas exóticas. Puedo ofrecer un listado de apenas 30 casos de encuentros ovni y abducciones, debidamente referenciados, que representaría el mínimo, estrictamente hablando. Seguro que existen otros casos que no conozco, pero la cifra sirve como referencia en bruto suficiente como para percibir que su número es muy inferior al de los Grises, aunque resulta similar a mi estimación de alienígenas tipo Mantis, incluso puede que algo mayor (7).
Algunas estadísticas más interesantes pueden encontrarse circulando por la conferencia de estudio de las abducciones que tuvo lugar en 1992 en el MIT. Alguien preguntó a John Carpenter: “¿Qué porcentaje de los alienígenas representa el tipo reptiliano?”. Su respuesta: “En torno al diez por ciento” (8). En el libro que C.D.B. Bryan escribió sobre la conferencia cuenta cómo, cuando Carpenter preguntó a la audiencia cuántos habían oído hablar o visto a los reptilianos, los que alzaron las manos fueron aproximadamente la mitad de los que habían oído hablar de los Nórdicos (9). En otra de la ponencias, Eddie Bullard señalaba que 3 de los 9 investigadores consultados no tenían ningún ser reptiliano ni insectoide en sus archivos. Cinco tenían entre un 1 y un 10 por ciento, y sólo uno de los ufólogos alcanzaba el 25 por ciento. Bullard no incluyó ninguna estadística limitada sólo a los reptoides. Por otro lado, en su estudio de 270 abducciones anteriores a 1985, Bullard sólo mencionó un reptoide: el caso del italiano Fortunato Zanfretta ocurrido en 1978; y además, lo descartaba por su parecido con el protagonista de la película La mujer y el monstruo (Creature of the Black Lagoon) de 1964. Por tanto, se puede declarar enfáticamente que su presencia ha ido en aumento.


Durante la conferencia, Carpenter señaló que podría argumentarse que los reptilianos tenían un origen psicodinámico, aunque para inclinarse vagamente por negarlo, al comentar “la pauta emergente en los datos que poco a poco se acumulan, aún no apoya dicha interpretación”. Carpenter no explica cuál es dicha pauta. Permítanme ofrecer como contrapartida una pauta mucho más robusta.

Los antropólogos han señalado muchas veces que los mitos y visiones acostumbran a incluir teriantropos. Con ese término denominan a las combinaciones de hombres y animales. Por lo general, la mitad animal corresponde a uno que tenga especial importancia en la sociedad del visionario. Así, entre los San, que dependen para su supervivencia de las manadas de antílopes, las visiones mencionan curiosas amalgamas entre los antílopes y los hombres. Mientras, en la región dominada por un antiguo culto al gran toro, nos encontramos con el Minotauro y demás hombres-toro análogos (12).
Es indiscutible que la cultura americana moderna, sea por la razón que sea, muestra una fascinación desbordada por los dinosaurios. Steven J. Gould ha hablado con elocuencia sobre como la dinomanía ha pasado de ser algo propio de los empollones y los inadaptados de los años 40 y 50 a alcanzar “un nivel estable de popularidad capaz de alcanzar todos los aspectos de la cultura… durante los últimos 20 años” (13). Como evidencia adicional podemos ofrecer el libro de Donald Glut, The Dinosaur Scrapbook (Album de recortes sobre dinosaurios)(Citadel, 1980) con su colección de cientos de imágenes y detalles que han saturado la imaginación de los americanos actuales. Cuando Russell divulgó por vez primera la existencia de su escultura sobre ese dinosauroide evolucionado, llegó a recibir más de mil cartas de personas que deseaban fotografías y más información. Fue algo totalmente sin precedentes para el museo. También lo llamaron tantos periodistas que tuvo que dejar de contestar el teléfono (14). Con el paso del tiempo, la foto de su escultura apareció en los principales telediarios así como en varias de las más populares revistas de divulgación científica como Omni y Science Digest.

Añadamos a todo esto la observación de que los reptilianos son los seres más dibujados (sólo por detrás de los humanoides) cuando se trata de presentar alienígenas en los tebeos. El listado de razas alienígenas que aparece en The Official Handbook of the Marvel Universe incluye 19 razas reptilianas. Aunque mucho menor en número que las 91 razas humanoides y semi-humanoides del listado, son bastantes más que los 8 ejemplos de razas insectoides y los 3 ejemplos de razas ameboides. Con una frecuencia incluso menor aparecen formas basadas en peces, plantas, gatos, perros, caracoles, caballos, hipopótamos, cerdos y energías inteligentes. Aparte, la cultura popular del período inmediatamente anterior a su proliferación ufológica presenta algunos reptoides prominentes: V (1983); el hombre serpiente de Dreamscape (1984), el lectroide Emilio Lizardo de Buckaroo Banzai (1984); y los Draks de Enemigo mío (Enemy Mine)(1985).

Quizá exista la obligación escéptica de mencionar aquí que el dinosauroide de Russell ha recibido un voto de no confianza por parte de uno de los más grandes maestros de la biología moderna, Ernst Mayr.

Según recogió Joel Achenbach, “los dinosaurios –dijo Mayr– eran casi con toda seguridad de sangre fría, en contra de lo que puedan hacer creer algunos recientes comentarios muy de moda. Nunca han existido criaturas inteligentes de sangre fría. La sangre caliente es condición indispensable para que pueda funcionar un cerebro lo suficientemente grande como para ser inteligente” (16).
Los antropólogos parecen estar de acuerdo en que los cerebros de gran tamaño son metabólicamente caros de mantener y, por decirlo de alguna forma, se encuentran más allá de los presupuestos energéticos al alcance de cualquier reptil. Incluso, dejando cierta libertad en las estimaciones, los mamíferos tienden a tener cerebros diez veces más grandes que los de sus equivalente reptilianos (17).
Podemos permitirnos ser generosos y admitir que, dado que la evolución ha sido capaz de crear asombrosas e impredecibles combinaciones de rasgos aquí en la Tierra, nada impide que en otros mundos pueda surgir un torso reptiliano con cabeza similar a la nuestra. Al menos para mí, tal posibilidad parece mucho menos impensable que la existencia de gigantescos dioses insecto (18) o rubios nórdicos perfectos (19).
La objeción más evidente sigue siendo que los reptoides son demasiado fáciles de explicar. Encajan con las obsesiones culturales de los americanos como un guante. Resultan ideales como alienígenas, grandes tipos malos, fríos demonios evolucionados. A no ser que alguien quiera argumentar que todos los terioantropos son psicodinámicamente opacos, la invasión de la cultura americana por los reptoides es sólo otro mal augurio para la desaparición de la ufología si la ciencia alguna vez se molesta en hincarle el diente a este asunto.
NOTAS
(1) Steve Wingate, “An Alien Update: How Close are the Reptoids”, IUFO Mailing List (archivo electrónico), 14 de enero de 1999.
(2) George Andrews, Extra-Terrestrial Friends and Foes, Illuminet, 1993, pp. 293-4, 303-6.
(3) Jason Bishop III, “The Dulce Base”, UFO 4 nº 3, pp. 15-16.
(4) Leonard Stringfield, UFO Crash-Retrievals: Amassing the Evidence: Status Report III, Stringfield, 1982, pp. 20, 47.
(5) Don Ecker, “Stray Asteroid Stings UFO Groupies”, UFO 7, nº 1, p. 21.
(6) Sheldon Nidle & Virginia Essene, You Are Becoming a Galactic Human (SEE, 1994).
(7) “Graying Mantis” (“Santa Grisácea”), The REALL News 7, nº 5, Mayo 1999, pp. 1, 5-8.
(8) Pritchard, Andrea, et al. Alien Discussions, North cambrige, 1994, pp. 91-5, 579.
(9) C.D.B. Bryan, Clse Encounters of the 4th Kind, Arkana, 1996, p. 30.
(10) Joe Lewels, The God Hypothesis, Wild Flower, 1997, pp. 182-3, 221.
(11) Jeff Hecht y Gurney Williams III, “Smart Dinosaurs”, Omni, Mayo 1982.
(12) Michael Rice, The Power of the Bull, Routledge, 1998, pp. 38-40.
(13) Steven J. Gould, “Dinomanía” en Dinosaur in a Haystack, Crown Trade, 1996, p. 222. N.del T.: Existe traducción en castellano.
(14) Jeff Hecht y Gurney Williams III, “Smart Dinosaurs”, Omni, Mayo 1982.
(15) Richard Cavendish, Man, Myth, Magic, Marshall Cavendish, 1985, pp. 2528-32.
(16) Joel Achenbach, Captured by Aliens, Simon & Schuster, 1999, pp. 310-1.
(17) Roger Lewin, Human Evolution: A Core Textbook, Blackwell Science, 1998, pp. 445-7.
(18) “Graying Mantis” (“Santa Grisácea”), The REALL News 7, nº 5, Mayo 1999, pp. 1, 5-8.
(19) Richard Fortey, Life: A Natural History of the First Four Billion Years of Life on Earth, Vintage, 1997, p. 281.
Publicación original:
Kottmeyer, Martin. (2003) “Reptoid Fever” en The REALL News, Volume 11, Number 1, January 2003
Enlaces relacionados:
El regreso de las lagartijas alienígenas. Por A. Agostinelli (2009).
Alienígenas ¿amigos o enemigos? Por A. Agostinelli. En Factor 302.4 (201o)
Mantis alienígena. Por Martin Kottmeyer, en Dios! (2003)
Historias de amantes del espacio exterior. Por Nigel Watson, en Dios! (2002).
Llamadas de otro mundo. Por Alejandro Agostinelli (2014)
Ninguna felicidad es permanente. Por A. Agostinelli (2009)
Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Sudamericana, 2009).
Adiós a «Bronco», el cazador de reptilianos. Por A. Agostinelli (2014)
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